Estrategia Internacional N° 9
Julio/Agosto - 1998
LA CUESTIÓN AGRARIA Y LAS LUCHAS CAMPESINAS
Tadeo Lúe
Introducción
Desde hace varios años, conflictos por la tierra vienen ocurriendo en todos los estados y territorios del país. No existe un solo estado en toda la Confederación brasileña en el que no haya acontecido algún enfrentamiento en el campo. Esto ha transformado la cuestión campesina en Brasil en un verdadero problema nacional, ya que estas luchas se expanden por los cuatro puntos cardinales del territorio. Y esto lo diferencia también de los demás países latinoamericanos, donde las luchas campesinas que vienen en dinámica creciente, son localizadas en determinadas regiones. Sólo en la zona agrícola que rodea la ciudad de São Paulo existen fuertes focos de tensión semejantes a aquellos que ocurren en las más remotas regiones amazónicas. La multiplicación de esos conflictos ha convertido al "sin tierra" en el principal, aunque no el único, protagonista de las luchas campesinas actuales.
Estas luchas no han tenido nada de pacíficas, muy por el contrario, por miles se cuentan la cantidad de muertos y heridos en los distintos enfrentamientos a lo largo de la última década. Presentes están en la memoria de cada campesino masacres como la de Eldorado dos Carajás, pequeña población cerca de la ciudad de Belén, en el estado de Pará, donde fueron asesinados 19 campesinos y 51 quedaron heridos a manos de un batallón de 250 hombres de la Policía Militar el 17 de abril del 96, prácticamente a un año de que pistoleros pagados por los estancieros e integrantes de la Policía Militar asesinaran a 12 trabajadores agrícolas e hirieran a otros 53, que luchaban por la posesión de la tierra en la ciudad de Corumbiara, en el estado de Rondonia. Y esto sólo para mencionar los hechos que tomaron resonancia periodística, y dejando de lado aquellos cientos de casos que se repiten a lo largo y ancho del territorio nacional. "Guerra civil en el campo -¿Y el gobierno?"1 son algunos de los titulares que de vez en cuando se repiten en los más prestigiosos diarios nacionales para mostrar, de tanto en tanto, la situación conflictiva del campo. Y no es para menos, como veremos más adelante.
Quien viene organizando al movimiento campesino en la última década es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra -más popularmente conocido por sus siglas, MST, que constituye el movimiento rural más dinámico de Brasil. El MST es la principal forma de organización social en la lucha por la tierra y en la lucha por la reforma agraria, que nació a principios de la década de los ochenta, pero que adquirió pleno carácter nacional ya en los años noventa, realizando ocupaciones de tierras en la casi totalidad de los estados brasileños. Un movimiento que está fuertemente vinculado a la Iglesia Católica desde su nacimiento. Un movimiento que nació casi en forma paralela al llamado "sindicalismo clasista" o "sindicalismo nuevo" del ABC. En cuanto éste alcanzó resonancia nacional por la intensidad de sus luchas, los campesinos -estigmatizados como "violentos" y "sin ley"- quedaron confinados, marginalizados, incluso por las organizaciones de izquierda. Este espacio, antiguamente ocupado por la izquierda comunista y otras organizaciones populistas y luego abandonado, fue aprovechado rápidamente por la Iglesia Católica que venía de apoyar el golpe militar del 64 y que a partir del 73, un sector de ella, comienza a dar un giro político.
El crecimiento del movimiento agrario en Brasil se muestra no sólo por su alcance nacional sino por los números que moviliza. Sólo bajo la influencia del MST, más de 760 mil campesinos se encuentran organizados; de ellos, esta organización ya consiguió asentar 150 mil familias (aproximadamente 600 mil personas) en 1200 asentamientos que abarcan una área de 6 millones de hectáreas en diversas partes del territorio nacional, y existen aproximadamente unas 40 mil familias acampadas en 157 campamentos, aguardando y luchando por la resolución de sus reivindicaciones. Pero en Brasil existen casi 17 millones de campesinos o 4,8 millones de familias, sin contar los millones que han sido expulsados del campo, impedidos de producir y que se aglomeran en las grandes ciudades2.
Para los marxistas revolucionarios se trata de comprender qué está ocurriendo en el campo, cuál es la dinámica de la lucha, cuál es el carácter de las organizaciones que hablan en nombre de los campesinos pobres, sus metódos y su política. Aún no existe en Brasil una guerra civil abierta en el campo, pero en los continuos enfrentamientos, ésta se manifiesta en forma embrionaria o larvada; y si no se ha tornado abierta no ha sido por la poca disposición a la lucha del campesinado sino por el férreo control que ejercen sus direcciones que buscan una reforma agraria en los marcos del sistema capitalista. Pero a pesar de todo esto, podríamos decir, parafraseando a Trotsky cuando analizaba la revolución china a principios de los 30, salvando las diferencias, que "en la actualidad, el movimiento campesino avanza, en gran medida, independientemente del movimiento obrero, según sus propias leyes y a ritmo propio. Pero el meollo del problema de la revolución china está en la coordinación política y la combinación organizativa de las insurrecciones proletarias y campesinas. Quienes hablan de la victoria de la revolución soviética en China, pero restringida a provincias aisladas del Sur y combinada con la pasividad del Norte industrial, ignoran el doble problema de la revolución china: la alianza de obreros y campesinos, y el problema de la dirección obrera de dicha alianza"3.
El presente artículo tiene solamente el objetivo de analizar la cuestión campesina y el problema agrario brasileño desde esta óptica, en un momento en que existe una dinámica en diversos países de América Latina de un resurgir de las luchas campesinas en sintonía con un reanimamiento de las luchas obreras, donde el ejemplo más claro lo constituye Bolivia, y en menor escala Colombia y Paraguay. En Brasil, en cambio, observamos un crecimiento de las luchas campesinas en momentos en que existe un empantanamiento de las luchas del movimiento obrero.
NOTAS:
1. Periódico "Gazeta Mercantil" del 30/01/97.
2. Según compañeros marxistas revolucionarios brasileros, la estructura organizacional
del MST es una combinación de partido político, sindicato y empresa cooperativa con
influencia territorial y extensión nacional, cuya dirección le imprime a la lucha de los
"sin tierra" una orientación reformista y proburguesa. Sus particularidades han
llevado a que varios intelectuales que se reivindican marxistas caractericen al MST como
un fenómeno "político-social nuevo", "un partido independiente y estable
del campesinado pobre", soslayando en tales definiciones la decisiva influencia
ideológica y política que ejercen la Iglesia y el reformismo sobre el MST.
3. "La Segunda Revolución China (notas y escritos de 1919 hasta 1938)",
pag. 77. Ed. Pluma. 1976. Colombia.
La concentración de la tierra en Brasil
Para entender el problema agrario en Brasil, basta dar una mirada general al problema de la concentración de la tierra. Brasil, con 8,5 millones de kilómetros cuadrados de superficie, que representan 850 millones de hectáreas, tiene 371 millones de hectáreas de suelos clasificados en potencialidad agrícola buena, de buena a regular y de regular a buena, totalizando el 43,7% del territorio nacional. De ese total son efectivamente cultivados 60 millones de hectáreas (1985). De cualquier manera considerando que hoy esa cantidad sea un poco mayor, estamos hablando de centenas de millones de hectáreas1. Y según los datos del censo agrícola, de los 376 millones de hectáreas cubiertos por los 5,8 millones de establecimientos agrícolas del país, 3,1 millones de agricultores tienen acceso apenas a 10 millones de hectáreas, o sea el 2,67% del total. En el otro extremo, los 50 mil latifundios que cubren más de mil hectáreas detentan 165 millones de hectáreas, por tanto, 16 veces más. En la práctica, el 1% de los establecimientos controlan 44% del total, casi la mitad del Brasil rural. A estos datos tenemos que agregar que cuanto mayor es el establecimiento, mayor es la proporción de la tierra que queda ociosa. Así, los pequeños agricultores labran el 65% de sus establecimientos; los de 10 a 100 hectáreas trabajan el 28%; los de 100 a 1000, el 13%; los de más de 1000 ha. trabajan apenas el 6,7%; y los demás de 10,000 hectáreas labran el 2,31%. Y 61 establecimientos de más de 100,000 hectáreas cultivan apenas el 0,14% del total, seis veces menos que el 1%2.
Parece increíble, pero existen en Brasil establecimientos con áreas superiores a algunos países europeos. En la lista de los mayores latifundios del país, en base a los datos del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), sobresale en primer lugar la empresa MANASA -Maderera Nacional S.A., que domina una área en el Amazonas de 4.140.767 hectáreas. Es decir es dueña de una extensión mayor que el territorio de la actual Alemania unificada (3.570.390 hectáreas). El segundo mayor detentor de tierras en este país es la empresa Jari Florestal e Agropecuaria Ltda., que posee 2.918.892 hectáreas en el estado de Pará. En tercer lugar viene la APUB -Agroflorestal Amazónica, con 2.194.374 hectáreas en el estado de Amazonas y más de 665.710 hectáreas en otras regiones3. Y a estos datos podemos sumar también propiedades del tamaño de 2,1 millones de hectáreas, que para ser recorridas se necesitan cinco días en barco o más de una hora y media en avión, equivalente al territorio de El Salvador; o la propiedad del industrial Mario Jorge Moraes (ex vicepresidente de la FIESP4) con 1,2 millones de hectáreas, semejante a la extensión de Jamaica; y así latifundios del tamaño de Líbano o Puerto Rico, donde la mayoría de estos últimos no crían, no siembran y evaden impuestos5.
Todos estos datos nos muestran que en Brasil no existen límites para la adquisición de tierras. Existen más de 512 propietarios con más de 50.000 hectáreas cada uno. Esos inmuebles gigantes totalizan 62 millones de hectáreas, una extensión de tierra mayor que cualquier país de Europa, con excepción de la ex-Unión Soviética.
Si bien este alto grado de concentración de la tierra en el territorio brasileño no es nuevo, ya que viene desde la época del Brasil Imperio, se vio terriblemente acentuado durante la época de la dictadura militar de 1964. "Con el intento de acelerar el desarrollo del capitalismo en el campo, incentivando la reproducción de la propiedad capitalista, durante los gobiernos militares post-64, fueron creadas las condiciones necesarias para el desenvolvimiento de una política agraria, privilegiando las grandes empresas, mediante incentivos financieros, que pasaron a ocuparse de la agropecuaria"6. Y el origen de esta política estaba centrada también en un proyecto de aislar, por un lado, el poder de los "coroneles" terratenientes7 y, por el otro, impedir totalmente el crecimiento de las luchas de los trabajadores rurales, que venían construyendo sus formas de organización, sobre todo a partir de mediados de la década de los cincuenta. Es a partir de estos cambios en la política de "desarrollo agropecuario", durante el período de la dictadura militar, que se inician la instauración de los proyectos agropecuarios por grandes empresas en la Amazonia. En el Centro-Sur se desarrolla una rápida industrialización de la agricultura. La política de privilegiar el capital monopolista, en diferentes sectores de la agricultura, aumenta la concentración de tierras, y la expropiación y la explotación de campesinos8. Y así, para sólo poner un ejemplo, durante el período de 1970 a 1985 (quince años), 44,8 millones de hectareas de tierras públicas fueron transformadas en latifundios, lo que significa casi dos veces el área total del Estado de São Paulo.
En la contracara de esto tenemos más de 17 millones de campesinos -casi la población de Australia, que no tienen tierra. Son 4,8 millones de familias que aspiran a un pedazo de tierra de los 81 millones de hectáreas de tierras ociosas en el país, suficientes para 4 millones de familias9. Hay 32 millones de personas que pasan hambre y solamente 60 millones de las 450 millones de hectáreas de todo el territorio son cultivadas.
NOTAS:
1. Periódico "Estado de São Paulo", del 03/10/95.
2. Datos del "Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas".
3. Revista "Correo Braziliense" del 03/05/87. Aunque a 10 años hayan
habido procesos de ventas o compra que puedan modificar estos números, estos movimientos
no han sido en favor de los campesinos.
4. FIESP: Federación Industrial del Estado de São Paulo.
5. Revista "Veja" del 07/03/93.
6. "MST -Formação e Territorialização". Bernardo Mançano F. Pag.32.
Ed. Hucitec. 1996. Brasil.
7. Jefes políticos del interior del país, pertenecientes a las viejas oligarquías
rurales.
8. "MST-Formação e Territorialização". Idem
9. Datos del "Movimiento de Trabajadores Rurales Sin-Tierra (MST)".
La "modernización" de la agricultura y la relaciones de trabajo y de clase en el campo
Como hemos visto, la penetración de las relaciones capitalistas en el campo, basadas en el desarrollo de los grandes complejos agroindustriales, se vio fuertemente intensificada a partir de la dictadura militar. Era la llamada modernización de la agricultura brasileña. Pero como era de esperarse, esta modernización, no hizo más que acentuar las grandes contradicciones que enfrentan los países semicoloniales que están bajo el dominio de las naciones imperialistas. Si ya en el sector de su desarrollo industrial, Brasil presenta un alto desarrollo desigual, combinando regiones altamente industrializadas, como son los estados del centro y del sureste, con regiones en total atraso, como son fundamentalmente los estados del norte y noreste, con masas hambrientas que en tiempos de sequía se levantan desesperadamente saqueando los centros de abastecimiento o el transporte alimenticio en las rutas, la industrialización del campo no podía más que aumentar esto ya que estaba orientada a la producción para los grandes monopolios agroindustriales y el mercado mundial.
Así, en determinadas regiones del centrosur y sureste, la industrialización del campo fue significativa mientras que en el resto del país se continúa conviviendo con un total atraso que mal da para la subsistencia de la familia campesina. Por ejemplo, en el sur de Brasil, no existe más como regla, el latifundio tradicional. Este fue sustituido por la gran empresa rural capitalista, moderna, que opera con niveles de producción elevados y con estrecha relación con los grandes complejos agroindustriales monopolizadores del mercado de numerosos productos agrícolas y aumentando sustancialmente también la superexplotación de los nuevos asalariados a través de extensas jornadas de trabajo. En el nordeste, en cambio, continúa existiendo el latifundio tradicional que superexplota una población rural que vive en condiciones miserables. Es que "la modernización consistió, fundamentalmente, en la transferencia de tecnología, en el incentivo al desarrollo de empresas agropecuarias y agroindustriales de capital intensivo, en la reestructuración del crédito rural y de comercialización y, finalmente, en la tentativa de incorporación planificada de las nuevas áreas de frontera de la expansión agrícola. Con esas medidas el Estado buscaba soldar la alianza político-económica entre la burguesía industrial y los propietarios de tierras"1.
La masiva expulsión de campesinos de sus tierras en este proceso de modernización de la agricultura, no hizo más que aumentar a grados increíbles la gran concentración de la tierra, como ya vimos más arriba, pero al mismo tiempo generó un éxodo rural hacia las ciudades. Sólo en el período que va de 1960 a 1980, alrededor de 30 millones de personas dejaron el campo, una cantidad semejante a la población de Argentina, y que representan más que el doble de la actual PEA agropecuaria del país.
El fenómeno de la concentración de la tierra muestra que un puñado de capitalistas agrarios, viejos oligarcas, banqueros y multinacionales ejercen el dominio de la casi totalidad de las tierras, manteniendo subordinados a millones de campesinos que viven en la extrema pobreza. Es que las diversas políticas agrarias implantadas desde la potsguerra han beneficiado, además de los grandes terratenientes, a los ascendentes sectores industriales de la actividad agrícola, provocando esto al mismo tiempo grandes cambios en las relaciones de trabajo y de clase en el campo.
Para observar las transformaciones en las relaciones de trabajo en el campo, veamos cómo estas ya se había transformado en los años ochenta. La población económicamente activa en la agricultura, según el Censo Agropecuario de 1980, era de 21.163.735. Los asalariados constituían un total de 5.5 millones , siendo 2.1 millones permanentes y 2.7 millones temporarios; 3.4 millones eran propietarios y 10.4 millones eran familias no remuneradas. El número de arrendatarios era de 586 mil, el de ocupantes 865 y los que practicaban el régimen de parcería2 319 mil3. Dieciocho años después estos números se han visto, en algunas categorías, levemente modificados, es de destacar que el trabajo temporario y el desempleo han aumentado al mismo tiempo que los ocupantes ya superan el millón de personas. La característica fundamental de la mano de obra ocupada en la agricultura brasileña es la fuerte presencia del trabajo familiar, que se puede deducir del número de familiares no remunerados, de arrendatarios, de parceros y ocupantes. Se trata de pequeños productores pauperizados que explotan como máximo su propia fuerza de trabajo y la de sus familias para poder sobrevivir. Los asalariados permanentes se encuentran en las grandes propiedades, en general dedicadas a la producción para la transformación industrial, a la recolección forestal y a la pecuaria. Su número tiende a decrecer en la medida en que las grandes propiedades optan por la mecanización o el uso de insumos modernos. Ese proceso de intensificación de la producción en las grandes propiedades aumentó la importancia de la mano de obra asalariada temporaria, un contingente de mano de obra rural que tiende a crecer cada vez más, debido a que millones de pequeños productores, de "sin tierra" y ocupantes, por no producir lo suficiente o por haber perdido sus tierras, se ven obligados a trabajar como semiproletarios en las grandes estancias o convertirse en trabajadores golondrinas. Y los grandes capitalistas y terratenientes se aprovechan de la superexplotación de los campesinos arrendatarios, de los que trabajan la tierra ajena entregando parte de su producción, para imponerles un sistema prácticamente servicial. En los albores del siglo XXI continúa existiendo el trabajo esclavo bajo la vista gorda del estado4, y lo mismo ocurre con la superexplotación sin límite del trabajo infantil en los grandes establecimientos agrícolas.
En el campo brasileño diversas son las formas de lucha que desarrolla el movimiento campesino de acuerdo a su situación. Así tenemos la lucha de los ocupantes que envuelve una diversidad de pequeños agricultores sujetos a diversas formas de expropiación. Sus luchas son altamente localizadas y "cada conflicto es un conflicto". La lucha de los "sin tierra", grupos de campesinos organizados para reivindicar tierras y que tienen como táctica la ocupación de tierras públicas o de latifundios ociosos o improductivos. La lucha de campesinos contra los embalses, que se manifiesta en resistencia a los planes de construcción de represas para la creación de perímetros irrigados o producción de energía eléctrica. La lucha contra la expropiación por parte del estado que actúa bajo el argumento jurídico de utilidad pública. La defensa de las tierras indígenas que afecta la fracción menor del campesinado brasileño. Y la lucha de los obreros agrícolas contra la explotación del trabajo. Estas últimas se dan fundamentalmente en las concentraciones de asalariados rurales, en la región canaviera del noreste, y en las regiones de São Paulo y Río de Janeiro5. Por el actual estallido de los sin tierra que ha alcanzado carácter nacional, este artículo solamente abordará a este sector y a su organización.
NOTAS:
1. "Latin America Studies 56. Propiedade da terra: opressão e
miséria. O meio rural na história social do Brasil". João Bosco Feres. Pag.
416. CEDLA (Center for Latin American Research and Documentation). 1990. Países Bajos.
2. Los campesinos que trabajan en tierras ajenas y que entregan una parte de su
producción a los dueños de la tierra.
3. Censo del "Instituto Brasileño de Geografía y Estadística", 1980.
4. Según un reciente documento publicado por la "Comissão Pastoral da Terra"
(CPT), Goiânia, se han detectado 21 haciendas y carvonerías con práctica de trabajo
esclavo, envolviendo a más de 60 mil personas.
5. "Caminhos e Descaminhos dos Movimentos Sociais no Campo". Cândido
Grzybowski. Ed. Vozes. 1991. Brasil.
¿Qué es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)?
Para algunos analistas, "El movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) nació de un proceso de enfrentamiento y resistencia contra la política de desarrollo agropecuario, instaurada durante el régimen militar. Ese proceso es entendido en su carácter más general, en la lucha por la expropiación y contra la explotación del desarrollo del capitalismo"1. Pero el MST es un movimiento que surgió fuertemente ligado a la Iglesia Católica. La mayor parte de los movimientos sociales que se organizan a partir de la década de los años setenta cuentan con una influencia bastante grande la Iglesia. "En la primera mitad de la década del 70, en los años de auge del régimen militar, las CEBs [Comunidades Eclesiales de Base] fueron el lugar social donde los trabajadores encontraron condiciones para organizarse y luchar contra las injusticias y por sus derechos. Aunque haya apoyado al golpe del 64, la Iglesia comienza a cambiar de posición a partir de 1973". La Iglesia Católica brasileña comienza así a dar un brusco giro político en relación a la situación conflictiva en el campo2. Independientemente de que algunos grupos de la Iglesia giraran a la izquierda más allá de la orientación general -creando incluso algunos conflictos- estos fueron tolerados debido a que continuaban respetando la jerarquía católica3. "La preocupación predominante de la jerarquía católica y de la mayoría del clero, muchas veces manifestada, era la de impedir, o por lo menos atenuar el avance de tendencias comunizantes, junto a las poblaciones rurales. Esa tendencia era principalmente denunciada por la Iglesia, como una de las principales características del movimiento de las Ligas Campesinas4 y de los sindicatos creados por el Partido Comunista... No creyendo en la capacidad de auto-organización de los grupos populares, o tal vez no confiando en los rumbos que esa auto-organización podría tomar, la jerarquía estimulaba el proceso acelerado de la sindicalización rural, como forma de impedir el avance de las Ligas Campesinas, que eran fuertemente espontaneístas. El gran esfuerzo de la Iglesia Católica consistía, pues, en descubrir y estimular dirigentes locales comprometidos con el pueblo y obedientes a la orientación eclesiástica"5.
Así, con relación a la realidad en el campo brasileño, además de la creación de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), que venían de finales de los sesenta, una de las acciones de la Iglesia fue la creación de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), en 1975, y que sirvieron como base para las nuevas formas de organzación social que emergían, como fue el caso del MST. Para sólo mencionar dos de los actuales principales dirigentes del MST, José Rainha Junior, ya en los 70 era militante de las Comunidades Eclesiales de Base; y João Pedro Stedile, principal líder ideológico del movimiento, es un ex-militante de la Comisión Pastoral de la Tierra desde 1975 hasta 1982. Para algunos analistas la influencia de la Iglesia Católica se reduce a sus primeros años de formación, intentando desligar a partir de ahí a la Iglesia del MST. Pero la Iglesia Católica continúa ejerciendo su fuerte influencia en el MST.
Con su lema "Tierra y poder no se ganan, se conquistan", el MST, fundado en la región sur del país, se ha expandido al conjunto del territorio nacional llegando a abrir un espacio propio en el movimiento sindical rural, con el impulso de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT). En el período que va desde 1979 a 1985, los recientes articuladores del MST promueven una serie de ocupaciones localizadas con familias de campesinos sin tierra y con dirigentes que provenían del trabajo pastoral de la Iglesia. La nueva metodología de lucha de los campesinos tomó de sorpresa a los terratenientes, pero rápidamente estos respondieron en forma violenta, utilizando asesinos pagados para desmoralizar las tomas de tierras, amenazando y asesinando a dirigentes de los sin tierra, utilizando y haciendo uso de las fuerzas policiales para reprimir las ocupaciones. Sin embargo, como reflejo de las movilizaciones que ocurrían en el país, como las gigantescas marchas que se realizaron en 1984 para exigir las elecciones directas, la lucha por la tierra tuvo un fuerte apoyo de amplios sectores de la población de las ciudades. Toda la prensa en Brasil registró la osadía de los campesinos, comentando su novedad. En el período que va de 1985 a 1989 las ocupaciones tuvieron un carácter masivo y estuvieron bastante articuladas entre ellas. Se realizó en el 85 el primer congreso nacional del MST, extendiéndose los asentamientos campesinos al conjunto del país. Al mismo tiempo también los grandes terratenientes del país comenzaron a usar fuerzas paramilitares en forma extensiva, reorganizando la Unión Democrática Ruralistas (UDR); la utilización de la policía y los mandatos judiciales para los desalojos también se generalizaron. Pero a partir de 1989, época en que el conjunto de las luchas de los trabajadores de la ciudad y del campo son llevadas al campo electoral, impulsando la oposición la candidatura de Lula, la reforma agraria pasó a ser utilizada apenas en las campañas electorales. Las elecciones ayudaron a descomprimir momentáneamente la lucha en el campo, aumentando esto con el fracaso electoral de Lula. Pero las fuerzas de la burguesía y los terratenientes no dieron tregua ni en las elecciones. El avance de la represión en forma cualificada ataca de lleno al movimiento campesino, provocando muchos asesinatos, encarcelamientos y torturas. A pesar de todo, la lucha en el campo se va a volver a intensificar a partir de la década del noventa, esta vez sí alcanzando una verdadadera dimensión nacional. Las ocupaciones de tierras se intensifican en todo el territorio. Ya para mediados de 1995 y en 1996, la cantidad de campesinos envueltos directamente en conflictos en el campo alcanza casi el millón de personas. Para 1995, durante la realización de su Tercer Congreso Nacional, el MST presenta su programa de reforma agraria: "1. Modificar la estructura de la propiedad de la tierra; 2. Subordinar la propiedad de la Tierra a la justicia social, a las necesidades del pueblo y a los objetivos de la sociedad; 3. Garantizar que la producción agropecuaria esté volcada para asegurar la alimentación, la eliminación del hambre y el desenvolvimiento económico y social de los trabajadores; 4. Apoyar la producción familiar y cooperativa con precios compensadores, créditos y seguro agrícola; 5. Llevar la agroindustria y la industrialización al interior del país, buscando el desarrollo armónico de las regiones y garantizando la generación de empleos especialmente para la juventud; 6. Aplicar un programa especial de desarrollo para las regiones semiáridas; 7. Desenvolver tecnologías adecuadas a la realidad, preservando y recuperando los recursos naturales, con un modelo de desenvolvimiento agrícola autosustentable; 8. Buscar un desenvolvimiento rural que garantice mejores condiciones de vida, educación, cultura y esparcimiento para todos"6. Todo esto dentro de un programa general en el que se plantean los siguientes objetivos generales: "1. Construir una sociedad sin explotadores y donde el trabajo tenga supremacía sobre el capital; 2. La tierra es un bien de todos. Y debe estar al servicio de toda la sociedad; 3. Garantizar trabajo para todos, con justa distribución de la tierra, de la renta y de las riquezas; 4. Buscar permanentemente la justicia social y la igualdad de derechos económicos, políticos, sociales y culturales; 5. Difundir los valores humanistas y socialistas en las relaciones sociales; 6. Combatir todas las formas de discriminación social y buscar la participación igualitaria de la mujer"7.
Dentro de su política de alianzas el MST formula "tener alianzas con todas las entidades de la sociedad civil, independientemente de sus líneas políticas; establecer alianzas tácticas y coyunturales con amplios sectores sociales". Estas formulaciones están contenidas en el "Documento Básico del MST" aprobado en su VI Encuentro Nacional de 1991, y partiendo de ahí dirigentes del MST se preguntan con quienes aliarse, y se responden, entre otras cosas, "alianzas con la sociedad civil organizada progresista y también con la sociedad civil internacional organizada, incluyendo sectores de la Iglesia que asumen este proyecto; alianzas con miembros del poder judicial, de la prensa, de la propia policía y del ejército"8.
NOTAS:
1. "MST -Formação e Territorialização". Bernardo
Mançano F. Pag.65-66. Editora Hucitec. 1996. Brasil.
2. Esta nueva postura sociopolítica avanza todavía más a partir de los documentos de
directrices de la Conferencia Nacional de los Obispos en Brasil (CNBB), publicados
después del Concilio Vaticano II (1965), la II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano en Medellin, Colombia (1968) y la III Conferencia en Puebla, México
(1979).
3. Para aquellos lectores interesados en el posicionamiento de la iglesia y sus
"divisiones", existe una extensa literatura publicada tanto fuera como dentro de
Brasil en relación al tema entre la que prodríamos indicar -más allá de los
posicionamientos de los autores: "Igreja e Política Social no Brasil".
Márcio Moreira Alves. Ed. Sá da Costa. Lisboa. Portugal; "A Igreja nas Bases em
Tempo de Transição (1974-1985)". Krischke Paulo. L&PM/CEDEC. Brasil; "Catholic
Radicals in Brazil". Emmanuel de Kadt. Oxford University Press. 1972. Inglaterra;
"A Igreja e a Propiedade da Terra no Brasil". Matías M. Lenz (Org.) Ed.
Loyola. 1980. Brasil; entre otros.
4 Las famosas Ligas Campesinas que se desarrollan en los años cincuenta en algunos
estados y que rápidamente irán a desaparecer para resurgir con mayor virulencia y
número en los años sesenta, pero esta vez extendiéndose a más de 16 estados
("Ligas Campesinas" - Octubre 1962 - abril 1964". Francisco Juliao. Ed.
CIDOC. 1969. México; "As Ligas Camponesas", Elide R. Bastos. Ed. Vozes. Brasil;
"As Ligas Camponesas". Fernando A. Azevedo. Ed. Paz e Terra. 1982. Brasil). En
relación a estas Ligas Campesinas, que fueron fuertemente combatidas no sólo por las
clases dominantes sino también por la Iglesia Católica -como veremos más adelante-,
podríamos reproducir lo siguiente: "La Iglesia Católica temía la expansión del
comunismo ateo. Los comunistas temían la expansión del radicalismo espontaneísta y
aventurero. La clase dominante asustábase por la quiebra del viejo padrón de sumisión y
de respeto que los pobres le debían. Los políticos se enfrentaban por primera vez con un
impulso de presión política oriundo de las camadas inferiores de la sociedad. Todo eso
provocado por la acción de las Ligas..." ("Latin Amercia Studies 56.
Propiedade da terra: opressão e miséria. O medio rural na historia social do
Brasil". João Bosco Feres. Pág. 378, 379. CEDLA (Center for Latin American Research
and Documentation). 1990. Países Bajos. A partir del golpe de 1964, la rabiosa represión
que se desencadenó sobre los trabajadores del campo, particularmente sobre las Ligas
Campesinas y sobre dirigentes sindicales, terminó de diezmar todas estas luchas.
5. "Latin America Studies 56. Propiedade da terra: opressão e miséria. O meio
rural na história social do Brasil". João Bosco Feres. Pag. 372, 373. CEDLA
(Center for Latin American Research and Documentation). 1990. Países Bajos.
6. "MST. Cuadernos de Formación", No. 23. São Paulo: MST, 1995a.
Brasil.
7. Idem.
8. Documento "El MST y sus alianzas". Antonio Mattes -de la Coordinación
Nacional del MST, y Fr. Sergio Gorgen, miembro de la Comisión Pastoral de la Tierra
CPT-RS y asesor del MST. Publicado en la revista ALAI.
Los límites de la dirección del MST. La práctica de una política conciliadora y reformista
Como se desprende del programa de la reforma agraria del MST expuesto más arriba, éste no extrapola los estrechos marcos del capitalismo. La política central de este movimiento ha consistido fundamentalmente en ejercer presión sobre los diversos gobiernos burgueses que se han constituido desde la llamada Nueva República (1985). Esto lo confirma su principal dirigente João Pedro Stédile cuando afirma que "En el período de redemocratización del país, la presión popular de las organizaciones de los campesinos provocó de hecho, la implementación de proyectos de reforma agraria"1. Pero lo que ha caracterizado a su dirección ha sido el hecho de crear nuevas formas combativas de presión a través de las ocupaciones que llevan en muchos casos a enfrentamientos con los terratenientes a través de fuerzas paramilitares o la propia policía militar. Por tanto, sus principales formas de lucha vienen siendo los campamentos y las peregrinaciones a los gabinetes de las autoridades estaduales y federales responsables por los programas de Reforma Agraria y redistribución fundiaria de los gobiernos. Para el MST "los trabajadores solamente conseguirán cambiar las leyes mediante la organización y la presión"2. Así, su directriz es presionar al Estado para que tome iniciativas favorables a los sectores populares. Aunque esta dirección no deja de hacer alusión abstracta al socialismo cuando afirma que entre sus principios está "luchar por una Reforma Agraria radical, (...) por una sociedad más justa e igualitaria y terminar con el capitalismo" para "llegar al socialismo".
El hecho de limitar su política de ocupaciones a las llamadas tierras improductivas es una expresión más de su reconocimiento del gran latifundio "productivo". En ese marco, toda alusión a una "Reforma Agraria radical" no se convierte más que en puras palabras sin contenido. El MST dice afirmar que un programa de reforma agraria "significa un proceso más amplio e intenso, que conseguirá beneficiar a todos los trabajadores sin tierra y alterar la actual estructura de propiedad de la tierra y de organización de la producción agrícola", sin embargo en su programa solamente se limita a hablar de una "distribución de tierras públicas y devolución (de la Unión y de los Estados)" o de una "definición de un tamaño máximo para la propiedad rural y de las formas de propiedad existentes..."3, sin hacer ninguna alusión a los grandes latifundios (productivos o no) de los grandes capitalistas terratenientes.
Si durante los años cincuenta y sesenta, durante el último estallido campesino, se abrió la discusión entre stalinistas y populistas en el sentido de que, para los primeros, la reforma agraria iba a ser producto de una revolución democrático burguesa, es decir dirigida por la burguesía, para los segundos, los campesinos por sí mismos, iban a ser capaces de concluir esa tarea ya que lo veían capaz de transformarse en una fuerza motriz que impulsaría una revolución socialista; hoy la cuestión de la tierra ya no se coloca más en esos marcos. Dejando de lado, por el momento, las alusiones abstractas al "socialismo", el eje central para la realización de la reforma agraria pasa por ejercer presión a través de las ocupaciones de tierra y las marchas populares para "obligar" al gobierno a que aplique una distribución gradual de las tierras, hacer "cumplir" lo que establece la constitución del 88, es decir, "el principio constitucional de desapropiación por interés social de aquellas tierras que no cumplen tal función". Entonces toda la táctica se reduce a llevar a los agricultores sin tierras organizados para ocupar tierras improductivas como forma de presión contra el marasmo de decisiones políticas de los gobernantes. "La legislación brasileña vigente es suficiente para que se implemente la reforma agraria... En 1988, fue incorporado a la Constitución el principio de la necesidad de la reforma agraria... Más recientemente fue promulgada la Ley Agraria, Ley Complementaria No. 8.624, que tiene por objetivo facilitar la aplicación de la Constitución", afirma J. P. Stédile en un reciente trabajo pubicado para difundir el problema de la reforma agraria y presentar soluciones4.
Basándose en las leyes y la legalidad burguesa y en una Constitución, que muy por el contrario a lo que dice Stédile, consagra la propiedad y los intereses de los terratenientes, el MST realiza una serie de cálculos para cuantificar "cuanto cuesta la reforma agraria" en Brasil. Así, haciendo aplicar la Ley Agraria 8.624 se podrían expropiar (bajo indennización) 115 millones de hectáreas afectando apenas solamente a 2,8% del total de propietarios terratenientes, suficientes para asentar 5 millones de familia, es decir, a la totalidad de los "sin tierra" del país. A un costo de 10 mil reales por asentamiento de cada familia y en un promedio de 500 mil familias por año, en prácticamente 6 años se podría resolver el problema de la tierra de los campesinos (!!). Para el MST ciertamente "sería la mayor reforma agraria ya realizada por un gobierno en el mundo, sin necesidad de alterar el orden constitucional...Esos ejemplos demuestran [revisión de cómo son gastados los recursos públicos] que existen recursos y que sería posible implementar un programa de reforma agraria en gran escala, sin afectar ningún otro sector social o consumir partidas presupuestarias destinadas a otros recursos públicos imprescindibles"5.
Uno de los argumentos más usados por la dirección del MST es la supuesta "viabilidad" socioeconómica de los asentamientos conquistados, basado en un "informe de la FAO" de finales del 92. Pero la triste realidad es otra: la mayoría de los asentamientos evidencian parcos resultados, largamente insatisfactorios en la mayor parte de los casos. Los asentamientos han reproducido, en general, a la pequeña agricultura de subsistencia (que los "sin tierra" practicaban anteriormente, cuando tenían acceso a la tierra), que producen apenas una sobrevida a estas familias, pues luego estarán nuevamente vagando por los campos o migrando en dirección a las ciudades, o si no, los asentados han sido atraídos, por incentivos diversos, a la constitución de una agricultura moderna, esto es, fundada en la utilización masiva de insumos agroindustriales y enteramente dependiente del mercado, probablemente también condenada a enfrentar los difíciles problemas de afirmación productiva, generalmente debido al rápido endeudamiento que esta opción acarrea6. Lo que demuestra que estos asentamientos tendrán pocas chances a mediano plazo7.
Por tanto como existen las leyes y "suponiendo" que hay recursos, pero que lo que no existe es "voluntad política" de los gobiernos, bastan las presiones vía las ocupaciones y las marchas para "doblarle" el brazo político al gobierno y realizar la reforma agraria bajo... el capitalismo.
Pero el MST no solamente reduce su táctica a la presión, la misma va acompañada también de la tregua y la negociación. Desde 1995, año en que el conflicto campesino se agudizó, se han hecho públicas las diversas treguas y negociaciones entre el MST y el gobierno (sea el nacional o los diversos gobiernos estaduales) vía los diarios nacionales y no directamente los propios dirigentes campesinos. Veamos dos momentos críticos, 95 y 97. Ya en el 95, cuando las luchas campesinas se estaban agudizando, el MST acepta una tregua pedida por el gobierno, sólo porque había habido un cambio en la dirección del INCRA: "Aunque reluctante a admitir que concordó con el gobierno con el pedido de tregua hecho por el presidente Fernando Henrique Cardoso, Gilmar Mauro, de la dirección nacional del MST, afirmó ayer en São Paulo que a partir de ahora habrá modificaciones en las tácticas del movimiento... La evaluación de los sin tierra es que después de la victoria obtenida con el cambio en la dirección del INCRA, es prudente esperar por acciones concretas del gobierno antes de acciones que puedan resultar en enfrentamientos"8. En el lugar más conflictivo del Estado de São Paulo, la región del Pontal del Parapanema (al oeste de São Paulo) "el gobernador [de São Paulo] Mario Covas y Gilmar Mauro, miembro de la coordinación nacional del Movimiento de los Sin Tierra, cerraron un acuerdo para el asentamiento de 2100 familias de trabajadores del campo en terrenos del Pontal del Parapanema hasta junio de 1996. En cambio el MST se comprometió a cesar las ocupaciones de tierras en las regiones en que sean hechos los asentamientos"9. Dicho pacto casi es roto producto de trabajadores rurales independientes, sobre los cuales el MST no tiene control, quienes querían continuar con sus ocupaciones y no esperar al gobierno. Para principios del año 97, después de agudos enfrentamientos en el campo y de que el MST había realizado una de las mayores marchas comparables a las de las épocas de las "Directas Ya" y las de "Fuera Collor", en Brasilia, llegando a provocar incluso un cambio en la coyuntura política nacional y un reanimamiento en las luchas obreras, la dirección del MST ofrece una tregua al gobierno en función de promesas de asentamientos. "El líder del movimiento de los sin tierra, José Rainha Junior, admite dar una tregua al gobierno. La reforma agraria no es sólo una cuestión de ocupación de tierras, de conflictos, dijo. Pensamos que la reforma precisa de medidas concretas del presidente de la República para viabilizarlas.... Para él ya es la hora de terminar con la imagen de violencia del MST. Lo que queremos es apenas reforma agraria, dijo"10. Pero lo que no era público es que ya desde febrero del 97 se había realizado un acuerdo y una tregua nuevamente en el Pontal del Parapanema -la región más conflictiva- y que sólo se "rompió" recién a mediados de agosto, momentos en que el reanimamiento de las luchas en la ciudad había pasado y se había entrado nuevamente en una coyuntura desfavorable a los trabajadores de la ciudad y del campo11.
Corroboramos de esta manera que lo que piensa la dirección del MST, a través de su política de ocupación, marcha y presión, tregua y negociación, es una reforma agraria en los marcos del régimen burgués, y que tendría la capacidad de terminar con las malarias del capitalismo y tener la virtud de difundir "prácticas de valores humanos y socialistas en las relaciones entre las personas". Esta sí que es una verdadera utopía, sólo que sumamente... reaccionaria.
Es que desde ya hace muchos años se demostró la incapacidad de la burguesía semicolonial de realizar la reforma agraria. La propia constitución del 88 consagró los intereses de los grandes terratenientes. Hoy hasta los propios asesores de los actuales movimientos campesinos reconocen esto. "El tan esperado apoyo de la burguesía industrial contra el latifundio se reveló una quimera, más un sueño de algunas izquierdas que una propuesta con alguna base de sustentación en los hechos. La gran propiedad agraria en Brasil es, sin duda, la base material de una clase que tiene sus especificidades. Pero el latifundio es la base de sustentación del capital en el campo. Los terratenientes como clase-capitalistas agrarios, socios menores de la constelación de clases dominantes -tiene sus intereses y sus diferencias en relación a toda suerte de capitalistas en las ciudades, sólo que no da para exagerar en las diferencias, pues muchos de ellos son, al mismo tiempo, los propios capitalistas de las ciudades"12. La oposición más ferviente a la reforma agraria proviene actualmente del polo más activo de las clases dominantes, los empresarios urbanos y rurales.
Pero esto no es ninguna novedad, ya en la época de los años cincuenta y sesenta, durante el último estallido campesino, cuando los stalinistas del Partido Comunista Brasileño (PCB) preconizaban una supuesta alianza con la burguesía industrial para la realización de una revolución democrático burguesa que resolvería el problema de la tierra, los campesinos pobres se confrontaban en la práctica con otra realidad. "Ellos encontraban frente a sí una clase de propietarios de tierra que eran al mismo tiempo capitalistas, en una situación histórica en que el arrendatario capitalista y el propietario no se personifican en clases sociales diferentes... Esto parece haber quedado claro [...] cuando la burguesía rompió su pacto con la izquierda para aliarse con los terratenientes y llevar adelante el golpe de estado contra los campesinos y obreros"13. Los propios stalinistas van a oponerse a la expropiación violenta de los terratenientes por los propios campesinos pobres en momentos en que existía una lucha campesina a través de la acción directa con ocupaciones violentas. El PCB ante cada gobierno de carácter nacionalista va a "luchar" por una reforma agraria encuadrada en el pacifismo y la legalidad burguesa.
Hoy en día, esta es la tesis dominante entre las diversas organizaciones que hablan en nombre de los campesinos y de los trabajadores, fundamentalmente el MST, el PT y sectores de la Iglesia, que pregonan una reforma agraria que se basa en asentamientos en los latifundios improductivos o tierras ociosas y tierras estatales. Si desde comienzos de siglo se viene demostrando, en cada lucha campesina, la imposibilidad de la burguesía de resolver el problema agrario, colocar hoy la solución en los marcos del pacifismo y la legalidad estatal es una política sumamente reaccionaria que no puede conducir más que a nuevas derrotas. Es que estas nuevas direcciones populistas del campesinado, en última instancia expresión radical de la pequeña burguesía, son incapaces de elevarse por su condición de clase a un programa acabado que liquide el latifundio independiente de librarse del estado burgués como órgano de represión de las clases dominantes, de los capitalistas y de los terratenientes. El principal ideólogo del MST, João Pedro Stedile, confirma esto: "Y la reforma agraria, como implica cambios estructurales profundos, tiene que estar unida a un proyecto político. Nuestro proyecto es discutir con amplias fuerzas sociales del Brasil (!) un nuevo modelo de desarrollo económico. Estamos contra ese plan neoliberal de FHC...Queremos democratizar el Estado también"14. Pero el problema es que las luchas campesinas, por su radicalidad, chocan permanentemente con el estado burgués, con sus órganos de represión y su justicia burguesa, defensor de los intereses de los terratenientes y los grandes capitalistas que se oponen frontalmente a cualquier tipo de reforma agraria. Por tanto no existe ninguna reforma agraria radical que no se plantee la destrucción del estado burgués. Pero las direcciones campesinas solamente quieren la tierra, como modo de modificar su forma de vida, sin confrontarse con la destrucción del Estado. De ahí que las palabras huecas de "democratizar el Estado" carecen de sentido. Es por eso que la reforma agraria sólo puede ser parte de un programa acabado de destrucción de la burguesía y su Estado, lo que prueba en forma concreta la imposibilidad de independencia de clase del campesinado para llevar adelante transformaciones históricas radicales.
NOTAS:
1. "A Questão Agrária no Brasil". João Pedro Stédile.
Pag. 38. Ed. Atual. 1998. Brasil.
2. Mensuario "Jornal dos Sem-Terra", No. 62
3. "La Lucha por la Reforma Agraria y el MST". João Pedro Stédile.
Revista ALAI, marzo/97. Ecuador
4. "A Questão Agrária no Brasil". João Pedro Stédile. Pag. 31. Ed.
Atual. 1998. Brasil.
5. Idem. Pag. 35 y 36.
6. "A Reforma Agrária e a Luta do MST". Varios autores. Pag. 127 y 128. Ed.
Vozes. 1997. Brasil
7. El famoso informe de la FAO/diciembre 92, es caracterizado por presentar innumerables
errores, algunos graves, que comprometen muchas de sus conclusiones. Otros informes
presentados, por ejemplo, por la Confederación Patronal de la Agricultura, ya tienen el
objetivo de "desmoralizar" los asentamientos, y no sirven para ningún tipo de
evaluación de los mismos.
8. Periódico "Folha de São Paulo", del 06/10/95.
9. Periódico "Diario Popular", del 05/11/95.
10. Periódico "Estado de São Paulo", del 16/04/97.
11. Periódico "Folha de São Paulo", del 12/08/97.
12. "Caminhos e Descaminhos dos Movimentos Socias no Campo". Cândido
Grzybowski. Págs. 83-84. Ed. Vozes. 1991. Brasil
13. "Os Camponeses e a Política no Brasil". José de Souza Martins. Pag.
80. Ed. Vozes.1981. Brasil.
14. Entrevista en el periódico "Estado de São Paulo", del 25/04/97.
Guerra civil larvada en el campo y pacifismo del MST
La "radicalidad" del MST no proviene de la política que le imprime su dirección, totalmente reformista; proviene de una inmensa masa de campesinos pobres que luchan por un pedazo de tierra y que están dispuestos a enfrentar a los terratenientes ante cada ocupación de tierra, que en muchos casos dejan su sangre en cada conflicto. Si el número de bajas del lado campesino es aterrador, más de 1500 muertos oficialmente reconocidos desde 1980 al presente, esto es producto de la irresponsabilidad -en última instancia- de la propia dirección del MST que no tiene una política de autodefensa armada para hacerle frente a las fuerzas paramilitares de los estancieros o a los salvajes desalojos de la propia policía militar. Mientras los terratenientes organizan sus propias guardias blancas como es de público conocimientos y hasta aparecen en los principales diarios, el MST no organiza ningún tipo de milicias campesinas para defender la tierra ocupada, dejando a una masa de campesinos pobres expuestos a los malos tratos, torturas y asesinatos. Es que más allá de que las ocupaciones de tierras ocurran en tierras improductivas, estas provocan una rabiosa reacción de la burguesía terrateniente, demostrando que los capitalistas no están dispuestos a realizar ningún tipo de reforma agraria que vaya contra sus intereses y de la estructura agraria dominante.
La guerra larvada es una realidad cotidiana en el campo. Los terratenientes y toda la burguesía cómplice esconden esto, mientras los grandes estancieros organizan milicias paramilitares ilegales, reclutan mercenarios y montan cuarteles y arsenales clandestinos. Al mismo tiempo cuentan con la valiosa colaboración de la policía militar que los protege y que está siempre dispuesta a actuar contra los campesinos. No se trata de crímenes aislados cometidos individualmente o practicados en forma artesanal. La ultraderechista Unión Democrática Ruralista (UDR) es la que unifica las distintas bandas paramilitares en carácter permanente, y esto implica cuartel, comando, arsenal, entrenamiento y salario. Por parte del campesinado pobre solamente son actos de resistencia desesperados, medidas preventivas de autodefensa del momento, la inmensa mayoría de las veces con armas que son sus propias herramientas de trabajo, el machete, la hoz, el hacha, etc. y raramente aparecen algunas pistolas y algunos fusiles para hacerle frente a las guardias blancas. Aquí es donde entra, como dijimos, la total irresponsabilidad de la dirección del MST, que no desarrolla una política de autodefensa armada para defender las ocupaciones. Mientras los terratenientes se arman hasta los dientes y asesinan por miles a los campesinos que luchan por un pedazo de tierra, como lo demuestran las masacres de Corumbiara, Eldorado dos Carajás y tantas otras que se expanden por todo el territorio, el MST no organiza nada en legítima defensa de las ocupaciones campesinas. Las heroicas resistencias, que algunas veces se desarrollan, no son más que actos desesperados ante el tronar de las balas. La única orientación para enfrentar esto que da la coordinación nacional del MST a los diversos grupos sin tierra es un comportamiento bautizado como "resistencia de masa". Según el líder J. P. Stédile, "recomendamos sí que, en caso de conflicto, todos se deben implicar. Hombres, mujeres y niños tienen que agarrar palos, cacerolas y piedras para defenderse. Eso no agrede a la policía, pero demuestra la seria voluntad de conquistar la tierra"1. Más impotencia imposible.
Nosotros no somos partidarios de guerrillas campesinas aisladas de las masas y sus luchas, como las tantas que ya se han desarrollado en otras épocas. Pero sí somos partidarios de la legítima defensa y resistencia por todos los medios de la tierra conquistada. Las propias guardias blancas paramilitares crean la necesidad urgente de una autodefensa armada y el desenvolvimiento de milicias campesinas supeditadas a las organizaciones campesinas. Las milicias campesinas con fines nítidos de autodefensa tienen que ser parte de la "división del trabajo" del campesino en la lucha por su tierra. Con su propia experiencia, la legítima defensa de los pobres del campo acabará sintiendo la necesidad de localizar los arsenales de los grandes terratenientes.
Desgraciadamente la política legalista y pacifista de la dirección del MST muestra un alto grado de irresponsabilidad ante la violencia que se desarrolla en el campo. Esta dirección solamente llama al desarme del latifundio, pero se olvida que la mayoría de las masacres públicamente conocidas fueron ejecutadas por la propia policía militar que actuaba amparada en las leyes y por mandato de la Justicia. Este hecho viene provocando que algunos sectores aislados de sin tierras comienzan a desprenderse del MST, acusándolo de una "postura legalista" y que en general tienden a "radicalizar" las ocupaciones, y que surgen fundamentalmente en el norte y el noreste del país. En Bahía, por ejemplo, ha surgido una pequeña organización autodenominada Movimiento de Luta por la Tierra (MLT); en Minas Gerais ha aparecido el Movimiento Democrático de los Sin Tierra (MDST); en Rondonia, fundamentalmente donde ocurrió la masacre de Corumbiaria, ha aparecido el Movimiento Campesino de Corumbiaria (MCC). Todas estas organizaciones afirman que "el MST se derechizó y le hace el juego al gobierno". Otro fenómeno que también es parte de esto, pero que demuestra la radicalidad que muchas veces adquiere la lucha campesina, son las constantes movilizaciones espontáneas que surgen por fuera del control del MST, fundamentalmente en el estado de Pará, en el norte, y en Paraná y Río Grande del Sur. En este marco la lucha del campesino pobre contra el terrateniente adquiere características revolucionarias, ya que es la expresión de la lucha de clases en el campo, mostrando al mismo tiempo la imposibilidad de la realización de una reforma agraria pactada con la burguesía, es decir realizada por ésta, como en definitiva quiere la dirección del MST.
Contrariamente a lo que afirman los dirigentes del MST, la reforma agraria en los marcos del capitalismo no va solucionar ninguno de los problemas sociales. Un programa basado simplemente en las aspiraciones campesinas tampoco va a traer solución al problema de la tierra. Sólo un programa que provenga del proletariado y que tenga por esencia la expropiación revolucionaria de la propiedad privada y de los medios de producción en el camino de la transformación socialista, va poder dar solución a las demandas más elementales de las masas del campo y de la ciudad. Por tanto la aspiración de la tierra no puede ser resuelta en los marcos del capitalismo, ni con el pacifismo ni dentro de la legalidad burguesa. La respuesta de los obreros al problema de la tierra es la expropiación general de todos los latifundios sin ningún tipo de indemnización.
Solamente la alianza revolucionaria de los obreros y campesinos puede permitir realizar una lucha unificada, tanto en la ciudad como en el campo, en el camino de la expropiación del conjunto de la clase capitalista, de la cual los terratenientes son parte. Pero para que el proletariado pueda dirigir en forma revolucionaria a las masas campesinas necesita tener al frente una dirección revolucionaria. La alianza obrera y campesina de la que hablamos no es la caricatura de la misma, tal como la formulan las direcciones obreras reformistas del PT y la CUT y la campesina del MST para aliarse a la burguesía de Brizola o del PSB. Por el contrario, sólo puede realizarse enfrentando resueltamente la política de tales direcciones. No es esto lo que hacen las organizaciones que se reclaman del trotskysmo en Brasil. Dentro del PT (O Trabalho-lambertistas-, Democracia Socialista-mandelistas-), o fuera de él (Partido Socialista de los Trabajadores-Unificado, LIT) están, o totalmente integrados -la DS- o son completamente claudicantes a la política proburguesa de Lula y la CUT. Recordemos que estamos hablando de tendencias que tienen un importante peso en la superestructura sindical, peso que lejos de servir para dar una lucha mortal contra la política privatista y antiobrera de Vicentinho, está absolutamente adaptada a la misma.
Esta lucha por poner en pie un verdadero partido obrero revolucionario, trotskysta, que enfrente sin cuartel a las direcciones traidoras y su política de colaboración de clases con la burguesía brasilera, es lo central para los revolucionarios brasileños.
NOTAS:
1. Entrevista en el periódico "Gazeta Mercantil", del
18/09/95.
A modo de conclusión
En los últimos dos años, el MST se ha convertido en la referencia política más importante para la izquierda brasileña y para el movimiento de masas. Y hasta podríamos decir, sin exagerar, que esta organización ha sobrepasado en prestigio al propio PT y la CUT, por lo menos en el último período. Es que desde el 96 las luchas campesinas han tomado proporciones como no se veían desde hace 25 años, y esto ha llevado al MST a tener una gran proyección nacional. Esto ha llevado a impactar incluso a algunos intelectuales de izquierda que han llegado a afirmar que "el MST es el más representativo de los nuevos movimientos campesinos revolucionarios"1. Independientemente de la discusión sobre el carácter y el programa del MST, desarrollada en este artículo, no podemos dejar de admitir que el MST ha canalizado en gran medida el último estallido campesino en Brasil. La lucha de clases entre los obreros pobres y los terratenientes tiende a profundizarse. En el campo brasileño se vienen desarrollando una serie de acciones unificadas y de masas, combinándose con fuertes elementos de guerra civil. Aunque hoy por hoy, es poco probable que estallen guerras campesinas similares a las que explotaron en varios regiones brasileñas a principios de siglo. Pero lo que se está desarrollando es una verdadera lucha de clases que va contra el capitalismo. Es que el cuestionamiento a la propiedad de la tierra, cuestiona todo el sistema de propiedad, y por tanto al estado capitalista. Pero hoy prodríamos repetir, como decimos al principio, el movimiento campesino avanza, en gran medida, independientemente del movimiento obrero, según sus propias leyes y a ritmo propio. Y esto constituye el punto más crítico.
Es que mientras esto acontece, la lucha en las ciudades, fundamentalmente las del movimiento obrero, se encuentra en cierta forma empantanada. El rol jugado por las direcciones reformista de los trabajadores, traicionando cada una de sus luchas, ha sido el handicap que ha tenido el gobierno para avanzar en sus planes antipopulares, y el alto grado del desempleo golpea fuertemente a los trabajadores. Por momentos, la lucha campesina impacta a los trabajadores de la ciudad, como ocurrió en la última gran manifestación de abril del 97 en Brasilia que prácticamente abrió una nueva coyuntura nacional favorable a los trabajadores. Las direcciones reformistas en ese entonces llegaron a hablar hasta de huelga general, para terminar no haciendo nada, descomprimiendo la situación que tendía a poner en jaque al gobierno. Pero la lucha en el campo no ha parado, es por eso que pensamos, parafraseando a Trotsky, que la inmensa oleada de rebeliones campesinas puede dar, indudablemente, el impulso necesario, para el reanimamiento de la lucha política en los centros industriales. Pero "nadie puede decir ya si los fuegos de la rebelión campesina se mantendrán encendidos durante todo el largo período que necesitará la vanguardia proletaria para juntar fuerzas, llevar la clase obrera a la lucha y combinar su ofensiva por el poder con la ofensiva general campesina contra sus enemigos más inmediatos"2. Los revolucionarios apostamos a que estos vientos huracanados que vienen del campo incidan en los centros industriales brasileños, pero que esta vez se combinen con los fuegos de rebelión de las oleadas y las luchas ofensivas del proletariado que se están desarrollando en varios países centrales y del sudeste asiático, como Corea e Indonesia.
NOTAS:
1. "Os camponeses: una nova força revolucionária na América
Latina". James Petras. In "A Reforma Agrária una Luta de Todos".
Ed. Vozes. Brasil
2. "La Segunda Revolución China (notas y escritos de 1919 hasta 1938)".
Pag. 81. Ed. Pluma. Colombia.