Estrategia Internacional N° 9
Julio/Agosto - 1998
Con Japón al borde del colapso y el
avance de Estados Unidos en su zona de influencia,
CLINTON ESTABLECE UN "MINI-YALTA" CON LA BUROCRACIA CHINA
Juan Chingo
La segunda fase de la crisis asiática e internacional
En la Estrategia Internacional Nº 7 de marzo-abril 1998 adelantábamos tres pronósticos sobre las posibles perspectivas de evolución de la crisis económica internacional comenzada en julio del 97 con la devaluación del bath tailandés. Allí puntualizábamos, en primer lugar, que la variante más benévola era que Japón, al igual que EEUU durante la crisis del Tequila, permitiera una salida rápida de la crisis. Sin embargo decíamos "en esta variante "benévola", los tiempos y los costos de la crisis asiática jamás podrán ser como los mexicanos, por la magnitud de las economías de las que estamos hablando, que alcanzan de conjunto un 25% del producto bruto mundial" y agregábamos "que esta crisis regional no es como el caso de México, la crisis de un país semicolonial, sino que es la combinación de cuatro crisis: la de países semicoloniales como los nuevos NICs; la de una economía capitalista emergente (la onceava economía mundial) como Corea del Sur; la de un gigante en proceso de restauración como China; y la de la segunda potencia imperialista como Japón". La segunda variante, planteábamos, era un agravamiento de la crisis mundial "con la incapacidad o falta de voluntad de Japón de actuar como EEUU frente a México en el Tequila, puede agravar la crisis del sudeste asiático y aumentar los ritmos de desaceleración del crecimiento de las principales potencias imperialistas e incluso llevar a una nueva recesión mundial". Y por último sosteníamos que como perspectiva se podía dar la variante de crack y depresión mundial. Allí decíamos "aunque esta perspectiva en lo inmediato no parezca lo más probable, un agravamiento de la situación en Japón, un salto en las disputas interimperialistas o un proceso revolucionario abierto que afecte la confianza en los negocios de la burguesía mundial, puede desencadenar dicha variante y es una amenaza latente que la llena de pavor".
Hoy, a casi un año de iniciada la crisis asiática podemos afirmar que la misma lejos de ser una crisis pasajera, se encamina a ser una crisis de larga duración, en otras palabras que la primer variante que planteábamos está totalmente descartada. Algunas estadísticas muestran la magnitud de la caída. Tomemos solo tres: en Abril, las importaciones indonesias cayeron más de un 70% comparadas con el mismo mes de 1997; más de veinte mil firmas han caído en bancarrota en lo que va del año en Sud Corea; la producción automotriz cayó un 77% en los primeros cinco meses en Thailandia. Los pronósticos sobre la caída recesiva se ajustan semanalmente. Al presente, algunos esperan que el producto bruto de Corea del Sur caiga tanto como un 8% este año, Thailandia un 6% e Indonesia entre un 15% y un 25%. The Economist sostiene que "la región como conjunto parece estar observando un proceso acumulativo de colapso económico. El costo humano es alto. En Yakarta, más vagabundos y prostitutas deambulan en las calles a la noche; los chicos duermen a la intemperie. En Thailandia, los campesinos del pobre Noreste, protestan en Bangkok exigiendo una condonación de las deudas. En Corea del Sur, donde el número de desempleados se prevé que alcance los tres millones este año, algunos trabajadores despedidos se han quitado su vida y las de sus familias; otros han enviado sus hijos a orfanatos." (The Economist, 11-7-98). Una encuesta a más de 400 jefes ejecutivos, presidentes y directores de diez economías de Asia publicado en el International Herald Tribune, realizado antes de la abrupta caída del yen en Junio, plantea que dos tercios de los mismos predicen una recesión de dos años o más en Japón y Corea del Sud, un crecimiento de las expectativas negativas comparado con la anterior encuesta de noviembre en que la mayoría sostenía que la crisis duraría sólo un año.
Si el año pasado los países más convulsionados eran los periféricos, primero Tailandia, luego Indonesia y por último Corea; y en mayo de este año el agravamiento de la crisis económica motorizó las jornadas revolucionarias que derrumbaron la dictadura de Suharto en Indonesia, hoy el centro de la crisis se ha trasladado decisivamente a la segunda economía mundial: Japón. Este último, lejos de ser parte de la solución, se ha transformado en un gran obstáculo para darle una salida a la crisis como lo prueba la constante devaluación del yen, que puede desencadenar una nueva oleada de devaluaciones en la región incluyendo la moneda china, el yuan, y arrastrando la convertibilidad de Hong Kong. Peor aún que este efecto monetario (tal vez, una condición para que la economía japonesa se reactive que es lo que realmente preocupa), que desarticule aún más al ya convulsionado sistema monetario internacional, es el hecho que la profundización de la recesión en Japón, incluso con la perspectiva de una depresión económica, impide que éste actúe como una locomotora regional agravando mucho más la crisis regional, ya que el resto de las naciones del Asia se verían imposibilitadas de utilizar el mercado japonés como vía para sus exportaciones. Y por último, el agravamiento de la situación en Japón -sobre todo después de la crisis política precipitada con la renuncia de Hashimoto- sigue poniendo en estado de alerta al conjunto de la economía mundial. The Economist aconseja un "pesimismo cauteloso. Pesimismo, porque es menos probable que la economía de Japón vaya a recuperarse rápido, y es menos probable que sean tomadas reformas radicales (...) y compara a Japón con una "embarcación golpeada, que tiene la madera podrida y muchos agujeros en donde la pregunta correcta a hacerse es si la velocidad en la cual el gobierno repare este barco y saque el agua del bote será mayor al avance de la podredumbre y la entrada del agua. Es esta disputa a la que el mundo debe estar pendiente". (18/7/98).
Sobre este fondo económico se desarrolla un panorama regional que ya ha incluido la emergencia de un proceso revolucionario abierto en Indonesia e importantes luchas del movimiento obrero en Corea; una carrera armamentística nuclear no entre las potencias mundiales sino entre dos países como la India y Pakistán, dos de los países más pobres y atrasados del planeta, que han tirado por la borda los esfuerzos de los países imperialistas con poder nuclear, de evitar la proliferación nuclear en especial a los países "poco confiables"; una desaceleración del crecimiento económico en China que agrega nubarrones sobre el proceso de restauración capitalista en curso; por nombrar los elementos más importantes. Es importante agregar sobre este último elemento, que aunque Clinton y Rubin (Secretario del Tesoro) elogiaron a China y fustigaron duramente a Japón en su reciente viaje por el Asia, la economía China comparte muchos de los síntomas que llevaron a la crisis al resto de Asia: un análisis hecho por la Universidad de Oxford del 8-7-98 titulado "Una economía en desaceleración" plantea que "las compañías no están haciendo nuevas inversiones debido a que las condiciones de mercado son pobres. Casi todas las industrias sufren de una capacidad de superproducción, formada durante la burbuja de los años 1992-94... Los consumidores no están gastando debido al temor sobre el futuro." Peor aún, la respuesta de la burocracia restauracionista a esta desaceleración de su economía, frente a la imposibilidad de utilizar como vía de salida la exportación, es aumentar el gasto estatal para incentivar la demanda y crear empleos, lo cual puede posponer los planes de reforma, sobre todo de sus endeudados bancos.
Lo arriba planteado es una muestra del agravamiento de las condiciones de estabilidad de la zona que hasta hace muy poco era presentada como el continente del siglo XXI, y que hoy día se ha transformado en el punto más álgido de la crisis de dominio que atraviesan las potencias imperialistas. Crisis de dominio que es expresión de las dificultades de las mismas, en particular los EEUU, para resolver los distintos conflictos y contradicciones de la política y la economía mundial, con la misma eficacia contrarrevolucionaria con que lo hacía en Yalta, con su socio el aparato estalinista mundial. Un intento de aminorar los efectos de esta crisis de dominio en este convulsivo panorama regional y mundial, es la así llamada "asociación estratégica" entre Washington y Pekín, recientemente formalizada entre Clinton y Jiang Zemin en el reciente viaje del primero durante nueve días a China.
Japón al borde del colapso
La economía japonesa se encuentra prácticamente al borde del colapso. El producto bruto del país cayó en los primeros tres meses hasta marzo de este año a una tasa anualizada del 5,3 %, la segunda caída trimestral consecutiva. Oficialmente el país está en recesión. Sus bancos se encuentran parados en montañas de deudas incobrables, su moneda (el yen) ha alcanzado su nivel más bajo en los últimos ocho años, antes de la intervención conjunta de los bancos centrales de Japón y EEUU para sostenerla. Su tasa de desocupación, que se prevé que crezca, ya se encuentra a su máximo nivel desde la posguerra tocando un 4,1 %.
El temor al desempleo, conjuntamente con la menor cantidad de personas empleadas, menores bonificaciones (beneficios que obtienen los obreros según el desempeño de las empresas y que constituye una parte importante del salario en tiempos de prosperidad), menos pagos por horas extras junto con el bajo salario básico han provocado una importante caída del consumo. Estos temores junto a la fragilidad del sistema financiero han llevado a la mayoría de las personas a ahorrar y a dejar de pagar sus deudas mas que a consumir. Como resultado de esto, la economía japonesa está entrando en un espiral deflacionario. Si descontamos el aumento del 2 % del impuesto a las ventas el año pasado, los precios están verdaderamente cayendo. La acumulación de deudas en los consumidores y las empresas restringen tanto el consumo como la inversión. Es lo que los economistas burgueses llaman una deflación de la deuda. Esta combinación de deuda, inseguridad laboral y la incertidumbre generalizada en que se encuentra Japón, han impedido que los intentos keynesianos de revivir la demanda bajando las tasas de interés hayan tenido efecto. En Japón a fines de los 90, como en los EEUU durante la Gran Depresión, aún tasas de interés tan bajas como del 5 % no han estimulado que las empresas y los individuos se endeuden.
A este panorama se le agrega que como consecuencia de la crisis que afecta al conjunto de Asia las exportaciones japonesas a esta región han caído a un sorprendente 51 %. El panorama para los próximos años es desolador. The Economist plantea que "las empresas, luchando bajo una montaña de deudas y excesos de capacidad, están reduciendo las inversiones, y las exportaciones al resto de Asia están cayendo. En los próximos años más empresas irán a la bancarrota, el desempleo subirá, y la escala de los problemas bancarios podría tornarse aún peor de lo que se ha admitido hasta ahora". Varios analistas prevén que la economía puede caer de la recesión actual en una fuerte depresión con inevitables y negras consecuencias sobre la economía mundial. El Financial Times del 7-4-98 comenta que "las fuerzas que ahora trabajan sobre la economía pueden tornar esta incipiente recesión en una depresión". El diario más leído de Japón, el Yomiuri Shimbun, se pregunta si "la economía japonesa está destinada a compartir la suerte del Titanic " y agrega que "a menos que algunas medidas efectivas sean tomadas, Japón...puede desatar un caos económico mundial". Sin embargo, los más duros y sorprendentes han sido los comentarios del jefe ejecutivo de la Sony, Norio Ohga, quien dijo "la economía japonesa está enfrentando los tiempos más difíciles de su historia. Yo estoy preocupado de que si la economía japonesa cae en una espiral deflacionaria, esto afectaría a las economías asiáticas. En tal caso, ni aún la economía de EEUU sería capaz de sostener su saludable estado...Si usted mira lo que Hoover (presidente de EEUU en 1929) estaba diciendo al comienzo de la Gran Depresión y lo que el primer ministro Hashimoto está diciendo en este momento, sus palabras son muy similares".
La profundidad de la crisis no sólo se refleja en los datos estadísticos sino por algunas evidencias aún más significativas. El Financial Times del 11-3-98 reporta que "las 42 compañías que colapsaron en enero no dan una idea de la profundidad del problema. Los numerosos suicidios sí lo hacen. La crisis crediticia está golpeando el fondo de las fábricas, donde los managers están tirando la toalla, y en los hogares de clase media, donde los ejecutivos se están quitando sus vidas". La principal agencia del gobierno, la Agencia de Planificación Económica, en un duro comunicado ha urgido a las industrias a abandonar "prácticas pasadas de moda" como el empleo de por vida con el objetivo de aumentar la productividad, que viene en una caída de largo plazo, y dar a las empresas mayor flexibilidad sobre las condiciones de contratación de personal. Como vemos la crisis está tirando por la borda al famoso "modelo japonés", de identificación de los empleados con la suerte de las empresas, y que permitió una fuerte cooptación de los sectores más acomodados del proletariado, preanunciando el fin de la estabilidad social y posiblemente la emergencia de un fuerte período de lucha de clases.
Una crisis política fenomenal
La crisis económica abrió una fenomenal crisis política que ha cobrado recientemente su más importante y última víctima, el primer ministro Hashimoto, que ha renunciado luego de la debacle electoral de su partido el PLD, en las recientes elecciones para el senado. Sin embargo, la crisis de Japón no es sólo la crisis de un gobierno sino la de un régimen en decadencia como el del PLD atravesado por fraudes y escándalos de corrupción que han llevado desde el comienzo de la crisis al suicidio de seis funcionarios y un diputado. La crisis del régimen del PLD en Japón es una crisis estructural, que ha acompañado el estancamiento económico que soportó Japón en los 90, desde el estallido de la burbuja financiera de fines del 89 y que no ha logrado resolverse debido a la resistencia de la burocracia gubernamental y sus numerosos lazos con las finanzas y las grandes empresas japonesas, y ante la ausencia de una alternativa fiable.
El régimen del PLD surgió luego de la derrota japonesa en al Segunda Guerra Mundial y como producto de la ocupación norteamericana en 1945. Detrás de una fachada democrática burguesa, EEUU permitió la continuidad de los lazos corporativos y clientelistas de la burocracia nipona con el objetivo de contar con la misma en la lucha contra el comunismo personificado en el triunfo de la Revolución China en 1949. Esto dio origen a un régimen profundamente anticomunista como el del PLD que al calor del mundo de Yalta y bajo el paraguas militar norteamericano se fue entrelazando cada vez más estrechamente y siendo parte activa de los negocios de la emergente nueva prosperidad de la burguesía japonesa. Los cambios en la política y economía mundial a partir de la caída del estalinismo en el año 89,la masacre de Tiananmen y el salto restauracionista de la burocracia de Pekín en 1992, el estallido de la burbuja financiera especulativa y la declinación japonesa luego de la década del 80 que fue el punto más alto que alcanzó como potencia emergente el imperialismo japonés, la relativa fortaleza de EEUU durante los 90 y el predominio del mismo en las áreas de alta tecnología, el surgimiento de China como potencia regional; y por último el estallido de la crisis asiática, principal área de influencia de Japón y que desde el año 85 fue uno de los destinos privilegiados de su excedente de capitales como subproducto de sus superávit comerciales a lo largo de esa década, convierten al régimen del PLD en cada vez más disfuncional al mundo post-Yalta. En última instancia, la crisis del PLD es expresión de que el Japón no ha podido aún lograr un espacio económico propio a la altura del crecimiento vertiginoso del capitalismo japonés sobre todo en el período 70-80, lo que ha afectado su competitividad, a diferencia del avance de las potencias imperialistas europeas, en particular Alemania y el lanzamiento del euro, o de los Estados Unidos, que a través de su hegemonía militar y su dominio vía el dólar del descalabrado sistema financiero mundial, junto a los avances en su patio trasero como el NAFTA o en el resto de Latinoamérica.
Si el régimen todavía no ha caído, como fue el caso del régimen del pentapartido en Italia, estructurado alrededor de la Democracia Cristiana, no se debe a su fortaleza orgánica sino a la ausencia de una alternativa fiable para los negocios de la burguesía imperialista como es el rol que hoy juega el PDS (Partido Democrático de la Izquierda, el antiguo Partido Comunista Italiano) administrando a través de la coalición El Olivo el ajuste que ha permitido a Italia ser parte del pelotón inicial de la moneda única europea. El derrumbe del viejo régimen, gracias al operativo mani-pulite, fue logrado exitosamente por la burguesía italiana gracias a que contaba con un partido comunista fuerte, ampliamente integrado al Estado imperialista italiano, que pudo presentarse como alternativa creíble frente a los escándalos de corrupción que salpicaban a la vieja partidocracia italiana. A diferencia de Italia, la hegemonía del PLD en la política nipona fue prácticamente absoluta con la oposición socialista jugando un rol totalmente secundario y el Partido Comunista siendo una fuerza marginal. A la decadencia del régimen del PLD, la burguesía no cuenta con una alternativa creíble lo cual agrava la crisis del régimen y lo paraliza frente a la necesidad de tomar decisiones importantes (Por ejemplo Hashimoto y el PLD, desde el estallido de la crisis asiática, titubearon siempre en la cuestión de utilizar fondos públicos para rescatar a los bancos debido a que este tema es totalmente anti-popular e irritativo, como mostró el problema de los jusen- las cooperativas de crédito agrícola, fuertemente controladas por el PLD y que mantienen la base rural de ese partido-, cuyo rescate pese a involucrar poca plata, significó un enorme costo político). Imaginémonos cuál hubiera sido la evolución de la política italiana si frente al escándalo mani-pulite, que barrió en el curso de unos meses la confianza de las masas en sus dirigentes políticos, si el PDS no hubiera dado nuevos aires a la "refundación" del régimen imperialista italiano. Japón se encuentra frente a este escenario, en donde hay un salto de la desconfianza de las masas frente a su sistema político agravado por la fenomenal crisis económica y social, sin que se vea en lo inmediato una alternativa en el horizonte, lo cual plantea la continuidad de un PLD más desgastado y con menos consenso aprovechando la fragmentación de la oposición. Estos elementos muestran la magnitud de la crisis de la segunda potencia imperialista mundial que como vemos no es sólo económica sino estructural, y que cuestiona la cohesión social interna del famoso "modelo" japonés y más grave aún para la burguesía imperialista nipona, la ubicación y fortaleza de ésta en el mundo, temiendo verse relegada frente al avance norteamericano y al intento europeo de ganar espacio a través del euro.
Avances norteamericanos en el Asia
La debilidad de Japón es aprovechada por los EEUU para avanzar en la prosecución de sus intereses imperialistas tanto en el plano interno como en el área de influencia nipona en el sudeste asiático. La magnitud de la debacle económica y financiera ha ido llevando a la burguesía nipona a adaptarse cada vez más a las presiones económicas y diplomáticas de los EEUU. Aunque algunos sectores burgueses han acusado a los EEUU de manipular la economía nipona para sus propios intereses, como por ejemplo derechistas como Shintaro Ishihara, autor en los 80´ del famoso libro "El Japón que no puede decir que no", la mayoría de los sectores burgueses ven que no hay otra alternativa que aceptar las exigencias de reforma planteadas por los norteamericanos. Esto significa una enorme humillación para Japón que ve retroceder de esta manera su status como gran potencia imperialista, al menos en la forma arrogante en que este se veía no hace muchos años atrás. Una muestra de esto plantea la revista Far Eastern Economic Review cuando dice que "la primera derrota moderna de Japón en una guerra vino en agosto de 1945, cuando el general Douglas Mac Arthur arribó para ocupar una nación en ruinas e imponer una democracia al estilo norteamericano. Hoy, con la economía cayendo y el sistema bancario cerca del colapso, los japoneses están hablando de una segunda derrota -y ahora de nuevo, los norteamericanos están imponiendo sus soluciones frente a la resistencia de los grupos de interés. El Mac Arthur de los 90´es Lawrence Summers, vicesecretario del ministerio de finanzas de EEUU, que fue tratado virtualmente como un segundo conquistador, cuando visitó Tokio del 18 al 21 de junio. ...un popular canal de televisión mostró imágenes yuxtapuestas de la llegada de Summers con imágenes de archivo del arribo de Mac Arthur al aeropuerto Atsugi en 1945. Altos dirigentes del gobierno y del partido gobernante se alinearon para recibir las directivas de Summers de como Japón debe ajustar su economía" (FEER, 2 de julio de 1998).
Las condiciones que EEUU exige a Japón van desde un plan de saneamiento de los bancos, evitando que el enorme peso de las deudas incobrables provoque un quiebre del sistema bancario, así como un plan de reactivación de la economía que incluya no solo la inyección de fondos estatales, sino una rebaja al impuesto a las ganancias. El interés de los EEUU en estas medidas es por un lado evitar que el grave estado de salud del sistema financiero nipón afecte a los principales bancos japoneses, que son los principales tenedores de los bonos del tesoro norteamericano. Una venta masiva de la tenencia de bonos por parte de estos bancos, para sanear su situación patrimonial, puede precipitar una caída de todos los activos norteamericanos ya sean en bonos o en acciones, desencadenando el tan temido crack. Por eso EEUU exige que el estado se haga cargo de las carteras de deudas incobrables, cierre los bancos ineficientes, desrregule su funcionamiento, y permita la entrada de inversores extranjeros a los mismos. Por otro lado, las medidas de reactivación de la economía tienen el objetivo de que el mercado japonés absorba las exportaciones de las dañadas economías del sudeste asiático que añaden presión sobre el ya abultado déficit comercial norteamericano, al mismo tiempo que exige una mayor apertura de la economía nipona con el objetivo de que las empresas norteamericanas, arañen una porción mayor del mercado. La misma revista citada anteriormente, hace el siguiente comentario con respecto al "precio" que Japón debió pagar luego de la intervanción norteamericana cuando el yen tocó su piso más bajo en los últimos ocho años: "Pero esta ayuda no vino gratis: Hashimoto tuvo que hacer una declaración prometiendo el saneamiento del sistema financiero expeditivamente después de siete años de dilaciones y reformar el sistema impositivo, dos medidas buscadas desde hace mucho por Washington" y agrega "en efecto, el primer ministro ha entregado la elaboración de la política económica a los norteamericanos, de la misma manera que Tailandia y Corea del Sur lo han hecho frente al Fondo Monetario Internacional".
Más allá de la gran exageración en la afirmación de esta revista imperialista -ya que es un despropósito comparar una semicolonia como Tailandia con la segunda potencia imperialista mundial-, si las consecuencias señaladas arriba son las más visibles de la relativa debilidad japonesa como consecuencia del estallido de la crisis asiática, la visita por más de nueve días de Clinton a China y la así llamada "cooperación estratégica" entre Washington y Pekín constituyen su correlato en el plano externo. Sólo la relativa debilidad japonesa, producto de la crisis, explica que EEUU se haya aventurado a dar este paso sobre China, que constituye parte de la zona de influencia de Japón, casi sin que haya habido la menor respuesta, ni siquiera diplomática, de Tokio. El Far Eastern comenta sobre este viaje que "los EEUU permanecen como la única superpotencia, y las naciones asiáticas no pueden permitirse no tenerlo en cuenta. Esta es la razón por la cual la crítica oficial al viaje de Clinton, ha sido silenciada en Japón y Taiwan, mientras la India que criticó al encuentro, ha comenzado a hablar de firmar el tratado de prohibición de pruebas nucleares." (FEER, 16 de julio).
"Cooperacion estrategica" entre Washington y Pekin: un nuevo "mini-Yalta"
Hemos explicado más arriba, como visto desde el ángulo de la relación de fuerzas entre las potencias imperialistas, la "cooperación estratégica" entre Washington y Pekin significa un avance de EEUU sobre el área de influencia japonesa aprovechando la debilidad de este último. Sin embargo las razones fundamentales de este acuerdo se explican por la mayor inestabilidad de la situación mundial que caracteriza al mundo post yalta, cuestión que se ha agravado desde el estallido de la crisis asiática como lo demuestra en esta región, la caida del dictador Suharto, uno de los dispositivos claves del imperialismo para mantener el orden reaccionario regional en las últimas décadas o en la carrera armamentística entre la India y Pakistán, desobedeciendo los dictados de las potencias imperialistas. La segunda fase de la crisis asiática, se ha extendido más allá de esta región, como lo demuestra el estallido de la crisis financiera y política en Rusia, donde Estados Unidos, contrariando al mismo FMI, salió a sostener con un nuevo préstamo al gobierno ruso para evitar la devaluación del rublo, frente a la posibilidad de que el régimen yeltsinista, estallara por los aires. Este régimen, producto del aborto del proceso de revolución política que liquidó al régimen de partido-Estado basado en el PCUS, luego del fracaso del golpe de 1991, y que se consolidó luego del ataque al Parlamento en 1993, permitiendo un avance en el saqueo de los activos del estado, se fue desgastando como producto de la pérdida de base social de Yeltsin, la división y las disputas entre la nueva oligarquía financiera rusa, las consecuencias del estallido de la crisis asiática y la caída de los precios del petróleo y del gas, de donde Rusia obtiene las principales divisas, y por último, la creciente generalización de la resistencia del movimiento obrero y de masas.
Mayor inestabilidad regional y mundial que como hemos explicado en el artículo de presentación del Nº 8 de Estrategia Internacional, es una expresión de la crisis de dominio de las potencias imperialistas, o en otras palabras, de las dificultades de las mismas, en especial de los EEUU, de lidiar con los conflictos mundiales en este mundo más impredecible, con la misma eficacia contrarrevolucionaria que en el mundo de Yalta lo hacía con la ayuda del aparato stalinista mundial. Una muestra de esta creciente dificultad son la crisis de los pactos, política privilegiada del imperialismo en los 90´ para con la ayuda de las direcciones del movimiento de masas tratar de contener los conflictos regionales como el de Medio Oriente, Irlanda, la ex-Yugoslavia (ver artículos). La "cooperación estratégica" de Washington y Pekín, es un salto en la cooperación contrarrevolucionaria entre el imperialismo norteamericano y la burocracia restauracionista en un intento de EEUU por dar respuesta a esta mayor inestabilidad de la situación mundial. Henrry Kissinger lo pone así: "¿Queremos convertir en nuestra enemiga a la nación más populosa del mundo y a la segunda economía planetaria, en momentos en que Japón se encuentra en una crisis económica, el sur de Asia ingresa en la era nuclear, Indonesia está en un torbellino, la evolución de Rusia es incierta, el Golfo Pérsico está inestable, y los Balcanes al borde de la guerra? ¿Tenemos que tratarla como un enemigo cuando se ha portado responsablemente en la mayor parte de estos puntos?" (Los Angeles Times Syndicate).
Los alcances del mismo van más allá del plano interno donde la burocracia restauracionista frente a las acechanzas de la crisis regional y las dificultades internas, en particular la necesidad de avanzar en la reestructuración de las grandes empresas nacionalizadas con su secuela de despidos, necesita el aval y el sostén de los EEUU. Este alcance más allá de las fronteras de China puede apreciarse en el nuevo rol dado a la misma como potencia confiable en el terreno nuclear, como nuevo garante de la seguridad regional. El viaje de Clinton fue un apoyo a la burocracia de Pekín contra las pretenciones de la India de ser admitido en este club selecto de las potencias nucleares. El FEER dice: "En realidad el resultado de la cumbre excedió los peores temores de Nueva Delhi (capital de la India): Clinton y Jiang firmaron una declaración conjunta sobre el sur de Asia, la primera declaración sino-norteamericano sobre un tercer país. Ellos acordaron conjuntamente para prevenir una carrera nuclear en el sub continente, pero el mensaje implícito estaba claro: China era ahora una solución a la proliferación nuclear, no un problema a pesar de su rol de ayudar a Pakistan a construir armas nucleares." (16 de julio de 1998). India denunció esta declaración conjunta de estabilización del subcontinente, como un ejemplo de hegemonismo propio de la guerra fría, pero más tarde bajó su tono como hemos planteado más arriba cambiando su juramento de que jamás firmaría el tratado de prohibición de ensayos nucleares.
Pero el verdadero contenido contrarrevolucionario del acuerdo de "cooperación estratégica" entre Washington y Pekín, una especie de "mini yalta" contra la emergencia de la revolución, lo dió nuevamente Henry Kissinger cuando planteó claramente como principal objetivo que había que"dar alta prioridad a alentar la contención de las regiones perturbadas de Asia, especialmente la península de Corea y el sub continente indio. EEUU y China ya persiguen políticas ampliamente paralelas en la península de Corea. Debieran ser fortalecidas por conversacions destinadas a sincronizar actitudes ante accidentes, actos irracionales e insurrecciones políticas ". Sincronizar la acción contrarrevolucionaria contra las insurrecciones políticas del poderoso proletariado asiático, he aquí el verdadero significado de este mini yalta entre Washington y Pekín.
Sin embargo, a pesar de sus intenciones, la eficacia contrarrevolucionaria de esta nueva colaboración entre la principal potencia imperialista y la burocracia restauracionista más fuerte, dista mucho de la que tenía el acuerdo contrarrevolucionario de Yalta entre los EEUU y la burocracia stalinista. En primer lugar porque lejos del prestigio y la fortaleza que tenía la burocracia del Kremlin luego de la segunda guerra mundial, gracias al rol del Ejército Rojo en la derrota del facismo y a la extención de su dominio a Europa del Este, la burocracia de Pekín es vista claramente como la represora de la plaza de Tiananmen, partidaria de la restauración capitalista. En segundo lugar porque a diferencia del Kremlin y su aparato internacional de entonces, la burocracia de Pekín ha renunciado y ha perdido su influencia en los partidos satélites que jamás tuvieron ni el peso ni la extención de los partidos que respondían a Moscu. Y en tercer lugar y más importante la potencia contrarrevolucionaria del Kremlin se basaba en la estabilización interna como subproducto del triunfo de la contrarrevolución stalinista primero en los 30´y fortalecida luego de la segunda guerra. A diferencia de esto, la burocracia de Pekín no pisa sobre terreno seguro, frente a una perspectiva de mayor inestabilidad y la necesidad de suprimir y derrotar la resistencia de las masas al avance de sus políticas restauracionistas. Como dice The Economist "Todavía China es aún un lugar muy frágil con problemáticos cambios económicos por delante. Si parece más estable hoy que Indonesia o Corea del Sur, esto es porque tiene todavía que realizar las reformas más duras -en sus bancos plagados de deudas y en sus moribundas empresas estatales- que son necesarios para asegurar la continuidad de un crecimiento económico rápido. A medida que las reformas golpeen, la desocupación, ya creciendo, se tornará peor. Mientras las tensiones sociales y las rivalidades regionales se intensifican, el gobierno debería mostrar sus nervios y golpear duramente, como lo hizo en 1989." (The Ecomomist 27 de Junio).
La respuesta del movimiento de masas
En el mismo artículo de E.I. citado al comienzo de esta nota, sosteníamos en relación a las posibles perspectivas de evolución de la crisis, que "la misma dependerá de la entrada en escena o no del proletariado y del resultado de dichos combates de clase." Y agregábamos que aunque no estaba descartado que en lo inmediato no respondiera al ataque,"sin embargo, nada asegura que esto vaya a ser así. Más aún, el proletariado de Asia, en particular su vanguardia, el poderosos proletariado coreano, ha sido un actor destacado de la contraofensiva de masas en numerosos países que caracteriza la situación mundial desde 1995."
Las jornadas revolucionarias que conmovieron a Indonesia demuestran lo acertado de este pronóstico. En unos días, el imperialismo sacrificó a Suharto, una de las piezas clave de sus dispositivos reaccionarios de seguridad en la región, e inició un proceso de reformas por arriba, con el objetivo de evitar la radicalización política del movimiento de masas.
Sin embargo, no han podido evitar que la situación siga siendo explosiva, como lo demuestra la creciente entrada del movimiento obrero, la extensión y continuidad a nivel regional de la lucha contra los representantes del antiguo regimen y el nuevo ímpetu de la lucha nacional de las masas de Timor del Este (ver artículo).
En Corea del Sur, luego de un período de "unidad nacional" reaccionaria, a medida que la desocupación comienza a afectar a las grandes empresas, empieza a desatarse la enorme combatividad del proletariado coreano. En China, el descontento de los desocupados está creciendo, como muestran los informes en la prensa occidental sobre la semana de manifestaciones entre el 11 y 16 de Junio de los desocupados en la vieja ciudad industrial de Wuhan en China central.
Hasta ahora el límite de las luchas del movimiento obrero y de masas ha sido la falta de radicalización como mostramos en el caso de Indonesia. Pero la profundidad de la crisis está llevando a que las mismas comiencen a vivir sus padecimientos no como una catástrofe natural sino que responsabilizan por los mismos a los gobiernos y al FMI, no sólo en Indonesia donde había una dictadura de más de treinta años, sino a los nuevos gobiernos que asumieron como producto de la crisis, como el gobierno coreano del opositor por años a la dictadura, Kim Dae Jung. Como plantea The Economist, "en Thailandia, como en Corea del Sur, los actuales gobiernos fueron instalados parcialmente como producto de la crisis, y por lo tanto fueron capaces de distanciarse a sí mismos de las políticas que llevaron a la debacle. Pero la luna de miel está acabada. Los gobiernos se encuentran criticados por ser anti-pobres. Una estabilidad de la tasa de cambio de algún tipo ha sido alcanzada. Pero lejos, pocos sienten los beneficios. Por lo tanto, aquellos que argumentan que las políticas del FMI están designadas para proteger a los ricos en casa y a los prestamistas en el extranjero están recibiendo un auditorio cada vez mayor." Por lo tanto, es probable que esta segunda fase de la crisis asiática sea acompañada por el desarrollo de una oleada de huelgas políticas contra los gobiernos que aplican los planes del FMI y de cuyo resultado dependerá incluso el éxito de los mismos. Que esta perspectiva no es "ciencia ficción" y que es una preocupación cada vez más presente de la burguesía mundial, lo demuestra el siguiente comentario de The Economist que, en referencia a si las debilidades de la economía china son sólo un problema interno, responde: "Sí, es un asunto económico interno que puede transformarse en político si el crecimiento se detiene de golpe y los trabajadores toman las calles. Esto puede plantear una gran amenaza al Primer Ministro de China, el meritorio Zhu Rongji (...) incluso sin democracia, un fracaso económico podría tirar abajo otro primer ministro asiático. Esto amenazaría también la estabilidad de las monedas de China y Hong Kong, y con esto amenazaría también la tranquilidad, si se la puede llamar así, del resto de Asia. ¿Siguen estando seguros de que los mercados accionarios de Europa y Estados Unidos deben estar en récords tan elevados?" (18/7/98) Como vemos, el resultado de la lucha de clases en el Asia puede "pinchar" el globo de Wall Street.
Perspectivas
La crisis mundial está lejos de haberse superado. Como mostramos en este artículo, la misma ha entrado en una segunda fase, extendiéndose más allá de la región del Asia como demuestra la crisis rusa, y golpeando de lleno al imperialismo japonés. A pesar de que Europa ha elevado en lo que va del año sus índices de crecimiento, comenzando, según los analistas, la tan ansiada recuperación europea, ausente en la mayor parte de los 90, cada vez son menos los que afirman que la crisis no afectará al conjunto de la economía mundial. Un cambio significativo ha sido el fin de la reticencia por parte de los republicanos al aumento de la financiación al FMI y la aprobación de la misma, basado en la percepción de que la crisis está comenzando a afectar a los Estados Unidos. El riesgo de una posible devaluación china, evitada hasta ahora políticamente pero que puede ser necesaria en el futuro, cuestión que desencadenaría una nueva ola de devaluaciones competitivas, sigue estando presente. The Economist afirma que "otro riesgo es el estado delicado de los mercados de acciones occidentales, especialmente Wall Street. Si más malas noticias de Asia causan que los precios de los activos en los Estados Unidos y Europa desciendan, la escena puede estar establecida para una recesión que se extienda más allá de Asia. Esta permanece como el más probable canal de contagio."
Por otro lado, la economía norteamericana, el principal elemento contarrestante de la crisis mundial hasta ahora, comienza a mostrar por primera vez síntomas de agotamiento. De las empresas norteamericanas que figuran en el ranking 500 de las empresas más grandes de la revista Fortune, sus beneficios solamente aumentaron en promedio 13,8% en 1997, frente al robusto 36,8% registrado en el año anterior. Las ganancias están siendo reducidas por un más rápido aumento en los salarios, las fuertes monedas y la recesión asiática.
La revista The Economist en un artículo titulado "Algunas peligrosas curvas adelante", se pregunta, "la expansión económica tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña están mostrando señales de vacilación. ¿Aterrizarán suavemente o con un duro golpe?" Y en el mismo artículo plantea que "las dos más grandes recuperaciones sostenidas por la inversión en este siglo- Estados Unidos en la década de los 20 y Japón a fines de los 80- finalizaron en profundas recesiones. El riesgo es que la sobreinversión, alentada por un mercado accionario en auge, puede llevar a sobrecapacidad, ganancias declinantes y- eventualmente- a una horrible contracción."
Aunque no podemos predecir los ritmos, las perspectivas de la economía norteamericana plantean que la crisis de la economía mundial iniciada en Asia, está lejos de haberse cerrado y que los próximos capítulos de la misma afectarán la política y la economía mundial, así como los cambios en la ubicación de los distintos imperialismos y los saltos en la lucha de clases que hemos planteado en este artículo ya lo están haciendo.