Teoría, Cultura y Género

Un desafío para la comunidad feminista

 

Autor: Laura Kamienski

Fecha: 15/12/2003

Traductor: Gloria Buccella, especial para P.I.

Fuente: The Journal of Feminism Constructio


No es llamativo que durante este período de guerra y política reaccionaria, un movimiento conservador, que se autodenomina “feminista”, esté ganando impulso. La mayoría de las que son activas en esta ola, parecen estar interesadas, en primer lugar, en sus creencias y en sus relaciones personales, dejando de lado el análisis político y la acción. Esta reacción masiva en el movimiento feminista prácticamente ha reducido al feminismo a un estilo de vida y a un “crecimiento personal”, desprovisto de un análisis político, de una agenda y de repercusión.

Por ejemplo, he notado cada vez más, que la voluntad del compromiso basado en un análisis político y económico y relacionado con las luchas, han sido reemplazadas con propuestas mas simples.

Este tipo de compromiso generalmente conlleva a silenciar cuestiones como el lesbianismo, empleando nombres unisex, en lugar de hablar específicamente de mujeres o de feministas, y a la tolerancia cero hacia políticas antidiscriminatorias por la inclusión. Existe una campaña permanente para redefinir el término “feminista”, en vistas a incluir por completo aquellas políticas que atañen a cuestiones políticas personales (incluyendo las pro-vida, heterosexismo y colaboración de clases) sin tener en cuenta la opresión de las mujeres como clase. Estos intentos de popularizar el feminismo (especialmente los hombres), ha dejado a los grupos “feministas” sin una política efectiva y ha reducido el accionar de las feministas a simples actividades o reclamos.

Los grupos y centros de mujeres han adoptado misiones que esencialmente reemplazan la acción política por objetivos que ayudan a que las mujeres (y a veces los hombres) alcancen sus objetivos personales. Esto constituye nada menos que reemplazar los valores de una conciencia social por beneficios personales. Mediado por el estímulo de la obsesión por la apariencia personal, el peso y la maternidad, que han impuesto a los centros de mujeres brindar cada vez más sesiones dedicadas a la salud, la aptitud, el manejo del tiempo, etc., en vez de organizar acciones alrededor de cuestiones políticas como el derecho al aborto y la desigualdad económica. Las “feministas” se encuentran defendiendo sus “tacos altos” y sus polleras cortas con el pretexto de “empoderarse” y el derecho personal de las mujeres a elegir. Cada vez más feministas comienzan a emplear la autoridad masculina, para evitar ser “etiquetadas”, y para asegurarse su trabajo y ser ascendidas. Sabiamente, los hombres en el poder, han colocado conscientemente a las “feministas” conservadoras en lugares prominentes y de visibilidad pública.

Se está llevando a cabo una insidiosa campaña criticando a quien sostenga que el feminismo debe tener una definición legítima, una agenda y a quien demande un análisis específico de clase, en vistas a avanzar efectivamente en la causa femenina. Esta campaña declara que “mi” feminismo personal es feminismo, mas allá de las consecuencias políticas a las que conduzcan mis creencias y mis acciones. Yo sostengo que, si no hay un feminismo “real” o un feminismo definitivo, no hay feministas.

Otro llamativo ejemplo de este feminismo desplazado hacia cuestiones personales es el punto sobre el aborto. Muchas mujeres que se llaman a sí mismas “feministas”, desprevenidamente se encuentran imbuidas en la cuestión moral acerca del aborto y de “cuándo comienza la vida”. Esto es exactamente lo que desean los que se oponen al feminismo y es contra estos argumentos que las feministas deben pronunciarse. El punto en el cual las mujeres deben avanzar por medio de la libertad reproductiva, no es, y no debe devenir en un tema moral ni acerca del feto. Constituye un punto económico, logístico, práctico y político.

Las feministas, opuestas o no al aborto de forma personal, deben luchar por la libertad reproductiva (incluyendo el acceso al aborto libre y gratuito en condiciones de salubridad) para todas las mujeres. Esto es un componente necesario y fundamental de la agenda feminista.
Las ideas feministas que fueron una vez articuladas libremente, hoy son consideradas sospechosas, demasiado arriesgadas, fuertes, embravecidas, y de tono amenazante. Sugerir que las mujeres quiten su apoyo al patriarcado es "detestable". He escuchado más de una vez que ese momento ya ha pasado y que está pasado de moda. Más allá de que personalmente anhelo el día en que este tipo de acciones no sean necesarias, la realidad de las actuales relaciones de fuerzas nos impone seguir e incluso incrementar estas acciones.
Estas mismas "feministas" derrochan una excesiva cantidad de tiempo reclamando que nadie las etiquete (algunas hasta detestan ser llamadas "feministas"). Lo que aún no he mencionado, es que oponerse a estar relacionado con los objetivos feministas está profundamente arraigado en el heterosexismo y la homofobia (ambos cruciales para sostener al patriarcado). Parece más que probable que la homofobia sea una de las fuerzas conductoras que se encuentran detrás de la campaña por redefinir la palabra feminismo.
Otro ejemplo de este ofensivo desplazamiento hacia lo personal puede ser visto al revisar el tema de la diversidad. La diversidad es absolutamente crucial para la victoria del movimiento feminista. Sin embargo, este concepto, en lugar de tomar un desarrollo más preciso sobre la opresión global hacia las mujeres por medio de la diversidad, ha sido cooptado como la aceptación unilateral de cualquier sistema de creencias personales sin importar las consecuencias para las mujeres como clase.
Al menos un aspecto del feminismo reaccionario que estamos experimentando se asemeja a la reacción que vimos contra el movimiento por los derechos civiles. Esto es, el grito de una discriminación inversa. Como mucho, estos lamentos ignoran o niegan la existencia de las relaciones de poder. En última instancia están siendo (consciente o inconscientemente) la oposición racista, sexista y homofóbica a programas de acción que las feministas y activistas por los derechos civiles han dado duras luchas para ganar.
La violencia hacia las mujeres también ha sido enmarcada en términos de relaciones personales. El trabajo contra la violencia ha sido eliminado de un contexto de opresión social y política. Ahora, en lugar de entender al patriarcado como un gigantesco poste que perpetúa la agresión sexual y la violencia doméstica, básicamente, hemos reducido el trabajo contra la violencia a la defensa de la víctima y la apelación a la sensibilidad de los hombres. Las acciones feministas, como las marchas de “Take back the Night” (contra las violaciones, N de T) y los programas de auto-defensa de las mujeres están siendo condenados como ejemplos divisionistas y de discriminación inversa. Se le da prioridad a los programas dirigidos hacia los hombres, en lugar de programas de “empoderamiento” de las mujeres en algunos centros.
Lo que se ha perdido en el feminismo es el ímpetu por una transformación radical de la sociedad por medio de una lucha social y consciente. Pero la conciencia social y el valor para quitar el apoyo al patriarcado es precisamente lo que le falta a esta ola de “feminismo” conservador. Es de mi interés desafiar a aquellas que estén interesadas en los derechos de las mujeres a examinar (o reexaminar) y analizar las raíces de la opresión de las mujeres con una perspectiva de conciencia social. Desafío a todas aquellas que se reclaman feministas a desarrollar una agenda política basada en la situación actual y la relación de fuerzas y a terminar por completo con su apoyo al patriarcado.


     

 

   
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