Teoría, Cultura y Género
Debate: ¿Del anticapitalismo al socialismo revolucionario?
Autor:
Alex Callinicos y Michael Albert
Fecha:
6/2/2004
Traductor:
Guillermo Crux, especial para PI
Fuente:
Z Net
Michael Albert es editor de la web Z Net y de la revista Z Mag en EE.UU., y ha publicado "Parecon. Life after Capitalism" (Verso Books, Londres, 2003) y Alex Callinicos es miembro de la dirección del Socialist Workers Party británico y de la Tendencia Socialista Internacional (IST) y publicó "An Anti-Capitalist Manifesto" (Polity Press, Londres, 2003).
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Fundamentación del socialismo revolucionario
por Alex Callinicos
7 de diciembre de 2003
Es un cliché de los medios de comunicación que el movimiento anti-globalización es puramente anti –que sabe contra qué lucha, pero no por qué lucha. En realidad, estar contra el neo-liberalismo, contra la globalización corporativa, y contra la guerra imperial ya de por sí es estar por mucho. Esto se refleja en la consigna del Foro Social Mundial –‘Otro Mundo es Posible': en otras palabras, podemos vivir en un mundo que no esté gobernado por el mercado. En Francia el movimiento ahora es conocido como los 'altermondialistes' –los que quieren otro mundo. ¿Pero cuál es la naturaleza de este otro mundo y cómo lo conseguimos? No hay de hecho aquí ninguna respuesta equívoca, en parte porque la gente tiene visiones diferentes de la alternativa al neo-liberalismo, pero también porque muchos simplemente no están seguros o porque opinan que sería divisionista ser demasiado explícito.
Esta incertidumbre y disparidad son inevitables en un movimiento tan diverso como el nuestro, y en muchos sentidos no es un problema. Sería tonto e indeseable esforzarse por obtener una uniformidad opinión que sólo podría lograrse agotando la vida del movimiento o escindiéndolo. Pero eso no significa que no es ni necesaria ni productiva la discusión en la búsqueda de lograr una mayor claridad sobre las alternativas y las estrategias.
¿Qué queremos?
Una manera de introducirnos a ese debate es preguntarnos cuáles son nuestros valores. Aún cuando discrepemos o estemos inseguros sobre lo que queremos lograr, lo que decimos y hacemos todavía puede revelar lo que consideramos que posee valor. Estos valores a su vez establecen la norma por la cual pueden entonces estimarse las alternativas al neo-liberalismo.
En mi opinión, el movimiento por otro mundo está comprometido con cuatro valores principales –la justicia, la eficacia, la democracia, y la sustentabilidad. Antes de discutirlos en detalle, permítanme subrayar que, al escoger estos valores, estoy haciendo un juicio que otros pueden querer discutirme (Michael Albert, por ejemplo, tiene una lista diferente de los valores que gobernarían el tipo de sociedad autogestionada que él defiende). Estoy deduciendo inferencias de lo que los activistas y los intelectuales comprometidos con el movimiento dicen y hacen, pero creo que mi interpretación es razonable.
1. Justicia: Uno de los nombres del movimiento es el de 'movimiento por la justicia global'. Constantemente denunciamos –y esto es correcto– la injusticia del mundo presente, con las inmensas desigualdades que este implica. ¿Pero qué es la justicia? Este es un campo inmenso por derecho propio, pero me parece que el movimiento se compromete con una concepción igualitaria de la justicia. Por ejemplo, esto podría significar que todos tenemos derecho a un acceso igualitario a los recursos que necesitamos para vivir la vida que valoramos con razón.
2. Eficacia: Este puede parecer un valor sorprendentemente tecnocrático, pero consideremos la crítica que le hacemos al capitalismo neo-liberal por su derrochabilidad –los recursos malgastados en envases y publicidad, etc., cómo los precios de mercado no registran los costos reales de los procesos económicos (por ejemplo, para el ambiente), y así sucesivamente. Esto implica que toda sociedad alternativa debería buscar hacer un mejor uso de los recursos disponibles, donde ‘mejor' no quiere decir (como en la actualidad) ‘más rentable' sino que refleje al mismo tiempo todos nuestros valores y los límites que nos imponen la naturaleza y la necesidad de vivir juntos cooperativamente.
3. Democracia: Criticamos al capitalismo contemporáneo por su falta de democracia, por la manera en la que los mercados financieros y las corporaciones multinacionales gobiernan tiránicamente las vidas de la mayoría de las personas en el planeta. Además, las formas en las que nos organizamos buscan reflejar la democracia por la cual estamos luchando. Hay mucho debate sobre lo que involucra la democracia –representativa vs. democracia directa, consenso vs. principio de la mayoría, y así sucesivamente. Pero estamos de acuerdo en la necesidad de una extensión radical del alcance y el contenido de la democracia.
4. Sustentabilidad: Una de las motivaciones principales que dan forma al movimiento es el terror frente a las catástrofes ambientales que el actual sistema económico no sólo nos está conduciendo sino que de hecho ya está produciendo. Los expertos en cambios climáticos están empezando a sugerir que los aumentos de temperatura –a juzgar, por ejemplo, por la ola de calor del último verano en el hemisferio norte– causados por emisiones de gas de tipo efecto invernadero probablemente estén al tope de sus proyecciones, con consecuencias potencialmente espantosas con las cuales el planeta tendrá que convivir durante décadas incluso si ahora mismo se dieran cambios radicales. Necesitamos una reorientación drástica en los modelos de producción y consumo, de establecimiento y transporte para lograr formas sustentables de desarrollo.
Más allá del capitalismo
Para comprender estos valores se vuelve necesario no sólamente un desafío al neo-liberalismo, sino al conjunto del sistema capitalista. Sigo a Marx cuando sostengo que el capitalismo tiene dos rasgos fundamentales:
1. Está basado en la explotación del trabajo asalariado –es decir, privándole a las personas los recursos que necesitan para vivir independientemente y por esa razón no les da ninguna alternativa aceptable mas que trabajar para un capitalista en términos que la llevan a ser explotada;
2. Está gobernado por un proceso ciego de acumulación competitiva: las firmas rivales que controlan conjuntamente la mayoría de los recursos productivos invierten con la esperanza de ganar una porción mayor del mercado e incrementar sus ganancias.
Estos rasgos están más profundamente imbricados que algunas de las cosas en las que han puesto el acento las críticas anti-globalización -por ej., la especulación financiera. El logro del neo-liberalismo ha sido el de remover muchas de los barreras impuestas por los intentos de regulación del capitalismo a mediados del siglo XX. Ahora estamos viviendo en una versión de capitalismo relativamente 'pura'.
Dada la naturaleza del capitalismo, es difícil ver alguna otra versión del mismo sistema compatible con los valores que establecimos más arriba. La explotación capitalista no es meramente injusta, sino que incluso el sistema actual involucra una especie de lotería bajo la cual las oportunidades de vida de los individuos pueden cambiar radicalmente para mejor o para peor como resultado de fluctuaciones de mercado completamente más allá de su control. El capitalismo es un sistema derrochador: cuando señalé más arriba, el sistema de precios no refleja los costos reales; las crisis económicas involucran a los recursos humanos y materiales que van quedando inutilizados en una escala enorme; a nivel global, quedan excedentes del sistema miles de millones de personas, y por consiguiente se los deja pudrirse en la pobreza más abyecta.
El capitalismo es necesariamente antidemocrático, ya que las decisiones económicas quedan en las manos de pequeños grupos de ejecutivos de corporaciones que no son responsables ante sus empleados o frente al amplio público. Finalmente, la propia lógica de la acumulación competitiva es incoherente con el desarrollo sustentable, ya que el sistema es impulsado por un proceso ciego en el cual las empresas y los mercados asignan recursos en base a apuestas sobre qué mercancías serán rentables sin tomado en cuenta el impacto ambiental de estas opciones.
También es difícil de concebir cómo el intento de volver a una versión más regulada del capitalismo puede llegar a remediar estas faltas. Muchos activistas e intelectuales aspiran, como mucho, a humanizar el capitalismo. Por ejemplo, este es un motivo poderoso que subyace a la Tasa Tobin sobre las transacciones financieras internacionales. Su creador, James Tobin, creía que un impuesto así desaceleraría la especulación financiera, para restaurar el poder económico al estado-nación y permitir un retorno a la era keynesiana posterior a la Segunda Guerra Mundial. Tal razonamiento se liga con un rasgo del movimiento anti-globalización en sus primeras fases, cuando era común aceptar la idea central del discurso oficial de los años noventa que decía que la globalización debilitaba el poder del estado. Pero mientras sus impulsores neo-liberales saludaron este paso, los activistas y los intelectuales argumentaban que era necesario reconstruir el poder del estado-nación. Esta fue una de las razones por la cual el movimiento fue bautizado como 'movimiento anti-globalización'.
Ahora es mucho más difícil, después del 11/9, ver al estado como parte de la solución y no como parte del problema. La ‘guerra contra el terrorismo' nos ha recordado que el capitalismo también es imperialismo, que involucra tanto la geopolítica como la economía, la competencia entre los estados así como la competencia entre las empresas. Algunas figuras principales en el movimiento (por ejemplo, Bernard Cassen y George Monbiot) han reaccionado frente al conflicto por Irak apoyando la idea de que la Unión Europea debería fortalecerse para volverse un contrapeso a la 'hiperpotencia' norteamericana. Pero la emergencia de una superpotencia rival frente a EE.UU. podría desatar una nueva carrera armamentística, con toda la pérdida de recursos y amenaza para la supervivencia humana que representó la antigua Guerra Fría.
Negarse a concebir un capitalismo más regulado como solución no significa que nunca debamos hacer demandas a los estados, ya fuera a los ‘propios' como a grupos como la UE. Cuando se atacan los servicios públicos, debemos defenderlos; es más, debemos presionar para que el estado extienda y mejore los servicios que actualmente suministra y que los financie a través de un sistema de impuestos progresivos que redistribuya la riqueza y los ingresos desde los ricos hacia los pobres. Pero, al mismo tiempo que es correcto luchar por reformas del actual sistema, los valores de los que partimos más arriba no pueden coexistir a salvo con el capitalismo –y de hecho no pueden hacerlo ni la humanidad ni el propio planeta. La lógica de la acumulación competitiva significa que los límites impuestos al capitalismo por parte de movimientos pro-reforma siempre son pasibles de ser eliminados cuando chocan con los requisitos de la rentabilidad: esa es la lección del desmantelamiento progresivo del estado de bienestar keynesiano durante el último cuarto de siglo.
Lo que todo esto implica es que necesitamos desarrollar una lógica social alternativa, una alternativa no-mercantil al capitalismo. Cuando digo 'no-mercantil' no estoy hablando de prohibir todos los intercambios económicos entre los individuos. Lo que estoy rechazando es una economía de mercado tal como la entendían dos grandes Karls, Marx y Polanyi –es decir, una economía donde se asignan los recursos como resultado de la lucha competitiva entre capitales rivales que controlan conjuntamente estos recursos. Un sistema así, como muestra Polanyi en 'La Gran Transformación', busca mercantilizar todo: esto lo podemos ver hoy con el neo-liberalismo. Este sistema también descarta, por principio, todo proceso democrático de decisión en relación a qué deberían resultados globales debería apuntar la producción y los medios apropiados para lograr estos resultados. En otras palabras, descarta la planificación. Pero esto es desquiciado: ¿cómo podremos tratar de resolver problemas como la pobreza global y el cambio climático sin ningún tipo de proceso político democrático que sirva para determinar, entre otras cosas, cómo deben asignarse los recursos para resolverlos?
Necesitamos la planificación. Pero en estos días tiene un nombre terrible, como resultado de la experiencia del stalinismo. Muchas reseñas críticas de mi 'Manifiesto Anti-capitalista' la desecharon argumentando que el colapso de la Unión Soviética y las críticas teóricas de Friedrich von Hayek demostraron que la planificación es imposible. Pero, cuando uno reflexiona sobre esto, es es una manera de razonamiento algo bizarra. Porque un tipo de planificación fracasó –de hecho, una economía dirigida burocráticamente centralizada que muchos expertos argumentan que ni siquiera merecía la etiqueta de ‘planificada' – por razones que son materia de un debate histórico enorme, ¿significa esto que toda forma de planificación debe fracasar? Seguramente que no –a menos que realmente pensemos que la historia culminó cuando el Muro de Berlín se derrumbó y que el futuro de la humanidad se desplegará dentro de los horizontes del capitalismo de mercado (en cuyo caso la historia probablemente finalice bastante pronto, gracias a la guerra y la degradación ambiental).
Hay varios modelos de una economía democráticamente planificada. En estos se asignan los recursos en base a un proceso democrático que involucra relaciones horizontales entre las redes de productores y consumidores –una forma radicalmente diferente de coordinación económica tanto del capitalismo (donde la asignación es el resultado de la competencia) o de una economía dirigida stalinista (donde se asignan los recursos dictatorialmente). Uno de estos modelos es la Economía Participativa (Parecon), desarrollado por Michael Albert. Otro modelo, algo más centralizado, es la 'coordinación negociada' de Pat Devine, bosquejado por primera vez en su libro 'Democracia y Planificación Económica' (1988). Los méritos relativos de éstos y otros modelos son materia para la discusión. No obstante, su existencia indica que el pensamiento serio y concreto está pensando en cómo sería una alternativa sistémica al capitalismo. Una economía democráticamente planificada, concebida a lo largo de estas líneas, representa, en mi opinión, la mejor manera de realizar los valores con los que se compromete el movimiento.
Pienso que esta alternativa mejor debería llamarse 'socialismo'. Es verdad que esta palabra ha sido devaluada por el desastre stalinista, pero la administración Bush todos los días pervierte palabras como 'democracia' y 'libertad', que sería una locura que se las dejemos a ellos. Hay dos razones positivas por las cuales apegarse al término socialismo. Primero, creo que los modelos a los que me referí más arriba incluyen lo mejor a lo que la tradición socialista ha aspirado –por ejemplo, la tradición a la que yo pertenezco, que Hal Draper llamó 'socialismo desde abajo', el hilo rojo del marxismo revolucionario que corre desde Marx y Engels, a través de Lenin y Luxemburg, hasta Trotsky y la Oposición de Izquierda.
Segundo, un componente importante de la idea de socialismo es la proposición de que los recursos productivos materiales deben poseerse socialmente. Actualmente, el movimiento está en medio de innumerables luchas contra la privatización, pero éstas normalmente son planteadas defensivamente. El otro lado –las grandes corporaciones y sus lobbyistas– tienen una comprensión mucho más clara de la importancia de la propiedad económica: miren de qué manera tan agresiva luchan por los derechos de propiedad intelectual, por ejemplo. No debemos tener miedo de decir que en el tipo de sistema económico que abarcaría nuestros valores los principales recursos productivos serían poseídos socialmente, sobre una base democrática y descentralizada.
¿Cómo hacemos para llegar hasta allí?
Simplemente es un reconocimiento de la realidad decir que lograr el objetivo de una economía planificada democráticamente implica una revolución. De hecho, en un sentido esto es simplemente una tautología. Reemplazar al capitalismo con un sistema económico consonante con nuestros valores requiere una transformación social radical –una revolución, en otras palabras. Pero decir esto no es establecer los medios por los cuales ocurriría esta revolución. Algo que es central a la tradición del socialismo desde abajo es, como el nombre lo sugiere, la idea de que la revolución no puede imponerse desde arriba: sólo la inmensa mayoría que es explotada y oprimida por el capitalismo puede liberarse a sí misma. Como dijo Marx, el socialismo es la auto-emancipación de la clase obrera.
El sentido común equipara la revolución con la violencia. La concepción de revolución que acabo de establecer es muy diferente. Se trata de que las personas se liberen y creen una nueva forma de sociedad. Esto no significa que la violencia no figure en absoluto en la ecuación. Hay una muy alta probabilidad –para decirlo ligeramente– de que aquéllos que actualmente dominan el mundo se resistan violentamente a todo esfuerzo serio por quitarles su poder y sus privilegios. Miren la ferocidad con la que la administración Bush y sus aliados como Tony Blair están emprendiendo la ‘guerra contra el terrorismo' no sólo invadiendo Afganistán e Irak, sino también pisoteando sistemáticamente las libertades civiles. Y al-Qaeda es un movimiento socialmente conservador en extremo, que no lucha en absoluto contra la propiedad privada. ¿Qué harían los ricos y poderosos si hubiera una amenaza muy seria a su poder económico? El ‘otro 11 de septiembre '–el golpe militar respaldado por EE.UU. que derrocó el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile en 1973– da una pista sobre la respuesta.
Lo que esto significa es que todo movimiento revolucionario tiene que prepararse para superar la resistencia violenta del otro bando. Esto no significa comprometerse en conspiraciones militares o en terrorismo. La fuerza de cualquier movimiento por el cambio social radical depende de dos factores: (1) la magnitud de su apoyo de masas; (2) en qué medida ese apoyo de masas está auto-organizado. Un movimiento es más fuerte en tanto más se encuentre organizado sobre la base de redes de lugares de trabajo y organizaciones comunitarias que tengan la capacidad tanto para resistir la represión como, de ser necesario, para asumir la dirección de la sociedad en su propia localidad. Esto significa que hay una conexión orgánica entre el tipo de sociedad que queremos lograr, una sociedad autogestionada donde las personas se organicen en el trabajo y en sus comunidades para dirigir sus propias vidas sobre la base de la cooperación democrática, y la forma en que necesitamos organizarnos para conseguir esa sociedad.
Todavía estamos muy lejos de poder disputar el poder. Bernard Cassen, el fundador de ATTAC, el movimiento inicialmente francés contra la especulación financiera, planteó recientemente lo que él llama la ‘pregunta de las 20 millones de personas': los Foros Sociales Europeos, junto con los sindicatos y los partidos de izquierda no se conectan con ‘aquellos 20 millones de personas –desocupados, trabajadores de cuello blanco, pequeños comerciantes arruinados por las grandes cadenas, familias de un sólo padre, personas en trabajos casuales, inmigrantes, etc.–quienes están “sin” acceso al ejercicio eficaz de la ciudadanía' en Francia. [1]
Esta es una buena pregunta, y no sólo en Francia, aun cuando la respuesta de Cassen, que es confinar los Foros Sociales a la educación y la propaganda, esté manifiestamente equivocada. El movimiento necesita hundirse mucho más profundamente entre la vida de la clase trabajadora que lo que lo hace en la actualidad. Esto requiere muchas cosas. Permítanme mencionar simplemente tres. Primero, necesitamos aprender a unirse el ‘cuadro grande' –la resistencia global al neo-liberalismo y la guerra– a las luchas cotidianas contra los efectos de la globalización corporativa que se continúan todo el tiempo por todas partes. Segundo, tenemos que hacer que las conexiones entre el movimiento y la clase obrera organizada sean mucho más sistemáticas que lo que son hoy. En Europa han habido progresos en esta dirección: con cada Foro Social Europeo sucesivo los sindicatos se involucran más. Las personas de ambos lados –los activistas anti-capitalistas y los activistas sindicales– tiene que aprender a convivir con las diferencias en las culturas políticas y los estilos de organización para hacer los compromisos requeridos para lograr un movimiento más fuerte y más unido.
En tercer lugar, y quizás más polémicamente, no debemos tener miedo de comprometernos en la política electoral. La guerra en Irak dramatizó la crisis más amplia de representación política. En países como Gran Bretaña, Italia, y España se abrió un hueco enorme entre el movimiento en las calles y el sistema político oficial, donde los gobiernos apoyaron a Bush desafiando a la opinión pública. Éste es un símbolo de la distancia más fundamental entre las élites políticas que son unánimemente neo-liberales y la gran mayoría de las gente que, al ver sus opiniones e intereses completamente ignorados por la política oficial, se abstienen de votar o apoyan a candidatos de la extrema derecha que pretenden estar contra el sistema. En algunos países europeos la izquierda radical está empezando a construir desafíos electorales que buscan dar una voz a los excluidos. No sé cuáles serían las implicancias para EE.UU. (aunque estoy seguro que es un error votar a los demócratas, incluso contra Bush).
En todo lo que hacemos debemos intentar tejer un movimiento que unifique tres características; (1) lo más amplio y unido posible; (2) que tenga el peso social que sólo puede pasar por el compromiso de los trabajadores organizados con la fuerza económica colectiva que pueden desplegar; y (3) que tenga una visión radical de la transformación social profunda. Esto puede parecer una especie de orden, pero pensemos en la distancia enorme que hemos recorrido, como movimiento global, en apenas cuatro años desde Seattle. Todavía tenemos mucho por recorrer, pero otro mundo realmente es posible.
Se encontrarán muchos más fundamentos en mis dos libros más recientes, 'An Anti-Capitalist Manifesto' y 'The New Mandarins of American Power', los dos publicados por Polity Press este año, y en 'The Revolutionary Ideas of Karl Marx', recientemente reeditado por Bookmarks.
[1] B. Cassen, Tout à commencé á Porto Alegre… (París, 2003), pp. 139-40.
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Valores, Visiones, y Estrategia
por Michael Albert; 09 de diciembre de 2003
Alex,
Me gusta que empieces hablando de los valores. Me parece que para recrear una visión estratégica se necesita una pequeña enumeración de esos valores que cubra nuestras aspiraciones centrales, al tiempo que sean específicos y lo bastante exigentes como para orientar nuestros análisis.
Tú empiezas con la justicia. Yo también estoy por la justicia, pero todos los demás también lo están más allá de Atila el Huno. Sugieres que implicaría el acceso igualitario a los medios para una buena vida -¿pero qué hay de sus resultados? ¿Qué pasa si algunas personas trabajan más duro y otras menos? ¿Deben tener los mismos ingresos? Los dueños de los medios de producción piensan que ellos tienen acceso igualitario, pero que lo utilizan mejor, y lo mismo pasa con las personas por encima del promedio o que poseen talentos notables. Los cirujanos no deberían ganar diez veces más que los ensambladores y los proveedores no deberían ganar a cien veces más que los trabajadores postales, ¿pero por qué motivo? Me parece que por justicia tienes en mente cuánto recibe cada uno, pero no sé qué es lo que tú propones específicamente, y no veo cómo el resaltar la justicia puede ayudar a guiar la visión estratégica, a menos que su significado sea más preciso.
Creo que al estar a favor de la eficacia, tu segundo valor, significa que queremos lograr nuestros objetivos mientras conservamos recursos que valoramos. Así que yo también estoy a favor de la eficacia, y entendido de esta manera, todo el mundo también lo está. El problema en disputa es qué fines se buscan y qué condiciones se valoran. Para los capitalistas, lo que se busca es la ganancia y se valoran los medios para obtener ganancias, el resto es periférico. Las ganancias para los barones del carbón, los pulmones negros para los obreros, y la polución para los vecinos es eficaz en sentido capitalista. La eficacia capitalista implica todo aquello que enriquezca a los dueños a expensas nuestras. Por lo tanto, estoy a favor de la eficacia para realizar nuestros valores sociales, no los de ellos. En otras palabras, pienso que si estamos a favor de la eficacia para poder prever una economía mejor, debemos unirla con otros valores.
Tú propones la democracia como tu tercer valor. Pero de nuevo, ¿qué significa? ¿Todos deberíamos tener todos iguales posibilidades de opinar en todo lo económico así como también en otras dimensiones de la vida, donde gobierne la mayoría mas uno? Yo asumo que no opinas eso…pero, si no es así, ¿entonces cuál es el principio que connota la democracia? ¿El valor al que aspiras en torno a la toma de decisiones es algo que también podamos extender a la economía? Si no podemos, no veo cómo puede guiarnos hacia una visión institucional el decir que estamos por la democracia. Si podemos extenderlo, estoy de acuerdo con que nos puede ayudar en gran medida.
Tu cuarto valor, la sustentabilidad, también me parece digno. Pero el problema económico es cómo hace una economía para rendir cuentas adecuadamente de los impactos ecológicos de la producción y el consumo -y en consecuencia cómo se toman las decisiones sobre qué hacer. Estoy de acuerdo con que necesitamos reorientar la producción y el consumo para no agotar los recursos críticos no renovables y no contaminar el medio ambiente en detrimento nuestro. Pero pienso que el problema específico de la sustentabilidad es el respeto por las generaciones futuras, y no estoy seguro de que haya otra manera de que los intereses de los futuros ciudadanos pesen sobre las decisiones económicas actuales que que las generaciones de hoy empiecen a preocuparse de su descendencia inmediata y distante más conscientemente, y que tengan la información y la influencia en la toma de decisiones como para actuar con ese compromiso.
En suma, con respecto a los valores que propones, entiendo que congenio contigo, pero sospecho que son demasiado vagos como para formular eficazmente alternativas de liberación.
Con respecto al capitalismo pones el énfasis en el trabajo asalariado y en un proceso ciego de acumulación competitiva. Estoy de acuerdo. Pero además, para mí el capitalismo es la propiedad privada de los recursos productivos, mercados competitivos, divisiones corporativas del trabajo, y la remuneración por la propiedad y el poder. Como resultado, pienso que el capitalismo tiene tres en lugar de dos clases primarias: los capitalistas y los trabajadores como tú identificas, pero también, entre esas dos, hay lo que yo llamo la clase coordinadora. Me parece que de algún modo tu enfoque prioritario (y el del marxismo) en la relación del trabajo asalariado y en el proceso de acumulación pero no tanto en las implicancias para los trabajadores sobre sus posiciones particulares en la división del trabajo, falla al no resaltar suficientemente la tercera clase que existe entre el trabajo y el capital y que obtiene sus ventajas en gran medida al poseer un relativo monopolio en la asignación del trabajo, comparado con los trabajadores que soportan un trabajo apabullantemente repetitivo y obediente.
Al igual que tú, yo rechazo los mercados como modo de asignación. Los mercados producen anti-socialidad, desdeñan el trabajo y el consumo que tienen impacto más allá del comprador y el vendedor (con implicancias catastróficas para el medioambiente), violan la autogestión, mercantilizan y comercializan casi todo, inducen la remuneración para negociar el poder, e imponen divisiones de clase entre coordinadores y obreros. Y por supuesto, los mercados son aún peores cuando se acoplan con la propiedad privada de los recursos productivos. De manera que acordamos en rechazar los mercados, y también estamos de acuerdo con que la planificación central viola los valores que tienen que ver con la asignación del poder de decisión y las relaciones de clase. También estamos de acuerdo en la necesidad positiva de tener “relaciones horizontales” por medio de las cuales los actores económicos negocian los resultados cooperativamente, presumiblemente con niveles apropiados de influencia, pero pienso que estas relaciones necesitan ser desarrolladas mucho más de lo que tú intentas.
Sin embargo, lo que yo me pregunto, es por qué cuando hablas de una nueva economía, aún muy amplia y brevemente, no tratas el tema de la distribución y el poder más explícitamente, tanto en el lugar de trabajo como en la economía más amplia. ¿No podemos decir más sobre las condiciones que faciliten a los trabajadores y los consumidores expresar sus preferencias? ¿Y sobre cómo y dónde pueden opinar, y también cuánta posibilidad tienen de opinar? Me pregunto si ves a la organización en el lugar de trabajo como otro lugar de cambio necesario, y, de ser así, qué tipo de cambio. Y lo mismo para las normas de remuneración.
Discrepamos con la palabra “socialismo.” Tú adviertes que la palabra ha sido devaluada por un desastre stalinista e indicas que la realidad de ese desastre ya no sería más garantía para deshacerse del término socialismo como no lo sería el fracaso de una instancia de democracia, o de religión, o de anarquismo, o todo lo demás que diga que todos las instancias tendrían que ser rechazadas. Me parece que tienes razón si asumimos que el stalinismo fue una violación desastrosa de lo que se suponía que era el socialismo. Sin embargo, el problema es que no sólo el stalinismo es lo que me hace sentir que mientras la palabra socialismo se significa a menudo como un montón de altos valores como la equidad y la participación, institucionalmente obstruye esos mismos valores. Más allá del stalinismo, lo que indica esto es el conjunto del legado de visiones socialistas implementadas en la realidad e incluso el catálogo entero de modelos económicos socialistas (aunque se podría argumentar que con muy pocas excepciones). lo que se ha promulgado o se ha descrito como socialismo, cada vez que los socialistas han tenido el poder o han presentado seriamente un modelo completo, ha significado prácticamente siempre propiedad pública o estatal, divisiones corporativas del trabajo, y mercados o planificación central. Como rechazo todo aquello, no sólamente el estado stalinista, no veo razón alguna para usar la etiqueta "socialismo".
Estamos de acuerdo en que liberarse del capitalismo implicará una revolución -y pienso que lo mismo se aplica para liberarse del patriarcado, del racismo, y de las estructuras políticas autoritarias. También estamos de acuerdo con que superar el poder del estado y otros centros de poder depende, según tus palabras en, “(1) la magnitud de su apoyo de masas; (2) cuán auto-organizado está ese apoyo de masas.” Espero que también podamos estar de acuerdo en que de esto se deduce que deba haber grandes movimientos con control desde la base, más vehículos locales directos de organización y lucha en lugares de trabajo y comunidades. Sin embargo, no haces mención alguna de un partido político, mucho menos de uno leninista, y me pregunto por qué no lo haces.
Pienso que tienes razón en la necesidad de que los movimientos se relacionen con la vida y las aspiraciones de la clase trabajadora. Pero creo que aquí tenemos otra diferencia. Me parece que el obstáculo para los movimientos que hacen grandes avances en llegar hacia el pueblo trabajador reside en parte, cuando tú indicas, en nuestro programa y en nuestra agenda -pero pienso que reside más básicamente en las relaciones sociales y la estructura del movimiento. Nuestros movimientos tienden a congeniar más y a reflejar mejor en sus estructuras, tono, preferencias, y lenguaje las estructuras, el tono, las preferencias, y el lenguaje de la clase coordinadora. Creo que lo que lleva a esta impasse es nuestra relativa escasez de atención a la necesidad de trascender las inclinaciones "coordinadoristas" y a llegar, en su lugar, a prácticas aclasistas.
Una analogía con el racismo o el sexismo quizás pueda ayudar a explicarme. Cuando nuestras herramientas conceptuales son débiles en lo que atañe al racismo y al sexismo no nos precavemos contra el peso de estas opresiones en nuestras vidas y en la sociedad, haciendo que nuestros movimientos se vuelvan inabordables racial y sexualmente para las mujeres y las personas de color. En forma similar, el hecho de que nuestras herramientas conceptuales sean débiles con respecto a las relaciones mutuas entre las clases coordinadora y trabajadora nos vuelve en gran medida incapaces de evitar que el peso del clasismo en nuestras vidas y en la sociedad transforme a nuestros movimientos haciéndolos incongeniables con los trabajadores. Repetir incansablemente que estamos a favor de la clase trabajadora o por la abolición de las clases, sin que existan indicaciones internas reales de que esta sea toda la verdad, difícilmente convencerá a un trabajador que es repelido por la evidencia material real de la inclinación hacia las actitudes coordinadoras, divisiones del trabajo, y preferencias evidentes en nuestros movimientos.
Una nueva exposición me tomaría más de 1500 palabras -por ahora me detendré aquí.
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Respuesta a Albert 1
por Alex Callinicos; 11 de diciembre de 2003
Estimado Michael,
Gracias por tus comentarios. Para responderte intentaré tratar los principales problemas que planteas, pero también hacer avanzar mi fundamentación un poco más:
1. La justicia y otros valores: Por supuesto que tienes razón con que todos decimos que la justicia está de nuestro lado, pero la concepción de justicia igualitaria que enuncié es más precisa de lo que sugieres. Según esta concepción, todos tenemos derecho al acceso igualitario a los recursos necesarios para vivir la vida que con razó valoramos. Tres puntos sobre esto:
(i) Los que heredan riqueza o talentos naturales pueden creer sinceramente que ellos tuvieron un acceso igualitario a los recursos de la sociedad, pero esto no altera el hecho de que esta creencia sea falsa - y de hecho se la utiliza para darle una racionalización bastante obvia a la justificación de la propiedad o el patrimonio genético. 'Acceso igualitario significa acceso igualitario'.
(ii) La forma de igualdad que defiendo aquí precisamente no busca igualar los resultados. Es una versión radical de la igualdad de oportunidades. Todos debemos tener acceso igual a los recursos pero depende de cada individuo cuánto hace por esta oportunidad. Por eso esta concepción de justicia es consistente (aunque no prescriptiva) con la remuneración del trabajo según el esfuerzo, como tú propones.
(iii) La idea de que todos deben tener la misma oportunidad de vivir la vida que con razón valoran introduce lo que los filósofos llaman un elemento 'perfeccionista'. No todos los planes de vida tienen el mismo valor: el traficante de armas o el racista o los pedófilos no pueden demandarle recursos a la sociedad para llevar adelante sus proyectos particulares.
Acerca de los otros valores, ya dije que tu valor de autogestión es una especificación importante del contenido de la democracia. Me gusta particularmente tu argumento de que la norma de que todos deben participar en las decisiones en la medida en que el resultado de estas decisiones los afecte no favorece particularmente ningún procedimiento de decisión: según las circunstancias, el consenso, el principio de la mayoría, o la dictadura (en el sentido de que mis preferencias deben avasallar a todos las preferencias del resto en asuntos como lo que llevo o creo) es el procedimiento correcto. Efectivamente, deduzco la misma conclusión, pero sin la justificación de principios que tú das, en las pp. 122-3 de mi Manifiesto Anti-capitalista. Acerca de mis otros valores, la eficacia y la sustentabilidad, lo que tú dices efectivamente es que el contenido de cada valor está parcialmente determinado por los otros valores que se afirman juntamente con él: la 'eficiencia' significa algo diferente si se la ata a la rentabilidad. Eso es cierto, y es un punto que planteo en mi Manifiesto.
2. Capitalismo y socialismo: Acuerdas con que el capitalismo involucra 'el trabajo asalariado y un proceso ciego de acumulación competitiva' pero argumentas que también incluye 'la propiedad privada de los recursos productivos, mercados competitivos, división corporativa del trabajo, y remuneración para la propiedad y el poder'. Sin ser pedante, pienso que lo correcto de tus agregados está implicado en las dos separaciones fundamentales - la de la fuerza de trabajo de los medios de producción y la de los capitales contendientes entre sí - que sostengo que son constitutivos del modo de producción capitalista. Analicemos tu lista rápidamente.
'La propiedad privada de los recursos productivos' no es una condición ni necesaria ni suficiente para la existencia de relaciones capitalistas de producción. Dejando de lado la cuestión del stalinismo (que ya he planteado que fue un caso de capitalismo de estado burocrático), han existido un montón de empresas capitalistas que son (o tal vez deberíamos decir, en estos días de privatización, eran) estatales. Lo que es una condición necesaria es que una minoría consiga el control efectivo de los medios de producción y pueda excluir a los productores directos del acceso directo a estos medios, independientemente de si este control se legitima a través de títulos de propiedad. Lo que también es un requisito es que esta minoría esté sujeta a la competencia, que puede tomar la forma de competencia de mercado pero también puede consistir en rivalidades geopolíticas que empujen a estados rivales a invertir en las industrias necesarias para sostener las tecnologías militares avanzadas. El imperialismo en su sentido capitalista moderno tiene lugar cuando estas dos formas de competencia se fusionan. 'La remuneración para la propiedad y el poder' es un rasgo de todas las sociedades de clase, no sólo del capitalismo.
'Las divisiones corporativas del trabajo' plantean problemas más complejos conectados con la cuestión de la transformación social. Yo diría que la división del trabajo bajo el capitalismo es el efecto combinado de las exigencias de la explotación y de los requisitos técnicos que son ellos mismos un reflejo de los procesos competitivos que impulsan el cambio tecnológico. Tú sugieres que los marxistas desatienden la condición de los trabajadores en la producción, pero este argumento realmente es insostenible. El propio Marx muestra en 'El Capital' cómo, para obtener la posesión efectiva de los medios de producción, los capitalistas tienen que transformar el proceso de producción mismo y reducir a los trabajadores a meros apéndices de las máquinas. Este tema de lo que él llama 'la subsunción real del trabajo bajo el capital' ha sido continuado por muchos marxistas del siglo XX - Harry Braverman, los 'operaistas' italianos, y otros.
Lo precedente debería contestar la pregunta que planteas sobre si acaso considero la 'organización en el lugar de trabajo como otro lugar de cambio necesario'. ¡Por supuesto que sí! La tradición particular a la que pertenezco - la Tendencia Socialista Internacional (IST) - siempre ha puesto un gran énfasis en la importancia de los movimientos de base a través de los cuales los trabajadores pueden resistir a los patrones independientemente de los funcionarios de los sindicatos. Camaradas míos jugaron un papel de dirección hace seis semanas en una huelga ilegalizada muy importante llevada a cabo por los trabajadores postales aquí en Gran Bretaña. Cualquier desafío serio a la dominación capitalista implicaría el desarrollo de formas de control obrero de la producción - formas que serían un constituyente clave de la nueva sociedad.
Pides más detalles sobre cómo concibo la nueva sociedad, pero, como ya dejé bien en claro, estoy de acuerdo con mucho de lo que propones al exponer la 'Parecon'. Te resistes a llamar a tu alternativa 'socialismo' en base a lo que me parece sólo una estipulación de que el socialismo no puede consistir en el tipo de democracia consejista que propones. Todo lo que puedo decirte es que la democracia consejista es lo que yo entiendo por 'socialismo' desde que empecé a activar políticamente hace más de 30 años.
3. Leninismo: adviertes que no hago 'ninguna mención… de un partido político, mucho menos de uno leninista,' y te preguntas 'por qué' no lo hago. No estaba intentando esconder nada, como indica mi inclusión de Lenin en la tradición marxista revolucionaria en mi declaración de apertura. Sabía que muy pronto llegaríamos a la cuestión del partido. Yo no me llamaría 'marxista-leninista' porque esto implica adhesión a alguna versión de la ortodoxia stalinista que se institucionalizó desde mediados de la década de 1920. Pero no tengo ningún problema en llamarme leninista cuando se trata de la organización revolucionaria. Entonces, ¿qué significa ser leninista en el siglo XXI? [1]
El punto de arranque tiene que ser el 'problema de los 20 millones de personas' de Cassen: la brecha entre los activistas comprometidos y la masa de los trabajadores que son las víctimas principales del capitalismo (por lo menos en las economías avanzadas). Tienes razón al decir que hay motivos sociales para que esta brecha exista, aunque no pienso que el problema clave aquí sea el predominio de 'las estructuras, el tono, las preferencias, y el lenguaje de la clase coordinadora'. Si por coordinadores quieres decir gerentes, entonces no veo muchos de ellos en el movimiento. Yo diría que la gente tiende a venir de sectores de trabajadores de cuello blanco más calificados, lo que por cierto puede fomentar la autoindulgencia y el elitismo, pero la presión más conservadora proviene de las ONGs más grandes y los sindicatos, con sus estructuras burocráticas e intereses velados.
No me malinterpretes: estoy a favor de comprometer a los sindicatos y las ONGs, porque a través de ellos las fuerzas sociales más grandes se involucran en el movimiento. Pero el ala radical del movimiento necesita actuar de forma concertada para neutralizar las presiones hacia la moderación que los funcionarios sindicales y otros similares puedan ejercer. Durante los últimos años ha surgido una izquierda más distintiva dentro del movimiento: es gracias a esto que pudo ocurrir el 15 de febrero de 2003. Pero esta izquierda es políticamente heterogénea. Abarca, entre otros, a gente como tú, a la dirección del movimiento de los Foros Sociales italianos, a Walden Bello y Focus on the Global South, al Partido Socialista de los Trabajadores (SWP) británico y sus aliados en la coalición Stop the War y a Globalise Resistance. Es muy importante que esta izquierda trabaje junta y prosiga el diálogo (estos intercambios entre nosotros son un ejemplo). Pero no creo que esto sea suficiente.
La idea básica que subyace al leninismo es que aquellos en la izquierda que comparten una perspectiva socialista revolucionaria deberían formar una organización común con el objetivo de ganar a la mayoría para la idea del derrocamiento del capitalismo. El objetivo es un límite importante: como ya he planteado, la revolución socialista es un proceso de autoemancipación. El papel de un partido revolucionario es, entonces, no sustituir las distintas formas de autoorganización democrática que surgen en el curso de la lucha de masas sino ayudarlos a desarrollar el enfoque estratégico necesario para reemplazar la estructura existente de la sociedad por una mejor.
¿Pero ese enfoque estratégico no surgirá naturalmente mientras se desarrolla el movimiento? La historia sugiere que no. No se trata sólamente de que todo movimiento vivo genera una variedad de estrategias y programas diferentes sino que, en tanto nos fortalezcamos, la clase capitalista hará mayores intentos de dividirnos, fomentando la prevalencia de los dirigentes moderados que buscan soluciones de compromiso, aislar a los radicales, etc. Necesitamos organizarnos contra ellos, sin reproducir las estructuras jerárquicas y autoritarias del capitalismo.
La organización revolucionaria necesita ser ideológicamente coherente. Los leninistas opinamos que la tradición marxista es la mejor base sobre la cual llegar a esta coherencia. En parte esto es porque la crítica de Marx a la economía política inauguró el análisis más poderoso, por lejos, de la dinámica económica del capitalismo. Además, los escritos políticos marxistas constituyen un acerbo enormemente rico de reflexión y discusión sobre las grandes experiencias revolucionarias de los siglos XIX y XX. A todo aquél que esté interesado en la revolución en el siglo XXI yo le aconsejaría que empezara por aquí - aunque estos escritos no deben tratarse como textos sagrados o como excusa para la exclusión del pensamiento de otras tradiciones, sino que deben ser leídos críticamente como contribuciones a una tradición que evoluciona que constantemente tiene que renovarse para comprometerse con el presente.
Por último, está la cuestión del centralismo democrático. Tal como se practica en las organizaciones de la tradición de la IST (como algo opuesto a la característica del centralismo burocrático de los partidos stalinistas), el centralismo democrático se reduce a una aplicación rigurosa del principio de la mayoría. Es necesaria una discusión totalizadora para evaluar con cuanta corrección se está comprometiendo realmente un partido revolucionario en el presente y para desarrollar su estrategia para el futuro, pero esta discusión debe concluir en una decisión que es tomada por el voto de la mayoría y que liga a todos los miembros del partido cualquiera fuese la posición que tomaran durante estos debates.
Estas son dos racionalidades para este procedimiento. Primero, el objetivo de un partido revolucionario es la intervención en las grandes luchas para ayudar a formar al movimiento. Por consiguiente, la discusión no es un fin en sí mismo, sino que debe culminar en decisiones. Segundo, una organización leninista tiene un alto grado de cohesión ideológica debido a sus raíces en la tradición marxista revolucionaria. Dado este consenso en los principios políticos, para los miembros del partido es racional acordar tomar decisiones sobre cómo aplicar estos principios en la práctica en base al principio de la mayoría.
Este método de organización es absolutamente defendible por razones democráticas. Acepto que la efectividad práctica que las organizaciones leninistas puedan tener gracias a esta combinación de cohesión ideológica y aplicación disciplinada de las decisiones de la mayoría puede crear sospechas. Así que permítame usar mis últimas palabras para hacer hincapié en que los socialistas revolucionarios de mi tradición no ven el centralismo democrático como el modelo orgánico para el movimiento presente o para la sociedad futura tal y como surge de las luchas anti-capitalistas. El partido leninista es un instrumento en el proceso de autoemancipación que lo volverá obsoleto.
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Albert responde a Callinicos 2
por Michael Albert; 11 de diciembre de 2003
Alex,
Sobre los valores, tu criterio de remuneración todavía me confunde. ¿Quién decide si mi estimación de lo que “tengo razón en valorar” es correcta? ¿Qué me impide decir que valoro una existencia rica y con mucho ocio para justificar trabajar muy por debajo del promedio y consumir muy por encima del promedio?
Tú dices, “todos debemos tener un acceso igual a los recursos pero depende de cada individuo lo que él o ella hagan con esta oportunidad.” Mozart y yo podemos tener el mismo acceso a un piano y a lecciones de piano, pero no al talento. De la misma forma, no todos podemos producir los bienes más valiosos. No todos podemos usar la mejor tecnología. No todos podemos cultivar la tierra más abundante. ¿El acceso igualitario significa que haremos lo mejor posible con inéditas posibilidades de éxito para todos por las mejores tierras y herramientas, y de allí en adelante tedremos lo que producimos? ¿Significa que Mozart ganará mucho más que yo, o alguien que use mejores herramientas, o cultive mejores tierras? ¿O estamos de acuerdo con que la remuneración debe ser sólo para el esfuerzo y el sacrificio?
Sobre el capitalismo, discrepamos. Sientes que el término “capitalismo,” debe aplicarse a toda economía en la que los medios de producción sean controlados por una minoría mientras la mayoría trabaja por un salario sujeto al control de esa minoría -y las empresas compiten entre sí. Yo utilizo el mismo término, capitalismo, sólo para las economías que tú llamas capitalistas que también tienen propiedad privada de los medios de producción.
Tu opción te lleva a considerar a los EE.UU. de hoy y a la antigua Yugoslavia como capitalistas, y por lo visto también a la antigua Unión Soviética. Para mí esto es combinar dos sistemas diferentes bajo una misma etiqueta.
Si existe una clase entre el trabajo y el capital que monopoliza la asignación del trabajo y que puede volverse clase dominante a través de la lucha anti-capitalista, llegando al coordinadorismo; si esto es así, entonces tu terminología conduce a errores porque desplaza de nuestra vista una realidad importante. Si tienes razón y todo eso es inexistente, entonces tu opción es viable.
Sobre cuestiones de perspectiva, dices ”acuerdo con buena parte de lo que dices cuando expones la parecon,” pero luego agregas que piensas que me resisto a llamar "socialismo" a la economía participativa “En base…simplemente a una estipulación de que el socialismo no puede consistir en el tipo de democracia consejista.” En realidad, me resisto a llamar socialismo a la economía participativa porque el socialismo en la práctica y también en los libros, siempre ha estado definido por instituciones que rechazo, y esas instituciones (y otras cosas peores) son lo que connota la palabra a casi todo el mundo cuando la oye.
Con respecto a la estrategia, cuando hablamos de que nuestros movimientos no congenian y menos aún le dan poder de decisión a los trabajadores, me contestas que se debe a que nuestros movimientos son más coodinadoristas que obreros en su cultura interna y estructura, que “Si por coordinadores quieres decir gerentes, entonces yo no veo muchos de ellos en el movimiento.” Sí, quiero decir gerentes, pero también quiero decir abogados, doctores, ingenieros, y el conjunto de personas que monopolizan la asignación de tareas, así como los jóvenes que aspiran a ese tipo de posiciones e incluso trabajadores que, en virtud de su posición en el movimiento (o en los sindicatos) llegan a identificarse como coordinadores. Pero, por lo general, digo que los movimientos corporizan actitudes y estructuras coordinadoristas culpablemente, no porque tengan en sus filas miembros de la clase coordinadora.
Con respecto a la estrategia, dices, “la idea básica que subyace al leninismo es que todos aquellos en la izquierda que comparten una perspectiva socialista revolucionaria deberían formar una organización común con el objetivo de ganar a la mayoría para la idea del derrocamiento del capitalismo.” Dado tu significado de la palabra socialista, esto transformaría en leninistas a la mayoría de los anarquistas. A mí me haría leninista. Haría leninistas a los coordinadores que buscan elevarse a un status dominante. En otras palabras, el rasgo que indicas es por cierto algo común a los leninistas, pero no es lo que los distingue.
Decir que el objetivo es el derrocamiento del capitalismo, en lugar de derrocar al capitalismo, al racismo, al patriarcado, y al autoritarismo; me retrotrae a mis temores de sobredimensionamiento de la economía y subdimensionamiento de todo lo demás.
Dices que el partido debe ayudar a los movimientos a “desarrollar el enfoque estratégico necesario para reemplazar la estructura existente de la sociedad por otra mejor.” Esto suena bien --un venida grupo que se une para intentar ofrecer visiones útiles y otro tipo de ayuda-- pero nuevamente, parece olvidar lo que distingue al leninismo de otros enfoques. Si un católico dice que rezan, ciertamente está describiendo un aspecto de ser católico, pero no los aspectos que los distinguen.
Dices que necesitamos organizarnos contra [las élites], “sin reproducir las estructuras jerárquicas y autoritarias del capitalismo.” Estoy de acuerdo contigo en esto, y así se organizan los anarquistas, las feministas, etc. Pero no son leninistas, ni yo tampoco. Y no pienso que los leninistas, en la práctica, compartan tu opinión.
Entonces dices “la organización revolucionaria necesita ser ideológicamente coherente.” Estoy de acuerdo con que necesitamos movimientos que compartan una visión y una estrategia, pero al mismo tiempo pienso que nuestros movimientos necesitan un debate interno saludable, o de lo contrario se estancarán realmente. ¿Existirá una coherencia deseable y con una continua renovación de contenidos si tenemos un partido fuertemente anudado que les imponga posiciones a sus miembros y luego a los movimientos? Espero que acordarás en que no, por supuesto que no. Pero opino que el leninismo funciona exactamente de esa manera, a expensas de la diversidad y la autogestión.
“Los leninistas opinamos que la tradición marxista es la mejor base sobre la cual lograr esta coherencia.” Conoces mis problemas aquí. Pienso que la tradición marxista no nos ofrece los conceptos que necesitamos por entender los asuntos raciales, religiosos, de género, sexuales, ecológicos, y los problemas del poder por su propia cuenta (todo lo cual apunta a una necesidad de completar al marxismo). Y pienso que la tradición marxista nos brinda conceptos que niegan la existencia de la clase coordinadora al mismo tiempo que genera el coordinadorismo (lo cual apunta a una necesidad de trascender el marxismo).
Dices: “el centralismo democrático se reduce a una aplicación rigurosa del principio de la mayoría.” ¿Realmente es así? ¿Piensas que esto es lo que hizo Lenin? ¿Y Trotsky? ¿Y los partidos comunistas a través de la historia? Aun cuando fuera así, ¿que ocurrió con la lógica más flexible de la autogestión?
Dices que tu tradición “no ve al centralismo democrático como el modelo de organización para el movimiento actual o para la sociedad futura.” En ese caso, pienso que eres parte de una pequeña tradición cuyos deseos son pisoteados ni bien los movimientos leninistas tiene que actuar de forma consistente con sus inclinaciones.
Odio hacer esto -porque no es el punto sobre el cual deseo concentrarme- pero, ¿cómo cuadra lo que tú reivindicas con las citas siguientes?
León Trotsky decía que el dominio social de los trabajadores sobre la sociedad "no se expresa... en absoluto en la forma en la que son administradas las empresas económicas individuales". Es decir, Trotsky sentía que estaba bien dejar en su lugar la jerarquía usual de la fábrica en tanto los administradores centrales como él mismo gobernaran "según los intereses de los obreros."
Si queremos entender por qué Trotsky fue el campeón de la "dirección unipersonal" en la fábrica no tenemos mas que examinar su cínica visión de la naturaleza humana: "Es una regla general que el hombre intentará deshacerse del trabajo. El hombre es un animal perezoso". Naturalmente, los camaradas en el ápice de la sociedad a veces deben coercionar a los "animales perezosos" para su propio bien.
Finalmente, Trotsky agregó: "Considero que si la Guerra Civil no hubiera apartado de nuestros órganos económicos a todos los más fuertes, los más independientes, los más dotados de iniciativa, deberíamos haber entrado indudablemente mucho más pronto y menos dolorosamente en el camino de la dirección unipersonal."
En otras palabras, Trotsky no accedió renuentemente a las estructuras coordinadoras debido a las necesidades forzadas por la Guerra Civil, como dicen sus admiradores, sino porque él realmente las prefería. Estos sentimientos definieron la agenda coordinadora de Trotsky en la que los administradores centrales nombrarían a los "gerentes unipersonales" que gobernarían a los "obreros perezosos" en función de los propios intereses de los trabajadores, por supuesto.
Lenin evidenció su propia orientación coordinadora cuando planteó: "Es completamente esencial que toda la autoridad en las fábricas deba concentrarse en las manos de la dirección". Llevó esta lógica hasta su conclusión, advirtiendo que "cualquier intervención directa por parte de los sindicatos en la dirección de las empresas debe considerarse como positivamente dañina e impermisible."
Mientras que Trotsky recurrió a una visión cínica de la naturaleza humana para justificar el coordinadorismo, Lenin apeló a una necesidad tecnológica. "La industria de maquinarias de gran escala, que es la fuente productiva central y la base del socialismo necesita una unidad absoluta y estricta de voluntad... ¿Cómo puede asegurarse la unidad estricta de voluntad? Mediante miles que subordinen su voluntad a la voluntad de uno sólo."
Según parece, para Lenin, como para Trotsky, era suficiente que la "voluntad de uno sólo" tuviera buenos motivos, un análisis que Stalin sin ninguna duda apreciaba, y que según mi opinión le allanó el camino.
En respuesta a los trabajadores que no aceptaban su análisis egoísta y exigían más poder de decisión sobre la política económica, Lenin estalló en cólera: "¡Un congreso de productores! ¿Qué significa esto precisamente? Es difícil encontrar palabras para describir esta tontería. Sigo preguntándome ¿estarán bromeando? ¿Se puede tomar realmente a esta gente en serio? Mientras que la producción siempre es una necesidad, la democracia no lo es. La democracia de la producción engendra una serie de ideas sumamente falsas."
¿Por qué, me pregunto, querría identificarse con esta tradición una persona que defiende la autogestión?
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Respuesta a Albert 2
por Alex Callinicos; 16 de diciembre de 2003
Estimado Michael,
Yo he respondido en mi último comentario s tu declaración de apertura (y tus respuestas) a tus preguntas sobre mi principio propuesto de justicia igualitaria: Espero que esto te deje menos confundido. Quiero concentrarme aquí en las cuestiones del leninismo, la estrategia, y el capitalismo de estado.
1. ¿Qué es el leninismo? Tu respuesta a mi descripción del leninismo es similar a tus comentarios sobre el socialismo: es decir, simplemente estipulas un significado del leninismo incoherente con mi descripción. Así, cuando digo que el centralismo democrático es 'una aplicación rigurosa del principio de la mayoría' tú comentas burlonamente: '¿Realmente es así? ¿Piensas que esto es lo que hacía Lenin? ¿Y Trotsky? ¿Y los partidos comunistas a lo largo de la historia?'
Volveré a Lenin y Trotsky luego, pero ciertamente tengo derecho a ser reconocido como parte de una variante de leninismo que ha disputado la teoría y la práctica de los partidos comunistas desde mediados de la década de 1920 en adelante. Gente de mi tradición - la del movimiento trotskista - fue masacrada de a miles cuando se declararon en huelga de hambre en el Gulag en 1936-7. En un sentido muy real, un río de sangre divide a mi tradición de todas las versiones del comunismo ortodoxo. Sé que puedes contestarme citando la violencia de masas practicada por los bolcheviques durante la Guerra Civil, un asunto al que me referiré dentro de un momento. No obstante, simplemente no es justo presentar al leninismo como un conjunto monolítico de doctrinas y prácticas, en lugar de presentarlo como una tradición disputada - al igual que el marxismo y el socialismo más en general (¿y el anarquismo?).
Para reafirmar mi posición: Lucho por una versión del leninismo que no sólo es absolutamente consistente con las formas democráticas de autoorganización de masas sino que es necesaria para que esa autoemancipación triunfe. Afirmas que es una posición imposible de sostener; Yo discrepo. La historia mostrará quién de nosotros tiene la razón.
2. La estrategia hoy: Tú descartas mi afirmación de que 'la idea básica que subyace al leninismo es que todos aquellos en la izquierda que comparten una perspectiva socialista revolucionaria deberían formar una organización común con el objetivo de ganar a la mayoría para la idea del derrocamiento del capitalismo' con el comentario: 'Dado tu significado de la palabra socialista, esto volvería leninistas a la mayoría de los anarquistas. A mí me haría leninista.' Esto es demasiado apresurado, ya que tú mismo en estos intercambios generalmente has dejado pasar los problemas estratégicos que enfrenta el movimiento actualmente.
Sé que compartes mi preocupación de cómo ganar a la mayoría para un proyecto de emancipación radical. Para nada creo que esto sea cierto para todos los anarquistas. Por cierto no es verdad para muchos anti-leninistas en el movimiento anti-capitalista europeo contemporáneo (debido a la influencia de Toni Negri y los disobbedienti italianos, por estos tiempos tienden a llamarse autonomistas en lugar de anarquistas o socialistas libertarios).
Según mi experiencia (y escribo desde una experiencia muy reciente de tratar de lograr una coalición amplia para organizar el próximo Foro Social Europeo en Londres), muchos autonomistas son completamente indiferentes al intento de ganar a la mayoría. Tienen una hostilidad de principios hacia los sindicatos que puede unirse directamente en un desprecio por los trabajadores (aquí lo que dices sobre las actitudes 'coordinadoristas' dentro del movimiento golpea la puerta). Esta posición se racionaliza a través de una concepción del movimiento como la autoafirmación de la subjetividad de los activistas actuales, que a su vez legitima una obsesión que da lugar a la exclusión de toda consideración de principios o de resultados. En la práctica, esto puede llevar a una manipulación del proceso de toma de decisiones por consenso en la que grupos muy pequeños de personas con muy poco interés en hacer avanzar el movimiento poniendo a todos los demás entre la espada y la pared.
Una razón por la que Hardt y Negri son tan influyentes es que "Imperio" ofrece un lenguaje filosófico abstracto aparentemente profundo que, particularmente de la forma en la que estira conceptos como 'trabajo' y 'explotación' hasta el punto de vaciarlos de significado, puede utilizarse para representar los tipos de prácticas que describí no sólo como revolucionarias sino incluso como si realmente crearan una sociedad emancipada en el presente. Pero lo más llamativo es cuán a menudo, en la realidad, este tipo de posiciones pueden estar muy cerca de las que toma la derecha del movimiento, como Bernard Cassen en Francia.
Por ejemplo, en Europa esta derecha está absolutamente conforme con la adopción del lenguaje del 'contra-poder', porque ven al movimiento como un grupo de presión para conseguir políticas de los gobiernos socialdemócratas reales o potenciales como la Tasa Tobin. Como muchos autonomistas, ellos también quieren mantener los Foros Sociales como puros 'espacios para la discusión' y no, además de esto, como medios de movilización al estilo en que el FSE en Florencia y el Foro Social Mundial en Porto Alegre lo hicieron brindando la plataforma de lanzamiento para el día de protesta global contra la guerra del 15 febrero de 2003.
Así que no me parece que mi definición del leninismo sea una simple perogrullada. La idea de que debemos construir el movimiento a través de un proceso dinámico de movilización que busque atraer capas cada vez más amplias de los explotados y oprimidos por el capitalismo es combatida fuertemente tanto por la derecha como por lo que se pretende la extrema izquierda del movimiento. Por supuesto, no tienes que ser un leninista para aceptar esta idea. Como ya planteé, hay una izquierda relativamente amplia y heterogénea que incluye tu tipo de anarquismo que la acepta. Pero yo podría decir que los leninistas de mi tradición llevan adelante este enfoque de forma central y orientada estratégicamente. Y diría que esto es un crédito de la tradición marxista revolucionaria y la organización centralista democrática.
3. Bolchevismo y capitalismo de estado: Tú protestas y te preguntas cómo alguien puede llamarse leninista dadas las cosas terribles que gente como yo aceptan que son la esencia de lo que esta tradición hizo y dijo. Para machacar con este punto citas sobre todo algunas cosas terribles que escribió Trotsky. No he tenido tiempo para buscarlas, pero me suenan muy familiares: diría que provienen de "Terrorismo y Comunismo" (1920) o de las contribuciones de Trotsky al debate en el Partido Bolchevique en 1920-1, cuando planteó que los sindicatos debían subordinarse estrictamente al estado (un debate en el que, a propósito, Lenin se opuso fuertemente a él, argumentando que los obreros necesitaban sus propias organizaciones para defenderse bajo un estado que, aunque se originaba en los soviets, había desarrollado 'deformaciones burocráticas').
No tengo ninguna intención de defender lo que dice Trotsky en estos pasajes. "Terrorismo y Comunismo" es un libro espantoso. ¿Entonces, cómo puedo considerarme no sólo leninista, sino además trotskista? Porque lo que escribió allí no agota los logros de Trotsky como socialista revolucionario durante más de 40 años. Más específicamente, porque Trotsky murió a manos del estado que él ayudó a crear - y fue simplemente, como millones de otras personas, una víctima descarriada, sino un opositor preclaro sobre una base de principios que incluyeron un esfuerzo serio por descubrir las raíces sociales del stalinismo. Hay mucho en "Lecciones de Octubre", "La Revolución Traicionada", y en los voluminosos escritos políticos de Trotsky - por ejemplo, sobre el ascenso del nacionalsocialismo en Alemania - de lo cual con todo gusto y orgullosamente defendería.
Lo que esto resalta es que lo central para cualquier valoración seria de Trotsky - y de Lenin - tiene que tratarlos como los protagonistas de una tragedia histórica enorme, como líderes políticos cuya lucha por lo que concibieron como un proyecto radicalmente emancipatorio llevó a un resultado profundamente diferente de lo que habían pensado, un resultado que destruyó a Trotsky y que dejó a Lenin en sus meses finales de existencia semi-consciente luchando desesperadamente contra el monstruo que él había ayudado a crear. Esto entonces nos plantea tres preguntas:
(i) ¿Este resultado estaba inscripto en su proyecto político desde el comienzo?
(ii) ¿Fueron las medidas que tomaron las que ayudaron a producir este desenlace - el Terror Rojo, la centralización más general del poder económico y político, la militarización de las relaciones sociales, etc., etc. - dictadas en gran medida, al menos, por las necesidades de resistir a las fuerzas de la contra-revolución en una sociedad en desintegración, predominantemente agraria?
(iii) Aun cuando la respuesta a (ii) fuera 'Sí', ¿Lenin, Trotsky, y otros líderes bolcheviques hicieron de (lo que ellos percibían como) necesidad una virtud, produciendo, como podrían sugerir los pasajes que citas, racionalizaciones teóricas de prácticas que de hecho evolucionaron pragmáticamente en el curso de la consolidación de un régimen revolucionario?
Ahora sé perfectamente bien que no vamos a ponernos de acuerdo en nuestras respuestas a estas preguntas. (Las mías son No para la (i), y Sí para la (ii) y la (iii).) No obstante, está implícito en estas preguntas el problema más general de los papeles respectivos del contexto objetivo y los proyectos subjetivos en la producción de los resultados históricos. Una manera de resumir nuestro desacuerdo sobre el leninismo es que diferimos en el peso relativo que le damos a estos dos elementos en el surgimiento del stalinismo. Tú les concedes más importancia a las intenciones políticas de los bolcheviques, yo a sus circunstancias históricas. Pero también diferimos sobre cómo caracterizar el contexto objetivo.
Para tí el stalinismo representa el triunfo de la clase coordinadora cuya 'agenda' articuló Trotsky en los pasajes que citas. Sociológicamente éste es enormemente implausible. Los bolcheviques eran un partido abrumadoramente obrero en el momento de las revoluciones de 1917; cualquier cosa que digamos sobre la 'revolución stalinista' de los años treinta (yo preferiría llamarla contra-revolución), fue un motor de enorme movilidad social, en tanto que la industrialización y el Gran Terror llevó a centenares de miles de jóvenes obreros y campesinos a posiciones directivas. Por supuesto, una vez que las estructuras burocráticas de poder habían surgido a comienzos de los años '20, poderosos intereses sociales trabajaron para mantenerlos y fortalecerlos. Pero no creo que esto sea suficiente para explicar los enormes trastornos económicos y sociales que sufrió la URSS en los años treinta.
La explicación correcta nos vuelve a llevar a la pregunta de cómo caracterizar al capitalismo. Tú alegas que mi insistencia en describir a las sociedades stalinistas como capitalistas de estado refleja la pobreza teórica del marxismo: sólo tenemos conceptos para el capitalismo y el socialismo. Esto no es verdad, realmente: hay suficiente trabajo teórica e históricamente sofisticado sobre los modos de producción pre-capitalistas. Pero en todo caso el capitalismo, como planteé, tiene dos rasgos definitorios: la separación de la fuerza de trabajo de los medios de producción y la acumulación de capital impulsada por la lucha competitiva entre capitales rivales.
En la URSS de los años treinta tenemos la separación de los productores directos de los medios de producción en una inmensa escala, mientras los campesinos eran expropiados brutalmente y transformados de a millones en trabajadores asalariados en las nuevas industrias. ¿Y qué fue lo que llevó adelante este proceso? Tenemos la respuesta del propio Stalin en un famoso discurso de 1930: la necesidad de alcanzar económicamente a Occidente en diez años construyendo la base industrial para producir las tecnologías militares requeridas para enfrentar a las otras grandes potencias en términos iguales. La competencia - militar, en este caso - impuso la dinámica de la acumulación de capital en la URSS y continuó haciéndolo durante los siguientes 50 años.
Rechazas esta explicación porque, entre otras razones, haces de la propiedad privada y de los mercados competitivos condiciones necesarias de las relaciones económicas capitalistas. Pero entonces tienes el problema de explicar el papel enorme jugado por la competencia geopolítica y el complejo militar-industrial altamente estatizado en el capitalismo occidental - no menor, por supuesto, en los Estados Unidos contemporáneos.
Independientemente de estas discordancias importantes, ambos queremos asegurarnos que no vuelva a surgir nada parecido al stalinismo. Creo que las idas y vueltas de la historia del siglo XX indican que no puede haber ninguna garantía absoluta. Todos lo que podemos hacer es trabajar juntos para construir un movimiento anti-capitalista con bases tan amplias, tan democráticamente autoorganizado, tan poderoso socialmente, tan teóricamente consciente, tan unido globalmente, como sea posible. Esa es la razón por la que los problemas de estrategia que intenté resaltar importan tanto.
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Albert responde a Callinicos 3
por Michael Albert; 17 de diciembre de 2003
Alex,
Acuerdo con que tu partido ha diferido incluso hasta el punto del conflicto violento con otros partidos leninistas. El leninismo no es un sólo fenómeno, por supuesto. Y acuerdo contigo que ninguno de nosotros debe estipular arbitrariamente lo que es el leninismo. Deberíamos ver lo que distingue a los leninistas de otros en la izquierda y también lo que todos los leninistas tienen ampliamente en común.
No creo que "la aplicación rigurosa del principio de la mayoría" cubra ese requisito. Un común denominador más adecuado podría ser la aceptación del análisis marxista, más centralismo democrático, más la lucha por una u otra visión económica socialista.
Acuerdo con que debemos estar de acuerdo en discrepar sobre el leninismo, pero dudo con que la historia vaya a ayudarnos a juzgar si el SWP o cualquier otro partido trotskista evolucionará hacia la defensa del coordinadorismo económico y el autoritarismo político bajo las presiones de una situación revolucionaria porque no creo que ningún partido de esas características llegue jamás a tomar el poder en un país industrializado. En estos países, para obtener el poder será necesario un movimiento multifacético que preste una atención prioritaria a las cuestiones raciales, de género, de clase, y de poder, que sea totalmente anti-autoritario e incluso que construya su propia infraestructura de autogestión antes de conseguir cambios a gran escala.
Tienes razón cuando dices que algunos izquierdistas rechazan la estrategia de ganarse a la mayoría de la población. No obstante, pienso que si el deseo de construir movimientos más grandes es lo que realmente define al leninismo, la mayoría de los anarquistas de la historia entrarían bajo ese paraguas, y ciertamente gente como Kropotkin y Goldman, etc. No creo que decir esto signifique evitar los problemas actuales que enfrenta el movimiento. Por supuesto que tales problemas implican entender la necesidad de ganarse a una amplia mayoría, pero también implican la combinación de la importancia de lo racial, del género y la clase sin subordinar ninguno a los otros, encontrando medios diversos para abarcar lo más ampliamente posbile, encontrando maneras de retener miembros en lugar de que la gente se sume para luego salir, construyendo una infraestructura que no sólo nos sostenga y nos fortalezca, sino que también prefigure y prepare las instituciones para el futuro, prestando atención a problemas singulares sin que esto implique luego orientarse hacia ese único problema, conseguir reformas sin volverse reformista, ser estratégico sin volverse sectario, y oponiéndose al capitalismo sin volverse coordinadoristas. Considerando todo esto, deberíamos preguntarnos si las formulaciones leninistas o trotskistas o incluso marxistas nos hacen más fácil o son un obstáculo para tratar estos problemas.
Aunque sea periférico a nuestro debate, ya que lo planteaste, pienso que el Foro Social Mundial (FSM) no puede tener un programa militante en su conjunto porque abarca demasiados puntos de vista conflictivos. Sin embargo, pienso que el FSM puede y debe ser no sólo un punto de encuentro para el encuentro y el aprendizaje mutuo, sino para aliarse y generar programas compartidos que no son tomados por el conjunto del FSM sino que son objetivos de subconjuntos de esa comunidad.
Estoy de acuerdo con la importancia de ser estratégico pero tengo que decir que hay algo problemático en la manera de los leninistas de ser estratégicos. No quiero trivializar o pintar con un pincel demasiado amplio o indiscriminado, pero a mí los partidos leninistas me evocan imágenes de gente que se la pasa vendiendo periódicos y que no puede ver el desdén absoluto de las personas a las que se acercan, y que lo hacen más allá de toda conexión humana, incluso robóticamente. Lo he visto en todos los grupos marxistas leninistas durante décadas, y por supuesto no simplemente con respecto a los periódicos, sino también con la línea política, etc. Es interesante notar que la mayoría de los miembros de los grupos leninistas también lo ven, cuando observan la práctica de un grupo distinto al propio.
Cuando estuve hablando en Inglaterra me la pasé preguntándome cómo la gente del SWP que encontré intentando venderme su periódico podía estar en la misma organización que tú. Lo digo en serio, y pienso que es algo que hay reflexionar mucho. No son los genes, ni rasgos de personalidad perdurables --se trata de algo que está en la práctica de la base de los partidos leninistas y trotskistas que arrastra a los miembros de la base a este estilo y contenido robótico. Entretanto, otros miembros, más cercanos a la cima del aparato, no tienen el problema robótico, porque cuando el poder se acerca, en vez de esto desarrollan un problema de autoridad.
Pienso que una de nuestras grandes diferencias es que tú quieres ver todo lo que es peor en tu tradición como un producto de Stalin, y como Trotsky se opuso a Stalin, el primero queda redimido. Para mí, no sólo fueron los primeros bolcheviques dirigidos por Lenin y Trotsky, y no Stalin, los que eliminaron los movimientos de base en Rusia, sino que también impusieron una economía y una política que rechazo por ser terriblemente opresiva. Por supuesto que Lenin y Trotsky no pretendían que reinara el stalinismo. Pero cuando ellos se fueron lo que habían dejado era una economía coordinadora y un estado autoritario. Algunas de las citas que transcribí antes son una evidencia. Fácilmente se podrían enumerar más hechos.
Quizás yo tenga un "fetiche" con descargarme contra el leninismo y el trotskismo que hace que no pueda ver la complejidad que los excusa o hace que su conducta sea contextualmente razonable. O quizás tú tengas un "fetiche" al redimir al leninismo y al trotskismo que hace que no puedas ver una complejidad diferente que vuelve horrendas a sus acciones. No podemos resolver eso ahora.
¿Podemos estar de acuerdo, sin embargo, en algunos puntos que hoy nos son relevantes? ¿Podemos estar de acuerdo con que los movimientos y partidos deben ser multi-enfocados, haciendo hincapié en la raza, el género, la clase, y el poder, entendiendo a cada uno en su propio derecho y e interactuando? ¿Podemos estar de acuerdo con que los movimientos no sólo deben incorporar la autogestión para la economía y la sociedad futura, sino también en sus instituciones actuales? ¿Podemos estar de acuerdo con que necesitamos extendernos ampliamente para construir movimientos mayoritarios y también que necesitamos construir movimientos cuyas estructuras, cultura, estilo, división del trabajo, y modos de toma de decisiones congenien y le den poder a quienes están en el nivel más bajo de raza, género, y jerarquías de clase? ¿Y podemos estar de acuerdo con que nuestros movimientos no sólo deben criticar lo que es, sino también ofrecer una visión institucional que manifieste la solidaridad, la justicia, la diversidad, la eficacia, la equidad, y la autogestión? ¿Y, finalmente, podremos quizás también estar de acuerdo con que si la parecon es viable y operativamente apta, cumplirá con tales criterios para la economía?
Dices "una manera de resumir nuestras diferencias sobre el leninismo es que discrepamos en el peso relativo que le damos a estos dos elementos en el surgimiento del stalinismo. Tú [Michael] concedes más importancia a las intenciones políticas de los bolcheviques, yo [Alex] a sus circunstancias históricas". Pero no pienso que el factor importante sean las intenciones sino mas bien pienso que son los compromisos conceptuales e institucionales. Sospecho que la mayoría de los bolcheviques se habrían horrorizado su hubieran podido prever adónde llevaría la destrucción de los soviets.
Las intenciones importan, por supuesto, pero las intenciones surgen en un contexto, y para mí el contexto de los bolcheviques no era sólo el estado de su nación o el mundo - sino también e incluso más las instituciones que el movimiento había adoptado, y las conceptualizaciones que usó. Había muchos en Rusia que tenían agendas bastante diferentes a la de la dirección bolchevique, no sólo los anarquistas y movimientos campesinos, sino muchos activistas de base dentro del propio partido bolchevique --pero la dirección tenía un contexto objetivo muy diferente que los de la base - en gran medida debido a su armazón conceptual y sus roles y condiciones organizativas.
Dices: "Para tí el stalinismo representa el triunfo de la clase coordinadora cuya ' agenda' articuló Trotsky en los pasajes que citas". En ninguna parte dije eso. Yo diría que eres tú, no yo, quien piensa que el problema que estamos discutiendo es el stalinismo. Yo sólo me referí al stalinismo en respuesta. Pienso que el problema que necesitamos entender y evitar es anterior al rol principal de Stalin. Si tomas la Rusia revolucionaria e impone en ella un gobierno parlamentario democrático en lugar de Stalin, aún así me opondría a la economía.
Estoy de acuerdo con que había una escasez real de miembros de la clase coordinadora en Rusia luego de la revolución porque Rusia había tenido un desarrollo insuficiente como para que crecieran a algo así como el 20% de la población. El vacío fue llenado por la burocracia política. En otras palabras, no pienso que el stalinismo sea un fenómeno inducido por un individuo malvado, sino, más bien, es lo que tiende a pasar que cuando creas una economía coordinadora con un estado autoritario de partido único pero no tienes una clase coordinadora para llenar las brechas económicas coordinadoras. El partido dominante entonces asume las posiciones de la clase ausente y sus cuadros por consiguiente no sólo ejecutan la política, sino también la economía.
Aún así, tienes razón que cualquiera sea la etiqueta por la que optemos y como sea que la definamos, si podemos "trabajar juntos para construir un movimiento anti-capitalista (y yo agregaría anti-sexista, anti-racista, y anti-autoritario) que tenga bases lo más amplias posibles, que esté lo más democráticamente autoorganizado, que sea socialmente poderoso, teóricamente autoconsciente, y globalmente unificado como sea posible" entonces la elección entre nuestros puntos de vista estará basada en la experiencia que se despliega y con suerte ambos seremos superados mientras progresa, sin tener en cuenta cuáles opiniones resultan ser más válidas - o aun cuando otras opiniones que nos sean completamente desconocidas se demuestren más válidas.
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Conclusión final
por Alex Callinicos; 25 de diciembre de 2003
Estimado Michael,
1. Resumiendo: Supongo que una de las funciones de estas conclusiones es establecer si vemos que estamos más cerca o más lejos al final de estos intercambios que cuando empezamos. En algunas cuestiones, me siento vindicado en mi primera impresión de que no estamos tan lejos en muchas de las cuestiones más importantes. Por ejemplo, al nivel de los valores. Quizás nuestra mayor diferencia aquí es que pienso que es posible formular (por lo menos en principio - no estoy diciendo que lo haya hecho) una concepción igualitaria totalizadora de la justicia con consecuencias distributivas e institucionales muy específicas. Tú pareces mostrarte escéptico sobre esto, pero no estoy seguro cuánta diferencia práctica puede representar.
También hay otros puntos importantes de acuerdo. Ambos somos revolucionarios que buscamos una alternativa sistémica al capitalismo. Es más, compartimos una visión similar del contenido de esta alternativa como una red autogestiva y descentralizada de consejos de productores y consumidores. Tengo preguntas sobre la forma precisa que debería tomar la planificación participativa, y me da la sensación que has sido algo vago o evasivo en tus respuestas a estas preguntas, pero no pienso que esto sea una gran diferencia. La coordinación económica en una sociedad no mercantil, democrática y moderna implica problemas complejos que necesitan discutirse de manera abierta a otras opiniones con el objetivo de la clarificación mutua. Tal vez tu cautela al responder mis preguntas refleja el temor de que fuera a desechar la Parecon en nombre de algún tipo de economía dirigida centralizada (que tú erróneamente igualas con el socialismo), pero a decir verdad, este no fue para nada mi objetivo.
Desde ya que vivir después del capitalismo va mucho más allá de cómo planificamos la economía. Realmente no hemos discutido sobre la revolución como proceso político. Quizá si tuviéramos más desacuerdos habrían surgido. Como mínimo, necesitamos tener en cuenta que el capitalismo implica un sistema de estados cuya dinámica específica - su centro es la competencia geopolítica - crea grandes costos y peligros para la humanidad. Soy un marxista ortodoxo porque lucho por un mundo sin estados, pero creo que no podemos ignorar al estado mientras exista. Esto significa hacer exigencias a los estados-naciones (o a instituciones inter-estatales como la Unión Europea), y construir movimientos cuyo objetivo inmediato sea asegurar las reformas específicas pero cuya lógica de combate pueda desarrollarse hacia un desafío al sistema. Y - cuando enfrentamos al sistema - necesitamos tener una estrategia para enfrentar al poder coercitivo centralizado del estado y para proteger a la joven sociedad alternativa una vez que hayamos comenzado a derrumbar ese poder en varias partes del mundo. Tango la convicción de que, cuando se la aplica de forma crítica pero abierta, la tradición marxista revolucionaria tiene mucho para ofrecer en todos estos asuntos.
2. Un golpe barato: Al hilar estas preguntas, comencé a plantear aquello que, sin sorprenderme, resultó ser nuestra diferencia más grande: a saber, el leninismo. (A propósito, me refería al centralismo democrático, y no, como sugieres tú, al leninismo, cuando hablaba de 'la aplicación rigurosa del principio de la mayoría'. Estoy bastante conforme con tu definición del leninismo como 'aceptación del análisis marxista, más centralismo democrático, más la lucha por una u otra visión económica socialista'.)
Sé que se supone que no deberíamos replicarnos en estas conclusiones finales, pero no puedo ignorar en este contexto el pasaje siguiente en tu última respuesta:
Cuando estuve hablando en Inglaterra me la pasé preguntándome cómo la gente del SWP [Socialist Workers Party] que encontré intentando venderme su periódico podía estar en la misma organización que tú. Lo digo en serio, y pienso que es algo que hay reflexionar mucho. No son los genes, ni rasgos de personalidad perdurables --se trata de algo que está en la práctica de la base de los partidos leninistas y trotskistas que arrastra a los miembros de la base a este estilo y contenido robótico. Entretanto, otros miembros, más cercanos a la cima del aparato, no tienen el problema robótico, porque cuando el poder se acerca, en vez de esto desarrollan un problema de autoridad.
Pienso que éste es un golpe muy barato. Detrás de él hay un contraste que se ha utilizado para descalificar a las alternativas colectivistas al capitalismo por lo menos desde el 'Gran Inquisidor' de Dostoievsky - entre masas uniformes 'robóticas' e intelectuales que pueden ser más sutiles pero que los mueve un impulso de dominación. Una de las cosas que distinguen a la concepción de comunismo de Marx es que insiste con que una sociedad basada en la solidaridad no tiene necesidad - y por cierto no debe - de suprimir la individualidad. Un partido socialista revolucionario no puede reflejar simplemente la sociedad futura a la que aspira, porque se forma por la lucha contra la sociedad presente. Así y todo, aquellos a quienes llamas 'militantes de base del SWP' no son robots. Son activistas diseminados en lugares de trabajo, vecindarios, universidades y escuelas de Gran Bretaña que se organizan para ayudar a construir una resistencia eficaz al capitalismo.
Recuerdo que uno de los lugares donde hablaste hace unos meses durante este año fue Bristol. Hace unos días, luego de una reunión en Bristol, me quedé charlando con un militante de muchos años del SWP. Trabaja cerca de Gloucester, donde hace algunas semanas hubo una enorme operación policial 'anti-terrorista' contra la comunidad asiática que obligó a la gente que vivía en varias manzanas a dejar sus casas, siendo aprehendido un joven musulmán. El militante del SWP es muy conocido y respetado en el vecindario debido a su trabajo contra el racismo y contra la guerra. Él organizó un enorme acto de protesta, donde asistieron 600 asiáticos - la décima parte de la comunidad local - que hizo que el parlamentario laborista local tuviera que asistir y atrajo la cobertura de los medios de comunicación nacionales.
Este militante particular del SWP no es una excepción - hay miles más como él por toda Gran Bretaña. Las grandes manifestaciones anti-guerra en Londres este año - inmortalizadas en todas esas fotografías de grupos grandes de personas que sostenían pancartas y estandartes - no ocurrieron de la noche a la mañana. Tuvieron que ser organizadas por los activistas locales de todo el país. Los militantes del SWP son sólo una minoría entre estos activistas, pero la mayoría de la gente involucrada en el movimiento anti-guerra en Gran Bretaña reconocería que hemos jugado un papel importante. Esto refleja el impacto concentrado que pueden tener los rasgos que precisamente enumeras - el análisis marxista, la organización centralista democrática y la visión socialista. La venta de nuestro periódico semanal Socialist Worker es parte del mismo proceso. Nos organiza para entablar un diálogo político regular con las personas con las que nos encontramos en nuestras actividades. Seguramente que puede hacerse mal, incluso robóticamente (a mí por cierto me sale muy mal), pero el desprecio que muestras por los vendedores de periódicos socialistas habla más de tí que de ellos.
Por supuesto que una organización socialista revolucionaria tiene sus patologías - hostilidades sectarias, autoritarismo mezquino, cacería de herejes - y no pretendo decir que el SWP nunca las haya tenido. ¿Pero son exclusivas de los leninistas? De mi observación - admito que a larga distancia - del movimiento anarquista, he visto bastante como para sospechar que éstas y otras cualidades también las encontraremos allí. No creo que esto sea sorprendente. Si lees a Christopher Hill sobre lo que pasó con los revolucionarios puritanos del siglo XVII, en particular después de la restauración de los Estuardos, encontrarás modelos de conducta muy similares. Me parece que son un rasgo particular de los movimientos revolucionarios que aspiran a cambiar el mundo cuando son marginados y reducidos a la irrelevancia política.
Desde Seattle nos hemos encontrado en condiciones donde las ideas radicales empiezan a conectarse con movimientos reales. Es un desafío para todos los revolucionarios - no sólo los leninistas - desaprender los malos hábitos que desarrollamos cuando los tiempos eran más duros y comprometernos con una nueva generación que se siente arrastrada a resistir al capitalismo. Pero la presencia de supervivencias de estos modelos heredados del pasado no puede usarse como prueba contundente de que un tipo particular de revolucionarios no puede comprometerse con el movimiento - sobre todo cuando es manifiesto que nos estamos comprometiendo.
3. Evitar el desastre
Por supuesto que en todas las discusiones sobre el leninismo está implícita la cuestión del stalinismo. A tí no te gusta ponerlo en estos términos. No nos peleemos por palabras: el problema es cómo evitar que una revolución dirigida inicialmente por un impulso autoemancipatorio desde abajo se convierta en una monstruosidad tiránica. Según lo entiendo, tu argumento es que el capitalismo tiene una estructura de clase tricotómica - los capitalistas, los obreros, y los coordinadores - y que por consiguiente 'hay dos tipos de economía pos-capitalista'; en vez de que los trabajadores tomen el control, pueden hacerlo los coordinadores, poniéndose a la cabeza de un movimiento de masas cuya mayoría está buscando una liberación más auténtica.
Aquí nuestro debate me ha enseñado algo. Ahora entiendo mejor por qué pones semejante énfasis en los complejos de trabajo equilibrados. Había pensado en ellos como una idea interesante para reconciliar la necesidad de toda economía moderna de especialización compleja con la auto-realización individual y para resolver al mismo tiempo la eterna tarea de quién haría el trabajo menos deseable en una sociedad emancipada. Ahora veo más claramente que antes, que los complejos de trabajo equilibrados, al realizar todas estas funciones, están pensados para impedir que se constituya una clase de coordinadores privilegiados que usurpe los consejos de autogobierno.
Ahora veo lo atractivo de un dispositivo así, pero pienso que es importante subrayar que (y creo que en esto estarías de acuerdo) por sí sólo no evitaría el triunfo de una nueva clase gobernante. Lo esencial para la estabilización y expansión de una sociedad autogestionada (lo que yo llamo 'socialismo') serían otros dos factores; (i) hasta qué punto el contexto material - que en última instancia sólo podría ser global - facilita la consolidación de una democracia consejista; y (ii) en qué medida los consejos se desarrollan, desde instrumentos de lucha hasta instituciones de autogobierno. Economía, política, geopolítica - todo esto sería decisivo para determinar si la nueva sociedad echa raíces; estos mismos elementos también fueron decisivos para establecer el destino de las revoluciones anteriores.
Supongo que mientras más podamos extender la democracia consejista a escala global, será más fácil hacer que la nueva sociedad funcione. No me cabe ninguna duda que necesitaremos dispositivos institucionales como los complejos de trabajo equilibrados pero no veo que puedan jugar el papel decisivo para evitar una regresión a la dominación de clase. Indudablemente que esto refleja nuestras diferencias teóricas - no veo que los coordinadores sean una clase coherente con un lugar en las relaciones de producción comparable al del capital y el trabajo: es más, si un grupo de coordinadores lograra tomar el poder, entonces el registro histórico nos sugiere que lo que ellos dirigirán no será una nueva forma de sociedad de clase sino otra versión del capitalismo. Pero no estoy diciendo nada de esto con un espíritu de complacencia. El siglo XX nos ha mostrado el tipo de monstruosidades que pueden albergar hasta las luchas más idealistas. ¿Quién sabe qué nuevos horrores pueden producir en el futuro la combinación de circunstancias desfavorables y errores subjetivos? Esta es la razón por la cual los debates como estos importan - no sólo para entendernos mejor, sino para producir mejor teoría y estrategia que podemos utilizar para evitar repetir los desastres del pasado.
4 Marchar y discutir juntos: Hace unos meses participé en un debate con un miembro de los dissobedienti del sur de Italia. Él tenía una forma muy buena de describir este tipo de debates. Decía que mientras marchamos en la misma dirección también debemos discutir para aprender del otro. Pienso que esto es exactamente lo que hemos estado haciendo. Compartimos los mismos enemigos, y perseguimos las mismas metas. Tenemos desacuerdos bastante grandes sobre la historia, la teoría, y la estrategia. Estas diferencias son importantes porque juegan un papel importante en la formulación de cómo resolvemos prácticamente los problemas políticos que enfrentamos. Pero hay bastante acuerdo al nivel de la visión e incluso de la estrategia para continuar marchando juntos - para que sea productivo continuar la cooperación, sin evitar nuestros desacuerdos pero sin hacer de ellos una barrera para la cooperación, y mantenernos abiertos a las sorpresas que la historia sin ninguna duda nos tiene reservados a todos nosotros.
Con los mejores deseos para el Año Nuevo,
Alex
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