Movimiento Obrero
Movimiento obrero: el deshielo está comenzando
Autor:
Chris Harman
Fecha:
10/10/2004
Traductor:
Guillermo Crux, especial para PI
Fuente:
Socialist Review, Gran Bretaña
Los movimientos anti-capitalista y anti-guerra de los últimos cinco años muestran enormes similitudes con los movimientos de finales de los '60 y comienzos de los '70. Pero hay, hasta ahora, una diferencia en particular que es bastante grande.
Los años 1968-74 fueron testigos de un gran aumento en el nivel de lucha industrial en muchos países. Esta vez, hasta ahora no ha habido nada a esa escala, más allá de las grandes huelgas generales de 24 hs. en varios países (aunque, desgraciadamente, todavía no en Gran Bretaña). La ola de manifestaciones y huelgas entre los maestros franceses en el verano del último año han sido la excepción, no la regla.
Como resultado, a menudo los activistas sindicales se desmoralizan. Todo el ajetreo que experimentan en las grandes manifestaciones puede dar paso a la depresión cuando vuelven a sus trabajos el lunes por la mañana. Muchos líderes sindicales concluyen que hay que abandonar las luchas, o por lo menos posponerlas, mientras se congracian con los políticos esperando conseguir algunos derechos obreros más. Es un forma de encarar las cosas que carece de perspectiva histórica y de toda comprensión real de cómo opera el capitalismo.
El neoliberalismo no es algo completamente nuevo. Es una resurrección de algo muy viejo - la ortodoxia capitalista pre-1930 de la economía del 'laissez faire' (que recibió el nombre de 'liberalismo' en la mayor parte de Europa continental). No había ningún lugar en él para los derechos de los trabajadores - que no existieron en Gran Bretaña hasta los años sesenta. Aún así, esto no detuvo las oleadas recurrentes, y a veces enormes, de lucha industrial. De hecho, cuando se concedieron tales derechos, por lo general era luego de una ola de activismo que preocupaba a la clase dominante. Eran el quid pro quo que conseguía la burocracia sindical para disolver ese activismo.
Cuando la acumulación capitalista se acelera, los trabajadores se concentran en establecimientos cada vez más grandes, descubren que los intereses de los patrones se oponen a los suyos y son capaces de sacar provecho de la necesidad de su trabajo para construir así la fuerza sindical.
Pero la acumulación de capital nunca ocurre pacíficamente. Está marcada por las crisis económicas en las que ciertas industrias antiguamente establecidas de repente se ven socavadas por la emergencia de nuevas. Hay una restructuración de la clase obrera junto a la restructuración de la producción. Los patrones se aprovechan de los cierres, los despidos y el miedo al desempleo para lanzar ofensivas contra las condiciones de los trabajadores y sus organizaciones.
Así que los período de auge de la fuerza sindical pueden estar seguidos por períodos de duras batallas defensivas. Así eran las cosas en Gran Bretaña en las décadas de 1890, de 1920 y de nuevo en la de 1980. Si los trabajadores pierden esas batalla, entonces les siguen largos períodos de retirada y desmoralización. En medio de la desmoralización, los líderes sindicales intentan defender sus organizaciones (y su posición privilegiada dentro de ellas) predicando políticas de colaboración de clases y 'sociedad', mientras los formadores de opinión hablan de la 'desindustrialización', el fin de la fuerza de los sindicatos, incluso el fin de la clase obrera.
Y sin embargo, la reestructuración de parte del empleo no es la destrucción de todo los empleos. Las empresas que han despedido gente durante una recesión pueden tomar nuevo personal con la recuperación económica. Los cierres de algunas industrias son acompañados casi siempre por la expansión de otras. E incluso industrias donde el empleo es más bajo que antes puede volverse más importantes - y sus trabajadores potencialmente más poderosos - como resultado de una restructuración más amplia.
Pero eventualmente los trabajadores de industrias de extensión o importancia reciente dejan su huella. A veces esto ocurre despacio, como durante el crecimiento de la fuerza de los delegados de base en la industria mecánica por más de tres décadas desde mediados de la década de 1930. Lo más frecuente es que la bronca creciente entre los obreros, viejos y nuevos por igual, pase desapercibida hasta que de repente explota.
Tal vez no hayamos visto todavía una recuperación generalizada de la lucha. Pero hay ejemplos individuales, aún aislados, que muestran cómo puede ocurrir el cambio. Así, en Gran Bretaña hubo una nueva confianza en su capacidad de luchar entre los trabajadores de los subterráneos y los postales. Y en el verano del año pasado un grupo sin registro anterior de lucha, el personal de registro del aeropuerto de Heathrow, de repente descubrió su fuerza haciendo huelgas extraoficiales.
Mientras escribo esto, el Financial Times informa que 'los sindicatos en Brasil han lanzado una ola de huelgas mientras la economía del país continúa su recuperación más fuerte en años'. Las huelgas tienen lugar en los bancos, las industrias químicas y metalúrgicas, y una de las aerolíneas.
Un ejemplo de Italia muestra muy dramáticamente cómo pueden cambiar las cosas de repente. El sitio de internet pro-patronal de Eironline nos dice: 'Durante abril-mayo de 2004, las huelgas de los trabajadores en la planta de Fiat en Melfi, sur de Italia, paralizó todas las plantas de la compañía de automóviles negando la entrega de componentes del complejo fabril de Melfi. La protesta no fue promovida por todos los sindicatos. La protesta llevó al bloqueo de los portones de la fábrica por los huelguistas para evitar la entrada de trabajadores y vehículos... La policía, bajo órdenes del Ministerio del Interior, cargó contra los bloqueos de los huelguistas... La presión para que intervenga el gobierno en la disputa transformó la protesta de Melfi en un problema de importancia nacional... Sólo después de la intervención directa del directorio de la empresa y de los secretarios generales de las tres principales confederaciones sindicales se levantó el bloqueo y se abrieron las negociaciones.'
El 'proyecto Melfi' intentaba ser una vidriera de cómo imponer nuevas y más duras condiciones en toda la Fiat. Los obreros del complejo tenían 'niveles salariales considerablemente más bajos que los de las otras plantas del grupo, y turnos de trabajo que permitían el uso de equipos de cronometraje durante seis días a la semana' - y todo esto sin resistencia por parte de las grandes federaciones sindicales. Y así su fábrica de los sueños explotó en la cara de la compañía.
Se pueden extraer tres lecciones simples de esto. Primero, no importa cuán débiles hayan sido sus tradiciones pasadas, un grupo de obreros puede ser arrastrado a la lucha por la dinámica del propio capitalismo. Segundo, la forma de ganar es no esperar leyes que concedan más derechos, sino golpear a los patrones tan duro como sea posible. Y tercero, cuando los obreros hacen eso, lo que ocurre tiene consecuencias políticas.
El ejemplo de Melfi todavía no es, desgraciadamente, el modelo general en Italia, Brasil o Gran Bretaña. Tres golondrinas no hacen un verano. Pero por lo general indican que el invierno se terminó y que la hibernación es una conducta impropia.
chrish@socialistreview.org.uk
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