Teoría, Cultura y Género

Para una historia de la IV Internacional. La orientación del III Congreso (1951)

 

Autor: Livio Maitan

Fecha: 25/11/2004

Traductor: Rossana Cortez, especial para PI

Fuente: Inprecor


Reproducimos aquí un extracto de la obra inédita de Livio Maitan (1923 - 2004), "Conquistas y contradicciones de una corriente revolucionaria. Para una historia de la IV Internacional". Traducido del italiano por Yvan Jossen.

II. El entrismo

Una mañana de febrero de 1952, de buen humor, bajaba del tren de París en la estación de La Ciotat. Con otros pasajeros que tenían el mismo destino, compartía la agradable sensación del que había abandonado una capital fría y desapacible, y descubría la primavera precoz de la Costa Azul. Aprovechaba de mis raros momentos de libertad para pasearme a lo largo de los muelles, adonde llegaban grandes barcos pesqueros.
La reunión que me esperaba - la primera sesión de la instancia de dirección desde el congreso del mes de agosto precedente - se desarrollaba a algunos kilómetros de allí, en una villa hospitalaria puesta a nuestra disposición por el historiador Daniel Guérin, con el que Pablo [Michel Raptis] y su compañera Hélène mantenían una especial relación amistosa. Algunos de nosotros nos quedaríamos algunos días más, para participar en lo que se llamaba "escuela de cuadros" y que hoy se llama más bien "seminario de formación" (1).
Es en esta ocasión que un informe de Pablo, hecho en nombre del Secretariado, dará una forma más sistemática a la orientación denominada entrista, que inspirará por un largo período la actividad de muchas secciones, sobre todo en Europa occidental, pero también en otros continentes. Acerca del término "entrismo", que entrará enseguida al mismo nivel en la terminología política, podemos invocar el copyright del mismo, debido a que es nuestro movimiento quien lo utilizó por primera vez en los años treinta, cuando la organización francesa había decidido entrar en el Partido Socialista (2).
Desde antes del [II] Congreso Mundial de 1948, la dirección internacional y una minoría de militantes británicos también habían avanzado en la perspectiva de un entrismo en el Partido Laborista. Esta orientación estaba dictada por la especificidad del movimiento obrero británico, en el que incluso las organizaciones sindicales estaban integradas en el marco común laborista. La idea de una participación de los comunistas británicos en el Partido Laborista había sido considerada en un tiempo por el mismo Lenin (3). Por lo tanto, para nosotros se trataba de sacar todas las consecuencias, tanto del análisis de la situación mundial a comienzos de los años cincuenta como del balance de los intentos de construir organizaciones revolucionarias independientes, en particular en algunos países europeos. En otros términos, habíamos arrivado a una evaluación más realista de las relaciones de fuerzas y a la formulación de una perspectiva según la que, por todo un período, las masas obreras y populares tenderían a reagruparse alrededor de las organizaciones tradicionales quienes, por su solidez, les parecían los instrumentos de lucha más válidos. Un informe que hice en el verano de 1955 era claro en la materia:

"En la situación [de la inmediata posguerra], se hubiera podido pensar no sin fundamento que la vanguardia revolucionaria adoptaría una actitud análoga a la de Lenin en los años 1919 - 1920. Teniendo en cuenta la imperiosa necesidad de una lucha sin merced contra los oportunistas - principales obstáculos en el camino de la victoria del proletariado - y de la inminencia del plazo revolucionario, la vanguardia revolucionaria tendría que presentarse desde el principio como un polo de atracción política y organizativamente independiente, de manera de ganar la mayoría de la clase y guiar el movimiento en su conjunto en los combates de la revolución. La Cuarta Internacional, en la inmediata posguerra, ha pensado que las cosas se presentarían de esta manera en muchos países,y, al menos en lo que concierne a los partidos stalinistas, hechos como la secesión yugoslava parecían confirmar esta concepción (...) Pero se puede decir que las cosas no se desarrollaron así, según un esquema clásico. Paralelamente a la influencia persistente de las direcciones tradicionales - que aprovecharon, en una primera fase, el ascenso revolucionario - se debe constatar, tercera característica de la situación de posguerra , la extrema debilidad de las fuerzas organizadas por la vanguardia revolucionaria. Esta vanguardia, salvo en casos excepcionales, en este período no pudo contar con este mínimo de fuerzas que habría sido necesario para poder aplicar de manera eficaz una concepción del tipo de la defendida por Lenin en los primeros años de la Internacional Comunista (...) Así, después de una experiencia de algunos años, se llegó a comprender claramente que el problema de la superación de los partidos tradicionales, de la integración de las vanguardias a las masas y de la conquista de la mayor parte del proletariado, no podía ser resuelto oponiéndose a los partidos tradicionales de las organizaciones revolucionarias independientes, muy débiles numéricamente. La experiencia inglesa ha representado el primer paso. El balance del trabajo en Italia y en Francia y, más tarde en Alemania, ha hecho el resto".

En el [III] Congreso [Mundial] de 1951, además de Gran Bretaña, una orientación entrista fue adelantada para los países con influencia socialdemócrata dominante, sobre todo Bélgica y Austria y, fuera de Europa, el Japón. Por otra parte, se había entablado una batalla para construir una tendencia revolucionaria en el Partido Comunista yugoslavo y un trabajo en las organizaciones de masas bajo la influencia de los partidos comunistas en China y Vietnam. Pero en febrero de 1952 se sistematizará esta orientación, extendiéndola a países como Francia e Italia, en donde existían partidos comunistas con una profunda raigambre social, un peso institucional consecuente y una fuerte influencia ideológica y cultural (4). La fórmula utilizada en estos casos no era la del entrismo a secas, sino la de "entrismo sui generis". El objetivo de esta precisión era no solamente evitar uan posible identificación con las experiencias de los años treinta, sino también destacar la exigencia que se conserve una actividad independiente, incluso con los núcleos reducidos. Considerábamos de hecho que era esencial seguir expresando el conjunto de las concepciones del marxismo revolucionario, los análisis coyunturales y globales indispensables para la formación y la orientación, y asegurar una visibilidad de la organización internacional. En el marco de una actividad en los partidos socialdemócratas, estas exigencias se podían satisfacer en principio, gracias a la actividad de reagrupamientos, tendencias e incluso fracciones, y a la publicación de periódicos, revistas y libros. Dado su régimen interno, nada de esto era posible en los partidos stalinistas, de allí la necesidad de una actividad externa, precisamente independiente.

El marco de la actividad del movimiento trotskista en el curso de este período sería incompleto si uno no se refiriese más que al entrismo en la socialdemocracia y en los partidos comunistas. De hecho, nuestra actividad se consideraba como esencialmente independiente para todos los países en los que la existencia de otra dirección, reformista o stalinista, no esté anclada sólidamente en las masas. No se trataba de casos excepcionales, de experiencias marginales. Basta pensar que esta orientación estaba prevista para Estados Unidos, Bolivia, otros países latinoamericanos y algunos países asiáticos como India y Ceilán, y que implicaba de hecho a las organizaciones más importantes de la Internacional en esa época.

Las orientaciones entristas dieron varias veces lugar a vivas polémicas seguidas de escisiones. La conexión entre la adopción del entrismo y la perspectiva de una guerra a breve plazo había sido muy criticada. Esta conexión pudo empujar a precipitar el momento del giro, con grandes consecuencias en el plano organizativo, por ejemplo en el caso francés, consecuencias que aparecerán a posteriori, al menos evitables en parte.

Unos años más tarde, se pudo constatar que la hipótesis más específica de una radicalización de los partidos comunistas, como el PCF y el PCI no se había concretado, salvo de manera episódica. Estos dos partidos, más allá de todas sus diferencias, muy netas ya en esa época, se integraban siempre más a las instituciones, asumiendo de hecho un rol reformista análogo al de los socialdemócratas en los períodos anteriores. Pero, después de todo, el problema de los plazos no era esencial. Lo esencial había sido comprender sin una excesiva demora que las organizaciones tradicionales, en los años de posguerra, tenían nuevamente profundas raíces en la clase obrera, y que era imposible rodearlas. La hipótesis de rupturas de sectores enteros de las organizaciones mayoritarias tampoco se había concretado en las formas consideradas entonces. Ocurrió que procesos desgarradores se produjeron en los partidos comunistas a partir de fines de los años cincuenta y que las diferenciaciones afectaron a la socialdemocracia. Quien más es, una gran parte de aquellos que, a partir de los años 1966 - 1967 asumirán roles de primer plano en la formación y la dirección de nuevos movimientos y nuevas organizaciones como expresión de una nueva radicalización estudiantil y obrera, habían comenzado su actividad militando en los partidos socialdemócratas o comunistas o en organizaciones ligadas a ellos.

En conclusión - e incluso si el curso de los acontecimientos fue, en muchos aspectos, muy diferente del que habíamos considerado -, el entrismo nos permitió tener una idea más directa y más clara de la dialéctica interna del movimiento obrero; razón por la cual los trabajadores más politizados estaban ligados a sus organizaciones, a pesar de las oscilaciones, los retrocesos y las verdaderas capitulaciones de las que fueron responsables; de la persistencia de este apego durante décadas, y, gracias a esta comprensión, evitar, a pesar de las recurrentes derivas, los flagelos del sectarismo y de la autoproclamación.

NOTAS:

1- Excepto los que hacían los informes, había veintidós militantes, la mayoría obreros de diez nacionalidades diferentes.

2- La analogía entre el entrismo de los años treinta y el entrismo de los años cincuenta solo es relativa. En el primer caso, se trataba de una perspectiva de corta duración y la experiencia piloto francesa duró poco tiempo.

3- Sobre el entrismo en Gran Bretaña, ver el informe de actividades del II Congreso Mundial (Quatrième Internationale de marzo - mayo de 1948); sobre la posición de Lenin, ver: Ultraizquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, en Obras escogidas en tres volúmenes, Moscú, 1968. Vol. III, p. 345.

4- Sobre la problemática del entrismo, ver el informe de febrero de 1952 (aprobado por 12 votos a favor, ningún voto en contra, 2 abstenciones, la de Bleibtreu, de la mayoría francesa y la de Buchbinder, de la sección suiza) en Quatrième Internationale de febrero - abril de 1952; mi propio informe al IV Congreso Mundial, con el seudónimo de Claudio Giuliani, Boletín interno, septiembre de 1954, también mi informe a una escuela de formación en Alemania durante el verano de 1955, Quatrième Internationale, edición belga, y Livio Maitan, "La Costruzione del Partito Rivoluzionario" Nouve Edizioni Internazionali, 1967.

NOTA DE PI:

Livio Maitan fue uno de los jóvenes dirigentes de la Cuarta Internacional, que junto con Ernest Mandel y Michel Pablo, entre otros, se hicieron cargo de su dirección tras la Segunda Guerra Mundial. En 1951, con motivo del III Congreso Mundial, que aquí se relata, la Cuarta Internacional se divide entre el Secretariado Internacional y el Comité Internacional, pasando Livio Maitan a formar parte del primero. En 1963, pasa a formar parte del "Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional", donde se reunifican la mayoría de las fuerzas que se reivindican del trotskismo en todo el mundo, y que luego de sucesivas rupturas será el nombre con el que se identificará a la corriente orientada e inspirada por Ernest Mandel (1923 - 1995). En Italia será uno de los fundadores de Refundación Comunista en 1992, y dirigente de su tendencia interna "Bandiera Rossa".


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