Movimiento Obrero

En China, los trabajadores se están volviendo duros

 

Autor: Edward Cody

Fecha: 27/11/2004

Traductor: David Lewin. Especial para P.I.

Fuente: Washington Post


Dongguan, China. Encabezadas por una serie sin precedentes de huelgas, las primeras evidencias del descontento han surgido entre los millones de migrantes jóvenes que suministran los aparentemente incansables trabajadores para la vasta expansión de las fábricas en el floreciente delta del Río Pearl en China.
Las señales de trabajadores chinos más decididos han sacudido a los propietarios extranjeros y chinos, quienes durante las dos últimas décadas han producido en serie de todo, desde zapatillas Nike a muñecas con costos de producción imbatiblemente bajos. Algunos han concluido que la época en que los aldeanos chinos que migraban aceptaban cualquier trabajo que pudieran conseguir podría estar llegando a su fin, planteando dudas acerca del futuro de China como la reserva mundial de mano de obra barata.

“Un dólar, dos dólares, solía suceder que no les importaba”, dijo Tom Stackpole, originario de Massachusetts, director de control de calidad en esta ciudad para Skechers USA Inc., dedicada a la manufactura de zapatos en el sudeste de China desde hace más de una década. “Eso se terminó”
Stella International Ltd., una fábrica de zapatos taiwanesa que emplea a 42.000 trabajadores de los alrededores de Dongguan, enfrentó huelgas esta primavera que terminaron en violencia. En un momento, más de 500 trabajadores se volvieron locos y saquearon las instalaciones e hirieron severamente a ejecutivos de la empresa, llevando a cientos de policías a entrar a la fábrica y rodear a los cabecillas.
“Nunca tuvimos algo así antes”, dijo Jack Chiango, ejecutivo en jefe de Stella.
Chiang sugirió que muchos factores contribuyeron al cambio de actitud. Por un lado, reconoció que los salarios en las líneas de ensamblaje no han crecido en los últimos años tan rápido como el costo de vida. Por el otro lado, minoristas estadounidenses que compran los zapatos producidos en Dongguan han demandado mejores tratamientos y asesoría en derechos humanos para los trabajadores, alentándolos a ponerse en pie de guerra y demandar cambios.
Finalmente, Chiang añadió que más amplias libertades generales en el país han reducido el tradicional miedo popular a la autoridad, y no sólo entre los trabajadores fabriles. Las protestas de granjeros y otros, muchas de ellas violentas, han ocurrido con creciente frecuencia a lo largo del país en los meses recientes.
La creciente capacidad de imposición de los trabajadores ha planteado un particular problema político al gobernante Partido Comunista, el cual ideológicamente debería encabezar las luchas de los trabajadores pobres contra los patrones capitalistas. Pero los gobernantes locales se han vuelto accionistas en la mayoría de esas fábricas, llevando a los oficiales del lado de las direcciones en las relaciones laborales.
“El gobierno es el patrón mayoritario en la región”, dijo Liu Kaimingo, un analista laboral y director del Instituto de Observación Contemporánea en las cercanías de Shenzhen.
Aparentemente deseosos de mostrar solidaridad con los trabajadores en lucha, la Federación de Sindicatos de Todas las Chinas (bajo control gubernamental), el único sindicato legal en el país, recientemente recordó que la ley requiere de las compañías extranjeras y chinas para aceptar federaciones por rama industrial donde los trabajadores lo pidan. La federación oficialista anunció el martes que Wal Mart, el gigante estadounidense, había acordado permitir los sindicatos en sus fábricas en China.
Pero los propietarios y los trabajadores en la creciente zona del Río Pearl dicen que el sindicato oficial hace poco por representar a los trabajadores, aun en los raros casos en que los sindicatos por industria están formados, ya que es un producto de los gobiernos locales que son dueños o se basan en las empresas. En una fábrica, comentaba Liu, la cabeza del sindicato era a la vez un ejecutivo de la dirección y un oficial de alto rango del gobierno local.
Aun cuando no poseen las compañías directamente, los gobiernos locales tienen muchos intereses en preservar el rol del Delta del Río Pearl como un imán para los Estados Unidos, Japón y otras firmas en busca de trabajadores baratos que no estén dirigidos por sindicatos. Las compañías extranjeras han invertido más de U$S 50.000 millones en la región en los últimos cinco años, contribuyendo a un crecimiento de la economía local de un 14 por ciento, comparado con un 9 por ciento de las compañías nacionales.
El resultado ha sido una casi total falta de representación para millones de trabajadores, la mayoría mujeres de entre 18 y 22 años, quienes trabajan en líneas de ensamblaje por más de 60 horas a la semana por salarios que suman un total de casi 120 dólares al mes. De acuerdo a la práctica común, la mayoría vive en las fábricas en dormitorios provistos por la empresa y comen en las cafeterías de las compañías –a cambio de un tercio de su salario. Algunos aldeanos, descontentos con tan escasos beneficios, han vuelto a sus hogares, y los directores de las fábricas se han encontrado con que por primera vez, están escasos de trabajadores. Aunque los reemplazos aun son abundantes en la mayoría de las áreas, dicen, los trabajadores más buscados –mujeres jóvenes con altos niveles de educación- se han vuelto difíciles de hallar en los meses recientes, particularmente en la industria del calzado de Dongguan.
Negociaciones con trabajadores de las plantas fuera de Dongguan revelaron un sentimiento de frustración con respecto a no tener un lugar a dónde recurrir con las quejas acerca jornadas demasiado largas, niveles de salarios o la calidad de la comida. Las negociaciones –cautelosas, debido al miedo de los trabajadores a una retaliación- también demostraron que hay pocas esperanzas de que la situación mejores porque, desde su punto de vista, las direcciones disfrutan de un poder sin límites.
“No hay mucha comunicación entre los puestos jerárquicos y los trabajadores”, dijo Mao Wei, de 20 años, quien llegó a Dongguan hace un año, procedente de la provincia de Shaanxi para trabajar en una de las numerosas fábricas de zapatos de la región. Mao dijo que los trabajadores tienen poco contacto con cualquiera por encima de sus supervisores de línea, quienes no están en posición de reclamar por aumentos de salarios.
“La mayoría de los trabajadores inmigrantes han tenido que dejar de lado sus derechos para mantener sus trabajos”, dijo otro trabajador de 20 años. “Pero para ser francos, no estamos acá por los derechos. Estamos acá por dinero. Tengo que enviar dinero todos los meses para sostener a mi familia”
Sin canales de comunicación entre las líneas de ensamblaje y las oficinas de los gerentes, la única válvula de escape para la insatisfacción de los trabajadores han sido las renuncias y las confrontaciones. De acuerdo a Stackpole la industria del calzado de Dongguan se ha enfrentado a 10 o 12 renuncias masivas a lo largo del año pasado, algo de lo que no había escuchado durante su larga experiencia en la región.
“Tal como nos llega a nosotros, ellos sólo quieren alguien que los escuche”, añadió.
Las medidas estuvieron organizadas pero no por grupos o comités permanentes de trabajadores, dijo Stackpole, y la mayoría fueron resueltos sin violencia dentro de pocas horas. De cualquier modo, señalaron que la docilidad entre los trabajadores inmigrantes chinos ya no puede ser tomada por seguro.
En los últimos disturbios, cerca de 1000 trabajadores participaron de los paros el 7de noviembre en la fábrica Shanlin Tecnology cerca de Guangzhou, reclamando más paga para las horas extras y más días francos, de acuerdo con la agencia de noticias gubernamental Nueva China. Los trabajadores retornaron a la línea de ensamblaje un día después de que les fuera asegurado que las extras serían incrementadas de 12 a 36 centavos la hora y que obtendrían dos días libres al mes.
Chiang dijo que la primera de las dos huelgas de su fábrica explotaron en marzo por quejas acerca de la comida en la cafetería de la fábrica y por un error en el monto de los salarios destinados para las vacaciones durante el año Nuevo Chino. La segunda, que provocó disturbios y heridos, ocurrió un mes después, alentada por los agentes locales de empleo, quienes solían ganar comisiones por los puestos de trabajo pero habían sido reemplazados por una oficina de empleo de la compañía, dijo.

“Tenía mi cabeza puesta en cómo hacer zapatos lindos”, explicó en una entrevista. “No le estaba prestando mucha atención al departamento de recursos humanos”.
La policía arrestó a 10 trabajadores este verano después de las investigaciones que siguieron a dos huelgas. Cinco fueron sentenciados hace poco a prisión, y el resto espera sentencia. Stella ha ofrecido pagar un apoyo a sus familias y anunció que secundará los esfuerzos desde su abogado de Beijing, Gao Zhisheng, para presentar una apelación.
En el juicio a uno de los trabajadores, Chen Nanliu, Gao concedió que lo que sucedió en las fábricas de Stella fue “inapropiado”. Pero culpó de la explosión a las “claras y opresivas causas sociales, dado el hecho de que nuestra sociedad actual permite y alienta, las más desnudas formas de injusticia social”.
En un provocador alegato en la corte, Gao comparó a los trabajadores de Dongguan con los trabajadores de la China pre comunista, quienes eran víctimas de la explotación capitalista bajo los Estados Unidos, apoyados por el gobierno nacionalista hasta que Mao Zedong triunfó en 1949.
“Lo que distingue la presente situación, de todas formas, es que en esos días el Partido Comunista estaba del lado de los trabajadores en su lucha contra la explotación capitalista”, añadió, “mientras que hoy el Partido Comunista está luchando hombro a hombro junto a los capitalistas de sangre fría en su batalla contra los trabajadores”.
En las fábricas, los trabajadores han hecho circular copias del discurso de Gao para ser leídas en los dormitorios, de acuerdo a Robin Munro, un activista del Boletín de los Trabajadores, con sede en Hong Kong.
La dirección de Stella, en tanto, ha organizado un “correo administrativo” donde los obreros pueden dejar sus quejas por escrito. Han impulsado una revista para que los trabajadores puedan expresarse y alentó nuevos comités obreros, los cuales, de acuerdo a Chiang, pueden entrevistarse con los directivos para plantear las preocupaciones de los obreros.
“De ninguna manera hubiéramos hecho esto hace un año atrás”, dijo. Irónicamente, las fábricas de Stella han ganado reputación entre los obreros locales como uno de los mejores lugares para encontrar trabajo. Con jardines cuidados y edificios bien mantenidos donde los jóvenes pueden caminar con remeras con colores código que denotan sus tareas, los complejos de Stella recuerdan de alguna manera a los campus de las universidades chinas. “Muchos trabajadores quieren encontrar trabajo aquí”, dijo Chen Hua, de 27 años, un nativo de la provincia de Anhui, quien declaró en una entrevista frente a una de las plantas de Stella. “La competencia es alentadora”.


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