Brasil
Gobierno de Lula: con sus medidas se enfrenta a los trabajadores
Autor:
Editorial
Fecha:
17/8/2003
Traductor:
Isabel, especial para P.I.
Fuente:
Palavra Operaria N° 4
En el corto período de siete meses del gobierno Lula, una profunda crisis social atraviesa al país, crisis que se expresa en medio millón de desocupados generados por las propias medidas antipopulares del gobierno que se suman a los millones de desocupados que hace mucho tiempo perdieron su fuente de trabajo, en la brutal caída del salario real que alcanza el nivel de 14,7% en el mismo período, en la carestía de la vida que sigue la misma dinámica creciente y en la miseria que sigue golpeando al pueblo pobre que sigue aglomerándose en las grandes ciudades y en la situación en el campo donde los trabajadores sin tierra siguen en las mismas condiciones de hambre. Como telón de fondo, la crisis económica alcanza niveles recesivos en todas las ramas de la economía, una crisis que termina recayendo sobre los trabajadores ya que los capitalistas, para mantener sus ganancias, recurren a las demisiones. A fines de agosto, el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística, órgano ligado al Ministerio de la planificación, ratificará lo que toda la población ya está cansada de saber: el país se sumergió en la recesión. Mientras tanto, la dependencia externa del país sigue tan profunda como en el gobierno anterior, expresándose en toda su magnitud.
Si en los últimos diez años, la participación de la renta de los trabajadores en el PIB cayó de 36% a 23% - una pérdida de R$ 75 mil millones, las medidas del gobierno Lula siguen profundizando esta situación con su política de transferencia de renta para los grandes capitalistas y los banqueros, ya que lo que les es quitado a los trabajadores va para su contraparte, la patronal, y para el pago de las sangrientas deudas externas e internas. En los seis primeros meses de la gestión Lula, las ganancias de 12 grandes bancos del país batieron récord en reales o en dólares. Sin embargo, Lula no se ha limitado a atacar las condiciones de vida del pueblo a través de su política monetarista. Codo a codo con los brutales recortes presupuestarios y la ortodoxia económica, el gobierno se apresuró en definir como una de sus principales metas la implementación de las llamadas “reformas de segunda fase” del Consenso neoliberal, dando seguimiento a aquello que FHC no pudo realizar por no tener las condiciones políticas. La puesta en marcha de la reforma de la previsón social con base en un discurso de demonización de los empleados públicos ha sido la piedra de toque del perfil antipopular del gobierno.
Lula acaba de dar un golpe a los trabajadores con su reforma de la previsión, beneficiando al imperialismo y los grandes bancos. La aprobación en el primer turno en la Cámara de Diputados es para satisfacer la sed de los banqueros, privatizando el sistema de jubilaciones para la implementación de los fondos de pensión y garantizar el dinero para el pago de las deudas. Aquí se manifiesta la mayor quiebra de las expectativas dominantes de amplios sectores de masas con relación a la actuación del gobierno anterior. El jefe del importante banco HSBC, directamente de los Estados Unidos, declaró que “lo importante para el mercado es que las reformas coloquen al Brasil ‘en una posición de garantizar el pago, en el futuro, de sus deudas interna y externa’” (1). Verdaderos cipayos, ya que lo que hace el nuevo gobierno es garantizar las reformas contra el pueblo y su sumisión al imperialismo. Lo que el tucano Fernando Henrique Cardoso no pudo en ocho años, por no tener las condiciones políticas, fue obtenido en poco más de seis meses por el presidente elegido por el PT. En síntesis, la gestión Lula está marcada por la continuación del recetario neoliberal, un profundo alineamiento con el imperialismo y el FMI, del cual la última expresión fue el cierre del ALCA para 2005 en su encuentro con Bush.
Pero esto está significando costos políticos para el gobierno, no solo entre los trabajadores, sino también entre sectores de las clases dominantes. Así, el cuestionamiento al gobierno se ha generalizado con tal grado de intensidad que la llamada “luna de miel” de los primeros meses parece proyectarse en un distante pasado. Eso va desde fuertes cuestionamientos de sectores importantes de la burguesía que lo apoyaron durante la campaña electoral y sectores de su base aliada y los conflictos con el Poder Judiciario. Por su parte entre los trabajadores se desarrolla un fuerte descontento, lo que se expresa en la importante huelga nacional de los empleados públicos que en el último día 6 de agosto reunió en Brasilia casi 70 mil manifestantes.
Los diarios de la propia clase dominante alertan sobre esta situación al gobierno. Así comentan que “antes mismo de tornarse oficial, el número captado por el IBGE (se refiere a la caída del PBI) impuso una urgencia al país: o se crean ahora las condicines para la retomada del crecimiento o el gobierno perderá el control sobre los movimientos sociales que inquietan las ciudades y el campo” (2). Lo que la prensa patronal llama “inquietación” no es otra cosa que la respuesta que comienzan a dar los trabajadores frente a sus condiciones de miseria y ataques del gobierno como el surgimiento de confrontaciones de sectores importantes de trabajadores como en el caso de los empleados públicos federales que declararon la primera huelga nacional por tiempo indeterminado contra las reformas a la previsión social, que en el momento en que escribimos este artículo alcanza el 60% de adhesión y lleva casi un mes, siguiendo a pesar de la victoria del gobierno de aprobarla en primer turno, estediéndose ahora a sectores del ámbito estatal. Se suma el recrudecimiento de la tensión en el campo con una onda de ocupaciones de tierras y donde se desarrollan confrontaciones mayores, ya que en respuesta a las acciones de los campesinos sin tierra los grandes latifundistas han organizado bandas armadas paramilitares, conflicto en el cual se localiza uno de los puntos más conflictivos del actual momento; la intensificación de la lucha del pueblo pobre en las grandes ciudades por una casa digna; y las amenazas de huelgas en los principales polos industriales del país frente a la onda de demisiones como en el ABC y el Vale do Paraíba.
Así, después de los primeros meses del gobierno de Lula, se ha abierto una situación política dinámica en que los principales marcos del gobierno anterior, la baja o casi nula conflictividad en la lucha de clases, la cohesión de las fracciones burguesas internas, y la relativa estabilidad económica, se están convirtiendo en su contrario. El momento político actual pone en cuestión si las masas brasileras van a lograr organizarse al paso de los ritmos acelerados de la evolución de la situación política nacional. El conjunto de estos elementos, que son las expresiones más gritantes de los conflictos generados por la orientación del gobierno de alineamiento al FMI y de las contradicciones tanto con relación a las fracciones burguesas como con relación al movimiento de masas trae a la superficie las fuertes contradicciones presentes en la situación nacional abierta, cuyo desdoblamiento apunta al surgimiento de una mayor confrontación entre las clases y a la crisis en las alturas.
La disposición de sectores de la burguesía nacional con el gobierno, a través de declaraciones públicas que van desde el vicepresidente Alencar, hasta sectores de la FIESP (3) y de la CNI (4), y las críticas de uno de los principales articuladores de la campaña de Lula, el presidente de la Gradiente Eugênio Staub, ha marcado la tónica en los últimos meses del establishment económico. Es que ante la crisis económica, las medidas de equilibrio del gobierno entre las demandas económicas externas y domésticas son cada vez más precarias y cada vez satisfacen menos a todas las partes de los sectores dominantes. Así, las tímidas reducciones de la tasa de interés primero solo medio punto y en julio solamente el 1,5%, ha agravado el descontento de los llamados sectores desarrollistas. Pero, las divergencias entorno a la nueva reforma tributaria mostrará un nuevo frente de conflictos entre los grupos económicos, y entre los estados, el gobierno y los municipios. En esta nueva pulseada que se avecina la situación va a ser más problemática de lo que se observó con la reforma de la previsión social, ya que es allí donde la mayoría del Congreso tiende a apoyar a los gobernadores. La oposición institucional del Poder Judiciario como subproducto de los cambios en la previdencia propuestas por Lula, que afectan sus intereses, y los vaivenes del gobierno en cuanto a la respuesta a tal presión marcan los problemas internos de Lula y su partido gobernante.
Luego del fuerte apoyo inicial de sectores importantes de la burguesía imperialista y de sus gobiernos al curso ortodoxo adoptado por el gobierno, la pulseada con el Poder Judicial, la votación final sobre las reformas en el Congreso, las huelgas y el descontento social del pueblo pobre, van a determinar cual es la verdadera fuerza política para sostener el curso derechista emprendido por Lula. Y todo esto tendrá un fuerte impacto en la “confianza” de los “inversores” externos a quien tanto acude el gobierno.
El desgaste sufrido con la votación en el primer turno de la reforma de la previsión social es una expresión de lo que decimos. Cuestión que hasta la propia prensa, que festeja los golpes contra el pueblo, reconoce: “Una constatación después del primer gran test en el Congreso asusta a la cúpula del gobierno: la base está fragmentada. Sin la ayuda de la oposición, el gobierno no habría conseguido aprobar…. el texto básico de la reforma de la prevision social.” (5)
De los 375 votos de los partidos aliados, el Palacio del Planalto solo pudo contar con 296. El PSDB y el PFL colaboraron con 62 votos, asegurando el golpe de Lula. De los 126 votos contrarios al proyecto de la PEC- 40, nada menos que 65 fueron de aliados del gobierno, siendo tres de los llamados “radicales” del PT -Babá, Luciana Genro y João Fontes. Pero también el rápido retroceso del gobierno frente a la presión del Poder Judicial dando grandes concesiones fue visto por importantes sectores de la burguesía nacional, que registraron la debilidad de Lula, que se preguntan si esta no es el primero de una serie de cambios que pueden limitar el alcance de la reforma.
Pero, la manera como el gobierno logre o no controlar el conflicto en el campo, con la capacidad de disciplinar no solo sus direcciones, sino fundamentalmente los millones de sin tierras que están saliendo a luchar; controlar la gran cantidad de conflictos urbanos, sea de los diversos sectores sociales como los que luchan por la vivienda, como la dinámica de resurgir de huelgas, no solo la importante huelga de los empleados públicos, como también las que amenazan desarrollarse en los polos industriales del país, se transforma en una gran prueba para verificar la fortaleza de Lula como contenedor de las masas.
En la coyuntura actual, la enorme presión que la burguesía ha realizado en torno de la cuestión agraria por la amenaza que los sin tierra representan para el régimen, es una muestra tanto de la desconfianza con el gobierno como de la responsabilidad que Lula tiene ante sus ojos. Para la burguesía de conjunto, es fundamental que el gobierno muestre firmeza y sea duro con los trabajadores de la ciudad y del campo.
Del otro lado, la esperanza de las masas en el gobierno y la confianza en Lula particularmente amenazan ser gravemente heridas, no solo por el incumplimiento de las demandas, mas también caso el gobierno reprima para calmar a la burguesía e intentar disciplinar al movimiento de masas. Lo que vimos en Brasília con la represión a empleados públicos en el Congreso es poco para lo que exigen las clases dominantes. De cualquer manera, las enormes contradicciones que han subido a la superficie indican que la situación del país en los próximos meses se está encaminando a un punto de conflictos mayores que tendrá grandes repercusiones no solo para el país, sino también para la región sudamericana. Frente a esta situación, lo trabajadores tienen que prepararse para los grandes acontecimientos que están por venir.
(1) Folha de São Paulo, 08/08.
(2) Correio Brasiliense, 10/08.
(3) Federación Industrial del Estado de São Paulo.
(4) Confederación Nacional de las Industrias.
(5) O Globo, 07/08.
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