Brasil: debate sobre un nuevo partido

Manifiesto por un Partido Revolucionario de Trabajadores

 

Autor: Estrategia Revolucionaria - Quarta Internacional

Fecha: 23/9/2003

Traductor: Isabel Infanta, especial para P.I.

Fuente: ER-QI


Este es un manifiesto político dirigido a los trabajadores y a la juventud que salen a la lucha política; a los que hoy rompen con el gobierno y empiezan a luchar; a los que rompen ahora con el PT y a aquellos que ya lo hicieron hace tiempo; a todos los sectores de vanguardia; por la construcción de un partido con una estrategia y un programa claramente revolucionarios, de independencia de clase, democracia obrera e internacionalismo militante.

INTRODUCCIÓN

La nueva situación abierta con la elección de Lula está marcada por la posibilidad real de una experienca amplia de las masas trabajadoras con sus principales direcciones históricas. El escenario en el que las organizaciones de izquierda actúan, sufre modificaciones esenciales, y una nueva luz es lanzada sobre las divergencias estratégicas. La lucha por la construcción del partido revolucionario gana nuevos contornos, dejando de estar restingida a la propaganda de pequeños grupos, y así nuevos medios para avanzar surgen frente a nuestros ojos, medios con los cuales se coloca la oportunidad no sólo de corregir los errores del pasado, sino también de avanzar por caminos más directos para el desarrollo de la revolución obrera y socialista en Brasil.

La necesidad de la construcción de un verdadero partido revolucionario se transforma en una tarea imperiosa hoy, más que nunca, para preparar y organizar a los trabajadores ante los nuevos acontecimientos que comienzan a desarrollarse.

Las enormes contradicciones entre las medidas del gobierno y las expectativas de los millones que lo votaron ya ha mostrado sus primeras consecuencias, haciendo que camadas de trabajadores - muchos concentrados en los empleados públicos, importante base histórica del partido en el gobierno - rompan con el PT y destruyan sus ilusiones en una transformación social efectiva por medio de este partido.

La inaudita sumisión del gobierno al FMI y el imperialismo solo eleva a un nivel dramático la historia que empezó a ser escrita desde la confirmación de la fuertísima presencia burguesa en el gobierno, y de hecho ya a partir de la alianza electoral.

El gobierno Lula, con sus Palocci, sus Zé Dirceu y José Genoíno, se ha configurado de tal modo antipopular y antiobrero que un explotador burgués de la talla de un José Alencar puede darse el lujo de aparecer en los medios como una insólita “ala izquierda” del gobierno. Las masas trabajadoras del país no dependerán de la propaganda de los partidos de izquierda para transformar la esperanza en descontento. Al luchar contra el enorme agravamiento de sus condiciones de vida podrán sacar directamente sus conclusiones. Lo que está en juego es cuál será su respuesta frente a la inevitable desilusión que emergerá.

Es por eso que no puede haber aquí ningún automatismo. Si por un lado las contradicciones colocan la posibilidad de una superación por izquierda de toda esta situación, por otro los ritmos determinantes serán, una vez más, los de la lucha de clases. La burguesía está preparándose para el recrudecimiento de las luchas que se ven en el horizonte. No es en vano que se alzan los ánimos cada vez que el gobierno titubea en sus pasos, como en el caso de las reformas; tampoco es gratuita la presión que sectores hacen con relación al aumento del desempleo y a la brutal caída en el ingreso del trabajador.
El armamento de los terratenientes en el campo y la apelación por parte de los medios para que el gobierno avance en sus “programas sociales” son las dos caras de una misma moneda, es decir, del temor de la burguesía ante las energías populares que la experiencia con Lula empieza a liberar.

Los embates de clase vendrán con toda su magnitud, y los trabajadores deberán estar organizados políticamente desde las bases, de las fábricas, comités y sindicatos, para resistir a los planes de la patronal y del gobierno, de modo que puedan recuperar la confianza en sus propias fuerzas y pasar a la ofensiva, arrastrando tras de sí al conjunto de las masas oprimidas del país. El gobierno burgués de Lula será obligado a mostrar cada vez más su verdadera cara, tanto por las medidas aplicadas como por la represión a los sectores en lucha, que la burguesía cobra y que el presidente ya anuncia en cadena nacional, bajo el eufemismo de que “el país tiene ley, el país tiene orden”.

Ante esta situación, la construcción de un partido revolucionario surge como una gran necesidad.

Las tendencias apuntan a una experiencia profunda de la cual la clase obrera sólo podrá sacar una conclusión: el PT, como el resto del reformismo en todas sus variantes, no puede más que profundizar la miseria brasileña. ¡Los trabajadores necesitan un partido con una estrategia y un programa revolucionario!

EL ACTUAL PROCESO POLÍTICO Y SOCIAL DEL PAÍS

La crisis social y económica se profundiza bajo la política del gobierno Lula-Alencar.

Desde que Lula asumió, la profunda crisis económica y social en el país sólo se agravó, con un aumento de medio millón más al ya enorme contingente de desocupados, una brutal caída del salario del trabajador que pasa el 15% en el mismo período, con la carestía de la vida golpeando brutalmente el salario ya rebajado, la miseria que sigue golpeando al pueblo pobre aglomerado en las periferias de las grandes ciudades y la situación en el campo donde los trabajadores sin tierra siguen pasando hambre sin tener ni tierra para plantar.

En todas las ramas de la economía se registran índices recesivos, configurando una crisis a la cual los capitalistas responden con despidos y más despidos. La dependencia externa sigue tan profunda como en el gobierno anterior, el país sigue a merced de los humores del “mercado” y ahogándose para sostener la impagable deuda externa. Si en los últimos diez años, la participación de la renta de los trabajadores en el PBI cayó de 36% a 23% - una pérdida de R$ 75 mil millones - las medidas del gobierno Lula siguen profundizando esta situación política de transferencia de la renta a los grandes capitalistas y los banqueros, ya que lo que les es sacado a los trabajadores va a la patronal y al pago de las deudas externa e interna, a los grandes capitalistas y al imperialismo. Mientras tanto, en los primeros meses del nuevo gobierno, las ganancias de 12 bancos del país batieron récords, y los analistas del imperialismo no disimulan la “buena sorpresa” con Lula, en un momento en que el capitalismo atraviesa una crisis profunda en todo el mundo.

El imperialismo norteamericano, principal centro de la “euforia” de los años 90, se convierte ahora en centro de la recesión mundial, arrastrando consigo a Japón, a Alemania y la Unión Europea. En esa situación, la presión imperialista sobre los países de la “periferia” como Brasi es brutal, y liquida cualquier margen para el desarrollo de la economía nacional. Es fácil hacerse una idea de lo que nos espera si el capitalismo se mantiene, con una sencilla comparación: si el enorme aumento de la miseria en los años de FHC se dio en un momento de “prosperidad” mundial, ¡qué decir de los próximos años cuando el futuro del mundo está marcado por la depresión!

Existe una crisis nacional, pero dos estrategias de la burguesía para derramarla sobre los trabajadores. Con la economía brasileña en recesión, la crisis comienza a alcanzar hasta sectores de los propios capitalistas. La burguesía del país se divide en dos fracciones, luchando para preservar sus ganancias. De un lado se alinean los que defienden, por sobre todo, la estabilidad del superávit, del cambio, de la inflación y del riesgo país. Estos, viendo a la economía nacional entrar en abierta recesión lo “lamentan profundamente” pero siguen defendiendo con uñas y dientes las recetas del FMI. Del otro lado, se aglutinan los que defienden una mayor intervención estatal, con inversores directos, subsídios, exensión de impuestos, abandono de los márgenes de inflación y superávit acordados con el FMI, etc, además, claro está, de un agravamiento de la rebaja salarial y de los despidos, todo para intentar “reactivar” la economía doméstica. Estos, importante base de apoyo de Lula durante la campaña electoral, no esconden la decepción con los primeros meses de gobierno alineado tan abiertamente al FMI prefiriendo una relación más negociada con el imperialismo, pero por más que presionen no han conseguido inclinar la balanza para su lado.

Los intereses de ambas fracciones burguesas son contradictorios, e ilustra bien la situación el hecho de que la figura central del gobierno hasta aquí, el ministro de hacienda Antônio Palocci, sea al mismo tiempo el más festejado por el imperialismo y por grandes sectores de la burguesía nacional (especialmente de los bancos, pero no solamente), mientras otros hacen duras críticas y hasta llegaron a ventilar rumores de que el ministro estaría a punto de caer. Queda aquí evidente, y sólo aquellos que someten abiertamente los intereses de los trabajadores a los de la burguesía pueden negarlo, que en esa disputa los trabajadores sólo tiene para perder.

La posibilidad de que sectores con peso en la izquierda corran a los brazos de la burguesía “productiva” sólo agrava la urgencia de la conformación y agitación masiva de una salida obrera independiente a la crisis ante cualquier variante burguesa.

Pero los trabajadores ya comenzaron a mostrar su descontento. De hecho ya empezaron a responder a sus condiciones de miseria y a los ataques del gobierno. Los trabajadores públicos federales declararon la primera huelga nacional contra las medidas del gobierno, y llegaron a movilizar 70 mil personas en una manifestación en Brasilia contra la Reforma de la Previsión Social; otros sectores como los petroleros y los trabajadores de los correos empezaron a desatar sus luchas contra la rebaja salarial, constituyendo las primeras huelgas de sectores más concentrados directamente contra el gobierno; el resurgir de luchas y amenazas de huelgas en diversos polos industriales y del país ante la oleada de despidos por demandas salariales; el recrudecimiento de la tensión en el campo, con una oleada de ocupaciones de tierras que amenaza originar enfrentamientos mayores, en respuesta a los grandes terratenientes que han organizado bandos armados paramilitares, en un conflicto que se configura como uno de los elementos más agudos del actual momento; la intensificación de la lucha del pueblo pobre en las grandes ciudades por una vivienda digna; explosiones estudiantiles en algunos centros urbanos como Salvador.

Todo esto muestra que hay un movimiento de sectores de las masas para convertir las ilusiones de las elecciones en mejoras reales de sus condiciones de vida. En fin, los trabajadores comienzan a entrar en la lucha política, y si éstas se intensificaran pueden abrir procesos de radicalización.


Los procesos de rupturas con el PT y el gobierno dinamizan la reorganización de sectores de los trabajadores

La ruptura de miles de trabajadores y militantes con el gobierno y con el PT puede significar un paso importante para un movimiento masivo de superación del petismo y para la afirmación de una nueva vanguardia de trabajadores que avance hacia la revolución. Los militantes independientes que hoy rompen con el PT, así como muchos trabajadores que durante años creyeron en el partido, pueden tender a radicalizarse y constituir una importante base sensible a la influencia de un partido revolucionario que se forje con los sectores más avanzados de los que ya están en lucha.

Es esa fabulosa energía - que permanece aún como potencial, pero cuyas chispas amenazan provocar explosiones - liberada que hoy empuja a corrientes políticas hace años ya cristalizadas a posiciones más a la izquierda y hacia fuera del PT. El hecho progresivo de que esas direcciones políticas rompan no anula, sinó que plantea otro problema grave: los años de petismo legaron enormes distorciones a las concepciones políticas de las corrientes organizadas que estuvieron ahí, es decir, agravaron los desvíos parlamentaristas, nacionalistas y de conciliación de clases que muchas veces son expresados por esas corrientes. Así, la lógica con que las direcciones de tales corrientes salen es marcada profundamente por atrasos y retrocesos fruto de la presión del régimen y del propio PT a lo largo de estos años, lo que se manifiesta en sus concepciones teóricas y prácticas, en las estrategias y en sus formas de actuación cotidiana.

Es por eso que en este momento, cuando se inicia, en efecto, el imperioso debate sobre la construcción de un nuevo partido se hace necesario discutir la trayectoria de las distintas corrientes, a lo largo del período que se extiende de la fundación del Partido de los Trabajadores hasta el momento actual. Cuando en una misma semana se oye el propio Lula afirmando que “nunca fue de izquierda” y un intelectual petista como Chico de Olivera dice que el Lula sindicalista fue empujado por las masas a posiciones diferentes de las suyas propias, he ahí una señal de que los tiempos están cambiando, y de que el piso de mentiras en el que la dirección petista se apoyó durante tantos años en fin se está arruinando.

Al final, el PT, al contrario de la imagen de partido combativo, tuvo un papel decisivo ya desde el origen en la transición pactada con la dictadura militar. Marcado por la impotencia y cobardía de la pequeña burguesía, aún en las luchas democráticas, el partido negó, cuando era crucial, la palabra de orden “Abajo la dictadura”, considerándola excesivamente “radical”.

La clase obrera tiene hoy las condiciones para un nuevo giro histórico, pero sectores de trabajadores tienden a salir de la órbita del PT en una situación marcada por profundos elementos de confusión y de desencanto, y necesitará avanzar mucho para sacar las lecciones de lo que pasó. Al contrario de los que intentan justificar su propia participación en el engaño de las masas, diciendo que el PT fue una “experiencia necesaria” para los trabajadores, nosotros afirmamos que los largos años en que la clase obrera y las masas en su conjunto caminaron de derrota en derrota, y sufrieron el agravamiento brutal de sus condiciones de vida, no eran de forma alguna inevitables. Al contrario, el nivel de conciencia política atrasada de las masas hoy, es un legado de los veinte años de experiencia del PT cuando el esfuerzo de millones de trabajadores brasileños fue usado por un bando de políticos pequeñoburgueses y arribistas como base de maniobra para gobernar al servicio de los intereses de la burguesía, y en que la CUT desempeñó un papel crecientemente conciliador, llegando a ser el ala izquierda de la aplicación de los planes neoliberales. Lo que las corrientes, que en nombre de la “experiencia de las masas”, llamaron a votar a Lula no afirman, es que en esa experiencia, defendiendo y participando de ese gobierno, los dirigentes de la izquierda petista no serán alcanzados por las medidas del gobierno como desocupación, miseria, hambre, y, una vez más, como en estas últimas décadas, los trabajadores y las masas pobres pagarán el costo de las experiencias reformistas y proburguesas con los resultados de la continuidad del capitalismo.

Hoy la gran cuestión es justamente que los trabajadores que empiezan a romper con el PT y los nuevos sectores de la juventud que salen a la lucha política puedan avanzar efectivamente en la conciencia de que se trata de contruir una nueva herramienta política, una herramienta efectivamente revolucionaria.

El centro del problema es que, rompiendo con la tradición petista, los trabajadores puedan avanzar firmemente en su independencia de clase, llevando a las últimas consecuencias las necesidades de ruptura y combate con relación a la ideología y a los partidos de la burguesía, así como, fundamentalmente, de sus agentes directos e indirectos en el movimiento obrero y sindical, los reformistas y burócratas sindicales.

LA LUCHA POR UN PARTIDO CON UNA CLARA ESTRATEGIA Y PROGRAMA REVOLUCIONARIOS

Ante esta situación, en el seno de la vanguardia que comienza a despertar políticamente y efectuar la incontornable ruptura con el PT, las discusiones estratégicas tienen que responder a la necesidad de reafirmar la centralidad obrera en la estrategia para la revolución, en un país donde el principal ascenso de los obreros de fines de los años 70 y comienzo de los 80, a pesar de haber estremecido las bases estructurales del régimen militar, no alcanzó a demostrar la centralidad de la clase obrera y levantar un programa para el conjunto de las masas, incluyendo a las clases medias descontentas con la dictadura. El importante debate sobre la construcción de un partido revolucinário no puede ser llevado adelante sin el necesario rigor, pues de él dependen en gran parte los avances y límites que tendrá la clase obrera en los próximos años.


¿“Rescatar al PT”? Una política que busca impedir que los trabajadores avancen en su independencia.

Hoy, corrientes de la izquierda petista como O Trabalho, Força socialista, Consulta Popular, Articulação de Esquerda, Pastoral operária, Fórum do Interior, lanzan un movimiento que pretende “rescatar al PT”, criticando la política pro FMI de Lula y, principalmente, las amenazas que la dirección del PT, hace contra los petistas que critican al gobierno. Estos sectores intentan invertir completamente la dinámica planteada de ruptura con el PT y propugnan un “rescate del PT”, intentando impedir que los trabajadores saquen las conclusiones necesarias del proceso actual. Sin embargo, tal rescate no es sólo reaccionario, sino inviable: no hay propaganda o discurso mistificador capaz de impedir que la historia retome su marcha. Esta izquierda quiere mantener el derecho a seguir con la política conciliadora entre las clases, que ha significado derrota para los trabajadores y aumento de la miseria. Ligada por mil lazos, hace más de dos décadas, al régimen de dominio burgués vía PT, ahora, cuando el gobierno Lula-Alencar comienza a desgastarse ante sectores de vanguardia y de las masas por mostrar su verdadera cara pro burguesa, esa izquierda pretende aparecer como “críticos” de las “exageraciones” del PT y del gobierno sin criticar realmente lo que interesa: el programa capitalista y la alianza burguesa formada con el frente popular que eligió a Lula-Alencar.

Por lo tanto, la política de la izquierda petista y su “rescate del PT” no es nada más que seguir administrando los negocios capitalistas, con los ministros capitalistas. Esa política significó su adaptación, durante décadas, al régimen burgués, vía la dirección del PT, en un proyecto reaccionario que al final de cuentas buscaba la consolidación de la democracia de los ricos, bajo un discurso que hablaba de “socialismo” y “sociedad igualitaria”. “Rescatar al PT” es autoengañarse y ayudar a engañar a millones de trabajadores en todo el país en cuanto a la posibilidad de terminar con la miseria, la desocupación y la opresión - “plan económico y social” como dicen en su manifiesto - sin luchar por el derrumbe del régimen de dominio político de las clases dominantes, con una “política democrática” encuadrada en los límites del dominio de la democracia burguesa - sus instituciones - y la máxima institución que es la presidencia de la República. Por eso, toda la izquierda petista repitió en estas décadas que los trabajadores deberían confiar en el PT y en Lula porque “todo se iba a resolver” cuando él llegara a la presidencia, “porque nada podría ser cambiado sólo con prefecturas y gobiernos estaduales”.

En este momento, después de conmemorar como una victoria de los trabajadores la estrategia petista de “llegar al gobierno y a la dirección del Estado” con Lula y Alencar, esa misma izquierda petista defiende “rescatar al PT” con la haraposa excusa de que “millones confian en el PT” o que este es “el patrimonio histórico de todos nosotros”. Esta izquierda, que apareció en estas décadas como los “mayores y mejores constructores del PT y de la candidatura Lula” tiene enorme responsabilidad en el hecho de que millones hayan sido engañados con la falacia de que en el sistema capitalista y en su régimen de dominio sería posible darle solución a las necesidades de los trabajadores y del pueblo pobre.

El propósito del manifiesto para “rescatar al PT” sirve a los intereses de las direcciones de esas corrientes para seguir engañando a sus bases y a los trabajadores con la mentira de que “Lula ahora está yendo a la derecha”, “ que el PT de los orígenes y de los años pasados” era el partido de los socialistas y de la clase trabajadora, un partido contra la dominación burguesa. El PT, como partido encuadrado en el sistema partidario del régimen de dominio burgués que se fue consolidado luego de la transición negociada de la Nueva República, fue, sí, el principal partido de oposición pro burguesa en el proceso de disputa de proyectos capitalistas entre diversas fracciones burguesas.

La realidad es concreta y desenmascara los aparatos burocráticos y la falsificación de la historia que pretende esconder el papel del PT, en estas décadas, como partido gerenciador del capitalismo y principal impulsor de la conciliación de clases.

La izquierda petista está frente a una enorme crisis que solamente puede ser resuelta positivamente, del punto de vista de los trabajadores y de los socialistas, con una ruptura incondicinal con la estrategia reformista de la izquierda, de capitulación a la conciliación de clases y al proyecto democrático-burgués. Eso significa “cortar en la carne” y romper con el PT, con la conciliación con la burguesía y con el régimen democrático burgués, avanzando hacia una estrategia revolucionaria, anticapitalista, antiimperialista y antiburocrática. Los mejores militantes de la izquierda petista están convocados a dar un paso adelante y desvencijarse de las ataduras burocráticas y pequeñoburguesas de los sindicatos burocratizados.

Para poder triunfar, para evitar los nuevos engaños, trampas y ataques que la burguesía lanzará, además de construir organismos democráticos de las masas en lucha, es indispensable un verdadero estado-mayor del ejército de los explotados: un partido con una estrategia y un programa revolucionarios. Los miles de militantes que rompen ahora, así como los que despiertan a la lucha en esta nueva situación, pueden empezar a construir un nuevo camino para los trabajadores en Brasil.


Toda lucha de aparatos y la construcción de fórmulas intermedias, como se proponen algunas corrientes políticas, sólo podrán traer nuevas frustraciones para los trabajadores.

Los trabajadores brasileños necesitan, urgentemente, una herramienta política propia para que la frustración con el gobierno del PT no de lugar a una mayor prostración y sentimiento de derrota, y sí a una recomposición de una vanguardia efectivamente revolucionaria. No hay otra mandera de avanzar en este sentido que no sea impulsando esta discusión entre los sectores más avanzados de la clase trabajadora y de la juventud oprimida y explotada, y entre todos los sectores que salgan a luchar contra el agravamiento de sus condiciones de vida bajo el sistema capitalista y el gobierno Lula. Por eso consideramos que el camino para la construcción de un partido verdaderamente revolucionario en Brasil no puede ser visto por fuera de las acciones reales de las masas y de la posible radicalización política de los sectores de vanguardia de la clase obrera en enfrentamiento con el gobierno.

Empujadas por la dinámica de la situación nacional y por los procesos de ruptura con el gobierno y el PT en sectores de trabajadores, importantes liderazgos de la izquierda petista - CST y MES, aliadas a otras corrientes - amenazadas de expulsión impulsan la construcción de un nuevo partido restringido a los “socialistas” del PT. Al mismo tiempo, la dirección del PSTU intenta dar un nuevo ritmo a su estrategia de construir un partido con la izquierda petista.

Diversos pequeños grupos internos al PT se ponen en movimiento, ubicándose como polos locales o regionales de aglutinación de descontentos, a la espera de los movimientos decisivos de rupturas y reagrupamientos. Existe de hecho una disputa de estrategias en curso, en cuanto a los medios y los fines de ese nuevo partido. Cada sector intenta presentarse como el portador de la estrategia correcta para orientar a los trabajadores en sus próximos movimientos. Infelizmente, entre todos estos sectores, una infernal lucha de aparatos se ha abierto para ver quién impone su hegemonía en un posible partido que pueda surgir. Afirmamos que eso está lejos de las reales necesidades objetivas que están planteadas y en nada interesa a los verdaderos sujetos: los propios trabajadores. Lo que realmente interesa a los trabajadores es cómo construir una herramienta política con un programa y una estrategia revolucionarios.

Toda lucha de aparatos o construcción de estaciones intermedias como proponen algunas corrientes políticas sólo podrá traer nuevas frustraciones a los trabajadores.

La política lanzada por la CST y por el MES, de los diputados João Batista Araújo, el Babá, y Luciana Genro, respectivamente, junto a João Fontes, de impulsar una nueva sigla - con nombre prácticamente definido, con el intento de “unificar” a los “socialistas” del PT, construyendo un PT de los Socialistas, como ellos llaman, intentando agrupar a los petistas “descontentos” en un frente - demuestra que no han sacado las lecciones fundamentales de la bancarrota política del petismo.

Afirmamos que las direcciones de estas corrientes que hoy rompen con el PT necesitan completar el giro a la izquierda que ya iniciaron, toda vez que, como afirman, aún acuerdan con toda la política histórica de ese aparato a lo largo de los últimos veinte años. Ellos afirman que “las banderas […] que el PT levantó en estos últimos veinte años son bases sólidas para empezar la construcción de ese partido… Banderas que garantizan, sin interminables discusiones, la base programática para poner en pie una herramienta política en un tiempo relativamente rápido”(1). Nada más lejano a la realidad. Las banderas que el PT levantó en estos 20 años fueron las que llevaron a las masas trabajadoras de derrota en derrota, administrando los negocios capitalistas e impulsando la conciliación de clases, en todos los gobiernos estaduales y municipales, en los acuerdos con la patronal vía el ala sindical de ese partido, en el fortalecimiento de esta democracia para ricos.

Al contrario de lo que proponen, un partido que merezca el nombre de defensor de los reales intereses de los trabajadores debe tener como norte la lucha frontal contra toda estrategia de conciliación de clases, como la defendida por el petismo a lo largo de dos décadas. Lo que esos sectores proponen no es una ruptura política, y sí organizativa.
Afirmamos que sin romper con todo el frentepopulismo que el PT encarnó durante décadas el único resultado de los actuales movimientos será remodelar las tradiciones orgánico-políticas del viejo petismo a la nueva situación del presente. O sea, seguir la vieja disciplina ideológica del petismo, la conciliación de clases, en la medida en que todos siguen reivindicando el llamado “viejo PT” en oposición al “new PT”, cuando se refieren al PT antes de llegar al gobierno federal.

Una vez efectuada la necesaria ruptura con el PT, no se trata simplemente de “unir a los descontentos” ya que dentro de esa fórmula puede caber un abanico de concepciones de todo tipo de conciliación de clases, desde sectores ligados a la Iglesia Católica, pasando por nacionalistas “de izquierda” y corrientes burocráticas sindicales diversas.
Por su parte la dirección del PSTU levanta una política que se expresa claramente en el propio título del manifiesto que lanzó recientemente: “Necesitamos un nuevo partido que unifique a la izquierda brasileña”. Esta política no deja de ser una variante de aquella de la CST y MES modificada por la inclusión del PSTU. O sea, la política de la dirección del PSTU es construir un partido “nuevo” que “unifique a la izquierda” en general, sin una clara estrategia revolucionaria, unificando a todos, de las más diversas tendencias políticas, desde populistas hasta reformistas de izquierda, como se expresa por ejemplo en sus discusiones hasta con sectores del ala izquierda de la iglesia católica, además de burócratas sindicales diversos. Así, nunca poderá ser creado un partido revolucionario que luche por la independencia de clase, llevando a editar un segundo capítulo de engaño de los trabajadores. Esta dirección en su declaración insiste en que: “Nosotros, del PSTU, hacemos un llamado a toda la izquierda petista: …Rompan con el PT y vengan con nosotros a construir un nuevo partido de izquierda democrático en su funcionamiento interno, claramente contra el ALCA y las reformas del FMI. Un partido volcado a la acción directa, para las luchas de los trabajadores y no sólo para las elecciones”, justo en el mismo momento en que la “izquierda petista” votaba a favor de la reforma de la previdencia, con la excepción de tres parlamentarios.

No se puede proponer que el único gran eje, para la conformación de un partido, dirigido a las direcciones de las corrientes petistas de izquierda sea la unificación en general, incorporando una serie de afirmaciones generales al estilo de “contra el ALCA y contra las reformas del FMI”, lo que permite obviamente juntar a los descontentos de las más diversas tendencias, pero sin una clara estrategia revolucionaria. Aunque existan direcciones políticas petistas girando a la izquierda a partir de la ruptura con el gobierno no basta simplemente romper con la política actual de Lula y del PT - que ya sería demasiado seguir apoyando; - es necesario romper con toda la política histórica del PT - que durante décadas cumplió el papel de amortiguador de tensiones sociales y administrador de los negocios capitalistas, en toda prefectura y estado que gobernaba, ayudando así a fortalecer esta podrida democracia de los ricos. Estas lecciones, infelizmente, la propia dirección del PSTU no las sacó luego de sus 12 largos años de permanencia dentro del petismo.

Entre las dos políticas de estas corrientes no existen grandes divergencias. Lo que las divide en este momento es una insólita lucha de aparatos sobre quien impondrá la hegemonía en la futura organización que pueda llegar a surgir(2). Una disputa que nada interesa a los trabajadores, y que solamente interesa a los mesquinos intereses de las agrupaciones. Eso se ha expresado más agudamente después de la ruptura del acuerdo de cúpulas que estaba cerrado entre estas corrientes, debido al movimiento de los diputados Babá y Luciana Genro de colocar hasta una nueva sigla para la nueva organización que se pretende construir, con el claro intento de evitar la hegemonía de la dirección del PSTU en el nuevo proyecto.

La dirección del PSTU acaba revelando las negociaciones entre bastidores, donde prácticamente estaba todo arreglado en un acuerdo por fuera de los reales interesados, los trabajadores(3). La dirección del PSTU se dice sorprendida con ese movimiento del bloque liderado por los diputados Babá y Luciana, pero se quedó realmente sorprendida porque se rompieron todos los acuerdos de cúpulas. ¿Con qué autoridad viene ahora la dirección del PSTU a decir que “el nuevo partido que necesitamos construir no puede ser fruto de un decreto de cúpula, ni solo de un acuerdo entre corrientes”(4) cuando revelan en la misma declaración todo lo que estaba negociado? La “indignación” de la dirección del PSTU no sería tal si ellos hubieran hecho la propuesta conjuntamente, encaminando todo lo acordado, pero la disputa de aparatos hasta el momento impidió eso.

Ellos, que ahora quieren posar de “democráticos”, ni siquiera piensan en colocar este debate entre los trabajadores de las fábricas que dirigen a través de sus sindicatos, a través de asambleas o comisiones de fábrica, de manera tal que sean los propios trabajadores los que decidan sus destinos. Todo tiene que estar limitado a la discusión entre los políticos profesionales de las direcciones de las corrientes. En sus declaraciones públicas, estas direcciones políticas dicen que el nuevo partido no debe ser “electoralista”, pero todos los tiempos y propuestas están determinados justamente por las elecciones de 2004 y 2006, lo que demuestra que no pasan de frases de efecto las expresiones como el “nuevo partido tiene que estar volcado a la acción directa y no sólo a las elecciones”.


El partido revolucionario que se necesita debe ser construido por los trabajadores en sus organismos, donde sean ellos los propios sujetos de la discusión y elaboración de la política.

Por eso contra las estrategias que obedecen a la vieja lógica petista de lucha de aparatos, lo que proponemos es que sean los propios trabajadores los que decidan sus destinos, y no la unificación producto de acuerdos a puertas cerradas. Es preciso ser firme en la exigencia de que el nuevo partido adopte desde el principio una estrategia y un programa claramente revolucionarios, y que éste sea discutido y construido de hecho a partir de todos los sectores en lucha, sindicatos, comisiones de fábrica, organizaciones de base, comités en los lugares de trabajo, estudio y vivienda. Esto estaría totalmente contrapuesto al método por el cual la mayoría de las direcciones de las corrientes intentan avanzar hoy, con sus acuerdos de cúpula que no tienen en cuenta a los trabajadores en las decisiones que afectarán su vida política.

Para nosotros, los propios trabajadores deben ser los verdaderos sujetos y dirigentes de la elaboración y ejecución de la política, y no como fue durante dos décadas de petismo cuando eran meros espectadores (o electores). Deben discutir y definir la elaboración de la política y el programa, sin ningún privilegio para los políticos profesionales, pues creemos lo que el propio Marx decía: “la liberación de los trabajadores, será obra de los trabajadores mismos”.
Sólo un fuerte partido revolucionario puede avanzar en la independencia política de los trabajadores; al contrario de meras “alternativas de izquierda”, “unión de los socialistas” o “frente de los descontentos” que propugnan algunas corrientes que hoy rompen con el PT, o las que rompieron hace ya tiempo, y que mantienen lo peor de la conciliación de clases. Ninguna fórmula intermedia podrá elevarse a la altura de las tareas que están planteadas.

Intentar ocupar el espacio a la izquierda que deja el PT con un nuevo partido oportunista o semireformista, sería lo mismo que preparar nuevas derrotas para los trabajadores. Además, una organización con estas características, con influencia amplia en la vanguardia, puede convertirse en un tremendo obstáculo para el avance político de los trabajadores, y puede terminar siendo funcional a la canalización de los elementos de radicalización política dentro de los marcos del régimen de dominio burgués.

Así, el giro derechista del PT, al darse de manera tan brutal, lleva hasta que sectores lúcidos de la burguesía digan que es necesario que exista otro partido que ocupe el espacio a la izquierda, que dejó el PT.
Creemos que el proceso de construcción de un partido revolucionario incluirá frentes únicos, experiencias comunes y fundamentalmente, un amplio debate estratégico. Y es por eso que no se puede subordinar la participación de la clase trabajadora a los “intereses de aparato”, como hacen las direcciones de las corrientes que hoy, en sus disputas sectarias, dejan aislados a los amplios sectores avanzados de trabajadores que estarían interesados en acompañar y participar activamente del proceso. ¿Porqué los trabajadores avanzados deberían aceptar que su partido sea construido de manera semejante?. Nosotros afirmamos claramente que esos métodos no le interesan en nada a los trabajadores y sólo atienden los intereses de aparato de las direcciones de esas corrientes políticas.

Hoy, el momento es favorable para discutir con amplios sectores, un partido revolucionario por fuera de los marcos del régimen capitalista. Más capitalismo, significará más miseria y más opresión. Sólo un partido revolucionario de los trabajadores puede dirigir a la clase en dirección a una revolución que acabe de una vez por todas con el capitalismo y establezca una República Obrera y Socialista en Brasil.


Un Balance necesario de la experiencia del PT en el camino de la construcción de un Partido Revolucionario de los Trabajadores.

El conjunto de luchas que los trabajadores comienzan a dar, y cada vez más, con el avance del número de los que se ponen en acción, lo que comienza a generarse es un espíritu de ruptura y superación del PT entre los trabajadores avanzados. Pero la magnitud de este fenómeno – verdadero prisma a través del cual se debe evaluar la dinámica futura en su conjunto- obliga a una reevaluación del significado de la experiencia petista a lo largo de los últimos 23 años.

No será posible avanzar sin comprender profundamente el contenido político de esa experiencia para las masas trabajadoras de Brasil, y menos aún sin un balance necesario de la actuación de las corrientes que actuaron dentro del petismo, actuación que no fue capaz de acelerar la dura experiencia que ahora se hace con el PT, y que tampoco permitió que las enormes energías canalizadas para la construcción del partido pudiesen ser aprovechadas para la lucha revolucionaria.

Si existió un elemento progresivo en la época de fundación del PT, era en el sentido de que había un sentimiento de necesidad de tener una herramienta política entre los millones de trabajadores y amplios sectores de masas. Sin embargo, las bases programáticas, organizativas y objetivos que fueron planteados por las mismas corrientes, inclusive las de izquierda, se mostraron insuficientes para construir un partido con una estrategia y un programa revolucionario, como quedó demostrado trágicamente en las últimas dos décadas de la política de ese partido. En esa época, el trabajador sentía la necesidad de un vehículo para que su clase haga política, pero ese elemento se perdió en medio de las innumerables traiciones del partido a lo largo de dos décadas. Muy pronto, el PT se convirtió en mera representación institucional de los trabajadores, en su figura jurídica.

Cuando la dirección del PT en 1980 publicaba un manifiesto de fundación del partido con la afirmación de “realizar una política democrática” estaba justamente afirmando su estrategia de superación del régimen militar vigente construyendo el PT para participar activa y efectivamente en la “redemocratización” burguesa del país.

Actuando como paladín de la democracia burguesa –como se demostró en el episodio del Fora Collor, en el que el PT garantizó la Asunción del vice Itamar Franco para salvar al régimen -, el partido fue perdiendo cualquier ligazón política con los intereses de la clase.

Hoy afirmamos que ha llegado el momento para una superación amplia y definitiva de la experiencia petista, proceso que contará con grandes obstáculos, pero que se comienza a dar inexorablemente entre los trabajadores avanzados. Al criticar la experiencia de las corrientes internas en el PT, no negamos ni por un instante que fuera necesario e imperativo en aquella época utilizar los grandes giros de las masas para romper el aislamiento al que los revolucionarios estamos muchas veces sometidos. El gran ascenso obrero con las grandes huelgas de finales de los ’70 y principios de los ’80 y el surgimiento del PT representó un momento importante para la inserción de los revolucionarios en el movimiento de masas en general y en los principales bastiones de la clase obrera en particular.

El momento político en el país imponía un movimiento preciso de inserción de los revolucionarios frente al hecho objetivo del surgimiento de un partido de masas para acompañar el giro a izquierda de las mismas y realizar un feroz combate a su dirección reformista, de manera tal que el sentimiento progresivo de los trabajadores de tener su propia herramienta política, que surgía, avanzase hacia superar las amarras de la burguesía y de sus agentes indirectos o directos dentro del movimiento, y no terminase en lo que realmente fue: un partido de engaño de los trabajadores. En este periodo necesariamente corto, los revolucionarios deberían haber disputado el ala izquierda del partido frente a su dirección, convenciendo de las tareas inmediatas exigidas por la lucha de clases y de la necesidad de construir un verdadero partido revolucionario. Al calor de esa política, en la cual hubiera habido fuertes luchas internas entre la dirección burocrática y reformista y las tendencias de izquierda, se podría haber demostrado a los ojos de los trabajadores cuáles eran las corrientes que de hecho encarnaban sus intereses históricos, y cuáles tendencias no eran más que defensoras de los intereses de clase patronales y de las elites en general(5).

Sin embargo, desgraciadamente, lo que debería servir a la intervención de los revolucionarios para mostrar claramente las diferencias de intereses y concepciones –las cuales en última instancia se reducen a diferencias de clase - terminó por servir a la lógica inversa. Lo que de hecho se dio fue la construcción de un PT como una gran barrera con la que se encubrió durante dos décadas los antagonismos irreconciliables que este abarcaba. Dos elementos centrales para que esto ocurriese, fue el hecho que las corrientes organizadas internas fallaran en utilizar la oportunidad que había para avanzar en la construcción de un fuerte partido revolucionario, esto es, abandonaron completamente esta lucha y todo lo que ello significaba. Las corrientes de izquierda, capitularon de conjunto con su permanencia indefinida en el interior de un partido transformado en obrero-burgués después de un corto periodo de heterogeneidad(6).

Esa política, que transformó de hecho lo que debería ser una operación táctica, en estrategia política para toda una etapa, hizo que el conjunto de las corrientes de izquierda, inclusive las que se reivindicaban del trotskismo, capitulasen en la consolidación del PT como partido obrero-burgués, ayudando a construir la “base de izquierda” para la reaccionaria transición negociada hacia la democracia con la cual la burguesía brasileña y los generales del régimen militar consiguieron desviar el mayor ascenso de masas hacia la esfera institucional de conformación de un nuevo régimen democrático burgués.

Eso llevó a una pérdida irrecuperable de más de veinte años en el camino de la construcción de un partido revolucionario, vaciando políticamente el estado de ánimo convulsivo de la clase obrera y de las masas brasileñas. Al ver al PT como la forma de abrir y mantener un diálogo permanente con esas masas, las corrientes centristas hicieron que este proceso no pueda ser separado de su contrapartida: al utilizar la credencial petista para aproximarse a las masas, terminaban reforzando la referencia al partido y al final, fortalecían a la dirección petista y a su ala reformista que asumía una línea cada vez más conciliadora.

Nuestra posición es exactamente la opuesta. Había que demostrar esa falencia, para que los trabajadores comprendieran cuan traidora era la política de la dirección petista, y que se precisaba de un partido independiente, que aunque pequeño, criticara, explicara, denunciara y defendiera la independencia de clase, de manera tal que marcara el camino para la nueva etapa que se abriría, una vez que la dirección reformista del PT se consolidaba claramente, ya en sus primeros años.

En el momento actual, los trabajadores deben asociar la falencia definitiva del PT con su distanciamiento político de los sindicatos, los núcleos obreros, las organizaciones de base, comisiones de fábrica etc. Es decir, debe asociar el resultado de hoy con las condiciones que se generaron ya hace muchos años –lo que demuestra con toda la fuerza el papel de las corrientes centristas como deseducadoras de las masas.

La actuación de esas corrientes fue la de mediador entre los dirigentes pequeñoburgueses y la militancia combativa. Sin esta mediación, la experiencia de los trabajadores con el partido habría sido mucho más rápida, o como mínimo, la situación actual de la vanguardia, sería mucho más avanzada. Solamente este balance puede abrir el camino para romper con las vacilaciones y comenzar a construir una nueva dirección revolucionaria de los trabajadores.


Por una estrategia y un programa claramente revolucionarios. La lucha por las demandas democráticas, por un programa obrero y por la revolución.

Los trabajadores necesitan superar la experiencia del PT. La comprensión que los sectores avanzados vayan a tener de los motivos de la derechización del PT deben ayudar a avanzar de esa experiencia, hacia un sentido claramente revolucionario. Por eso el partido revolucionario que se precisa no debe evitar levantar un programa que unifique al conjunto de los oprimidos contra la burguesía y el imperialismo. Tener un programa revolucionario significa una lucha a muerte contra todas las alas de la burguesía, única manera para que la independencia de clase se exprese en el terreno político y no quede limitada a una independencia organizativa.

Es preciso explicar pacientemente a los trabajadores que la bancarrota del PT no se debe meramente a una traición de Lula y sus consortes, sino de una consecuencia del programa reformista y conciliador que el PT ha defendido durante mas de dos décadas, y que al llegar al gobierno en las condiciones actuales de crisis estructural capitalista y de agresividad imperialista adquiere contornos dramáticos.

Por eso es que el programa revolucionario de este nuevo partido debe ser discutido ampliamente entre los trabajadores y la vanguardia en lucha, a través de comités en los lugares de trabajo, estudio y vivienda, los mismos que deben llevar al frente la construcción del partido. Es obligación explicar pacientemente y cotidianamente a las masas explotadas lo que está detrás de las terribles condiciones de vida a las que están sometidas. Es necesario denunciar la opresión y la explotación que los capitalistas nos imponen, es necesario estimular día a día la confianza de las masas explotadas en sus propias fuerzas; finalmente, es necesario hacer todo el esfuerzo posible para ponerlas en movimiento.

La clase capaz de resolver estas tareas y actuar como sujeto social dirigente, es la clase obrera. El papel que ocupa en los medios de producción, le permite, al entrar en acción, cuestionar la propiedad capitalista y potencialmente oponerle un poder centralizado y una alternativa de reorganización social al dominio de la burguesía. Aunque el proletariado pueda con su acción poner en jaque a la burguesía, para arrebatarle el poder, requiere de una sólida alianza con los demás sectores explotados y oprimidos, la inmensa mayoría de la población. Es por esto que la clase obrera debe tomar como suyas las demandas de las masas urbanas y rurales, colocándose a la cabeza de su movilización, actuando como dirección de la nación oprimida, forjando ha verdadera alianza obrera, campesina y popular.

Sólo la toma del poder por parte de la clase obrera, aliada al resto de los explotados, puede comenzar a resolver las calamidades que hace décadas se abaten sobre las grandes mayorías, pero esto sólo será posible, si están dotadas de un estado mayor, un partido revolucionario. En contraposición a la falencia del PT es preciso agitar un programa que apunte a la ruptura y superación del orden capitalista y que tenga como eje combatir al imperialismo y resolver las demandas mas sentidas del pueblo.

Por ejemplo, una de las grandes demandas actuales es la lucha por el trabajo para todos, por un trabajo genuino. Las crisis capitalistas recurrentes, han provocado un aumento del desempleo y el subempleo, una mayor carestía de la vida, baja salarial y precarización del trabajo. Frente a esto es preciso unificar fuerzas, uniendo trabajadores y desocupados, luchando por trabajo para todos. La demanda de Trabajo para todos, sobre la base de una escala móvil de horas de trabajo, repartiendo las mismas entre ocupados y desocupados hasta que todos los trabajadores estén incorporados a la producción, debe estar junto a la lucha por la escala móvil de salarios de acuerdo con la inflación. No se trata de una demanda cualquiera, ya que abarca el destino y la propia vida de millones de trabajadores que el capitalismo condena a la miseria, como se ve en el nuevo gobierno burgués del PT.

Otra de las grandes demandas –un problema crucial en nuestro país - es la necesidad de una vivienda digna. El capitalismo condena a millones a la indigencia y les niega el más elemental derecho a una vivienda. Frente a esto es necesario luchar por una reforma urbana estructural, que expropie las grandes propiedades de los capitalistas y elimine la especulación inmobiliaria de raíz. Sólo así se puede garantizar una vivienda digna para todos los trabajadores de las ciudades. Una reforma urbana integral, con un plan de obras bajo control de los trabajadores, resolverá el problema de la vivienda de los sectores populares al mismo tiempo que garantizarían los servicios públicos generales. Esto implica un plan de construcción de viviendas y de planificación del desarrollo urbano en función de las necesidades de las mayorías.

La demanda fundamental del pueblo pobre, que el capitalismo jamás resolverá, es la cuestión de la tierra. Es preciso luchar para que la tierra sea entregada a quienes la trabajan. Los Sin Tierra no pueden aceptar que su lucha quede reducida a las tierras improductivas. El partido revolucionario precisa agitar la necesidad de unir y coordinar a los sin tierra en comités propios autoorganizados. Entendemos que solamente la colectivización de las tierras puede dar fin a esta situación de penuria vivida por las inmensas masas campesinas; por eso es preciso luchar por la expropiación sin indemnización de todos los latifundios y la nacionalización de la tierra bajo control de los mismos trabajadores en función de una agricultura colectiva. Pero la demanda por una reforma agraria es una reivindicación sentida por millones de campesinos pobres, y por eso es necesario que un partido revolucionario tome las reivindicaciones de los trabajadores del campo y el derecho de las masas sin tierra a determinar su destino. En un momento en el que son recurrentes los asesinatos de trabajadores rurales sin tierra por parte de los bandos armados por los latifundistas de todo el país, cuya brutalidad la UDR no se esfuerza por esconder, es urgente ejercer en el campo el derecho a la autodefensa, formando comités de trabajadores que organicen la seguridad de los campamentos y asentamientos y la preservación de la vida de los dirigentes y militantes sin tierra. En caso de recrudecer las luchas urbanas, medidas semejantes pueden ser necesarias en las fábricas y entre los sectores que salen a la lucha, combinadas con la exigencia de disolución de las policías y de todas las fuerzas de represión.

La cuestión negra en nuestro país constituye una gran cuestión nacional. Los negros constituyen la principal porción de la población y la mayoría entre los trabajadores, y sin embargo son el sector más relegado y que trabaja en los peores trabajos y con los salarios más miserables, estando condenados a vivir en las peores condiciones en las favelas. A los negros se les niega el acceso a la educación y a la cultura, pero son los primeros en sufrir con el hambre, la falta de vivienda, la desocupación, la opresión y la represión, prisión y asesinato.

Las demandas de los negros se transforman así en una gran cuestión nacional democrática a ser resuelta por los trabajadores y los revolucionarios, puesto que la burguesía y el reformismo no lo solucionan ni lo solucionarán. La cuestión negra no puede seguir siendo tratada como la acción de “justicia social”, pero sí como una tarea democrática estructural en el marco de una estratégia revolucionaria de transformación radical de la sociedad burguesa brasileña en pos de los intereses de los trabajadores y de la mayoría de los pobres del campo y de la ciudad.

Los trabajadores negros deben incorporar, junto con el conjunto de los trabajadores, en la lucha por la liberación de la opresión y de la explotación capitalista, avanzando concientemente como parte constituyente de la clase revolucionaria brasileña. Sólo la lucha por el fin de este sisitema dividido en clases, podrá dar una solución íntegra y definitiva, ya que la liberación de la clase obrera será la liberación de los propios trabajadores negros que constituyen la mayoría de la clase en nuestro país, acabando con este sistema de explotación y de opresión.

Sólo se podrá garantizar la resolución efectiva de estas demandas más elementales derrotando la oposición de la burguesía y enfrentando al imperialismo, atacando a las bases mismas del sistema capitalista, llevando adelante medidas como la expropiación de los grandes monopolios nacionales y extranjeros, de los grandes terratenientes, la nacionalización del comercio exterior, de los bancos y de todas las áreas privatizadas. Por eso un partido revolucionario debe luchar para que se imponga la expropiación inmediata de los grandes grupos monopólicos y su estatización bajo control de los trabajadores para colocar toda esa fuerza productiva definitivamente a servicio de los intereses de toda la sociedad, renacionalizando las empresas privatizadas y expropiando toda empresa que cierre o despida, poniéndolas a funcionar bajo control obrero.

Es imposible avanzar seriamente contra el despotismo monopolista y la anarquía capitalista dejando en manos de esos capitalistas voraces el sistema de crédito. El capital financiero, concentrado en gran parte en los grandes bancos privados, tienen en sus manos el dominio de la economía. Todo en beneficio de las ganancias de los grandes banqueros y organismos de crédito. Así como organizan y viabilizan los grandes emprendimientos en su propio beneficio, organizan también el alza de los precios, las crisis, los golpes económicos, la quiebra de pequeños propietarios y la desocupación. Un partido revolucionario debe luchar para que se imponga la expropiación y la estatización de los bancos bajo control de los trabajadores y la creación de un sistema unificado estatal de crédito. Esa es la única forma de proporcionar los medios necesarios para llevar a cabo las tareas económicas que se desprenden de las necesidades de las masas y de la economía en su conjunto.

No existe la mínima posibilidad de conquistar la independencia económica y política y resolver las necesidades más urgentes de las masas si los trabajadores no imponen la ruptura completa y definitiva con el imperialismo y el FMI, si no avanzan hacia la ruptura de los pactos que nos atan al imperialismo con el no pago de la deuda externa e interna. Un partido revolucionario debe luchar para que los trabajadores asuman para sí la tarea de emancipar al país de la dominación imperialista. Esa tarea, la más elemental y prioritaria, implica una lucha implacable contra el imperialismo y sus socios nativos, esa alianza descarada de la burguesía contra la enorme mayoría de la nación.

El nuevo partido revolucionario no podrá ahorrar esfuerzos para ligarse a los obreros de las grandes industrias, a los trabajadores de los bancos, de los transportes, del comercio y a los millones del campo.

La lucha por un gobierno obrero y campesino debe tener como primer paso la irrupción de todos los sectores para la lucha. Aunque una amplia vanguardia rompa con el PT y comience a organizarse de manera independiente, la burocracia sindical seguirá siendo, y tal vez aún más, un importante obstáculo a vencer, por eso es necesaria la recuperación de los sindicatos y la creación de nuevas organizaciones para el combate que unifique las bases en lucha. Es necesario proponer a todos los trabajadores la lucha para que los sindicatos rompan con el gobierno Lula- Alencar, aplicador de los planes del FMI, y con todas las alas de la burguesía, expulsando a los burócratas sindicales. Esta lucha debe estar articulada con la estrategia de impulsar con todas las fuerzas las experiencias de democracia directa de los explotados, como estrategia para crear el doble poder. Esta es la forma de mostrar el gérmen de la democracia de la nueva sociedad. Sin la lucha de las masas, sin transformar los sindicatos y construir organismos democráticos que abarquen sectores cada vez más amplios de todos los que salen a la lucha, hablar en romper con el electoralismo y en “acción directa” no pasa de una frase de efecto. En ese sentido, será necesario impulsar los organismos de frente único de las masas, capaces de unificar y coordinar a todos los sectores en lucha, con una atención especial a las tácticas comunes con los sindicatos u otras organizaciones que tiendan a romper con el gobierno Lula y con el régimen político.

El partido revolucionario que surgirá con seguridad agrupará una minoría de la clase obrera, por eso deberá enfrentar la tarea fundamental que consiste en volcarse políticamente hacia el trabajo sobre las masas que sigan organizadas de alguna forma alrededor del PT. El partido revolucionario de trabajadores tendrá así la posibilidad de propagandizar y agitar en todo el país las demandas de un programa de transición hasta la conquista del poder por los trabajadores y la necesidad de crear nuevas organizaciones democráticas, masivas y clasistas para la lucha.

Luchar por este programa y esta estrategia significa preparar las condiciones para que gobiernen los que nunca gobernaron - los trabajadores -, construyendo sus propios organismos democráticos de poder nacidos de su propia experiencia en síntesis con la experiencia histórica de los explotados. Así los trabajadores y el pueblo pobre pueden crear las condicines para conquistar un nuevo tipo de estado, como fue la república de los consejos de obreros, campesinos y soldados instaurada en Rúsia en 1917.

No es posible pensar en terminar con el hambre y la miseria sin disponerse al enfrentamiento decidido contra el estado burgués en la perspectiva de destruirlo, tomar el poder y expropiar a los grandes capitalistas para poner lo más avanzado de las fuerzas productivas al servicio del conjunto de la sociedad. Está planteada la tarea histórica de fundar una organización social en la cual la mayoría trabajadora gobierne: planificando la utilización racional de los recursos productivos al servicio de toda la sociedad, dejando a un lado la monstruosa irracionalidad capitalista, combatiendo sin tregua los enemigos internos y externos para terminar con la violenta resistencia de los antiguos explotadores, superando el abismo que existe hoy entre la economía, la política y la cultura, adquiriendo formas innovadoras de democracia de productores y consumidores. Para llegar a la liberación de la humanidad nuestro objetivo debe ser mucho mayor, avanzando en la construcción de la sociedad sin explotación u opresión.

Las diversas estrategias de construcción del “nuevo partido”, con los intereses mesquinos de las corrientes políticas, sólo son posibles por ver el partido como un fin es sí mismo, como el aparato en sí, ya que no tienen la perspectiva más profunda del partido como el medio para la liberación de la humanidad.

Frente a la situación internacional marcada por la sangrienta guerra imperialista de los Estados Unidos contra Irak y por la resistencia de la población iraquí que comienza a desmoralizar a las tropas norteamericanas; ante la ONU imperialista, cuestinada primero por los bandos imperialistas y luego identificada por la resistencia iraquí como responsable por la barbarie que arrasa al país, ante las disputas política y económica entre los imperialistas para decidir quién tendrá que cargar con la crisis mundial, frente a esta situación, las masas latinoamericanas necesitan dar su propia respuesta unificada. El inmenso potencial explosivo mostrado en los últimos años necesita la dirección de la clase obrera del continente para acabar con el imperialismo.

Los trabajadores brasileños y los de todos los países de América Latina tienen un papel fundamental a desempeñar, ocupando y controlando la producción de las multinacionales de punta instaladas en la región, iniciando la planificación socialista del uso de la tecnología más avanzada en beneficio de las masas, siendo el motor de la superación del atraso histórico y arrastrando el conjunto de las masas del continene en una ofensiva sin precedentes, esta vez organizadas en un verdadero ejército revolucionario, superando las fronteras nacionales, contra la burguesía y el imperialismo. El antiimperialismo sólo puede ser consecuente si es parte del internacionalismo revolucionario de los trabajadores.

Tenemos que proponer la unidad combativa de la clase obrera de toda América Latina con los campesinos y las clases medias empobrecidas. Si la clase obrera de todo el continente se unifica contra la opresión imperialista, la alianza entre los centenares de millones de oprimidos de todos los pueblos latinoamericanos podrá ser indestructible, y el inmenso aparato militar de los Estados Unidos no podrá ser barrera para frenar tales energías revolucionarias. Por el contrario, es ahí donde la superioridad de la estrategia internacional de los marxistas se probará sobre todo tipo de concepción tercermundista, pues los trabajadores norteamericanos rápidamente comprenderan que es en las luchas de sus hermanos latinos que se derrumban las bases del poderío de la burguesía yankee, ligándolas a sus propias luchas.

Es por eso que desde ya debemos buscar nuestros aliados en los países centrales: allí están los jóvenes que se movilizaron por decenas y centenas de millares en manifestaciones que hicieron resurgir el espíritu de rebeldía contra el capitalismo; los mismos jóvenes que protagonizaron las impresionantes marchas de millones contra la guerra imperialista en Irak. Allí están los trabajadores con sus huelgas masivas en Italia, en España, en Grecia y en Francia. En una perspectiva como ésta, la integración entre los pueblos latinoamericanos puede concretarse. Frente al ALCA imperialista, son reaccionarios los pactos como el Mercosur, que sólo buscan crear áreas rentables para los monopolios o, como máximo, negociar en mejores condiciones los intereses de las burguesías nacionales con la potencia imperialista y sus organismos. El antiimperialismo debe conducir a la única integración que beneficiará a los trabajadores y el pueblo pobre: una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina, poderosa plataforma para la lucha por la revolución mundial.

Construir ese gran partido revolucionario de los trabajadores en Brasil será también un impulso importante para la construcción del partido mundial de la revolución socialista. Nos colocamos en la línea de frente para luchar hombro a hombro con todos aquellos que creen en esa perspectiva - y que de alguna forma saben que el futuro nos pertenece, y que ninguna derrota del pasado puede disminuir el brillo del futuro comunista de la sociedad humana.


Notas:

(1) Luciana Genro, Babá y João Fontes, en Boletim Eletrônico do Deputado Babá. 01/09/03.
(2) Para que se tenga una idea de la lucha de aparatos, en la cual los trabajadores ni participan, observemos las declaraciones de ambas direcciones políticas: Zé Maria, de la dirección del PSTU, propone la creación del “nuevo partido” a fines del año que viene ofreciendo su sigla a los miembros de la izquierda petista que quieran disputar la elección de 2004. La CST y el MES, a punto de ser expulsados del PT, impulsan una nueva sigla para mayo. Pero el problema de fondo es quién establece la hegemonía, o quién le impone el aparato a quién: “Da la impresión de que quieren engordar el PSTU”, argumenta Babá, y sigue “no vamos a someternos a su agenda”. Mientras tanto la dirección del PSTU rebate: “No queremos simplemente una nueva sigla electoral o un partido controlado por parlamentarios”, en alusión al hecho de venir a ser controlado por Babá y Luciana Genro. Y Babá insiste: “ellos (PSTU) quieren el nuevo partido para fin del 2004, pero si no hay acuerdo, ellos estarán fortalecidos y nosotros vamos a tener que arreglárnosla para empezar una nueva discusión” (Estado de São Paulo, 09/09/03). En fin, toda una discusión de aparatos y para ver quién establece la hegemonía o quién le impone la política a quién. Una discusión que en nada sirve a los trabajadores, y sí a los intereses mesquinos de “aparatos”.
(3) “Fue con total sorpresa - afirma la dirección del PSTU -, por lo tanto, que vimos el acto de los parlamentarios radicales en Rio y sus declaraciones en todos los medios para lanzar ya un ‘nuevo partido’ y un ‘movimiento’ inmediato de legalización de nuevo título electoral, que ya tendría hasta nombre…” (Declaración de Zé Maria).
(4) Ver declaración de Zé Maria en comunicado titulado: “Un Nuevo Partido necesita nacer por la base y no ser mera reproducción del PT”.
(5) La dirección de Convergencia Socialista, hoy dirección del PSTU, de la cual eran parte también las actuales direcciones de CST y de MES, por ejemplo, capitulaba de esta manera, abiertamente, llegando a afirmar que “Defendemos este PT y sus banderas de lucha. Y vamos a combatir a los que quieran modificar los objetivos trazados desde el inicio por los compañeros Lula, Bittar… y demás dirigentes sindicales. No queremos que el PT tenga todo nuestro programa” (Convergencia Socialista Nº 9, Marzo ’80). Convergencia, no solo no combatía “los objetivos trazados desde el inicio por los compañeros Lula…”, es decir a la dirección reformista, sino que también con el supuesto “ataque” a los sectores mas de derecha, además embellecía a la casta burocrática lulista, negándose inclusive a luchar por sus propias ideas y su programa. Y quien no lucha por sus ideas, que dicen ser revolucionarias, jamás construirá una organización revolucionaria. Existe una creencia inventada por estas mismas direcciones de que con el objetivo de juntar a todo el mundo, es necesario construir alternativas intermedias aceptando el programa y la política de las alas reformistas, para así ganar a la mayoría. Y ahí está el resultado, el PT que terminaron construyendo. Lula ahora le dice a todos que “nunca fue de izquierda”, cumpliendo sus objetivos, los cuales C.S. se negó a combatir.
(6) Algunas de estas corrientes terminaron siendo expulsadas cuando la dirección mayoritaria del PT ya no podía tolerar presiones por la izquierda de cualquier tipo, por la profundización de su giro a la derecha que se fue operando poco tiempo después de la fundación del partido. Las demás corrientes se continuaron adaptando a los límites cada vez más estrechos impuestos burocráticamente por la dirección del PT.


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