La década pasada estuvo llena de espejismos,
como consecuencia del ultra optimismo y la sobreproducción
de ideología imperialista que emergió después
de la debacle de la ex URSS.
El cuento del "fin de la historia", que auguraba el dominio
incuestionado de la democracia capitalista o "liberal".
La burbuja de las "punto.com", empresas con valuaciones
accionarias astronómicas que no registraban ganancias. El verso
de la "nueva economía", que hacía obsoleta
la necesidad de la producción material. El irreversible avance
de la "globalización" de la economía mundial,
donde los estados nacionales y la competencia interimperialista eran
cosa del pasado. La creencia en un crecimiento ininterrumpido norteamericano,
que dejaría atrás las crisis capitalistas. Todos estos
mitos fueron cayendo uno a uno.
Esta vez le toca el turno al mito de las "guerras sin bajas",
con el cual la burguesía norteamericana y los estrategas del
Pentágono garantizaron el apoyo de la población a sus
incursiones imperialistas en la era post Vietnam. La tenaz resistencia
iraquí que se está desarrollando frente a la agresión
anglo norteamericana, comienza a echar por tierra esta última
falacia.
A una semana de iniciada la invasión a Irak, el balance para
las fuerzas aliadas es contradictorio. Por un lado, la movilización
de un convoy de infantería mecanizada por un largo corredor
en el desierto, acercándose amenazadoramente a Bagdad, se ha
desarrollado con una extraordinaria rapidez. Por el otro, las expectativas
de un colapso inminente del régimen hasta hoy no se materializaron.
Más aún, en su avance las tropas de la "coalición"
han encontrado una resistencia mayor de la esperada. Las fuerzas iraquíes
les han montado un nuevo e inesperado desafío: emboscadas y
una guerra de guerrillas, provocándole a EE.UU. la mayor cantidad
de muertos en combate en un día desde la guerra de Vietnam.
A pesar de haber tratado de evitarlo, EE.UU. tiene que lograr su victoria
en Irak con el viejo método usual a todas las guerras: peleando.
Este es el significado de los reveses tácticos del ejército
norteamericano en los últimos días, que ha dejado atrás
el mito de las "guerras sin bajas".
El plan de guerra norteamericano: estrategia temeraria, táctica
cautelosa
La estrategia norteamericana para la guerra en Irak se basaba en
la siguiente premisa: liquidar al régimen sin devastar el país.
Este plan de guerra no surge de la magnanimidad hacia el pueblo iraquí
de los norteamericanos, quienes no dudaron en tirar la bomba atómica
en Hiroshima y provocaron millones de muertos en la guerra de Vietnam,
ni de la mayor precisión de sus armas de destrucción
masiva, aunque el avance técnico en el arte de la guerra es
sorprendente e indudable.
Esta estrategia de guerra surge del difícil paralelogramo de
fuerzas que cruza la invasión imperialista, tanto en Irak y
en Medio Oriente como a nivel internacional, donde su operación
no cuenta con la menor legitimidad. En Irak, el ejército norteamericano
pretende aparecer como liberador y no como un invasor, lo que haría
la ocupación del país enormemente costosa. Con esto
busca a su vez neutralizar el antiamericanismo de las masas en la
región, y al enorme movimiento antiguerra que ha surgido en
los principales países imperialistas.
Esta estrategia que podríamos calificar de temeraria es lo
que dio origen a una táctica cautelosa: el empleo de la fuerza
en forma "selectiva", eligiendo "buenos" y "malos"
iraquíes, la destrucción limitada de las instalaciones
civiles, etc., buscando reducir al mínimo los costos de la
guerra. El diario sionista Haaretz, lo reseña de la siguiente
manera: "Las maniobras, en el terreno y en Washington, reflejan
una perspectiva sofisticada sobre la naturaleza de la guerra, en general,
y sobre las cuestiones militares en el siglo XXI, en particular. Una
prioridad central está siendo dada a las consideraciones estratégicas
en el nivel nacional, mientras también tiene en cuenta las
alianzas y las implicaciones para otras partes del mundo. Esto dicta
cómo las operaciones son manejadas en el terreno y, consecuentemente
determina las tácticas empleadas por los comandantes de las
distintas fuerzas. El conjunto del plan tiene el objetivo de golpear
contra Saddam y sus más leales, mientras hace una distinción
entre este grupo y el resto de los iraquíes. La idea es tratar
de romper la voluntad de los iraquíes a resistir la irresistible
fuerza que los americanos amenazan emplear. Esto es someter a los
iraquíes sin tener que devastar Irak." (Haaretz, 23/03/03).
La "honorable resistencia iraquí": ¿El
inicio de una guerra de liberación nacional?
Pero los "fríos" e "inteligentes" planes
del Pentágono están chocando con la inesperada resistencia
iraquí. Contra las expectativas de los aliados, que esperaban
encontrarse con un ejército derrotado y desmoralizado, así
como ser recibidos con los brazos abiertos por la población,
no se han producido deserciones masivas ni ha habido una sola imagen
de los iraquíes dándole la bienvenida a las tropas de
EE.UU.
Lejos de esto, las fuerzas anglo-norteamericanas se encontraron con
una serie de emboscadas y una guerra de guerrillas que les han infligido
sus primeras bajas. Estas formas de combate pueden causar confusión
en las tropas enemigas y crear oportunidades tácticas y estratégicas
para las fuerzas iraquíes en determinadas confrontaciones.
Pero lo más importante, es que esta "honorable resistencia
iraquí" -como la llaman los diarios de la región
comparándola con la Intifada palestina contra el estado de
Israel o la lucha del Hezbolá contra el ejército sionista
tras la ocupación del Líbano en 1982-, ha aumentado
la moral de la población y de las fuerzas que están
defendiendo las ciudades. Aunque estamos sólo a 7 días
de iniciada la guerra, y pequeñas "victorias" de
la resistencia pueden darse sin cambiar el curso de la guerra -como
fue el caso del extraordinario hundimiento de la fragata inglesa Sheffield
atacada por la aviación argentina durante la guerra de Malvinas
bajo la dirección de la dictadura militar- es importante resaltar
estas nuevas tendencias generales.
Es que de desarrollarse y generalizarse la resistencia iraqui puede
cambiar el carácter de la guerra, transformándose en
una guerra de liberación nacional que unifique a la nación
oprimida contra las fuerzas imperialistas. Esto es lo que estaría
comenzando a mostrar el regreso de los refugiados iraquíes
de Jordania a pelear por su tierra a pesar de ser opositores al régimen
del partido Baath, los funerales con movilizaciones masivas en las
calles de Bagdad o Nasiriya, el importante despliegue de las milicias
fedaiyines que se han convertido en una de las piezas fundamentales
de la resistencia militar, el creciente odio que despierta en la población
el ejército de la "coalición" aún en
aquellos que apoyaban al principio la intervención norteamericana,
cuestiones todas que podrían profundizarse considerablemente
si el ejército norteamericano decide entrar a las ciudades
o someterlas a un sitio devastador como el que ya se está sintiendo
en la ciudad de Basora.
Así comienzan a describirlo, sin saberlo, algunos periodistas
occidentales, como la corresponsal del diario La Nación en
el sur de Irak. Esta dice: "La bandera blanca que lleva una carreta
tirada por un burro puede ser un engaño. El vendedor de tomates
podridos vestido con dishdasha -la típica túnica iraquí-
puede ser una activista del partido Baath a punto de cometer un atentado
contra los occidentales asaltándolos o, directamente, pegándoles
un tiro. El hombre de la estación de servicio que te carga
la nafta diciéndote: "Welcome, americans good", haciendo
con los dedos la V de la victoria, puede ser el ideólogo de
una emboscada mortal. Así es el clima que se respira hoy en
el sur de Irak." (LN, 25/03/03) Estas imágenes hacen recordar
la "batalla de Argelia", la guerra de liberación
nacional del pueblo argelino contra la ocupación colonial francesa
en los '60 o la guerra de Vietnam. ¿Se reeditarán estas
luchas heroicas a las orillas del Tigris y el Eufrates?
No lo sabemos. Junto a la disposición de las masas y las fuerzas
armadas del país agredido, para que se desarrolle esta perspectiva,
los iraquíes deberían conseguir desde el punto de vista
militar un "santuario" en algún país limítrofe
que les dote de retaguardia, armas y alimentos -como fue Camboya en
la guerra de Vietnam y la entrega limitada de armas de las burocracias
rusa y china-, extendiendo las fronteras de la guerra. Si la resistencia
iraquí se prolonga, esta perspectiva podría ser el subproducto
de un proceso revolucionario en algún país, como Siria.
Pero el principal problema es político. A diferencia de Vietnam
y Argelia, la dirección burguesa de Hussein es un obstáculo
absoluto para transformar la guerra actual en una auténtica
guerra de liberación nacional y social, carácter que
en cierta medida tuvieron aquellas gestas revolucionarias a pesar
de la dirección estalinista de Ho Chi Minh, en el primer caso
o, la dirección nacionalista pequeñoburguesa de Ben
Bella, en el segundo. En este caso, el carácter reaccionario
de la dirección política y el objetivo limitado que
esta le imprime a la defensa del país, la supervivencia del
régimen, deben ser superados al calor de la guerra ya que las
masas no estarán dispuestas a enormes sacrificios sólo
para defender a Saddam. De ahí la importancia de una dirección
y un programa revolucionario que una el carácter progresivo
de la lucha por la defensa de la nación oprimida contra el
imperialismo con los métodos y los objetivos de la revolución
proletaria .
Lo cierto es que el temor de que de la actual guerra genere fuerzas
sociales revolucionarias hostiles a la dominación imperialista
ya ronda la cabeza de algunos analistas norteamericanos como el columnista
David Ignatius, del Washington Post, quien se pregunta: "¿Se
repetirán las dificultades en el sur en una mayor y más
peligrosa escala en la decisiva batalla por Bagdad? ¿Los intentos
americanos de destruir la determinación iraquí no terminarán
en cambio fortaleciéndola, como a menudo sucede en la guerra?
El desafío militar norteamericano, en los días o semanas
que quedan del combate, debe ser evitar transformar el odio popular
contra Hussein en resentimiento contra el "choque e intimidación"
del coloso militar que ha venido a derribarlo." (WP, 23/03/03).
Lo que más alienta esta perspectiva es la movilización
de las masas tanto en los países de la región como en
los países imperialistas.
Los otros "teatros de operaciones de la guerra"
La lucha contra la guerra imperialista no se libra sólo en
Um Qasar, Basora, Nasiriya, Kerbala y Bagdad sino que también
se desarrolla en la llamada "calle árabe" y en las
ciudades de Nueva York, Chicago, San Francisco, Madrid, Barcelona,
Londres, Melbourne, Sydney y otras alrededor del mundo.
Si el desarrollo del combate en el teatro militar iraquí prolonga
en el tiempo las operaciones militares y aumenta el costo de la agresión
imperialista, las batallas que se den en el teatro de operaciones
regional e internacional tienen un carácter decisivo para derrotar
la agresión imperialista.
Una muestra de esto ya comienza a verse. Los estudiantes universitarios
y las barriadas pobres de El Cairo han salido espontáneamente
a las calles contra EE.UU. y sus propios gobernantes con una violencia
raramente vista en las manifestaciones controladas por la policía
en Egipto. Con banderas que decían "¡Vergüenza
a EE.UU.!", los manifestantes cantaban: "El pueblo de Basora
son nuestros hermanos, ellos son pobres como nosotros".
En esta solidaridad de clase entre la clase obrera, los estudiantes
y los pobres urbanos de Egipto con las masas oprimidas y explotadas
iraquíes está la poderosa fuerza social que de ponerse
en movimiento puede darle un golpe de gracia al plan guerrerista del
imperialismo, echando por tierra a los reaccionarios gobiernos árabes
de la región como el de Egipto, un aliado clave junto con Israel
para el dominio norteamericano en Medio Oriente. "¡Abajo
los líderes árabes!" y "¡Fuera, fuera
Mubarak!" coreaban en las manifestaciones. Un proceso revolucionario
en Egipto que tirara a un cipayo del imperialismo como Mubarak, podría
alterar significativamente la ecuación estratégica en
la región para el imperialismo.
El otro aliado fundamental de las masas iraquíes, son la clase
obrera, los estudiantes y demás sectores populares que se vienen
movilizando en los países imperialistas. Aunque la pretendida
guerra "limpia" del Pentágono de los primeros días
pudo haber neutralizado a algunos manifestantes ha agudizado la conciencia
de otros. "La gente podría estar viendo la televisión
y decir: ¡hey, no es tan malo! Pero no están viendo hacia
adelante. Pagaremos por esto por décadas", dijo una manifestante
que marchaba en Nueva York con una pancarta que decía: "¿Corta
guerra? Corta vista". Otro manifestante decía: "Ellos
piensan que están siendo muy específicos con sus objetivos,
pero aún están matando gente y también están
gastando el dinero de cosas como el sistema de salud", mientras
llevaba un cartel que decía: "Misiles guiados, personas
perdidas". Otro más decía: "Bombas inteligentes,
política estúpida". (Boston Globe, 23/03/03).
Con el inicio de las hostilidades contra Irak el movimiento antiguerra
se ha endurecido, aumentando los choques con las fuerzas represivas
del estado y los detenidos por éstas. Los trabajadores de los
países centrales, el factor decisivo que puede paralizar la
maquinaria de guerra imperialista, aunque realizó medidas simbólicas
en algunos países, por responsabilidad de sus direcciones burocráticas
no ha participado con sus propios métodos en las movilizaciones
contra la guerra. Si los síntomas de radicalización
enunciados más arriba se desarrollan, estos podrían
contagiar a sectores más amplios del movimiento, haciendo más
difícil el control del mismo por parte de las burocracias obreras
y reformistas que buscan orientarlo hacia una política de presión
a los gobiernos imperialistas. Esto reduciría enormemente la
capacidad del imperialismo en su propio seno para ejecutar la guerra,
lo que aunado a la resistencia iraquí y de las masas árabes
puede derrotar la ofensiva imperialista.
Irak y las dificultades de la neocolonización imperialista
a comienzos del siglo XXI
En última instancia, tanto el plan original norteamericano
como las dificultades que está encontrando el mismo, se basan
en dos presupuestos más generales que afectan al intento de
neocolonización norteamericano al inicio del siglo XXI comparado
con la anterior oleada de colonización imperialista de fines
del siglo XIX y principios del siglo XX.
Del lado de la potencia opresora, a pesar de que circunstancialmente
el presidente Bush concita el apoyo mayoritario de la población
para la guerra, este apoyo tiene un carácter ambiguo, basado
en lo que algunos llaman la "falta de vocación imperial"
de la población norteamericana. A falta de un enemigo identificable,
el imperialismo norteamericano encuentra difícil cooptar sólidamente
a su población detrás de una misión imperialista,
a diferencia de las viejas potencias coloniales europeas que presentaban
la colonización como una misión "civilizadora"
sobre pueblos atrasados y que repartieron sobre las capas aristocráticas
de sus proletariados parte de las migajas que se caían de la
opresión colonial.
Esta reluctancia a un curso neocolonizador sostenido se expresa hoy
día en la poca disposición a aceptar bajas en operaciones
militares. En el pasado, eso se resolvió apelando a valores
morales o liberales. Como muestra el teórico del realismo ofensivo,
J. Mearsheimer, "las políticas realistas pueden ser justificadas
con una retórica liberal sin tener que discutir las realidades
de poder subyacentes. Esta coincidencia, permite venderlas fácilmente.
Por ejemplo, EE.UU. luchó contra el fascismo en la Segunda
Guerra Mundial y el comunismo en la Guerra Fría por razones
enteramente realistas. Pero ambas peleas eran también consistentes
con principios liberales, y de esta manera los políticos tuvieron
poco problema para venderlas al público como conflictos ideológicos."
(The Tragedy of Great Power Politics)
Comparada con el fascismo o la Guerra Fría, la actual "guerra
contra el terrorismo" - y mucho menos la ocupación militar
de Irak apelando esencialmente a razones de seguridad interna como
justificación - , no brinda a la población un sustento
ideológico lo suficientemente fuerte para sostener una operación
imperialista a largo plazo. Esta es la debilidad interna de la actual
invasión a Irak, por más que Bush y sus corifeos ,
los neocon o imperialistas "democráticos" pretendan
presentar esta a último momento como un intento de liberar
al sufrido pueblo de Irak de su tirano como una posible plataforma
para llevar la democracia al conjunto de Medio Oriente.
Pero más importante aún que esta realidad es el hecho
histórico de que hoy en día no hay consentimiento para
una administración colonial como en el pasado. El historiador
inglés Eric Hobsbawm refiriéndose a la India, la principal
colonia británica, demuestra que "cuando los ingleses
conquistaron la India, consiguieron administrar aquel país
durante un periodo muy largo, con poco más de una decena de
millares de hombres, soldados incluidos. Tengamos en cuenta que gobernaban
un país habitado por centenares de millones de personas: eso
habría sido imposible si la mayoría de la población
no hubiera decidido aceptar el régimen. Los indios ya habían
aceptado otros gobiernos extranjeros en el pasado y también
atacaron el británico en esta ocasión. Esta es la razón
del extraordinario éxito obtenido por la mayoría de
las potencias europeas en la administración de extensos imperios
coloniales. En definitiva, "fueron muy pocos los pueblos que
se resistieron, y por supuesto de ningún modo los que ya estaban
habituados a vivir bajo un gobierno de un tipo u otro. Los únicos
que no se plegaron a la férula colonial fueron los pueblos
que vivían en sociedades sin estado; tal fue el caso de Afganistán,
de las sociedades tribales del salvaje oeste, de los kurdos, de los
bereberes de Marruecos." (Entrevista sobre el siglo XXI, Eric
Hobsbawm)
Hoy esta situación es impensable, después de años
de lucha, sacrificios y millones de muertos que implicó la
liberación nacional de las colonias . Estas experiencias, a
pesar de no haber logrado resolver las causas estructurales de la
dependencia, hacen hoy más difícil aceptar la dominación
imperialista, es decir , una autoridad superior ajena, menos aún
cuando estas operaciones no están recubiertas por los motivos
humanitarios, como fue el caso de la intervención en Kosovo
o Timor del Este en los 90. En otras palabras, podemos decir que el
siglo XX no ha pasado en vano desde el punto de vista de la conciencia
adquirida por el movimiento de masas sobre sus derechos democráticos
elementales . Desde esta perspectiva histórica, el proyecto
norteamericano de rediseñar el Medio Oriente, empezando con
Irak, es una apuesta aventurera que está condenada al fracaso
o, en el mejor de los casos de obtener éxitos parciales, estos
impondrán una pesada carga a su hegemonía imperialista,
no sólo en la región sino en el conjunto del planeta
que pueden terminar acelerando su declinación histórica.
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