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I -
Un giro en la situación
Después
del levantamiento indígena y popular de enero en
Ecuador, con la irrupción de las masas en Bolivia
y la crisis política abierta en Perú, se está
produciendo un importante giro de la coyuntura política
en América Latina. En él se combinan una nueva
oleada de lucha de masas y el surgimiento de procesos de
vanguardia, con un recrudecimiento de las crisis políticas
que conmueven a varios países.
América Latina no escapó a los efectos reaccionarios
de la coyuntura internacional abierta por el triunfo imperialista
en Kosovo. Esto permitió a la burguesía y
al imperialismo amortiguar los focos de inestabilidad que
se extendían al calor de la recesión económica.
A fines del año pasado y comienzos del actual, los
recambios políticos ordenados en el Cono Sur y en
Venezuela actuaban asentando estas tendencias, aunque el
área Norandina, Ecuador, Colombia, Venezuela-,
permanecía como la zona de mayor inestabilidad política
y convulsión social en el continente, expresando
una aguda desigualdad con la relativa estabilización
de México, Brasil, y del Cono Sur. El imperialismo
y la clase dominante retomaban la iniciativa política,
buscando asentar una relación de fuerzas más
favorable con las masas, reafirmar sus regímenes
y profundizar la aplicación del programa proimperialista.
Es cierto que el despliegue de nuevos fenómenos de
vanguardia, como la gran huelga de los estudiantes mexicanos
de la UNAM, acompañaba esta coyuntura reaccionaria,
y que la misma no alcanzaba a asentarse, basándose
principalmente en mecanismos políticos de engaño
y sin haber asestado golpes decisivos a las masas latinoamericanas.
En enero y febrero, el vuelco sufrido por la huelga de la
UNAM bajo la represión (donde se dieron amplias movilizaciones
de solidaridad con los estudiantes y se mantiene la vanguardia
actuando) y el levantamiento campesino y popular en Ecuador
(aunque sufrió una derrota política de importancia),
mostraban las contradicciones de la coyuntura. Los ataques
más directos, bonapartistas, de la clase dominante
chocaban con una tenaz resistencia y tendían a repercutir
en la persistencia de las contradicciones políticas.
Los
acontecimientos que se están produciendo desde entonces
en Bolivia, Paraguay, Costa Rica o Perú muestran
que, en América Latina, lejos de asentarse esa coyuntura
reaccionaria, se está produciendo un importante vuelco.
Aún es prematuro pretender definir la amplitud y
profundidad que el mismo alcanzará, a qué
ritmos y cómo se configurará la nueva situación.
Pesa la clara desigualdad entre los países económicamente
más fuertes y más poblados del continente
(México, Brasil y el Cono Sur) donde la burguesía
cuenta en este momento con mayor estabilidad económica
y política y en los que las masas en particular
la clase obrera- no se hallan en la escena, y el rosario
de eslabones débiles que tiene por epicentro a los
países andinos.
Sin embargo, la tendencia es clara: un importante movimiento
a izquierda en la dinámica de la lucha de clases
en la región signado, como señalamos más
arriba, por una nueva oleada de luchas de masas que comienza
con importantes signos de radicalización, el surgimiento
de una vanguardia, y el recrudecimiento de la crisis política
en varios países. Esto confirma que nos hallamos
en un período preparatorio, que apunta a desplegarse
en una etapa superior de la lucha de clases.
De esta manera, a pesar de los esfuerzos realizados por
el imperialismo y las burguesías locales para contener
las tendencias a una mayor desestabilización, América
Latina se demuestra como una de las áreas de mayor
nivel de la lucha de clases y desarrollo de nuevos fenómenos
políticos a escala internacional.
-II-
Una nueva oleada de lucha de masas
Desde
el levantamiento de enero en Ecuador una nueva oleada de
luchas de masas, protagonizada principalmente por los campesinos,
los trabajadores estatales, los estudiantes y las masas
más pobres de las ciudades, ha comenzado a extenderse
por América Latina. Su epicentro son los Andes, mientras
que en los países más estables se manifiesta
con importantes luchas de vanguardia. El motor de esta nueva
oleada es el rechazo a los intentos de profundizar el programa
proimperialista, descargando nuevos ataques sobre las masas.
Desde el inicio muestra importantes elementos de radicalización,
y tiende a retomar la contraofensiva obrera y popular internacional
que se vivió entre 1995 y 1996, en un enfrentamiento
abierto a los gobiernos, sus planes económicos y
su despliegue represivo. Obligando a retroceder a los gobiernos
de Costa Rica y Bolivia en sus intentos de privatizar la
electricidad y el agua en Cochabamba, respectivamente, se
ha logrado dos importantes triunfos parciales.
En enero fue Ecuador. Hoy se produce la espectacular irrupción
de las masas en Bolivia. En Perú bulle un amplio
movimiento democrático realimentado por la crisis
políticaque aún no se ha clausurado-.
En Costa Rica movilizaciones de más de 100.000 trabajadores
(el 10% de la población adulta) obligaron al gobierno
a postergar la privatización de la energía
eléctrica. En Paraguay la crisis política
que jaquea a González Macchi se combina con una ola
de huelgas y protestas obreras y campesinas. En Colombia,
mientras se mantiene la tenaz resistencia campesina alimentando
el estado de guerra agraria, los empleados estatales vienen
desarrollando fuertes y combativos paros contra Pastrana.
Esta situación en los eslabones débiles del
capitalismo latinoamericano contrasta con la pasividad del
proletariado industrial y de las masas en los países
más estables de la región. Sin embargo, allí
se dan, como decimos más arriba, importantes luchas
de vanguardia. En México asistimos a la gran lucha
estudiantil de la UNAM, que se prolonga ya por un año,
y a la resistencia a la privatización de la energía
eléctrica. En Brasil, se destacan la huelga del magiterio
de Río Grande Do Sul enfrentando a un gobierno
del ala izquierda del PT, y la movilización
de los estudiantes secundarios, que vienen destacando un
nuevo activismo combativo. En Argentina, en una situación
donde pesa el éxito de la burguesía en lograr
un recambio ordenado de gobierno, hay sin embargo importantes
luchas contra los planes de ajuste en varias provincias.
Los principales actores de este proceso expresión
de una amplia emergencia de los oprimidos- son: el movimiento
campesino e indígena, los trabajadores estatales
(en particular maestros, salud y obreros de las empresas
públicas que enfrentan la privatización),
las masas pobres proletarias y semiproletarias- de
las ciudades, los estudiantes universitarios (y también
secundarios). La clase obrera de la industria y los servicios,
aunque no está ausente participa, incluso en Bolivia,
aún disuelta como parte de las masas: no es el proletariado
el que imprime su sello de manera decisiva a esta primera
fase de la nueva oleada.
El
movimiento campesino latinoamericano viene protagonizando
un amplio ascenso que abarca a casi todo el continente desde
mediados de los 90, respondiendo a la presión de
la modernización capitalista en el campo,
la política de contrarreforma agraria
y la situación de aguda miseria. A ello hay que sumar
la lucha contra la opresión racial y cultural de
los pueblos originarios. Este aliado, de importancia estratégica
para el proletariado, viene dando importantes pasos políticos
y mostrando la radicalización de sus métodos
y demandas, como muestran Ecuador y Bolivia.
La emergencia de un nuevo movimiento estudiantil encontró
en México su mayor expresión, pero está
en las primeras líneas del enfrentamiento en Bolivia;
juega un importante papel en Costa Rica y en el movimiento
democrático de las masas peruanas; comienza a irrumpir
en Brasil con la lucha de los secundarios y en la universidad.
Evidencia los realineamientos y descontento en el seno de
la sociedad, particularmente en las capas medias, actuando
como caja de resonancia de las contradicciones
sociales. El motor de la lucha estudiantil es que la Universidad
y la educación pública en su conjunto están
en la mira de ataque de los gobiernos de la región
a través del ajuste y la reforma
educativa que impulsa el Banco Mundial. El movimiento estudiantil,
un importante aliado de la clase obrera, está llamado
a jugar un gran papel de agitación política.
Los trabajadores estatales, en particular de la educación
y de la salud (así como los obreros de empresas públicas
petroleros, portuarios, electricistas-, que resisten
la privatizaciones en varios países), están
jugando un importante papel en esta oleada. La larga huelga
de los estatales salvadoreños; el último paro
general en Colombia y las movilizaciones de empleados públicos;
las participación de los petroleros y otros sectores
en Ecuador; de los maestros y portuarios en Perú;
los electricistas, telefónicos y otros sectores en
Paraguay; el magisterio de Río Grande do Sul en Brasil,
o los primeros paros de maestros y petroleros en Venezuela,
son muestra de lo que decimos.
La intervención del proletariado en esta oleada,
con sus propias banderas y métodos, sigue siendo
el factor más retrasado. El proletariado soporta
una monstruosa desocupación, los efectos de las derrotas
parciales y las peleas no dadas en los marcos de la recesión,
ante todo, por la traicionera política de consensos
y pactos sociales impuesta por las direcciones sindicales
en los países más grandes. Así, el
proletariado industrial atraviesa por una fase de pronunciado
reflujo. Sin embargo, las masas obreras en general son un
componente de estas luchas, demostrando que, si bien es
muy difícil la lucha económica aislada por
empresa o gremio, en las actuales circunstancias, salen
al combate cuando se ven bajo un ataque directo (como los
aumentos de pasajes y servicios), y ante la posibilidad
de golpear políticamente a los gobiernos desprestigiados.
Toda
la vanguardia obrera, estudiantil y popular latinoamericana
tiene que seguir atentamente y hacer propias las experiencias
y conquistas organizativas y políticas que comienzan
a dar las expresiones más avanzadas del combate de
masas y de las luchas de la vanguardia. Ecuador, Bolivia,
la lucha de la UNAM, reclaman la mayor atención.
No pretendemos hacer un análisis acabado en estas
líneas, sino señalar algunas características
de enorme importancia de las acciones más avanzadas
de esta nueva oleada.
El
levantamiento de enero en Ecuador y la rebelión de
Cochabamba en Bolivia son las dos mayores acciones independientes
del movimiento de masas con que se inicia esta oleada. Ambas
plantean abiertamente el problema del poder político,
cuestionando al gobierno. Hemos visto en el primer caso
un levantamiento que abiertamente se fijó el objetivo
de derribar a Mahuad, comenzando a buscar una salida por
fuera de las instituciones normales de la democracia
burguesa, aunque su dirección populista le impuso
un programa de colaboración de clases y finalmente
traicionó.
En Bolivia, la lucha de Cochabamba tendió a nacionalizarse
y planteó de hecho la posibilidad de la caída
de Banzer bajo el embate de las masas sublevadas. Ha sido
la política de freno de la dirección de la
COB y de la del campesinado la que bloqueó la tendencia
de las masas a elevarse a este combate, sin impedir sin
embargo que el gobierno sea golpeado muy duramente.
Ambos procesos expresan importantes pasos en la radicalización
de sectores de las masas, lo que se manifiesta en esta elevación
de la lucha a objetivos políticos, así como
en los métodos, la determinación de combatir
y las formas de organización para la lucha que comienzan
a desarrollarse.
En estas experiencias más avanzadas se expresan:
- La tendencia a la lucha política de masas, elevándose
incluso desde reivindicaciones mínimas o sectoriales,
a cuestionar abiertamente los programas proimperialistas
y a los gobiernos que los aplican.
- La tendencia a la unidad obrera, campesina y del pueblo
pobre, y a que se extienda la solidaridad hacia los sectores
en combate, que aparecen como vanguardia de todo el pueblo,
golpeando a gobiernos desprestigiados y enfrentando a pie
firme la represión.
- El recurso a los métodos más radicales de
la lucha de masas como la huelga y los paros activos, el
bloqueo de calles y caminos y las barricadas, el levantamiento
y los primeros pasos de organización de la autodefensa
para enfrentar a las fuerzas represivas, alcanzando rasgos
de semiinsurrección como en Cochabamba.
- El resurgimiento de la tendencia hacia la huelga general
política combinada con el levantamiento nacional
de las masas del campo y la ciudad.
- La búsqueda de la unidad de las masas para la lucha,
imponiendo las direcciones el frente único de las
organizaciones obreras, campesinas y populares. La Coordinadora
del Agua y la Vida en Cochabamba es un ejemplo de esto (como
también, en otro plano, tendieron a ser los Parlamentos
Populares provinciales y locales en Ecuador durante los
momentos de mayor movilización). Estos organismos,
aunque no son verdaderos órganos de carácter
soviético, reflejan el despertar de las tendencias
profundas de las masas a tomar los problemas en sus propias
manos y a la autoorganización, superando las barreras
de las organizaciones tradicionales.
En la gran huelga estudiantil de México el surgimiento
del Consejo General de Huelga (CGH), como organismo democrático
que agrupó y centralizó al activismo y aseguró
la continuidad y dirección de la lucha, se inscribe
en esta tendencia.
El surgimiento de este tipo de organismos (a pesar de sus
límites y de su dirección) es una gran conquista
organizativa de las masas, que aparece en los primeros episodios
de esta nueva oleada de la lucha de clases. Son experiencias
llamadas a ser un gran ejemplo y un punto de apoyo en el
desarrollo de la movilización de masas latinoamericanas
en lo sucesivo.
El
aglutinante de la acción de las masas lo han constituido
las organizaciones tradicionales, campesinas y sindicales,
conocidas por las masas o que se han visto fortalecidas
en el último período (incluso los Parlamentos
y la Coordinadora surgen sobre la base de éstas).
El grado de control de las mismas sobre las amplias masas
a las que no organizan ni encuadran- es reducido.
Una alta cuota de espontaneidad es determinante en las acciones
más avanzadas de las masas, que cuestionan y tienden
a rebasar a la dirección burocrática.
Por otra parte, la canalización electoral o democrática
por los opositores antineoliberales o progresistas
es un fenómeno que, en general, no tiene raíces
entre las masas comparables a las de los viejos movimientos
nacionalistas burgueses o a los partidos reformistas de
masas tradicionales de décadas anteriores. Y más
bien, ante la irrupción de las masas, la izquierda
reformista queda descolocada, junto a sus aliados de la
burguesía progresista.
A pesar del retraso en la entrada a escena del proletariado
como clase, estos rasgos son muy progresivos, desde el punto
de vista de dar pasos en la acumulación de una mayor
experiencia política, organizativa y de lucha de
las masas. Y a ello contribuye el surgimiento de una vanguardia
que se basa en estas conquistas.
-III-
Surge una nueva vanguardia latinoamericana
La
misma es parte de un proceso internacional, como muestra
Seattle, y en la región halló su expresión
más avanzada en la huelga de la UNAM (como analizamos
en las notas sobre México).
Este proceso de radicalización tiene una enorme importancia
sintomática y política. En esta primera fase,
donde la intervención del proletariado no pesa aún
de manera decisiva en la escena, la juventud, en particular
la estudiantil, está llamada a jugar un importante
papel proporcionando destacamentos avanzados. La dureza
del plan burgués obliga a los sectores que salen
a la lucha a endurecer sus métodos y a buscar respuestas
políticas superiores, empujando a avanzar en la radicalización
política, como registramos más arriba.
En los países más estables, donde los sectores
de vanguardia no pueden apoyarse en un movimiento de masas
activo, cuentan sin embargo con la simpatía y solidaridad
cuando se ven reprimidos, como mostró la UNAM. En
los países andinos, convulsionados por la lucha de
masas, la vanguardia actúa en el seno de éstas
y acelera su propio aprendizaje.
La ausencia en la escena del proletariado actuando bajo
sus propias banderas, mientras que sí actúan
los aliados del proletariado (como el movimiento indígena
y campesino), y el papel de las direcciones de éstos,
desde el EZLN o las FARC a la CONAIE, e incluso el chavismo,
ayudan a imprimir la confusión populista en las capas
avanzadas. Sin embargo, no hay aparatos reformistas sólidos
que las controlen o encaucen de manera decisiva. La debilidad
de las viejas direcciones reformistas y burocráticas,
la inexistencia de polos de atracción, como el castrismo
y el guerrillerismo en general en los años 60 y a
principios de los 70, que puedan capitalizar las franjas
de vanguardia, es un factor a favor del desarrollo de éstas.
Por ello, a pesar de que la extensión en la misma
de las ideas revolucionarias pueda ser lenta y difícil,
no hay ningún obstáculo absoluto entre éstas
y la vanguardia que comienza a abrirse paso y hacer su experiencia.
-IV-
La crisis política
Se
está produciendo una serie de nuevas crisis políticas
y cortocircuitos en los regímenes de
los países más convulsionados. Los mismos
exponen las brechas económicas y políticas
abiertas en las alturas de la clase dominante, la pérdida
de base social de los regímenes y el deterioro de
sus instituciones fundamentales. Estas crisis acompaña,
alienta y se combina con la irrupción de las masas.
Enormes cortocircuitos de esta naturaleza han
estallado en Ecuador, Perú, Paraguay y Bolivia en
sólo dos meses (aunque la descomposición política
de Ecuador y Paraguay vienen de antes y se han tornado crónicas).
Las tendencias más abiertamente bonapartistas que
intentaban contener estas crisis han sufrido importantes
reveses en esta primera fase, pues no logran suficiente
base social y política y actúan más
bien como detonadores de la respuesta de masas.
En otras páginas de esta revista analizamos los sucesos
de Ecuador y Bolivia. Acerquémonos aquí al
proceso que vive Perú. Allí, el intento reeleccionista
de Fujimori, montado sobre la base de un colosal fraude,
organizado desde el aparato del Estado con el concurso de
las FF.AA. y el SIN (el servicio de inteligencia), desembocó
en una enorme crisis política. Mientras el imperialismo
y la mayoría de la burguesía peruana se pronunciaban
contra el mismo, el descontento de las masas, que había
sido canalizado por la oposición burguesa y la burocracia
sindical hacia las elecciones, comenzaba a eclosionar en
un amplio movimiento democrático, sobre todo en el
interior del país, menos controlado que en Lima por
Toledo y la oposición. Y al calor de este proceso
viene desarrollándose una amplia vanguardia fundamentalmente
juvenil, combativa y que va girando hacia la izquierda al
calor de estas experiencias.
Por supuesto que a Washington y la clase dominante no le
preocupa la pureza de las elecciones sino que
el Perú ya no puede ser gobernado, como pretende
Fujimori, con los métodos abiertamente bonapartistas
que éste aplicó durante todo un decenio. Estos
no garantizan ya la preservación de la obra
económica y política del fujimorismo. El temor
a una irrupción de las masas fue un factor determinante
para pactar a último momento una segunda vuelta.
Toledo capitalizó el voto opositor postulándose
a sí mismo como una tercera vía,
para preservar lo esencial del programa proimperialista
y la impunidad de las FF.AA. Nada revela mejor el papel
de este Tony Blair peruano como se autodenomina-
que la negociación con Fujimori, reconociendo el
escandaloso fraude del primer turno (que deja a Perú
2000 inmejorablemente colocado en el nuevo parlamento, por
ejemplo) a cambio de una segunda vuelta. En lo inmediato,
la situación guarda similitud con lo ocurrido en
el 88 en México, cuando el monumental fraude
del PRI volcó a cientos de miles a las calles y fue
el opositor Cárdenas el que pactó para salvar
al régimen y abrir el camino a un plan de transición
pactada.
En Perú, la crisis política está lejos
de haber sido cerrada y no puede descartarse que se den
nuevos estallidos, ya que no hay una acuerdo de fondo para
una transición ordenada, y comienza a tomar forma
una nueva relación de fuerzas sociales y políticas
en el país, donde las masas comienzan a hacer sentir
su presencia.
No se trata de crisis políticas coyunturales, sino
de procesos muy profundos donde emerge la deslegitimación
de los regímenes, enfeudados a la penetración
imperialista, que pierden base social para profundizar el
plan, y chocan con la experiencia y desencanto de las masas.
Las contradicciones y erosión afectan no sólo
a los partidos políticos de la burguesía y
a las instituciones de la democracia formal, como el Parlamento,
sino al pilar del estado burgués: las FF.AA., donde
afloran las contradicciones y disputas entre las camarillas
burguesas. Este es quizás el más novedoso
y sintomático de los hechos que se vieron en Ecuador
o Bolivia: las fisuras en los cuerpos represivos de la burguesía
en pleno embate de las masas.
Es
distinta la situación política en otros países
de la región donde mediante los distintos procesos
de renovación electoral del último período,
la clase dominante viene reemplazando a los desprestigiados
gobiernos neoliberales, y busca reafirmar sus
regímenes políticos y recomponer una base
social, readecuándose a las nuevas relaciones de
fuerza.
Desde mediados del año pasado, el escenario político
latinoamericano ha estado teñido por coyunturas electorales
en el Cono Sur y otros países. En estos momentos
se trata de México y Perú. Así, se
están completando importantes modificaciones en el
mapa político de la región, en general con
nuevos gobiernos que toman distancia del discurso del neoliberalismo,
y que deben apoyarse más en la colaboración
de las oposiciones y la negociación para
contrapesar su debilidad política relativa. Los gobiernos
más abiertamente neoliberales y duros
están en retirada.
El recambio político relativamente ordenado que logró
la burguesía se ha apoyado en la colaboración
de la burocracia sindical y la izquierda reformista, para
canalizar al terreno electoral el descontento de masas y
los realineamientos entre las capas medias y los sectores
populares. Este descontento está en la base de la
crisis política que, en distinto grado, afectaba
a varios de los regímenes de la región. De
esta forma, la clase dominante ha logrado consumar y asentar
el desvío de la contraofensiva obrera y popular que
se había hecho sentir en varios países durante
los años 96 y 97.
La conformación de alianzas progresistas
o antineoliberales, candidatas a jugar el rol
de una tercera vía a la latinoamericana
tuvo un papel fundamental en este período. La burguesía
y el imperialismo se han apoyado ampliamente en este tipo
de políticas de engaño y desvío para
impedir el desarrollo de una mayor contraofensiva de masas
y enfrentar en mejores condiciones la recesión y
las crisis políticas que sacudieron a varios países.
Podemos mencionar al diálogo de paz de
Pastrana en Colombia o el engaño de la devolución
del Canal de Panamá como distintos ejemplos de esta
estrategia.
Diversas variantes son la Alianza que llevó al gobierno
a De la Rúa en Argentina, Lagos en Chile, Tabaré
Vázquez en Uruguay, que se postuló para jugar
este papel, e incluso, como un caso particular, Chávez
en Venezuela (quien ha debido encarar una reforma más
profunda del régimen). El propio Toledo, en Perú,
se presenta como un Blair latinoamericano. En
Ecuador, detrás del general Paco Moncayo, y en Bolivia,
con el bloque antibanzerista entre el MBL, el PC, Sin
Miedo, etc., intentan montar recambios de esta naturaleza
ante la crisis política del régimen. En el
número anterior de Estrategia Internacional hemos
analizado estos fenómenos.
Contra
las ilusiones alimentadas por la izquierda reformista, estas
alianzas antineoliberales, incluso en sus variantes
más progresistas han demostrado estar
al servicio de reafirmar los regímenes políticos
más comprometidos y sostener la continuidad en lo
esencial de los planes proimperialistas.
Esto se demuestra abiertamente en países en los que
han alcanzado el gobierno, como en Argentina, donde De la
Rúa impone impuestazos, una nueva flexibilización
laboral y renueva los ataques sobre la educación
pública y las provincias. En Chile, el socialista
Lagos debuta en el gobierno con el vergonzoso retorno del
chacal Pinochet y la ampliación de la inmunidad,
mientras propone diálogo social para
pasar nuevos ataques a la clase obrera y preparar retoques
cosméticos al andamiaje estatal del régimen
concertacionista-pinochetista.
Y lo mismo ocurre donde quedan en la oposición, jugando
un papel decisivo como pata progresista del
régimen. Tal es el caso del Frente Amplio en Uruguay,
cohabitando con Batlle; del PT en Brasil, que
gobierna varios estados aplicando los planes de FH Cardoso
(como en Río Grande do Sul contra los maestros en
huelga) y sosteniendo la gobernabilidad; o en
Centroamérica, donde el FMLN acaba de lograr la mayor
votación en las elecciones parciales en El Salvador,
conquistando numerosas alcaldías y una importante
bancada parlamentaria.
El telón de fondo de los procesos políticos
más avanzados es que, bajo la presión contrapuesta
de la asfixiante dominación imperialista y la emergencia
del movimiento de masas, los estados semicoloniales y sus
regímenes e instituciones se ven crecientemente erosionados
y, en los eslabones débiles de la región,
la crisis estalla abiertamente.
Por eso, a pesar del relativo asentamiento de los regímenes
logrado mediante los recambios electorales, la debilidad
política estratégica de la erosionada democracia
semicolonial para lidiar con las contradicciones de todo
orden que bullen en la sociedad latinoamericana, no es superada
por el recambio de los De la Rúa, Lagos, Chávez,
etc.
-V-
Una
recuperación económica débil y desigual
En
este contexto, después de la recesión que
afectó a la mayoría de los países de
la región, y que fue particularmente severa en el
área Norandina y en el Conosur, en los primeros meses
del año, que está tomando cuerpo una recuperación
débil, lenta y desigual (fuertemente polarizada en
las dos mayores economías de la región: México
y Brasil).
Esto se apoya en una coyuntura económica internacional
signada por la continuidad del crecimiento norteamericano
y donde han sido contenidas las tendencias a la extensión
y profundización de la crisis en la arena mundial.
La misma promueve la recuperación de los precios
del petróleo, el cobre y otras materias primas, así
como la expectativa de recuperación en el flujo de
capitales hacia la región (mayormente polarizado
hacia Brasil y México).
Sin embargo, las perspectivas económicas parecen
destinadas a ser mucho más modestas que, por ejemplo,
la recuperación de 1996-97 que siguió a la
abrupta caída post tequilazo.
La razón de fondo es que las limitadas posibilidades
expansivas del ciclo de modernización capitalista,
que sufrió América Latina durante la década
pasada, tienden a agotarse. Se exacerba el peso del saqueo
imperialista, manteniendo al rojo vivo el flanco externo.
Se agrava la dependencia del capital extranjero para equilibrar
la balanza de pagos y comercial. Esto restringe las perspectivas,
empujando a los capitalistas a redoblar la presión
sobre el salario y las condiciones de trabajo del proletariado
y obligando a los distintos gobiernos a mantener la presión
de ajustes fiscales y nuevos ataques sobre los
ingresos populares.
Por
ello, aunque la recuperación permite el mantenimiento
de los programas proimperialistas en curso -y le da aire
a la clase dominante en la coyuntura, amortiguando las tendencias
desestabilizadoras-, están abiertas fuertes discusiones
estratégicas entre las diferentes alas de la burguesía
que ven comprometido el futuro de la acumulación
capitalista en un horizonte cargado de oscuros nubarrones.
Este es el motor de roces con los intereses del capital
financiero internacional, de disputas entre las camarillas
capitalistas, y del descontento de las capas burguesas desplazadas.
Un ejemplo es la disputa en el Mercosur, o las discusiones
en Argentina sobre el futuro del Plan de Convertibilidad.
Entre tanto, Brasil, Venezuela e incluso México buscan
tímidamente apoyarse en la creciente competencia
interimperialista para maniobrar y buscar un mejor posicionamiento.
Las negociaciones de Brasil y de Venezuela con la Unión
Europea, y en particular el reciente espectacular anuncio
de acuerdo entre ésta y México son muestras
de lo que decimos.
El
telón de fondo de la situación latinoamericana
lo constituyen las enormes contradicciones económicas,
sociales y políticas acumuladas bajo la modernización
capitalista de los años 90 y su tendencia a
transformarse en crisis política y lucha de clases
abierta. En el número anterior de Estrategia Internacional
hemos desarrollado un balance de este proceso, motorizado
por la profunda penetración imperialista. Señalábamos
que la recesión económica que afectó
a la mayor parte de la región actuó como revelador
de las tensiones acumuladas, y que era difícil que,
a pesar del desvío de la contraofensiva obrera y
popular del 96-97, y aún de una eventual recuperación
económica, pudieran ser reabsorbidas. Por el contrario,
las alianzas reaccionarias de clase y la unidad burguesa
bajo el comando imperialista que se dieron con el auge del
ciclo neoliberal son cosa del pasado. Crecientes
fisuras políticas y económicas recorren a
la clase dominante. Sectores burgueses desplazados en Venezuela,
Brasil o incluso Argentina, buscan recuperar cierto margen
de maniobra alimentando banderas proteccionistas y desarrollistas.
Se están produciendo profundos movimientos de realineamiento
de todas las clases y fracciones de clase, que socavan la
base social y política de la ofensiva imperialista
y burguesa.
Las tendencias de la crisis política y la lucha de
clases reflejan esto, y muestran los obstáculos de
fondo con que choca el esfuerzo de la clase dominante y
el imperialismo por asentar un curso reaccionario en la
región.
-VI-
La
desigualdad regional: eslabones débiles y polos de
estabilidad relativa
Un
rasgo que no debe perderse de vista en el análisis
es la alta desigualdad en el desarrollo y ritmos de la situación
política latinoamericana. La oposición entre
los polos de estabilidad y convulsión es relativa
y dinámica ya que, a pesar de las grandes diferencias
en los ritmos y dinámica de la coyuntura, se asienta
sobre contradicciones económicas, sociales y políticas
fundamentalmente similares: las que imprime el proceso de
penetración imperialista de la última década
sobre el capitalismo atrasado y semicolonial de los países
latinoamericanos. En la coyuntura podemos diferenciar tres
grandes áreas:
- Los países de mayor dinamismo capitalista, y mayor
concentración proletaria de peso decisivo en la región,
y que se hallan más estabilizados en la situación
actual. México cuenta con una relativa estabilidad
(esencialmente económica) debido, a que bajo la colosal
penetración imperialista canalizada por el TLC, se
beneficia de la prosperidad de la economía
norteamericana. Esta influencia se hace sentir en toda la
cuenca del Caribe. También es relativamente estable
la situación de Brasil, que ha sorteado los riesgos
de una recesión, mientras que en el Cono Sur a pesar
de la severidad de la misma, la clase dominante ha podido
apoyarse en regímenes relativamente asentados y sistemas
de partidos políticos que conservan importante base
social.
- El área Norandina, que venía siendo el polo
de más aguda desestabilización y conmoción
social, económica y política en el último
período. En la actual coyuntura, con la relativa
estabilización del regimen burgués que implica
el asentamiento del chavismo en Venezuela, y los avances
de la dolarización en Ecuador tras la
derrota política del levantamiento de enero, el agudo
nivel de la inestabilidad en esta área tiende a amortiguarse,
sin que la burguesía haya logrado un equilibrio.
- La desestabilización se extiende a nuevos países,
abarcando a toda la región Andina y derramándose
hacia otros países (Costa Rica, Paraguay). Estos
son en este período los eslabones débiles
en la cadena de las semicolonias latinoamericanas. En ellos
la lucha de clases alcanza una temperatura mucho
mayor y son fuente de enorme preocupación para el
imperialismo norteamericano, que multiplica su presión
e intervención diplomática, política,
financiera e incluso militar (Colombia) sobre ellos. De
esta manera, en estos eslabones débiles
se expresan de manera concentrada las contradicciones económicas
y sociales y los procesos políticos que, aunque de
manera desigual particularmente en esta coyuntura, afectan
al conjunto de la región.
Podemos
caracterizar las situaciones por las que pasan estos países,
en estado de completa convulsión, como prerrevolucionarias,
con diverso grado de maduración y distintas combinaciones
entre la crisis económica, las divisiones en la clase
dominante, el deterioro del estado y sus instituciones y
la lucha de las masas. Esta es evidentemente, la situación
en Ecuador, Bolivia y Colombia. En Perú y Paraguay
se reúnen los elementos de una situación así,
mientras que toda la labor de Chávez busca cerrar
esta perspectiva en Venezuela.
Este carácter de la situación se expresa no
sólo en la madurez de las condiciones objetivas,
sino en el relativamente alto grado de actividad de las
masas y la crisis política de la burguesía.
Económicamente, son países que no sólo
han sido brutalmente golpeados por la última recesión,
sino que está en crisis la perspectiva de la acumulación
capitalista, por contraste con México y Brasil (o,
incluso, en menor grado, del Cono Sur). Desde el punto de
vista de la lucha de clases, son los países de mayor
polarización social y política, de extrema
tensión de todas las relaciones de clases, y donde
se ha expresado de forma más aguda, en los últimos
tres o cuatro años, la emergencia de los oprimidos
en la escena política. En estos países se
expresa de manera aguda la crisis del estado semicolonial,
de los regímenes de dominación política,
con sus sistemas de partidos e instituciones socavadas,
y el debilitamiento de los gobiernos, expresando no sólo
profundos realineamientos en las masas, incluso de
las capas medias que eran su base social fundamental- sino
también las fisuras en la clase dominante, enfrentada
por graves diferencias económicas y políticas
y ante el ascenso de la lucha de clases.
Tomando la región de conjunto, la relativa fortaleza
del imperialismo norteamericano que actúa como
factor estabilizador en lo inmediato- y la situación
de los países de peso decisivo desde el punto de
vista de la economía, la población y la clase
obrera, es un handicap conservador para la lucha de clases.
Sin embargo, la convulsión en los eslabones
débiles que hemos señalado y que es
el factor más progresivo del actual cuadro de situación
regional, socava los esfuerzos de la clase dominante y el
imperialismo por contener la situación latinoamericana
y está proporcionando en esta fase las experiencias
que demuestran que es posible enfrentar y derrotar a los
gobiernos proimperialistas, que señalan el camino
los métodos y las banderas de una lucha superior,
y alimentan una mayor radicalización política.
Se preparan así las condiciones para una fase superior
de la lucha de clases a escala regional. Un triunfo aún
parcial o temporal importante en cualquiera de estos
eslabones débiles de la cadena semicolonial
latinoamericana puede volcar a favor de las masas latinoamericanas
el curso de los acontecimientos en el período próximo.
-VII-
Perspectivas:
crisis política y
lucha de clases
El
contenido profundo del actual giro que está viviéndose
bajo el impulso de las erupciones andinas, es que tiende
a reabrirse la típica crisis política crónica
que signó la historia de la mayoría de los
países latinoamericanos. La relativa gobernabilidad
de que gozó la clase dominante durante los últimos
años en la mayor parte de la región se está
diluyendo. No es casual la preocupación de Madelaine
Albright por la frustración en las expectativas
puestas en la democracia latinoamericana, que demuestran
los acontecimientos de Ecuador, Paraguay y Perú.
Así, es poco probable que sea acatado de manera
duradera, al menos- el perentorio reclamo de Peter Romero,
en Paraguay, donde fue a exigir: no más golpes,
no más huelgas como requisito para asegurar
la gobernabilidad.
Es poco probable que incluso cierta recuperación
económica pueda reabsorber estas tendencias. Y los
recambios políticos de la tercera vía
a la latinoamericana son débiles estratégicamente
para lidiar con estas contradicciones. Los gobiernos recién
estrenados, que cuentan aún hoy con una amplia
cuota de expectativas, desde Chávez a Lagos que actúan
preventivamente y las nuevas alianzas progresistas
que se gestan en los países andinos, llegan
tarde después del estallido de crisis muy agudas.
La situación que atraviesa América Latina
de conjunto, con las importantes desigualdades que hemos
registrado en el análisis, sigue siendo preparatoria,
de transición hacia etapas superiores de la lucha
de clases. Los países andinos no son una excepción,
sino más bien un barómetro que anticipa, preanuncia,
futuras tormentas de la lucha de clases aún superiores.
En E.I. N° 14 desarrollábamos un balance del
proceso de penetración imperialista bajo la aplicación
de los planes neoliberales desde hace más de una
década. Señalábamos que el mismo empujaba
a América Latina hacia una nueva encrucijada histórica,
como fueron la crisis de los 30 -ante el impacto de la gran
depresión a la salida de la Segunda Guerra
Mundial, bajo la penetración norteamericana-, o en
los años 60 y 70 -ante el agotamiento del viejo modelo
de sustitución de importaciones y el ascenso
revolucionario de masas.
En esta perspectiva, la combinación de crecientes
crisis políticas, nuevos fenómenos políticos
(que se darán a izquierda y derecha de la democracia)
a través de los cuales los profundos movimientos
de clase comienzan a buscar una expresión política,
y la emergencia de los oprimidos y fenómenos de vanguardia
son un formidable caldo de cultivo para la irrupción
de la clase obrera. Ofrecen una gran oportunidad para que
la misma comience a hacer valer los avances conquistados
en los métodos, la organización y la conciencia
que arrojan los actuales combates, valiosos primeros pasos
en la perspectiva del desarrollo revolucionario de la subjetividad
del proletariado y las masas.
Para los revolucionarios se hace más acuciante aún
la importancia fundamental de intervenir en un periodo preparatorio
como el actual en sus coyunturas de avance como en
sus retrocesos-, para extraer las lecciones programáticas
y estratégicas de la lucha de masas, intervenir en
las capas más avanzadas para ganar a lo mejor para
el programa de la revolución obrera y socialista,
y acumular la fuerza que permita intervenir en las mejores
condiciones posibles en los futuros combates superiores
de la lucha de clases. La tarea más urgente de la
hora es poner en pie los cimientos de los partidos obreros
revolucionarios e internacionalistas de combate, como secciones
latinoamericanas de la Cuarta Internacional. |