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Estrategia Internacional N° 15
Otoño de 2000

LATINOAMÉRICA
ECUADOR: El levantamiento indígena y popular de enero
 

Introducción
En los últimos diez años, los campesinos indígenas ecuatorianos arremetieron con poderosos levantamientos y movilizaciones de carácter nacional contra los distintos gobiernos proimperialistas en pos de sus demandas más sentidas : por la tierra, contra la opresión nacional y otras reivindicaciones, cuestionando la histórica segregación y explotación que hacen intolerable la vida de casi el 30% de la población del país1.
En efecto, a partir del “hecho colonial” y durante tres siglos, en la zona andina como en el resto de América Latina, los pueblos indígenas fueron sometidos a las más violentas formas de opresión nacional y explotación.
Los conquistadores españoles y la Iglesia con una clara política racista, los despojaron de sus tierras y los sometieron a las más crueles formas de explotación.
Con la independencia de España y la instauración de la República, la consolidación del régimen de hacienda2 mantuvo el sojuzgamiento y racismo por parte de los terratenientes, y los “héroes de la independencia” que detentaban el poder. Estos instauraron un verdadero “apartheid”. Consideraban a los indígenas como ciudadanos de segunda categoría, sin acceso a la tierra y la educación, sin derechos políticos. Su lengua, música y costumbres, así como todas sus manifestaciones culturales fueron denigradas y aplastadas. Aunque cínicamente, a mediados del siglo XIX “el problema indígena involucró una ‘solución’ a través de la educación, función asignada en forma total al clero”, que como buen terrateniente, era uno de los principales interesados en mantener el sojuzgamiento.
A principios del siglo XX, con el relativo desarrollo del capitalismo semicolonial y la crisis de la vieja estructura agraria se vuelve a poner sobre el tapete el problema de la cuestión indígena. La burguesía ecuatoriana, al igual que en otros países andinos, por medio de su estado, ensayó distintas políticas de “integración” a través “...de servicios tales como la educación. De esta forma el estado cumplía la función de regular las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo y por ende del sistema imperante, buscando suprimir las formas tradicionales de apropiación del excedente económico3“. Esta “integración” la burguesía semicolonial la hizo “a su modo”, es decir sin afectar la gran propiedad de la tierra.
A lo largo del siglo esta política “integradora” estuvo condicionada por los vaivenes y la dinámica de la lucha de todas las clases del país. De este modo dependiendo del ascenso o reflujo del movimiento obrero y popular, así como también de las fricciones y luchas entre terratenientes y la burguesía, es que se fueron emitiendo “Códigos de Trabajo”, “Reformas Agrarias”, “Derecho al Voto” y otras leyes que alcanzaban status constitucional.
Sin embargo estas conquistas o tibias concesiones eran letra muerta o en el mejor de los casos nunca alcanzaron a dar una solución de fondo a las masas explotadas (como veremos más adelante con la Ley de Reforma Agraria de 1963). Esto es así por la dinámica propia de la época imperialista, donde por un lado la burguesía semicolonial atada por múltiples lazos a los grandes propietarios de la tierra y los monopolios imperialistas, no puede ni quiere solucionar las demandas democráticas más elementales de las masas. Y por otra parte, que toda conquista democrática arrancada por las masas al estado capitalista semicolonial, que no destruya la fuente de miseria, racismo y opresión (al propio estado de la burguesía) se termina perdiendo por el mismo ataque de los explotadores en su insaciable sed de ganancias. Al respecto cobra total actualidad las tesis de la revolución permanente: “ Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan solo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando este el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas4“.
La decadente burguesía ecuatoriana y su estado semicolonial, que actualmente atraviesa la crisis política y económica más grave de los últimos setenta años, como parte de mantener su dominación social, continúa recreando y reproduciendo en la vida cotidiana los aspectos más brutales de la opresión y racismo contra los indígenas.

La concentración de la tierra
El Ecuador ha estado dividido históricamente en tres grandes regiones: la Sierra, sede del gobierno central y los bancos, es donde se asienta la mayoría del campesinado indígena de origen Quechua, cuya principal reivindicación ha sido y es la falta de tierras. La zona de la Costa, donde se alojan las grandes empresas agroindustriales para la exportación y la zona de la Amazonia donde los indígenas acosados por las empresas petroleras de la madera se han visto obligados a abandonar sus tierras y adentrarse en la selva o en el “mejor” de los casos convertirse en asalariados en condiciones desfavorables.
En los datos de la concentración de la tierra en manos de unos pocos podemos encontrar una de las claves para comprender la “cuestión indígena”.
La superficie total de la tierra en Ecuador es de 26.079.600 has de las cuales 8.027.300 has, es decir el 31%, está dedicada a la producción agropecuaria. “la propiedad monopólica de la tierra, hoy se encuentra articulada al capital financiero. Hay una altísima concentración de la tierra en pocas manos. El uso del suelo cambia también en función del tamaño de las propiedades. La tierra se halla distribuida en forma muy desigual. Las grandes propiedades agrícolas se benefician del agua mucho más que las pequeñas, posibilitando la intensificación de la producción agrícola”...”el 1,2% de los terratenientes controlan el 65% de la tierra arable, mientras que el 90% de pequeños agricultores posee parcelas no superiores a 10 has, la mayoría de ellas ubicadas en laderas y pendientes pronunciadas“.5
Algunas de las consecuencias de esta concentración desigual se reflejan en las críticas condiciones de vida de los campesinos indígenas: siendo el 30% de la población siguen sufriendo la falta de tierra y la opresión secular, produce el 75% de los artículos básicos pero cuenta con menos del 30% de la tierra. El 80% vive por debajo de la línea de pobreza. Las provincias con más alta tasa de analfabetismo corresponden a aquellas con mayor concentración de población indígena. De 808.000 niños que trabajan en el Ecuador, dos de cada tres, son niños indígenas que laboran en la agricultura en calidad de familiares sin sueldo. De igual modo continúan soportando el embate de las petroleras, madereras y terratenientes, que los despojan de su hábitat. Además en las ciudades sufre la “segregación ocupacional”, ya que aparte de no tener acceso a la administración pública y a la universidad : “El patrón predominante de incorporación de los indígenas a la estructura ocupacional urbana, ha sido el trabajo en la construcción para los hombres; el pequeño comercio y el servicio doméstico para las mujeres y, muy secundariamente el empleo industrial. Una ocupación que ha adquirido importancia y un relativo prestigio, es la de conductor de vehículos, producto de la ‘democratización’ de la licencia de manejo profesional.”6
A su vez, la concentración de la tierra tiene consecuencias irracionales para la producción agrícola, ya que por ejemplo avanza en las zonas dedicadas a la producción para la exportación en detrimento de los terrenos cultivados para el consumo interno. Esto a la vez favorece la producción orientada al monocultivo y la agroindustria, sin tomar en cuenta las necesidades de la población. Esto se refleja en que por ejemplo el cultivo de flores, un producto no tradicional para la exportación, viene afectando las zonas que estaban dedicadas anteriormente a la producción agrícola para el consumo interno y popular. Aparte que los niveles de calidad que exigen a dicho producto en el mercado internacional obligan al empleo de plaguicidas y productos fitosanitarios que perjudican la salud de los trabajadores y el medio ambiente. Esto en detrimento de las áreas dedicadas a la producción de trigo o lentejas (base fundamental del consumo diario de todos los ecuatorianos) cuyo 98% de la demanda se satisface mediante la importación.

Modernización capitalista en el campo y reforma agraria
El origen de esta situación desigual de concentración de la tierra se remonta a la década del sesenta con la instauración de la primera reforma agraria. La tenencia de la tierra antes de la primera reforma agraria estaba formada como se dice más arriba por la hacienda tradicional, cuya base era la explotación y opresión de huasipungueros, quienes a cambio de un lote de terreno, debía entregar su fuerza de trabajo al terrateniente de 4 a 6 días semanales, además de prestar servicios diariamente en la casa del patrón o en el cuidado de animales. “El predominio de formas precapitalistas en la producción agrícola implicaba que la economía del país, que básicamente se apoyaba en la agricultura, se caracterizara por el bajo desarrollo de las fuerzas productivas, aspecto que no se compadecía con las exigencias de la división internacional del trabajo y con los intereses de la fracción burguesa “modernizante” nacional. Esta situación incidió para que se inicie la disolución de las formas precarias en la hacienda serrana, conduciendo a su modernización7“. En 1964 la Junta Militar que gobernaba Ecuador, en nombre de los intereses de un sector de la burguesía que buscaba modernizar la estructura agraria y a la vez asediada por la presión que ejercían varios sectores sociales sobre todo los campesinos indígenas, promulga la Ley de Reforma Agraria, a tono con su plataforma de contenido anticomunista, avalada por el imperialismo norteamericano interesado en llevar adelante el programa de la Alianza para el Progreso8.
Las consecuencias de esta reforma agraria fueron profundos cambios en la estructura campesina como por ejemplo la diferenciación al interior del movimiento campesino indígena ya que se formó una capa de pequeños propietarios, artesanos y comerciantes cuyos intereses dejaron de ser los del conjunto del campesinado indígena. En el otro extremo, la mayoría de los campesinos indígenas de la sierra, liberados de las relaciones precarias de producción y despojados de su tierra se encontraron sumergidos en un proceso de proletarización, semiproletarización y superexplotación, ya que empiezan a establecerse relaciones salariales en las plantaciones, empresas agroexportadoras, amén de la migración a las ciudades donde eran empleados en las ramas de la construcción y servicios en las ciudades fundamentalmente. Así la penetración capitalista en el agro “ golpeó con mayor fuerza a la población campesina agrícola sin tierra, al jornalero y trabajador agrícola e inclusive a la pequeña y mediana propiedad que no pudo competir con los sectores empresariales agrícolas. En definitiva, este proceso generó efectos extremos: por un lado, fortaleció a un mínimo sector privilegiado básicamente a la empresa agroindustrial, con mejores tierras y garantías para la acumulación capitalista... y por otro se fue configurando una inmensa masa de semiproletarios, subempleados, y desocupados, o que redundó en una situación social de creciente descomposición y pobreza que de los sectores sociales de donde emergen. La población indígena fue la más afectada“.9
Desde mediados de la década de los años 80 esta situación ha ido empeorando, al calor de la crítica situación económica. En opinión de la CONAIE, la pequeña producción se halla a merced de: ..”un mercado incontrolado ...y fue precisamente la carencia de tierras, la presión demográfica, el encarecimiento de los artículos de primera necesidad, la carencia de fuentes alternativas de trabajo...lo que llevó a nuestros hermanos indígenas de la sierra, a buscar acceso a la tierra ...”.10
Paralelamente desde 1985 los productos campesinos “han caído, en tanto que los precios de los productos industrializados y de los servicios (insumos, vestidos, alimentos básicos, transporte) se han incrementado considerablemente, profundizando la brecha de intercambio desigual campo-ciudad, agricultura industria“.11 Los índices de inflación han afectado el ingreso familiar campesino y trajo aparejada una reducción de la demanda de agroquímicos y herramientas por parte de las unidades de producción de menos de 10 has, así como la demanda de vestido, alimentación, y transporte por parte del conjunto de la población de la Sierra. El descenso del consumo productivo y el uso indiscriminado de químicos trajo como consecuencia una reducción de los rendimientos por hectárea en las pequeñas propiedades: “...los rendimientos (libra por hectárea) han caído significativamente en el período 1982-88: en el maíz se pasó de 1.969 a 1.400; en la cebada de 2.296,8 1.826 y, en la papa, de 26.098 a 15.642“.12
Al contrario de lo que se le había prometido al campesino indígena la reforma agraria no trajo el empleo esperado. La demanda de mano de obra se redujo notablemente en la gran y mediana propiedad como consecuencia de la mecanización agrícola. Esta cuestión combinada con la minifundización obligó al campesino indígena a buscar trabajo asalariado por fuera de la parcela “en el caso de la comunidad indígena de San Pablo del Lago, la migración pasó del 14,2% de la PEA, en 1971 a 40,33 en 1985”. Esta migración estaba condicionada por el medio y la zona de influencia de las grandes ciudades. Así los migrantes en el área de influencia de Quito se incorporaban a la construcción (albañiles, peones, etc.) o en el sector informal de la economía, los de la zona de la Costa y Guayaquil se emplean en las plantaciones y como jornaleros agrícolas.
Sin embargo la recesión que asola al país desde años ha hecho estragos en la industria ecuatoriana y ha acontecido una inusitada desocupación, especialmente de la mano de obra no calificada y estacional de las comunidades indígenas de la sierra. Más aún aquellos que han logrado mantener su empleo asisten desde 1988 a una caída del 30% de su salario real. Toda esta combinación de elementos ha contribuido a la acelerada pauperización de los campesinos indígenas sobre todo aquellos que no poseen tierras o disponen de una parcela de menos de 10 has, ante esta situación los campesinos pobres han vuelto a organizarse y encontrar una salida en su “fuente primigenia de vida”: la tierra.

La lucha del movimiento indígena y el surgimiento de la CONAIE
La principal demanda del movimiento campesino indígena ecuatoriano que recorre toda la historia de sus movilizaciones es la lucha por la tierra. Sin embargo, ligada a esta demanda vuelve a surgir, al subsistir los mecanismo de opresión y racismo secular, las aspiraciones nacionales del movimiento indígena. Así con el telón de fondo de la crisis económica que venían asolando al país y en medio de un mar de conflictos por tierras en la zona de la sierra, en junio de 1990, dirigido por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), fundada en 1986, los campesinos indígenas realizaron el mayor “levantamiento” de la historia moderna del Ecuador, que paralizó por varias semanas al país. Sus demandas: tierra, autonomía y estado “plurinacional”.
La demanda de “Estado plurinacional”, así como la plena vigencia de los “derechos culturales y colectivos de los pueblos indígenas”, confirman que el movimiento indígenas forman un conglomerado de nacionalidades oprimidas.
Lo mismo podríamos decir de los afroecuatorianos, que mayoritariamente viven en la zona de Esmeraldas, igual de discriminados y relegados a los peores trabajos, sin acceso a la educación, vivienda y atención médica constituyen una nacionalidad oprimida. Como al respecto subraya Luis Vitale para América latina: “La cuestión nacional no solamente se limita al proceso de semicolonización, agudizado por la inversión de capital extranjero y la deuda externa, sino que abarca también el problema de las minorías nacionales. Los estados y las burguesías criollas, responsables directos del envío de los ejércitos para aplastar a los aborígenes, redoblaron la opresión de las comunidades indígenas, con el agravante de que éstas no constituían minorías nacionales en mesoamérica y la región andina, sino que con los mestizos eran la mayoría de la población. Junto a ellos estaban los negros, zambos y mestizos que también eran aplastante mayoría en Brasil y la región del Caribe, aunque no tenían la misma reivindicación de la tierra que levantaban los indígenas“. 13
Este aspecto de nacionalidad oprimida del movimiento campesino indígena le da un carácter particular que lo distingue de otros movimientos agrarios de América Latina, como el Movimiento Sin Tierra de Brasil y lo aproxima a otros como el movimiento campesino de Chiapas o el movimiento indígena de Guatemala.
En las últimas décadas bajo la ofensiva y la presión imperialista, la burguesía ecuatoriana se subordinó cada vez más al imperialismo, abandonando su programa “desarrollista” y de tibias reformas.
De esta manera la crisis económica y la pauperización acelerada de las masas motorizaron todo tipo de luchas obreras y populares de resistencia a los planes de la burguesía y el imperialismo. En este marco es que vuelve a surgir en toda su magnitud el problema campesino indígena.
La CONAIE, surge en 1986, y vino a capitalizar, la organización y centralizar la movilización de las distintas demandas de los pueblos-naciones originarios de la Sierra, la Costa y la Amazonia. Las dos principales organizaciones que sostienen a la CONAIE, son ECUARUNARI, que organiza a los indígenas de la Sierra y la CONFENAIE, que aglutina a la mayoría de las comunidades de la Amazonia. En la CONAIE, están representadas diez etnias entre las que se destacan los Quechuas, Aymaras y Shuar. Algunos de sus demandas más importantes se centran: estado plurinacional y multicultural, tierra, derecho a ejercer su lengua y cultura, contra la discriminación y la defensa de la naturaleza.
En 1992, la CONAIE, impulsó un levantamiento contra el entonces presidente socialdemócrata Rodrigo Borja, que paralizó el país durante un mes, reclamando la devolución de tierras que habían sido expropiadas por las petroleras. Asimismo junto a los sindicatos, en 1997, jugó un destacado papel en la caída de Bucaram. Durante el gobierno de Mahuad, protagonizó cuatro levantamientos. En Julio del año pasado levantaba como una de sus consignas el no pago de la deuda externa. En enero de este año impulsó los parlamentos populares y la Junta de Salvación Nacional que pretendía reemplazar a Mahuad. Todo esto muestra que sus reclamos han pasado de lo reivindicativo a lo político.
Sin embargo, la dirección de la CONAIE, se apoya en las combativas movilizaciones de la masa campesina indígena con el objetivo de reformar al régimen y al estado burgués. En efecto como demostró su política en el “levantamiento” indígena que echó a Mahuad y en el programa que impulsó en el seno del “Parlamento de los Pueblos del Ecuador”. Allí podemos encontrar llamamientos para fundar una “Nueva democracia” a los “militares patriotas” y a “los empresarios honestos”, donde para salir de la crisis económica se apela a “la coexistencia del sector público, privado, y comunitario” y la participación activa de la “empresa privada nacional y extranjera con contratos transparentes”. Es decir que la dirección de la CONAIE, por sus limitaciones de clase, que refleja a los sectores más acomodados ligados a la iglesia y a las ONG’s, no puede ir hasta el final con las demandas del movimiento indígena, constituyéndose en un obstáculo para potenciar las movilizaciones nacionales del campesinado indígena y su alianza con los trabajadores, ya que utiliza la fuerza de la movilización para presionar por algunas reformas dentro del régimen, contribuyendo de este modo ha desmovilizar la lucha campesina como prueba las lecciones que dejaron el levantamiento de enero.

Distintas posiciones sobre el problema de la tierra y de la opresión nacional.
Ante la cuestión indígena se han esgrimido dos grandes vertientes de las cuales se han desprendido distintas visiones y corrientes que han intentado imprimirle una dirección al movimiento indígena en cuanto a solucionar el problema de la tierra y de la opresión nacional.
Una de ellas, algunos autores la han definido como etnopopulista. Esta corriente destaca: “los aspectos positivos de las comunidades indígenas, distinguiendo su ‘armonía’, ‘solidaridad’, ‘originalidad’, etc.”... “Sostiene una visión idealista de las comunidades indígenas. No ve que estas se han modificado por el hecho de estar insertas en relaciones sociales de producción capitalista”...”Destaca la situación de opresión antes que la de explotación. Más que un problema de lucha de clases, es uno entre dos mundos”. Así por ejemplo el Consejo Indio Sudamericano plantea en una de sus tesis: “En el mundo de hoy hay dos sistemas diferentes: el mundo indio colectivo ... el mundo occidental, depredador e individualista ... El problema no es solo la lucha de clase, ni solo de pobres contra ricos, ni solo de izquierda contra derecha ... sino dos sistemas frente a la vida y la existencia.”. De ahí que los dirigentes indígenas influidos por esta ideología conviertan en política la colaboración que reconozcan la especificidad y la autonomía indígena: “llegar al poder donde se es mayoría y lograr autonomía donde se es minoría.”14 Dentro de esta corriente podemos encuadrar a la actual dirección de la CONAIE.
Otra de las visiones es la encarnada por la izquierda reformista, sobre todo el stalinismo vernáculo, que no pocas veces tuvo predicamento en sectores dirigentes del movimiento indígena Estos reducían la cuestión indígena al problema de la tierra, pero con el fin de adaptarse a la política de la burguesía semicolonial. Los stalinistas en las semicolonias, a través de los Partidos Comunistas, pregonaban y pregonan hoy en día que los trabajadores y el pueblo deben subordinarse a la burguesía nacional para expulsar al imperialismo como parte de una utópica y reaccionaria “primera etapa”, de la revolución socialista. De ahí que en la cuestión campesina indígena hayan apoyado sin reservas las tímidas reformas agrarias de la burguesía ecuatoriana. Esto no estaría mal si se utilizara como palanca para la movilización revolucionaria del campesinado en pos de la alianza obrera y campesina para la toma del poder. Sin embargo, para la obtusa mente de los jefes stalinistas esta reforma agraria formaba parte de la “primera etapa” en el camino de la independencia nacional, coincidiendo objetiva y subjetivamente con la burguesía liberal que buscaba modernizar la estructura del agro para incorporar al campesino indígena como productor-consumidor, es decir para ampliar el mercado interno, y transformar al campesino en “ciudadano” para incorporarlo a la economía nacional capitalista. De esta manera el stalinismo, aparte de colaborar políticamente con la burguesía y preparar el camino para futuras frustraciones de las masas, negaba la alianza estratégica obrera y campesina, la dimensión de opresión nacional y el derecho a la autodeterminación de los pueblos- naciones indígenas.15
Hoy en día algunos intelectuales “progresistas” recurren a argumentos bastardeados presentados como “marxistas”, para desvirtuar completamente esta cuestión. Así por ejemplo apelando a que “Una condición fundamental para el real desarrollo de una nacionalidad, es la de un fuerte desarrollo económico” proponen como salida una limitada autonomía regional y cultural “reconocida por la constitución política del estado16“. De este mecanicismo pedantesco de los intelectuales “progresistas” que se ubican en el horizonte del estado burgués “tal cual es”, surgen las “teorías” donde se nutren las agencias gubernamentales y ONG’S para diseñar sus planes de cooptación e “integración” de las comunidades indígenas con el propósito deliberado de desbaratar la lucha de las masas.
Esto equivale a negarle a los pueblos originarios el derecho a la autodeterminación, limitándola a lo que el estado opresor acepte reconocerle. Sería lo mismo que negarle al pueblo palestino su derecho a luchar por un estado propio, o negar el derecho de autodeterminación a los negros, si así lo desearan, en EE.UU. y por extensión a la mayoría de los pueblos oprimidos, cuando es justamente la opresión imperialista y nacional la que los mantiene en el atraso e impide su desarrollo.
Esta concepción fue adoptada por la corriente reformista denominada austromarxismo y combatida en su momento por Lenin. Otto Bauer, su principal teórico afirmaba que la esencia de una nación estaba en su estructura “psicológico cultural”, se negaba entonces a levantar la autodeterminación de las nacionalidades de los Balcanes, reduciendo la cuestión a otorgarle solo “autonomía cultural”, en el marco del estado imperial y las leyes de los Habsburgo17.

Una visión progresiva de la cuestión indígena fue la sostenida por uno de los pioneros del pensamiento marxista en Latinoamérica y fundador del Partido Socialista peruano, José Carlos Mariátegui en la década del 20: “No nos contentamos con reivindicar el derecho del indio a la educación, al progreso, a la cultura, al amor y al cielo. Comenzamos por reivindicar categóricamente, su derecho a la tierra18“. Sin embargo, a pesar de reconocer que en el Perú de los años veinte los indígenas de origen Quechua de la sierra tenían todas las características de una nacionalidad19, ponía especial acento en la cuestión de clase, al cual subordinaba el problema nacional. En la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, Mariátegui señalaba que: “Creemos que la palabra de orden que hará del indio un aliado del proletariado no indio en la lucha de sus reivindicaciones, no debe ser la palabra de orden de la autodeterminación india, sino la palabra que plantea a los indios sus reivindicaciones de clase oprimida y explotada: eso podrá transformarlos en aliados del proletariado alógeno, eso podrá llegar a darles un espíritu de clase, tarea fundamental de la propaganda marxista....en otras palabras: hay que tener en cuenta el problema racial, pero hay que supeditarlo al problema de clase“.20 En la década del 20 cuando fueron escritas estas líneas, indígena era sinónimo de campesinado en todos los países andinos.
En los últimos años la emergencia del movimiento indígena muestran que ésta no ha desaparecido como esperaban los reformistas burgueses sino que incluso ha desbordado los límites del campesinado y abarca otros sectores de la población inclusive urbana. Pequeños comerciantes, artesanos, obreros, etc. mantienen múltiples lazos con el medio rural indígena, esto ha potenciado el surgimiento del movimiento indígena y los reclamos nacionales y que se vean obligados a luchar como oprimidos y explotados.
Finalmente, es evidente que la cuestión nacional indígena en América latina y el Caribe ha cobrado una nueva dimensión debido al agravamiento de las condiciones económicas y la presión política del imperialismo. El "desarrollo" de ciertos centros urbanos en detrimento del hundimiento en la miseria de regiones enteras en nuestro continente, han potenciado su entrada en escena. La irrupción de los campesinos indígenas zapatistas de Chiapas, el movimiento democrático hegemonizado por los indígenas en Guatemala, la lucha de los Mapuches que habitan el sur de Chile contra el gobierno y las multinacionales, las movilizaciones de los campesinos indígenas en Bolivia, es objetivamente prueba de ello, más allá de las limitaciones que expresan sus direcciones políticas. Para nosotros, poner fin a la explotación y opresión secular a la que es sometido el campesino indígena, pasa por liquidar audaz y definitivamente el monopolio de la tierra y resolver en forma progresista la independencia nacional. Estos dos problemas no pudieron ni pueden ser resueltos por la decadente burguesía semicolonial. Estas tareas que solo pueden ser resueltas estratégicamente por la clase obrera latinoamericana tiene ya en el movimiento campesino indígena a un aliado estratégico para luchar por la expulsión del imperialismo del continente.

1El 30% si se toman en cuenta los datos de las organizaciones indígenas. Esta cifra debería aumentar si se toma en cuenta que producto de la migración interna muchísimos indígenas se han trasladado a las ciudades en busca de un mejor horizonte para su vida y componen una importante parte del proletariado y el mercado informal.
2 Régimen de hacienda: La base de este régimen consistía en que el hacendado daba una parcela al campesino indígena para que la trabaje en beneficio propio. Como pago de arrendamiento el campesino indígena estaba obligado a trabajar los cultivos del hacendado. Esta relación estaba complementada por trabajo gratuito en la casa del patrón, incluyendo en estas obligaciones a miembros de la familia del campesino.
3 Los indígenas y el estado en el Ecuador.
4 La Revolución Permanente. León Trotsky, 1.928.
5 Ecuador: su realidad. Fundación José Peralta. 1.999-2.000.
6 Intelectuales indígenas, neoindigenismo e indianismo en el Ecuador. Hernán Ibarra Ecuador Debate, 1.999.
7 Idem cita 2
8 Política preventiva impulsada por el imeprialismo norteamericano bajo la administración Kennedy.
9 Idem 3
10 CONAIE III Congreso Ordinario 1990
11 Conaie, idem.
12 Levantamiento indígena tierra y precios, F. Rosero 1990
13 Citado en Introducción a una teoría de la historia para América Latina. Luis Vitale, 1992
14 Idem cita 3.
15 Llama la atención que una de las corrientes con fuerte implantación en la vanguardia obrera y juvenil del Ecuador, el estalinista - maoísta, PCLM, en todo su programa que esbozan en el libro “ascenso y caída del populismo bucamarista” solo mencione dos veces al pasar al movimiento campesino indígena, para decir que tuvo una participación activa en el derrocamiento de Bucaram.
16 Idem cita 5.
17 Roman Rosdolky en su excelente estudio “Friederich Engels y el problema de los pueblos sin historia”, dice al respecto: “antes de la primera guerra mundial, la socialdemocracia austroalemana profesó una y otra vez el ‘internacionalismo’ y el ‘derecho a la autodeterminación de los pueblos’; pero hasta que punto este partido dependía pese a ello (consiente e inconscientemente)de la existencia de la vieja monarquía austríaca lo implica el infinito esfuerzo aplicado por sus teóricos eminentes a lucubrar, en la llamada ‘autonomía nacional cultural’, una ‘ínsula utópica’ austríaca, ¡que por un lado habría de eliminar la opresión nacional en Austria, pero por el otro dejar en manos de la minoría nacional alemana las posiciones decisivas de poder en el estado”
18 El problema de la tierra. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. J.C.Mariátegui.
19 Para Mariátegui los indígenas de la sierra peruana: “en la sierra se conciertan no solo los factores de una regionalidad sino de una nacionalidad”. J.C. Mariátegui Ideología y política. Citado por Luis Vitale en Interpretación marxista de la historia de Chile.
20 Idem 13.

 

   

 

   
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