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Estrategia
Internacional N° 16
invierno (austral) de 2000 |
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DOSSIER:
HOMENAJE A LEON TROTSKY A
60 AÑOS DE SU ASESINATO |
Imperialismo y degradación de
la democracia burguesa.
Un contrapunto entre el pensamiento
marxista revolucionario de
León Trotsky y la sociología
política burguesa de Max Weber
Emilio
albamonte y Christian Castillo |
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INTRODUCCIÓN.
El paso del capitalismo a su fase imperialista
reavivó tanto la teoría marxista revolucionaria
como las elaboraciones de la sociología académica.
Nuevas condiciones planteaban la necesidad de
revitalizar sus ideas tanto a la clase obrera
como a la burguesía. En un caso, en oposición
al marxismo de cuño positivista y evolucionista
desarrollado por los teóricos del ala oportunista
de la socialdemocracia alemana, el pensamiento
marxista alcanzaría nuevas cumbres en la obra
de quienes serían los fundadores de la Tercera
Internacional, principalmente los grandes dirigentes
de la revolución de octubre, Lenin y Trotsky,
pero también, Rosa Luxemburgo, Gramsci y otros.
En el terreno de la sociología, daría la obra
de sus grandes clásicos, Emile Durkheim y Max
Weber.
Entre las elaboraciones fundamentales del período
están las nuevas teorizaciones sobre el estado
y sus formas políticas. Weber es sin duda quién
ha reflexionado más ampliamente sobre este punto
en la tradición sociológica. Esta importancia
que cobra la obra de Weber en relación con otros
teóricos sociales burgueses, es producto de las
contradicciones políticas de la Alemania de principios
de siglo en las que desarrolló su obra: con una
burguesía que había llegado al poder no mediante
una revolución que liquidara el poder absolutista
sino mediante la reconversión "por arriba"
del estado de los junkers expresada en las reformas
de Bismarck; y que necesitaba ganar "espacio
vital" para consolidar su ascenso imperialista
a costa de sus competidores a la vez que debía
enfrentar a una clase obrera que se fortalecía
social y políticamente. Además Weber se enfrentó
poco antes de su muerte en 1920 a las consecuencias
producidas por la derrota alemana en la primera
guerra mundial; veía "la caída del régimen
imperial en noviembre de 1918 como una oportunidad
importante para reformar el estado alemán"1,
para establecer un régimen político "moderno",
siempre y cuando se lograse contener la amenaza
revolucionaria. Por la agudeza de sus análisis
ante los difíciles dilemas que pretende responder,
Weber es en gran parte el padre de las teorías
contemporáneas que en la sociología política burguesa
tratan sobre las "transiciones democráticas".
Es tentador y válido ver a Lenin como la contracara
de Weber en este terreno. Como afirma Goran Therborn,
"a diferencia de Saint-Simon y de Marx, Weber
estaba enormemente procupado por la relación entre
la acción y el liderazgo político concretos y
las tendencias generales de la evolución social.
En estos dos importantes aspectos, Weber puede
compararse a Lenin. En cierto sentido podría afirmarse
que Weber y Lenin son el Marx burgués y
el proletario de la era del imperialismo.
El imperialismo fue para ambos un rasgo central
de su tiempo: para Weber, en cuanto defensor del
imperialismo alemán; para Lenin, en cuanto combatiente
contra el imperialismo, fase superior del
capitalismo. Los problemas que Weber intentó
encauzar con su noción de liderazgo carismático,
Lenin los abordó con su teoría del partido revolucionario
y la coyuntura política."2
Por su parte, Erik Olin Wright dedicó un capítulo
de su conocido trabajo "Clase, crisis y estado"
a comparar los análisis divergentes de Lenin y
Weber en torno a la burocracia y el estado.3
Aquí compararemos los fundamentos de la teoría
política de Weber con la de Trotsky en relación
al análisis de la democracia burguesa. La obra
de Trotsky no sólo incluye los aspectos de las
elaboraciones de Lenin señalados por Therborn
sino que, por las propias circunstancias de su
vida, contribuyó con una obra sin igual en su
época al desarrollo de la teoría marxista del
estado, tanto en el análisis del proceso de burocratización
de la Unión Soviética4 como dando cuenta de los
distintos regímenes capitalistas que se sucedieron
hasta el comienzo de la segunda guerra mundial,
cuando Trotsky fue asesinado por un sicario de
Stalin.
Presentar los elementos de los análisis alternativos
del pensamiento de Weber y Trotsky sobre el carácter
de la democracia en el período imperialista creemos
que es revelador, tanto de los límites del pensamiento
"liberal-imperialista", como de la fuerza
de la concepción marxista revolucionaria.
WEBER: IMPERIALISMO
Y "PARLAMENTARISMO CESARISTA".
En su trabajo
"La política como vocación" Weber señalaba:
"Todo Estado está basado en la fuerza,
dijo Trotsky en Brest-Litovsk. Y (...) ello es
correcto (...) Hoy en día, la relación entre Estado
y violencia es especialmente íntima (...) En el
pasado, instituciones muy diversas -empezando
por la estirpe- han conocido el uso de la fuerza
física como algo bastante normal. Sin embargo,
en la actualidad, debemos decir que un Estado
es una comunidad humana que se atribuye (con éxito)
el monopolio del uso legítimo de la fuerza física
dentro de un determinado territorio."
Apoyándose en esta justa visión del carácter
inevitablemente coercitivo de todo estado (similar
en este punto a la sostenida por el marxismo clásico),
Weber va a poner el centro de sus reflexiones
políticas en cuáles son los medios como organiza
la "minoría dirigente" (el sujeto activo
de la política) la dominación sobre las "masas
dirigidas". Esto es lo que distingue Weber
en su conocida tipología de la dominación política.
Aunque ésta modificaba originalmente las clasificaciones
anteriores de la filosofía política5 se preocupa
casi exclusivamente de un solo lado de la relación
dominación/subordinación, analizando las diversas
formas de organización de la dominación pero no
los medios por los que se garantiza la subordinación.
Como afirma en "Economía y sociedad"
al comienzo de su estudio sobre los principales
tipos de dominación6: "La dominación
nos interesa aquí ante todo en cuanto está relacionada
con el régimen de gobierno".
Siendo su sociología de la dominación una sociología
"desde arriba" no es posible encontrar
en ella los mecanismos y procesos que aseguran
la reproducción de sistemas concretos de dominación
y, menos que menos, las condiciones para su transformación.
Liberalismo y nacionalismo
imperialista.
Weber veía el elemento decisivo en la definición
de una nación en referencia al poder político
(lo cual lo diferenciaba de las teorías que en
Alemania sostenían la concepción del estado como
pueblo, como comunidad en sentido étnico o lingüístico).
Lo "nacional" era así definido por Weber
como un "tipo especial de pathos que se vincula
en un grupo humano unido por una comunidad de
lengua, de religión, de costumbres o de destino,
a la idea de una organización política propia
ya existente o a la que se aspira: cuanto más
se carga el acento sobre la idea de poder
tanto más específico resulta ese sentimiento,
ese pathos"7. Durante toda su vida fue un
ardiente defensor del nacionalismo alemán. En
1895, al tomar posesión de la cátedra de economía
política en Friburgo pronunció el conocido discurso
en el que afirmaba que "los intereses de
dominio y expansión de la nación son los fines
últimos y decisivos" en el estudio de la
política económica, que debía ser una "ciencia
al servicio de la política", y para la cual
la "raison detat es la medida última
del valor". De ahí que no extrañasen sus
definiciones frente al estallido de la primera
guerra mundial, a la que recibió jubilosamente:
"Cualquiera sea su desenlace, esta guerra
es grande y maravillosa". Perry Anderson
sintetiza la visión de Weber sobre la intervención
de Alemania en la guerra: "La guerra (para
Weber, NdeR) había fomentado el renacimiento
interno de Alemania, pues el país tenía
la responsabilidad histórica de convertirse
en una gran potencia, como nación de setenta millones
de habitantes cuya vocación de pueblo dominante
habría de hacer girar las ruedas del desarrollo
mundial. La causa por la que luchaba Alemania
no era la introducción de cambios en el
mapa de los beneficios económicos, sino el honor,
el honor de nuestra nacionalidad. Si nuestro
Estado ha de transformarse en un campamento militar,
explicaba, era porque debía impedir que el
poder mundial, esto es, el control de la cultura
del futuro, se lo repartan las imposiciones de
los burócratas rusos y las convenciones de la
sociedad anglosajona, quizá con una
pizca de la raison latina. Sólo el poderío
militar alemán sería capaz de proteger a las pequeñas
naciones europeas y asumir el papel que correspondía
al Segundo Reich: moldear la cultura de
la tierra. En ello radicaba el trágico deber
histórico de un pueblo organizado como gran potencia,
y, si no cumplía con él, el Imperio Alemán no
sería más que un lujo ocioso y hostil a
la cultura. Weber nunca se arrepintió de
estas exaltadas visiones. Su nacionalismo sobrevivió
incólumne a la derrota de 1918: la guerra
era necesaria porque el honor de Alemania lo exigía.
Al final de su vida, aguardaba todavía con ilusión
que surgieran militares capaces de reverdecer
las glorias de Alemania, pues confiaba en que
la historia que ya nos ha dado, a nosotros
y sólo a nosotros, una segunda juventud, nos dé
también una tercera."8
Su nacionalismo era abiertamente imperialista:
"Constituye para nosotros un problema vital
el que las masas de nuestro pueblo lleguen al
convencimiento de que la expansión del poder de
Alemania es lo único que puede asegurarles un
nivel de vida estable y unas posibilidades de
mejora"9.
En la misma manera en que los estrategas de la
burguesía británica eran conscientes que la política
imperialista era indispensable no sólo como "exportación
de capitales" sino como forma de "exportar"
el descontento social, desarrollando una fuerte
aristocracia obrera local beneficiada con las
migajas de la explotación imperialista, para Weber
el imperialismo ofrecía a la burguesía alemana
la posibilidad de satisfacer las aspiraciones
de la clase obrera evitando los conflictos internos.
En sus distintos artículos políticos se van acrecentando
sus expectativas de que en Alemania podía lograrse
por parte de las direcciones del movimiento obrero
una política "madura" de gran potencia,
como la que tenían los líderes sindicales británicos,
que reemplazase la conciencia de clase cultivada
por los sindicatos.
Es interesante notar como durante el desarrollo
de las primeras décadas de la etapa imperialista,
especialmente en Alemania, fue produciéndose una
interrelación creciente entre los teóricos burgueses
políticamente "demócratas" y el ala
oportunista de la socialdemocracia. Como señala
Luckacs "ahora (para los intelectuales burgueses
alemanes, NdeR), resulta ya anticuado el limitarse
a ignorarlo en redondo o el rechazarlo de un modo
toscamente apodíctico; entre otras razones, porque
la fuerza del movimiento obrero aumenta sin cesar.
Se hace necesario, a la vista de ello, refutar
el marxismo de un modo más sutil.
Al mismo tiempo que se toman de él, también por
la fuerza de la necesidad -aunque bajo una forma
tergiversada, por supuesto-, aquellos elementos
que la ideología burguesa de este período considera
aceptables. La sola posibilidad de semejante punto
de vista vino a fortalecer el movimiento reformista
en el seno de la socialdemocracia y el revisionismo
teórico y práctico. Es sabido que el teórico principal
del revisionismo, Bernstein, se empeñó en la obra
de eliminar del movimiento obrero todo lo revolucionario
(en la filosofía, el materialismo y la dialéctica;
en la teoría del Estado, la dictadura del proletariado,
etc.)... Este intento de liquidación teórica y
práctica de la lucha de clases, esta proclamación
de la colaboración de clases entre la burguesía
y el proletariado, ejerció una influencia muy
grande sobre los sociólogos burgueses. También
para ellos venía a crear el revisionismo una plataforma
de colaboración: se abría ahora ante ellos -así
lo creían, al menos- la posibilidad de fragmentar
el marxismo -que antes se había intentado silenciar
o refutar en bloque, como un sistema unitario-
, siguiendo en ello los pasos del revisionismo,
para incorporar a la sociología lo que pudiera
ser útil para el régimen burgués."10
La expansión imperialista había generado sectores
privilegiados en la clase obrera de los países
imperialistas, la "aristocracia obrera",
que se expresaban en las políticas oportunistas
de las direcciones socialistas y laboristas, proceso
que va a mostrarse en toda su magnitud trágica
para el movimiento obrero en el apoyo a sus respectivas
burguesías imperialistas dado por la gran mayoría
de los partidos de la Segunda Internacional, la
política "social-chovinista" combatida
sin cuartel por Lenin. En esta aristocracia obrera,
base social del revisionismo y las posiciones
social-imperialistas en la socialdemocracia alemana,
se apoyaban las ilusiones de Weber de que los
dirigentes socialdemócratas se mantendrían "leales"
al estado alemán a la salida de la guerra y se
opondrían a la salida revolucionaria.
La adopción de un punto de vista social-imperialista
por parte de la socialdemocracia alemana dio un
punto de ligazón a los intelectuales "liberal
demócratas" con la derecha socialdemócrata,
que se agrega a los señalados por Lukacs. Sombart
fue un estudioso de Marx, aunque sus simpatías
políticas fueron inclinándose de la socialdemocracia
hacia el nacional-socialismo. Tönnies, que era
la "izquierda" de los sociólogos alemanes,
simpatizaba abiertamente con la derecha de la
socialdemocracia. En diciembre de 1918, llegó
a enviar un artículo a la revista teórica de la
socialdemocracia, Die Neue Zeit, donde alababa
la lealtad hacia el nuevo régimen republicano
de los funcionarios tradicionales del estado,
argumentando que la vieja burocracia debía ser
ganada gradualmente para resolver las preocupaciones
sociales. Weber no cultivó lazos tan estrechos
con la socialdemocracia, pero al fin de la guerra,
cuando desarrolló una corta carrera política activa
en las filas del Deutsche Demokratische Partie
(Partido Democrático Alemán, uno de los dos partidos
liberales fundado en noviembre de 1918), abogaba
por una coalición de los liberales con los socialdemócratas11,
con el fin de poner los cimientos de un nuevo
régimen político.
Para Weber el régimen político alemán, que daba
un enorme peso a la burocracia estatal, resultaba
en un cuerpo político impotente y mediocre, que
no permitía al estado alemán estar a la altura
de sus competidores británicos, franceses y norteamericanos.
Weber planteaba: "Sólo un pueblo políticamente
maduro puede ser un pueblo señorial...
Sólo los pueblos señoriales tienen la misión de
intervenir en el mecanismo de las ruedas del desarrollo
universal. Si intentan hacerlo los pueblos que
no poseen tal cualidad, no sólo se revela contra
ello el seguro instinto de las demás naciones,
sino que, además, aquéllos fracasarán también
interiormente en el intento... La voluntad de
impotencia en lo anterior que los literatos predican
no es compatible con la voluntad de poder
en el mundo, que tan clamorosamente se grita."12
Es decir, la posibilidad del establecimiento de
un régimen con un "parlamento fuerte"
se asociaba al carácter dominante, imperialista,
que Weber concebía para Alemania13, y en esto
discrepa con quienes al fin de la guerra abogaban
por imponer una dictadura militar abierta, criticando
al parlamentarismo por dar "demasiada injerencia
a las masas en las decisiones políticas".
Parlamentarismo
y cesarismo.
Un régimen basado en un "parlamento fuerte",
que Weber veía fundamental como medio para que
Alemania llevase adelante sus fines imperialistas,
era para él la forma de lograr una "mejor
selección de los líderes políticos", buscando
limitar el peso de la burocracia estatal14 en
la toma de las decisiones estratégicas del estado,
y, subyacentemente, como forma de impulsar nuevas
reformas en el régimen político que contengan
la radicalización de las masas obreras. El parlamentarismo
era también una vía regia para consagrar la "lealtad"
de los líderes socialdemócratas.
Pero este énfasis en consagrar un "parlamento
fuerte" termina cuestionado luego por el
mismo Weber, que se desencanta ante la inficiencia
de los partidos políticos y los "políticos
profesionales", que en vez de vivir para
la política pasaban a vivir de la política. Con
la revolución de noviembre de 1918 acentúa sus
intervenciones a favor del establecimiento de
un "líder plebiscitario de la democracia"
(Führerdemokratie), un "cesarismo plebiscitado".
En los artículos escritos para el periódico Frankfurter
Zeitung, la propuesta de un presidente de la República
elegido por el pueblo tiene como centro dar poderes
de cuasi-emperador para el mismo, en detrimento
del parlamento. Llegará a afirmar que la auténtica
democracia no es la parlamentaria sino la elección
directa del líder: "Anteriormente, en el
Estado autoritario, era necesario abogar porque
aumentase el poder de la mayoría parlamentaria,
de forma que la importancia y el carácter del
conjunto parlamentario resultasen beneficiados.
Hemos llegado a una situación, sin embargo, en
la que todas las propuestas constitucionales han
degenerado en una fe ciega en la infalibilidad
y en la soberanía de la mayoría, no del pueblo,
sino de los parlamentarios: extremo opuesto e
igualmente antidemocrático... La verdadera democracia
no significa rendirse incondicionalmente a las
camarillas, sino someterse a un líder
elegido por el pueblo mismo"15.
En la conocida biografía de Weber, su viuda cuenta
la conversación sostenida por éste con el general
Ludendorff al fin de la vuelta de Weber de las
negociaciones del Tratado de Versalles en 1919,
donde había participado en la delegación alemana.
Weber señaló al oficial alemán a qué tipo de democracia
se refería: "En la democracia, el pueblo
elige un líder, en quien deposita su confianza.
Después el elegido dice: ¡Ahora únanse y
obedézcanme! Ni el pueblo ni los partidos
tienen ya derecho a pedirle cuentas... Más tarde,
el pueblo emitirá su juicio, y si el Führer se
ha equivocado, ¡a la horca con él!". A lo
que Ludendorff contestó: "Una democracia
así, cuenta con mi aprobación"...
Así ante la contradicción de que el dominio de
las camarillas políticas parlamentarias se mostraban
tan "ineficientes" como el régimen anterior
para legitimarse ante un movimiento obrero que
se radicalizaba, Weber plantea acentuar el cesarismo
del nuevo régimen, la solución mágica del "líder
plebiscitado". La urgencia de esta salida
se veía acrecentada ante la angustia que producía
en Weber la perspectiva revolucionaria que encarnaban
Liebknecht y Luxemburgo, a quienes detestaba al
igual que a los bolcheviques, y veía como cabeza
de un movimiento que de triunfar llevaría a la
desintegración del ejército y del estado. La revolución
alemana de noviembre de 1918 fue calificada por
él como "un carnaval sangriento que no merece
el honorable nombre de una revolución" y
declaró sobre los líderes espartaquistas: "Liebknecht
pertenece al manicomio y Rosa Luxemburgo al zoológico"16.
El destino de la República de Weimar mostró las
contradicciones irresolubles de las preocupaciones
de Weber. Si la muerte no lo hubiese sorprendido
en 1920, habría tenido la trágica oportunidad
de analizar adónde podía conducir el desarrollo
de este "liderazgo carismático"17. De
todos modos, lo cierto es que Weber termina desencantado,
mostrando su frustración por las salidas con las
que había intentado resolver sus dilemas: de ahí
que termina concluyendo en la inevitabilidad de
la imposición de un dominio creciente de la burocracia
sobre todos los aspectos de la vida, la famosa
"jaula de hierro" de la que no habría
escapatoria posible. A confesión de parte, relevo
de prueba. Un verdadero testimonio de que, aún
en las propias metrópolis imperialistas (no digamos
en las semicolonias), las "democracias"
no pueden estabilizarse más que acompañadas de
fuertes elementos cesaristas, que ocupan toda
la escena cuando las contradicciones de clase
se agudizan y el fusible de la democracia burguesa
salta por los aires. Como decía la Tercera Internacional,
más allá de las envolturas "democráticas"
que asuma, el imperialismo es "reacción en
toda la línea".
TROTSKY: IMPERIALISMO O SOCIALISMO.
Analizando la revolución rusa de 1905 Trotsky
señalaba: "La huelga de octubre mostró que
podía desorganizar, paralizar al enemigo y hacerle
doblar la rodilla. Finalmente, al provocar el
surgimiento por todas partes de los consejos obreros,
la revolución mostró que era capaz de crear una
forma de poder. Ahora bien, un poder revolucionario
no puede apoyarse más que sobre una fuerza revolucionaria
activa. El desarrollo de la revolución rusa lo
indica: ninguna clase social, salvo el proletariado,
resulta apta ni se encuentra preparada para apoyar
el poder revolucionario (...) el primer órgano
embrionario del poder revolucionario es un órgano
de representación del proletariado. El consejo,
en la historia rusa moderna, es la primera forma
de poder democrático. El consejo es el poder organizado
de las mismas masas sobre cada una de sus partes.
Se trata de la verdadera democracia sin trapicheos,
sin dos cámaras, sin burocracia profesional, con
el derecho de los electores para revocar su representante
cuando lo deseen. Por mediación de sus miembros,
los diputados obreros elegidos, el consejo dirige
sin intermediarios todas las manifestaciones sociales
del proletariado en su conjunto, y de sus diferentes
grupos, organiza sus acciones de masas, le proporciona
sus consignas y su bandera. Esta dirección organizada
de las masas autónomas ha aparecido por primera
vez en tierra rusa."18
Trotsky formulaba así las conclusiones que después
estarían sistematizadas por Lenin en "El
Estado y la Revolución" sobre los soviets
como órganos del ejercicio de la democracia directa
de la clase obrera y las masas explotadas, del
estado que busca "extinguirse a sí mismo".
Aquí son las masas trabajadoras y campesinas las
que se dan los instrumentos para expresar su propio
poder, es decir, un sujeto opuesto a la "minoría
dirigente" en la que piensa Weber cuando
elabora sus tipos de dominación19. Las formas
"soviéticas" son las que se corresponden
a las necesidades del ejercicio del poder por
parte de la clase obrera.
El sistema capitalista
como totalidad mundial: el punto de partida de
la revolución permanente.
La visión temprana de Trotsky sobre el soviet
como órgano de poder del proletariado está ligada
a su visión original sobre la revolución permanente,
en la que sostiene la imposibilidad de la burguesía
liberal rusa, con el advenimiento de la época
imperialista, de llevar adelante una "revolución
democrática" como habían realizado las burguesías
inglesa o francesa en los siglos XVII y XVIII20.
Ya antes de 1905, influído por Parvus, señalaba
que toda previsión sobre la futura revolución
rusa debía hacerse partiendo de un punto de vista
internacional, de las contradicciones entre la
mundialización de las fuerzas productivas y los
estados nacionales. Las anomalías y particularidades
de la formación social rusa eran vistas bajo el
ángulo del desarrollo desigual y combinado21.
Trotsky partía de una metodología que considera
todo fenómeno social, económico, político e ideológico
en función de la totalidad del modo de producción
capitalista, un método que le permitió encontrar
un sustrato económico a la teoría de la revolución
permanente, y que dio a Trotsky gran superioridad
en el análisis de la dinámica de la revolución
rusa sobre sus contemporáneos. Más en general,
este mismo método serviría para que Trotsky mostrara
a lo largo de su obra la fuerza y superioridad
del análisis marxista frente a las interpretaciones
alternativas de la sociología y la "ciencia
política" burguesas, incluyendo las más lúcidas,
como la de Weber.
Esto le permite a Trotsky operar un desarrollo
clave con respecto a la posición de los marxistas
frente a la "revolución democrática".
Ya no se trataba de acompañar a la burguesía liberal22
en la conquista de un régimen democrático burgués
en el cual el proletariado se limitase a conquistar
el "terreno de la lucha por su emancipación",
sino que la estrategia revolucionaria estaba guiada
por la actualidad de la conquista del poder por
la clase obrera. El triunfo revolucionario de
octubre de 1917 consagraría en la práctica la
justeza de estas premisas23.
Trotsky hará suya en este año definitivamente
la concepción leninista sobre el papel del partido
revolucionario24. Desde entonces insistirá en
su papel decisivo para la conquista del poder
por parte de la clase obrera. Como afirma en "Lecciones
de Octubre": "Hace poco se ha declarado
en nuestra prensa que no sabíamos por qué puerta
entraría la revolución proletaria en Inglaterra,
si por el partido comunista o por los sindicatos,
conceptuando que era imposible decidirlo. Esta
manera de plantear la cuestión es falsa, con miras
de envergadura histórica, es radicalmente falsa
y muy peligrosa, porque enturbia la principal
lección de los últimos años. Si no ha existido
allí una revolución victoriosa al final de la
guerra es porque faltaba un partido, evidencia
que se aplica a Europa entera (...) En la revolución
proletaria, no sólo implica el proletariado la
principal fuerza combativa, sino también la fuerza
dirigente con la personalidad de su vanguardia.
Su partido es el único que puede en la revolución
proletaria desempeñar el papel que en la revolución
burguesa desempeñaban la potencia de la burguesía,
su instrucción, sus municipios y universidades.
Resulta esto tanto más importante cuando que ha
acrecentado de manera formidable la conciencia
de clase de su enemigo."
En reiteradas ocasiones, Trotsky plantearía la
necesidad de un análisis dialéctico para comprender
la relación entre la necesaria maduración política
revolucionaria del proletariado (sin la cual un
partido revolucionario no puede desarrollarse)
y el papel decisivo del partido en los grandes
choques revolucionarios (y contrarrevolucionarios).
Ejemplo de esto es la polémica que entabló con
quienes atribuían a la "poca madurez"
del proletariado la derrota de la revolución española:
"el desarrollo de la revolución consiste
... en que la relación de fuerzas no deja de cambiar
rápidamente bajo el impulso de los cambios operados
en la conciencia del proletariado, de la atracción
de las capas atrasadas por las capas avanzadas,
de la confianza creciente de la clase en sus propias
fuerzas. El elemento principal y vital de este
proceso es el partido, así como el principal y
vital elemento del mecanismo del partido es su
dirección. El papel y la responsabilidad de la
dirección en una época revolucionaria son de una
importancia colosal (...) La victoria no es de
ninguna manera el fruto maduro de la madurez
del proletariado. La victoria es una tarea estatégica.
Es necesario utilizar las condiciones favorables
de una crisis revolucionaria a fin de movilizar
a las masas; tomando como punto de partida el
nivel dado de su madurez, es necesario
empujarlas hacia delante, enseñarles a darse cuenta
de que el enemigo no es en manera alguna omnipotente,
que está desgarrado por contradicciones, que detrás
de su fachada imponente el pánico reina. Si el
partido bolchevique no hubiera logrado realizar
ese trabajo bien, no se podría hablar siquiera
de victoria proletaria. Los soviets hubieran sido
aplastados por la contrarrevolución y los pequeños
sabios de todos los países hubieran escrito artículos
y libros cuya nota dominante habría sido que únicamente
los visionarios empedernidos podían soñar en Rusia
en la dictadura de un proletariado tan débil numéricamente
y tan poco maduro."25
Trotsky también compartía plenamente los planteos
de Lenin sobre la "república democrática",
quien la define a partir de su contenido de clase
y no como una mera cuestión "procedimental",
como hacen las concepciones liberales. Lenin había
escrito en "El estado y la revolución"
que "la república democrática es la mejor
envoltura política de que puede revestirse el
capitalismo y, por tanto, el capital... esta envoltura,
que es la mejor de todas, cimenta su poder de
un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve
ningún cambio de personas, ni de instituciones,
ni de partidos dentro de la república democrática
burguesa". Estas mismas conclusiones guiarían
la acción política posterior de Trotsky. Sus análisis
sobre la derrota de la revolución alemana son
ilustrativas de esto: no veía la caída de los
Hohenzollern y el surgimiento de la República
de Weimar como un triunfo del proletariado, sino
como un producto del decapitamiento de la revolución
proletaria por parte de la dirección socialdemócrata.
Fascismo y frentes
populares.
Esta visión sobre
el agotamiento histórico de la revolución burguesa,
no produjo, sin embargo, el menosprecio de Trotsky
sobre el enorme papel que las reivindicaciones
democráticas de las masas (revolución agraria,
liberación nacional, autodeterminación nacional,
defensa de las libertades democráticas contra
ataques bonapartistas, lucha por la extensión
de estas mismas libertades, etc.) podían jugar
en el desarrollo de la movilización revolucionaria
de las masas obreras y campesinas, al contrario
de las posiciones ultraizquierdistas y "socialistas
puras", sostenedoras de que la clase obrera
no debe tomar en cuenta estas cuestiones. Así,
por tomar un ejemplo, resalta en 1928 (luego de
la derrota de la insurrección de Cantón el año
anterior) que los comunistas chinos debían dar
un papel central en su agitación a la consigna
de Asamblea Constituyente, que podía jugar un
importante papel como motor del desarrollo de
los soviets, tal como la habían utilizado los
bolcheviques en Rusia; y la importancia de la
revolución colonial es una cuestión constante
de sus trabajos hasta el fin de sus días. O las
consideraciones de la lucha contra el fascismo,
señaladas en el Programa de Transición: "cuando
la oleada revolucionaria se abra camino en los
países fascistas, adquirirá de inmediato una extensión
grandiosa, y de ningún modo se detendrá en el
intento de resucitar el cadáver de un Weimar cualquiera
(...) Naturalmente, esto no significa que la Cuarta
Internacional rechace las consignas democráticas
como medios de movilizar a las masas contra el
fascismo. Estas consignas, por el contrario, pueden
en ciertos momentos desempeñar un serio papel.
Pero las fómulas de la democracia (libertad de
prensa, derecho de asociación, etc.) sólo significan
para nosotros consignas incidentales o episódicas
en el movimiento independiente del proletariado,
y no un dogal democrático echado al cuello del
proletariado por los agentes de la burguesía (¡España!).
En cuanto el movimiento adquiera cierto carácter
de masa, las consignas democráticas se entrelazarán
con las consignas de transición. Los comités de
fábrica, como es de suponer, surgirán antes de
que los jefes rutinarios se pongan a organizar
los sindicatos desde sus oficinas. Los soviets
cubrirán Alemania antes de que una nueva Asamblea
Constituyente se reúna en Weimar. Esto mismo es
aplicable a Italia y al resto de los países totalitarios
y semi totalitarios."26
La obra de Trotsky incluyó finas distinciones
entre los regímenes burgueses europeos de la entreguerra
y del fenómeno particular del fascismo. En Alemania
fue analizando cuidadosamente los distintos grados
de bonapartismo que expresaban los gobiernos de
Brüning y Von Papen que antecedieron a Hitler27.
Sus análisis de estos regímenes no tuvieron igual,
ni aún en el pensamiento de Gramsci, a quien vulgarmente
se cita como el pensador marxista "más lúcido"
sobre la democracia burguesa en Occidente. Como
señalaba hace unos años Perry Anderson, el conocimiento
de Trotsky de "Alemania, Inglaterra y Francia
era en realidad mayor que el de Gramsci. Sus escritos
sobre las tres formaciones sociales más importantes
de Europa occidental en el período de entre guerras
son inconmensurablemente superiores a los de los
Cuadernos de la cárcel. Contienen
ciertamente la única teoría desarrollada del estado
capitalista moderno en el marxismo clásico en
sus textos sobre la Alemania nazi."28 Deberíamos
poner en este mismo terreno los escritos de Trotsky
sobre la revolución española.
Lo importante es señalar cómo, en Trotsky, su
sofisticado análisis de los distintos regímenes
en el seno del estado capitalista, juegan el papel
de precisar la táctica a desarrollar en función
de la estrategia de la conquista del poder por
parte de la clase obrera. Están así ligados por
esta misma orientación estratégica su lucha contra
la política ultraizquierdista del "tercer
período", con la trágica consecuencia de
favorecer la llegada de Hitler al poder, con el
combate a la política oportunista de los "frentes
populares", con la que el stalinismo decapitó
la revolución española y paralizó la oleada revolucionaria
de las tomas de fábricas en Francia en junio de
1936. Una vez consolidado el régimen bonapartista
de la burocracia en la URSS, Trotsky también elaboraría
un programa de revolución política que defendiendo
las bases sociales del estado obrero tenía como
estrategia reconquistar el poder de los soviets.
La decadencia
de la democracia en la época del imperialismo.
En 1939, en "El marxismo y nuestra época"
(un trabajo escrito como prefacio al resumen del
primer tomo de "El Capital" publicado
por Otto Rühle), Trotsky analizaba la situación
de la vigencia de los análisis de Marx contrastándolos
con lo señalado por Werner Sombart en su trabajo
"El capitalismo moderno", calificado
por Trotsky como "la exposición apologética
más conocida de la economía burguesa en tiempos
recientes". Sombart decía: "Karl Marx
profetizó: primero, la miseria creciente de los
trabajadores asalariados; segundo, la concentración
general, con la desaparición de los campesinos;
tercero, el colapso catastrófico del capitalismo.
Nada de esto ha ocurrido". Y oponía a esto
su propio pronóstico: "El capitalismo subsistirá
para transformarse internamente en la misma dirección
en que ha comenzado ya a transformarse en la época
de su apogeo: al envejecer se vuelve más y más
tranquilo, sosegado, razonable". En esta
polémica Trotsky señalaría: "La inteligencia
y el corazón de los intelectuales de la clase
media y los burócratas de los sindicatos estuvieron
casi completamente dominados por las hazañas logradas
por el capitalismo entre la época de la muerte
de Marx y el comienzo de la (primera, NdeR) guerra
mundial. La idea del progreso gradual (evolución)
parecía haberse asegurado para siempre, en tanto
que la idea de revolución era considerada como
una mera reliquia de la barbarie. Al pronóstico
de Marx se oponía el pronóstico cualitativamente
contrario sobre la distribución mejor equilibrada
de la renta nacional con la suavización de las
contradicciones de clase, y con la reforma gradual
de la sociedad capitalista. Jean Jaurès, el mejor
dotado de los socialdemócratas de esa época clásica,
esperaba llenar gradualmente la democracia política
con un contenido social. En eso reside la esencia
del reformismo. Tal era la predicción opuesta
a la de Marx. ¿Qué queda de ella?"29. Trotsky
demostraba cómo la ilusión reformista se había
hecho añicos frente a las convulsiones constantes
del régimen capitalista y cómo las distintas alternativas
que se ofrecían (fascismo y New Deal) no podían
dar salida a la crisis capitalista. Realiza un
contundente alegato a favor de la revolución socialista
como la única alternativa a la etapa de declinación
del capitalismo: "Para liberar a la técnica
de la intriga de los intereses privados y colocar
al gobierno al servicio de la sociedad es necesario
expropiar a los expropiadores. Unicamente
una clase poderosa, interesada en su propia liberación
y opuesta a los expropiadores capitalistas es
capaz de realizar esa tarea. Unicamente unida
a un gobierno proletario podrá construir la clase
calificada de los técnicos una economía verdaderamente
científica y verdaderamente racional, es decir,
una economía socialista.
Sería mejor alcanzar ese objetivo de una manera
pacífica, gradual, democrática. Pero el orden
social que se ha sobrevivido a sí mismo no cede
nunca su puesto a su sucesor sin resistencia.
Si en su época la democracia joven y fuerte demostró
ser capaz de impedir que la plutocracia se apoderase
de la riqueza y del poder, ¿es posible esperar
que una democracia senil y devastada se muestre
capaz de transformar un orden social basado en
el dominio ilimitado de sesenta familias? La teoría
y la historia enseñan que la sustitución de un
régimen social por otro presupone la forma más
alta de la lucha de clases, es decir, la revolución.
Ni siquiera la esclavitud pudo ser abolida en
Estados Unidos sin una guerra civil. La
fuerza es la partera de toda sociedad vieja preñada
de una nueva. Nadie ha sido capaz hasta
ahora de refutar este principio básico de Marx
en la sociología de la sociedad de clases. Solamente
una revolución socialista puede abrir el camino
hacia el socialismo30".
Es en este contexto de su caracterización de
la existencia de una fase de declinación del capitalismo
que Trotsky realizará sus últimas teorizaciones
sobre el carácter de los regímenes democrático
burgueses en la época imperialista. Escribiendo
poco antes del estallido de la Segunda Guerra
Mundial, cuando la democracia burguesa cedía lugar
a los regímenes fascistas en Europa, Trotsky decía
que la democracia burguesa era "la forma
más aristocrática de dominio; sólo pueden conservarla
aquéllos países que tienen esclavos en el mundo,
como Gran Bretaña, cuyos ciudadanos poseen nueve
esclavos cada uno; Francia, donde cada ciudadano
tiene un esclavo y medio; y Estados Unidos; -no
puedo calcular los esclavos, pero lo es casi todo
el mundo, empezando por Latinoamérica. Los países
más pobres, como Italia, abandonaron su democracia.
Es un análisis de la democracia a la luz de los
nuevos sucesos... Sólo los grandes burgueses,
los mayores ladrones, los amos más ricos de esclavos,
etc., siguen siendo demócratas... Naturalmente
(tal planteo, NdeR), no ha sido escrito a favor
del fascismo, sino de la democracia proletaria."31
En el texto ya citado desarrolla sus conclusiones:
"La burguesía de las metrópolis ha sido capaz
de asegurar una posición privilegiada para su
propio proletariado, especialmente para las capas
superiores, mediante el pago de algunos superbeneficios
obtenidos con las colonias. Sin eso hubiera sido
completamente imposible cualquier clase de régimen
democrático estable. En su manifiestación más
desarrollada la democracia burguesa se hizo, y
sigue siendo, una forma de gobierno accesible
únicamente a las naciones más aristocráticas y
más explotadoras. La antigua democracia se basaba
en la esclavitud; la democracia imperialista se
basa en las colonias.
Estados Unidos, que formalmente casi no tiene
colonias, es, sin embargo, la nación más privilegiada
de la historia. Los activos inmigrantes llegados
de Europa tomaron posesión de un continente excesivamente
rico, exterminaron a la población nativa, se quedaron
con la mejor parte de México y se embolsaron la
parte del león de la riqueza mundial. Los depósitos
de grasa que acumularon entonces, les siguen siendo
útiles todavía en la época de la decadencia, pues
les sirven para engrasar los engranajes y las
ruedas de la democracia.
La reciente experiencia histórica tanto como
el análisis teórico testimonian que el nivel de
desarrollo de una democracia y su estabilidad,
están en proporción inversa a la tensión de las
contradicciones de clase. En los países capitalistas
menos privilegiados (Rusia, por un lado, y Alemania,
Italia, etc., por el otro), incapaces de engendrar
una aristocracia obrera numerosa, nunca se desarrolló
la democracia en toda su extensión y sucumbieron
a la dictadura con relativa facilidad... El deterioro
incontenible en las condiciones de vida de los
trabajadores hace cada vez menos posible para
la burguesía conceder a las masas el derecho a
participar en la vida política, incluso dentro
de los marcos limitados del parlamentarismo burgués.
Cualquier otra explicación del proceso manifiesto
del desalojo de la democracia por el fascismo
es un falsificación idealista de la realidad,
ya sea un engaño o autoengaño." 32
De ahí Trotsky señalaba que la necesidad de una
nueva "divisón del mundo" entre las
potencias imperialistas era la verdadera razón
de la guerra que se avecinaba, y que los intentos
de presentar la segunda guerra mundial como un
choque entre la democracia y el fascismo "pertenecen
al reino de la charlatanería y la estupidez".
Pero la misma guerra recrearía las condiciones
para la revolución. Y para esta perspectiva debía
prepararse la joven Cuarta Internacional. "Imperialismo
o socialismo", eran señaladas por Trotsky
como las alternativas de nuestra época.
No está demás señalar que las circunstancias
peculiares que permitieron que el capitalismo
mundial continuara en este siglo "sobreviviéndose
a sí mismo", especialmente durante los años
del "boom" de la posguerra, renovaron
las ilusiones del reformismo, al punto que las
direcciones reformistas del movimiento obrero
gozaron en la posguerra de un nuevo auge. Los
últimos veinticinco años, con periódicas sacudidas
de la economía mundial cada vez más profundas
y un ataque sistemático sobre las conquistas históricas
del movimiento obrero mundial han dado nuevamente
por la borda con esas ilusiones, reafirmando el
carácter declinante del capitalismo de nuestro
tiempo y la bancarrota completa del reformismo.
A modo de conclución.
Este breve recorrido por las posiciones de Weber
y Trotsky sobre la democracia burguesa nos permiten
sacar conclusiones importantes para la actualidad.
La primera es que los análisis contemporáneos
que se apoyan en los razonamientos weberianos
parten de pensar la "democracia" y el
"parlamentarismo" como mejor forma de
organización de la dominación. Es decir, la analizan
como mejor método de preservar el dominio de la
burguesía.
Segundo, las posiciones de Weber muestran como
éste era completamente conciente de la relación
que había entre democracia burguesa e imperialismo.
Pero las propias condiciones del atraso alemán
le impidieron sostener un programa imperialista
de utilización de la democracia en más amplia
escala, como harían los Estados Unidos. Estos
en base a sus condiciones excepcionales de riqueza,
pudieron desplegar la "democracia" como
bandera de su expansión imperialista. En su nombre
provocaron algunas de las mayores masacres del
siglo e impusieron su dominio sobre la gran mayoría
del mundo semicolonial.
Tercero, las oscilaciones de Weber entre el "parlamentarismo
fuerte" y el "líder carismático"
desnudan el papel de instrumento de mistificación
y legitimación que juegan los parlamentos en la
república burguesa, que son, como decía Lenin,
ámbitos donde "no se hace más que charlar,
con la finalidad especial de embaucar al vulgo"
mientras "la verdadera labor estatal se hace
entre bastidores y la ejecutan los ministerios,
las oficinas, los estados mayores". Weber
no puede así dejar de inclinarse por la necesidad
del cesarismo para establecer un dominio estable
de la burguesía: "La democratización política
activa significa que el líder político ya no es
proclamado como candidato porque se ha probado
en un círculo de notables y se vuelve líder por
sus logros parlamentarios, sino que él gana la
confianza y la fe de las masas en él y su poder
por medio de la demagogia de masas. En sustancia,
esto significa un cambio hacia el modo cesarista
de selección. Efectivamente, toda democracia tiende
a esta dirección. Después de todo, la técnica
específicamente cesarista es el plebiscito. No
es un voto o una elección ordinaria, sino una
profesión de fe en el llamado de aquél que demanda
esas aclamaciones." De ahí la invitable existencia
de fuertes elementos cesaristas en los regímenes
burgueses contemporáneos. En Weber vimos cómo
sus expectativas de que una reforma democrática
fuese el vehículo más adecuado para evitar la
radicalización obrera y permitir el redespegue
nacional alemán, se transformó en un rápido desencanto
con el "parlamento fuerte" y sus llamados
a imponer un "líder plebiscitario"33.
Históricamente, aunque la República de Weimar
pudo surgir como consecuencia del aborto de la
revolución proletaria en Alemania, se mostró impotente
para poder, a la vez, conseguir el "espacio
vital" para Alemania y lidiar con el agudizamiento
de las contradicciones de clase. La burguesía
alemana terminó optando por el nazismo a la hora
de someter a sus propias masas obreras y lanzarse
a la lucha abierta por un "nuevo reparto
del mundo". En este sentido, el pesimismo
histórico de Weber sobre un camino democrático
para su propia burguesía imperialista estaba en
lo cierto. El aborto de la revolución proletaria
en Alemania y el surgimiento de la República de
Weimar no fue otra cosa que la antesala de la
llegada al poder de Hitler y la barbarie nazi.
En Trotsky no se trata de pensar cómo una minoría
organiza de mejor forma la dominación de la mayoría,
sino, por el contrario, cómo pueden las amplias
masas trabajadoras ejercer el poder político.
El desarrollo del imperialismo hizo actual la
conquista del poder no sólo para la clase obrera
de los países avanzados sino también para los
países de desarrollo burgués retrasado. El surgimiento
del soviet fue la respuesta que la historia dio
a la incógnita de cómo podría la clase obrera
ejercer su dominio en base a la democracia directa.
Hoy los argumentos "técnicos" en contra
de la democracia directa son aún menos fuertes
que en los tiempos en que Weber los esgrimía.
Bajo el dominio de la clase obrera, los modernos
medios de comunicación masivos y las nuevas tecnologías
informáticas podrían brindar hoy instrumentos
de gran eficacia para la elevación de la cultura
política de las masas y para el ejercicio de la
democracia directa, infinitamente superiores a
aquéllos con los que contaron Lenin y Trotsky
luego de la toma del poder. A la vez, un partido
y una internacional revolucionarias siguen siendo
imprescindibles para evitar que las situaciones
y crisis revolucionarias sean derrotadas, ya sea
por la contrarrevolución abierta o por las "trampas
democráticas".
Aunque la "república democrática" no
fuese otra cosa que la envoltura del dominio del
capital, en los estados con gobiernos bonapartistas
abiertos, las reinvindicaciones democráticas siguen
jugando un rol para impulsar la movilización revolucionaria
de la clase obrera, pero sólo de un modo episódico
y como parte de un programa de transición que
plantee la conquista del poder por parte de la
clase obrera. El reemplazo de un régimen dictatorial
por uno de tipo democrático burgués no es el triunfo
de la "revolución democrática" sino
el aborto de la revolución proletaria. Aunque
las tendencias de la situación política mundial
muestran una creciente degradación y vaciamiento
de los regímenes democrático burgueses (con un
fortalecimiento de los elementos cesaristas-bonapartistas
de los distintos regímenes burgueses, que se hacen
a la vez más aristocráticos y degradados aún en
los países capitalistas más ricos); y la utilización
de la guerra y regímenes bonapartistas abiertos
están más en escena -en comparación con la última
década- en la política mundial; la "trampa
democrática" ha sido una bandera clave utilizada
por la política imperialista para evitar el triunfo
de procesos revolucionarios o para prevenir su
emergencia. De ahí la importancia de los señalamientos
de Trotsky a este respecto.
Por último, aunque Weber también planteaba la
relación entre imperialismo y democracia burguesa,
en Trotsky esta relación era producto de un análisis
orgánico del capitalismo, que le permitía analizar
"el desarrollo de una democracia y su estabilidad...
en proporción inversa a la tensión de las contradicciones
de clase", de ahí que el aumento de estas
tensiones producían la caída una tras otra de
los regímenes democrático burgueses y el desarrollo
del fascismo en los años previos a la segunda
guerra mundial. Así la crisis de subjetividad
y dirección revolucionaria de la clase obrera
mundial es un factor sin el cual no pueden explicarse
los triunfos de la política burguesa de las "transiciones
a la democracia" en los últimos años.
En una entrevista realizada en julio de 1939
a un grupo encabezado por el profesor Hubert Herring,
Trotsky dejó un pasaje notable sobre cuál sería
la situación si el imperialismo norteamericano
salía triunfador de la segunda guerra mundial:
"Si el capitalismo norteamericano sobrevive...Estados
Unidos se transformará en el imperialismo y el
militarismo más poderoso del mundo". Una
paz norteamericana significaría "una explosión
del militarismo y el imperialismo norteamericanos"34.
¿Qué otra cosa vimos desarrollarse en la posguerra
(Corea, Vietnam, Irak, Balcanes, intervenciones
directas y guerra sucia en Centroamérica, y un
gran etcétera) en nombre de la "democracia"?
Notas:
1 Alex Callinicos, "Social Theory. A historical
introduction", Polity Press, Londres, 1999,
pág. 174.
2 Goran Therborn, "Ciencia, clase y sociedad",
Siglo XXI editores, 1980, pág. 272.
3 Nos referimos al capítulo 4 de "Clase,
crisis y estado", Siglo XXI editores, 1983,
titulado justamente "Burocracia y estado",
donde desde una perspeciva reformista se comparan
el trabajo de Weber "Parlamento y gobierno
en una Alemania reorganizada. Una crítica política
de la burocracia y de los partidos" con el
de Lenin "El estado y la revolución".
4 En Trotsky y Weber se encuentran las dos líneas
teóricas fundamentales para analizar el papel
de la burocracia en un estado obrero, tema que
no trataremos en este artículo.
5 Como señala Therborn, "las tipologías
de la dominación forman parte de una vieja tradición
de la filosofía política, que en Europa se remonta
por lo menos hasta la antigua filosofía griega.
En la tradición clásica, esas tipologías se basaban
habitualmente en el número de gobernantes: uno,
pocos, muchos (los ciudadanos, el pueblo). Con
frecuencia a esa distinción se añadía otra, entre
gobiernos legítimos, regidos por la ley, y regímenes
ilegítimos y despóticos. Esta tradición está presente
en Montesquieu y en la Ilustración y en la actualidad
continúa en la moderna teoría liberal, con su
distinción entre democracia y dictadura. Después
de la revolución francesa... surgió una nueva
teoría de la política en la sociología de los
pioneros. El poder y la autoridad política (si
eran estables) se derivaban de los diferentes
tipos de actividad dominante en la sociedad o
de las diferentes especies de relaciones sociales,
y se distinguían por basarse en ellos. En el idealismo
alemán de la época se afirmaba que las estructuras
políticas eran la expresión de las particulares
culturas nacionales. La tipología weberiana de
la dominación rompe claramente con todos estos
tipos de conceptualización al distinguir entre
las diferentes especies de valores comunes sobre
los que se basa la dominación estable". Op.
cit., pág. 298.
6 En su conocida tipología Weber distingue tres
tipos puros de dominación legítima. Según define
en "Economía y sociedad" "el fundamento
primario de su legitimidad puede ser: 1.De carácter
racional: que descansa en la creencia en la legalidad
de las ordenaciones estatuidas de los derechos
de mando de los llamados por esas ordenaciones
a ejercer la autoridad (autoridad legal). 2.De
carácter tradicional: que descansa en la creencia
cotidiana en la santidad de las tradiciones que
rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad
de los señalados por esa tradición para ejercer
la autoridad (autoridad tradicional). 3.De carácter
carismático: que descansa en la entrega extracotidiana
a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una
persona, y a las ordenaciones por ella creadas
o reveladas (autoridad carismática)".
7 Max Weber, "Economía y sociedad",
pág. 327.
8 Perry Anderson, "Campos de batalla",
Editorial Anagrama, 1998, páginas 275-276.
9 Citado por Joaquín Abellán en el Estudio preliminar
de los "Escritos políticos" de Max Weber,
Alianza Editorial, pág. 18.
10 Georg Lukacs, "El asalto a la razón",
Ed. Grijalbo, 1983, pág. 486.
11 Una situación similar con respecto a la relación
entre la intelectualidad burguesa republicana
y la derecha de la socialdemocracia se dio en
Francia, donde teóricos como Durkheim (un republicano
de izquierda) tenían estrechas relaciones con
el ala moderada del socialismo francés encabezada
por Jean Jaurés.
12 La traducción del párrafo es la que es citada
por Lukacs en la edición castellana de "El
asalto a la razón", páginas 491-2. Difiere
parcialmente de la que aparece en "Escritos
políticos" de Max Weber, editados por Joaquín
Abellán en Alianza Editorial.
13 Perry Anderson señala: "El nacionalismo
era más importante para Weber que el liberalismo,
pero existía una relación entre ambos, y durante
la mayor parte de su vida creyó que sólo un orden
político liberal podría preparar a Alemania para
desempeñar el papel imperial que le había sido
asignado". ("Campos de Batalla",
pág. 276).
14 Weber consideraba que con el desarrollo del
capitalismo y la creciente complejidad de la sociedad,
aumentaba cualitativa y cuantitativamente la necesidad
de administración racional, que él asociaba con
el aumento de la organización burocrática, tanto
en las organizaciones públicas como privadas.
Destacaba la superioridad técnica de la organización
burocrática sobre cualquier otra forma de organización.
Como señala en "Economía y sociedad"
: "La precisión, la rapidez, la univocidad,
la oficialidad, la continuidad, la discreción,
la uniformidad, la rigurosa subordinación, el
ahorro de fricciones y de costas objetivas y personales
son infinitamente mayores en una administración
severamente burocrática y especialmente monocrática".
Consideraba sin embargo indispensable evitar que
sea la misma burocracia quien seleccione los líderes
del estado, ya que en caso de darse esto se darían
fuertes tendencias a la irresponsabilidad y la
ineficacia de la dirección política de la burocracia,
especialmente en tiempos de crisis, ya que el
burócrata no se preocupa por los fines a los que
van consagrados las decisiones políticas.
15 Citado por Joaquín Abellán en su Estudio preliminar
a los "Escritos Políticos"de Max Weber
de "Gesammelte politische Schriften"
16 Citado por Alex Callinicos en "Social
Theory", Polity press, Londres, 1999, pág.
174, quien a su vez lo toma del trabajo de Mommsem
"Weber and German Politics".1958, págs.
488-489.
17 Mucho se ha escrito entre la relación entre
la noción de "liderazgo carismático"
de Weber y el posterior advenimiento de Hitler
al poder. Aunque hay obviamente similitudes entre
su tipo ideal de dominación carismática y Hitler,
es difícil justificar que sus posiciones liberal-imperialistas
lo hubiesen conducido a simpatizar con el régimen
nazi (que expresaba el poder todopoderoso de la
burocracia estatal al servicio de los grandes
monopolios), independientemente de que hubiese
compartido con éste un interés común por la expansión
imperialista de Alemania. ¿Hubiesen primado la
diferencia de medios o la coincidencia de fines?
18 León Trotsky, "El consejo de los diputados
obreros y la revolución", publicado como
apéndice por Alain Brossat, "En los orígenes
de la revolución permanente. El pensamiento político
del joven Trotsky", Siglo XXI editores, pág.
263.
19 Vale decir que la valoración negativa de Weber
sobre la posibilidad de un régimen basado en la
democracia directa, aunque sustentada en argumentos
de tipo "técnicos", se apoyaba en su
descreimiento en cualquier alternativa de emancipación
y liberación humanas, congruente tanto con su
pesimismo filosófico de raiz nietzcheana como
con su visión elitista de la política, propia
de su pertenencia a la aristocracia académica
alemana.
20 Es interesante notar cómo los análisis de
Weber acerca de los acontecimientos de la revolución
de 1905 en Rusia señalan la dificultad para que
Rusia vea un desarrollo de tipo "democrático"
similar al que se había dado en Occidente. En
una carta escrita a los liberales rusos decía:"Si
fuera sólo una cuestión de las condiciones materiales
y el complejo de intereses directa o indirectamente
creada por ellos, cualquier observador
serio tendría que decir que todos los indicadores
económicos apuntan en la dirección de una creciente
"no libertad". Es absolutamente ridículo
atribur al capitalismo superior que hoy está siendo
importado a Rusia y ya existe en América este
desarrollo económico inevitable- cualquier
afinidad electiva con la democracia, menos aún
con la libertad (en cualquier sentido de la palabra).
La pregunta debería ser: ¿cómo pueden exisitir
esas cosas durante alguna longitud de tiempo bajo
la dominación del capitalismo? De hecho son sólo
posibles donde están respaldados por una voluntad
determinada de una nación de no ser conducida
como un rebaño de ovejas. Nosotros los individualistas
y los que apoyamos las instituciones democráticas
debemos nadar contra la corrientede
las constelaciones materiales". (Max Weber,
"The Russian Revolutions", Ed. G. C.
Wills and P. Baeher, Cambridge, 1995)
21 En Rusia el desarrollo del capitalismo a nivel
internacional había provocado la combinación del
atraso general del país, tanto en el campo como
en el régimen político autocrático, con un moderno
desarrollo industrial en las ciudades generado
por la incursión del capital extranjero y no por
un desarrollo "orgánico" de la burguesía
rusa, que era muy débil en comparación con la
fuerza que había adquirido un proletariado concentrado
e influenciado ampliamente por el marxismo. De
ahí que Trotsky señalaba que en Rusia las tareas
de la revolución democrática, cuyos ejes eran
la revolución agraria y el fin de la autocracia,
es decir, la liquidación del dominio de los terratenientes,
sólo podían ser logrados por la conquista del
poder por parte de la clase obrera imponiendo
su propio poder y acaudillando a las masas campesinas.
Una vez en el poder la clase obrera no se detendría
ante los límites de la propiedad burguesa y, así,
la revolución democrática se transformaría sin
solución de continuidad en revolución socialista.
A la vez, la conquista del poder de la clase obrera
en Rusia sería el motor de estallidos revolucionarios
en los países europeos más avanzados, principalmente
en Alemania. La clase obrera alemana en el poder
vendría en auxilio del proletariado ruso, que
debía comenzar la construcción del socialismo
en condiciones de enorme atraso. Estas conclusiones
no planteaban que Rusia podía llegar al socialismo
por vía directa, ya que Trotsky siempre tenía
en cuenta que se trataba de un país atrasado,
sino que planteaban que la madurez para el socialismo
de la economía mundial tomada como un todo había
generado las condiciones que planteaban, a la
vez, la actualidad de la conquista del poder por
parte de la clase obrera y la imposibilidad de
que Rusia viviese una revolución burguesa clásica.
Estas tesis se oponían por el vértice a los razonamientos
de los mencheviques, que sostenían para Rusia
un vía de desarrollo evolutivo con el que fundamentaban
una posición fatalista que condenaba al proletariado
al rol de mero apéndice de la revolución burguesa.
22 En la hostilidad hacia la burguesía liberal
rusa Trotsky coincidía plenamente con Lenin, aunque
este sostenía que la alianza obrera y campesina
se expresaría a través de una "dictadura
democrática de obreros y campesinos", régimen
que Trotsky consideraba no lograble debido a la
falta de independencia política del campesinado.
En las "Tesis de Abril", cuando Lenin
plantea el viraje de la política del partido bolchevique
hacia la conquista del poder por los soviets,
las coincidencias con Trotsky son plenas.
23 Las lecciones de la revolución china de 1925-27
le permitirían generalizar y ampliar los alcances
de la teoría de la revolución permanente al conjunto
de los países semicoloniales y coloniales.
24 Para el desarrollo del pensamiento de Trotsky
en este terreno puede consultarse el libro de
Alain Brossat "En los orígenes de la revolución
permanente. El pensamiento político del joven
Trotsky", Siglo XXI editores, 1976.
25 León Trotsky, "Clase, partido y dirección.
¿Por qué el proletariado español ha sido vencido?",
en "Escritos sobre la revolución española",
Ruedo Ibérico editions, páginas 196-197.
26 León Trotsky, "El programa de transición
para la revolución socialista", Editorial
Crux, pág. 68. Fue para evitar esta perspectiva
en Alemania, luego de la segunda guerra mundial,
que los ejércitos de las potencias aliadas se
apresuraron a dividirse el control del país y
evitar el surgimiento del movimiento obrero alemán.
En Italia, la dinámica que señalaba Trotsky cobró
fuerza vital a la caída del fascismo. La acción
contrarrevolucionaria del Partido Comunista Italiano
luego del congreso de Salerno de buscar la reconstrucción
de un régimen burgués en Italia fue crucial para
evitar en este país la revolución proletaria,
lo mismo que el del PCF respecto a Francia.
27 Es interesante notar como durante estos gobiernos
el presidente Hinderburg comenzó a utilizar frecuentemene
el gobierno por decreto basándose en las facultades
presidenciales de emergencia contenidas en el
artículo 48 de la constitución de Weimar, justamente
los poderes especiales del "lider carismático"
por los que había bregado Weber.
28 Perry Anderson, "Las antinomias de Antonio
Gramsci", Editorial Fontamara 1981, pág.
121.
29 León Trotsky, "El marxismo y nuestra
época", en "Naturaleza y dinámica del
capitalismo y la economía de transición",
CEIP León Trotsky, páginas 183-184.
30 Íbidem, pág. 191.
31 León Trotsky, "Discusiones sobre el programa
de transición", en "El programa de Transición
para la revolución socialista", Op. cit.,
págs. 86-87.
32 León Trotsky, "El marxismo y nuestra
época", Op. cit., págs. 195-196.
33 En este sentido la "estructura antinómica"
de la teoría política de Weber que señala Mommsem
-la tendencia a buscar combinar posiciones aparentemente
antitéticas- puede ser entendida en términos marxistas
como expresión en el pensamiento de Weber de la
contradicción fundamental de la época imperialista,
entre la internacionalización creciente de las
fuerzas productivas y la existencia de los estados
nacionales.
34 León Trotsky, "En vísperas de la segunda
guerra mundial", en "Naturaleza y dinámica
del capitalismo y la economía de transición",
Op. cit., página 206. El profesor Herring encabezaba
el Comité de Relaciones Culturales para América
Latina, el grupo a quien Trotsky dio la entrevista
en Coyoacán, durante su exilio mexicano. El texto
de la entrevista fue posteriormente publicado
en Intercontinental Press en septiembre de 1969. |
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