La palabra dialéctica y, más aún, la frase
materialismo dialéctico, han sido tan contaminadas por las
interpretaciones stalinistas que muy pocos "marxistas"
hoy son dialécticos. Mientras Marx comienza El Capital,
dialécticamente, con la contradicción entre valor de uso
y valor de cambio y por lo tanto entre el trabajo concreto
y el trabajo abstracto, muchos economistas autodenominados
marxistas producen un cuadro mecánico del intercambio de
valores iguales. La primera interpretación provee una base
para comprender el movimiento en la sociedad, mientras que
la segunda es estática. La dialéctica, sin embargo, se trata
del cambio. Ofrece la explicación para el cambio así como
la forma de ese cambio. No está interesada en un equilibrio
formal y por lo tanto no lo está tampoco en el concepto
formal de equilibrio, que necesariamente es estático.
Trotsky discutió el concepto de equilibrio
de Bujarin, que era un equilibrio estático. Para Trotsky
el equilibrio no era un equilibrio de fuerzas sino una situación
donde las fuerzas contendientes continúan peleando pero
sin un cambio cualitativo. Así Trotsky planteó en su famoso
discurso de 1921 a la Comintern, que la burguesía había
estabilizado temporariamente a Europa pero que la interpenetración
del capital y el trabajo continuaba.
El análisis dialéctico no es el método burgués
de aproximaciones sucesivas, como algunos han argumentado.
Más bien éste implica buscar la contradicción en la esencia,
que está detrás de la realidad. Planteado de forma cruda
requiere que el teórico encuentre la fuente crucial del
cambio. Trotsky fue brillante en su capacidad de identificar
esa entidad crítica. En su ley del desarrollo combinado,
por ejemplo, identificó un aspecto de la realidad que estaba
presente de manera obvia en las sociedades atrasadas pero
que otros habían ignorado. Mostró que la relación entre
el desarrollo tecnológico y las relaciones sociales precapitalistas
era explosiva.
Trotsky discutió sobre dialéctica explícitamente
en distintos contextos. En particular, hay dos notas breves
en los Archivos de Harvard, que han sido publicadas. En
la primer nota, relaciona a la burocracia con un enfoque
no dialéctico, más específicamente un enfoque de múltiples
factores causales1. Así saca a relucir la importancia de
buscar la causa crítica del cambio, como algo opuesto a
un método empírico, que le atribuye a la burocracia. En
la segunda, reflexiona sobre el rol crucial de la ley de
la transformación de la cantidad en calidad tanto en la
naturaleza como en la sociedad2. Aquí se refiere a "la
conversión de una posibilidad abstracta en una necesidad
concreta" como una ley de la dialéctica. Plantea que
para que haya un movimiento de una a otra tienen que fortalecerse
algunos factores y debilitarse otros. En este contexto,
se está refiriendo al movimiento del feudalismo al capitalismo,
aunque está claro que percibe el movimiento del capitalismo
al socialismo con el mismo criterio.
En otras palabras, ve al proletariado fortaleciéndose
gradualmente en el tiempo mientras que la burguesía se debilita,
reflejando el movimiento del trabajo en relación al capital.
En un cierto punto los distintos aspectos del trabajo se
unen para enfrentar al capital debilitado pero el resultado
no se define con anticipación. El capital podría ganar la
batalla y entonces el trabajo tendría que adaptarse por
un tiempo al cambio en las condiciones. Trotsky plantea
que la transformación de la cantidad en calidad, por lo
tanto, toma distintas formas.
En este argumento, toma las entidades dialécticas
como forma y contenido y muestra cómo interactúan de modo
tal que una se transforma en la otra. Los cambios en el
contenido llevan a cambios en la forma a lo largo del tiempo.
Son, por lo tanto, las transformaciones de cantidad en calidad
lo crítico en la dialéctica y, por supuesto, ve el cambio
gradual que lleva a un salto repentino, es decir, a la revolución.
Trotsky enfatizó la naturaleza no dialéctica
del pensamiento bugués moderno, opuesto a Hegel, del stalinismo
y de la oposición shachtmanista en el SWP norteamericano.
Otros revolucionarios generalmente ignoraban la dialéctica
cuando polemizaban, pero Trotsky frecuentemente la ponía
en el centro de sus análisis. Por el contrario, Lenin no
es tan obviamente dialéctico y es sólo cuando estudia a
Hegel durante la guerra mundial que comprende plenamente
la naturaleza dialéctica del capitalismo, contra el cual
estaba peleando.
Trotsky es reconocido por su análisis del
capitalismo encapsulado en su teoría de la revolución permanente.
En última instancia ésta puede ser descripta como una teoría
de un capitalismo en decadencia. Llegado este punto, podemos
definir la dialéctica, con Trotsky, como la lógica del movimiento
o la lógica del desarrollo. ¿Qué es el movimiento? No es
simplemente el movimiento mecánico de un cuerpo circular
en el espacio, sino la evolución de entidades en el tiempo
y el espacio. Trotsky enfatiza este punto extrayendo la
posición de Marx, en el Prefacio al Capital, de que la dialéctica
concierne al nacimiento, madurez y muerte de las entidades.
En otras palabras, todo nace, madura, declina y muere. El
capitalismo en su declinación tiene sus propias leyes especiales
adicionales a sus leyes fundamentales.
El concepto de declinación, que Trotsky
sostuvo junto con Lenin, significaba que el capitalismo
ya no podía resolver sus propios problemas. Marx, por supuesto,
ya había observado este punto pero no lo desarrolló porque
el capitalismo todavía no había mostrado la profundidad
de su decadencia. Si el capital ya no puede resolver sus
propios problemas entonces la burguesía tiene que aceptar
formas que niegan al capitalismo. De quí que la burguesía
tuvo dificultad en implementar la reforma agraria, y la
democracia burguesa en el imperio ruso.
Más aun, podríamos agregar, la burguesía
necesita una fuerza de trabajo fluida y flexible pero acepta
y desarrolla el racismo y el sexismo y otras formas de discriminación
étnica en su decadencia. En este contexto, la concepción
de Trotsky del fascismo es magistral. Es un análisis complejo
y sofisticado de las fuerzas sociales implicadas. Demuestra
que Hitler representa a la pequeño burguesía y no a la burguesía
misma pero que la burguesía está obligada a aceptar al fascismo
para salvarse, aunque no le guste. La visión stalinista
de que el fascismo es el dominio del capital monopólico
por la fuerza es rechazada a favor de una teoría basada
en las fuerzas sociales interactuantes en ese momento.
El concepto de la revolución permanente
que Trotsky formuló en 1905 y desarrolló subsecuentemente
está en el corazón de su pensamiento y es dialéctico por
su naturaleza. Es dialéctico a causa de la teoría implícita
de la declinación, es dialéctico porque Trotsky está hablando
de la interacción de las fuerzas sociales, en las que ve
el fortalecimiento del proletariado y el debilitamiento
de la burguesía, es dialéctico porque hay una clara interacción
e interpenetración de lo subjetivo y lo objetivo, de la
conciencia proletaria y del modo de producción, de la conciencia
proletaria y el estado nacional, de la conciencia del proletariado
y su propia existencia miserable como esclavos asalariados.
Marx veía que el objetivo de la lucha del
proletariado era la abolición del proletariado y por lo
tanto la emancipación de la humanidad. La contradicción
entre la particularidad del obrero y la naturaleza universal
de la clase obrera es resuelta a través de la colectividad
de los obreros, que actúa para abolir la esclavitud asalariada
y por lo tanto toda explotación. Trotsky tomó esta concepción
a pleno, y la revolución permanente puede ser considerada
como la extensión de las formulaciones de Marx para el siglo
veinte y también posteriormente. Es la naturaleza universal
del proletariado lo que le da la capacidad de desempeñar
las tareas democrático burguesas que la burguesía decadente
no puede cumplir y es esa misma naturaleza universal que
obliga a la clase obrera a salir de las fronteras del estado-nación
hacia la revolución mundial.
Trotsky no prestó atención al Proletkult
de Bogdanov que floreció a principios de los años veinte,
porque éste era obrerista más que universal. Transformaba
la esclavitud asalariada en una cultura que debía ser preservada,
más que derrocada como cultura esclava para ser reemplazada
por una cultura libre, que es el aspecto final de la revolución
permanente.
Algunos han planteado que la revolución
permanente es errónea porque los países subdesarrollados
tienen crecimiento industrial y democracia formal. Trotsky,
en otras palabras, ellos dicen, había adoptado una teoría
mecánica, que no podía ser correcta.
De hecho, la democracia burguesa moderna
es en gran parte una consecuencia de la revolución rusa.
La burguesía prefirió conceder al proletariado el pleno
derecho al voto y la democracia parlamentaria en los países
desarrollados. En Gran Bretaña sólo el 60 % de los hombres
tenían voto antes de 1914. Recién en 1928 todos, hombres
y mujeres, de más de 21 años obtuvieron el derecho al voto.
Pocos países por fuera de los centros imperialistas tienen
formas de democracia burguesa estables, no corruptas e ilimitadas.
Por supuesto, uno podría decir que incluso los países metropolitanos
no tienen democracia burguesa. A nivel de la economía, sólo
los países vulnerables en la guerra fría fueron capaces
de un desarrollo extenso o rápido. Trotsky no sostuvo que
no habría desarrollo. En lugar de esto planteaba que ningún
país del tercer mundo sería capaz de alcanzar el nivel de
desarrollo imperialista. Hoy con Japón en su décimo año
de depresión y los otros llamados tigres asiáticos todavía
luchando, parecería ser que Trotsky tenía razón. Claramente
la cuestión no es si un país determinado puede deslizarse
a través de las barreras del desarrollo sino la naturaleza
de la tendencia.
Finalmente, quisiera plantear que la Historia
de la Revolución Rusa de Trotsky es en sí misma una pieza
magnífica de escrito dialéctico. Muestra la relación constantemente
cambiante entre lo subjetivo y lo objetivo, entre la conciencia
y la realidad y por lo tanto entre los obreros y su transformación
en una clase obrera, la clase universal. Como todo escrito
dialéctico es una verdadera guía para la acción.