Las "transiciones a la democracia"
han sido una política privilegiada del imperialismo norteamericano
para evitar la emergencia de la revolución proletaria,
como forma de administrar el declive de su hegemonía,
luego de la derrota de Vietnam. Esto alcanza a una serie
de procesos que desde mediados de los 70, se han venido
desarrollando en la política mundial. El reciente triunfo
de la "transición pactada" en México es el último
ejemplo.
En este artículo intentaremos discutir el carácter de
estas transiciones, su alcance y sus posibles perspectivas.
1.¿Revoluciones democráticas
triunfantes o contrarrevolución democrática?
Para comprender y analizar las "transiciones
a la democracia", desde el ángulo de la revolución
proletaria, es necesario abordar una cuestión metodológica
previa. Con este objetivo partimos de las definiciones
realizadas por León Trotsky, analizando un problema planteado
en la época imperialista como es el carácter de la revolución
contra los regímenes "dictatoriales" producto
de la descomposición del sistema capitalista mundial,
en el periodo entre guerras tales como el fascismo y el
nazismo en los países imperialistas.
Trotsky, discutiendo con los marxistas italianos
en la Italia de Mussolini, planteaba:
"En cuanto a la revolución antifascista,
la cuestión italiana está más que nunca ligada íntimamente
a los problemas fundamentales del comunismo mundial, vale
decir, a la llamada teoría de la revolución permanente
(...)A partir de todo lo anterior, surge el problema del
periodo transicional en Italia. En primerísimo
lugar, hay que responder claramente: ¿transición de qué
a qué?. Un periodo de transición de la revolución burguesa
(o popular) a la revolución proletaria, es
una cosa. Un periodo de transición de la dictadura fascista
a la dictadura proletaria es otra cosa. Si se contempla
la primera concepción, se plantea en primer término la
cuestión de la revolución burguesa, y sólo se trata de
determinar el papel del proletariado en la misma. Sólo
después quedará planteada la cuestión del período transicional
hacia la revolución proletaria. Si se contempla la segunda
concepción, entonces se plantea el problema de una serie
de batallas, convulsiones, situaciones cambiantes, virajes
abruptos, que en su conjunto constituyen las distintas
etapas de la revolución proletaria. Puede haber muchas
etapas. Pero en ningún caso puede implicar la revolución
burguesa o ese misterioso híbrido, la revolución "popular"
(...)¿Significa esto que Italia no puede convertirse nuevamente,
durante un tiempo, en un estado parlamentario o en una
república democrática? Considero -y creo que
en esto coincidimos plenamente- que esa eventualidad no
está excluida. Pero no será el fruto de una revolución
burguesa sino el aborto de una revolución proletaria insuficientemente
madura y prematura. Si estalla una profunda crisis revolucionaria
y se dan batallas de masas en el curso de las cuales la
vanguardia proletaria no tome el poder, posiblemente la
burguesía restaure su dominio sobre bases democráticas".
Como vemos, Trotsky no descartaba la transición
a un régimen democrático burgués. Pero denominaba a esta
"transición", el "aborto de la revolución
proletaria". Efectivamente, esto es lo que sucedió
a la salida de la Segunda Guerra Mundial tras la traición
por parte del Partido Comunista de la revolución antifascista
dando origen a la democracia imperialista en Italia, Francia
o Grecia.
Ya a la salida de la Primera Guerra Mundial,
Trotsky refiriéndose al surgimiento de la República de
Weimar en Alemania, afirma: "(...) En cuanto a la
revolución alemana de 1918, es evidente que no fue el
coronamiento democrático de la revolución burguesa, sino
la revolución proletaria decapitada por la socialdemocracia,
o, por decirlo con más precisión: una contrarrevolución
burguesa obligada por las circunstancias a revestir, después
de la victoria obtenida por el proletariado, formas pseudodemocráticas"
1
Esta concepción conserva hoy toda su vigencia
para analizar los distintos tipos de "transiciones
a la democracia" que sucedieron a regímenes "autoritarios"
a los que los marxistas denominamos "bonapartistas".
Estos últimos abarcaron regímenes tan disímiles como los
viejos sistemas de partido único stalinista en la esfera
soviética; dictaduras personalistas como la de Franco
en España, o la de Zalazar-Caetano en Portugal en los
países imperialistas más débiles; o las últimas dictaduras
militares como las del Cono Sur latinoamericano. En el
mismo sentido de lo planteado por Trotsky (aunque en situaciones
distintas), ninguna de estas transiciones fue el producto
de una revolución triunfante sino de su desvío u aborto.
Esta política que iniciada a mediados de
los años 70, en Portugal, España y Grecia se fue extendiendo
en los 80, hacia algunos países semicoloniales y estados
obreros deformados y degenerados, se fue transformando
cada vez más en una de las formas privilegiadas de la
política imperialista en el periodo. A estas diversas
manifestaciones de su aplicación la denominaremos "contrarrevolución
democrática".
Por el contrario, politólogos burgueses
como Samuel P. Huntington, de la derecha norteamericana,
en un libro editado a dos años de la caída del Muro de
Berlín en 1989, denominan a estas transiciones, como "la
tercera ola" de "democratización a fines del
siglo XX". Dice Huntington: "La tercera ola
de democratización en el mundo moderno comenzó de manera
poco convincente e involuntaria, 25 minutos después de
medianoche, el martes del 25 de abril de 1974, en Lisboa,
Portugal... El golpe del 25 de abril fue el increíble
comienzo de un movimiento mundial hacia las democracias
(...) Durante los 15 años siguientes, esta ola democrática
abarcó el mundo entero; cerca de treinta países pasaron
del autoritarismo a la democracia". Huntington reduce
la definición de democracia a una de tipo "procedimental"2,
que se caracteriza por "la selección de líderes a
través de elecciones competitivas por parte de las personas
gobernadas por ellas".
Desde las antípodas ideológicas, distintas
organizaciones de izquierda, hasta algunas que se reclaman
trotskistas3, sostienen que una oleada de revoluciones
democráticas recorre el mundo4.
Con este análisis reñido con la dialéctica,
estas organizaciones, confunden nada más ni nada menos
que la "revolución democrática" con su opuesto,
"la contrarrevolución democrática" que, por
ejemplo en México adquirió la forma concreta del triunfo
y legitimación, en las recientes elecciones del 2 de julio,
de "la transición pactada a la democracia" del
PRI-PAN-PRD, política aplicada para evitar una caída revolucionaria
del priato.
Terminan así, desde la izquierda, embelleciendo
la política imperialista que da lugar a formas democrático
burguesas cada vez más degradadas.
Esta política que cobró un nuevo impulso
como respuesta defensiva frente a la situación en la que
quedó el imperialismo norteamericano luego de la derrota
en Vietnam y que tuvo su "bautismo de fuego"
en el aborto de la revolución portuguesa se fue volviendo
cada vez más ofensiva e incluso se convirtió en el instrumento
preventivo contra la emergencia de la movilización independiente
de las masas contra los regímenes autoritarios deslegitimados.
Esta es la culminación del recorrido histórico
de la utilización por parte del imperialismo norteamericano
de las banderas "democráticas" a lo largo de
todo el siglo XX para cubrir su carácter rapaz y esconder
las mayores atrocidades y arbitrariedades contra las masas
del mundo. Esta característica, que acompaña su emergencia,
su hegemonía y su declive deviene de las condiciones particulares
de su desarrollo.
Como sostiene Trotsky: "El imperialismo
norteamericano es, por su esencia, despiadadamente rudo,
depredatorio, en el pleno sentido de la palabra, y criminal.
Pero debido a las condiciones especiales de su desarrollo,
tiene la posibilidad de envolverse en la toga del pacifismo.
No lo hace, de ningún modo, a la manera de los imperialistas
advenedizos del Viejo Mundo, donde todo es transparente.
Gracias a las condiciones especiales del desarrollo de
Estados Unidos, de su burguesía y su gobierno, esta máscara
pacifista parece haberse adherido de tal modo al rostro
imperialista que no se la puede arrancar"5.
Así, a principio de siglo, la emergencia
de Estados Unidos como potencia imperialista, se dio bajo
estas mismas banderas como mostraron los "Catorce
Puntos"6 esgrimidos por el presidente Woodrow Wilson
después de la Primera Guerra Mundial. En la Segunda Guerra,
el imperialismo dirimió su hegemonía con las otras potencias
imperialistas como Alemania y Japón, bajo la forma de
una lucha entre la "democracia" y el fascismo.
Durante la segunda postguerra, Estados Unidos jugó la
carta de la "descolonización" formal para terminar
de liquidar las posiciones de los viejos imperialismos
europeos. La campaña contra el totalitarismo de los regímenes
del Este fue la justificación ideológica que acompañó
la "guerra fría". Fue el instrumento que ayudó
a consolidar su hegemonía bajo la cual disciplinó a sus
zonas de influencia y a su propio proletariado como durante
la histeria anticomunista del maccartismo, mientras apoyaba
a dictaduras como las de Suharto en Indonesia. Desde los
últimos 25 años, al tiempo que el poderío económico norteamericano
ha retrocedido del 50% del PBI mundial a la salida de
la Segunda Guerra a un 30% aproximadamente, la política
de "contrarrevolución democrática" es la forma
con la que los Estados Unidos intentan amortiguar la declinación
histórica de su hegemonía.
Esta política fue posible, en la postguerra,
gracias a un salto en la cooptación de las direcciones
contrarrevolucionarias del movimiento obrero y de masas,
en particular de la burocracia stalinista y su sistema
de estados, los partidos comunistas y socialdemócratas
y, en el mundo semicolonial, de las direcciones nacionalistas
burguesas y pequeño-burguesas. Fue el rol de estas direcciones,
como veremos más adelante, el que le permitió al imperialismo
recuperarse de su derrota en Vietnam y pasar a una contraofensiva
a partir de los años 80.
2.La revolución vietnamita: el
más pírrico de los triunfos de las masas
Con la derrota del imperialismo yanqui en
Vietnam éste mostró su enorme debilidad para lidiar con
la revolución mundial. La resistencia heroica de las masas
vietnamitas y el desarrollo de movilizaciones de masas
en los EE.UU. por el regreso de las tropas, paralizó la
más fabulosa maquinaria bélica de la historia propinándole
la primer derrota militar al imperialismo norteamericano.
El triunfo vietnamita fue el punto más alto
de la oleada obrera y popular iniciada con el "mayo
francés" en 1968 que fue precedido por el inicio
de las movilizaciones contra la guerra en Estados Unidos,
en el año 1967. Este ascenso abarcó desde los países semicoloniales,
los estados obreros deformados y degenerados hasta los
países imperialistas creando la primera gran crisis del
orden de Yalta y Potsdam7. Su combinación con el inicio
de la primera revolución desde la postguerra en un país
central como fue la revolución portuguesa en 1974-75 podría
haber significado un salto cualitativo en el auge obrero
y popular, aprovechando la debilidad de la principal potencia
imperialista.
Es notorio que esta relación de fuerzas
enormemente favorable al movimiento de masas, pretenda
ser ignorada por una gran cantidad de intelectuales y
organizaciones de izquierda. Así, por ejemplo James Petras,
señala el inicio de la ofensiva neoliberal, en una serie
de derrotas de las masas inauguradas con el golpe de Suharto
que liquidó la revolución indonesia en 1965. Pasa por
alto de este modo que diez años después, el imperialismo
norteamericano sufrió la más importante derrota de toda
su historia. Esta interpretación de los hechos busca quitarle
la responsabilidad que le cabe a las direcciones stalinistas
o nacionalistas pequeño-burguesas en este giro abrupto
de la lucha de clases.
A diferencia del triunfo de la Revolución
Rusa de 1917, que elevó la fuerza y la moral del movimiento
obrero y de masas de todo el mundo, el triunfo de la revolución
vietnamita y su extensión al resto de la península de
Indochina (Laos y Camboya) se transformó, casi inmediatamente,
en su contrario, esto es, en un factor adicional de desmoralización
de la clase obrera mundial. Fue el triunfo revolucionario
más pírrico de los procesos de la postguerra, que lejos
de abrir una etapa superior de la lucha de clases en todo
el mundo resultó, paradójicamente, en el preludio, pocos
años después, de la "ofensiva neoliberal".
Esta situación se explica por la siguiente
combinación de elementos:
En primer lugar, el carácter extremadamente
deformado de los estados obreros que surgieron dirigidos
por burocracias stalinistas reaccionarias y ultranacionalistas,
llevó a desastres internos de proporciones como la muerte
de millones de campesinos bajo el régimen de Pol Pot en
Camboya y a guerras fratricidas como las de China y Vietnam
y luego la de Vietnam y Camboya.
De esta manera, si al influjo del triunfo
de la revolución rusa, se desarrolló una vanguardia revolucionaria
que se organizó en decenas de nuevos partidos comunistas
y fue fundada la Tercera Internacional en 1919 como estado
mayor de la revolución mundial, el triunfo de Vietnam,
por el contrario, profundizó la crisis de dirección del
proletariado8.
En segundo lugar, este proceso se combinó
con la traición de las direcciones, en especial la de
los Partidos Comunistas, al más grande ascenso obrero
desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Estos procesos
revolucionarios comenzaban a dar grandes jalones de una
nueva subjetividad revolucionaria como fueron los Cordones
Industriales chilenos, las Coordinadoras en Argentina,
la Asamblea Popular en Bolivia y por otro lado, se expresaba
en la radicalización política de amplias capas de trabajadores,
estudiantes y otros sectores populares, no sólo en las
semicolonias sino también en importantes países centrales
como el Mayo Francés en el 68, el Otoño Caliente
italiano en el 69, o la Primavera de Praga en la zona
de influencia soviética en el 68, etc. Los aparatos contrarrevolucionarios
se opusieron en forma abierta al desarrollo de este movimiento
obrero revolucionario que comenzaba a surgir y a través
de su política de conciliación de clases fueron los responsables
directos de una serie de derrotas y desvíos que golpearon
duramente al movimiento de masas.
En tercer lugar, hay que señalar que la
acción de estas direcciones impidió la unidad objetivamente
planteada entre la revolución semicolonial y la revolución
en los países centrales como veremos más adelante.
Así, al no triunfar la revolución proletaria,
desviada en los países centrales y derrotada en forma
sangrienta en el Cono Sur, el imperialismo logró transformar,
en el periodo, su debilidad9 en una fortaleza estratégica
relativa. Dicho sea de paso, esta situación liquida de
un plumazo la visión de la burocracia maoísta de Pekín,
tan en boga durante esos años, que consideraba al imperialismo
como un "tigre de papel". Contra esta visión
facilista, la derrota de este ensayo revolucionario de
la clase obrera significó que ésta no pudo mantener sus
conquistas y el inicio de retroceso en sus posiciones
ganadas durante décadas. Esto le permitió al imperialismo
no sólo mantener su dominio sino lanzar la llamada ofensiva
"neoliberal", apoyada en la política de "contrarrevolución
democrática".
3.El estrangulamiento de la revolución
portuguesa: la prueba de fuego de la "contrarrevolución
democrática"
La primera prueba de esta política fue el
desvío mediante una contrarrevolución democrática o el
aborto de la revolución proletaria en Portugal que dio
lugar a una situación parecida a la del febrero ruso en
1917. La crisis de las Fuerzas Armadas producto del desgaste
de la intervención contrarrevolucionaria en las colonias
portuguesas de Angola y Mozambique dio origen a un sector
de la oficialidad y de la suboficialidad que constituyó
el MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) y encabezó
el golpe de abril contra la dictadura de Caetano.
Es ilustrativo el relato que hace Huntington
de este proceso: "Durante los dieciocho meses posteriores
al golpe de abril, Portugal fue un torbellino. Los oficiales
del MFA se dividieron en fracciones conservadoras, moderadas
y marxistas que compitieron entre sí... Seis gobiernos
provisionales se sucedieron en el poder, cada uno con
menos autoridad que sus predecesores. Se intentaron nuevos
golpes y contragolpes. Trabajadores y campesinos hicieron
huelgas, manifestaciones y tomaron fábricas, granjas y
medios de comunicación... La erupción revolucionaria en
Portugal se parecía, en muchos aspectos, a la de Rusia
de 1917, con Caetano como Nicolás II, el golpe de abril
como la revolución de febrero, los grupos dominantes del
MFA como los bolcheviques, parecidas convulsiones económicas
y levantamientos populares, y hasta la conspiración de
Kornilov sería el equivalente del fracasado intento golpista
del ala derecha del general Espinola, en marzo de 1975.
La semejanza no pasó inadvertida para los agudos observadores.
En septiembre de 1974, Mario Soares, Ministro de Relaciones
Exteriores del Gobierno Provisional y líder del Partido
Socialistas portugués, se encontró con el Secretario de
Estado Henry Kissinger en Washington. Kissinger recriminó
a Soares y a otros líderes moderados que no actuaran más
decididamente para impedir una dictadura marxista-leninista.
-Usted es un Kerensky..., yo creo en su
sinceridad, pero usted es ingenuo -le dijo Kissinger a
Soares.
-En verdad, yo no quiero ser un Kerensky
-le contestó Soares.
- Tampoco lo quería Kerensky - replicó Kissinger.
Portugal, sin embargo, se convirtió en un
fenómeno diferente de Rusia. Los Kerensky ganaron. La
democracia triunfó. Soares llegó a ser Primer Ministro
y más tarde Presidente".
La burguesía europea, en particular la alemana
a través de la socialdemocracia, conjuntamente con el
imperialismo norteamericano10, que durante años sostuvieron
la dictadura portuguesa, expropiando las aspiraciones
democráticas de las masas, utilizaron estas banderas para
ahogar el desarrollo del proceso revolucionario y la autoorganización
de las masas en lucha. La dirección de Soares encabezó
la contraofensiva burguesa contra las comisiones obreras
y de inquilinos que surgieron masivamente en la cresta
de la resistencia de masas al abortado intento de golpe
dirigido por Espinola el 11 de marzo. Pero a diferencia
de la derrota del golpe de Kornilov en Rusia que permitió
al bolchevismo ganar la mayoría en los soviets, como preludio
de la insurrección de octubre, la dirección del MFA y
el Partido Comunista portugués, lejos de la comparación
establecida por Huntington, fue un obstáculo para el triunfo
revolucionario. El PCP, en complicidad con un ala del
MFA, organizó un putch militar de "izquierda"
que le permitió a Soares desmontar el proceso revolucionario
y consolidad un gobierno de la socialdemocracia.
El éxito de la contrarrevolución democrática
en Portugal demuestra, como muy bien definió Trotsky que:
"...El fascismo no es en absoluto el único medio
de que dispone la burguesía para luchar contra las masas
revolucionarias... En ausencia de un potente partido revolucionario
del proletariado, la combinación de pseudoreformas, frases
de izquierda, gestos todavía más de izquierda y medidas
de represión puede rendir a la burguesía más servicios
reales que el fascismo"11.
El aborto de la revolución portuguesa se
transformó en un triunfo del imperialismo que permitió
inclinar a su favor la relación de fuerzas en Europa con
consecuencias de alcance internacional. Las lecciones
sacadas de este triunfo imperialista, influyeron decididamente
en el éxito de la aplicación de esta misma política de
contrarrevolución democrática frente al ascenso revolucionario
en España luego de la muerte de Franco en 1975 bajo el
influjo de Portugal. El estrangulamiento de estos procesos,
aunque no terminaron de cerrar la etapa de ascenso abierta
en 1968, como luego demostraría el triunfo de la revolución
sandinista y la revolución iraní en 1979, permitieron
liquidar el desarrollo de la revolución proletaria en
los países centrales.
Esto es lo que explica que la revolución
sandinista en el patio trasero norteamericano que se extendió
a El Salvador y la revolución iraní que liquidó uno de
los dispositivos contrarrevolucionarios de mayor importancia
para el imperialismo en Medio Oriente, aunque rompieron
el equilibrio regional, quedaran aisladas de los principales
bastiones del proletariado mundial en los países centrales.
Este elemento, junto al carácter de sus direcciones (la
primera, una dirección nacionalista pequeño burguesa y
la segunda un sector del clero islámico), es lo que permitió
su posterior derrota y que el imperialismo mantuviera
su dominio en esas zonas estratégicas12.
4.La "contrarrevolución
democrática": de una táctica defensiva a una ofensiva
estratégica
Si la política de contrarrevolución democrática
fue utilizada por el imperialismo como una táctica defensiva
en un momento de aguda debilidad por la derrota en Vietnam,
se fue convirtiendo en una ofensiva estratégica contra
el movimiento de masas en los 80. Esta evolución se da
en el marco del estallido de la primera gran crisis económica
mundial generalizada, que marcó el fin del boom de la
postguerra.
Así, la ofensiva neoliberal, que fue la
respuesta burguesa a esta crisis económica mundial y que
significó la pérdida de enormes conquistas del movimiento
de masas, fue acompañada del método de "contrarrevolución
democrática"13.
Las democracias imperialistas y algunos
regímenes democráticos en las semicolonias fueron funcionales
para la aplicación de esta contraofensiva contra las masas.
Si durante la presidencia de Carter, este
utilizó la bandera de los "derechos humanos"
y de la "democracia" en su agenda de política
exterior14, bajo el gobierno de Reagan ésta fue una cobertura
de la contraofensiva política, económica y en algunos
casos hasta militar contra las masas de los países centrales,
las semicolonias y los estados obreros deformados y degenerados15.
Este cambio en la política imperialista
es reflejado por Henry Kinssinger, en su libro "La
diplomacia": "Carter hizo de los derechos humanos
el fundamento de su política exterior, y los promovió
tan intensamente, entre los aliados de los Estados Unidos,
que su llamado a la rectitud ocasionalmente amenazó su
cohesión interna. Reagan y sus asesores dieron un paso
más allá, tratando a los derechos humanos como arma para
derrocar al comunismo y democratizar a la Unión Soviética
y, por tanto, como clave para un mundo pacífico..."
El carácter global de esta política implica, según Kissinger
que: "Los Estados Unidos no aguardarían pasivamente
a que evolucionaran las instituciones libres, ni se limitarían
a resistir a las amenazas directas a su seguridad. En
cambio, promoverían activamente la democracia, recompensando
a aquellos países que cumplieran con sus ideales, y castigando
a los que no cumplieran (aún si no presentaban un desafío
o una amenaza para los Estados Unidos). De este modo,
el equipo de Reagan puso de cabeza las pretensiones de
los primeros bolcheviques: los valores democráticos, no
los del Manifiesto Comunista, serían la ola del futuro.
Y el equipo de Reagan fue congruente: hizo presión sobre
el régimen de Pinochet en Chile y sobre el régimen autoritario
de Marcos en Filipinas a favor de una reforma; el primero
fue obligado a aceptar un referéndum y unas elecciones
libres, en las que fue reemplazado; el segundo fue derrocado
con ayuda de los Estados Unidos". En este último
caso los marines intervinieron para ayudar a consolidar
el gobierno de Cory Aquino, que fue el decapitamiento
de la revolución.
Llama la atención la ingenuidad de la mayoría
de la izquierda respecto de los procesos de "transición
democrática" frente a lo que tan claramente expresan
como política las mentes más lúcidas del imperialismo.
Cabe remarcar que la utilización ofensiva
de las banderas de la "democracia" por parte
del imperialismo norteamericano se combinó con guerras
de baja intensidad, como en el Sur de Africa16, y derrotas
ejemplificadoras como fue el caso del golpe de estado
de 1981 de Jaruzelsky contra el gran ascenso revolucionario
que dio origen a Solidaridad en Polonia o la derrota de
Argentina en la guerra de Malvinas a manos del imperialismo
anglosajón.
Estos triunfos contrarrevolucionarios crearon
"poder imperial" en el mundo semicolonial y
permitieron el avance de las fuerzas burocráticas restauracionistas
en el Este. Fueron utilizados para reforzar una política
de "contrarrevolución democrática". Así en Polonia,
el golpe militar permitió descabezar el ala izquierda
de Solidaridad mientras sostenía su ala moderada que,
con la abierta intromisión y cooptación del movimiento
por parte de la Iglesia, fueron llevando en el año 89
a los "acuerdos de la mesa redonda" entre Jaruzelsky
y Walessa. El otro ejemplo de esto fueron las "transiciones
a la democracia" en el Cono Sur, desde el caso menos
controlado en Argentina en el 83 al más continuista en
Chile en el 89.
5.Los últimos servicios prestados por la burocracia stalinista al
imperialismo mundial
La emergencia de Solidaridad en Polonia,
la redoblada presión imperialista a través de la "guerra
de las galaxias" de Reagan y la utilización de las
banderas "democráticas" por parte del imperialismo
como arma contra la URSS, es lo que explica el surgimiento
de la política de Perestroika y Glasnost de Gorbachov,
una política de autorreforma del PCUS con el objetivo
de impedir un proceso similar al polaco. Si en el plano
interno éste era el objetivo del gorbachovismo, en política
exterior, éste colaboró con la política de "contrarrevolución
democrática" del imperialismo que permitió desmontar
los llamados "conflictos regionales", con la
esperanza de conseguir las inversiones de Occidente. Estos
fueron los objetivos de las Cumbres periódicas entre Reagan
y Gorbachov y que constituyeron los últimos servicios
contrarrevolucionarios de la burocracia stalinista al
imperialismo mundial.
Así, en Centroamérica el stalinismo a través
de su gran agente regional, Fidel Castro, impidió la extensión
de la revolución nicaragüense expresada en su célebre
frase "Nicaragua no debe convertirse en una nueva
Cuba" y fue encorsetando la revolución centroamericana
detrás de una política de pactos como fueron, primero
el de Contadora en 1984 y más tarde en 1987, el de Esquípulas.
La revolución negra en Sudáfrica que pega
un salto a mediados de la década, fue conducida hacia
una política de negociación, por la dirección del Congreso
Nacional Africano (CNA), dirigido por Mandela, quien a
cambio de algunas concesiones garantizó la supervivencia
del dominio económico y de parte del aparato del estado,
de la burguesía blanca. En la Cumbre de Islandia en 1986,
entre Reagan y Gorbachov, éste último se comprometió a
cortar la financiación a los estados "clientes"
o direcciones afines del tercer mundo, como era el caso
del CNA. El acuerdo de Nueva York en 1988 entre la URSS,
Cuba, los Estados Unidos y Sudáfrica concluyó la guerra
en Angola. En la misma reunión, la URSS manifestó su negativa
a seguir apoyando la lucha armada del CNA.
Sin embargo, a pesar de las concesiones
realizadas al imperialismo, la burocracia soviética por
su debilidad no pudo evitar la caída del régimen de partido
estado basado en el PCUS por la movilización de las masas.
Los incipientes procesos revolucionarios
contra los regímenes stalinistas del 89-91, que constituyeron
un embrión de revolución política fueron rápidamente desviados.
La contrarrevolución democrática fue literalmente la forma
que adquirió el avance de la contrarrevolución social,
con el ascenso de gobiernos y más tarde de regímenes para
avanzar hacia la restauración capitalista. A este resultado
ayudó la política previa de Glasnost y Perestroika, que,
aunque en el caso de la URSS no pudo evitar la caída del
PCUS, había logrado legitimar en los años previos, a figuras
como Yeltsin, esenciales para lograr el desvío de la movilización
de las masas.
En términos más generales, este resultado
se explica no sólo por los efectos nocivos en la conciencia
y organización del movimiento de masas por décadas de
dominación stalinista, sino también por una relación de
fuerzas internacional desfavorable como consecuencia de
los desvíos y derrotas que se fueron acumulando al final
de la década, como hemos visto.
6.La derrota del "comunismo"
y el triunfalismo imperialista del "mercado y la
democracia"
El avance de la contrarrevolución social
bajo un ropaje democrático en Rusia dio lugar al desarrollo
de la ideología del mercado y la democracia como "patrones
universales". Fue el punto más alto de la utilización
en forma ofensiva de las banderas democráticas por parte
del imperialismo para mantener su dominio. Este fue el
contenido de la política exterior de Clinton que, como
plantea la agencia Stratfor se basaba en el supuesto de
que: "Las sociedades que están democratizadas tenderán
a defender las reformas de mercado como los derechos humanos.
La democracia, las reformas de mercado y los derechos
humanos son conceptos que se refuerzan mutuamente".
Con esta falaz propaganda imperialista,
Estados Unidos redobló la ofensiva neoliberal durante
la primera parte de los 90, reforzada por la victoria
militar en Irak. Bajo las banderas de la lucha contra
la corrupción de los regímenes semicoloniales, se exigió
la liberalización de las economías, privatizaciones, la
desregulación del mercado de trabajo, entre otras medidas,
que significaron una brutal ofensiva contra las masas
del mundo.
Esta es la base del carácter mezquino de
las "democracias burguesas" surgidas de estas
"transiciones" en este período, que fueron adquiriendo
rasgos cada vez más formales y retaceando las más mínimas
reformas y concesiones para el movimiento de masas desde
el bautismo de fuego de esta política en la revolución
portuguesa. El caso extremo de la degradación de esta
política fue Haití. En 1994, los yanquis, de la mano de
los marines, restituyen a Bertrand Aristide como presidente
electo de los haitianos que en el 91 había caído por un
golpe financiado por los Estados Unidos, pero ahora como
fachada de un protectorado yanqui y como ejecutor de un
plan neoliberal.
7.Distintos tipos de transiciones
La sociología burguesa hace una clasificación
de los distintos tipos de "transiciones democráticas"
tomando en cuenta características exteriores de estos
fenómenos. Analizándolas a la vez como una oleada uniforme,
oculta la diversidad de estos procesos que refleja distintas
relaciones de fuerza entre las clases y el rol que le
cupo a las direcciones del movimiento de masas en ellos.
Desde nuestro ángulo, podemos esquematizar
tres grandes tipos generales de transiciones. Desde ya
que no pueden considerarse como tipos de transiciones
"puros" sino que combinan distintos aspectos
y se entrelazan. Estas incluyen las que denominamos "transiciones
producto de desvíos de procesos revolucionarios",
las "transiciones postcontrrarevolucionarias"
posteriores a grandes derrotas del movimiento de masas
y las "transiciones democráticas" como fachada
de la restauración capitalista17. En esta tipología nos
vamos a referir a las transiciones en los países capitalistas,
por lo cual el último caso que abarca a la ex URSS y el
Este de Europa no las desarrollaremos en este artículo.
A) Transiciones producto de desvíos de procesos
revolucionarios:
Si como planteamos anteriormente, el éxito
de la política burguesa aplicada en Portugal fue un ejemplo
de cómo, gracias al rol jugado por las direcciones contrarrevolucionarias,
se pudo estrangular una revolución, este recurso fue,
a partir de aquí, utilizado por el imperialismo para prevenir
caídas revolucionarias de los regímenes y estallidos revolucionarios
abiertos. Se trataba de no llegar a Portugal. El paradigma
de esta variante de las transiciones que estamos analizando
fue la España post-franquista en los 70 y Sudáfrica en
los 80. En ambos casos, la política de colaboración
de clases del Partido Comunista español y la socialdemocracia
por un lado, y la del CNA en el otro, permitieron el desvío
de estos procesos revolucionarios a través de una política
de pseudoreformas manteniendo lo esencial del régimen
burgués (ver recuadros).
b)Transiciones post-contrarrevolucionarias:
El paradigma de este tipo de transiciones
se dieron en el Cono Sur latinoamericano, donde el ascenso
revolucionario obrero y popular fue derrotado con golpes
contrarrevolucionarios que provocaron decenas de miles
de muertos, desaparecidos y exiliados. Tuvieron como consecuencia,
en el caso del sangriento golpe de Pinochet, una derrota
histórica del movimiento obrero chileno, que dio importantes
jalones de independencia de clase expresados en los cordones
industriales. En Argentina, la dictadura del General Videla
liquidó los mejores elementos de una generación de obreros,
estudiantes y luchadores populares que protagonizaron
grandes gestas como el Cordobazo, el Villazo, las Coordinadoras,
etc. Sobre esta base de derrota se asentaron las "aperturas
democráticas" a las que asistimos en los 80, desde
la Argentina, donde la dictadura queda sin sustento por
la derrota militar en Malvinas, pasando por la uruguaya
y la brasilera, hasta la más continuista como la chilena
basada en la fortaleza del régimen pinochetista que garantizaron
la impunidad de las fuerzas represivas (ver recuadros).
8. Democracias degradadas
Comparado con el boom de la postguerra donde
el crecimiento económico de los países imperialistas y
algunas semicolonias prósperas permitió una mayor cooptación
de amplios sectores del movimiento de masas, hecho que
fortalecía la estabilidad política y social, hoy la ofensiva
económica tiende a debilitar las bases de sustentación
de los pactos sociales. Aunque en forma desigual entre
los países imperialistas y las semicolonias, el desempleo
crónico, la polarización en las clases medias entre un
sector cada vez más acomodado y una mayoría pauperizada,
la imposibilidad del capital de dar concesiones significativas
para elevar el nivel de vida de las masas, son las bases
estructurales que tienden a minar los cimientos de los
regímenes democrático-burgueses.
Esto se manifiesta en una tendencia a la
degradación cada vez mayor de los mismos, hasta en sus
aspectos más formales. La sociología burguesa que interpreta
la realidad en términos dicotómicos de "democracia
o dictadura" oculta, interesadamente, no sólo el
carácter de clase de ésta, sino la tendencia de estos
regímenes a incorporar elementos cada vez más bonapartistas18.
Más aun, cuando en las semicolonias, los
regímenes de tipo democrático burgués que surgieron conllevan
desde su origen un pacto de impunidad hacia los personeros
de los antiguos regímenes dictatoriales . Los pactos de
fundación de estas Repúblicas incluyeron lo que The Economist
aconsejaba en 1987 a las nuevas "democracias"
con respecto a su trato a los militares cuando decía "olvide
los pecados del pasado o al menos no se empeñe en castigarlos"19.
Qué otra cosa han sido las leyes de "Obediencia Debida
y Punto Final y el Indulto, en Argentina, por el cual
se absolvió a los militares de los crímenes del pasado,
el "pacto del Club Naval" en el 84 en Uruguay,
etc. O la absolución de sus crímenes a los personeros
del apartheid en Sudáfrica por el solo hecho de "decir
la verdad" sobre los mismos. La reconciliación con
los antiguos represores fue una política general que marca,
desde el origen, el carácter degradado de estas "democracias".
Esta degradación también se expresa en la
transformación de los partidos políticos de tal o cual
signo (derechistas o "progresistas") a los dictados
de la misma fracción de la burguesía, como administradores
de los negocios de los sectores más concentrados del capital,
convirtiendo la competencia electoral en una farsa; la
financiación cada vez más descarada de los candidatos
por parte de los grandes empresarios; el creciente peso
de los "grupos de presión" (o lobby) al servicio
de influir a los legisladores, la "mercadotecnia"
para la venta de candidatos como una mercancía más para
el consumo de las masas, son solo algunos ejemplos de
esta tendencia que se manifiesta tanto en los países centrales
como en las semicolonias. En estos últimos se agrega la
utilización frecuente de decretos presidenciales; la introducción
de funcionarios no elegidos que son los que toman las
decisiones que afectan a las masas como en las negociaciones
con el FMI, las reelecciones como un instrumento de perpetuación
en el poder, negando incluso la alternancia.
Como grafica Perry Anderson en su libro
"Los fines de la Historia", discutiendo contra
Fukuyama: "Hoy en día, la democracia cubre más territorio
que nunca. Pero también resulta más débil, como si cuanto
más universal se tornara, menos contenido real poseyera.
Los Estados Unidos son el ejemplo paradigmático: una sociedad
en la que menos del 50% vota, el 90% de los congresistas
son reelegidos, y un cargo se ejerce por los millones
que reporta. En Japón el dinero es aún más importante,
y ni siquiera hay una alternancia nominal de los partidos.
En Francia, la Asamblea ha sido reducida a un cifra. Gran
Bretaña ni siquiera tiene una Constitución escrita. En
las democracias recién acuñadas de Polonia y Hungría,
la indiferencia electoral y el cinismo supera incluso
los niveles norteamericanos: menos de un 25% de los votantes
participaron en las elecciones recientes. Fukuyama no
sugiere en ninguna parte que sea posible mejorar de manera
significativa este triste escenario". Estas palabras
escritas en el año 92, mantienen su vigencia luego de
toda una década de avance de la ofensiva "neoliberal"
contra las masas, como se ve incluso, luego de 9 años
de crecimiento, en el proceso electoral en los mismos
Estados Unidos20.
La degradación cada vez mayor de las formas
"democráticas", va agrietando el velo de "la
democracia burguesa como la mejor envoltura del capital",
que aparece frente a las masas, cada vez más, como una
"democracia para ricos".
9.¿Qué es lo qué ha permitido
formas de dominio "democrático burguesas" duraderas
en algunas semicolonias?
Trotsky definía, poco antes del estallido
de la Segunda Guerra Mundial, mientras las democracias
burguesas cedían su lugar a regímenes fascistas en la
mayoría de los países de Europa, que "el régimen
democrático solo es posible en las naciones ricas".
El aumento de la desigualdad en la distribución mundial
de la riqueza entre las semicolonias y los países imperialistas,
la penetración de las grandes trasnacionales en las semicolonias
que utilizan la mano de obra barata en la búsqueda de
superganancias, la remesa de utilidades de sus firmas,
el peso creciente del mecanismo de succión a través de
las deudas externas de los países semicoloniales, entre
otros mecanismos, junto con la explotación de la mano
de obra inmigrante de sus propios países, son algunos
de los elementos que le permitien al imperialismo mantener
sus privilegios y darles a las democracias imperiales
una base mayor de estabilidad.
Como parte de su concepción, Trotsky sostenía
que en los países atrasados, que constituyen la mayoría
del planeta: "La debilidad de la burguesía nacional,
la ausencia de tradiciones de gobierno en las pequeñas
comunidades, la presión del capitalismo extranjero y el
crecimiento relativamente rápido del proletariado minan
las bases de cualquier clase de régimen democrático estable"21.
Estas definiciones han mostrado toda su validez en los
casi setenta años posteriores. El carácter inestable de
los regímenes democrático burgueses en las semicolonias,
ha dado lugar a distintos tipos de bonapartismos sui-géneris
que han sido la norma del dominio burgués. Los que en
un caso se apoyaban en las masas contra la presión imperialista
como fue el caso del cardenismo en México de los 30,
más tarde el gobierno del General Perón en la Argentina,
o en los fines de los 60 o principios de los 70
el régimen de Torres en Bolivia o el de Velazco Alvarado
en Perú, etc. O en otro caso, cuando actúan como instrumentos
directos del capital financiero con los métodos de la
dictadura policial, como en Argentina han sido por ejemplo
el golpe Libertador en el 55, el de Onganía en el
66 o el de Videla en el 76, Banzer en Bolivia,
etc.
Sin embargo, tomando la realidad de estos
últimos 15 años en el Cono Sur latinoamericano o en el
continente asiático, en países como Corea, en los que
hemos asistido a la implantación de regímenes del tipo
"democrático burgués", este análisis parecería
verse refutado. Más aún cuando constatamos que varios
de estos regímenes se han asentado y gozan de una relativa
estabilidad que les ha permitido mantenerse durante un
largo periodo de tiempo, como es el caso de Argentina,
donde este tipo de régimen lleva más de 17 años. ¿Qué
es lo que ha permitido la subsistencia de estas formas
democrático burguesas?
El retroceso del movimiento obrero producto
de las derrotas anteriores (como en el Cono Sur latinoamericano
fueron los golpes sangrientos); los posteriores ataques
del "neoliberalismo", que han fragmentado sus
filas y debilitado sus fuerzas y sus consecuencias en
la crisis de subjetividad del movimiento obrero y el rol
de las direcciones oficiales del movimiento de masas,
son algunos de los principales elementos que explican
que la burguesía de estos países haya podido "darse
el lujo" de utilizar formas democráticas cada vez
más degradadas para mantener su dominio.
Sobre esa base se montó una gran unidad
burguesa en torno al plan imperialista, reflejo de la
mayor imbricación de la burguesía nacional y el capital
extranjero que, en el marco de que la clase obrera fue
sacada del centro de la escena por un largo periodo de
tiempo, le dio mayor estabilidad relativa a estos regímenes.
Esta situación es periódicamente reforzada
por el enorme disciplinamiento que significan los golpes
hiperinflacionarios, la hiperdesocupación, el ataque permanente
a las conquistas, etc. con que el gran capital aterroriza
a la clase obrera.
En el caso del Sudeste de Asia, ha tenido
lugar un cambio estructural en la fisonomía de las clases
en los países más importantes de la zona como es el caso
de Corea o Tailandia que de sociedades con una gran parte
de población rural se convirtieron en países con una amplia
(y mayoritaria en muchos casos) población urbana con una
fuerte clase obrera y una nueva clase media. Este desarrollo
fue el subproducto de la crisis económica internacional
de mediados de los 70, tras la cual se convirtieron
en un centro de acumulación del capitalismo mundial. Este
desarrollo parcial de las fuerzas productivas provocó
importantes cambios en la configuración de las clases
que han implicado una mayor movilidad económica y social.
El mantenimiento de formas "autoritarias"
para preservar el dominio de las élites dirigentes se
hizo cada vez más disfuncional, y fue necesaria la utilización
de formas democrático burguesas, preventivamente, para
canalizar las aspiraciones de estos nuevos actores sociales
que se expresaron en reclamos y movilizaciones democráticas.
Un elemento adicional que ha permitido que
en estas áreas del mundo semicolonial estos regímenes
se hayan mantenido por un tiempo más prolongado, fue el
desarrollo de los llamados "mercados emergentes",
que surgieron en la primera parte de los ´90 que incluyeron
algunos de los países a los que hacemos referencia. Esto
permitió el desarrollo de un sector de clase media privilegiada,
base social de estos regímenes. Este sector, diferente
de la vieja clase media, ligado a las migajas de la mayor
penetración imperialista, es el principal punto de apoyo
de estas democracias degradadas.
Estos elementos planteados más arriba, explican
por qué las formas democrático burguesas se han extendido
más allá, en muchos casos, de las naciones más ricas y
hayan sido, en estas condiciones, la forma más económica
de mantener el dominio burgués.
10.Una bandera que se agota
Si el comienzo de los 90 con la debacle
de la ex URSS y el Este de Europa marcó el cénit de la
"tercera oleada" de "democratizacion",
que dio lugar a una ofensiva ideológica sobre el "triunfo
de la democracia y el mercado", a comienzos de este
nuevo siglo el entusiasmo inicial empieza a desvanecerse.
El fracaso del camino reformista hacia la
restauración en la ex URSS, y el salto en la crisis económica
mundial a partir del año 97 que tuvo su epicentro en Asia
comienzan a socavar las bases que permitieron el avance
de la ofensiva económica bajo formas "democráticas".
En este marco, la eficacia de la política de "contrarrevolución
democrática" parecería comenzar a agotarse.
La intervención imperialista en el Kosovo
en 1999 mostró la crisis del discurso humanitario con
el que cubrió sus acciones militares en la década.
El carácter cada vez más degradado de la
democracia y la tendencia de los monopolios a inmiscuirse
en cada aspecto de la vida social han provocado, en los
mismos países imperialistas, a movimientos de vanguardia
que cuestionan su dominio, como puso de manifiesto Seattle.
Las grandes dificultades en el avance de
la restauración han llevado al ascenso de un bonapartismo
gran ruso que ha mostrado su carácter agresivo en Chechenia.
La transición indonesa, hija del estallido económico y
las jornadas revolucionarias que tiraron a Suharto muestra
su carácter inestable y las dificultades para asentarse,
siendo un ejemplo opuesto en los países semicoloniales,
con el carácter "exitoso" y "pacífico",
hasta ahora, del recambio del PRI por Fox en América Latina.
En este sentido, "la transición mexicana
a la democracia", es un fenómeno tardío. Comparada
con la ola de contagio, como la que tuvo lugar a principio
de los 80 en el Cono Sur, las condiciones generales que
estamos planteando, dificultan su asentamiento. Esto ya
puede verse en las condiciones de inestabilidad de los
regímenes en el área norandina de nuestro continente,
donde lo que prima son los levantamientos recurrentes
de las masas con la consecuencia de la debilidad extrema
del régimen que ya ha llevado a varios recambios gubernamentales
en Ecuador, una guerra civil abierta y la intervención
creciente del imperialismo norteamericano en Colombia,
los levantamientos de masas y el estado de sitio en Bolivia,
fenómenos que se combinan con el intento de continuidad
del bonapartismo reaccionario de Fujimori que ha llevado
a protestas de masas en el día de su asunción y que se
ha cobrado seis muertos, y con el bonapartismo de tipo
populista como el de Chávez en Venezuela.
Estos elementos, en nuestro continente,
donde el modelo "neoliberal" encuentra límites
para su avance como las recurrentes oleadas de sectores
del movimiento de masas, muestran una tendencia, atenuada
en los países más fuertes, y agravada en los eslabones
más débiles, al agotamiento de los fusibles de la "democracia
burguesa".
Si esta tendencia es lo que muestran embrionariamente
algunos de los fenómenos políticos y la inestabilidad
de los regímenes en curso, ¿qué sucedería si la crisis
económica mundial entra en una nueva etapa con el enfriamiento
de la economía norteamericana en los próximos años? Esto,
indudablemente, debilitará a uno de los factores que actuó
como atenuante de las tensiones a las que estuvieron sometidos
los regímenes en los 90, que pudieron morigerar su crisis
debido al dinamismo de la economía yanki (como por ejemplo
México y su salida de la crisis del "Tequila").
Un agravamiento de las condiciones económicas, con el
aumento de las tensiones en el sistema internacional de
estados y la irrupción de la lucha de clases abierta,
desgastará aún más los fusibles de la democracia burguesa.
Esto en el marco más general del debilitamiento de las
mediaciones, como la liquidación del aparato stalinista
mundial y el giro a la derecha de las direcciones sindicales
y reformistas, que fueron esenciales para contener las
tensiones.
Estos elementos, acelerarán la descomposición
de la democracia burguesa y obligarán a la burguesía mundial
a recurrir a otras armas más eficaces (bonapartismo o
frente popular en caso de un eventual ascenso de las masas)
en reemplazo de la gran "trampa democrática"
que ha sido una herramienta muy útil para el imperialismo
durante estos últimos 25 años.
Notas:
1 León Trotsky, "La Revolución Permanente".
2 En su libro "La Tercera Ola",
Huntington plantea que: "La más importante formulación
moderna de este concepto de democracia fue la de Joseph
Schumpeter, en 1942. En su primer estudio, Capitalism,
Socialism and Democracy, Schumpeter detalla las deficiencias
de lo que llama la teoría clásica de la democracia,
que define la democracia en términos de la voluntad
del pueblo (fuente) y el bien común
(objetivos). Demoliendo con eficacia estos prolegómenos,
Schumpeter adelanta lo que denomina otra teoría
de la democracia. El método democrático -dice-
es el acuerdo institucional para llegar a las decisiones
políticas, en que los individuos ejercitan el poder de
decidir por medio de una lucha competitiva mediante el
voto del pueblo. Poco después de la Segunda Guerra
Mundial... un número creciente de teóricos se adhirieron
al concepto de democracia de procedimientos, al modo de
Schumpeter. Hacia 1970 el debate había terminado y había
ganado Schumpeter". Como se puede apreciar, nada
ha cambiado, cien años después de las definiciones de
Max Weber, el padre de la sociología burguesa (ver artículo
"Imperialismo y degradación de la democracia burguesa",
en esta edición) en la conceptualización de la democracia.
3 El MST-Izquierda Unida en Argentina, en
su periódico Alternativa Socialista del 5-7-2000 afirma
por ejemplo, con respecto a las últimas elecciones mexicanas,
que hay una noticia buena y una mala: por un lado "...la
rebelión del pueblo le puso fin al reinado del PRI"
y por otro "ganó un derechista pro yanqui".
Por su parte, el POS mexicano, miembro de la LIT, en su
periódico El Socialista posterior a la elección, afirma
sin sonrojarse que: "Cayó Labastida; triunfó una
revolución democrática...". "Es una revolución
democrática, porque la más importante decisión política
en el país, la de quién es presidente de la República,
le fue suprimida al presidente saliente y la tomó en sus
manos el pueblo. El 2 de julio los mexicanos dejamos de
ser los súbditos del presidente emperador y pasamos a
ser ciudadanos. Este cambio es un cambio histórico, tan
importante, como la revuelta triunfante de Madero hace
90 años".
4 Esta caracterización se apoya en la teorización
que Nahuel Moreno realizó sobre la necesidad de una "revolución
democrática" frente a los regímenes "autoritarios"
como primer paso de la revolución socialista. Esto es,
una revolución en el régimen político, manteniendo las
bases sociales del estado burgués. El abandono de la teoría
de la revolución permanente y su reemplazo por teorías
ajenas al marxismo como la teoría de la "revolución
democrática" lleva indefectiblemente a la adaptación
a la democracia burguesa, separando la lucha por las demandas
democráticas estructurales y formales de la perspectiva
de la revolución socialista. Quien no distingue un régimen
democrático burgués del fascismo porque ambas son formas
de la dictadura del capital cae en una caracterización
ultraizquierdista. Pero quienes sostienen que, como primer
paso de la revolución socialista hay que hacer revoluciones
en el régimen político de la burguesía lindan con el reformismo.
Cometen el error opuesto de los que igualan democracia
y fascismo viéndolos como regímenes totalmente antagónicos.
Esta concepción los emparenta con la sociología
burguesa, la cual no define a los estados según su carácter
de clase sino por su función. Para ésta la distinción
esencial no es entre estados burgueses y proletarios sino
entre estados "totalitarios" y "democráticos".
Esta es la matriz común de la extraña coincidencia
entre Huntington, que ve una "tercera ola de democratización"
y estas corrientes que ven un "avance inninterrumpido
de la "revolución democrática".
5 "Sobre Europa y Estados Unidos",
L. Trotsky.
6 Estos prometían el bienestar universal
y el reinado de la paz, el derecho de las naciones a la
autodeterminación, el castigo para criminales como el
Kaiser y premios para los virtuosos, etc.
7 Los acuerdos de Yalta y Postdam dividieron
el mundo en zonas de influencia, entre la burocracia del
Kremlin y el imperialismo norteamericano. En el marco
de la colaboración contrarrevolucionaria, la "guerra
fría" fue la política que el imperialismo utilizó
para mantener a raya a Moscú para que no extendiera su
dominio y cumpliera su rol establecido.
8 Ni siquiera dio lugar a una vanguardia
radicalizada como se dieron por ejemplo, esencialmente,
en América Latina luego del triunfo de la revolución cubana
o como subproducto de la revolución cultural China en
1967.
Las corrientes trotskistas existentes, aunque
se fortalecieron al influjo de los primeros años del ascenso,
no constituyeron una alternativa revolucionaria real a
las direcciones oficiales del movimiento obrero.
9 Estratégicamente, aunque el imperialismo
ha logrado superar las consecuencias de esta derrota,
aún no ha resuelto el "síndrome de Vietnam",
que no es otra cosa que su reticencia a utilizar tropas
terrestres para sus operaciones contrarrevolucionarias,
como demuestra la utilización privilegiada de las guerras
aéreas, por ejemplo en el último conflicto en los Balcanes.
10 Incluso la CIA, después de su gran rol
en el sangriento golpe pinochetista y fuertemente cuestionada
dentro de EE.UU., fue utilizada por Gerald Ford, presidente
de Estados Unidos en esos años como instrumento necesario
para salvar a la "democracia portuguesa".
11 L. Trotsky, "Alemania, la clave
de la situación internacional", 26 de noviembre de
1931.
12 En el primer caso, el sandinismo llevó
a la reconstrucción del régimen, que terminó entregando
pacíficamente el poder al gobierno burgués proimperialista
de Violeta Chamorro en el 90 y en el segundo caso, llevó
al reemplazo del antiguo régimen, bajo las banderas del
fundamentalismo religioso, consolidando un régimen teocrático
reaccionario. A este resultado ayudó la política imperialista
de armar a la "contra" en Nicaragua y en alentar
la guerra fratricida de Irán-Irak que desangró a ambos
países a lo largo de ocho años.
13 La fortaleza de esta política de dominio
imperialista en el periodo se manifiesta en la cantidad
de importantes actores contrarrevolucionarios que se encolumnaron
en su aplicación, como es el caso de la Comunidad Europea
o el Vaticano en los países imperialistas.
14 Aunque este "apóstol de la democracia"
intentó responder a la revolución iraní con el salvataje
de los rehenes de la embajada norteamericana en Teherán,
esta operación se frustró por la caída de sus helicópteros.
15 La llamada "segunda guerra fría"
de los 80, bajo el gobierno de Reagan, tuvo un carácter
más ofensivo que en la inmediata posguerra, ya que se
inmiscuía en forma cada vez más directa en el área bajo
dominio soviético.
16 Este es el caso de Angola y Mozambique,
dos colonias portuguesas que accedieron a su independencia
en 1975, y se vieron sumergidas en una cruenta guerra
civil por la intervención conjunta de Sudáfrica y Estados
Unidos.
17 Sobre estos casos, ver Estrategia Internacional
N° 8 y 15
18 James Petras, cuestionando la visión
burguesa denomina a estos regímenes como "regímenes
electorales neo autoritarios". "Neo porque tiene
diferencias con el pasado; pero también tiene características
que podríamos identificar, claramente, como autoritarias...
Diferentes del viejo autoritarismo porque hay elecciones,
derechos individuales, pero que no afectan los parámetros
y las estructuras de poder y de decisión" ("Democracia
y capitalismo. Transición democrática o neoautoritarismo").
19 The Economist, 29-8-1987
20 Ver artículo "Entre Seattle y las
elecciones presidenciales" en esta misma revista.
21 L. Trotsky, "Los sindicatos en la
época de la decadencia del imperialismo".
España:
Los comunistas y socialistas de su majestad
En 1975, el régimen del moribundo Franco
se encontraba arrinconado. El capitalismo español entraba
en una profunda conmoción, producto de la crisis mundial.
Las luchas obreras estaban en acenso; la muerte de Franco
había planteado el grave problema de la sucesión; la burguesía
se agitaba en medio de una aguda crisis de dirección atrapada
entre la intransigencia del "bunker" (los partidarios
acérrimos de Franco) y el acenso del movimiento de masas.
A pesar de la recesión, se veía obligada a postergar toda
medida económica importante. En este marco, las direcciones
del PSOE y el PCE (*), le permitieron al rey Juan Carlos
y a Suarez (funcionario de la dictadura franquista), hacer
la transición del régimen desde Franco a la democracia
parlamentaria, centrada en torno al ejército, el aparato
represivo heredado del franquismo y la monarquía.
Así, la reforma del franquismo se realizaría
en dos actos. Primero, permitiendo la reforma política
y luego firmando el Pacto de La Moncloa, en octubre del
77, donde estas direcciones aceptaban la política de austeridad
económica.
El caso de España muestra, en medio de una
gran crisis económica y de ascenso de masas, el rol esencial
de las direcciones reformistas y su política de colaboración
de clases para garantizar la supervivencia del régimen
burgués. El carácter acelerado de la transición que se
dio en cerca de tres años, refleja estos elementos.
(*) Las luchas
de masas obligaron a efectuar algunas readecuaciones,
pero ambas partes -el gobierno de Suarez y las direcciones
reformistas del PSOE y el PCE- buscaban el mismo resultado:
evitar un enfrentamiento para salvar al régimen burgués.
En cada etapa crítica el PSOE y el PCE,
ampliaron su política de colaboración de clases. En septiembre
del 76, la "oposición democrática", incluía
a casi todos los partidos de oposición. Las direcciones
burocráticas trataron de atomizar la oleada de huelgas
que se extendió enormemente a fines de 1976. A través
de sus negociaciones directas con Suarez, el PC y el PSOE
facilitaron la primera victoria política de la monarquía
con el referéndum de la ley de reformas en diciembre del
76.
Las elecciones de junio de 1977, en las
que la UCD (partido del que Suarez formaba parte), obtuvo
la mayoría de los votos, fortaleció la posición del gobierno.
Pero los resultados también reflejaron la magnitud de
las movilizaciones proletarias. En los grandes centros
industriales los partidos obreros (que estuvieron ilegalizados
durante el franquismo), ganaron una amplia mayoría. En
el otoño de 1977 se intensificó la oleada de huelgas.
El pacto social se convirtió en el objetivo número uno
de la burguesía. Las direcciones burocráticas aceptaron
y firmaron el Pacto de La Moncloa en octubre del 77.
Sudáfrica:
Gatopardismo negro para salvar el poder blanco
Como anticipamos anteriormente, un modelo
similar se aplicó en la década de los 80 en el intento
de evitar que se desarrollara la revolución negra en Sudáfrica.
La movilización y actividad de la clase obrera negra se
había intensificado tanto que no podía contenerse utilizando
sólo la represión. Comenzaba a amenazar el dominio de
la burguesía blanca(**). El imperialismo norteamericano
había tomado nota de que la situación no se podía mantener
como antes. El gobierno de EE.UU. ejerció una fuerte presión
sobre el gobierno de De Klerk y otros representantes de
la clase dominante blanca para forzarlos a aceptar algún
tipo concesiones como la de un "gobierno de la mayoría"
(negra) con importantes condicionamientos. El acuerdo
alcanzado entre De Klerk y la dirección del Congreso Nacional
Africano (CNA), fue el de formar un gobierno de compromiso
con representantes de todos los partidos, encabezado por
Mandela. No sería hasta las elecciones de 1999 que se
levantarían las restricciones. La dirección del CNA, especialmente
Mandela, aceptó hacer un acuerdo con la clase dominante
blanca a cambio de su integración a esta. Ellos aseguraron
que nada fundamental cambiaría. Los dirigentes del CNA,
por su parte, se comprometieron a la aceptación de la
aplicación de políticas de ajuste, del dominio del gran
capital blanco, a que ninguna acción sea tomada contra
los responsables de los crímenes contra las masas en el
pasado, etc. En otras palabras, aceptaron una completa
entrega, a cambio de la liquidación de aspectos formales
del apartheid, sin la cual la transición no se hubiera
podido lograr.
(**) Zach de Beer, ejecutivo de la gran
corporación Anglo-American comprendiendo este peligro
en 1996, alertaba: "Todos nosotros comprendemos que
los años del apartheid han causado que muchos negros rechacen
tanto el sistema económico como el político. Pero no podemos
permitir que el chico de la libre empresa sea arrojado
con el agua sucia del apartheid". (Financial Times,
10-6-1986).
Argentina:
El bipartidismo y la "operación rescate"de las
Fuerzas Armadas
En Argentina, la recuperación de las luchas
obreras y el descontento de las clases medias, fueron
dejando sin sustento a la dictadura. La derrota militar
en Malvinas a manos del imperialismo anglo-yanqui terminó
de quitarle todo punto de apoyo. Abrió una crisis revolucionaria
que fue rápidamente cerrada primero por el gobierno interino
del General Bignone, sostenido por la Multipartidaria
(donde estaban representados todos los partidos de oposición,
incluido el Partido Comunista), y un año y medio más tarde
por las elecciones de octubre del 83 que le dio el gobierno
al dirigente del radicalismo, Alfonsín, partido que había
apoyado abiertamente el golpe de Videla. En este resultado
influyeron decisivamente los efectos que perduraban de
la derrota anterior de la clase obrera y el pacifismo
que se impuso como consecuencia del triunfo imperialista,
que impuso dobles cadenas sobre el país. La doble crisis
de las FF.AA. por el rol en la represión y por la derrota
militar, que se expresó, en los primeros años con el encarcelamiento
de las Juntas y otros represores, los planteamientos militares
y las movilizaciones contra el genocidio, fue cerrada
por el régimen bipartidista del PJ y la UCR.
Chile:
La "democracia" blindada
En este caso, la transición se hizo sobre
la base de la constitución pinochetista de 1980. Esta
garantizaba la perpetuidad del poder militar durante el
gobierno civil, expresado en la continuidad de Pinochet
en la conducción del ejército, la existencia de senadores
designados que bloqueaban todo cambio constitucional,
como los puntos más importantes.
La base de esta salida tan bonapartista
fue la derrota del ascenso contra la dictadura que comenzó
en el 1983 y llegó hasta el 86, dando lugar a una gran
cantidad de huelgas obreras, jornadas nacionales de protestas,
etc. La derrota de esta oleada profundizó las consecuencias
nefastas que tuvo para las masas la derrota de los 70.
El descontento con el régimen fue canalizado posteriormente
hacia el plebiscito de 1988 sobre el sí o no de la continuidad
del gobierno de Pinochet que legitimó la constitución
del 80. La derrota del "Sí" permitió la asunción
del demócrata cristiano Aylwin, iniciando el ciclo concertacionista,
que preservó los "logros" económicos y la impunidad
de la institución militar de conjunto.
México:
la última perla de las "transiciones democráticas"
al servicio de la corona yanqui
El triunfo de la transición mexicana tiene
un carácter mucho más preventivo ya que no es producto
directo de la expropiación democrática de un ascenso de
masas. En este marco, a lo largo de su desarrollo, la
transición mexicana, combinó elementos de los procesos
que esquemáticamente hemos abordado.
Los primeros intentos de autoreforma del
priato se dan a mediados de los 70 "en frío",
sin una derrota de tipo histórico, sino como una consecuencia
del ascenso estudiantil que terminó en la matanza de Tlatelolco.
Esto se acelera con el avance de la penetración imperialista
durante el gobierno de Lamadrid. El fraude en 1988 señala
el fracaso de este primer intento de autoreforma y el
surgimiento de un movimiento democrático de masas. Sólo
el carácter traidor del cardenismo permite que este régimen
profundamente deslegitimado adquiera una sobrevida con
el asentamiento del salinato. Sin embargo, la irrupción
campesina en el 94, apoyado por un amplio movimiento de
solidaridad con Chiapas en las ciudades, y luego la crisis
del "tequila" obliga al régimen a orientarse
hacia una política preventiva, apoyándose en el PRD y
en el EZLN como su pata izquierda. Primero, como un nuevo
impulso de autoreforma del priato y luego, más claramente,
a partir del 97 con el triunfo de Cárdenas en el DF, como
"transición pactada a la democracia" del PRI-PAN-PRD.
La recuperación económica y la ausencia de un ascenso
de masas(*) lleva esta transición hacia la derecha como
demuestra el triunfo de Fox. A lo largo de todo este proceso,
los Estados Unidos jugaron un rol esencial, comparable,
de cierta manera, al rol de bonaparte jugado por el rey
Juan Carlos en la "transición" de España.
Pero, a pesar de su carácter preventivo,
las enormes tareas que deberá afrontar para consolidarse
lo emparentan, en algunos aspectos, a la transición rusa.
Desde el punto de vista estructural y de su propia génesis
tanto en México como en la ex URSS es necesario desmontar
una enorme estructura burocrática de control de las organizaciones
del movimiento de masas en la que se asentó durante décadas
el régimen priísta. Esto con todas las diferencias, ya
que en un caso se trata de llevar adelante una contrarrevolución
social y en el otro de asentar el dominio de la burguesía
mexicana sobre las bases de un régimen burgués más estable,
cuestión que con la legitimación lograda por el triunfo
de la "transición pactada" dio un gran paso
adelante.
(*) La huelga de los estudiantes de la UNAM,
que se mantuvo por más de un año, fue el único intento
serio, por izquierda, que enfrentó la "transición
pactada". La virulencia de todos sus agentes contra
la huelga, desde el derechista Fox hasta el centroizquierdista
PRD e incluso del subcomandante Marcos junto a los intelectuales
orgánicos del régimen, demuestra que la lucha del CGH
tenía la potencialidad de cuestionar el carácter reaccionario
de conjunto de esta transición. El apoyo que esta huelga
despertó en sectores de trabajadores, las enormes movilizaciones
democráticas frente a la represión a las que dio origen
muestran que este proceso adelantó las importantes contradicciones
que el nuevo gobierno de Fox tendrá que enfrentar para
asentarse.
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