América
Latina es escenario de profundos procesos de lucha de masas.
Hace un poco más de un año, durante el verano
del 2.000, una amplia oleada de lucha obreras, campesinas,
indígenas y populares, con epicentro en la convulsionada
Región Andina, pero que abarcó a otros países:
Costa Rica, Paraguay, Argentina.
Hoy una nueva ola de convulsiones políticas y movilización
social ha comenzado a extenderse: el nuevo levantamiento
indígena en Ecuador a principios de febrero; la crisis
nacional de marzo y el paro de 24 hrs. en Argentina; el
paro general del 22 de marzo en Colombia; la incesante agitación
en Bolivia que parece acercarse a una nueva erupción-;
los importantes paros petroleros, del acero y los maestros
que marcan el fin de la paz social en Venezuela;
la virtual agonía del gobierno y la masiva movilización
campesina en Paraguay...
En algunos de los procesos más agudos surgieron formas
novedosas de organización y métodos radicalizados
de lucha: En Ecuador, sobre la base del gran levantamiento
campesino e indígena del 21 de enero del 2.000 se
conformó un Parlamento Popular. En Bolivia,
en abril del año pasado, la Coordinadora por el Agua
y la Vida centralizó la rebelión de Cochabamba
y en septiembre un nuevo levantamiento campesino conmovió
al país. En Argentina, los masivos paros generales
y el ascendente movimiento de desocupados, generalizando
el arma de los piquetes y cortes de ruta, mostraron
la extensión de la protesta.
Estas valiosas experiencias son dignas de la mayor atención:
las masas comienzan a labrar con sus propias manos peldaños
en la construcción de una subjetividad superior para
el movimiento obrero y popular. El objetivo de esta nota
es acercarnos, desde éste ángulo, a algunas
de las experiencias más avanzadas, que ofrecen lecciones
de una extraordinaria actualidad.
INTRODUCCIÓN
La
cuestión fundamental de nuestra época es la
del sujeto social y político capaz de llevar a cabo
una transformación radical de la sociedad. Para el
marxismo revolucionario, la esencia de este problema radica
en la preparación subjetiva del proletariado y sus
aliados para hacer frente a las tareas que le plantea nuestra
época: las tareas de la revolución obrera
y socialista a escala mundial.
Nuestro momento histórico se caracteriza por la contradicción
extremadamente aguda entre la madurez de las condiciones
objetivas el agotamiento de las posibilidades históricas
del capitalismo y la polarización de la sociedad
entre explotados y explotadores- y el retraso del factor
subjetivo.
Esto no es nuevo: la conciencia de la sociedad siempre
queda rezagada con respecto a las condiciones objetivas
del desarrollo, y esto lo vemos reflejado a escala gigantesca
en el destino del proletariado podía escribir
Trotsky hace ya muchos años1. Es ante las grandes
convulsiones que sufre la humanidad periódicamente
que, al quedar al desnudo la necesidad aguda, profunda
e impostergable de efectuar un cambio en la estructura social
el factor subjetivo puede revolucionarse y ponerse en línea
con las necesidades históricas. Por supuesto, la
visión marxista no entiende la subjetividad como
un simple reflejo del desarrollo automático de las
condiciones objetivas. El movimiento obrero y de masas necesita
avanzar en su preparación material e ideológica
durante las etapas anteriores a la revolución.
Hoy,
sin embargo, el retraso de la conciencia respecto a la existencia
es extremo, con una aguda crisis de la subjetividad del
proletariado, en la que pesan gravosamente las secuelas
de décadas de ofensiva burguesa-imperialista sobre
la clase obrera internacional y el salto en la subordinación
de las viejas organizaciones dirigentes al orden burgués.
Los trabajadores tienen escasa confianza en sus propias
fuerzas y del imaginario colectivo ha sido excluida la idea
misma de un cambio social radical. En los sectores más
concientes y activos no son visibles la revolución
social como perspectiva ni la colosal fuerza social y política
que representa en potencia el proletariado. No hay corrientes
marxistas revolucionarias con cierta influencia.
Evidentemente, la renovación de la subjetividad de
la clase obrera y sus aliados sociales será un proceso
difícil, desigual y contradictorio, no estará
exento de derrotas y fracasos, y cubrirá un período
considerable. Por este camino, el movimiento obrero deberá
avanzar en la reconstrucción en un sentido revolucionario
del conjunto de sus organizaciones, sus métodos de
acción y lógicas reivindicativas, su ideología
y su conciencia, en la selección de una nueva dirección,
que le coloquen en las mejores condiciones posibles para
los futuros enfrentamientos decisivos de la lucha de clase.
Desde el punto de vista de la lucha de clases, atravesamos
una etapa preparatoria a nivel internacional,
en la cual no predomina todavía el enfrentamiento
abierto entre la revolución y la contrarrevolución2
(aunque van reuniéndose las condiciones materiales
para una eclosión superior). La clase obrera no ocupa
el centro de la escena política, no hay aún
una amplia radicalización, y los procesos más
agudos se dan más bien en los márgenes, en
zonas de eslabones débiles del capitalismo
mundial.
En
la actual situación internacional se combinan:
El agravamiento de las contradicciones económicas,
sociales, políticas y culturales del capitalismo
imperialista, que está en la base del proceso de
deslegitimación social y pérdida de
consenso de la dominación del gran capital.
Una creciente tensión de la lucha de clases, que
se está traduciendo en América Latina en la
creciente movilización de masas, en la lucha de pueblos
oprimidos como los palestinos, y en el retorno de la protesta
social en Europa que señalan muchos analistas.
La extensión del movimiento anticapitalista internacional,
desde los países centrales, que muestra el despertar
a la vida política y los pasos incipientes de radicalización
de una nueva generación de vanguardia.
Un proceso de reversión ideológica
con la crisis del discurso neoliberal y la búsqueda
de explicaciones profundas a la crisis de la humanidad.
Estos elementos comienzan a brindar una base material más
favorable para avanzar en la reconstitución de la
subjetividad obrera, pues sólo a través de
la más amplia experiencia en la lucha de clases podrá
avanzarse: La acción política (...)
proporciona a los obreros la educación para la revolución3
afirmaba el viejo Engels.
Es en el proceso vivo de la lucha de clases, a través
de la unificación de sus filas y su diferenciación
política, como lo espontáneo, forma
embrionaria de lo consciente, deviene consciente.4
Éste es el terreno, en suma, donde está planteada
la lucha por recomponer la continuidad del marxismo revolucionario
y dar pasos en la superación de la crisis histórica
de dirección revolucionaria del proletariado.
A
la luz de estas consideraciones generales ¿qué
muestran las grandes luchas de masas a que hemos asistido
en América Latina?
Un rasgo de gran importancia es que algunas de sus expresiones
más avanzadas muestran cómo, en los grandes
procesos de movilización social, se hace sentir la
necesidad de formas más amplias y democráticas
de organización para la lucha y de métodos
más radicales de acción. En estas tendencias
se manifiesta la inclinación de las masas a tomar
en sus propias manos los problemas más acuciantes,
a encarar los grandes problemas nacionales, a liberarse
de la sumisión a los mecanismos normales de dominación
de la burguesía y su Estado. Estas experiencias apuntan
hacia un enfrentamiento de clases mucho más desarrollado,
de la autoorganización y la democracia directa para
la lucha.
De esta manera, las han comenzado a sembrar valiosos jalones
todavía parciales, inacabados, confusos en
sus ideas e ilusiones- en el camino de una recomposición
progresiva de su subjetividad.
Sin
embargo, es muy poca la atención política
y la reflexión teórica que han recibido, y
no sólo entre el mundo académico,
sino entre los medios de izquierda. Además, la mayoría
de los análisis sobre estos procesos de masas no
profundizan en torno a las nuevas formas político-organizativas
y sus métodos radicalizados.
En cuanto al método, podemos esquematizar dos grandes
líneas de interpretación:
Una visión privilegia lo superestructural
y concibe las acciones espontáneas de las masas como
pasos primitivos o elementales de protesta,
sin continuidad o perspectiva propias, que deberán
dejar el lugar a formas más elevadas
e institucionalizadas de lucha, entendido esto
como el accionar sindical y reivindicativo,
por un lado, y político -parlamentario
o municipal, por otro. Esta concepción es funcional
a las necesidades de las direcciones reformistas y populistas,
cuya lógica es rearticular mediaciones
que impidan una ruptura subversiva de las masas con el orden
constituido.
Otra visión, menos difundida, asigna una primacía
unilateral a la espontaneidad. Se impacta de
manera impresionista, tomando estas formas en sí
mismas, como algo dado. Esta línea interpretativa
es funcional a las concepciones autogestionarias,
basistas (como se decía en los 70), no
dilucida sus contradicciones internas ni el papel de las
direcciones existentes y es impotente para desarrollar su
potencial subversivo.
En contraste, el método marxista permite hacer un
análisis concreto de estos fenómenos, penetrando
en las relaciones internas, en sus contradicciones y su
dinámica. Se trata, como decían Marx y Engels,
de representar en el presente del movimiento, el futuro
del movimiento5, es decir, de comprender estos fenómenos
parciales en conexión con la totalidad del movimiento
social en su perspectiva histórica. Trataremos de
seguir esta guía metodológica. En este trabajo
no pretendemos, por supuesto, abarcar el conjunto de la
riquísima y compleja problemática del sujeto
histórico6.
Nos limitaremos a abordar algunas de las experiencias recientes
en la región que consideramos particularmente significativas:
Ecuador, Bolivia, Argentina.
Consideramos como hilo conductor de este análisis
tres aspectos: a) el carácter del enfrentamiento
social y político; b) las formas organizativas novedosas
y c) los métodos de acción utilizados; examinando
algunas de sus enseñanzas fundamentales desde el
punto de vista de una estrategia obrera independiente.
I-
Procesos de lucha de masas en América Latina
Desde
el último tercio de los 90, América Latina
se ha convertido en un laboratorio de fenómenos sociales
y políticos, al calor de la tendencia ascendente
de la lucha de clases.
En la base están las profundas transformaciones económicas
y sociales que impuso la penetración imperialista
durante la década pasada. En las alturas, la crisis
política y la creciente inestabilidad que invade
a la región, socavando a los regímenes políticos
y llevando a la ingobernabilidad que temen tanto
la burguesía y el imperialismo.
Este es el terreno en que sectores avanzados de las masas
latinoamericanas están realizando una importante
acumulación de experiencias política y de
lucha. Destacaremos algunos elementos de este proceso:
a)
Crece el desgaste político de la democracia
para ricos y de los mecanismos de dominación
política de la burguesía. Mientras se ahonda
la crisis de los sistemas tradicionales de partidos, hay
un fuerte desprestigio de los Parlamentos, la justicia y
otras instituciones claves, a ojos de amplias capas sociales.
Esta experiencia tiende a avanzar, a pesar del papel disolvente
que juegan diversas mediaciones populistas o reformistas,
desde el chavismo en Venezuela al PT en Brasil, desde Pachacutic
en Ecuador al FSLN en Nicaragua, que se ubican para impedir
una ruptura con la democracia formal.
b)
Está en retroceso el discurso ideológico neoliberal,
privatista y proimperialista que dominó en los 90.
Y hay una acumulación de experiencia política
en sectores de las masas que se vienen movilizando, que
comprueban en la lucha sus propias fuerzas y comienzan a
identificar al enemigo con más claridad
en el imperialismo norteamericano, en el FMI, en el gran
capital financiero, entre los grandes propietarios.
c)
Hay un vasto y profundo proceso de emergencia de los oprimidos
y una intensificación de la lucha de clases, que
ha abierto situaciones prerrevolucionarias en varios países,
como en Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay o Argentina,
con levantamientos de rasgos semiinsurreccionales como los
de Ecuador y Bolivia, y múltiples manifestaciones
de protestas y movilización social. El campesinado
y las masas indígenas del continente protagonizan
un vasto ascenso desde México al país Mapuche,
desde Colombia a Brasil, que ha fortalecido y renovado a
poderosas organizaciones de masas, desde el MST brasileño
a la CONAIE en Ecuador o la FNC en Paraguay. Hoy este proceso
tiende a combinarse con luchas urbanas y obreras, como muestran
los paros generales en Argentina y la agitación en
las ciudades de Bolivia. Vastos sectores populares participan
de este proceso, desde pequeños productores amenazados
por la ruina, sin techo, a capas medias que
se movilizan tras reclamos democráticos. Diversas
luchas estudiantiles, desde México a Chile, muestran
la inquietud en sectores de la nuevas generaciones.
d)
La irrupción de un nuevo movimiento campesino e indígena
ha sido el proceso sociopolítico más espectacular
de los últimos años. Este movimiento, que
muestra en sus grandes acciones su potencial y combatividad,
está planteando la cuestión fundamental
de la autodeterminación pone en
el centro del debate nacional sobre la reforma agraria,
la emergencia de la organización campesina de base,
desarrollaron sus propias estructuras y líderes,
y no debían nada a ningún partido. 7
Su ascenso se produce en respuesta a la brutal presión
del gran capital y del imperialismo contra el territorio,
las condiciones de vida y la cultura de las masas rurales.
Este proceso está en la base de las ocupaciones de
tierras en Brasil, de los grandes levantamientos en Ecuador
y Bolivia, del fortalecimiento de las FARC en Colombia,
de la lucha andina en defensa de la coca, de las multitudinarias
manifestaciones que acompañaron el recorrido zapatista
en México.
e)
Un nuevo movimiento obrero comienza a dar sus primeros pasos
al calor de estos procesos de movilización social
y crisis política, si bien la clase obrera no ha
entrado aún en escena como fuerza social autónoma,
es parte de este proceso. Desde Costa Rica y Colombia hasta
Argentina y Uruguay en los últimos doce meses se
han registrado más de una docena de paros nacionales,
así como centenares de huelgas, luchas de resistencia
o movilizaciones parciales, mostrando las tendencias a su
recuperación luego de años de duros golpes
bajo la ofensiva capitalista.
f)
Una nueva generación comienza a despertar a la vida
política, en las luchas universitarias y estudiantiles
como en México y Chile, en las movilizaciones democráticas
como en Perú o Paraguay, o reflejando al movimiento
juvenil anticapitalista internacional que irradia desde
los países centrales. En ella, buscando respuestas
profundas a la crisis general de la sociedad, se incuban
los elementos de una nueva vanguardia que da sus primeros
pasos hacia la radicalización política.
Tendencias
avanzadas de la movilización
La
movilización de masas tiende a la lucha política
contra los programas neoliberales y los gobiernos
que los administran, llevando al cuestionamiento de los
regímenes de la democracia para ricos
y del ordenamiento estatal. Esto se expresó abiertamente
en los levantamientos en Ecuador y Bolivia y en la gran
lucha contra el Combo energético en Costa
Rica8.
En las grandes acciones, que concitan la energía
y espontaneidad de las masas, se expresan las tendencias
a superar la fragmentación y dispersión en
las filas de la clase obrera y de las masas pobres, así
como a la convergencia del campo y la ciudad, planteando
de hecho la necesidad de la alianza obrera y popular.
En los levantamientos, rebeliones, bloqueos de caminos y
enfrentamientos con las fuerzas represivas, en la lucha
por el control del territorio que implican los bloqueos
o en el embrión de autodefensa que son los piquetes,
se manifiestan las tendencias a la guerra civil. Según
una definición clásica del marxismo la
guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha
de clases cuando ésta, al romper los marcos de la
legalidad, llega a situarse en el plano de un enfrentamiento
público y, en cierta medida físico, de las
fuerzas en oposición9. Así se expresa
la dinámica subversiva del orden vigente que tiende
a tomar la movilización de masas y se inicia un entrenamiento
militar valioso para las capas avanzadas.
Es en estos procesos que han surgido las formas de organización
más avanzadas y democráticas, frente único
de las masas para la lucha, como los parlamentos
en Ecuador y de la Coordinadora en Bolivia; o en los piquetes
en Argentina. La extraordinaria lucha de los estudiantes
de la UNAM, en México, que desde mediados del 99
mantuvo paralizada a la UNAM por más de diez meses
se sostuvo en torno al CGH (Comité General de Huelga),
entre otros ejemplos.10
Estas
experiencias de organización, y en sus métodos
de combate, son los elementos más avanzados.
No hay tendencias a la independencia política, ni
una vanguardia radicalizada con influencia, que tienda claramente
a la revolución. Todo esto abre espacio en este período
para el programa reformista de las mediaciones actuales.
Sin embargo, sectores de masas han dado importantes pasos
adelante en las reivindicaciones levantadas. Desde las demandas
democráticas y de autodeterminación levantadas
por el movimiento campesino e indígena de Ecuador
y Bolivia, en el rechazo a las privatizaciones, como en
Costa Rica, o en la progresiva demanda de ¡trabajo
para todos! de sectores de desocupados en Argentina,
o en el sentimiento antiimperialista, como muestra el repudio
al Plan Colombia o las protestas contra el ALCA.
II.-
Tres experiencias: Ecuador, Bolivia, Argentina
Dentro
de la multiplicidad y riqueza de estos primeros ensayos
del movimiento de masas, se expresan dos grandes vertientes:
a) al frente único sobre la base de las organizaciones
existentes obreras, campesinas y populares- y mediante
el acuerdo de las direcciones actuales (ante situaciones
de crisis política aguda y protestas de masas). Es
el caso de Ecuador y Bolivia, donde el principal protagonista
en este período es el movimiento campesino y la intervención
del proletariado es menor.
b) a la creación de organismos originales desde la
base, en sectores no previamente organizados o cuando las
organizaciones oficiales del movimiento obrero están
en contra de la movilización. Es el caso de las principales
experiencias del movimiento de desocupados en Argentina.
Ambas vertientes no son excluyentes, al contrario, se combinan
en el proceso vivo y cambiante.
Ecuador:
El levantamiento de enero del 2000 y los Parlamentos populares
Desde
principios de 1997, cuando una masiva rebelión obrera,
campesina y popular derribó a Bucaram, el país
ha atravesado un proceso revolucionario plagado de convulsiones
económicas, políticas y sociales. El año
2.000 se inició con una agudización de la
crisis. En medio de grandes brechas en las alturas, el gobierno
de Mahuad agonizaba.
En estas condiciones se produjo una nueva irrupción
del movimiento campesino e indígena ecuatoriano,
que ha venido protagonizando a lo largo de la década
un amplio proceso de organización y movilización,
incluyendo a cuatro grandes levantamientos nacionales. Al
calor de este proceso se ha fortalecido la CONAIE (Confederación
de Nacionalidades indígenas del Ecuador), sobre la
base de organizaciones troncales como Ecuarrunari y la FENOC11.
El movimiento combina la resistencia a los planes proimperialistas
de los sucesivos gobiernos con la lucha por la tierra y
por la autodeterminación.
El
21 de enero
Este
levantamiento señaló un hito en la lucha política
de masas, como una gran acción protagonizada esencialmente
por el movimiento campesino e indígena, que planteó
abiertamente el problema del poder político cuestionando
al gobierno de Mahuad y orientándose hacia una salida
política por fuera de las instituciones normales
de la democracia para ricos. Esto, aunque la
dirección de la CONAIE impuso una política
de apoyo a los militares sublevados y un programa tibiamente
reformista.
La rebelión avanzó con bloqueos y varios miles
de campesinos e indígenas convergiendo hacia Quito
a pesar del despliegue represivo, donde tomaron el Congreso
y otros edificios públicos. Allí se combinó
con la sublevación de un ala de la oficialidad media
para dar por tierra con el gobierno e imponer fugazmente
una Junta de Salvación Nacional integrada
por el Cnel. Lucio Gutiérrez, Antonio Vargas, líder
campesino, y un ex juez. Entre tanto, entraban en huelga
los trabajadores del estratégico sector petrolero
y de la electricidad.
El levantamiento reclamaba la disolución del Congreso,
la depuración de la justicia y un programa económico
no neoliberal: una economía mixta
de mercado solidario. En lo político proponía
la implantación de una Junta de Gobierno, un Consejo
de Estado y el Parlamento de los Pueblos, para arribar
a un Estado Plurinacional y Multiétnico12.
Es decir, un plan de reformas fundamentalmente políticas
que no planteaba la ruptura con la gran propiedad capitalista
de la tierra y las empresas.
El levantamiento fue concebido por la dirección de
la CONAIE y Pachacutic13 como una gran movilización
pacífica y con escasa participación obrera
y urbana y estaba subordinado a la conspiración militar.
Al no tener un programa de unidad con el movimiento obrero
e independiente de los militares y la izquierda burguesa,
el movimiento quedaba sin ninguna perspectiva propia. El
fracaso del Cnel. Gutiérrez en ganar el apoyo del
conjunto de las FF.AA., desarticuló el intento y
el gobierno quedó en manos de Noboa (el vicepresidente)
en reemplazo de Mahuad, con lo que la burguesía retomó
la iniciativa política y el control de la situación.
De esta forma el levantamiento terminó en una dura
derrota política para las masas.14 La responsabilidad
política recae en la dirección de CONAIE y
Pachacutic. Es una responsabilidad compartida con el bloque
maoísta-stalinista, que mantuvo una política
divisionista, negándose a coordinar las fuerzas del
campo y la ciudad donde influye en elmovimiento sindical
y estudiantil-, mientras cortejaba a los mismos sectores
del personal político de la burguesía: militares,
curas y jueces-, y apoyaron a la Junta en nombre
de un gobierno de soberanía y unidad nacional15
Tras el fracaso de su proyecto frentepopulista, la CONAIE
se orientó a la negociación con Noboa y se
reconcilió con la democracia: Pachacutic
es parte hoy de los gobiernos municipales en muchas provincias.
A pesar de la impresión que causaron los acontecimientos
a nivel internacional y en particular en la izquierda, que
se impactó con los discursos iniciales de Antonio
Vargas, su programa era limitadamente reformista y como
reconocía un dirigente pocos entienden que
el indígena es un movimiento que, a partir de un
discurso que puede parecer radical, fuerza lo posible16
La base campesina estuvo muchas veces más a la izquierda
que los dirigentes, como se reflejaría después
en las tensiones y críticas internas a Antonio Vargas.
La derrota del 21 no significó sin embargo una estabilización
duradera del Ecuador, a pesar de la imposición del
programa de dolarización. Diversas movilizaciones
de trabajadores y campesinos se han sucedido desde entonces
y en los primeros días de febrero de este año
un nuevo levantamiento (que culminó con el paro nacional
del 7 de febrero y una enésima negociación
con el gobierno) se demostró la recuperación
de las masas ecuatorianas, a pesar de la política
conciliadora de los dirigentes indigenistas, socialdemócratas
y mao-stalinistas.
Los
Parlamentos populares
En
los días previos al levantamiento del 21 se fue estructurando
el Parlamento Nacional de los Pueblos del Ecuador,
constituido con la participación de 21 Parlamentos
Provinciales, innumerables Parlamentos Comunales, Cantonales
y Barriales que se arrogaba haber asumido directamente
el ejercicio de la soberanía nacional y llamaba
a la disolución de los poderes del estado17. El llamado
a constituirlos partió de Antonio Vargas y la dirección
de Pachacutic, reiterando una mecánica típica:
direcciones burocráticas y reformistas se ven obligadas
por el conjunto de las circunstancias políticas a
buscar un punto de apoyo más firme entre las
masas, y éstas, a su vez, se vieron empujadas a la
acción. 18
Al impulsar los parlamentos trataban de encontrar
un punto de apoyo en la movilización de masas para
el proyecto de frente popular con el Cnel Gutiérrez
y sus oficiales, así como una palestra para apuntalar
la colaboración con los representantes de izquierda
de la clase dominante. En efecto: Previo a la instalación
del Parlamento Nacional, la CONAIE, los sindicatos, organizaciones
de profesionales y no gubernamentales, empresarios y religiosos
establecieron en diversas provincias parlamentos populares
como autoridades alternativas. En la serrana provincia de
Azuay, 500 kms. al sur de Quito, el parlamento popular presidido
por el arzobispo de la ciudad de Cuenca, Luis Alberto Luna
Tobar, se instaló el domingo con la participación
de más de 50 delegaciones. Esos parlamentos, que
discuten los problemas regionales, elaboraron propuestas
para presentar a un parlamento nacional, que se instalará
este martes en Quito.19
La base de los Parlamentos estaba en las organizaciones
campesinas e indígenas, pero la mayoría de
los sindicatos y organizaciones estudiantiles no participaron;
ante todo, por la política divisionista de los maoístas
que, empeñados en su disputa de aparato con pachacutec,
habían intentado crear su propio Congreso del
Pueblo sin éxito.20
Los Parlamentos comenzaban a constituirse en centralizadores
de la movilización social en varias provincias (eran
mucho más débiles en Quito y Guayaquil). Algunos
análisis insistieron en la situación
de doble poder que imperó en Ecuador durante unos
días, y en que aún después del
21, los poderes populares locales son todavía
una escuela política, pero son también ya
centros de organización en torno de los indios de
otros sectores oprimidos o explotados21 Para el análisis
impresionista del PSTU y la LIT, se trataba de una revolución
clásica, equiparando a los Parlamentos con
soviets22.
Pero los Parlamentos populares, frentes únicos de
las organizaciones existentes nacidos de un acuerdo de los
dirigentes oficiales, no maduraron como expresión
de las aspiraciones de las bases a la democracia directa
y a la unidad para lucha. Por ello no alcanzaron a convertirse
en una autoridad reconocida por el conjunto de los trabajadores
y campesinos. Decía Trotsky, la tarea del Soviet
no consistía en transformarse en una parodia de parlamento
ni en organizar la igual representación de los intereses
de los distintos grupos sociales, sino en dotar de unidad
a la lucha revolucionaria del proletariado23 y (agregamos
nosotros), de las masas campesinas y populares. Debido a
la nefasta política de las direcciones, que los convirtió
en escenario de sus intrigas y maniobras, los Parlamentos
se fueron reduciendo a una parodia. De espaldas
a la necesidad de unir a las masas de la ciudad y del campo
en la resistencia contra la ofensiva de Noboa, se fueron
diluyendo y no volvieron a jugar un papel relevante.
Los
Parlamentos no cayeron del cielo ni fueron un invento de
los dirigentes. Se apoyan en diversos antecedentes en el
rico y convulsivo proceso ecuatoriano. En los días
de febrero del 97, en el curso del gran levantamiento contra
Bucaram, en varias provincias se reunieron Asambleas
del pueblo que centralizaron la movilización
social, y en algunos casos destituyeron a gobernadores y
otros funcionarios bucaramistas, nombrando nuevas autoridades
provisionales. En algunas empresas del Estado los trabajadores
habían expulsado a directivos y nombrado intervenciones
sindicales. Se expresaban así las tendencias a la
democracia directa y al surgimiento de un poder dual embrionario,
inmaduro.
Estas tendencias resurgieron en las distintas rebeliones
de masas durante estos años. Los Parlamentos del
21 de enero representaron el punto más alto. En las
movilizaciones de este verano (2.001), en Cotopaxi una asamblea
popular desconoció a las autoridades y proclamó
gobernador al presidente de la federación universitaria
local. En otra provincia, se ocuparon los medios de comunicación
para ponerlos al servicio del levantamiento.
Esta tradición de democracia popular de antigua raigambre
andina tiene una vertiente en los cabildos abiertosde
pueblos y ciudades, y otra en la democracia comunaria campesina.
Y es alimentada por la creciente experiencia con los mecanismos
de engaño de la democracia formal burguesa.
La clase que puede tomar en sus manos y llevar hasta el
final las aspiraciones de las masas pobres a ejercer su
propia democracia en la acción, es el movimiento
obrero ecuatoriano. El proletariado tiene una tradición
de lucha muy rica como las insurrecciones de Guayaquil
en 1922, la Gloriosa Revolución de 1944
o el gran ascenso de los 80-. Sin embargo, siempre se ha
visto disuelto políticamente en el populismo ecuatoriano,
del cual las direcciones obreras han sido siempre correas
de transmisión.
La clase obrera necesita unificar sus filas y levantar un
programa propio. La dispersión sindical y la precarización
pueden superarse por el camino de la autoorganización
y la democracia directa. En los próximos combates
de las masas ecuatorianas estará planteada profundizar
la experiencia de los parlamentos, con organismos
superiores de frente único, donde se imponga una
representación genuina de las masas en lucha, se
liberen de la influencia de los notables pequeñoburgueses
y burgueses (curas, militares, intelectuales de las ONG),
y comience a pesar la centralidad social y política
de la clase obrera, acaudillando a los pobres de la ciudad
y el campo.
Bolivia:
Abril, septiembre y la Coordinadora por el agua y la vida
El
año pasado, Bolivia se constituyó en el país
de mayores enfrentamientos de la lucha de clases, marcando
un salto en la recuperación de las masas bolivianas
y revirtiendo a favor de las mismas la relación estratégica
de fuerzas luego de 15 años de durísima ofensiva
neoliberal. El gran factor en este escenario
ha sido la irrupción en gran escala del movimiento
campesino e indígena. Durante la última década
los colonizadores del Chapare, pequeños productores
de coca, jugaron un gran papel resistiendo los planes imperialistas
de erradicación. Pero el hecho nuevo es la poderosa
reemergencia del movimiento en el Altiplano y en los valles,
protagonizando el mayor bloqueo desde 1979.
La Coordinadora de Cochabamba se constituyó en un
hito de autoorganización y de alianza entre el campo
y la ciudad. En abril como en septiembre, el enfrentamiento
alcanzó ribetes de de guerra civil y elementos de
autodefensa de masas. Al cierre de esta edición,
Bolivia parece dirigirse a un nuevo enfrentamiento de alcance
nacional con el gobierno de Banzer. El examen de estos grandes
combates y sus lecciones son, pues de una extraordinaria
actualidad.
Abril
Desde
inicios del 2.000 se iba gestando la movilización
en la ciudad y en el campo de Cochabamaba, contra la privatización
de los servicios de agua regionales a favor de Aguas
del Tunari. A principios de abril eclosiona el proceso
de movilización en la ciudad y en todo el departamento,
centralizado por la Coordinadora por el Agua y la Vida.
La declaración del estado de Sitio por el gobierno
de Banzer provocó una verdadera rebelión popular,
se generalizan los bloqueos en el campo y los enfrentamientos
con las fuerzas represivas en las calles de la ciudad. Entre
tanto, el GES (Grupo Especial de Seguridad de la policía),
se autoacuartelaba en La Paz en demanda de mejoras salariales,
abriendo una grave grieta en las fuerzas represivas.
La lucha en Cochabamba se convirtió en una semiinsurrección
popular, con barricadas en las calles y durísimos
enfrentamientos, lo que obligó al Ejército
y la policía a retirarse y dejar la ciudad en manos
de las masas durante varios días.
La fuerza decisiva de la espontaneidad liberada de las masas
se demostró en los momentos culminantes, como reconoce
Oscar Olivera, dirigente de los fabriles y principal vocero
de la Coordinadora: El jueves se nos comunicó
que iba a haber la primera reunión (para abrir un
diálogo con las autoridades) La gente cercó
la prefectura y todas las autoridades quedaron retenidas
dentro. Ahí nos dimos cuenta de que el problema era
bastante grave porque nosotros perdimos el control sobre
la gente. Esa misma noche (...) nos detuvieron a todos los
de la Coordinadora (...) A las tres de la madrugada vinieron
a decirnos que el gobierno se había equivocado y
que nos consideráramos libres. Ese hecho motivó
a la gente a salir adelante.
El viernes la gente se vino en masa y decidió quedarse
en la plaza hasta que el asunto se defina. (...) Empezó
la reunión, cuando nos comunicaron que estaban llegando
refuerzos militares de La Paz y Santa Cruz. Debía
haber unas 50.000 personas y todos se dispersaron para preparar
la batalla.24
Compañeros de la LORCI, testigos de estas jornadas,
escribían: No pudiendo contener toda esa energía,
y cuando ya ni los gases ni los balines eran suficientes,
las balas de guerra reemplazarían a éstas,
provocando un muerto y más de 30 heridos. La ira
de la población ante tal masacre no tuvo límites
y quemó aquellos edificios que los representaba:
la escuela de Suboficiales, el Grupo Especial de Seguridad
(GES), sus motocicletas, así como el edificio de
la ex CORDECO (Corporación de Desarrollo de Cochabamba).
Luego de 10 horas de combates y producto del amotinamiento
del GES en La Paz, la policía se encontraba moral
y físicamente derrotada 25
Las masas consagraron su triunfo tomando la plaza central
de la ciudad, espacio simbólico del poder,
en torno a la cual se batalló en los días
anteriores. Allí se reunieron masivos cabildos abiertos
de decenas de miles de personas, ante los cuales se manifestaba
la Coordinadora y se discutían las grandes decisiones.
Entre tanto, se extienden los bloqueos campesinos en varias
zonas del país, sobre todo en el Altiplano norte
paceño, como en Achacachi. Allí, los campesinos
indignados por la brutal represión militar matan
a golpes a un capitán del Ejército.
En varias ciudades, como en Oruro, Sucre y Potosí
se dieron importantes movilizaciones populares con diversos
reclamos populares y en La Paz los estudiantes chocan con
la policía.
Finalmente, después del 12 de abril, Banzer, debilitado
y en medio de una enorme crisis en el régimen, debió
retroceder en la privatización del agua y levantar
el Estado de Sitio. La lucha no alcanzó a nacionalizarse,
ante todo por la política de las direcciones, en
particular la COB que hicieron todo lo posible por limitar
el conflicto.
Sin embargo, Bolivia ya no sería la misma: la rebelión
de Cochabamba abrió una nueva situación, con
las masas a la ofensiva, el gobierno y el régimen
duramente deteriorados, y una extraordinaria experiencia
de lucha y organización conquistada, mientras cundían
la alarma y la desazón entre la clase dominante y
sus políticos.
La
Coordinadora por el Agua y la Vida
Esta
fue la gran conquista político organizativa de las
masas cochabambinas que permitió centralizar en la
acción, democráticamente, a todos los sectores
de las masas en lucha, sellando una alianza entre la ciudad
y el campo. La Coordinadora era un organismo amplio de frente
único que reunía a un amplio espectro de organizaciones
obreras, campesinas: los comités de regantes campesinos
que dependen del agua de riego-, los sindicatos ante
todo la federación de fabriles, así como el
magisterio; juntas vecinales, ONGs, partidos políticos,
etc.
La COD (Central Obrera Departamental) se vio sobrepasada
y debió integrarse a la Coordinadora, mientras el
Comité Cívico ente de las fuerzas
vivas controlado por la burguesía regional-
se eclipsaba.
Al calor de la rebelión de las masas la Coordinadora
expresó las tendencias a la autoorganización
y a la democracia directa, a pesar de la política
negociadora de la mayoría de los dirigentes.
Este papel progresivo se apoyaba en las masivas asambleas
populares que llenaban la Plaza 14 de Septiembre, y en el
momento más álgido de la lucha, cuando en
torno al centro urbano surgieron las barricadas, éstas
se constituyeron como un embrión fugaz de autodefensa
de masas, donde los jóvenes guerreros del agua
se batían con las fuerzas de seguridad apoyándose
en el respaldo multitudinario de la población.
Luego del triunfo, la Coordinadora se mantuvo organizada,
aunque se institucionalizó y quedó
bajo control de las direcciones oficiales. Volvió
a actuar en septiembre, aunque esta vez la alianza de clases
urbanas y rurales que le dio la preponderancia en abril,
no se reeditaría, ya que la ciudad estuvo casi ausente.
Y hoy puede jugar un rol importante en las nuevas movilizaciones.
La Coordinadora es el ejemplo más alto de las tendencias
a la autodeterminación y la democracia directa, así
como un doble poder en abril, en el pico de la movilización.
Apunta en esta dirección G. Linera al escribir: La
Coordinadora pudo derogar y cercar al estado por más
de una semana, no sólo porque obligó a sus
tropas a encerrarse en los cuarteles y a pedir permiso para
recibir sus alimentos. El Estado comenzó a disolverse
porque la multitud desplegó formas de participación
política asambleística que devolvían
al ciudadano el control y la responsabilidad directa de
sus asuntos (...)26
Fue la negativa de la mayoría de las direcciones
a dar algún paso en el sentido de nacionalizar la
lucha y la falta de centralidad política del proletariado
a nivel nacional lo que impidió que sobre el ejemplo
de la Coordinadora cochabambina surgiera un Comité
de Huelga o una Coordinadora nacional que sellara la alianza
obrera, campesina y popular.
Septiembre
Un
segundo y amplio embate del movimiento campesino e indígena
estremeció a Bolivia en este mes, reafirmando y ampliando
la relación de fuerzas impuesta con la semiinsurrección
cochabambina.
Esta vez, las ciudades, salvo la huelga del magisterio por
salarios y otra reivindicaciones, tuvieron poca repercusión
y no se reeditó la unidad entre el campo y la ciudad
que se había logrado en Cochabamba en torno al reclamo
del agua y la Coordinadora.
Sin embargo, el levantamiento campesino tuvo alcance nacional,
basándose en los núcleos fundamentales del
movimiento campesino e indígena: Achacachi y el Altiplano
norte paceño, semillero histórico de las sublevaciones
agrarias aimaraes, el valle cochabambino, el Chapare de
los cocaleros.
El movimiento campesino reclamaba la reforma de la Ley INRA
(de reforma agraria) y otras demandas, y en el Chapare,
la defensa de los cultivos de coca y que no se construyeran
tres nuevos cuarteles financiados por los yanquis.
Los campesinos -dirigidos por la CSUTCB, liderada por el
Mallku Quispe, aymará e indianista-,
cortaron con cientos de bloqueos masivos las rutas más
importantes del país y aislando a las principales
ciudades, como Santa Cruz, Cochabamba y La Paz-, paralizando
el tránsito de mercancías y personas y amenazando
con el desabastecimiento a las ciudades.
La bárbara represión desatada por el gobierno,
con más de 10 muertos y numerosos heridos a bala,
así como muchos detenidos, no logró quebrar
el movimiento y más bien provocó una radicalización
del enfrentamiento.
Estaba en disputa no sólo el derecho al tránsito,
sino el control del territorio. La rebelión campesina
cuestionó abiertamente la autoridad estatal y el
orden vigente, en un episodio de guerra civil territorial
que incluyó formas organizadas y generalizadas de
autodefensa de masas. Las tácticas militares campesinas
tornaban inefectivo el despliegue militar de tanques y tropas
a menos que los mandos se arriesgaran a una masacre
generalizada de efectos impredecibles-.
La organización de los distintos aspectos de la lucha
recayó sobre las asambleas de comunidad y los sindicatos
de base, mostrando la efectividad y capacidad organizativa
de la democracia directa de base comunitaria. La juventud
campesina jugó un rol de vanguardia en el enfrentamiento,
y a los dirigentes nacionales les costó no poco esfuerzo
encarrilar el proceso a la negociación posterior.
La fuerza de la movilización multitudinaria, a través
de estos métodos, insufló rasgos de poder
dual territorial a los sindicatos campesinos de base, (como
ocurrió en otras fases de ascenso de las masas agrarias),
mientras que la superestructura de la CSUTCB permanecía
como el ámbito de los dirigentes oficiales.
Después de varios días de heroica lucha campesina,
el Mallku Quispe y luego Evo Morales, el líder
cocalero, buscaron una salida en negociaciones por separado
con el jaqueado gobierno de Banzer. Una vez más,
como en abril, la política de las direcciones fue
un obstáculo para la movilización y la unidad
obrera y campesina. La COB se negaba abiertamente a impulsar
la lucha. El programa de Quispe, con su doble juego de cerco
a las ciudades y discurso indianista, mientras buscaba
la negociación con el gobierno alejaba la posibilidad
de unir a las masas trabajadoras urbanas con la rebelión
campesina. Además, el Mallku optó finalmente
por negociar por separado rompiendo la unidad entre el Chapare
y el Altiplano. La CSUTCB se vio en una crisis y divisiones
entre los distintos sectores dirigentes como mostró
el congreso de enero de este año en Oruro.
Democracia
directa y Asamblea Constituyente
Abril
y septiembre, desnudaron la enorme deslegimitación
social y política del débil Estado boliviano,
así como la extrema gravedad de las tareas estructurales:
la cuestión de la tierra, los derechos a al plena
autodeterminación de los pueblos originarios, la
miseria y el desempleo, la humillante entrega al imperialismo.
Así pusieron sobre el tapete la necesidad de reorganizar
el país sobre nuevas bases.
Todo el reformismo y progresismo boliviano,
desde el PCB al Movimiento Sin Miedo, intenta escamotear
una respuesta independiente de los obreros y campesinos
a esta crisis nacional, planteando el llamado a una Asamblea
Constituyente, desde tesis como la democracia participativa
o el poder constituyente a la venezolana. Es
decir, proponen una política de reformas en las instituciones
políticas sin romper con la gran propiedad ni con
el imperialismo.
Esta forma de plantear la cuestión opone el programa
engañoso de perfeccionamiento de la democracia
formal semicolonial, fundada en la explotación y
opresión de obreros, campesinos e indígenas;
a la democracia directa y a las legítimas aspiraciones
democráticas de las masas.
La corriente autogestionaria que orienta García
Linera, a pesar de su reivindicación de la democracia
directa y de la Coordinadora, fracasa en ofrecer una alternativa
consecuente a la trampa del reformismo tradicional.
En Así Es, vocero de esta corriente, se puede leer
por ejemplo: la Asamblea Constituyente se perfila
como una instancia de nuevo tipo gestada desde la propia
sociedad civil para discutir y decidir sobre los asuntos
colectivos (...) Para la Coordinadora de Defensa del Agua
y la Vida se entiende como una gran reunión soberana
de representantes ciudadanos que habiendo sido elegidos
por sus organizaciones barriales, urbanas, sindicales, campesinas,
comunales, etc., traen proyectos de cómo organizar
la vida política del país (...) Y todos esos
acuerdos tomados, son de ejecución inmediata. De
aquí que la Asamblea Constituyente es un poder soberano
(...)27
Esto es una completa confusión, pues una Asamblea
Constituyente, por democrática y amplia que sea,
no deja de ser una institución de la democracia burguesa.
No puede planteársela como un equivalente a escala
nacional de la democracia directa de las masas movilizadas,
como tendía a ser la Coordinadora. Ésta se
apoyaba directamente en el levantamiento insurreccional.
¿Puede imaginarse en una Constituyente soberana,
sin un gobierno provisional de las organizaciones obreras
y campesinas que la garantice? ¿Mientras el pueblo
delibera Banzer, la burguesía, los militares, el
imperialismo, esperan la decisión puertas afuera?
Así Es combina su orientación democrática
con un programa mínimo de autogestión del
Agua. Sería una conquista de las masas y una gran
escuela política el imponer la administración
directa de obreros y usuarios sobre este servicio. Pero
¿puede plantearse como exitosa la gestión
del poder público en un tema específico, el
agua28, sin plantear que hay que revertir todas las
capitalizaciones de empresas públicas
y derrotar al conjunto del plan burgués?
Esta política lleva a desnaturalizar la Coordinadora
como lo que debe ser: un instrumento de las masas para la
autoorganización democrática y unitaria para
la lucha. García Linera y sus seguidores confunden
los órganos de democracia directa; la lucha por la
mayor libertad política, agotando la experiencia
con la democracia formal o representativa (y para ello es
útil la lucha por una Constituyente sobre las bases
de la ruina del régimen actual); y la necesidad de
un régimen superior que sólo puede lograrse
mediante la toma del poder político por las organizaciones
democráticas de la masas .
De esta manera, el programa autogestionario
termina siendo en la práctica la sombra de izquierda
del programa reformista de las direcciones burocráticas,
enemigas cerradas de la autoorganización y la democracia
directa.
Para terminar, señalemos que en el Manifiesto de
la LOR-CI que publicamos a continuación de esta nota,
desarrolla la política ante estos importantes problemas.
El
sectarismo del POR
Un
párrafo aparte merece el POR- Masas, tradicional
corriente que se reclama trotskista. Ante estos candentes
problemas, reeditó por enésima vez su impotencia
sectaria: en abril como luego en septiembre-, jugando
un rol importante desde el magisterio, y contando con Miguel
Lora como uno de los dirigentes de la Coordinadora, capituló
en todos los momentos decisivos ante las direcciones reformistas,
negándose a pelear por una perspectiva independiente
para la Coordinadora, por su extensión a nivel nacional
o por Comités de Huelga para generalizar la autoorganización
y socavar a la cúpula burocrática y reformista
de la COB. Tampoco tuvo ninguna política para la
alianza con los campesinos e indígenas, haciéndole
así el juego a las direcciones pequeñoburguesas
del movimiento campesino. Como acostumbra, el POR Masas
esconde su impotencia y adaptación repitiendo estridentemente
fórmulas abstractas (como dictadura del proletariado)
y oponiéndolas a la experiencia de las masas en lucha.
Pensando en alguien como Guillermo Lora, parece haber escrito
Trotsky lo siguiente: Oponer la consigna de los soviets,
como órganos de la lucha del proletariado, a la lucha
real de hoy, significa convertir dicha consigna en un santuario
ultrahistórico, en un ícono ultrarrevolucionario,
que pueden adorar algunos devotos, pero que no puede nunca
arrastrar a las masas revolucionarias.29
La
crisis de la COB y el papel de la clase obrera
La
Central Obrera Boliviana la histórica central
surgida de la revolución del 52- arrastra una crisis
agudísima. La base objetiva está en la derrota
histórica de 1985-86 (con la dispersión del
legendario proletariado minero tras el cierre de las minas
estatales desde 1985) y las transformaciones impuestas en
15 años de reformas liberales: desocupación
masiva, precarización, destrucción de los
sindicatos de base, etc. Pero la debilidad del movimiento
obrero es ante todo política, y una enorme responsabilidad
recae en la dirección burocrática y enfeudada
al régimen de la democracia para ricosque
ha traicionado una y otra vez la resistencia de las masas.
En Abril y septiembre una vez más la COB jugó
un rol divisionista y de freno.
La experiencia de abril mostró la tendencia a recuperar
las tradiciones de centralidad obrera en la movilización
política de masas. En este sentido, coincidimos con
García Linera cuando reconoce que: un mando
obrero ha unificado en el tiempo y en el proyecto de acción
a trabajadores del campo con trabajadores de la ciudad;
a transportistas con vendedoras de los mercados y la clase
media empobrecida.30 Precisamente, el papel de la
federación de fabriles en la Coordinadora hay
que recordar que en Cochabamba el sector fabril tiene una
larga tradición combativa- así como de los
sindicatos del magisterio urbano y rural, demuestra el potencial
dirigente y unificador del movimiento obrero.
Sin embargo, no se trata tan sólo de mando
obrero, sino de un programa obrero independiente que
muestre una salida a la nación oprimida. Y por otra
parte, es preciso que la clase obrera pueda unir sus filas
y poner en juego su papel en la producción y su peso
social para imponer su centralidad.
La división entre campo y ciudad en septiembre consolidada
por la política de las direcciones campesinas y el
rol de la COB-, ratifica la necesidad de la irrupción
obrera independiente, única clase que puede dar al
campesinado un aliado firme y un programa que unifique las
demandas de las masas.
El gran ejemplo de la Coordinadora muestra el camino para
superar la dispersión entre los trabajadores y lograr
la alianza con las heterogéneas masas populares del
campo y la ciudad. Con una política correcta basada
en la unificación de las filas obreras, la independencia
del estado y la burguesía y la democracia de clase,
es como los sindicatos y las federaciones pueden convertirse
en órganos de la autoorganización obrera.
Un Comité Nacional de Huelga o una Coordinadora nacional
pueden superar el rol frenador de la cúpula cobista
y serían el mejor método para organizar el
estado mayor coordinador que necesita una gran
lucha nacional unificada contra Banzer.
Argentina:
Piquetes, cortes de ruta y paros generales
Incluimos
en esta edición de EI dos trabajos sobre la crisis
argentina. Aquí nos limitamos a un análisis
de las experiencias avanzadas del movimiento de desocupados
y de algunas luchas obreras durante el período reciente,
como alentadores pasos iniciales de un nuevo movimiento
obrero,31 moldeado bajo la ofensiva del capital y en las
difíciles condiciones de la hiperdesocupación.
Piquete,
corte de ruta y autoorganización
En
noviembre del 2.000, se produjo un impactante levantamiento
en Mosconi y Tartagal (Salta), a raíz del asesinato
de un piquetero por la policía durante la represión
a un corte de ruta en reclamo de puestos de trabajo. El
pueblo entero se sublevó, tomó las comisarías,
retuvo a los policías como rehenes y se apoderó
de las armas policiales: La venganza se dirigió
sobre aquellos símbolos del poder y de la desgracia
popular, igual que en el santiagazo de 1993: los piqueteros
apedrearon el Hotel Pórtico Norte. Seguiría
la Unidad Regional 4 y la comisaría 36 (antes habían
incendiado la seccional 41 de Mosconi), ... el Diario El
Tribuno, la Municipalidad, el banco Nación y el Provincia...
los talleres y la confitería de la empresa Atahuallpa.32
Finalmente el gobierno debió conceder unos 1.300
puestos provisorios de trabajo y otros compromisos.
En Tartagal reaparecen las tendencias a la autoorganización
y los elementos de autodefensa popular, los rasgos semiinsurreccionales
y el poder dual embrionario que habían caracterizado
a las rebeliones de los desocupados del interior desde el
primer Cutralcazo en junio de 1.996, con los piquetes y
Asambleas Populares, y la Coordinadora de piqueteros de
Jujuy en 1997, como experiencias más avanzadas. Asimismo,
los piqueteros levantan la progresiva consigna de trabajo
para todos, que cuestionaba el plan burgués
y abre el camino para la unidad con los trabajadores ocupados.
Sobre los piquetes y cortes de ruta un estudio
señala: Para poder conocer realmente cuál
es su relevancia como instrumento de lucha y como indicador
de la fase por la que ésta transita, debería
distinguirse entre los cortes que constituyen un instrumento
subordinado a otra forma que los incluye, que es como históricamente
se han presentado (como los piquetes para garantizar un
lock-out o una huelga) de los que se constituyen como el
instrumento principal de un conflicto. La imagen generalizada,
construida en buena medida por los medios de comunicación
masiva, no establece esta distinción. Los cortes
de ruta del tipo de los de Cutral Có en 1996 y 1997,
Libertador General San Martín en 1997, Tartagal en
1997, Cruz del Eje en 1997, corresponden a otra categoría,
ya que constituyen la ocupación (toma) de una posición
que es defendida frente a las fuerzas policiales. En este
caso, los piquetes son para garantizar el mismo corte, son
masivos, está presente más de una fracción
social y, aunque comienzan organizados en multisectoriales
u otras formas semejantes, pronto surge una organización
en asamblea y formas de lo que tentativamente podemos llamar
democracia directa, lo que conlleva la desinstitucionalización
(...)33 Aún como experiencias locales o episódicas,
estos son valiosos jalones de autoorganización democrática
y experiencia en los primeros escarceos de una guerra de
clases.
El
movimiento de desocupados y la generalización del
piquete y el corte
Desde
entonces, el corte de ruta y el piquete para organizarlo
y defenderlo se generalizarían, convirtiéndose
en patrimonio del movimiento de desocupados a nivel nacional,
de las luchas por empresa y sectoriales, y finalmente de
los paros generales activos.
La generalización de estos métodos acompañó
al desarrollo de un movimiento de desocupados a escala nacional,
un fenómeno muy importante en un país que
tiene un 15% de desocupación -4 millones de desocupados
y precarizados-.
Este movimiento, con diversos nucleamientos en todo el país,
muchas veces no controlados por las direcciones oficiales
de las centrales o los partidos tradicionales (aunque estos
actúen e influyan en los mismos), es un importante
avance para la clase obrera en su conjunto, pues comienza
a cuestionar, objetivamente, la división en las filas
obreras entre ocupados y desocupados, aunque no establezca
todavía una ligazón estrecha con las fábricas
y los sindicatos. En los últimos paros y movilizaciones
han tendido a converger en los cortes y en los piquetes.
Éstos, como método, se han incorporado al
arsenal del movimiento obrero y de masas y es una herramienta
de organización democrática para la lucha:
El piquete, nudo central del corte, es formado por
un grupo de hombres y mujeres si bien efímero,
ése es el destino de la vanguardia!- que organizan
y asumen la responsabilidad de mantenerse en el lugar aunque
no necesariamente de dirigir. El ámbito de decisión
es la asamblea, democrática y plural, que a veces
reúne miles de personas en un ejercicio de democracia
directa.34
En los últimos tres años se han producido
más de 800 cortes, protagonizados por
desocupados, obreros industriales, estatales del interior
y maestros, vecinos de barrios populares y pequeños
productores del campo. En 1997 se realizaron 140 cortes,
en 1998 sólo 51, pero en 1999 fueron 252 y en el
2.000 llegaron a 476 en todo el país,35 muchos en
las grandes ciudades: Rosario, Mar del Plata, La Plata,
y al Gran Buenos Aires. En este verano (2.001), se ha mostrado
un mayor desarrollo de los cortes de ruta y los piquetes,
en las acciones del movimiento de desocupados en el gran
Buenos Aires y en el interior, y el paro nacional y protestas
de marzo, las luchas contra el cierre de empresas y otras.
Primeros
pasos de un nuevo movimiento obrero
Avanza
así un lento, largo aprendizaje de experiencias prácticas
de las masas, que viene desde las revueltas provinciales
y el Santiagazo de 1993. El estudio citado,
de I. Carreras y M. Cotarello, analiza tres momentos: el
motín (en que estudia el Santiagazo);
las huelgas generales (donde señala a
los paros del 26 y 27 de septiembre y del 18 de noviembre
del 96 como determinantes para frenar al ofensiva del gobierno
de Menem); y los llamados cortes de ruta. Los
autores señalan que la descripción de
estos tres tipos de protesta parecen señalar un avance
desde formas no sistemáticas a formas sistemáticas.
Pero el interrogante que debe plantearse es si llegó
a constituirse un movimiento de protesta o sólo protestas
aisladas. (El documento es de fines del 99, durante
el breve interregno de las expectativas en la
Alianza).
El curso posterior de los acontecimientos, a nuestro juicio,
confirma el curso ascendente del movimiento obrero, por
el camino de las grandes acciones de masas, como los paros
generales (en varios se dio un frente único de las
centrales sindicales CGT, CGT disidente, CTA), así
como el movimiento de los desocupados y las diversas luchas
parciales. El movimiento obrero protagonizó cuatro
fuertes paros en sólo dos años de gobierno
aliancista, terminando por abrir una nueva situación
en el país.
El contundente paro nacional de 36 hrs. en noviembre pasado,
abarcó a 6 millones de trabajadores y fue acompañado
por acciones directas, marchas y protestas en todo el país,
así como la participación de sectores de desocupados
y del pueblo pobre. Los trabajadores de las grandes fábricas
y desocupados participaron juntos de los piquetes y cortes
de ruta 300 en el país con más de 100.000
personas36, mostrando progresivas tendencias a la unidad
del conjunto del movimiento obrero y la simpatía
en sectores medios.
Al calor de este proceso está dando los primeros
pasos de un nuevo movimiento obrero, mostrando tendencias
a la unificación y centralización (como el
movimiento de desocupados y su convergencia en los paros
con el movimiento obrero) así como el carácter
objetivamente político de sus acciones, cuestionando
los planes de ataque y erosionando la fuerza política
del gobierno.
Si bien el proletariado no ha irrumpido en acción
como una fuerza autónoma, y el retraso político
es muy grande, este proceso es sintomático de las
tendencias a una mayor centralidad social y política
de la clase obrera argentina. La realidad desmiente las
tesis de quienes como opinan en la órbita del
CTA, por ejemplo-, afirman la decadencia del proletariado,
y su disolución en nuevos movimientos sociales
donde el movimiento obrero sería un componente más.
Hay que tener en cuenta que venimos de tres años
de aguda recesión y desocupación que hace
muy difícil la huelga por empresa aislada o los conflictos
salariales. Sin embargo, sintomáticos procesos puntuales,
moleculares, se están produciendo en distintos segmentos
de los trabajadores ocupados. Como entre los autoconvocados
del magisterio correntino a fines del 99, donde se desbordó
en la huelga a la conducción del gremio mediante
una organización democrática de delegados
de base, se cortó por varios días el estratégico
Puente sobre el Paraná y se enfrentó a la
gendarmería.
La larga lucha de los trabajadores del Ingenio La Esperanza
incluyó la toma con rehenes y el funcionamiento de
la planta bajo control obrero, en una experiencia inédita
en largos años.
En 1997 los trabajadores de la actual Fiat-Córdoba
expulsaron a la burocracia del SMATA he intentaron organizarse
independientemente en el Sitramf.
Ahora, la tradición de lucha antiburocrática
aflora en distintos procesos de nuevas direcciones
por fábrica o seccional, y ha estalla en luchas como
la de los trabajadores marplatenses del pescado que expulsaron
a la burocracia local. Los trabajadores ceramistas de Neuquén
lograron echar del SOECN, el sindicato provincial, a la
burocracia y se orientan a poner en pie un sindicato militante
e independiente del Estado.
Estos elementos son todavía fenómenos aislados,
de vanguardia, pero muestran que la clase obrera ha comenzado
a tantear y reconocer sus propias fuerzas y se está
templando en la lucha bajo condiciones muy difíciles.
Al calor de estos ricos procesos de lucha en las empresas,
de movilizaciones y grandes paros generales, en el marco
de la convulsionada vida política del país,
se prepara lentamente el camino para avanzar en la renovación
de la subjetividad obrera.
El movimiento obrero encontrará los métodos
para superar en la lucha la dispersión de sus filas,
impuesta por la ofensiva capitalista, y las trabas que oponen
los cuerpos orgánicos en que se basa
una burocracia enfeudad a la patronal y estrechamente ligada
al Estado.
Muy posiblemente ésta avance por la combinación
entre:
a) Procesos de renovación, en medio de agudísimas
luchas internas, de aquellas organizaciones tradicionales
las comisiones internas, los cuerpos de delegados,
los sindicatos- que mantengan vitalidad, mediante la ruptura
de su sujeción al estado y la patronal, la expulsión
de la burocracia enquistada y la más amplia democracia
de clase para unir a todos los segmentos de la clase (mujeres,
jóvenes, contratados, efectivos, desocupados, etc.).
b) Procesos de creación de todos aquellos agrupamientos
especiales para la lucha, que sean necesarios, como
los piquetes, los comités y otros organismos de desocupados,
los organismos de control obrero, etc. Este proceso incluirá
la lucha por una nueva ideología obrera, independiente,
que comience a superar el atraso político de una
clase obrera moldeada por el peronismo.
III.-
Algunas lecciones estratégicas
En
estos tres procesos que hemos reflejado sucintamente se
manifiestan las tendencias en las masas a tomar en sus manos
sus propios problemas, la aspiración profunda de
hacer valer su voluntad y los primeros pasos en la búsqueda
de una salida a sus acuciantes penurias, comenzando a cuestionar
el orden social y político vigente. Como experiencias
avanzadas ofrecen importantes lecciones: el carácter
abierto de los enfrentamientos la tendencia a la autoorganización
y a la democracia directa para la lucha, los métodos
radicalizados en que se libera la espontaneidad, heroísmo
y creatividad de las masas explotadas y oprimidas.
Armas
de la movilización social y escuela de educación
política
Las
masas, en el curso de sus luchas y avanzando sobre la experiencia
colectiva están ensayando y comprobando nuevas formas
político-organizativas y métodos de acción,
buscando un camino para enfrentar las difíciles condiciones
económicas, sociales y políticas que ha creado
la ofensiva capitalista e imperialista de las últimas
décadas.
La lucha por las reivindicaciones inmediatas la tierra,
el trabajo, la defensa de las fuentes de trabajo o las condiciones
laborales-, y por demandas fundamentales de autodeterminación
nacional o libertad política reclama el desarrollo
de toda clase de agrupamientos especiales de masas
para la lucha (...), con los comités de vigilancia
de los precios y con todos los demás nuevos centros
del movimiento, cuya misma aparición testimonia que
la lucha de clases ha desbordado los límites de las
organizaciones tradicionales del proletariado.37
La lucha por la autoorganización no se limita al
movimiento obrero, en el cual es un aspecto de vital importancia
la lucha en los sindicatos para independizarlos del estado
e implantar la democracia obrera en su seno, es decir, para
su recuperación revolucionaria. Es una necesidad
también del movimiento campesino e indígena,
de las masas populares empobrecidas, del movimiento estudiantil.
Las acciones de las masas están comenzando a mostrar
cómo enfrentar la dispersión de las filas
obreras, la fragmentación de los sectores populares,
la presión destructiva sobre el mundo campesino,
la insuficiencia de las organizaciones de masas tradicionales,
la necesidad de encarar luchas políticas unificadas
a nivel regional y nacional. La profundización
de la crisis social no sólo aumentará los
sufrimientos de las masas, sino también su impaciencia,
su persistencia y su presión. Constantemente nuevas
capas de oprimidos levantarán la cabeza y avanzarán
con sus reivindicaciones. (...) todos ellos buscarán
la unidad y una dirección. ¿Cómo pueden
armonizarse las distintas reivindicaciones y formas de lucha,
aunque sólo sea en los límites de una sola
ciudad? La historia ya ha respondido a esta pregunta: a
través de soviets (...)38 Así explica la dinámica
de la movilización de masas, a partir de cierto nivel
de radicalización, el programa en que nos basamos
los trotskistas.
Esta dinámica profunda se las lecciones de la Coordinadora
de Cochabamba, en las Asambleas Populares o en los piquetes.
Y junto con ellas, en las explosiones de la guerra social:
el enfrentamiento abierto con la policía, la gendarmería
o los militares, en las semiinsurrecciones y levantamientos,
en los bloqueos, cortes de ruta o barricadas, enfrentando
la represión y las persecuciones, se van acumulando
experiencias de autodefensa y templando el ingenio, el coraje
y la determinación combativa de la vanguardia.
Estas experiencias de autoorganización y democracia
directa, constituyen una escuela política formidable:
condensan la experiencia con la democracia formal y las
instituciones estatales, facilitan la crítica de
las direcciones oficiales y de los distintos programas y
corrientes políticas, aceleran la selección
de nuevas capas dirigentes.
La
clase obrera tiene que convertirse en el caudillo de la
nación oprimida
Es
a través de su propia autoorganización que
las masas se preparan para constituirse como sujeto autónomo
frente al orden burgués. Pero sólo la clase
obrera puede desarrollar este proceso hasta el final, ofreciendo
una dirección firme a los explotados y oprimidos
y una salida de fondo a la encrucijada nacional. La clase
obrera latinoamericana, uniendo sus fuerzas por sobre las
fronteras y estableciendo estrechos lazos de clase con el
proletariado norteamericano, puede darle una perspectiva
antiimperialista e internacionalista a la lucha de las masas
oprimidas por su liberación.
Sólo la clase obrera puede asegurar, mediante la
toma del poder político, la resolución íntegra
y efectiva de las demandas democráticas, populares
y nacionales.
Pero para convertirse en el caudillo de la nación
oprimida, el movimiento obrero tiene que conquistar la más
amplia independencia de clase. Este es un prerrequisito
fundamental para el triunfo de una genuina revolución
obrera y popular. Es necesario que ya en la víspera
(el proletariado) ocupe una situación de extraordinaria
independencia con respecto a la clase oficialmente dominante,
más aún, es preciso que en ella se concentren
las esperanzas de las clases y de las capas intermedias
descontentas con lo existente, pero incapaces de desempeñar
un papel propio.39
La ruptura de la clase trabajadora con la subordinación
a la burguesía, va unida a la lucha por la hegemonía
política sobre el conjunto del movimiento de las
masas explotadas y oprimidas, combatiendo por destruir la
influencia burguesa en ellas.
La lucha por la unificación y centralización
del movimiento obrero y la conformación de la alianza
obrera, campesina y popular es a la vez una lucha por la
diferenciación política, no sólo respecto
al bloque explotador, sino también internamente.
Si dentro del movimiento obrero significa la ruptura con
la burocracia sindical, privilegiada y corrupta; dentro
del movimiento campesino y popular significa la separación
y el enfrentamiento entre las masas pobres y los sectores
acomodados no dispuestos a romper con la gran propiedad
y el orden burgués.
En efecto, el movimiento campesino e indígena, como
las capas medias empobrecidas urbanas, es un conglomerado
social heterogéneo. La mayoría explotada y
oprimida estará dispuesta a luchar consecuentemente
junto a los trabajadores, pero la minoría dirigente,
que en las primeras fases del movimiento suele representar
a los sectores más acomodados y estar influenciada
por las ONG, la Iglesia, etc., no querá romper con
el orden burgués. En los momentos decisivos traicionará
a las masas de campesinos más pobres, sin tierra
y oprimidos.
Por todo ello, el desarrollo de la democracia directa y
la autoorganización más amplia en el campo
y la ciudad, minando el control de los aparatos reformistas
y de la burocracia, es una gran arma para que esa diferenciación
política se resuelva a favor de los intereses de
la alianza obrera, campesina y popular. En los órganos
democráticos de las masas en lucha se facilita el
combate contra las direcciones traidoras, pues, serán
la vasta arena en que cada partido y cada grupo será
sometido a prueba ante los ojos de las grandes masas.40
De esta manera, los órganos de democracia directa
crean un escenario propicio para la preparación de
la lucha por el poder obrero y popular, para la superación
de las organizaciones y direcciones actuales, para la selección
de nuevas capas dirigentes, para la decantación de
una vanguardia avanzada que aquilate la experiencia acumulada.
En suma, crean un terreno extraordinariamente favorable
para lcombatir por una política de clase y por una
dirección obrera revolucionaria.
De
la lucha por las reivindicaciones inmediatas a la lucha
por el poder político
Los
Parlamentos, Coordinadoras, Asambleas Populares,
a pesar de su carácter episódico, embrionario,
son una experiencia práctica y una palanca de apoyo
fundamental para un problema decisivo de la revolución
en Latinoamérica: la de los órganos superiores
de frente único obrero, campesino y popular que puedan
llevar a la toma del poder político.
En esta perspectiva luchamos por la constitución
y desarrollo de organismos alternativos de democracia directa
(comités de fábrica, comités de huelga,
coordinadoras) así como organismos de autodefensa
(piquetes, comités, etc.), para que en el curso de
la lucha se transformen en verdaderos consejos obreros,
campesinos y populares.
La dinámica general es similar a la que, en los inicios
de la revolución española, preveía
Trotsky: En la fase actual, las juntas son la forma
organizada del frente único proletario, para las
huelgas, para la expulsión de los jesuitas, para
la participación en las elecciones a las Constituyentes,
para el contacto con los soldados, para el apoyo al movimiento
campesino. (...) En una de las etapas ulteriores, -no sabemos
aún cuando-, las juntas, como órganos del
poder del proletariado, se verán opuestas a las instituciones
democráticas de la burguesía. Sólo
entonces llegará la última hora de la democracia
burguesa.41
Como coartada teórica, el reformismo tradicional
argüía que la autoorganización sólo
es posible en situaciones directamente revolucionarias,
las que por supuesto, para ellos nunca estarán suficientemente
maduras42.
Por en verdad los más variados organismos democráticos
de frente único para la lucha pueden surgir y surgen
sobre la base y se necesitan precisamente para luchar
por- las demandas democráticas e inmediatas más
sentidas por las masas, por las tareas democráticas,
las luchas por la tierra y contra la opresión imperialista.
Esto cuando el movimiento revolucionario de las masas
obreras, aunque se halle lejos todavía de la insurrección,
engendra la necesidad de una organización amplia
y prestigiosa capaz de dirigir los combates políticos
y económicos que abarcan simultáneamente establecimientos
y profesiones diversas.43
Por otra parte, sólo a condición de
que los soviets, durante el período preparatorio
de la revolución, penetren en el seno de la clase
obrera, resultarán capaces de desempeñar un
papel directivo en el momento de la lucha por el poder.
44 Se trata entonces de que en la conciencia del movimiento
de masas se pueda aquilatar la experiencia práctica
acumulada en la lucha de clases, más allá
de cuáles sean sus fases episódicas, para
que en las fases decisivas, la clase obrera y los oprimidos
puedan econtrar un punto de concentración para todas
sus energía en los Concejos y orientarse hacia la
toma del poder por ellos.
Así, para retomar las palabras de Lenin, los
órganos de la lucha de masas inmediata. (...) surgidos
como órganos de la lucha mediante la huelga. La necesidad
los ha impulsado a convertirse con mucha rapidez en órganos
de la lucha revolucionaria general contra el gobierno. Se
han transformado irresistiblemente por fuerza del
desarrollo de los acontecimientos y del paso de la huelga
a la insurrección- en órganos de la insurrección
(...)45 Por supuesto éstos necesitarán
una dirección revolucionaria al frente, pues Sin
una firme dirección, se convertirían en una
forma vacía de organización y caerían
indefectiblemente bajo la dependencia de la burguesía.46
Sólo un partido obrero revolucionario podrá
garantizar esta dirección.
IV.-
Retomar el camino de los años 70
El
gran ensayo revolucionario internacional abierto en 1968
con el Mayo francés mostró extraordinarios
ejemplos de las tendencias de las masas obreras y populares
a la autoorganización. Entre ellos, los Comités
de soldados, de obreros e inquilinos durante la revolución
portuguesa en 1974-75; los shora (consejos) en las fábricas
y cuarteles en la revolución iraní de 1979;
y la organización masiva de Solidaridad con 10 millones
de afiliados en Polonia en 1980.
El ascenso del Cono Sur, en América Latina logró
importantísimos hitos en este camino:
Los Cordones industriales chilenos fueron en 1972-73 el
más alto ejemplo de autoorganización y poder
dual del período en la región. Agrupaban a
representantes de las fábricas y empresas de toda
una zona, incluyendo no sólo a las grandes empresa
sino a los pequeños talleres y muchas veces coordinaban
con las organizaciones de pobladores, campesinas, juveniles,
de amas de casa, etc. Discutían y resolvían
toda clase de problemas, desde abastecimiento y precios
hasta la incautación de empresas, la organización
de la producción o la autodefensa. Los cordones comenzaban
a rebasar a la dirección burocrática de la
CUT así como a las cúpulas de los partidos
de la UP.
La Asamblea Popular, surgida en 1970 sobre la base de la
COB y las representaciones sindicales junto a los partidos
políticos de izquierda, se perfilaba como un poder
paralelo al débil gobierno militar nacionalista,
en los meses previos al golpe de Banzer.
Las Coordinadoras surgieron en el Gran Buenos Aires en 1975,
al calor de la lucha contra el gobierno peronista de Isabel,
comenzando a nuclear a las comisiones internas combativas
de numerosas grandes empresas, por fuera del control de
la burocracia cegetista.
Hoy, comienza a plantearse con fuerza creciente la necesidad
de retomar y profundizar el rumbo que señala esta
gran tradición.
Los
70: fortaleza y debilidad del movimiento obrero
Las
condiciones actuales que enfrenta el movimiento obrero y
de masas tras dos décadas de ofensiva del apital,
hacen más difícil el comienzo de la lucha,
pero como vemos, las masas inician su experiencia de autoorganización
y democracia directa desde las fases iniciales del movimiento,
lo que puede facilitar una preparación más
amplia y autónoma de la clase obrera y sus aliados,
antes de que se abran etapas directamente revolucionarias
de la lucha de clases. Esto es una importante diferencia
con el gran ensayo revolucionario de los 70 pues entonces,
esas conquistas de autoorganización aparecieron tardíamente,
próximos ya los enfrentamientos decisivos, y no pudieron
madurar.
En
los 70 la fortaleza relativa del movimiento obrero, altamente
sindicalizado, con escasa desocupación, confiado
en sus fuerzas y con gran experiencia de lucha acumulada.
La posibilidad de una sociedad distinta era visible para
millones, y en la vanguardia impactaban el ejemplo de revoluciones
como la cubana y Vietnam. Pero esta subjetividad relativamente
alta estaba moldeada al calor de las relativas concesiones
económicas y sociales que posibilitaba la prosperidad
capitalista de posguerra.
Es cierto que éstas se obtuvieron y defendieron al
precio de extraordinarias y constantes luchas como
la revolución de abril del 52 en Bolivia o la resistencia
del 56-59 en Argentina; pero el subproducto de las mismas
era una subordinación cada vez mayor de las organizaciones
obreras y populares al estado y el estrechamiento de los
lazos entre sus direcciones y el orden burgués. En
estas condiciones, la subjetividad formalmente fuerte del
proletariado se fue moldeando bajo el control del stalinismo
y el nacionalismo.
Cuando el ensayo revolucionario de los 70 puso al movimiento
obrero ante la alternativa de la derrota o la revolución,
no pudo superar el peso conservador de esa amplia superestructura
construida en las décadas anteriores. A pesar de
los extraordinarios logros del proletariado en Chile, en
Bolivia, en Argentina o Uruguay, no pudo romper con la vieja
dirección e improvisar una nueva en la fase final
de la carrera de velocidad con la contrarrevolución
burguesa e imperialista que se preparaba47. Éste
fue el talón de Aquiles que llevó
a un desastre para el proletariado internacional, permitiendo
la ofensiva neoliberal de los 80 y 90. Las crueles derrotas
históricas impuestas a las masas latinoamericanas,
mediante los golpes sangrientos del Cono Sur en los 70;
y luego en los 80, con la combinación de Acuerdos
de Paz y guerras de baja intensidad contra
la revolución centroamericana, señalan la
tremenda responsabilidad política de las direcciones
burocráticas, reformistas y guerrilleras.
Las
difíciles condiciones sociales de hoy reclaman nuevos
métodos y un nuevo programa
Hoy,
las condiciones son muy distintas, el proletariado y las
masas parten de un punto bajo, en medio de dificultades
muy grandes. Se vienen remontando las secuelas de dos décadas
de ofensiva burguesa e imperialista bajo el programa neoliberal,
que se asentó sobre las derrotas históricas
a fines de los 70. El proletariado enfrenta una enorme desocupación
y precarización, en medio de un mar de trabajadores
flotantes, cuentapropistas, migrantes, etc. Los sindicatos
agrupan a una reducida minoría de los trabajadores
y están más subordinados que nunca al estado
burgués. La mayoría de la izquierda se ha
pasado con armas y bagajes al campo de la democracia.
Este difícil cuadro es utilizado por dirigentes y
teóricos para justificar el escepticismo sobre las
potencialidades revolucionarias del movimiento obrero. Sin
embargo, lo que en realidad demuestra es el fracaso de los
métodos reformistas y la insuficiencia de las organizaciones
tradicionales, para responder a las duras exigencias de
la hora. Es inútil esperar una recomposición
orgánica, evolutiva de la subjetividad del movimiento
de masas.
Además, es necesario remarcar que la globalización
capitalista, estrechando aún más los lazos
económicos y políticos bajo el dominio imperialista,
comienza a hacer que en sectores avanzados se vea la necesidad
de unir la lucha contra los enemigos comunes, por sobre
las fronteras. Esto comienza a expresarse en progresivas
banderas antiimperialistas, como contra el Plan Colombia
o los planes del ALCA, en el repudio a la injerencia
yanqui, y en los primeros atisbos de un nuevo internacionalismo
entre los elementos de vanguardia.
El movimiento obrero necesita formas organizativas, métodos
de lucha, programa y dirección renovados, a la altura
de las tareas planteadas. Comenzamos a ver en las primeras
experiencias que hemos destacado el enorme potencial de
los métodos de autoorganización y la democracia
directa.
Por otra parte, son menores las posibilidades estructurales
de los aparatos burocráticos y reformistas para frenar
duraderamente la evolución del movimiento de masas:
su influencia es la sombra del control que tenía
el stalinismo o el nacionalismo en los 70.
Todo ello abre más las posibilidades de que el nuevo
movimiento obrero, campesino y estudiantil, avance en su
experiencia práctica hacia un curso independiente
ya desde etapas tempranas de su desarrollo.
V.-Dos
estrategias
Como
ante todos los problemas fundamentales de la lucha de clases,
en el terreno de la organización y la democracia
directa se oponen dos estrategias irreconciliables: la reformista
y la obrera revolucionaria.
Las corrientes reformistas y populistas, -desde los partidos
comunistas y los progresistas a la guerrilla-,
para no hablar de las distintas variantes de la burocracia
sindical, son enemigos frontales de la organización
independiente y democrática del movimiento obrero.
Son hostiles a todo paso audaz de las masas que rebase los
marcos orgánicos de los sindicatos que
dirigen, que cuestione la división de tareas
entre lo reivindicativo y lo político,
entre lo sindical y el frente o partido.
Esta hostilidad no es una cuestión doctrinaria.
Ven todo paso serio en esta dirección como una amenaza
directa a sus propias posiciones y a su estrategia de colaboración
de clases con sectores patrióticos, progresistas
o democráticos de la burguesía.
Los espacios de democracia directa que conquistan las masas
pueden ser el mejor instrumento para las tareas de
la lucha por conquistar la influencia sobre la pequeña
burguesía. Pero, por el contrario, hacen extremadamente
difícil la colaboración de la burocracia obrera
con la de la burguesía.48
Por eso, cuando no pueden impedir su aparición o
disolverlos, se esfuerzan por reducirlos a puntos de apoyo
de la colaboración de clases, en subordinarlos a
las organizaciones existentes y en reconciliarlos con el
orden burgués. Esto es lo que muestran la actuación
de los maoístas e indigenistas en Ecuador, de la
COB y el stalinismo en Bolivia o de la CTA y el maoísmo
en Argentina.
Por otro lado, como hemos visto en el caso de Bolivia, el
programa de corrientes como la autogestionaria
es impotente para plantear una estrategia consecuente de
autoorganización y democracia directa para la lucha.
Una
estrategia para la autoorganización de masas
La
lucha por la organización independiente es consustancial
a la preparación subjetiva de la clase obrera y sus
aliados para la toma del poder político, conquistando
la más amplia autonomía como clase, asegurando
las condiciones de la alianza obrera, campesina y popular,
y luchando contra las direcciones conciliadoras y por la
formación de la dirección revolucionaria.
Este es el contenido de una estrategia consecuente de autoorganización
-lo que en ocasiones denominamos una política
soviética.49 Por eso, una política para
impulsar consecuentemente los pasos progresivos de las masas
hacia su autoorganización, sólo puede formularse
en base al método y el programa trotskistas, que
generaliza y sintetiza la extraordinaria experiencia histórica
del movimiento obrero internacional.
Sin embargo, la mayoría de las corrientes que se
reivindican trotskistas fracasan en ofrecer una política
consistente para desarrollar la organización independiente
de los trabajadores y oprimidos, debido a su adaptación
a las direcciones existentes, su respeto por los cuerpos
orgánicos de los sindicatos y su carencia de
una estrategia soviética.
La UIT y la LIT ensalzan como órganos de poder
los Parlamentos Populares en Ecuador, pero han
sido incapaces de plantear una política independiente
de la dirección indigenista y reformista.
En Bolivia el POR se opone a luchar por el desarrollo de
Coordinadoras o Comités de huelga a nivel nacional.
En Argentina ni el MST ni el PO han sabido sacar ninguna
lección revolucionaria de los piquetes,
como no sea para buscar construirse acarreando
material para sus pequeños tinglados sectarios.
Pese a los trotskistas de este tipo, el programa y el método
del trotskismo es poderoso porque responde a las necesidades
profundas de la movilización y encuentra nuevos puntos
de apoyo en las experiencias de las masas.
El trotskismo confía en la energía, espontaneidad
y creatividad de los explotados y oprimidos para superar
todos los obstáculos y ponerse a la altura de sus
tareas históricas; mientras combate intransigentemente
a las mediaciones que obstaculizan este desarrollo. Parte
de alentar todo paso progresivo que las masas den en el
terreno de la autoorganización y de los métodos
de lucha, peleando por su desarrollo extensión,
masificación, centralización- por dotarles
de un programa independiente y por una dirección
obrera revolucionaria.
VI-
Algunas conclusiones
El
complejo cuadro de la política latinoamericana y
mundial, las erupciones de la lucha de clases en el continente,
la experiencia política y de lucha que las masas
están acumulando en el curso de la movilización,
constituyen un laboratorio político y social extraordinario
en el cual las masas obreras y populares comienzan a poner
en pie un nuevo movimiento.
En este contexto, asistimos al despertar de una nueva generación
a la vida política que comienza a buscar una salida
de fondo, ávida de nuevas ideas, al calor de importantes
experiencias.
Además, los actuales combates de la lucha de masas
ofrecen una oportunidad invalorable para extraer lecciones
revolucionarias e incorporarlas al método, al programa,
a la teoría marxista.
Todo esto abona un terreno más favorable para la
lucha por recomponer la continuidad del marxismo revolucionario
y comenzar a reagrupar en torno al programa de la revolución
proletaria a los elementos más avanzados. Como decía
Lenin Una acertada teoría revolucionaria no
es un dogma, sino que sólo se forma de manera definitiva
en estrecha conexión con la experiencia práctica
de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente
revolucionario50
Consideramos que es una necesidad de la vanguardia obrera,
estudiantil y popular, así como de quienes se reclaman
trotskistas y buscan un camino hacia la revolución,
reflexionar y apropiarse de las lecciones que arrojan estos
combates de las masas latinoamericanas, así como
de las enseñanzas de la lucha de clases y la política
mundial de nuestros días.
Estas tareas de candente actualidad, se enmarcan en la perspectiva
estratégica del combate por lo que será el
elemento más concentrado y decisivo de la renovación
revolucionaria de la subjetividad de la clase obrera y las
masas: la construcción de nuevos partidos obreros,
revolucionarios e internacionalistas, y de una Internacional
revolucionaria, que centralice la lucha contra el capital
imperialista. Es decir, avanzar en la reconstrucción
de la Cuarta Internacional como el partido mundial de la
revolución socialista.
Desde
la Fracción trotskista Estrategia Internacional,
ponemos nuestras modestas fuerzas al servicio de esta perspectiva
y de las tareas urgentes que demanda.
Nos consideramos una liga de propaganda marxista revolucionaria
que interviene en la lucha de clases combatiendo por una
política trotskista principista. Para nosotros se
trata de extraer lecciones revolucionarias de estos acontecimientos
no como comentaristas de la realidad, sino como
una necesidad urgente para armar la intervención
en la lucha de clases. Así, hemos intervenido en
varios de estos acontecimientos. En México, nuestros
compañeros de la LTS y Contracorriente han estado
en primera línea en el CGH, esa gran herramienta
de autoorganización que se dieron los estudiantes
de la UNAM, defendiéndolo.
En Bolivia, la joven LOR-CI combate por una política
obrera revolucionaria para avanzar por el camino abierto
en las heroicas jornadas de abril y septiembre.
En Argentina, el PTS, como muestra la edición masiva
de La Verdad Obrera pugna por ligarse a las luchas y procesos
más avanzados dados por los trabajadores.
No
compartimos el afán autoproclamatorio de otras corrientes
que se consideran el partido revolucionario.
Por el contrario, creemos que se avanzará hacia la
construcción de nuevos partidos obreros revolucionarios
y de la Cuarta Internacional a través de procesos
vivos de fusiones y rupturas en torno a los grandes acontecimientos
de la lucha de clases.
En este camino, proponemos como un método correcto
que permita dar pasos prácticos iniciales hacia un
reagrupamiento principista de los trotskistas, el establecimiento
de Comités de Enlace con aquellos que converjamos
en base a las cuestiones fundamentales de la hora histórica.
El esfuerzo por extraer lecciones en un sentido revolucionario
de los acontecimientos políticos y de las grandes
acciones de las masas, como las que hemos estudiado en este
trabajo, está guiado también por este norte.
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