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Estrategia Internacional N° 17
Otoño de 2001

AMERICA LATINA
Ecuador, Bolivia, Argentina
Lucha de masas y autoorganización
Eduardo Molina

América Latina es escenario de profundos procesos de lucha de masas. Hace un poco más de un año, durante el verano del 2.000, una amplia oleada de lucha obreras, campesinas, indígenas y populares, con epicentro en la convulsionada Región Andina, pero que abarcó a otros países: Costa Rica, Paraguay, Argentina.
Hoy una nueva ola de convulsiones políticas y movilización social ha comenzado a extenderse: el nuevo levantamiento indígena en Ecuador a principios de febrero; la crisis nacional de marzo y el paro de 24 hrs. en Argentina; el paro general del 22 de marzo en Colombia; la incesante agitación en Bolivia –que parece acercarse a una nueva erupción-; los importantes paros petroleros, del acero y los maestros que marcan el fin de la “paz social” en Venezuela; la virtual agonía del gobierno y la masiva movilización campesina en Paraguay...
En algunos de los procesos más agudos surgieron formas novedosas de organización y métodos radicalizados de lucha: En Ecuador, sobre la base del gran levantamiento campesino e indígena del 21 de enero del 2.000 se conformó un “Parlamento Popular”. En Bolivia, en abril del año pasado, la Coordinadora por el Agua y la Vida centralizó la rebelión de Cochabamba y en septiembre un nuevo levantamiento campesino conmovió al país. En Argentina, los masivos paros generales y el ascendente movimiento de desocupados, generalizando el arma de los “piquetes” y cortes de ruta, mostraron la extensión de la protesta.
Estas valiosas experiencias son dignas de la mayor atención: las masas comienzan a labrar con sus propias manos peldaños en la construcción de una subjetividad superior para el movimiento obrero y popular. El objetivo de esta nota es acercarnos, desde éste ángulo, a algunas de las experiencias más avanzadas, que ofrecen lecciones de una extraordinaria actualidad.

INTRODUCCIÓN

La cuestión fundamental de nuestra época es la del sujeto social y político capaz de llevar a cabo una transformación radical de la sociedad. Para el marxismo revolucionario, la esencia de este problema radica en la preparación subjetiva del proletariado y sus aliados para hacer frente a las tareas que le plantea nuestra época: las tareas de la revolución obrera y socialista a escala mundial.
Nuestro momento histórico se caracteriza por la contradicción extremadamente aguda entre la madurez de las condiciones objetivas –el agotamiento de las posibilidades históricas del capitalismo y la polarización de la sociedad entre explotados y explotadores- y el retraso del factor subjetivo.
Esto no es nuevo: “la conciencia de la sociedad siempre queda rezagada con respecto a las condiciones objetivas del desarrollo, y esto lo vemos reflejado a escala gigantesca en el destino del proletariado” podía escribir Trotsky hace ya muchos años1. Es ante las grandes convulsiones que sufre la humanidad periódicamente que, al quedar “al desnudo la necesidad aguda, profunda e impostergable de efectuar un cambio en la estructura social” el factor subjetivo puede revolucionarse y ponerse en línea con las necesidades históricas. Por supuesto, la visión marxista no entiende la subjetividad como un simple reflejo del desarrollo automático de las condiciones objetivas. El movimiento obrero y de masas necesita avanzar en su preparación material e ideológica durante las etapas anteriores a la revolución.

Hoy, sin embargo, el retraso de la conciencia respecto a la existencia es extremo, con una aguda crisis de la subjetividad del proletariado, en la que pesan gravosamente las secuelas de décadas de ofensiva burguesa-imperialista sobre la clase obrera internacional y el salto en la subordinación de las viejas organizaciones dirigentes al orden burgués.
Los trabajadores tienen escasa confianza en sus propias fuerzas y del imaginario colectivo ha sido excluida la idea misma de un cambio social radical. En los sectores más concientes y activos no son visibles la revolución social como perspectiva ni la colosal fuerza social y política que representa en potencia el proletariado. No hay corrientes marxistas revolucionarias con cierta influencia.
Evidentemente, la renovación de la subjetividad de la clase obrera y sus aliados sociales será un proceso difícil, desigual y contradictorio, no estará exento de derrotas y fracasos, y cubrirá un período considerable. Por este camino, el movimiento obrero deberá avanzar en la reconstrucción en un sentido revolucionario del conjunto de sus organizaciones, sus métodos de acción y lógicas reivindicativas, su ideología y su conciencia, en la selección de una nueva dirección, que le coloquen en las mejores condiciones posibles para los futuros enfrentamientos decisivos de la lucha de clase.
Desde el punto de vista de la lucha de clases, atravesamos una etapa “preparatoria” a nivel internacional, en la cual no predomina todavía el enfrentamiento abierto entre la revolución y la contrarrevolución2 (aunque van reuniéndose las condiciones materiales para una eclosión superior). La clase obrera no ocupa el centro de la escena política, no hay aún una amplia radicalización, y los procesos más agudos se dan más bien en los márgenes, en zonas de “eslabones débiles” del capitalismo mundial.

En la actual situación internacional se combinan:
El agravamiento de las contradicciones económicas, sociales, políticas y culturales del capitalismo imperialista, que está en la base del proceso de deslegitimación social y “pérdida de consenso” de la dominación del gran capital.
Una creciente tensión de la lucha de clases, que se está traduciendo en América Latina en la creciente movilización de masas, en la lucha de pueblos oprimidos como los palestinos, y en el retorno de la “protesta social” en Europa que señalan muchos analistas.
La extensión del movimiento anticapitalista internacional, desde los países centrales, que muestra el despertar a la vida política y los pasos incipientes de radicalización de una nueva generación de vanguardia.
Un proceso de “reversión ideológica” con la crisis del discurso “neoliberal” y la búsqueda de explicaciones profundas a la crisis de la humanidad.
Estos elementos comienzan a brindar una base material más favorable para avanzar en la reconstitución de la subjetividad obrera, pues sólo a través de la más amplia experiencia en la lucha de clases podrá avanzarse: “La acción política (...) proporciona a los obreros la educación para la revolución”3 afirmaba el viejo Engels.
Es en el proceso vivo de la lucha de clases, a través de la unificación de sus filas y su diferenciación política, como lo “espontáneo, forma embrionaria de lo consciente, deviene consciente”.4 Éste es el terreno, en suma, donde está planteada la lucha por recomponer la continuidad del marxismo revolucionario y dar pasos en la superación de la crisis histórica de dirección revolucionaria del proletariado.

A la luz de estas consideraciones generales ¿qué muestran las grandes luchas de masas a que hemos asistido en América Latina?
Un rasgo de gran importancia es que algunas de sus expresiones más avanzadas muestran cómo, en los grandes procesos de movilización social, se hace sentir la necesidad de formas más amplias y democráticas de organización para la lucha y de métodos más radicales de acción. En estas tendencias se manifiesta la inclinación de las masas a tomar en sus propias manos los problemas más acuciantes, a encarar los grandes problemas nacionales, a liberarse de la sumisión a los mecanismos normales de dominación de la burguesía y su Estado. Estas experiencias apuntan hacia un enfrentamiento de clases mucho más desarrollado, de la autoorganización y la democracia directa para la lucha.
De esta manera, las han comenzado a sembrar valiosos jalones –todavía parciales, inacabados, confusos en sus ideas e ilusiones- en el camino de una recomposición progresiva de su subjetividad.

Sin embargo, es muy poca la atención política y la reflexión teórica que han recibido, y no sólo entre el “mundo académico”, sino entre los medios de izquierda. Además, la mayoría de los análisis sobre estos procesos de masas no profundizan en torno a las nuevas formas político-organizativas y sus métodos radicalizados.
En cuanto al método, podemos esquematizar dos grandes líneas de interpretación:
Una visión privilegia lo “superestructural” y concibe las acciones espontáneas de las masas como pasos “primitivos” o elementales de protesta, sin continuidad o perspectiva propias, que deberán dejar el lugar a formas “más elevadas” e “institucionalizadas” de lucha, entendido esto como el accionar “sindical y reivindicativo”, por un lado, y “político” -parlamentario o municipal, por otro. Esta concepción es funcional a las necesidades de las direcciones reformistas y populistas, cuya lógica es “rearticular” mediaciones que impidan una ruptura subversiva de las masas con el orden constituido.
Otra visión, menos difundida, asigna una primacía unilateral a la “espontaneidad”. Se impacta de manera impresionista, tomando estas formas en sí mismas, como “algo dado”. Esta línea interpretativa es funcional a las concepciones “autogestionarias”, “basistas” (como se decía en los 70), no dilucida sus contradicciones internas ni el papel de las direcciones existentes y es impotente para desarrollar su potencial subversivo.
En contraste, el método marxista permite hacer un análisis concreto de estos fenómenos, penetrando en las relaciones internas, en sus contradicciones y su dinámica. Se trata, como decían Marx y Engels, de “representar en el presente del movimiento, el futuro del movimiento”5, es decir, de comprender estos fenómenos parciales en conexión con la totalidad del movimiento social en su perspectiva histórica. Trataremos de seguir esta guía metodológica. En este trabajo no pretendemos, por supuesto, abarcar el conjunto de la riquísima y compleja problemática del sujeto histórico6.
Nos limitaremos a abordar algunas de las experiencias recientes en la región que consideramos particularmente significativas: Ecuador, Bolivia, Argentina.
Consideramos como “hilo conductor” de este análisis tres aspectos: a) el carácter del enfrentamiento social y político; b) las formas organizativas novedosas y c) los métodos de acción utilizados; examinando algunas de sus enseñanzas fundamentales desde el punto de vista de una estrategia obrera independiente.

I- Procesos de lucha de masas en América Latina

Desde el último tercio de los 90, América Latina se ha convertido en un laboratorio de fenómenos sociales y políticos, al calor de la tendencia ascendente de la lucha de clases.
En la base están las profundas transformaciones económicas y sociales que impuso la penetración imperialista durante la década pasada. En las alturas, la crisis política y la creciente inestabilidad que invade a la región, socavando a los regímenes políticos y llevando a la “ingobernabilidad” que temen tanto la burguesía y el imperialismo.
Este es el terreno en que sectores avanzados de las masas latinoamericanas están realizando una importante acumulación de experiencias política y de lucha. Destacaremos algunos elementos de este proceso:

a) Crece el desgaste político de la “democracia para ricos” y de los mecanismos de dominación política de la burguesía. Mientras se ahonda la crisis de los sistemas tradicionales de partidos, hay un fuerte desprestigio de los Parlamentos, la justicia y otras instituciones claves, a ojos de amplias capas sociales. Esta experiencia tiende a avanzar, a pesar del papel disolvente que juegan diversas mediaciones populistas o reformistas, desde el chavismo en Venezuela al PT en Brasil, desde Pachacutic en Ecuador al FSLN en Nicaragua, que se ubican para impedir una ruptura con la democracia formal.

b) Está en retroceso el discurso ideológico “neoliberal”, privatista y proimperialista que dominó en los 90. Y hay una acumulación de experiencia política en sectores de las masas que se vienen movilizando, que comprueban en la lucha sus propias fuerzas y comienzan a “identificar al enemigo” con más claridad en el imperialismo norteamericano, en el FMI, en el gran capital financiero, entre los grandes propietarios.

c) Hay un vasto y profundo proceso de emergencia de los oprimidos y una intensificación de la lucha de clases, que ha abierto situaciones prerrevolucionarias en varios países, como en Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay o Argentina, con levantamientos de rasgos semiinsurreccionales como los de Ecuador y Bolivia, y múltiples manifestaciones de protestas y movilización social. El campesinado y las masas indígenas del continente protagonizan un vasto ascenso desde México al país Mapuche, desde Colombia a Brasil, que ha fortalecido y renovado a poderosas organizaciones de masas, desde el MST brasileño a la CONAIE en Ecuador o la FNC en Paraguay. Hoy este proceso tiende a combinarse con luchas urbanas y obreras, como muestran los paros generales en Argentina y la agitación en las ciudades de Bolivia. Vastos sectores populares participan de este proceso, desde pequeños productores amenazados por la ruina, “sin techo”, a capas medias que se movilizan tras reclamos democráticos. Diversas luchas estudiantiles, desde México a Chile, muestran la inquietud en sectores de la nuevas generaciones.

d) La irrupción de un nuevo movimiento campesino e indígena ha sido el proceso sociopolítico más espectacular de los últimos años. Este movimiento, que muestra en sus grandes acciones su potencial y combatividad, está planteando la “cuestión fundamental de la ‘autodeterminación’” pone en el centro del “debate nacional sobre la reforma agraria, la emergencia de la organización campesina de base, desarrollaron sus propias estructuras y líderes, y no debían nada a ningún partido.” 7 Su ascenso se produce en respuesta a la brutal presión del gran capital y del imperialismo contra el territorio, las condiciones de vida y la cultura de las masas rurales. Este proceso está en la base de las ocupaciones de tierras en Brasil, de los grandes levantamientos en Ecuador y Bolivia, del fortalecimiento de las FARC en Colombia, de la lucha andina en defensa de la coca, de las multitudinarias manifestaciones que acompañaron el recorrido zapatista en México.

e) Un nuevo movimiento obrero comienza a dar sus primeros pasos al calor de estos procesos de movilización social y crisis política, si bien la clase obrera no ha entrado aún en escena como fuerza social autónoma, es parte de este proceso. Desde Costa Rica y Colombia hasta Argentina y Uruguay en los últimos doce meses se han registrado más de una docena de paros nacionales, así como centenares de huelgas, luchas de resistencia o movilizaciones parciales, mostrando las tendencias a su recuperación luego de años de duros golpes bajo la ofensiva capitalista.

f) Una nueva generación comienza a despertar a la vida política, en las luchas universitarias y estudiantiles como en México y Chile, en las movilizaciones democráticas como en Perú o Paraguay, o reflejando al movimiento juvenil anticapitalista internacional que irradia desde los países centrales. En ella, buscando respuestas profundas a la crisis general de la sociedad, se incuban los elementos de una nueva vanguardia que da sus primeros pasos hacia la radicalización política.

Tendencias avanzadas de la movilización

La movilización de masas tiende a la lucha política contra los “programas neoliberales” y los gobiernos que los administran, llevando al cuestionamiento de los regímenes de la “democracia para ricos” y del ordenamiento estatal. Esto se expresó abiertamente en los levantamientos en Ecuador y Bolivia y en la gran lucha contra el “Combo energético” en Costa Rica8.
En las grandes acciones, que concitan la energía y espontaneidad de las masas, se expresan las tendencias a superar la fragmentación y dispersión en las filas de la clase obrera y de las masas pobres, así como a la convergencia del campo y la ciudad, planteando de hecho la necesidad de la alianza obrera y popular.
En los levantamientos, rebeliones, bloqueos de caminos y enfrentamientos con las fuerzas represivas, en la lucha por el control del territorio que implican los bloqueos o en el embrión de autodefensa que son los piquetes, se manifiestan las tendencias a la guerra civil. Según una definición clásica del marxismo “la guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha de clases cuando ésta, al romper los marcos de la legalidad, llega a situarse en el plano de un enfrentamiento público y, en cierta medida físico, de las fuerzas en oposición”9. Así se expresa la dinámica subversiva del orden vigente que tiende a tomar la movilización de masas y se inicia un entrenamiento militar valioso para las capas avanzadas.
Es en estos procesos que han surgido las formas de organización más avanzadas y democráticas, frente único de las masas para la lucha, como los “parlamentos” en Ecuador y de la Coordinadora en Bolivia; o en los “piquetes” en Argentina. La extraordinaria lucha de los estudiantes de la UNAM, en México, que desde mediados del 99 mantuvo paralizada a la UNAM por más de diez meses se sostuvo en torno al CGH (Comité General de Huelga), entre otros ejemplos.10

Estas experiencias de organización, y en sus métodos de combate, son los elementos más avanzados.
No hay tendencias a la independencia política, ni una vanguardia radicalizada con influencia, que tienda claramente a la revolución. Todo esto abre espacio en este período para el programa reformista de las mediaciones actuales. Sin embargo, sectores de masas han dado importantes pasos adelante en las reivindicaciones levantadas. Desde las demandas democráticas y de autodeterminación levantadas por el movimiento campesino e indígena de Ecuador y Bolivia, en el rechazo a las privatizaciones, como en Costa Rica, o en la progresiva demanda de “¡trabajo para todos!” de sectores de desocupados en Argentina, o en el sentimiento antiimperialista, como muestra el repudio al “Plan Colombia” o las protestas contra el “ALCA”.

II.- Tres experiencias: Ecuador, Bolivia, Argentina

Dentro de la multiplicidad y riqueza de estos primeros ensayos del movimiento de masas, se expresan dos grandes vertientes:
a) al frente único sobre la base de las organizaciones existentes –obreras, campesinas y populares- y mediante el acuerdo de las direcciones actuales (ante situaciones de crisis política aguda y protestas de masas). Es el caso de Ecuador y Bolivia, donde el principal protagonista en este período es el movimiento campesino y la intervención del proletariado es menor.
b) a la creación de organismos originales desde la base, en sectores no previamente organizados o cuando las organizaciones oficiales del movimiento obrero están en contra de la movilización. Es el caso de las principales experiencias del movimiento de desocupados en Argentina.
Ambas vertientes no son excluyentes, al contrario, se combinan en el proceso vivo y cambiante.

Ecuador:
El levantamiento de enero del 2000 y los Parlamentos populares

Desde principios de 1997, cuando una masiva rebelión obrera, campesina y popular derribó a Bucaram, el país ha atravesado un proceso revolucionario plagado de convulsiones económicas, políticas y sociales. El año 2.000 se inició con una agudización de la crisis. En medio de grandes brechas en las alturas, el gobierno de Mahuad agonizaba.
En estas condiciones se produjo una nueva irrupción del movimiento campesino e indígena ecuatoriano, que ha venido protagonizando a lo largo de la década un amplio proceso de organización y movilización, incluyendo a cuatro grandes levantamientos nacionales. Al calor de este proceso se ha fortalecido la CONAIE (Confederación de Nacionalidades indígenas del Ecuador), sobre la base de organizaciones troncales como Ecuarrunari y la FENOC11. El movimiento combina la resistencia a los planes proimperialistas de los sucesivos gobiernos con la lucha por la tierra y por la autodeterminación.

El 21 de enero

Este levantamiento señaló un hito en la lucha política de masas, como una gran acción protagonizada esencialmente por el movimiento campesino e indígena, que planteó abiertamente el problema del poder político cuestionando al gobierno de Mahuad y orientándose hacia una salida política por fuera de las instituciones “normales” de la “democracia para ricos”. Esto, aunque la dirección de la CONAIE impuso una política de apoyo a los militares sublevados y un programa tibiamente reformista.
La rebelión avanzó con bloqueos y varios miles de campesinos e indígenas convergiendo hacia Quito a pesar del despliegue represivo, donde tomaron el Congreso y otros edificios públicos. Allí se combinó con la sublevación de un ala de la oficialidad media para dar por tierra con el gobierno e imponer fugazmente una “Junta de Salvación Nacional” integrada por el Cnel. Lucio Gutiérrez, Antonio Vargas, líder campesino, y un ex juez. Entre tanto, entraban en huelga los trabajadores del estratégico sector petrolero y de la electricidad.
El levantamiento reclamaba la disolución del Congreso, la depuración de la justicia y un programa económico “no neoliberal”: una “economía mixta de mercado solidario”. En lo político proponía la implantación de una Junta de Gobierno, un “Consejo de Estado” y el Parlamento de los Pueblos, para arribar a un “Estado Plurinacional y Multiétnico”12. Es decir, un plan de reformas fundamentalmente políticas que no planteaba la ruptura con la gran propiedad capitalista de la tierra y las empresas.
El levantamiento fue concebido por la dirección de la CONAIE y Pachacutic13 como una gran movilización pacífica y con escasa participación obrera y urbana y estaba subordinado a la conspiración militar. Al no tener un programa de unidad con el movimiento obrero e independiente de los militares y la izquierda burguesa, el movimiento quedaba sin ninguna perspectiva propia. El fracaso del Cnel. Gutiérrez en ganar el apoyo del conjunto de las FF.AA., desarticuló el intento y el gobierno quedó en manos de Noboa (el vicepresidente) en reemplazo de Mahuad, con lo que la burguesía retomó la iniciativa política y el control de la situación.
De esta forma el levantamiento terminó en una dura derrota política para las masas.14 La responsabilidad política recae en la dirección de CONAIE y Pachacutic. Es una responsabilidad compartida con el bloque maoísta-stalinista, que mantuvo una política divisionista, negándose a coordinar las fuerzas del campo y la ciudad –donde influye en elmovimiento sindical y estudiantil-, mientras cortejaba a los mismos sectores del personal político de la burguesía: militares, curas y jueces-, y apoyaron a la “Junta” en nombre de “un gobierno de soberanía y unidad nacional”15
Tras el fracaso de su proyecto frentepopulista, la CONAIE se orientó a la negociación con Noboa y se reconcilió con la “democracia”: Pachacutic es parte hoy de los gobiernos municipales en muchas provincias.
A pesar de la impresión que causaron los acontecimientos a nivel internacional y en particular en la izquierda, que se impactó con los discursos iniciales de Antonio Vargas, su programa era limitadamente reformista y como reconocía un dirigente “pocos entienden que el indígena es un movimiento que, a partir de un discurso que puede parecer radical, fuerza lo posible”16 La base campesina estuvo muchas veces más a la izquierda que los dirigentes, como se reflejaría después en las tensiones y críticas internas a Antonio Vargas.
La derrota del 21 no significó sin embargo una estabilización duradera del Ecuador, a pesar de la imposición del programa de dolarización. Diversas movilizaciones de trabajadores y campesinos se han sucedido desde entonces y en los primeros días de febrero de este año un nuevo levantamiento (que culminó con el paro nacional del 7 de febrero y una enésima negociación con el gobierno) se demostró la recuperación de las masas ecuatorianas, a pesar de la política conciliadora de los dirigentes indigenistas, socialdemócratas y mao-stalinistas.

Los “Parlamentos populares”

En los días previos al levantamiento del 21 se fue estructurando el “Parlamento Nacional de los Pueblos del Ecuador”, constituido “con la participación de 21 Parlamentos Provinciales, innumerables Parlamentos Comunales, Cantonales y Barriales” que se arrogaba haber “asumido directamente el ejercicio de la soberanía nacional” y llamaba a la disolución de los poderes del estado17. El llamado a constituirlos partió de Antonio Vargas y la dirección de Pachacutic, reiterando una mecánica típica: direcciones burocráticas y reformistas se ven obligadas por el conjunto de las circunstancias políticas a “buscar un punto de apoyo más firme entre las masas, y éstas, a su vez, se vieron empujadas a la acción.” 18
Al impulsar los “parlamentos” trataban de encontrar un punto de apoyo en la movilización de masas para el proyecto de “frente popular” con el Cnel Gutiérrez y sus oficiales, así como una palestra para apuntalar la colaboración con los representantes de izquierda de la clase dominante. En efecto: “Previo a la instalación del Parlamento Nacional, la CONAIE, los sindicatos, organizaciones de profesionales y no gubernamentales, empresarios y religiosos establecieron en diversas provincias parlamentos populares como autoridades alternativas. En la serrana provincia de Azuay, 500 kms. al sur de Quito, el parlamento popular presidido por el arzobispo de la ciudad de Cuenca, Luis Alberto Luna Tobar, se instaló el domingo con la participación de más de 50 delegaciones. Esos parlamentos, que discuten los problemas regionales, elaboraron propuestas para presentar a un parlamento nacional, que se instalará este martes en Quito.”19
La base de los Parlamentos estaba en las organizaciones campesinas e indígenas, pero la mayoría de los sindicatos y organizaciones estudiantiles no participaron; ante todo, por la política divisionista de los maoístas que, empeñados en su disputa de aparato con pachacutec, habían intentado crear su propio “Congreso del Pueblo” sin éxito.20
Los Parlamentos comenzaban a constituirse en centralizadores de la movilización social en varias provincias (eran mucho más débiles en Quito y Guayaquil). Algunos análisis insistieron en “la situación de doble poder que imperó en Ecuador durante unos días”, y en que aún después del 21, “los poderes populares locales son todavía una escuela política, pero son también ya centros de organización en torno de los indios de otros sectores oprimidos o explotados”21 Para el análisis impresionista del PSTU y la LIT, se trataba de una “revolución clásica”, equiparando a los Parlamentos con “soviets”22.
Pero los Parlamentos populares, frentes únicos de las organizaciones existentes nacidos de un acuerdo de los dirigentes oficiales, no maduraron como expresión de las aspiraciones de las bases a la democracia directa y a la unidad para lucha. Por ello no alcanzaron a convertirse en una autoridad reconocida por el conjunto de los trabajadores y campesinos. Decía Trotsky, “la tarea del Soviet no consistía en transformarse en una parodia de parlamento ni en organizar la igual representación de los intereses de los distintos grupos sociales, sino en dotar de unidad a la lucha revolucionaria del proletariado”23 y (agregamos nosotros), de las masas campesinas y populares. Debido a la nefasta política de las direcciones, que los convirtió en escenario de sus intrigas y maniobras, los Parlamentos se fueron reduciendo a una “parodia”. De espaldas a la necesidad de unir a las masas de la ciudad y del campo en la resistencia contra la ofensiva de Noboa, se fueron diluyendo y no volvieron a jugar un papel relevante.

Los Parlamentos no cayeron del cielo ni fueron un invento de los dirigentes. Se apoyan en diversos antecedentes en el rico y convulsivo proceso ecuatoriano. En los días de febrero del 97, en el curso del gran levantamiento contra Bucaram, en varias provincias se reunieron “Asambleas del pueblo” que centralizaron la movilización social, y en algunos casos destituyeron a gobernadores y otros funcionarios bucaramistas, nombrando nuevas autoridades provisionales. En algunas empresas del Estado los trabajadores habían expulsado a directivos y nombrado “intervenciones” sindicales. Se expresaban así las tendencias a la democracia directa y al surgimiento de un poder dual embrionario, inmaduro.
Estas tendencias resurgieron en las distintas rebeliones de masas durante estos años. Los Parlamentos del 21 de enero representaron el punto más alto. En las movilizaciones de este verano (2.001), en Cotopaxi una asamblea popular desconoció a las autoridades y proclamó gobernador al presidente de la federación universitaria local. En otra provincia, se ocuparon los medios de comunicación para ponerlos al servicio del levantamiento.
Esta tradición de democracia popular de antigua raigambre andina tiene una vertiente en los “cabildos abiertos”de pueblos y ciudades, y otra en la democracia comunaria campesina. Y es alimentada por la creciente experiencia con los mecanismos de engaño de la democracia formal burguesa.
La clase que puede tomar en sus manos y llevar hasta el final las aspiraciones de las masas pobres a ejercer su propia democracia en la acción, es el movimiento obrero ecuatoriano. El proletariado tiene una tradición de lucha muy rica –como las insurrecciones de Guayaquil en 1922, la “Gloriosa” Revolución de 1944 o el gran ascenso de los 80-. Sin embargo, siempre se ha visto disuelto políticamente en el populismo ecuatoriano, del cual las direcciones obreras han sido siempre correas de transmisión.
La clase obrera necesita unificar sus filas y levantar un programa propio. La dispersión sindical y la precarización pueden superarse por el camino de la autoorganización y la democracia directa. En los próximos combates de las masas ecuatorianas estará planteada profundizar la experiencia de los “parlamentos”, con organismos superiores de frente único, donde se imponga una representación genuina de las masas en lucha, se liberen de la influencia de los “notables” pequeñoburgueses y burgueses (curas, militares, intelectuales de las ONG), y comience a pesar la centralidad social y política de la clase obrera, acaudillando a los pobres de la ciudad y el campo.

Bolivia:
Abril, septiembre y la Coordinadora por el agua y la vida

El año pasado, Bolivia se constituyó en el país de mayores enfrentamientos de la lucha de clases, marcando un salto en la recuperación de las masas bolivianas y revirtiendo a favor de las mismas la relación estratégica de fuerzas luego de 15 años de durísima ofensiva “neoliberal”. El gran factor en este escenario ha sido la irrupción en gran escala del movimiento campesino e indígena. Durante la última década los colonizadores del Chapare, pequeños productores de coca, jugaron un gran papel resistiendo los planes imperialistas de erradicación. Pero el hecho nuevo es la poderosa reemergencia del movimiento en el Altiplano y en los valles, protagonizando el mayor bloqueo desde 1979.
La Coordinadora de Cochabamba se constituyó en un hito de autoorganización y de alianza entre el campo y la ciudad. En abril como en septiembre, el enfrentamiento alcanzó ribetes de de guerra civil y elementos de autodefensa de masas. Al cierre de esta edición, Bolivia parece dirigirse a un nuevo enfrentamiento de alcance nacional con el gobierno de Banzer. El examen de estos grandes combates y sus lecciones son, pues de una extraordinaria actualidad.

Abril

Desde inicios del 2.000 se iba gestando la movilización en la ciudad y en el campo de Cochabamaba, contra la privatización de los servicios de agua regionales a favor de “Aguas del Tunari”. A principios de abril eclosiona el proceso de movilización en la ciudad y en todo el departamento, centralizado por la Coordinadora por el Agua y la Vida.
La declaración del estado de Sitio por el gobierno de Banzer provocó una verdadera rebelión popular, se generalizan los bloqueos en el campo y los enfrentamientos con las fuerzas represivas en las calles de la ciudad. Entre tanto, el GES (Grupo Especial de Seguridad de la policía), se autoacuartelaba en La Paz en demanda de mejoras salariales, abriendo una grave grieta en las fuerzas represivas.
La lucha en Cochabamba se convirtió en una semiinsurrección popular, con barricadas en las calles y durísimos enfrentamientos, lo que obligó al Ejército y la policía a retirarse y dejar la ciudad en manos de las masas durante varios días.
La fuerza decisiva de la espontaneidad liberada de las masas se demostró en los momentos culminantes, como reconoce Oscar Olivera, dirigente de los fabriles y principal vocero de la Coordinadora: “El jueves se nos comunicó que iba a haber la primera reunión (para abrir un diálogo con las autoridades) La gente cercó la prefectura y todas las autoridades quedaron retenidas dentro. Ahí nos dimos cuenta de que el problema era bastante grave porque nosotros perdimos el control sobre la gente. Esa misma noche (...) nos detuvieron a todos los de la Coordinadora (...) A las tres de la madrugada vinieron a decirnos que el gobierno se había equivocado y que nos consideráramos libres. Ese hecho motivó a la gente a salir adelante.
El viernes la gente se vino en masa y decidió quedarse en la plaza hasta que el asunto se defina. (...) Empezó la reunión, cuando nos comunicaron que estaban llegando refuerzos militares de La Paz y Santa Cruz. Debía haber unas 50.000 personas y todos se dispersaron para preparar la batalla.”24
Compañeros de la LORCI, testigos de estas jornadas, escribían: “No pudiendo contener toda esa energía, y cuando ya ni los gases ni los balines eran suficientes, las balas de guerra reemplazarían a éstas, provocando un muerto y más de 30 heridos. La ira de la población ante tal masacre no tuvo límites y quemó aquellos edificios que los representaba: la escuela de Suboficiales, el Grupo Especial de Seguridad (GES), sus motocicletas, así como el edificio de la ex CORDECO (Corporación de Desarrollo de Cochabamba). Luego de 10 horas de combates y producto del amotinamiento del GES en La Paz, la policía se encontraba moral y físicamente derrotada” 25
Las masas consagraron su triunfo tomando la plaza central de la ciudad, “espacio simbólico del poder”, en torno a la cual se batalló en los días anteriores. Allí se reunieron masivos cabildos abiertos de decenas de miles de personas, ante los cuales se manifestaba la Coordinadora y se discutían las grandes decisiones.
Entre tanto, se extienden los bloqueos campesinos en varias zonas del país, sobre todo en el Altiplano norte paceño, como en Achacachi. Allí, los campesinos indignados por la brutal represión militar matan a golpes a un capitán del Ejército.
En varias ciudades, como en Oruro, Sucre y Potosí se dieron importantes movilizaciones populares con diversos reclamos populares y en La Paz los estudiantes chocan con la policía.
Finalmente, después del 12 de abril, Banzer, debilitado y en medio de una enorme crisis en el régimen, debió retroceder en la privatización del agua y levantar el Estado de Sitio. La lucha no alcanzó a nacionalizarse, ante todo por la política de las direcciones, en particular la COB que hicieron todo lo posible por limitar el conflicto.
Sin embargo, Bolivia ya no sería la misma: la rebelión de Cochabamba abrió una nueva situación, con las masas a la ofensiva, el gobierno y el régimen duramente deteriorados, y una extraordinaria experiencia de lucha y organización conquistada, mientras cundían la alarma y la desazón entre la clase dominante y sus políticos.

La Coordinadora por el Agua y la Vida

Esta fue la gran conquista político organizativa de las masas cochabambinas que permitió centralizar en la acción, democráticamente, a todos los sectores de las masas en lucha, sellando una alianza entre la ciudad y el campo. La Coordinadora era un organismo amplio de frente único que reunía a un amplio espectro de organizaciones obreras, campesinas: los comités de regantes –campesinos que dependen del agua de riego-, los sindicatos –ante todo la federación de fabriles, así como el magisterio; juntas vecinales, ONGs, partidos políticos, etc.
La COD (Central Obrera Departamental) se vio sobrepasada y debió integrarse a la Coordinadora, mientras el Comité Cívico –ente de las “fuerzas vivas” controlado por la burguesía regional- se eclipsaba.
Al calor de la rebelión de las masas la Coordinadora expresó las tendencias a la autoorganización y a la democracia directa, a pesar de la política negociadora de la mayoría de los dirigentes.
Este papel progresivo se apoyaba en las masivas asambleas populares que llenaban la Plaza 14 de Septiembre, y en el momento más álgido de la lucha, cuando en torno al centro urbano surgieron las barricadas, éstas se constituyeron como un embrión fugaz de autodefensa de masas, donde los jóvenes “guerreros del agua” se batían con las fuerzas de seguridad apoyándose en el respaldo multitudinario de la población.
Luego del triunfo, la Coordinadora se mantuvo organizada, aunque se “institucionalizó” y quedó bajo control de las direcciones oficiales. Volvió a actuar en septiembre, aunque esta vez la alianza de clases urbanas y rurales que le dio la preponderancia en abril, no se reeditaría, ya que la ciudad estuvo casi ausente. Y hoy puede jugar un rol importante en las nuevas movilizaciones.
La Coordinadora es el ejemplo más alto de las tendencias a la autodeterminación y la democracia directa, así como un doble poder en abril, en el pico de la movilización. Apunta en esta dirección G. Linera al escribir: “La Coordinadora pudo derogar y cercar al estado por más de una semana, no sólo porque obligó a sus tropas a encerrarse en los cuarteles y a pedir permiso para recibir sus alimentos. El Estado comenzó a disolverse porque la multitud desplegó formas de participación política asambleística que devolvían al ciudadano el control y la responsabilidad directa de sus asuntos (...)”26
Fue la negativa de la mayoría de las direcciones a dar algún paso en el sentido de nacionalizar la lucha y la falta de centralidad política del proletariado a nivel nacional lo que impidió que sobre el ejemplo de la Coordinadora cochabambina surgiera un Comité de Huelga o una Coordinadora nacional que sellara la alianza obrera, campesina y popular.

Septiembre

Un segundo y amplio embate del movimiento campesino e indígena estremeció a Bolivia en este mes, reafirmando y ampliando la relación de fuerzas impuesta con la semiinsurrección cochabambina.
Esta vez, las ciudades, salvo la huelga del magisterio por salarios y otra reivindicaciones, tuvieron poca repercusión y no se reeditó la unidad entre el campo y la ciudad que se había logrado en Cochabamba en torno al reclamo del agua y la Coordinadora.
Sin embargo, el levantamiento campesino tuvo alcance nacional, basándose en los núcleos fundamentales del movimiento campesino e indígena: Achacachi y el Altiplano norte paceño, semillero histórico de las sublevaciones agrarias aimaraes, el valle cochabambino, el Chapare de los cocaleros.
El movimiento campesino reclamaba la reforma de la Ley INRA (de reforma agraria) y otras demandas, y en el Chapare, la defensa de los cultivos de coca y que no se construyeran tres nuevos cuarteles financiados por los yanquis.
Los campesinos -dirigidos por la CSUTCB, liderada por el “Mallku” Quispe, aymará e indianista-, cortaron con cientos de bloqueos masivos las rutas más importantes del país y aislando a las principales ciudades, como Santa Cruz, Cochabamba y La Paz-, paralizando el tránsito de mercancías y personas y amenazando con el desabastecimiento a las ciudades.
La bárbara represión desatada por el gobierno, con más de 10 muertos y numerosos heridos a bala, así como muchos detenidos, no logró quebrar el movimiento y más bien provocó una radicalización del enfrentamiento.
Estaba en disputa no sólo el “derecho al tránsito”, sino el control del territorio. La rebelión campesina cuestionó abiertamente la autoridad estatal y el orden vigente, en un episodio de guerra civil territorial que incluyó formas organizadas y generalizadas de autodefensa de masas. Las tácticas militares campesinas tornaban inefectivo el despliegue militar de tanques y tropas –a menos que los mandos se arriesgaran a una masacre generalizada de efectos impredecibles-.
La organización de los distintos aspectos de la lucha recayó sobre las asambleas de comunidad y los sindicatos de base, mostrando la efectividad y capacidad organizativa de la democracia directa de base comunitaria. La juventud campesina jugó un rol de vanguardia en el enfrentamiento, y a los dirigentes nacionales les costó no poco esfuerzo encarrilar el proceso a la negociación posterior.
La fuerza de la movilización multitudinaria, a través de estos métodos, insufló rasgos de poder dual territorial a los sindicatos campesinos de base, (como ocurrió en otras fases de ascenso de las masas agrarias), mientras que la superestructura de la CSUTCB permanecía como el ámbito de los dirigentes oficiales.
Después de varios días de heroica lucha campesina, el “Mallku” Quispe y luego Evo Morales, el líder cocalero, buscaron una salida en negociaciones por separado con el jaqueado gobierno de Banzer. Una vez más, como en abril, la política de las direcciones fue un obstáculo para la movilización y la unidad obrera y campesina. La COB se negaba abiertamente a impulsar la lucha. El programa de Quispe, con su doble juego de “cerco a las ciudades” y discurso indianista, mientras buscaba la negociación con el gobierno alejaba la posibilidad de unir a las masas trabajadoras urbanas con la rebelión campesina. Además, el Mallku optó finalmente por negociar por separado rompiendo la unidad entre el Chapare y el Altiplano. La CSUTCB se vio en una crisis y divisiones entre los distintos sectores dirigentes como mostró el congreso de enero de este año en Oruro.

Democracia directa y Asamblea Constituyente

Abril y septiembre, desnudaron la enorme deslegimitación social y política del débil Estado boliviano, así como la extrema gravedad de las tareas estructurales: la cuestión de la tierra, los derechos a al plena autodeterminación de los pueblos originarios, la miseria y el desempleo, la humillante entrega al imperialismo. Así pusieron sobre el tapete la necesidad de reorganizar el país sobre nuevas bases.
Todo el reformismo y “progresismo” boliviano, desde el PCB al Movimiento “Sin Miedo, intenta escamotear una respuesta independiente de los obreros y campesinos a esta crisis nacional, planteando el llamado a una Asamblea Constituyente, desde tesis como la “democracia participativa” o el “poder constituyente” a la venezolana. Es decir, proponen una política de reformas en las instituciones políticas sin romper con la gran propiedad ni con el imperialismo.
Esta forma de plantear la cuestión opone el programa engañoso de “perfeccionamiento” de la democracia formal semicolonial, fundada en la explotación y opresión de obreros, campesinos e indígenas; a la democracia directa y a las legítimas aspiraciones democráticas de las masas.
La corriente “autogestionaria” que orienta García Linera, a pesar de su reivindicación de la democracia directa y de la Coordinadora, fracasa en ofrecer una alternativa consecuente a la trampa del reformismo tradicional.
En Así Es, vocero de esta corriente, se puede leer por ejemplo: “la Asamblea Constituyente se perfila como una instancia de nuevo tipo gestada desde la propia sociedad civil para discutir y decidir sobre los asuntos colectivos (...) Para la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida se entiende como una gran reunión soberana de representantes ciudadanos que habiendo sido elegidos por sus organizaciones barriales, urbanas, sindicales, campesinas, comunales, etc., traen proyectos de cómo organizar la vida política del país (...) Y todos esos acuerdos tomados, son de ejecución inmediata. De aquí que la Asamblea Constituyente es un poder soberano (...)”27
Esto es una completa confusión, pues una Asamblea Constituyente, por democrática y amplia que sea, no deja de ser una institución de la democracia burguesa. No puede planteársela como un equivalente a escala nacional de la democracia directa de las masas movilizadas, como tendía a ser la Coordinadora. Ésta se apoyaba directamente en el levantamiento insurreccional. ¿Puede imaginarse en una Constituyente soberana, sin un gobierno provisional de las organizaciones obreras y campesinas que la garantice? ¿Mientras el pueblo delibera Banzer, la burguesía, los militares, el imperialismo, esperan la decisión puertas afuera?
Así Es combina su orientación “democrática” con un programa mínimo de autogestión del Agua. Sería una conquista de las masas y una gran escuela política el imponer la administración directa de obreros y usuarios sobre este servicio. Pero ¿puede plantearse como “exitosa” la “gestión del poder público en un tema específico, el agua”28, sin plantear que hay que revertir todas las “capitalizaciones” de empresas públicas y derrotar al conjunto del plan burgués?
Esta política lleva a desnaturalizar la Coordinadora como lo que debe ser: un instrumento de las masas para la autoorganización democrática y unitaria para la lucha. García Linera y sus seguidores confunden los órganos de democracia directa; la lucha por la mayor libertad política, agotando la experiencia con la democracia formal o representativa (y para ello es útil la lucha por una Constituyente sobre las bases de la ruina del régimen actual); y la necesidad de un régimen superior que sólo puede lograrse mediante la toma del poder político por las organizaciones democráticas de la masas .
De esta manera, el programa “autogestionario” termina siendo en la práctica la sombra de izquierda del programa reformista de las direcciones burocráticas, enemigas cerradas de la autoorganización y la democracia directa.
Para terminar, señalemos que en el Manifiesto de la LOR-CI que publicamos a continuación de esta nota, desarrolla la política ante estos importantes problemas.

El sectarismo del POR

Un párrafo aparte merece el POR- Masas, tradicional corriente que se reclama trotskista. Ante estos candentes problemas, reeditó por enésima vez su impotencia sectaria: en abril –como luego en septiembre-, jugando un rol importante desde el magisterio, y contando con Miguel Lora como uno de los dirigentes de la Coordinadora, capituló en todos los momentos decisivos ante las direcciones reformistas, negándose a pelear por una perspectiva independiente para la Coordinadora, por su extensión a nivel nacional o por Comités de Huelga para generalizar la autoorganización y socavar a la cúpula burocrática y reformista de la COB. Tampoco tuvo ninguna política para la alianza con los campesinos e indígenas, haciéndole así el juego a las direcciones pequeñoburguesas del movimiento campesino. Como acostumbra, el POR Masas esconde su impotencia y adaptación repitiendo estridentemente fórmulas abstractas (como “dictadura del proletariado”) y oponiéndolas a la experiencia de las masas en lucha. Pensando en alguien como Guillermo Lora, parece haber escrito Trotsky lo siguiente: “Oponer la consigna de los soviets, como órganos de la lucha del proletariado, a la lucha real de hoy, significa convertir dicha consigna en un santuario ultrahistórico, en un ícono ultrarrevolucionario, que pueden adorar algunos devotos, pero que no puede nunca arrastrar a las masas revolucionarias.”29

La crisis de la COB y el papel de la clase obrera

La Central Obrera Boliviana –la histórica central surgida de la revolución del 52- arrastra una crisis agudísima. La base objetiva está en la derrota histórica de 1985-86 (con la dispersión del legendario proletariado minero tras el cierre de las minas estatales desde 1985) y las transformaciones impuestas en 15 años de “reformas liberales”: desocupación masiva, precarización, destrucción de los sindicatos de base, etc. Pero la debilidad del movimiento obrero es ante todo política, y una enorme responsabilidad recae en la dirección burocrática y enfeudada al régimen de la “democracia para ricos”que ha traicionado una y otra vez la resistencia de las masas. En Abril y septiembre una vez más la COB jugó un rol divisionista y de freno.
La experiencia de abril mostró la tendencia a recuperar las tradiciones de centralidad obrera en la movilización política de masas. En este sentido, coincidimos con García Linera cuando reconoce que: “un mando obrero ha unificado en el tiempo y en el proyecto de acción a trabajadores del campo con trabajadores de la ciudad; a transportistas con vendedoras de los mercados y la clase media empobrecida.”30 Precisamente, el papel de la federación de fabriles en la Coordinadora –hay que recordar que en Cochabamba el sector fabril tiene una larga tradición combativa- así como de los sindicatos del magisterio urbano y rural, demuestra el potencial dirigente y unificador del movimiento obrero.
Sin embargo, no se trata tan sólo de “mando obrero”, sino de un programa obrero independiente que muestre una salida a la nación oprimida. Y por otra parte, es preciso que la clase obrera pueda unir sus filas y poner en juego su papel en la producción y su peso social para imponer su centralidad.
La división entre campo y ciudad en septiembre –consolidada por la política de las direcciones campesinas y el rol de la COB-, ratifica la necesidad de la irrupción obrera independiente, única clase que puede dar al campesinado un aliado firme y un programa que unifique las demandas de las masas.
El gran ejemplo de la Coordinadora muestra el camino para superar la dispersión entre los trabajadores y lograr la alianza con las heterogéneas masas populares del campo y la ciudad. Con una política correcta basada en la unificación de las filas obreras, la independencia del estado y la burguesía y la democracia de clase, es como los sindicatos y las federaciones pueden convertirse en órganos de la autoorganización obrera. Un Comité Nacional de Huelga o una Coordinadora nacional pueden superar el rol frenador de la cúpula cobista y serían el mejor método para organizar el “estado mayor” coordinador que necesita una gran lucha nacional unificada contra Banzer.

Argentina:
Piquetes, cortes de ruta y paros generales

Incluimos en esta edición de EI dos trabajos sobre la crisis argentina. Aquí nos limitamos a un análisis de las experiencias avanzadas del movimiento de desocupados y de algunas luchas obreras durante el período reciente, como alentadores pasos iniciales de un nuevo movimiento obrero,31 moldeado bajo la ofensiva del capital y en las difíciles condiciones de la “hiperdesocupación”.

Piquete, corte de ruta y autoorganización

En noviembre del 2.000, se produjo un impactante levantamiento en Mosconi y Tartagal (Salta), a raíz del asesinato de un piquetero por la policía durante la represión a un corte de ruta en reclamo de puestos de trabajo. El pueblo entero se sublevó, tomó las comisarías, retuvo a los policías como rehenes y se apoderó de las armas policiales: “La venganza se dirigió sobre aquellos símbolos del poder y de la desgracia popular, igual que en el santiagazo de 1993: los piqueteros apedrearon el Hotel Pórtico Norte. Seguiría la Unidad Regional 4 y la comisaría 36 (antes habían incendiado la seccional 41 de Mosconi), ... el Diario El Tribuno, la Municipalidad, el banco Nación y el Provincia... los talleres y la confitería de la empresa Atahuallpa.”32 Finalmente el gobierno debió conceder unos 1.300 puestos provisorios de trabajo y otros compromisos.
En Tartagal reaparecen las tendencias a la autoorganización y los elementos de autodefensa popular, los rasgos semiinsurreccionales y el poder dual embrionario que habían caracterizado a las rebeliones de los desocupados del interior desde el primer Cutralcazo en junio de 1.996, con los piquetes y Asambleas Populares, y la Coordinadora de piqueteros de Jujuy en 1997, como experiencias más avanzadas. Asimismo, los piqueteros levantan la progresiva consigna de “trabajo para todos”, que cuestionaba el plan burgués y abre el camino para la unidad con los trabajadores ocupados.
Sobre los “piquetes” y cortes de ruta un estudio señala: “Para poder conocer realmente cuál es su relevancia como instrumento de lucha y como indicador de la fase por la que ésta transita, debería distinguirse entre los cortes que constituyen un instrumento subordinado a otra forma que los incluye, que es como históricamente se han presentado (como los piquetes para garantizar un lock-out o una huelga) de los que se constituyen como el instrumento principal de un conflicto. La imagen generalizada, construida en buena medida por los medios de comunicación masiva, no establece esta distinción. Los cortes de ruta del tipo de los de Cutral Có en 1996 y 1997, Libertador General San Martín en 1997, Tartagal en 1997, Cruz del Eje en 1997, corresponden a otra categoría, ya que constituyen la ocupación (toma) de una posición que es defendida frente a las fuerzas policiales. En este caso, los piquetes son para garantizar el mismo corte, son masivos, está presente más de una fracción social y, aunque comienzan organizados en multisectoriales u otras formas semejantes, pronto surge una organización en asamblea y formas de lo que tentativamente podemos llamar “democracia directa”, lo que conlleva la desinstitucionalización” (...)33 Aún como experiencias locales o episódicas, estos son valiosos jalones de autoorganización democrática y experiencia en los primeros escarceos de una guerra de clases.

El movimiento de desocupados y la generalización del piquete y el corte

Desde entonces, el corte de ruta y el piquete para organizarlo y defenderlo se generalizarían, convirtiéndose en patrimonio del movimiento de desocupados a nivel nacional, de las luchas por empresa y sectoriales, y finalmente de los paros generales activos.
La generalización de estos métodos acompañó al desarrollo de un movimiento de desocupados a escala nacional, un fenómeno muy importante en un país que tiene un 15% de desocupación -4 millones de desocupados y precarizados-.
Este movimiento, con diversos nucleamientos en todo el país, muchas veces no controlados por las direcciones oficiales de las centrales o los partidos tradicionales (aunque estos actúen e influyan en los mismos), es un importante avance para la clase obrera en su conjunto, pues comienza a cuestionar, objetivamente, la división en las filas obreras entre ocupados y desocupados, aunque no establezca todavía una ligazón estrecha con las fábricas y los sindicatos. En los últimos paros y movilizaciones han tendido a converger en los cortes y en los piquetes.
Éstos, como método, se han incorporado al arsenal del movimiento obrero y de masas y es una herramienta de organización democrática para la lucha: “El piquete, nudo central del corte, es formado por un grupo de hombres y mujeres –si bien efímero, ése es el destino de la vanguardia!- que organizan y asumen la responsabilidad de mantenerse en el lugar aunque no necesariamente de dirigir. El ámbito de decisión es la asamblea, democrática y plural, que a veces reúne miles de personas en un ejercicio de democracia directa.”34
En los últimos tres años se han producido más de 800 “cortes”, protagonizados por desocupados, obreros industriales, estatales del interior y maestros, vecinos de barrios populares y pequeños productores del campo. En 1997 se realizaron 140 cortes, en 1998 sólo 51, pero en 1999 fueron 252 y en el 2.000 llegaron a 476 en todo el país,35 muchos en las grandes ciudades: Rosario, Mar del Plata, La Plata, y al Gran Buenos Aires. En este verano (2.001), se ha mostrado un mayor desarrollo de los cortes de ruta y los piquetes, en las acciones del movimiento de desocupados en el gran Buenos Aires y en el interior, y el paro nacional y protestas de marzo, las luchas contra el cierre de empresas y otras.

Primeros pasos de un nuevo movimiento obrero

Avanza así un lento, largo aprendizaje de experiencias prácticas de las masas, que viene desde las revueltas provinciales y el “Santiagazo” de 1993. El estudio citado, de I. Carreras y M. Cotarello, analiza tres momentos: el “motín” (en que estudia el Santiagazo); las “huelgas generales” (donde señala a los paros del 26 y 27 de septiembre y del 18 de noviembre del 96 como determinantes para frenar al ofensiva del gobierno de Menem); y los “llamados cortes de ruta”. Los autores señalan que “la descripción de estos tres tipos de protesta parecen señalar un avance desde formas no sistemáticas a formas sistemáticas. Pero el interrogante que debe plantearse es si llegó a constituirse un movimiento de protesta o sólo protestas aisladas”. (El documento es de fines del 99, durante el breve “interregno” de las expectativas en la Alianza).
El curso posterior de los acontecimientos, a nuestro juicio, confirma el curso ascendente del movimiento obrero, por el camino de las grandes acciones de masas, como los paros generales (en varios se dio un frente único de las centrales sindicales CGT, CGT disidente, CTA), así como el movimiento de los desocupados y las diversas luchas parciales. El movimiento obrero protagonizó cuatro fuertes paros en sólo dos años de gobierno aliancista, terminando por abrir una nueva situación en el país.
El contundente paro nacional de 36 hrs. en noviembre pasado, abarcó a 6 millones de trabajadores y fue acompañado por acciones directas, marchas y protestas en todo el país, así como la participación de sectores de desocupados y del pueblo pobre. Los trabajadores de las grandes fábricas y desocupados participaron juntos de los piquetes y cortes de ruta –300 en el país con más de 100.000 personas36, mostrando progresivas tendencias a la unidad del conjunto del movimiento obrero y la simpatía en sectores medios.
Al calor de este proceso está dando los primeros pasos de un nuevo movimiento obrero, mostrando tendencias a la unificación y centralización (como el movimiento de desocupados y su convergencia en los paros con el movimiento obrero) así como el carácter objetivamente político de sus acciones, cuestionando los planes de ataque y erosionando la fuerza política del gobierno.
Si bien el proletariado no ha irrumpido en acción como una fuerza autónoma, y el retraso político es muy grande, este proceso es sintomático de las tendencias a una mayor centralidad social y política de la clase obrera argentina. La realidad desmiente las tesis de quienes –como opinan en la órbita del CTA, por ejemplo-, afirman la “decadencia del proletariado”, y su disolución en “nuevos movimientos sociales” donde el movimiento obrero sería un componente más.
Hay que tener en cuenta que venimos de tres años de aguda recesión y desocupación que hace muy difícil la huelga por empresa aislada o los conflictos salariales. Sin embargo, sintomáticos procesos puntuales, moleculares, se están produciendo en distintos segmentos de los trabajadores ocupados. Como entre los “autoconvocados” del magisterio correntino a fines del 99, donde se desbordó en la huelga a la conducción del gremio mediante una organización democrática de delegados de base, se cortó por varios días el estratégico Puente sobre el Paraná y se enfrentó a la gendarmería.
La larga lucha de los trabajadores del Ingenio La Esperanza incluyó la toma con rehenes y el funcionamiento de la planta bajo control obrero, en una experiencia inédita en largos años.
En 1997 los trabajadores de la actual Fiat-Córdoba expulsaron a la burocracia del SMATA he intentaron organizarse independientemente en el Sitramf.
Ahora, la tradición de lucha antiburocrática aflora en distintos procesos de “nuevas direcciones” por fábrica o seccional, y ha estalla en luchas como la de los trabajadores marplatenses del pescado que expulsaron a la burocracia local. Los trabajadores ceramistas de Neuquén lograron echar del SOECN, el sindicato provincial, a la burocracia y se orientan a poner en pie un sindicato militante e independiente del Estado.
Estos elementos son todavía fenómenos aislados, de vanguardia, pero muestran que la clase obrera ha comenzado a tantear y reconocer sus propias fuerzas y se está templando en la lucha bajo condiciones muy difíciles.
Al calor de estos ricos procesos de lucha en las empresas, de movilizaciones y grandes paros generales, en el marco de la convulsionada vida política del país, se prepara lentamente el camino para avanzar en la renovación de la subjetividad obrera.
El movimiento obrero encontrará los métodos para superar en la lucha la dispersión de sus filas, impuesta por la ofensiva capitalista, y las trabas que oponen los “cuerpos orgánicos” en que se basa una burocracia enfeudad a la patronal y estrechamente ligada al Estado.
Muy posiblemente ésta avance por la combinación entre:
a) Procesos de renovación, en medio de agudísimas luchas internas, de aquellas organizaciones tradicionales –las comisiones internas, los cuerpos de delegados, los sindicatos- que mantengan vitalidad, mediante la ruptura de su sujeción al estado y la patronal, la expulsión de la burocracia enquistada y la más amplia democracia de clase para unir a todos los segmentos de la clase (mujeres, jóvenes, contratados, efectivos, desocupados, etc.).
b) Procesos de creación de todos aquellos “agrupamientos especiales para la lucha”, que sean necesarios, como los piquetes, los comités y otros organismos de desocupados, los organismos de control obrero, etc. Este proceso incluirá la lucha por una nueva ideología obrera, independiente, que comience a superar el atraso político de una clase obrera moldeada por el peronismo.

III.- Algunas lecciones estratégicas

En estos tres procesos que hemos reflejado sucintamente se manifiestan las tendencias en las masas a tomar en sus manos sus propios problemas, la aspiración profunda de hacer valer su voluntad y los primeros pasos en la búsqueda de una salida a sus acuciantes penurias, comenzando a cuestionar el orden social y político vigente. Como experiencias avanzadas ofrecen importantes lecciones: el carácter abierto de los enfrentamientos la tendencia a la autoorganización y a la democracia directa para la lucha, los métodos radicalizados en que se libera la espontaneidad, heroísmo y creatividad de las masas explotadas y oprimidas.

Armas de la movilización social y escuela de educación política

Las masas, en el curso de sus luchas y avanzando sobre la experiencia colectiva están ensayando y comprobando nuevas formas político-organizativas y métodos de acción, buscando un camino para enfrentar las difíciles condiciones económicas, sociales y políticas que ha creado la ofensiva capitalista e imperialista de las últimas décadas.
La lucha por las reivindicaciones inmediatas –la tierra, el trabajo, la defensa de las fuentes de trabajo o las condiciones laborales-, y por demandas fundamentales de autodeterminación nacional o libertad política reclama el desarrollo de toda clase de “agrupamientos especiales de masas para la lucha (...), con los comités de vigilancia de los precios y con todos los demás nuevos centros del movimiento, cuya misma aparición testimonia que la lucha de clases ha desbordado los límites de las organizaciones tradicionales del proletariado.”37
La lucha por la autoorganización no se limita al movimiento obrero, en el cual es un aspecto de vital importancia la lucha en los sindicatos para independizarlos del estado e implantar la democracia obrera en su seno, es decir, para su recuperación revolucionaria. Es una necesidad también del movimiento campesino e indígena, de las masas populares empobrecidas, del movimiento estudiantil.
Las acciones de las masas están comenzando a mostrar cómo enfrentar la dispersión de las filas obreras, la fragmentación de los sectores populares, la presión destructiva sobre el mundo campesino, la insuficiencia de las organizaciones de masas tradicionales, la necesidad de encarar luchas políticas unificadas a nivel regional y nacional. “La profundización de la crisis social no sólo aumentará los sufrimientos de las masas, sino también su impaciencia, su persistencia y su presión. Constantemente nuevas capas de oprimidos levantarán la cabeza y avanzarán con sus reivindicaciones. (...) todos ellos buscarán la unidad y una dirección. ¿Cómo pueden armonizarse las distintas reivindicaciones y formas de lucha, aunque sólo sea en los límites de una sola ciudad? La historia ya ha respondido a esta pregunta: a través de soviets (...)38 Así explica la dinámica de la movilización de masas, a partir de cierto nivel de radicalización, el programa en que nos basamos los trotskistas.
Esta dinámica profunda se las lecciones de la Coordinadora de Cochabamba, en las Asambleas Populares o en los “piquetes”. Y junto con ellas, en las explosiones de la guerra social: el enfrentamiento abierto con la policía, la gendarmería o los militares, en las semiinsurrecciones y levantamientos, en los bloqueos, cortes de ruta o barricadas, enfrentando la represión y las persecuciones, se van acumulando experiencias de autodefensa y templando el ingenio, el coraje y la determinación combativa de la vanguardia.
Estas experiencias de autoorganización y democracia directa, constituyen una escuela política formidable: condensan la experiencia con la democracia formal y las instituciones estatales, facilitan la crítica de las direcciones oficiales y de los distintos programas y corrientes políticas, aceleran la selección de nuevas capas dirigentes.

La clase obrera tiene que convertirse en el caudillo de la nación oprimida

Es a través de su propia autoorganización que las masas se preparan para constituirse como sujeto autónomo frente al orden burgués. Pero sólo la clase obrera puede desarrollar este proceso hasta el final, ofreciendo una dirección firme a los explotados y oprimidos y una salida de fondo a la encrucijada nacional. La clase obrera latinoamericana, uniendo sus fuerzas por sobre las fronteras y estableciendo estrechos lazos de clase con el proletariado norteamericano, puede darle una perspectiva antiimperialista e internacionalista a la lucha de las masas oprimidas por su liberación.
Sólo la clase obrera puede asegurar, mediante la toma del poder político, la resolución íntegra y efectiva de las demandas democráticas, populares y nacionales.
Pero para convertirse en el caudillo de la nación oprimida, el movimiento obrero tiene que conquistar la más amplia independencia de clase. Este es un prerrequisito fundamental para el triunfo de una genuina revolución obrera y popular. “Es necesario que ya en la víspera (el proletariado) ocupe una situación de extraordinaria independencia con respecto a la clase oficialmente dominante, más aún, es preciso que en ella se concentren las esperanzas de las clases y de las capas intermedias descontentas con lo existente, pero incapaces de desempeñar un papel propio.”39
La ruptura de la clase trabajadora con la subordinación a la burguesía, va unida a la lucha por la hegemonía política sobre el conjunto del movimiento de las masas explotadas y oprimidas, combatiendo por destruir la influencia burguesa en ellas.
La lucha por la unificación y centralización del movimiento obrero y la conformación de la alianza obrera, campesina y popular es a la vez una lucha por la diferenciación política, no sólo respecto al bloque explotador, sino también internamente. Si dentro del movimiento obrero significa la ruptura con la burocracia sindical, privilegiada y corrupta; dentro del movimiento campesino y popular significa la separación y el enfrentamiento entre las masas pobres y los sectores acomodados no dispuestos a romper con la gran propiedad y el orden burgués.
En efecto, el movimiento campesino e indígena, como las capas medias empobrecidas urbanas, es un conglomerado social heterogéneo. La mayoría explotada y oprimida estará dispuesta a luchar consecuentemente junto a los trabajadores, pero la minoría dirigente, que en las primeras fases del movimiento suele representar a los sectores más acomodados y estar influenciada por las ONG, la Iglesia, etc., no querá romper con el orden burgués. En los momentos decisivos traicionará a las masas de campesinos más pobres, sin tierra y oprimidos.
Por todo ello, el desarrollo de la democracia directa y la autoorganización más amplia en el campo y la ciudad, minando el control de los aparatos reformistas y de la burocracia, es una gran arma para que esa diferenciación política se resuelva a favor de los intereses de la alianza obrera, campesina y popular. En los órganos democráticos de las masas en lucha se facilita el combate contra las direcciones traidoras, pues, “serán la vasta arena en que cada partido y cada grupo será sometido a prueba ante los ojos de las grandes masas.”40
De esta manera, los órganos de democracia directa crean un escenario propicio para la preparación de la lucha por el poder obrero y popular, para la superación de las organizaciones y direcciones actuales, para la selección de nuevas capas dirigentes, para la decantación de una vanguardia avanzada que aquilate la experiencia acumulada. En suma, crean un terreno extraordinariamente favorable para lcombatir por una política de clase y por una dirección obrera revolucionaria.

De la lucha por las reivindicaciones inmediatas a la lucha por el poder político

Los “Parlamentos”, Coordinadoras, Asambleas Populares, a pesar de su carácter episódico, embrionario, son una experiencia práctica y una palanca de apoyo fundamental para un problema decisivo de la revolución en Latinoamérica: la de los órganos superiores de frente único obrero, campesino y popular que puedan llevar a la toma del poder político.
En esta perspectiva luchamos por la constitución y desarrollo de organismos alternativos de democracia directa (comités de fábrica, comités de huelga, coordinadoras) así como organismos de autodefensa (piquetes, comités, etc.), para que en el curso de la lucha se transformen en verdaderos consejos obreros, campesinos y populares.
La dinámica general es similar a la que, en los inicios de la revolución española, preveía Trotsky: “En la fase actual, las juntas son la forma organizada del frente único proletario, para las huelgas, para la expulsión de los jesuitas, para la participación en las elecciones a las Constituyentes, para el contacto con los soldados, para el apoyo al movimiento campesino. (...) En una de las etapas ulteriores, -no sabemos aún cuando-, las juntas, como órganos del poder del proletariado, se verán opuestas a las instituciones democráticas de la burguesía. Sólo entonces llegará la última hora de la democracia burguesa.”41
Como coartada teórica, el reformismo tradicional argüía que la autoorganización sólo es posible en situaciones directamente revolucionarias, las que por supuesto, para ellos nunca estarán suficientemente maduras42.
Por en verdad los más variados organismos democráticos de frente único para la lucha pueden surgir y surgen sobre la base –y se necesitan precisamente para luchar por- las demandas democráticas e inmediatas más sentidas por las masas, por las tareas democráticas, las luchas por la tierra y contra la opresión imperialista. Esto cuando “el movimiento revolucionario de las masas obreras, aunque se halle lejos todavía de la insurrección, engendra la necesidad de una organización amplia y prestigiosa capaz de dirigir los combates políticos y económicos que abarcan simultáneamente establecimientos y profesiones diversas.”43
Por otra parte, “sólo a condición de que los soviets, durante el período preparatorio de la revolución, penetren en el seno de la clase obrera, resultarán capaces de desempeñar un papel directivo en el momento de la lucha por el poder.” 44 Se trata entonces de que en la conciencia del movimiento de masas se pueda aquilatar la experiencia práctica acumulada en la lucha de clases, más allá de cuáles sean sus fases episódicas, para que en las fases decisivas, la clase obrera y los oprimidos puedan econtrar un punto de concentración para todas sus energía en los Concejos y orientarse hacia la toma del poder por ellos.
Así, para retomar las palabras de Lenin, “ los órganos de la lucha de masas inmediata. (...) surgidos como órganos de la lucha mediante la huelga. La necesidad los ha impulsado a convertirse con mucha rapidez en órganos de la lucha revolucionaria general contra el gobierno. Se han transformado irresistiblemente –por fuerza del desarrollo de los acontecimientos y del paso de la huelga a la insurrección- en órganos de la insurrección (...)”45 Por supuesto éstos necesitarán una dirección revolucionaria al frente, pues “Sin una firme dirección, se convertirían en una forma vacía de organización y caerían indefectiblemente bajo la dependencia de la burguesía.”46 Sólo un partido obrero revolucionario podrá garantizar esta dirección.

IV.- Retomar el camino de los años 70

El gran ensayo revolucionario internacional abierto en 1968 con el Mayo francés mostró extraordinarios ejemplos de las tendencias de las masas obreras y populares a la autoorganización. Entre ellos, los Comités de soldados, de obreros e inquilinos durante la revolución portuguesa en 1974-75; los shora (consejos) en las fábricas y cuarteles en la revolución iraní de 1979; y la organización masiva de Solidaridad con 10 millones de afiliados en Polonia en 1980.
El ascenso del Cono Sur, en América Latina logró importantísimos hitos en este camino:
Los Cordones industriales chilenos fueron en 1972-73 el más alto ejemplo de autoorganización y poder dual del período en la región. Agrupaban a representantes de las fábricas y empresas de toda una zona, incluyendo no sólo a las grandes empresa sino a los pequeños talleres y muchas veces coordinaban con las organizaciones de pobladores, campesinas, juveniles, de amas de casa, etc. Discutían y resolvían toda clase de problemas, desde abastecimiento y precios hasta la incautación de empresas, la organización de la producción o la autodefensa. Los cordones comenzaban a rebasar a la dirección burocrática de la CUT así como a las cúpulas de los partidos de la UP.
La Asamblea Popular, surgida en 1970 sobre la base de la COB y las representaciones sindicales junto a los partidos políticos de izquierda, se perfilaba como un poder paralelo al débil gobierno militar nacionalista, en los meses previos al golpe de Banzer.
Las Coordinadoras surgieron en el Gran Buenos Aires en 1975, al calor de la lucha contra el gobierno peronista de Isabel, comenzando a nuclear a las comisiones internas combativas de numerosas grandes empresas, por fuera del control de la burocracia cegetista.
Hoy, comienza a plantearse con fuerza creciente la necesidad de retomar y profundizar el rumbo que señala esta gran tradición.

Los 70: fortaleza y debilidad del movimiento obrero

Las condiciones actuales que enfrenta el movimiento obrero y de masas tras dos décadas de ofensiva del apital, hacen más difícil el comienzo de la lucha, pero como vemos, las masas inician su experiencia de autoorganización y democracia directa desde las fases iniciales del movimiento, lo que puede facilitar una preparación más amplia y autónoma de la clase obrera y sus aliados, antes de que se abran etapas directamente revolucionarias de la lucha de clases. Esto es una importante diferencia con el gran ensayo revolucionario de los ‘70 pues entonces, esas conquistas de autoorganización aparecieron tardíamente, próximos ya los enfrentamientos decisivos, y no pudieron madurar.

En los 70 la fortaleza relativa del movimiento obrero, altamente sindicalizado, con escasa desocupación, confiado en sus fuerzas y con gran experiencia de lucha acumulada. La posibilidad de una sociedad distinta era visible para millones, y en la vanguardia impactaban el ejemplo de revoluciones como la cubana y Vietnam. Pero esta subjetividad relativamente alta estaba moldeada al calor de las relativas concesiones económicas y sociales que posibilitaba la prosperidad capitalista de posguerra.
Es cierto que éstas se obtuvieron y defendieron al precio de extraordinarias y constantes luchas –como la revolución de abril del 52 en Bolivia o la resistencia del 56-59 en Argentina; pero el subproducto de las mismas era una subordinación cada vez mayor de las organizaciones obreras y populares al estado y el estrechamiento de los lazos entre sus direcciones y el orden burgués. En estas condiciones, la subjetividad formalmente fuerte del proletariado se fue moldeando bajo el control del stalinismo y el nacionalismo.
Cuando el ensayo revolucionario de los 70 puso al movimiento obrero ante la alternativa de la derrota o la revolución, no pudo superar el peso conservador de esa amplia superestructura construida en las décadas anteriores. A pesar de los extraordinarios logros del proletariado en Chile, en Bolivia, en Argentina o Uruguay, no pudo romper con la vieja dirección e improvisar una nueva en la fase final de la “carrera de velocidad” con la contrarrevolución burguesa e imperialista que se preparaba47. Éste fue el “talón de Aquiles” que llevó a un desastre para el proletariado internacional, permitiendo la ofensiva neoliberal de los 80 y 90. Las crueles derrotas históricas impuestas a las masas latinoamericanas, mediante los golpes sangrientos del Cono Sur en los 70; y luego en los 80, con la combinación de “Acuerdos de Paz” y “guerras de baja intensidad” contra la revolución centroamericana, señalan la tremenda responsabilidad política de las direcciones burocráticas, reformistas y guerrilleras.

Las difíciles condiciones sociales de hoy reclaman nuevos métodos y un nuevo programa

Hoy, las condiciones son muy distintas, el proletariado y las masas parten de un punto bajo, en medio de dificultades muy grandes. Se vienen remontando las secuelas de dos décadas de ofensiva burguesa e imperialista bajo el programa “neoliberal”, que se asentó sobre las derrotas históricas a fines de los 70. El proletariado enfrenta una enorme desocupación y precarización, en medio de un mar de trabajadores flotantes, cuentapropistas, migrantes, etc. Los sindicatos agrupan a una reducida minoría de los trabajadores y están más subordinados que nunca al estado burgués. La mayoría de la izquierda se ha pasado con armas y bagajes al campo de la “democracia”.
Este difícil cuadro es utilizado por dirigentes y teóricos para justificar el escepticismo sobre las potencialidades revolucionarias del movimiento obrero. Sin embargo, lo que en realidad demuestra es el fracaso de los métodos reformistas y la insuficiencia de las organizaciones tradicionales, para responder a las duras exigencias de la hora. Es inútil esperar una recomposición orgánica, evolutiva de la subjetividad del movimiento de masas.
Además, es necesario remarcar que la “globalización” capitalista, estrechando aún más los lazos económicos y políticos bajo el dominio imperialista, comienza a hacer que en sectores avanzados se vea la necesidad de unir la lucha contra los enemigos comunes, por sobre las fronteras. Esto comienza a expresarse en progresivas banderas antiimperialistas, como contra el Plan Colombia o los planes del “ALCA”, en el repudio a la injerencia yanqui, y en los primeros atisbos de un nuevo internacionalismo entre los elementos de vanguardia.
El movimiento obrero necesita formas organizativas, métodos de lucha, programa y dirección renovados, a la altura de las tareas planteadas. Comenzamos a ver en las primeras experiencias que hemos destacado el enorme potencial de los métodos de autoorganización y la democracia directa.
Por otra parte, son menores las posibilidades estructurales de los aparatos burocráticos y reformistas para frenar duraderamente la evolución del movimiento de masas: su influencia es la sombra del control que tenía el stalinismo o el nacionalismo en los 70.
Todo ello abre más las posibilidades de que el nuevo movimiento obrero, campesino y estudiantil, avance en su experiencia práctica hacia un curso independiente ya desde etapas tempranas de su desarrollo.

V.-Dos estrategias

Como ante todos los problemas fundamentales de la lucha de clases, en el terreno de la organización y la democracia directa se oponen dos estrategias irreconciliables: la reformista y la obrera revolucionaria.
Las corrientes reformistas y populistas, -desde los partidos comunistas y los “progresistas” a la guerrilla-, para no hablar de las distintas variantes de la burocracia sindical, son enemigos frontales de la organización independiente y democrática del movimiento obrero. Son hostiles a todo paso audaz de las masas que rebase los “marcos orgánicos” de los sindicatos que dirigen, que cuestione la “división de tareas” entre lo “reivindicativo” y lo “político, entre lo “sindical” y el “frente o partido”.
Esta hostilidad no es una cuestión “doctrinaria”. Ven todo paso serio en esta dirección como una amenaza directa a sus propias posiciones y a su estrategia de colaboración de clases con sectores “patrióticos”, “progresistas” o “democráticos” de la burguesía. Los espacios de democracia directa que conquistan las masas “pueden ser el mejor instrumento para las tareas de la lucha por conquistar la influencia sobre la pequeña burguesía. Pero, por el contrario, hacen extremadamente difícil la colaboración de la burocracia obrera con la de la burguesía.”48
Por eso, cuando no pueden impedir su aparición o disolverlos, se esfuerzan por reducirlos a puntos de apoyo de la colaboración de clases, en subordinarlos a las organizaciones existentes y en reconciliarlos con el orden burgués. Esto es lo que muestran la actuación de los maoístas e indigenistas en Ecuador, de la COB y el stalinismo en Bolivia o de la CTA y el maoísmo en Argentina.
Por otro lado, como hemos visto en el caso de Bolivia, el programa de corrientes como la “autogestionaria” es impotente para plantear una estrategia consecuente de autoorganización y democracia directa para la lucha.

Una estrategia para la autoorganización de masas

La lucha por la organización independiente es consustancial a la preparación subjetiva de la clase obrera y sus aliados para la toma del poder político, conquistando la más amplia autonomía como clase, asegurando las condiciones de la alianza obrera, campesina y popular, y luchando contra las direcciones conciliadoras y por la formación de la dirección revolucionaria. Este es el contenido de una estrategia consecuente de autoorganización -lo que en ocasiones denominamos una “política soviética”.49 Por eso, una política para impulsar consecuentemente los pasos progresivos de las masas hacia su autoorganización, sólo puede formularse en base al método y el programa trotskistas, que generaliza y sintetiza la extraordinaria experiencia histórica del movimiento obrero internacional.
Sin embargo, la mayoría de las corrientes que se reivindican trotskistas fracasan en ofrecer una política consistente para desarrollar la organización independiente de los trabajadores y oprimidos, debido a su adaptación a las direcciones existentes, su “respeto por los cuerpos orgánicos de los sindicatos” y su carencia de una estrategia soviética.
La UIT y la LIT ensalzan como “órganos de poder” los “Parlamentos Populares” en Ecuador, pero han sido incapaces de plantear una política independiente de la dirección indigenista y reformista.
En Bolivia el POR se opone a luchar por el desarrollo de Coordinadoras o Comités de huelga a nivel nacional. En Argentina ni el MST ni el PO han sabido sacar ninguna lección revolucionaria de los “piquetes”, como no sea para buscar “construirse” acarreando material para sus pequeños tinglados sectarios.
Pese a los trotskistas de este tipo, el programa y el método del trotskismo es poderoso porque responde a las necesidades profundas de la movilización y encuentra nuevos puntos de apoyo en las experiencias de las masas.
El trotskismo confía en la energía, espontaneidad y creatividad de los explotados y oprimidos para superar todos los obstáculos y ponerse a la altura de sus tareas históricas; mientras combate intransigentemente a las mediaciones que obstaculizan este desarrollo. Parte de alentar todo paso progresivo que las masas den en el terreno de la autoorganización y de los métodos de lucha, peleando por su desarrollo –extensión, masificación, centralización- por dotarles de un programa independiente y por una dirección obrera revolucionaria.

VI- Algunas conclusiones

El complejo cuadro de la política latinoamericana y mundial, las erupciones de la lucha de clases en el continente, la experiencia política y de lucha que las masas están acumulando en el curso de la movilización, constituyen un laboratorio político y social extraordinario en el cual las masas obreras y populares comienzan a poner en pie un nuevo movimiento.
En este contexto, asistimos al despertar de una nueva generación a la vida política que comienza a buscar una salida de fondo, ávida de nuevas ideas, al calor de importantes experiencias.
Además, los actuales combates de la lucha de masas ofrecen una oportunidad invalorable para extraer lecciones revolucionarias e incorporarlas al método, al programa, a la teoría marxista.
Todo esto abona un terreno más favorable para la lucha por recomponer la continuidad del marxismo revolucionario y comenzar a reagrupar en torno al programa de la revolución proletaria a los elementos más avanzados. Como decía Lenin “Una acertada teoría revolucionaria no es un dogma, sino que sólo se forma de manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario”50
Consideramos que es una necesidad de la vanguardia obrera, estudiantil y popular, así como de quienes se reclaman trotskistas y buscan un camino hacia la revolución, reflexionar y apropiarse de las lecciones que arrojan estos combates de las masas latinoamericanas, así como de las enseñanzas de la lucha de clases y la política mundial de nuestros días.
Estas tareas de candente actualidad, se enmarcan en la perspectiva estratégica del combate por lo que será el elemento más concentrado y decisivo de la renovación revolucionaria de la subjetividad de la clase obrera y las masas: la construcción de nuevos partidos obreros, revolucionarios e internacionalistas, y de una Internacional revolucionaria, que centralice la lucha contra el capital imperialista. Es decir, avanzar en la reconstrucción de la Cuarta Internacional como el partido mundial de la revolución socialista.

Desde la Fracción trotskista Estrategia Internacional, ponemos nuestras modestas fuerzas al servicio de esta perspectiva y de las tareas urgentes que demanda.
Nos consideramos una liga de propaganda marxista revolucionaria que interviene en la lucha de clases combatiendo por una política trotskista principista. Para nosotros se trata de extraer lecciones revolucionarias de estos acontecimientos no como “comentaristas” de la realidad, sino como una necesidad urgente para armar la intervención en la lucha de clases. Así, hemos intervenido en varios de estos acontecimientos. En México, nuestros compañeros de la LTS y Contracorriente han estado en primera línea en el CGH, esa gran herramienta de autoorganización que se dieron los estudiantes de la UNAM, defendiéndolo.
En Bolivia, la joven LOR-CI combate por una política obrera revolucionaria para avanzar por el camino abierto en las heroicas jornadas de abril y septiembre.
En Argentina, el PTS, como muestra la edición masiva de La Verdad Obrera pugna por ligarse a las luchas y procesos más avanzados dados por los trabajadores.

No compartimos el afán autoproclamatorio de otras corrientes que se consideran “el partido revolucionario”. Por el contrario, creemos que se avanzará hacia la construcción de nuevos partidos obreros revolucionarios y de la Cuarta Internacional a través de procesos vivos de fusiones y rupturas en torno a los grandes acontecimientos de la lucha de clases.
En este camino, proponemos como un método correcto que permita dar pasos prácticos iniciales hacia un reagrupamiento principista de los trotskistas, el establecimiento de Comités de Enlace con aquellos que converjamos en base a las cuestiones fundamentales de la hora histórica. El esfuerzo por extraer lecciones en un sentido revolucionario de los acontecimientos políticos y de las grandes acciones de las masas, como las que hemos estudiado en este trabajo, está guiado también por este norte.

 

1 León Trotsky, Sobre Europa y Estados Unidos, ediciones Pluma, Buenos Aires, 1975, pág. 10
2 Es decir, una etapa preparatoria de la lucha de clases en los marcos de la época imperialista que los marxistas revolucionarios definimos como de crisis, guerras y revoluciones.
3 F. Engels, “Sobre la acción política de la clase obrera”, discurso del 21/09/1871, en Obras Escogidas, Tomo II, p.260.
4 V. I. Lenin, ¿Qué hacer?, varias ediciones.
5 K.Marx, F. Engels, El Manifiesto Comunista
6 Hemos abordado esta cuestión vital en varios artículos de Estrategia Internacional y otros materiales. Remitimos al lector interesado a EI nº 10 y nº 13.
7 James Petras, “El nuevo campesinado revolucionario”, 14 de junio de 2.000, Rebelión (Internet).
8 El verano del 2.000 el gobierno costarricense intentó avanzar con el “Combo energético”, un proyecto de ley para privatizar el ICE (electricidad), despertando un proceso masivo de movilizaciones que abrió una nueva situación en el país. “Desde el 20 de marzo (...) sectores estudiantiles y trabajadores habían comenzado a movilizarse combativamente hacia la Asamblea Legislativa, obligando a decretar un receso (...) se paraliza el principal poder del Estado por la acción de las masas. Desde esa fecha se producen a nivel nacional paros y huelgas en diferentes centros de trabajo, universidades y colegios, la incorporación de comunidades, bloqueos de carreteras y calles con métodos violentos, movilizaciones espontáneas, etc. Con fuertes enfrentamientos entre los sectores populares que bloquean y el aparato militar, como en San Isidro de El General, Puntas Arenas y Guanacaste. Los campesinos, las comunidades y los estudiantes juegan un papel central en los bloqueos de carreteras y le dan una dinámica nacional a la lucha (...) consigna el documento “Situación nacional y tareas del PRT (Costa Rica)”. El 4 de abril el gobierno retrocede en su proyecto y las direcciones reformistas logran canalizar el proceso en una negociación.
9 León Trotsky, “Los problemas de la insurrección y de la guerra civil” en Trotsky: teoría y práctica de la revolución permanente (compilación por Ernest Mandel), Siglo XXI editores, México, 1983. Pág. 110.
10 Cabe señalar los piquetes masivos en los paros generales en Paraguay; o los Frentes Regionales en Perú.
11 Ecuarrunari nuclea al campesinado quechua de la Sierra, la FENOC es la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas.
12 Programa del Parlamento de los Pueblos del Ecuador, borrador s/f., s/e.
13 Movimiento político basado en las organizaciones campesinas y los “movimientos sociales”, fuertemente influenciado por las ONG y la Iglesia. Su programa combina rasgos indigenistas y socialdemócratas.
14 Hemos analizado estos acontecimientos y el nefasto papel político que jugaron las direcciones políticas y sindicales, responsables de esta frustración con su política reformista y su divisionismo, en diversos artículos de Estrategia Internacional. nº (15 de marzo del 2.000) y en LVO.
15 Llamamiento del PCML, 25 de enero del 2.000.
16 Javier Ponce, analista político, citado en Kintto Lucas, La rebelión de los indios, Quito, Ecuador, 2.000, pág. 99.
17 Comunicado del Parlamento Nacional de los Pueblos del Ecuador, 23/01/2.000.
18 Pueden consultarse los trabajos de Trotsky sobre la lucha contra el fascismo en Alemnia, por ejemplo.
19 Kintto Lucas, La rebelión de los indios, Quito, Ecuador, 2.000, pág. 93.
20 El PCML, junto con el FP había convocado poco antes a un Congreso que no tuvo mayor trascendencia.
21 Guillermo Almería, “Ecuador: los poderes en pugna y el poder estatal”, en La Jornada, México, 31/01/2.000.
22 Ver Revista Correo Internacional, N°84. La UIT publicó también análisis “rojos” sobre el levantamiento y los parlamentos bajo su estrategia de presión sobre las direcciones
23 Trotsky, León. La Revolución de 1905. Barcelona, Ed. Planeta, p. 191, 1975.
24 Oscar Olivera, en Pulso, 26/05/2.000.
25 Lucha Obrera nº 2, La Paz, Bolivia, abril del 2.000.
26 Raquel Gutiérrez y Álvaro García Linera, “El proyecto de la rebelión social”, en La Razón, La Paz, Bolivia, 23/04/00.
27 Raquel Gutiérrez “Asamblea Constituyente: el poder en nuestras manos”, en Así es, nº 2, diciembre del 2.000.
29 León Trotsky, La Revolución española y sus peligros”, en La Revolución Española, ediciones El Puente, Buenos Aires, s/f., pág. 81.
28 R. Gutiérrez, ídem.
30 Raquel Gutiérrez y Álvaro García Linera, “El proyecto de la rebelión social”, en La Razón, La Paz, Bolivia, 23/04/00.
31 Hemos publicado diversos artículos y materiales sobre los procesos de la lucha de clases en Argentina en La Verdad Obrera, en cuyas páginas de Informaciones Obreras, puede encontrarse abundante material vivo por corresponsales y protagonistas de estas luchas.
32 LVO nº 74.
33 Nicolás Iñigo carrera y María C. Cotarello, “Clase obrera y protesta social en la Argentina de los ‘90”, ponencia de noviembre de 1.999.
34 Eduardo Lucita (director de Cuadernos del Sur), “Viejas y nuevas formas de lucha”, en Inprecorr, marzo de 2.001
35 Datos de Nueva Mayoría.
36 Ver diario La Nación, 27/11/00 y ss.
37 León Trotsky, Programa de Transición de la Cuarta Internacional.
38 León Trotsky, ídem.
39 León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, capítulo “El doble poder”, Editorial Antídoto, tomo ..., pág ..., Buenos Aires, 1999..
40 León Trotsky, “La revolución española y la táctica de los comunistas”, en La Revolución Española, El Puente, Buenos Aires, s/f., pág.62.
41 León Trotsky, “La Revolución española y sus peligros”, en La Revolución Española, ediciones El Puente, Buenos Aires, s/f., pág. 81
42 El stalinismo, mientras forjaba la teoría y práctica de los “frentes populares”, “ha causado un daño incalculable al movimiento revolucionario en todo el mundo al afirmar en muchas mentes el prejuicio de que los soviets se crean únicamente para las necesidades del levantamiento armado y en vísperas del mismo.” León Trotsky, “La revolución española y la táctica de los comunistas”, en La Revolución Española, El Puente, Buenos Aires, s/f., pág.61.
43 León Trotsky, ídem
44 Programa de Transición de la Cuarta internacional.
45 V. I. Lenin, “La disolución de la Duma y las tareas del proletariado”, julio de 1.906, Obras Completas, tomo, Buenos Aires, 1960, Pág..
46 León Trotsky, “La revolución española y la táctica de los comunistas”, en La Revolución Española, El Puente, Buenos Aires, s/f., pág.62.
47 En otro trabajo, ver EI nº 13, hemos tomado esta comparación con el trágico ejemplo de la revolución alemana.
48 León Trotsky, ¿Adónde va Francia?, editorial Pluma, Buenos Aires 1974, pág. 119.
49 En castellano sería una “política concejista” pero esta denominación quedó ligada a una corriente sectaria y ultraizquierdista luego de la revolución rusa.
50 V. I. Lenin, “El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo”, en Obras Completas, tomo XXXI, pág. 19 y ss. Editorial Cartago, Buenos Aires, 1960.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

 

   
  La Fracción Trotskista está conformada por el PTS (Partido de Trabajadores por el Socialismo) de Argentina, la LTS (Liga de Trabajadores por el Socialismo) de México, la LOR-CI (Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional) de Bolivia, ER (Estrategia Revolucionaria) de Brasil, Clase contra Clase de Chile y FT Europa. Para contactarse con nosotros, hágalo al siguiente e-mail: ft@ft.org.ar