El
llamado movimiento antiglobalización
que emergió en Seattle en noviembre de 1999 se siguió
desarrollando en Washington, Melbourne, Praga, Niza, Nápoles
y Buenos Aires, para nombrar las instancias de movilización
más importantes. El carácter y la composición
de las movilizaciones ha sido muy variable, manifestándose
con más fuerza en los países centrales, sobre
todo Estados Unidos y Francia. Mientras que en Praga se
destacaron sectores más radicalizados políticamente,
en Seattle o Niza, lo llamativo fue la fuerte participación
obrera, aunque encolumnada por sus direcciones burocráticas.
La movilización en Nápoles el 17 de marzo,
marcó un verdadero salto, con la presencia de miles
de trabajadores, desocupados y estudiantes del lugar con
sus reivindicaciones inmediatas.
El desarrollo de este movimiento ha contribuido enormemente
a la deslegitimación de las instituciones del capitalismo
internacional como el FMI, el Banco Mundial, la OMC o el
Foro Económico Mundial, y cambió el clima
ideológico, después de décadas de reacción,
de pensamiento único y de fin de
las ideologías. El fortalecimiento electoral
de los grupos de la extrema izquierda francesa
en las últimas elecciones municipales1, aunque se
explica también por el desarrollo de la situación
política y social nacional, es otra muestra de este
cambio.
A lo largo de un año y medio de movilizaciones se
ha desarrollado un proceso de diferenciación política
dentro de este movimiento que algunos llaman antiglobalización.
Por un lado, el ala reformista -que agrupa a ONGs, iglesias,
organizaciones como ATTAC, burocracias sindicales, entre
otras- sostiene una estrategia de humanizar
al capitalismo y de mantener al movimiento en los marcos
de la crítica antineoliberal. Pero dentro
de este movimiento amplio, ha surgido un sector de vanguardia
más radicalizada, sobre todo juvenil, que avanza
hacia el cuestionamiento general del sistema capitalista
como el causante de la miseria de la mayoría de la
humanidad, lo que se expresa en consignas como El
capitalismo mata, matemos al capitalismo. Dentro de
este movimiento juvenil anticapitalista intervienen grupos
anarquistas, autonomistas, autogestionarios y trotskistas.
Esta división se percibe en las acciones. ONGs, partidos
reformistas y burocracias sindicales buscan realizar manifestaciones
pacíficas de presión, que en general se corresponden
con intentos de diálogo y negociación. La
política de las direcciones burocráticas del
movimiento obrero es mantener aislados a los trabajadores
de la vanguardia juvenil anticapitalista, como por ejemplo
hizo la AFL-CIO en Seattle, y sobre todo en Washington,
o las centrales sindicales francesas que frente a la Cumbre
de la Unión Europea en Niza tuvieron la política
de presionar por la inclusión de la carta de
los derechos.
El Foro Social Mundial que sesionó en Porto Alegre
a fines de enero, fue el primer intento -de dimensiones-
de los partidarios de la reforma, en sus distintas variantes,
de institucionalizar al movimiento juvenil anticapitalista
en los marcos de una alternativa posible y realista
al neoliberalismo. ONGs, ATTAC, burocracias
sindicales opositoras, publicaciones pogresistas
como Le Monde Diplomatique, junto al gobierno municipal
de Porto Alegre, encabezado por el Partido de Trabajadores,
trataron de demostrar que otro mundo es posible
sin derrotar al poder burgués e instaurar el poder
de la clase obrera, los campesinos y los sectores populares.
La miseria de esta utopía quedó en claro en
las resoluciones que según estas organizaciones harían
un capitalismo más humano.
Por el contrario, la vanguardia juvenil ataca las sedes
de las corporaciones y los organismos internacionales, rechaza
a los reformistas2 y se enfrenta duramente a la policía.
El punto más progresivo de la juventud anticapitalista
es el internacionalismo, que hace, por ejemplo, que jóvenes
de países imperialistas reclamen la anulación
de la deuda externa de los países semicoloniales,
o rechacen la intervención norteamericana en Colombia.
Pero es ideológicamente heterogéneo y todavía
no ha encontrado una alternativa por la positiva al capitalismo
ni el camino a la unidad estratégica con la clase
obrera para poder realmente matar al capitalismo.
Dentro de este movimiento hay importantes diferencias políticas
y estratégicas. Mientras que los marxistas revolucionarios
creemos que la clave para desarrollar el movimiento anticapitalista
es unir a los miles de jóvenes que bloquean las cumbres
y atacan a las corporaciones, con la clase obrera, porque
esta es la única fuerza social que puede llevar a
derrotar al capitalismo, los grupos anarquistas desprecian
esta tarea de fundamental importancia para una perspectiva
anticapitalista, que plantee la destrucción del poder
burgués y su reemplazo por el poder obrero y popular.
Su estrategia impotente3 favorece también la política
de las burocracias sindicales de mantener aislada a la juventud
de los miles de trabajadores que se movilizan con los sindicatos.
Esta vanguardia anticapitalista nos plantea a los grupos
y corrientes que nos reividicamos marxistas revolucionarios
un gran desafío y una gran oportunidad política,
partiendo de reconocer las potencialidades y límites
del movimiento y peleando por unir a los miles de jóvenes
anticapitalistas con la clase obrera, para hacer avanzar
la causa de los explotados y la estrategia de la revolución
socialista. Para esto debemos ser capaces de impulsar las
tendencias más progresivas del movimiento y combatir
a aquellos que buscan limitar estos síntomas de radicalización
política a una perspectiva antineoliberal y, de esta
forma, agotar las energías de este movimiento en
la búsqueda de reformas apenas tibias, como la tasa
Tobin, o tras objetivos completamente reaccionarios como
la democratización de las agencias internacionales
del capitalismo como el FMI y el Banco Mundial.
Las corrientes sectarias que justifican su abstencionismo
por el carácter reformista de las direcciones están
condenadas a la esterilidad política. Pero su gemelo,
el oportunismo que lleva a adaptarse a esas direcciones,
no tiene un destino mejor. Ambos terminan facilitándoles
la tarea de evitar la radicalización política
y una perspectiva revolucionaria.
Probablemente el ejemplo prototípico de estas tendencias
sea la intervención en el movimiento anticapitalista
de las dos principales corrientes francesas que se reclaman
trotskistas: el sectarismo, en el caso de Lutte Ouvriere
(LO) y el oportunismo en el de la Liga Comunista Revolucionaria
(LCR). Pero no son las únicas. Estos dilemas
atraviesan varios agrupamientos que se reclaman marxistas,
y las respuestas se inscriben en la misma lógica
política. Por ejemplo, el SWP inglés, considera
que El estado de ánimo anticapitalista encuentra
expresión concreta en la emergencia de un medio político
más o menos organizado donde está comenzando
a tomar forma una nueva izquierda. Este proceso comenzó
en Francia después de las huelgas de 1995, donde
Le Monde Diplomatique y ATTAC ofrecieron un eje para la
oposición al neoliberalismo. Esas iniciativas tuvieron
un impacto en toda Europa: hay ahora ediciones en inglés,
alemán y griego de Le Monde Diplomatique, mientras
que ATTAC se ha establecido en Noruega, Dinamarca, Suecia
y Suiza4. Al igual que la LCR, la política
de la IST (International Socialist Tendency) de la que el
SWP es el principal partido, es participar y establecer
en varios países nuevas ramas de ATTAC5..
La LCR y LO, tienen aparentemente posiciones completamente
antagónicas respecto al movimiento anticapitalista.
La LCR llama a impulsar este movimento en forma acrítica,
sin cuestionar absolutamente a las direcciones reformistas
-viejas o nuevas- que intentan dirigir estas movilizaciones,
siendo uno de los principales impulsores del Foro Social
Mundial como continuidad natural de estas luchas.
Lutte Ouvriere, después de la marcha de Seattle,
criticó duramente a las organizaciones sindicales,
campesinas, ecologistas y juveniles que participaron en
la protesta contra la OMC, llegando a la conclusión
de que a este tipo de manifestaciones no se debe acudir
y virtualmente negando su existencia -salvo
cuando
las tienen frente a sus narices, como ocurrió en
Niza. Las dos corrientes, por acción u omisión
dejan el campo libre para que las organizaciones reformistas
de todo tipo se fortalezcan con estas movilizaciones, para
finalmente castrarlas de todo contenido revolucionario.
ANTINEOLIBERALES
En
los últimos años, la LCR ha desplegado más
abiertamente una estrategia antineoliberal,
y democrática, impulsando organizaciones
como ATTAC6, que se proponen como alternativa realista
algunas medidas mínimas, como la Tasa Tobin, que
controlen al capitalismo salvaje,
sustituyendo a una estrategia de clase, obrera y socialista,
por alternativas vagas de los ciudadanos o la
sociedad civil.
La LCR, para mantener una política de tolerancia
hacia corrientes reformistas, necesariamente debe levantar
un programa que no choque con sus intereses. Esto se vio
en la movilización de Niza contra la Cumbre de la
Unión Europea en diciembre del año pasado.
En esa ocasión, la LCR planteó que los
jóvenes sabremos resistir activamente y terminaremos
por imponer, todos juntos, una Europa Social, una Europa
que contemple las necesidades de la mayoría y no
genere el máximo de beneficios a una minúscula
minoría, una Europa socialista y democrática.
Este llamado vacío a las buenas intenciones puede
ser suscripto tranquilamente por cualquier corriente socialdemócrata
europea.
Finalmente concluye que El desafío es inmenso,
y la LCR y las diferentes secciones de la IV Internacional
están dispuestas a mirar a su alrededor, dentro del
respeto de las especificidades de cada uno, de todas las
fuerzas que, en Niza, se movilizaron por una Europa social
y democrática7.
La última muestra de esta política que lleva
a la LCR a ubicarse como ala izquierda de las
variantes reformistas fue sin dudas su participación
en el Foro Social Mundial de Porto Alegre y la propuesta
electoral para las elecciones municipales francesas del
11 de marzo pasado.
Haciendo un balance del Foro Social Mundial, el enviado
especial de la IV Internacional (sic) plantea
en un extenso artículo8 las principales conclusiones
del Foro, sobre la necesidad de construir una gran
alianza contra la mundialización neoliberal
(...) La cuestión de la democracia ha recibido un
tratamiento privilegiado. Nada de extraño en esto.
El Foro se realiza en Porto Alegre, el lugar de la experiencia
democrática popular del presupuesto participativo.
El autor da buena cuenta de la diversidad de
ideas para reformar al capital que se desarrollaron
en el Foro, desde Tasa Tobin y la demanda de un comercio
justo hasta las resoluciones del foro parlamentario
que mantiene la ilusión de una reforma
profunda de la OMC y de las instituciones financieras internacionales,
sin privarse de plantear con referencias lingüísticas
sofisticadas que el deseo y la preocupación
de concebir las alternativas posibles suplantó a
las grandes narrativas en las reuniones sindicales.
Después de definir la reunión del Foro como
un reflejo de la profundización, la radicalización
y la diversidad de la resistencia a la mundialización
capitalista-imperialista y como un laboratorio
de lucha y reflexión teórica, política
y programática, la LCR reconoce que hubo algunas
lagunas(!) en esa reflexión, nada menos
que la dimensión de clase, el antagonismo capital-trabajo
y la apropiación social de los medios de producción.
Esto no impide, por supuesto, considerar a esta reunión,
que fue un intento de revivir un tibio reformismo, como
un paso adelante en la continuidad del movimiento anticapitalista.
En relación a la participación en el Foro,
el manifiesto presentado por el Secretariado Unificado plantea
que La IV Internacional está presente en el
Foro Social Mundial a través de sus militantes, sus
diputados, sus cuadros sindicales y los militantes de los
diferentes movimientos sociales. Nosotros aportamos nuestra
contribución: el punto de vista marxista revolucionario
internacionalista. Pero también estamos presentes
para escuchar, para aprender de la experiencia y la reflexión
de los otros. Nosotros sabemos que tanto en las movilizaciones
en las calles como en Seattle, y en las reuniones de reflexión
como en Porto Alegre se siembran las semillas del internacionalismo
del siglo XXI9
La organización brasileña que adhiere al Secretariado
Unificado, Democracia Socialista, que está dentro
del PT, es parte del gobierno de Porto Alegre. La experiencia
de este laboratorio como lo llama Le Monde Diplomatique,
con su presupuesto participativo, se ha transformado en
una política oficial de la LCR francesa. En las últimas
elecciones municipales, uno de los ejes de la campaña
de la LCR fue por Uno, dos, tres.... Porto Alegre
(!)10, propagandizando el presupuesto participativo como
una ejemplo de democracia radical11. Esta propuesta
presentada como 100% a gauche no es más
que un programa reformista donde no hay política
de clase, donde la propuesta a los miles de jóvenes
que empiezan a ver en el capitalismo al enemigo, es el localismo
de los gobiernos municipales, que con la participación
de los ciudadanos podrían gerenciar una
redistribución de la riqueza a favor
de los que menos tienen. Inútil buscar cualquier
referencia, siquiera remota, a la revolución social,
a la destrucción del capitalismo y al poder de la
clase obrera y los explotados.
La política de la LCR de adaptación a las
variantes reformistas que plantean lo posible,
es decir la utopía reaccionaria que hay otro
capitalismo posible, y de un internacionalismo
antineoliberal es una cobertura por izquierda
de los que son enemigos acérrimos de la organización
y la intervención independiente de la clase obrera
y los sectores populares contra el capitalismo y el imperialismo.
Es un obstáculo para el desarrollo de la vanguardia
anticapitalista en un sentido progresivo, es decir, hacia
su unidad con la clase obrera y con los explotados del mundo
que lleve a una lucha hasta el final para matar al
capitalismo.
SECTARISMO
En
las antípodas de la LCR, Lutte Ouvriere tiene una
actitud de negar que exista un despertar de la conciencia
internacionalista y anticapitalista en amplios sectores
de la juventud y los trabajadores (incluso en su propio
país). A pesar de que este es un fenómeno
político progresivo que persiste y se desarrolla
y por lo tanto tiene pleno interés para los marxistas
revolucionarios, Lutte Ouvriere sólo se dignó
a dedicarle un artículo, aparecido inmediatamente
después de la movilización de Seattle contra
la Organización Mundial de Comercio (OMC). Allí
se plantea como conclusión que Está
de moda hoy mirar a Seattle como el despertar de una nueva
militancia e ignorar quiénes estuvieron allí,
qué propusieron y la confusión que esas propuestas
podrían causar en la mente de la clase obrera si
llegara a tomar las demandas de Seattle. Seattle no representó
un paso adelante, ni siquiera un rodeo encaminado vagamente
hacia la dirección correcta. Buscar alguna dinámica
promisoria allí es ignorar en primer lugar la composición
social del movimiento. No es un accidente que las ideas
proteccionistas incluyendo las más reaccionarias
no sólo estuvieron representadas en el movimiento
sino que le dieron a la movilización de Seattle su
carácter político12.
Después de este análisis, donde de lo que
se trata es de exponer los límites del movimiento
pero de ninguna manera las políticas para combatirlos,
Lutte Ouvriere hizo silencio ante las manifestaciones de
Washington, Praga, Melbourne, Seúl, etc. Ni en su
periódico semanal, ni en su revista teórica
Lutte de Classe existe una sola mención
por parte de la dirección mayoritaria o de la fracción
Letincelle, ante este movimiento progresivo. Escudándose
en lo reaccionario de muchas posturas de los ecologistas
(que hablan del cuidado de la naturaleza sin ocuparse de
qué sucede con los trabajadores ni de responsabilizar
a la clase que envenena la tierra: la burguesía),
y en la posiciones proteccionistas de la AFL-CIO (que en
la marcha de Seattle pedía que no ingrese China a
la OMC porque sus mercancías hacen competencia a
la industria norteamericana) o a las de José Bové,
LO sentencia En estas marchas no se debe participar.
Confundir el movimiento real con las direcciones que lo
intentan dirigir es un típico error sectario. La
contracara de este sectarismo es la ausencia de cualquier
tipo de lucha política contra las direcciones que,
hoy por hoy, están a la cabeza de las movilizaciones,
y en su mayoría, se organizan en el Foro de Porto
Alegre. La dirección de LO, que califica de reaccionarias
a estas manifestaciones, tendría que explicar porqué
es reaccionario el hecho de que estas manifestaciones inciten
a protestar a sectores de los explotados y oprimidos -y
no sólo a los ecologistas y a los agricultores proteccionistas-
e indiquen que el enemigo a combatir son las multinacionales,
sus instituciones y sus gobiernos. Sobre todo, ¿cómo
podrán explicar que sea reaccionario el hecho de
que en la manifestación de Nápoles contra
el Global Forum decenas de miles de trabajadores y desocupados
locales -que reclaman aumento de salarios y puestos de trabajo-
tomaran esta lucha contra una reunión internacional
de los capitalistas como propia y se enfrentaran con la
policía durante horas?
Pero veamos cómo actúa LO cuando las manifestaciones
suceden en casa, es decir, en Francia. En relación
a la Cumbre de la Unión Europea que se realizó
en Niza a principios de diciembre del año pasado,
Lutte Ouvriere planteó que Los gobernantes
europeos reunidos van a disertar sobre la situación,
puede ser que tomen alguna decisión simbólica
(sic) y, sobre todo, hacer discursos destinados a la opinión
pública, que no agregan gran cosa, pero les pueden
hacer ganar algún punto de popularidad13. Evidentemente
para LO es simbólica la Carta de
Derechos (que contempla, entre otros puntos, mayores
restricciones para quienes tengan intención de emigrar
en Europa Occidental), la formación de una Fuerza
de despliegue rápido de 60.000 hombres que
tiene como intención reprimir en el área europea,
o la integración (mejor dicho colonización)
de los países europeo orientales a la Unión,
que se destacan entre las decisiones más importantes
de esta reunión. Y sobre las marchas convocadas decían
en el mismo artículo Los objetivos que se fijan
las diferentes organizaciones a la iniciativa de este llamado
y a quienes se les asocian no son siempre las mismas: ellas
son contradictorias. Si esta manifestación que ha
reunido decenas de miles de personas permite que las reivindicaciones
de los trabajadores y de los desocupados de todos los países
de Europa, que se oponen a las políticas antisociales
y antiobreras de sus gobernantes, se hagan entender por
todos (sic) los políticos presentes en la cumbre,
habrá sido muy útil estar ese día allá.
Es decir, condenan a los convocantes porque tienen objetivos
contradictorios, sin decir quiénes son y los
programas que levantan, y sin llamar a participar, dejan
abierta una pequeña puerta diciendo que si todos
los políticos europeos de la cumbre entienden
los reclamos, la protesta habrá servido. Aquí
se revela la estrategia de LO consistente en que los gobiernos
burgueses entiendan nuestras reivindicaciones
y se dignen a solucionarlas.
Resulta muy interesante también para comprender la
política de LO de ignorar el movimiento anticapitalista,
revisar la curiosa visión del carácter nacional
del capitalismo de los países europeos, donde no
tendrían ninguna importancia la economía internacional,
los bloques regionales y acuerdos entre los gobiernos o
determinadas empresas de distintos países, ya que
todo se decide en cada país: La decisión
de manifestar en Niza en la cumbre de jefes de estado y
de gobierno europeos no puede ser otra cosa que simbólica,
ya que no es ciertamente en el curso de las cumbres europeas
que se toman las decisiones. Los ataques antiobreros, las
políticas al servicio de la patronal, las decide
cada gobierno por su cuenta, incluidos los gobiernos que
se autodenominan de izquierda, como el de Jospin. Incluso
cuando invocan la existencia de la Unión y las normas
europeas, las ponen en la mesa como para decir que no pueden
hacer otra cosa14. Una cosa es reconocer que no hay
un superimperialismo europeo y que cada gobierno
debe lidiar con su propia clase obrera. Pero otra es negar
que existen acuerdos temporarios (a veces por tiempo prolongado)
entre los distintos imperialismos, o impuestos a las semicolonias,
que se traducen en instituciones como las Naciones Unidas,
la OTAN, el FMI, la OMC, la UE, NAFTA, etc., que tienen
consecuencias directas en la marcha de la economía
y la política y deciden sobre la vida y la muerte
de millones de personas15. Y agregan en el artículo:
Entonces, hablando de Francia, ¿porqué
lo que fue posible en Niza no es posible en París
o en otra parte? ¿Es que las decenas de miles de
trabajadores que la CGT fue capaz de movilizar, no pueden
ser movilizados contra los despropósitos cotidianos
de nuestros patrones, los Michelin, los Alstom,
los Moulinex, los Peugeot y otros explotadores que son los
actores locales de la mundialización?. Que
las burocracias europeas responsabilicen a la Unión
Europea de los males que sufren los trabajadores, para eximir
de responsabilidad a las patronales y los gobiernos de sus
respectivos países, no es una excusa para no protestar
contra la Unión Europea, incluyendo a sus sostenedores,
los gobiernos y las patronales de cada país y señalar,
a su vez, la única alternativa progresista frente
a la Europa de los monopolios: los Estados Unidos Socialistas
de Europa.
La estrechez de miras de LO, al no entender qué sucede
fuera de las fronteras de Francia, termina por no entender
lo que sucede en su propio país. La abstención
de combatir por una estrategia obrera, internacionalista
y revolucionaria, contribuye al fortalecimiento de mediaciones
pequeñoburguesas como ATTAC, la Confederation Paysanne
o la lista Motive-é-s, que tuvo una alta votación
en las elecciones en Toulouse.
Como queda claro tanto los oportunistas de la LCR como los
sectarios de LO, reflejan una adaptación
a las direcciones reformistas y burocráticas. Al
contrario de estas corrientes que falsamente reclaman ser
la extrema izquierda, los revolucionarios tenemos
que intervenir audazmente en este movimiento para desarrollar
sus tendencias más progresivas y mostrar la superioridad
ideológica, teórica y estratégica del
marxismo revolucionario frente a la miseria de las utopías
pequeño burguesas o del reformismo burgués,
que nada tienen que ofrecer al movimiento de masas, más
que vagas promesas de que otro mundo es posible.
El surgimiento de esta vanguardia anticapitalista que pone
nuevamente en primer plano el carácter internacional
de la lucha contra el capitalismo plantea más que
nunca la urgencia de esta tarea. |