En
enero de 1994, el EZLN inició su lucha alzándose
en armas contra la explotación de los indígenas
y los campesinos de Chiapas; enarboló un programa
democrático radical, a la izquierda de cualquier
programa de los partidos burgueses opositores (como el PRD),
que llamaba a derribar al mal gobiernorepresentado
por el régimen del PRI y a tirar el TLC.
A la fecha, no sólo no han cesado la injusticia y
la antidemocracia contra las que se sublevaron los campesinos
e indígenas chapanecos del EZLN, sino que han sido
profundizadas por el nuevo régimen que
encabeza Vicente Fox y el Congreso de la transición
democrática integrado por el PRI, el PAN y
el PRD. Hoy el foxato intenta avanzar en la reforma a la
Ley Laboral y a los contratos colectivos de trabajo, en
el avance de la explotación bajo la semiesclavización
en las maquiladoras y, en una reforma fiscal, financiera
y tributaria que afectará más a los trabajadores
y al pueblo pobre. En el campo, este ataque se centra en
acabar de liquidar la propiedad ejidal de las pequeñas
parcelas, para acrecentar la ganancia capitalista (como
parte de los compromisos que Fox contrajo con George W.Bush
en la reunión de Guanajuato), avanzar más
en la contrarreforma agraria para arrebatarle las tierras
a indígenas y campesinos y en el megaproyecto pro-imperialista
llamado Plan Puebla-Panamá en el sureste
del país.
En este marco de ofensiva capitalista, a los 7 años
de la toma de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas,
se realizó la marcha de los comandantes y el subcomandante
Marcos a la capital de México para presionar al congreso
y a Fox con el objeto que aprueben la ley de la COCOPA sobre
cultura y derechos indígenas. Atrás quedaron
los llamados a deponer al dictador; que reivindicaba:¡Abajo
el TLC y la promesa de no entregaremos las armas hasta
derrocar al gobierno e instaurar el socialismo.
EL
REGIMEN REACCIONARIO ANTE LA MOVILIZACION INDIGENA Y CAMPESINA
Desde
que la marcha zapatista partió de la Selva Lacandona,
se hizo evidente el apoyo real que tienen las demandas del
EZLN en la mayoría de las comunidades indígenas
del estado. Apoyo que se dimensionó con las simpatías
y solidaridad expresadas por las organizaciones indígenas
y campesinas de los demás estados del país
por donde pasaron los delegados del EZLN. La masividad de
los actos donde hablaron Marcos y los comandantes, expresó
la vigencia de las añejas aspiraciones de los campesinos
e indígenas del país, como se mostró
en las ciudades de Oaxaca, Orizaba, Morelia; o, la reunión
del Congreso Nacional Indigenista en Nurio; o el Zócalo
de la Ciudad de México el 11 de marzo; donde se reunieron
cerca de 200 mil gentes para recibir a la marcha zapatista.
El fortalecimiento del Congreso Nacional Indígena
celebrado en Nurio, Michoacán (representado por 41
etnias de 27 estados del país), es un hecho político
que expresa la dura resistencia de las organizaciones indígenas
frente a los intentos del régimen por someterlas;
proceso de recomposición que no se veía en
el campo desde los mejores tiempos de la Coordinadora Nacional
Plan de Ayala (CNPA). Y que potencia la organización
indígena como una nueva fuerza política en
el país, sumándola así al movimiento
indígena de América Latina que viene dando
fuertes luchas contra los planes imperialistas.
La caravana zapatista actuó como catalizador del
descontento de las masas del campo, que afrontaban un proceso
de debilitamiento y atomización de sus organizaciones
en los últimos años (producto de la represión,
despojo de tierras, emigración). Y es también
una expresión del potencial movilizador que pueden
tener las demandas democráticas formales -libertades
políticas- y las estructurales -como la tierra y
la ruptura de la dependencia del imperialismo- que subyacen
en toda justa demanda campesina e indígena.
El
levantamiento armado en enero de 1994 y el amplio apoyo
logrado por el EZLN (ante el desencanto por los partidos
con registro) profundizó la crisis del régimen
bonapartista semicolonial y sus instituciones y mostró
lo disfuncional que para el imperialismo resultaba el antidemocrático
y anquilosado sistema político que el Priato representaba.
Ahora, ante la caída electoral de ese viejo aparato
de ese dominio - producto del hartazgo mostrado por masas
en las elecciones presidenciales pasadas-, importantes sectores
de las masas del campo y la ciudad, pensaron que se abrían
perspectivas de solución a sus demandas. Pues para
ellas, la alternancia significaba un paso en la democratización
del régimen (concesiones en los mecanismos electorales
y sistema amplio de partidos); ilusiones fomentadas por
la izquierda y su adaptación a la reforma
del régimen.
Esta tramposa transición democrática era una
oxigenación necesaria para preservar el carácter
antidemocrático del régimen y profundizar
los planes que el Priato ya no podía aplicar sin
riesgo de provocar un gran estallido social, peligro que
anticipó la rebelión zapatista. En la actualidad,
la transición democrática deberá
afrontar las consecuencias de la crisis norteamericana en
México, y la posibilidad de que se generalice el
descontento obrero y popular contra los nuevos planes.
La actual es una transición democrática que
no tiene nada que ver con el respeto a las libertades democráticas
formales, ni con la restitución de las tierras comunales
despojadas a los indígenas (con las que se constituyeron
los grandes latifundios); ni con el respeto a las viejas
formas de organización comunal, sus usos y costumbres
ancestrales. Por el contrario, este arribo a la democracia
aceita las desgastadas instituciones y, las legitima para
aplicar los planes pro-imperialistas que el gobierno norteamericano,
la OCDE y los organismos financieros internacionales como
el FMI y el Banco Mundial, le ordenan al nuevo
régimen político, como el Puebla-Panamá,
denominado también por el presidente la marcha
de las maquiladoras hacia el Sur.
Así, vemos como Fox está imponiendo medidas
por encima del Congreso (nombramiento de embajadores, veto
a Ley de Desarrollo Rural aprobada por la de la Cámara
de Diputados, nombramiento de la Junta Administrativa de
Pemex). Son los rasgos bonapartistas que se conservan del
régimen anterior, y que le son necesarios al nuevo
régimen para avanzar mas rápidamente en la
subordinación del estado semicolonial mexicano al
imperialismo.
La transición democrática aconsejada
por Washington y Clinton y la unidad nacional que busca
el régimen, pueden verse accidentadas si Fox no logra
atenuar las contradicciones políticas que se expresan
a nivel nacional; que han repercutido en la crisis misma
del PRI; en la relación de la federación con
los estados; y en la relación del presidente con
su partido, el PAN. Y, para mantenerla y consolidarla, necesita
desviar las aspiraciones y demandas de las masas hacia las
instituciones y mecanismos del régimen.
En ese sentido, pese a que las demandas del EZLN son democráticas
formales (derechos políticos), la movilización
campesina e indígena que despertó y que concentra
años de opresión, objetivamente tiene un contenido
anticapitalista, lo que crea nuevas contradicciones en el
congreso reformado. Pese a que Marcos y los
comandantes zapatistas no reclaman un reparto agrario, ni
mucho menos se plantean luchar por el poder para realizar
grandes transformaciones estructurales (como una reforma
agraria radical, echar abajo los pactos del régimen
con el imperialismo, o acabar con la colonizadora deuda
externa), conceder la autonomía abre contradicciones
y discusiones al interior del régimen. Aunque son
demandas democráticas que el régimen puede
conceder sin afectar el derecho de propiedad burgués,
son muy caras a una democracia burguesa degradada
con importantes rasgos bonapartistas que aun conserva del
viejo priato. A ello responde que el foxato tratará
de retacearlas y negociarlas a su favor.
En esta situación reviste mucha importancia la orientación
que tome la movilización de los campesinos e indígenas
zapatistas, a partir de que los comandantes acordaron dialogar
con los diputados, es decir del curso que siga la política
de pactos y treguas con el régimen que impulsa la
dirección del EZLN. Pero también depende de
la estrategia que levanten las organizaciones obreras y
populares para plantear la solución a las demandas
de las masas del campo; una salida independiente que libere
a las masas de la tutela de las direcciones burguesas y
cambie la relación de fuerzas entre las clases o
una salida basada en la negociación bajo las reglas
del régimen, que refuerce sus instituciones y limite
los objetivos de la movilización campesina e indígena.
LOS ZAPATISTAS EN EL CONGRESO Y LA ESTRATEGIA DE FOX
DE INTEGRAR AL EZLN AL REGIMEN Y A LOS MECANISMOS DE LA
DEMOCRACIA BURGUESA
Los comandantes del EZLN, al hablar en la tribuna del Congreso,
demostraron el considerable capital político que
han ganado en este último período. Han logrado
el apoyo internacional de los movimientos de oposición
de varios países y han demostrado que las demandas
de las masas campesinas e indígenas son justas. El
zapatismo se convierte en la principal fuerza política
nacional a la izquierda del PRD, y puede ser el eje aglutinador
de la mayoría de las organizaciones de la izquierda
reformistas, del populismo e incluso del centrismo trotskista,
como lo demostró en los días en que estuvo
en la capital.
A calor de este hecho, la política oportunista del
PRD de apoyar la movilización zapatista, reposicionó
al partido del sol azteca, pues apareció como abanderado
de la causa zapatista dentro del Congreso de la Unión
y como una fuerza institucional y democrática,
que usó todos sus oficios políticos para que
los comandantes zapatistas accedieran a la tribuna en la
Cámara de Diputados. El PRD también hizo ver
al PAN -y principalmente al ala que encabeza el senador
Diego Fernández de Cevallos-, como ultraderechistas
enemigos de la pluralidad. De cara a su congreso
en abril y ante su fuerte crisis interna (con sectores de
la militancia que cuestionan su evidente derechización),
el PRD tuvo que apoyar la marcha para no quedar por fuera
de la movilización y recuperar el espacio político
perdido en el terreno electoral.
La estrategia foxista consiste en tender un puente a Marcos
y los comandantes para sentarlos a negociar. Pese a su discurso
demagógico de apoyo a los indígenas, busca
desgastar y desviar el proceso de recomposición y
movilización de las masas del campo y diluirlo en
la sociedad civil (a la que el EZLN se dirige),
para evitar que pueda unificarse con el descontento obrero
y popular y radicalizarse. Esta estrategia tuvo finalmente
que ser reconocida por los sectores más derechistas
del régimen, como las cámaras patronales,
la iglesia, y la dirección del PAN que alertaban
durante la marcha, con temor, cómo Fox fortalecía
a Marcos.
La intención de Fox, y la de todos los actores del
nuevo régimen, es institucionalizar
la lucha del campo para evitar el surgimiento de nuevos
fenómenos independientes, para lo cual busca integrar
al EZLN al régimen como oposición reglamentada
y legal. Se basa en la Cuarta Declaración de
la Selva Lacandona en la que el EZLN plantea la posibilidad
de convertirse en fuerza política1.
Por ello, todos los partidos opositores burgueses (como
el PRD, el PT y el Verde) presionaron para que el Congreso
recibiera a los comandantes, pues un rechazo del Congreso
a las demandas zapatistas podría radicalizar a sectores
del campo (y del propio EZLN) y profundizar la polarización
social y política; enturbiando los avances que viene
logrando la transición pactada a la democracia
que acordaron todas las fuerzas políticas del Congreso
(y a la que le capitulan las organizaciones reformistas
y populistas).
La preocupación del diputado del PT, José
Narro - que es compartida por toda la oposición burguesa
en el Congreso- escuchemos las diferencias para reglamentarlas
en el Congreso, expresa la invitación al EZLN
a diluir el carácter anticapitalista de las demandas
campesinas en el terreno de las curules.
Como se ve, la política del régimen frente
al EZLN ha significado un avance reaccionario, que apunta
a la recomposición de fuerzas dentro del Congreso
y pone la tribuna del Congreso como el máximo escenario
del país.
En
ese sentido, el importante avance logrado por la movilización
de los campesinos e indígenas pobres, puede diluirse
en los pasillos y cubículos del Congreso de la Unión,
si el EZLN avanza en la negociación con esta reaccionaria
institución. Esto significaría profundizar
la política de pactos y treguas que ya había
iniciado con el gobierno de Zedillo y que fue interrumpida
con la traición del 9 de febrero, mediante la ofensiva
contra las comunidades; rompiendo los Diálogos
de la Catedral. Dicha tregua sirvió para desactivar
la movilización campesina, y frenar las tomas de
tierras independientes que se realizaban fuera de la zona
ocupada por la rebelión zapatista.
Y es que, lamentablemente, la estrategia del EZLN no plantea
la alianza revolucionaria de la clase obrera con los campesinos
contra el régimen capitalista, para imponer la solución
al problema de la tierra y la explotación capitalista.
Por el contrario, queda integrado a los mecanismos de control
burgués y, a la vez pese a su autonomía
formal del PRD- queda muy ligado y subordinado a este partido
y a Cárdenas. Ya en 1994, en tiempos de la Convención
Nacional Democrática (CND), había llamado
a votar por éste, proponiéndolo para encabezar
un movimiento de liberación nacional, como frente
amplio de oposición.
De integrarse más al régimen, el EZLN daría
un gran paso en la lógica de toda dirección
reformista armada, donde las armas están al servicio
de una estrategia de subordinación al régimen
burgués; jugando un rol similar al que cumplieron
el FSLN de Nicaragua, el M-19 en Colombia; el FMLN de El
Salvador y la UGRN de Guatemala. Todas estas direcciones
guerrilleras acabaron como partidos políticos que
se integraron a los gobiernos burgueses como opositores
legales.
UNA UNIDAD Y RECONCILIACION NACIONAL
QUE SE UTILIZARA CONTRA LAS MASAS
En este contexto, lo que pudo haberse convertido en un fortalecimiento
del movimiento obrero, campesino, indígena y popular
contra el régimen, deslegitimando su careta democrática,
al transformarse en acuerdos con Fox y el Congreso de la
Unión para obtener la paz fortalece la
confianza en las instituciones reaccionarias y legitima
la tramposa transición a la democracia.
Junto a ello, es un contrapeso al surgimiento de cualquier
proceso independiente y de radicalización.
En ese sentido apunta el anuncio de la comandanta Esther,
de que los indígenas y campesinos zapatistas no recobrarían
en señal de distensión- los territorios
que el gobierno había convertido en campamentos militares.
Fue el aviso a la clase política y a la patronal,
de que el EZLN no piensa desestabilizar el proceso democratizador,
que apuesta a una paz que dejará en desventaja a
las comunidades frente a los caciques y grupos paramilitares.
Es una paz al servicio de los intereses del
FMI y el Banco Mundial y no la que necesitan los explotados
y oprimidos (los del color de la tierra como
los definen los indígenas). Es una paz
que apunta a deslegitimar toda lucha que esté por
fuera de la negociación con el gobierno de Fox.
Este discurso de reconciliación nacional
(tan necesaria para la estabilización burguesa) fue
expresado por los delegados del CNI y los comandantes zapatistas
y provocó que el ex-priísta Manuel Camacho
Solís lo llamara un diálogo pacífico
y civilizado; que el PRI dijera reconocemos
la sensibilidad del EZLN; que fuera saludado por el
ultraderechista Claudio X González, capo mayor del
Consejo de Hombres de Negocios; que la fracción
parlamentaria del PAN publicara una inserción pagada
a nivel nacional declarando: ¡Bienvenidos a
la política!; y que el latifundista presidente
Fox saludara la humildad y altura con que se condujo
Marcos. Es decir, que toda la patronal y sus representantes
festejaban la integración al régimen que se
desprende de la estrategia pactista del EZLN. Junto a ellos,
los charros de la UNT y de la CTM han sido cómplices
de esta estrategia patronal.
El fortalecimiento del régimen le permitirá
continuar con sus planes económicos sobre la clase
obrera y el pueblo y con la represión como la que
se llevó adelante en los Loxichas, como
contra las trabajadoras de La Confitería en Cuernavaca,
Morelos, sobre los trabajadores de las maquiladoras como
en Nike en Puebla o, como la brutal represión a los
manifestantes contra el Foro Económico Mundial en
Cancún; continuar con las expulsiones en UNAM de
los activistas del CGH para eliminar toda oposición
a la privatización de la educación pública.
Pues el régimen está preparándose para
avanzar sobre las conquistas de la clase trabajadora y el
pueblo como la imposición de nuevos impuestos
y la privatización de PEMEX y la industria eléctrica-
y le está pegando a los sectores que quedan por fuera
de la negociación y de la estabilidad que requiere
Fox para cumplir con los compromisos que contrajo en Cancún
con la banca mundial y las corporaciones multinacionales.
La estabilización que lograría
Fox con la integración del zapatismo como fuerza
política legal (reafirmando el rol de éste
como la pata izquierda de la transición),
le permitiría también aplicar los planes en
el campo; terminando con el ejido como forma de propiedad
comunal, y desarrollar la explotación capitalista
en las regiones donde existen grandes comunidades indígenas
(ya Fox había anunciado un plan para mandar braceros
capacitados a los Estados Unidos).
Y, a pesar de las contradicciones que le genera, el régimen
podría aprobar con algunas modificaciones-
la ley de la COCOPA, y al mismo tiempo avanzar más
la desintegración del ejido y en la apropiación
de la renta del suelo. En esto consiste la anunciada marcha
de la maquiladora hacia el Sur; un salto en la renta
capitalista que se realiza mediante la expropiación
de la gran masa de los campesinos cultivadores y la expulsión
de una parte de ellos de la tierra, cuestión que
es acompañada de la destrucción de la industria
rural subsidiaria.
LA
AUTONOMIA DE FOX Y EL CONGRESO DE LA UNION DESVIA
LA LUCHA POR LA REFORMA AGRARIA RADICAL
El proceso de recomposición del movimiento indígena
y campesino, mostrado con las movilizaciones recientes y,
en la alta representatividad el Congreso de Nurio, Michoacán,
mostró el potencial de la lucha indígena y
campesina en México y la reivindicación objetiva
del descontento que alentó las viejas rebeliones
y revueltas indígenas y campesinas de los siglos
XVIII, XIX y XX.Es una importante movilización que,
si apuntara a reivindicar los aspectos más progresivos
del programa de Emiliano Zapata, puede fortalecer la lucha
por la tierra a nivel nacional.
Sin embargo, la demanda del EZLN ante el Congreso limita
la lucha de los indígenas al marco de la ley de la
COCOPA, es decir al contexto de la cultura y los derechos
en las comunidades indígenas de Chiapas (ver recuadro).
Así, la demanda del EZLN, al limitar la lucha de
los indígenas y campesinos al problema de la autonomía,
sin traspasar los marcos del régimen burgués,
no sólo no apunta a resolver el problema de fondo
de la explotación campesina, sino que representa
un retroceso en la lucha histórica por la problemática
en el campo. Pues suponiendo que se obtuviera la autonomía
tal como la demandan los indígenas y campesinos (el
derecho al use y disfrute de los territorios), lo que pudieran
producir los indígenas bajo la forma de pequeña
propiedad organizada sobre formas comunales, será
siempre - y más aun en tiempos de crisis-, anulado
por los impuestos, los intereses de los créditos;
por los precios fijados por los latifundistas, intermediarios
y, por el mercado mundial, provocando su ruina.
Por eso el problema de los derechos y cultura indígenas,
está íntimamente ligado al problema de la
tierra, es decir a la lucha por una reforma agraria que
dote de tierra a los campesinos y de facilidades para producir
y comercializar.
Emiliano Zapata, encabezando la lucha de los indios de Morelos
asentaba en el ¨Plan de Ayala (Art-6): Todas
las tierras, todos los montes, todas las aguas, que han
sido robadas por los hacendados, científicos y caciques
ejerciendo una tiranía horrible y una justicia envenenada,
deben ser reintegrados inmediatamente, como propiedad a
los pueblos y sus habitantes que tienen derecho a esta propiedad
de la que han sido expulsados por sus opresores.
La dirección constitucionalista de la
revolución mexicana, evitó que ésta
avanzara en la dinámica anticapitalista de resolver
la tarea esencial de una reforma agraria radical, ya que
ello atentaba contra el derecho de propiedad capitalista.
De modo tal que el mismo Luis Cabrera -ideólogo del
terrateniente Carranza- aceptaba en su Balance de
la revolución: El problema agrario se
compone de cinco partes: a) reparto de los grandes latifundios
b); la organización y defensa de la pequeña
propiedad; e) la dotación de ejidos a los pueblos;
d) la cuestión del regadío e) el crédito
agrario. La revolución no ha conseguido, en el terreno
agrario, más que las dotaciones de ejidos a los pueblos.
Pero la política ejidal deja desgraciadamente mucho
que desear y la prosperidad de los ejidos queda todavía
insegura y estéril. O como afirma Alfonso Goldschmidt:
Bajo los gobiernos de Caranza, Obregón y Calles,
los indios habían recibido de la Reforma Agraria
que resultó de la revolución mexicana, el
3.5 % de toda la superficie de México (El
Desarrollo campesino en México).
La política del PAN, del PRI, del PRD, del PT y del
Partido Verde Ecologista, no es dialogar con la dirección
zapatista para realizar una reforma agraria radical o reponerle
sus tierras, sino para acordar una reforma a la Constitución
que haga algunas concesiones de democracia formal (autonomía).
Pero cualquier reforma constitucional que salga de una acuerdo
en el Congreso será para desvíar el contenido
anticapitalista del problema de la tierra.
NINGUNA CONFIANZA EN EL CONGRESO REPRESENTANTE DE LOS
DUEÑOS DEL CAPITAL Y LA TIERRA
La
estrategia de Marcos y la Comandancia del EZLN, de dialogar
con el Congreso de la Unión, al no apuntar a cambiar
las estructuras que imponen la explotación y opresión
de los trabajadores del campo y la ciudad (el régimen
de propiedad de la tierra y de los medios de producción),
no da salida a los grandes problemas que derivan de la recolonización
del país por imperialismo (como las reformas reaccionarias
en el campo, la miseria que provoca el TLC, la semiesclavización
de la clase obrera, las reaccionarias reformas a la ley
laboral, etc.).
El llamado de Marcos a presionar al Congreso para que legisle
en materia de derechos y cultura indígenas y acordar
la paz, lleva a reforzar la confianza en las instituciones
que están al servicio de los grandes empresarios
y terratenientes y, crea ilusiones en sectores de las masas,
de que las demandas indígenas pueden obtenerse en
los marcos del régimen capitalista. Pero la paz
tan tramposamente publicitada por Fox, el PAN, el PRI y
el PRD, no vendrá del congreso que ha duplicado el
presupuesto para gastos militares; que ha impulsado la creación
de grupos paramilitares y solapado las masacres contra los
campesinos e indígenas, como la de Acteal, El Bosque,
Aguas Blancas, el Charco, etc. y que está legitimando
la entrega del petróleo, el gas, la electricidad,
los aeropuertos, los litorales, la banca, las carreteras.
Recientemente, a los pocos días del regreso de los
zapatistas, Fox envió al Congreso su propuesta de
reforma hacendaria, que significa una brutal imposición
del IVA a los alimentos y las medicinas de acuerdo a los
dictados del imperialismo, mientras el PRI y del PRD en
el Congreso (así como las direcciones sindicales
de la UNT y del CT y campesinas de la CNC) pretenden aparecer
como opositores para encauzar y capitalizar
el descontento social y no pagar los costos políticos
de semejante robo al bolsillo de los trabajadores.
De avanzar esta política de treguas y pactos
entre el EZLN y Fox, actuará como un contrapeso para
que no se exprese el descontento obrero, campesino y popular
frente los planes de Fox y Bush, así como impedir
el surgimiento de procesos independientes y radicalizados
de sectores de las masas. Se podría abrir un periodo
donde las luchas y el descontento serán desviadas
mas fácilmente tras la confianza en el Congreso plural
y en el rol de la oposición; significando
un gran retroceso en la lucha de los explotados.
UN PROGRAMA PARA LUCHAR POR LAS DEMANDAS Y ASPIRACIONES
DEMOCRÁTICAS DE LAS MASAS DEL CAMPO Y LA CIUDAD
Más
de 80 años después de la 1ª revolución
mexicana, el levantamiento indígena y campesino de
1994 al grito de Abajo el mal gobierno, muera el TLC
planteó de forma tajante la lucha contra la antidemocracia
y la opresión del régimen, contra la expoliación
imperialista y por una nueva revolución agraria.
En el último mes, nuevamente estas demandas se han
tendido a expresar en la escena nacional. Es necesaria una
estrategia para soldar la alianza revolucionaria de obreros
y campesinos contra los planes imperialistas, impulsando
un programa para que la clase obrera encabece la lucha por
las demandas democráticas de las masas y en contra
del régimen de los capitalistas y terratenientes.
Está planteada la lucha por las demandas democráticas
más elementales que este régimen no resolverá,
como es la lucha contra la militarización en el campo
y en la ciudad y por la libertad incondicional de todos
los presos políticos. Así como por la verdadera
democratización de los sindicatos frente al aparato
charril que actúa como agente de la patronal y el
régimen en el movimiento obrero, contra los caciques
y guardias blancas en el campo, y, en la universidad, contra
las bandas porriles y el antidemocrático e inquisidor
Tribunal Universitario. Todas estas son demandas que los
trotskistas empujamos y acompañamos en la perspectiva
de la movilización revolucionaria contra el gobierno
y el régimen.
Al
mismo tiempo es necesario enfrentar la gran trampa del régimen,
que no es otra que afianzar sus instituciones y presentarlas
como democráticas, en particular al Congreso
de la Unión.
Aunque los trotskistas de la LTS-CC reconocemos el derecho
del EZLN de dialogar y negociar con las instituciones del
régimen -si así lo deciden las bases campesinas
e indígenas-, afirmamos que sus demandas no se resolverán
a través del Congreso de la Unión, que, como
planteamos mas arriba, es el que garantizará los
nuevos planes pactados por Bush y Fox. No puede ser entonces
más falsa la afirmación de Marcos de que el
problema no es el Congreso sino los diputados
del PAN y algunos del PRI. El priato primero, el régimen
autorreformado de la transición pactada del 94 al
2000 después (donde el PRI perdió la mayoría
en la Cámara de diputados) y este nuevo régimen
han estado y están por igual al servicio del imperialismo
y los grandes capitalistas, como Slim, Zambrano, etc. La
política de Marcos no sólo es impotente para
resolver las demandas indígenas y campesinas, sino
que apuntala los intentos de consolidar esta democracia
para ricos.
Es necesario impulsar la lucha por las demandas de las masas
del campo y la ciudad en la perspectiva de enfrentar a este
régimen y sus instituciones. Por eso nosotros decimos
¡Ninguna confianza en el Congreso de la Unión,
Fox y los partidos patronales PAN, PRI y PRD! ¡Abajo
este régimen antidemocrático, represor, que
garantiza la entrega al imperialismo y la esclavización
en las maquiladoras! ¡Abajo las instituciones antidemocráticas
y la justicia patronal de esta democracia para ricos! ¡Por
la movilización independiente de los partidos patronales
contra los planes de Fox y PAN-PRI-PRD, mandatados por el
imperialismo!
Los
trotskistas de la LTS-CC (Unificada) afirmamos que las demandas
de los campesinos e indígenas no se resolverán
en los marcos de este régimen de explotación
y opresión. Por ello llamamos a una lucha unificada
de las masas de la ciudad y el campo para derrotar a este
régimen proimperialista, y para imponer un estado
de los obreros y campesinos. Pero somos concientes de que
millones confían en resolver sus aspiraciones en
los marcos de este régimen democrático burgués.
Aprovechándose de ello, la burguesía ensaya
nuevas trampas, como son los anuncios de reforma constitucional.
Lejos de cualquier democratización real, este régimen
continuará basándose, en mayor o menor medida,
en la reaccionaria figura presidencial y en instituciones
aristocráticas como es el Congreso de la Unión
y los tribunales de la justicia burguesa; su carácter
antidemocrático es tal que sólo permite la
participación electoral de los partidos patronales,
mientras que las organizaciones que se reivindican de izquierda
son excluidas. Las reformas que prevén, mas allá
de eventuales cambios cosméticos, están pensadas
para adecuar la legislación y aceitar las instituciones
a las necesidades de la nueva ofensiva mandatada por Bush
y las multinacionales.
Ante ello, y ante las ilusiones de las amplias masas en
la democracia, los trotskistas las convocamos a luchar,
no por presionar al Congreso de la Unión o perfeccionar
las instituciones reaccionarias, sino para imponer una verdadera
Asamblea Constituyente Libre y Soberana, con diputados constituyentes
y revocables elegidos cada 10.000 habitantes, sin ninguna
limitación ni restricción para la participación
de los partidos políticos, con derecho al voto para
todos los mayores de 16 años, sin distinción
de nacionalidad ni lugar de residencia, tomando el país
como un distrito único y disolviendo los actuales
poderes de la institución presidencial, el Congreso
de la Unión, y los actuales tribunales. Una Asamblea
donde se discutan los problemas acuciantes de las masas,
como es la represión y la opresión de este
régimen, la cuestión de la tierra para los
campesinos, la ruptura con el FMI y el imperialismo, y el
derecho a la autonomía para los pueblos indígenas.
Desde nuestro punto de vista, esta asamblea será
un paso adelante en preparar la movilización revolucionaria
contra el régimen de los terratenientes y capitalistas.
POR LA ALIANZA REVOLUCIONARIA DE OBREROS Y CAMPESINOS
PARA RETOMAR Y CULMINAR LA OBRA DE ZAPATA
Sólo
una nueva revolución en México podrá
resolver las demandas de millones de explotados y oprimidos
y acabar con este sistema de explotación y miseria.
Es necesario retomar y culminar la obra de Emiliano Zapata.
En 1910-17 el alzamiento campesino fue desviado hacia la
institucionalización de la revolución,
donde su ansia de tierra sería frustrada, y no serían
resueltas sus demandas, siendo incluso las medidas agrarias
de Lázaro Cárdenas una verdadera ficción
de reforma agraria. Para garantizar este desvío,
los sectores más radicales del campesinado fueron
reprimidos y asesinados, como ocurrió con los revolucionarios
zapatistas. Se mostró así el carácter
reaccionario de la nueva burguesía nativa, que luego,
bajo los distintos nombres que tomará el partido
de estado (PNR, PRM, PRI), encabezará la creciente
subordinación del país al imperialismo.
Retomar y culminar la obra de Zapata solo puede hacerse
a condición de encarar una lucha contra el régimen
con el objetivo, no de reformarlo o humanizarlo,
sino para realizar la segunda revolución mexicana,
cuyo carácter será obrero y socialista.
Una nueva revolución tendrá como protagonista,
junto a los millones de campesinos e indígenas pobres,
al poderoso proletariado concentrado en la gran industria,
en el transporte, la comunicación y el sector estatal.
El proletariado, que en 1910-17, a pesar de experiencias
heroicas como Río Blanco y Cananea, no estaba suficientemente
maduro como clase nacional, hoy es la fuerza social capaz
de encabezar una verdadera movilización junto a los
campesinos y a los millones de pobres de la urbe y el campo.
Poniendo en práctica sus métodos de lucha,
como la huelga general, la clase obrera puede paralizar
la producción y los centros neurálgicos de
la sociedad capitalista mexicana. Al mismo tiempo, la lucha
revolucionaria en México será un impulso a
la lucha de los trabajadores estadounidenses, con quienes
el proletariado mexicano tiene planteado avanzar en la unidad
de clase, comenzando por los sectores más superexplotados
de éste, como son los obreros negros, chicanos, etc.
El gran aliado de la clase obrera en esta lucha contra la
burguesía y el imperialismo son las decenas de millones
de campesinas e indígenas, que a lo largo de la historia
han dado muchas y sobradas muestras de combatividad en la
exigencia de sus demandas. Como por ejemplo los yaquis (en
1825,1855 y 1879) y los seris contra el régimen de
Porfirio Díaz, o la guerra de castas en Yucatán
de 1847 a 1854, cuando los indígenas llegaron a ocupar
más de la mitad del estado. Y fue la revolución
de 1910 cuando, bajo la dirección de Zapata y del
Ejército Libertador del Sur, el campesinado pobre
cuestionó de forma abierta y mediante las armas la
propiedad burguesa y llegó sin duda a uno de los
puntos más altos en las revoluciones protagonizadas
por el campesinado. Pero fue justamente allí donde
mostró con toda claridad sus propios límites
de clase, su incapacidad para tener una perspectiva política
nacional, es decir para luchar por el poder político
central, única forma en que se podían garantizar
las demandas anticapitalistas contenidas en el Plan de Ayala
y puestas en juego por la lucha cotidiana de las masas campesinas2.
Se mostró allí que el campesinado, por su
situación intermedia, su heterogeneidad social y
la misma dependencia económica del campo respecto
a la ciudad en la sociedad capitalista, aun la más
atrasada, es incapaz de una política nacional propia
e independiente.3 La división tardía en el
zapatismo, entre Soto y Gama y el mismo Zapata mostraba
que unos y otros tendían a buscar una salida en la
burguesía o en el proletariado4. Por otra parte,
si la potencialidad de la lucha campesina ha sido ratificada
por toda la historia de México, y recientemente por
el levantamiento armado de 1994, su dirección actual
expresa todos los límites políticos que el
campesinado tiene como clase; la política reformista
(armada o desarmada) de la dirección neozapatista
lleva al campesinado pobre tras las salidas de la burguesía.
¿Cuál es el camino para evitar que las justas
demandas de los indígenas y campesinos pobres sean
desviadas por la burguesía y resueltas
a su manera, como hizo la familia revolucionaria
con sus ficciones de reparto agrario o, lo que es peor,
como se prepara a hacerlo Fox, mediante el reconocimiento
formal de los derechos indígenas? Es necesario que
la clase obrera tome como propias las demandas y aspiraciones
de las masas rurales, y actuando como dirección de
toda la nación oprimida, encabece la movilización
revolucionaria de las masas urbanas y rurales, forjando
una verdadera alianza obrera-campesina.
En México, las aspiraciones y demandas de las masas
del campo son parte esencial de la lucha revolucionaria.
La tarea central en los países coloniales y
semicoloniales es la revolución agraria, es decir
la liquidación de la herencia feudal y la independencia
nacional, es decir, la liberación del yugo capitalista.
Ambas tareas están íntimamente ligadas.5
Para soldar una alianza revolucionaria de obreros, campesinos
e indígenas pobres, la clase obrera debe levantar
como propias las demandas de las masas del campo y la lucha
contra la opresión imperialista que se abate sobre
todo el pueblo mexicano. ¡Por el derecho a la autodeterminación
de los pueblos indios, incluyendo el derecho a la separación
si así lo desearan! Abajo la opresión sobre
las etnias y pueblos indios, y en particular sobre las mujeres
indígenas, triplemente oprimidas y explotadas! ¡Fuera
el ejército de las comunidades indígenas!
¡Alto a la represión en el campo, en primer
lugar sobre las bases zapatistas y de otras organizaciones
campesinas e indígenas! ¡Disolución
de las guardias blancas armadas por el estado, los caciques
y los terratenientes! ¡Castigo a los asesinos de Acteal,
Aguas Blancas y demás ataques contra los campesinos
e indígenas simpatizantes del EZLN, la OCSS y otras
organizaciones! Como hemos dicho más arriba, para
garantizar la autonomía y la libertad que reclaman
los pueblos indios es necesario garantizar el acceso a la
tierra a los campesinos e indígenas pobres, lo que
solo podrá hacerse mediante una nueva revolución
en el campo. En ese camino es que luchamos por ¡Derecho
a la sindicalización de los jornaleros! ¡Abajo
la contrarreforma al artículo 27! ¡Expropiación
sin pago de las tierras en poder de los terratenientes!
¡Restitución de tierras a los indígenas
y campesinos! ¡Por una reforma agraria radical que
entregue la tierra a los campesinos pobres!
Para llevar adelante una reforma agraria radical, ésta
debe contemplar la forma de supervivencia y producción
de los campesinos e indígenas. Créditos, condonación
de las deudas de los pequeños productores, maquinaria,
abonos y transporte. Para lo cual es necesaria la alianza
con el proletariado, impulsando en primer lugar comités
de campesinos pobres que, en acuerdo con las organizaciones
de la clase obrera, controlen el acceso al transporte y
el crédito necesarios para la producción agraria.
Al mismo tiempo es necesario avanzar en la nacionalización
de la banca y en el no pago de la deuda Externa, así
como en imponer el control del comercio exterior, ya que
es la única forma de garantizar la venta de los productos
agrarios del país y que no sean manipulados a través
de la caída de los precios por las multinacionales
y el imperialismo, vía el TLC.
Para resolver estas demandas en forma íntegra hay
que soldar la unidad entre el campo y la ciudad, elaborando
un plan común voluntario, entre campesinos y obreros,
para ir superando la pequeña parcela aislada, económica
y técnicamente atrasada, (ejido) y avanzar hacia
una agricultura colectivizada, tecnificada y altamente productiva
en beneficio de todo el pueblo mexicano. Los trotskistas
luchamos por la colectivización agrícola e
industrial. Pero para llegar allí es necesario darle
a los campesinos pobres la posibilidad de determinar su
propio destino:
Afirmamos que nuestra meta final, como forma más
elevada del progreso, es la colectivización de la
agricultura tanto como de la industria. Sin embargo, el
proletariado no puede imponer este objetivo, al campesinado.
Sólo puede facilitar su avance hacia el mismo.
El proletariado sólo puede hacer propuestas en ese
sentido, que luego habrán de ser completadas, corregidas
y ampliadas por la experiencia conjunta de ambas clases,
igualmente oprimidas por los explotadores capitalistas.
Lo primero que debemos hacer es asegurar a los campesinos
una oportunidad real de determinar su propio destino, decidir
el uso que darán a sus fuerzas y a su propiedad,
expresar sus preferencias en métodos agrícolas,
aplicar su propio juicio a la elección del momento
en que pasarán de la economía privada a la
economía colectiva.6
La
miseria, explotación y opresión en el campo
está íntimamente relacionada, mucho más
que en 1910, a la brutal expoliación imperialista
y al creciente control de la tierra y de los recursos naturales
por parte de las multinacionales. En los párrafos
anteriores hemos planteado que la lucha por una reforma
agraria radical está ligada a la lucha contra el
TLC y por el No pago de la Deuda Externa. En ese sentido
es necesario retomar y desarrollar hasta el final las banderas
iniciales del levantamiento de 1994, abandonadas por la
dirección del EZLN: ¡Abajo el TLC y el TLCUE!
¡Abajo el ALCA, nuevo instrumento de subordinación
y vasallaje! ¡No al pago de la deuda externa! ¡Rechazo
a la certificación y cualquier otra forma
de control y sometimiento por parte del imperialismo! ¡Plenos
derechos laborales y civiles a todos los inmigrantes en
los EEUU! ¡Ruptura de los pactos con el imperialismo,
comenzando por el FMI, el Banco Mundial y las organizaciones
y acuerdos diplomáticos, como la ONU y la OEA! En
el campo, hay que luchar por la ¡Expropiación
de las tierras en poder de las grandes multinacionales imperialistas!
¡Abajo el Plan Puebla-Panamá! ¡Apoyo
a las luchas de nuestros hermanos trabajadores, indígenas
y campesinos contra el imperialismo! ¡Por la unidad
internacional de los trabajadores y jóvenes anticapitalistas
de los países imperialistas con los explotados y
el pueblo pobre de los países oprimidos!
Sobre este programa se podrá construir una verdadera
alianza obrera y campesina, que deberá tener un carácter
revolucionario, ya que para imponer el conjunto de estas
demandas es necesario enfrentar al régimen proimperialista
del PAN-PRI-PRD y avanzar en la independencia de clase de
todas las variantes patronales. En ese camino, es que hoy
impulsamos un Encuentro Nacional de Organizaciones Obreras,
Campesinas y Populares, con delegados revocables y con mandato,
para votar un programa y un plan de lucha y movilización
y preparar una Huelga General contra el régimen y
sus planes.
Para avanzar en ello es necesario superar la división
artificial impuesta por la burocracia sindical y por las
direcciones reformistas y populistas del campesinado. Éstas,
al mismo tiempo que dividen y separan las luchas (como se
vio por ejemplo en la dirección del SME que impidió
el estallamiento de la huelga en momentos en que entraba
la caravana zapatista a la ciudad de México, o como
hizo el STUNAM en la huelga universitaria) conducen la movilización
hacia la confianza en el régimen y en los partidos
opositores, como el PRD. Los trotskistas de
la LTS-CC (unificada) impulsamos la unidad obrera-campesina,
como cimiento y baluarte de la movilización contra
el régimen de los capitalistas. En ese sentido, para
evitar que la energía mostrada por sectores de las
masas del campo sea derrochada tras políticas pactistas
como la que impulsa la dirección del EZLN, es fundamental
que las bases campesinas e indígenas pobres tomen
este camino y le impongan a sus organizaciones dirigentes
esta perspectiva.
Decimos
que a principios del Siglo XXI una nueva revolución
será socialista. Marcos ha declarado que él
no lucha por la revolución mundial ni
por el control obrero de la producción.
Pero, ¿cómo pueden resolverse de forma duradera
y efectiva la cuestión de la tierra y la opresión
imperialista (y avanzar hacia una verdadera democracia para
las masas de la ciudad y el campo) sino se apunta a las
bases mismas de la propiedad privada de los capitalistas
y las multinacionales? Por ello es que la única estrategia
política correcta es la toma del poder político
por la clase obrera y las masas pobres y la instauración
de un gobierno obrero y campesino, que avance en la expropiación
de las 14 familias, en la nacionalización
sin pago de todos los bienes en poder de los monopolios
imperialistas, y en primer lugar de las industrias estratégicas,
así como de la banca y el comercio exterior. En ese
camino es que deberán surgir organismos de democracia
directa de la clase obrera y las masas, los que tendrán
planteado impulsar y organizar la movilización revolucionaria
contra el estado y el régimen.
Esta estrategia es opuesta por el vértice a la de
las direcciones reformistas en sus distintas variantes.
El discurso del sub Marcos es No queremos el poder,
como dijo en el Zócalo, No somos quienes aspiran
a hacerse del poder y desde él imponer el paso y
la palabra. No seremos quienes ponen precio a la dignidad
propia o a la ajena y convierten la lucha en mercado donde
la política es quehacer de merchantes, que disputan
no proyectos sino clientes. Si bien es correcto en
su denuncia del poder burgués, representa una renuncia
absoluta al poder de los explotados y oprimidos y una justificación
de una política de presión sobre
el régimen y de llevar a las masas tras variantes
burguesas opositoras o democráticas,
que sí pretenden mantener y preservar el poder, que
es como lamentablemente se ha conducido la dirección
del EZLN desde 1994. Esta estrategia, de subordinación
del movimiento de masas a las instituciones del régimen
y a sus partidos, es compartida por Marcos con otras organizaciones
populistas, como el MULP, y los grupos stalinistas y maoístas.
Es la misma estrategia que está cobrando nuevos bríos
en el ámbito internacional, y que Marcos comparte
con José Bové, con Ignacio Ramonet y con los
sectores reformistas del movimiento globalifóbico.
Frente a la política de las direcciones reformistas
del movimiento de masas, los trotskistas de la LTS-CC (unificada)
impulsamos la construcción de un partido obrero revolucionario
e internacionalista, como parte de nuestra lucha por reconstruir
la IV Internacional. Un partido que impulse la movilización
revolucionaria de la clase obrera junto a los explotados
y oprimidos de la ciudad y el campo, y luche por la independencia
de clase respecto a los partidos de la burguesía
y sus instituciones. Un partido revolucionario capaz de
luchar por una segunda revolución mexicana, para
resolver las demandas y aspiraciones de las masas y acabar
con este sistema de explotación y miseria.
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