La situación
en Venezuela es de una alta tensión y dramatismo.
El 2 de diciembre, la gran patronal agrupada en FEDECAMARAS
y la burocracia de la CTV (Central de Trabajadores de Venezuela),
decretaron el paro general (en realidad un lock
out patronal-burocrático) con el objetivo de presionar
a Chávez a un adelantamiento de las elecciones o
un referéndum para plebiscitar su permanencia en
el cargo o en el peor de los casos apostar al caos económico
y en el medio del descalabro alentar una nueva asonada militar.
A casi treinta días de iniciada esta acción
el burócrata sindical Carlos Ortega, que actuó
como portavoz de la Coordinadora Democrática en la
que está encuadrada la oposición, anunció
en un mensaje de fin de año que: el paro continúa
hasta lograr el objetivo de sacar a Chávez
y llamó a la desobediencia civil por medio de la
negativa a pagar impuestos.
Sin embargo, en los últimos días del año,
el gobierno parece haber retomado la iniciativa política.
Esto se traduce en la recuperación por medio de la
Armada y la policía de varios de los barcos cisterna
de la empresa estatal petrolera (PDVSA) fondeados en distintos
puertos del país y la importación de alimentos
para paliar el desabastecimiento provocado por el boicot
patronal. A su vez el Alto Mando militar le ha juramentado
lealtad.
De todos modos la crisis está aún lejos de
resolverse. Es que las fuerzas de la reacción están
dando un certero golpe al corazón de Venezuela
que es la estratégica industria petrolera. Gerentes,
cuadros medios, capitanes de barcos cisterna de la empresa
PDVSA son la punta de lanza de este plan. Según varios
informes de la prensa internacional, las principales refinerías
de Venezuela, la de Paraguaná y la de El Palito se
encuentran paralizadas. En los dos principales puertos,
Cabello y Maracaibo, se encuentran con sus barcos tanqueros
fondeados. Un gerente petrolero en huelga, Horacio Medina,
señaló que la producción petrolera
de Venezuela ha caído en 70%, unos 1,9 millones de
barriles diarios, a consecuencia del paro. A su vez los
gerentes del Distrito Gasífero de Anaco, ubicado
a unos 300 kilómetros al este de Caracas y que genera
el 75% del gas del país, acordaron reducir a su nivel
mínimo la producción. Según funcionarios
del gobierno las pérdidas ascienden a 1.300 millones
de dólares y el país se ve acosado por las
abultadísimas multas que deberá afrontar ante
el incumplimiento de compromisos internacionales de exportación
de crudo.
Las
fuerzas de la contrarrevolución supieron pegar ahí
donde más duele. Es que Venezuela es el quinto exportador
mundial de petróleo y el 80% de sus ingresos provienen
de la venta del crudo y en estos momentos las ventas al
exterior se encuentran todavía paralizadas.
Estas dramáticas jornadas son el interludio de la
ofensiva opositora para instaurar un régimen abiertamente
proimperialista para recolonizar a Venezuela y transformarla
en un punto de apoyo de la reacción en el continente
americano en momentos que gobiernos como el de Lula en Brasil
y Gutierrez en Ecuador muestran que la derecha neoliberal
está en retirada. Luego que fuera derrotado el golpe
proimperialista del Alto Mando y Carmona en abril de este
año el objetivo de la oposición de desplazar
a Chávez por la vía institucional
o por medio de un golpe no ha cesado un solo día.
Para ello han apelado a todos los recursos disponibles:
furibundas campañas mediáticas, boicot a la
producción, lock out, actos terroristas, fuga de
divisas y hasta un intento frustrado de magnicidio.
La
política de EE.UU. y la oposición
En abril
quedó demostrado cómo el imperialismo yanqui
estuvo detrás o al menos dejó correr abiertamente
la intentona de Carmona y sectores del ejército ya
que en forma apresurada lo reconoció como presidente.
Lo mismo el lacayo de Bush en Europa José María
Aznar. El acercamiento del presidente venezolano hacia Cuba
junto a otros roces diplomáticos así como
su condena a la guerra contra el terrorismo provocaron las
iras y condena del Departamento de Estado contra Chávez.
La respuesta de los sectores populares a la intentona de
Carmona y la división en las FF.AA. agitaron el fantasma
de la guerra civil. Por eso el imperialismo norteamericano
ha optado por una política más cautelosa hacia
Chávez, aunque en la reciente crisis política,
en declaraciones que deliberadamente luego son desmentidas,
los funcionarios del Departamento de Estado han apoyado
concienzudamente a la oposición. EE.UU. está
preocupado ya que Venezuela es un importante proveedor de
petróleo para el país por eso busca por ahora
hacer claudicar a Chávez pero no por la vía
que había intentado en abril. Es claro que el gobierno
de Bush, embarcado en sus preparativos de guerra contra
Irak, vería con buenos ojos un gobierno adicto en
Caracas.
Para apaciguar los ánimos se han presentado en el
país la Fundación Carter, la ONU y el presidente
del Ministerio de Colonias que es la OEA, Cesar
Gaviria. El objetivo de este último es negociar una
salida institucional a la crisis tratando de
apelar a los sectores moderados del chavismo y el antichavismo
en una suerte de gobierno de unidad nacional o un cronograma
de salida elegante para el ex coronel de paracaidistas.
Lógicamente estas opciones implican la capitulación
lisa y llana de Chávez y presuponen en el futuro
intentos abiertos por derrocar al presidente. Por eso la
desconfianza total y el rechazo a la mediación de
Gaviria y la OEA es una de las medidas que se deben impulsar.
Por
su parte la oposición, aunque coincide en echar a
Chávez, parece no terminar de ponerse de acuerdo
de qué manera. Esta se encuentra dividida entre un
sector moderado y otro radical.
Es un frente heterogéneo sin un programa claro ni
métodos comunes aunados en la llamada Coordinadora
Democrática. Se albergan en él desde los representantes
de la gran burguesía de FEDECAMARAS hasta la burocracia
sindical de la CTV, pasando por la jerarquía eclesiástica.
También son apoyados por los maoístas del
grupo Bandera Roja. Producto de la crisis de los partidos
tradicionales que se derrumbaron con el viejo régimen
no cuenta aún con figuras potables para liderar unificadamente
sus propósitos. Una de las causas de la división
es que sectores patronales no ven con buenos ojos la alianza
con la cúpula de la CTV o de sectores de las clases
medias que consideran a la burocracia como impresentable.
Su principal vocero, luego del fiasco de Carmona, es el
líder de la CTV Carlos Ortega. Sin embargo, acarrean
detrás de sí a gran parte de los sectores
medios y niños bien de los barrios residenciales
de Caracas y un sector de los trabajadores y empleados mejor
pagados o sometidos al control de la burocracia sindical.
Cuentan a su vez con el apoyo de los medios privados de
comunicación que han lanzado una furiosa campaña
abiertamente golpista contra el régimen de Chávez.
Después
del golpe de abril, ¿pacificación?
Una
vez restituído en la presidencia, Chávez no
se cansó de llamar a la pacificación y la
conciliación nacional a una oposición que
había quedado derrotada, debilitada y confundida.
Los sucesos de hoy día dejan a todos los trabajadores
venezolanos y latinoamericanos una gran lección:
que no hay posibilidad de conciliar los intereses de los
trabajadores y el pueblo pobre, con los de la oligarquía
capitalista y el imperialismo y de que a su conspiración
permanente sólo se le puede contestar con una política
ofensiva y tajante, aprovechando que habían sufrido
una derrota táctica, para golpearlos en forma decisiva
y vital en las bases de su poder económico, político
y militar.
El golpe de abril cuyo programa era una declaración
de guerra contra los trabajadores y el pueblo- fue desbaratado
por el levantamiento espontáneo de las masas obreras
y populares de Caracas y otras ciudades. Fue fundamentalmente
gracias a ellas mientras la Fuerza Armada Nacional
se dividía y una parte se plegaba al golpe- es que
Chávez retuvo el poder en esas dramáticas
jornadas.
El 13 de abril se produjo una irrupción de masas
de carácter básicamente espontáneo-
que fue probablemente la mayor acción masiva desde
el Caracazo de 1989 y significó un vuelco favorable
de la relación de fuerzas. El país quedaba
profundamente fracturado social y políticamente en
dos campos abiertamente enfrentados. La oposición
había salido debilitada y dividida. Una parte de
sus cuadros al interior del ejército quedaba desplazada.
Se habían dado casos de confraternización
entre la tropa, la oficialidad de baja graduación
y la población movilizada. Entre las masas se vivía
una sensación de triunfo y se puso en marcha un acelerado
proceso de organización popular, con círculos
bolivarianos, comités de tierra, sindicatos clasistas
y asambleas populares.
Sin embargo, esta situación favorable fue completamente
desaprovechada, y cuando se han cumplido desde entonces
exactamente ocho meses, es la oposición quien vuelve
a la carga.
Los
límites de Chávez y el carácter de
su régimen
Como
vemos, si se ha llegado a esta situación es en gran
parte responsabilidad de Chávez y sus llamados a
la pacificación y a la moderación luego del
triunfo popular del 13 de abril. Los titubeos, vacilaciones
e inconsecuencias para enfrentar a los golpistas se deben
al carácter burgués del régimen chavista.
Si al inicio de su mandato Chávez intentó,
sustentado en las FF.AA. en el entusiasta apoyo popular
y la coyuntural alza del precio del crudo, jugar el rol
de árbitro entre las clases nacionales y el imperialismo
y recomponer el desvencijado régimen político
a la vez que garantizar la paz social, hoy este proyecto
se encuentra en una franca bancarrota.
Con la instauración de la Quinta República,
basada en la Constitución Bolivariana, Chávez
se postuló para recomponer la estabilidad de una
Venezuela en la que el viejo régimen de dominio burgués,
del Pacto de Punto Fijo, basado en los partidos
tradicionales (AD y COPEI), se hallaba en descomposición.
Agotadas las posibilidades de la Venezuela Saudita
basada en una colosal renta petrolera, con la amenaza de
nuevos Caracazos como el que conmocionó al país
en 1989, era imprescindible un cambio de régimen.
Chávez se presentó como el árbitro
capaz de reconciliar a la nación, apelando
a las masas pobres con una retórica antineoliberal
para prevenir que las masas siguieran un curso independiente
que amenazara al orden burgués.
Las características del régimen chavista lo
emparentan en cierta medida con las características
del bonapartismo sui generis, un tipo de régimen
que León Trotsky definió y que se dio con
frecuencia en los años 30 y en la segunda posguerra
en los países semicoloniales. Este tipo de gobierno,
basado en el Ejército y el aparato estatal, intenta
elevarse por encima de las clases sociales para
arbitrar entre los intereses sociales en pugna, dándole
concesiones al movimiento de masas para mejorar sus márgenes
de maniobra frente al imperialismo. Estos gobiernos, por
su carácter burgués, incluso habiendo tenido
importantes roces con el imperialismo terminan capitulando
y son impotentes para enfrentar a la reacción interna.
Así, el chavismo es un populismo de manos vacías
que puede oscilar a izquierda o a derecha, como en la práctica
ha mostrado Chávez en estos años, pero que
por su carácter de clase, es incapaz de romper con
el imperialismo y satisfacer las demandas elementales de
las masas del campo y la ciudad. Confirma además,
que la lucha por las reivindicaciones nacionales en una
semicolonia, no puede quedar en manos de la burguesía
nacional. Los ejemplos trágicos para las masas de
Perón en el 55 y Allende en el 73 son
una prueba irrefutable.
Hoy
los pilares en que se apuntalaba su proyecto están
en completa crisis. La Fuerza Armada Nacional y la policía
se encuentran dividida. Aunque el Alto Mando, por ahora,
se mantiene fiel al presidente es indudable que el fraccionamiento
corroe a la institución. Así lo demuestra
el desacato constante de oficiales medios y altos que piden
la renuncia del presidente y que se han atrincherado en
la Plaza Altamira de Caracas siendo uno de los símbolos
de la agitación de la oposición. Recientemente
y como uno de los disparadores del paro cívico
fue la intervención de la Policía Metropolitana
de Caracas; fiel su comandancia a las órdenes de
un intendente opositor.
No le
va mejor en la estructura política que armó
para tomar el poder. En el seno de su gabinete son notorias
las diferencias entre un ala neoliberal y otra
nacionalista. El fundador del MVR y principal operador político
del chavismo, Miquelena, días antes de la asonada
de abril se pasó a la oposición. Sus aliados
del MAS y el PPT antes, durante y después del golpe
de abril se hayan en una profunda crisis. En consecuencia,
a pesar de tener mayoría parlamentaria, su bancada
se haya dividida entre un sector moderado y otro oficialista.
En ambos sectores hay fuertes sospechas de corrupción
y ha sido un dócil instrumento del régimen.
Así mismo, a pesar de haber renovado el personal
burocrático en los ministerios y oficinas de gobierno
las viejas prácticas de clientelismo y arbitrariedades
no han desaparecido.
Con las reformas en el régimen que ha instrumentado
Chávez, la burguesía puede respirar tranquila.
Así lo demuestra que los tribunales de justicia y
la corte electoral hayan excarcelado a los líderes
del golpe de abril y hoy den vía libre a la oposición
para llevar adelante el referéndum.
En síntesis, todas las instituciones del estado y
el régimen como las FF.AA., el parlamento, la justicia
que limitan toda acción audaz del chavismo
se encuentran no sólo en crisis sino también
en la esfera de los agentes de la burguesía proimperialista.
En el
plano económico tampoco le ha ido mejor. En un principio,
Chávez, pretendió dinamizar el capitalismo
venezolano, protegiendo al capital productivo,
ampliando el crédito a pequeños y medianos
productores, y sumando el capital extranjero al desarrollo
nacional, como muestra su insistencia en atraer inversiones
al petróleo y otras áreas. Ese rumbo, lejos
de beneficiar a los trabajadores, descargó sobre
ellos el peso de la crisis, como la devaluación del
Bolívar en febrero del 2002, aumentando la carestía
de la vida, y el recorte del gasto social en un 20%. Esto,
mientras la burguesía fuga miles de millones de dólares
por año, la deuda externa se paga puntualmente, no
hay impuestos progresivos a los ricos y las empresas extranjeras
del petróleo se llevan jugosas ganancias.
Por esta vía, que no afecta en nada a las bases de
la gran propiedad burguesa ni de la subordinación
al capital extranjero, no hay desarrollo nacional
viable y menos, transformación alguna de las viejas
condiciones de explotación burguesa y saqueo imperialista.
Así, el 80% de los venezolanos sigue estando bajo
la línea de pobreza. Un 60% sobrevive como puede
en la economía informal. El desempleo
abierto llega al 20%. La patronal continúa apelando
a los despidos y la flexibilización laboral, mientras
la inflación recorta los salarios. Entre tanto, el
destino de la cuantiosa renta petrolera sigue beneficiando
ante todo al capital más concentrado y a los inversores
extranjeros.
Es en
la crisis económica donde hay que buscar el origen
del pase de gran parte de las clases medias al campo de
la oposición y no meramente en cuestiones ideológicas.
El empobrecimiento generalizado afectó a la clase
media venezolana que creció y se desarrolló
al amparo de la renta petrolera en los años del boom.
Esta clase media, compuesta por profesionales liberales,
arribistas de las multinacionales, estudiantes, pequeños
industriales es profundamente conservadora y atrasada cultural
y políticamente. El chavismo, por su carácter
de clase, al no afectar ningún interés económico
fundamental de la gran burguesía y el imperialismo
no pudo satisfacer ninguna de las aspiraciones económicas
de las clases medias que vieron en estos años decaer
profundamente su nivel de vida debido a la fuga de capitales,
la inflación y la liquidación de sus ahorros.
El clientelismo y la corrupción, prácticas
habituales del nuevo régimen tampoco sedujeron a
los sectores medios. Esto, más la constante propaganda
imperialista, de los medios privados de comunicación
y la presión de las figuras burguesas de la sociedad
civil volcaron al bando de la subversión golpista
a gran parte de los sectores medios y son usados como punta
de lanza histérica de la reacción. Por otra
parte los sectores medios unidos por lazos de origen y culturales
a los cuadros medios del ejército pueden jugar un
papel de atracción hacia la salida golpista.
Sin
embargo, el régimen sigue contando con la adhesión
de importantes sectores de los postergados y trabajadores
de Venezuela. A pesar de que es poco lo que han recibido
de Chávez como la tibia reforma agraria y aumentos
salariales absorbidos por la inflación, más
del 30% de los sectores populares según algunos
medios- siguen apoyando al presidente. Es que el ascenso
del chavismo significó de alguna manera el salto
a la vida política nacional de las masas pobres del
campo y la ciudad. Este fenómeno se potenció
y amplió con el protagonismo que tuvieron en abril
en la derrota del golpe. Desde entonces las masas trabajadoras
más explotadas, los pobres y marginados de la ciudad,
protagonizan una irrupción claramente política:
enfrentando al golpismo y defendiendo lo que consideran
sus conquistas. Lograron un gran triunfo político,
al costo de decenas de muertos y cientos de heridos, experimentando
un salto en su experiencia y politización. Así
lo demuestra que al calor de las jornadas de abril hayan
surgido asambleas populares en los barrios pobres, comités
de vecinos, sindicatos clasistas y que los llamados círculos
bolivarianos sean el eje de organización de muchas
movilizaciones.
Perspectivas
La situación
en Venezuela se torna día a día cada vez más
tensa. A pesar de la iniciativa política gubernamental
un equilibrio de esas características no puede durar
mucho en el tiempo sobre todo con el petróleo como
rehén de la reacción. Aparentemente el llamado
de los líderes de la oposición a la desobediencia
civil y la negativa a pagar impuestos podría ser
una muestra de que el paro cívico se
está desgastando y estaría próximo
a levantarse. De darse este escenario, Chávez, podría
buscar un acercamiento a la patronal y el imperialismo aunque
esto a la larga no descarta que la oposición vuelva
al acecho ya que los EE.UU. y la burguesía no lo
consideran su hombre.
Sin embargo, a grandes trazos también se pueden dar
otros escenarios de profundizarse la crisis y no tomar medidas
de fondo contra el golpismo.
Una salida puede ser que, preventivamente, algún
sector de la oficialidad ante el descalabro y el fantasma
de la guerra civil desplacen a Chávez en forma preventiva
y en nombre de la unidad nacional vayan entregando
poco a poco el poder a la oligarquía. Este panorama
sería trágico para las masas ya que se instauraría
un régimen que se propondría recolonizar el
país y sería punta de lanza y apoyatura para
la reacción en el continente, amén de desatar
el revanchismo contra las clases populares que osaron desafiarlos
todo este tiempo.
Otra variante es que Chávez, desgastado por el descalabro
económico, renuncie a la presidencia en nombre de
evitar el derramamiento de sangre entre hermanos y entre
en el pacto de los moderados que propone la OEA y efectúe
una transición a un nuevo gobierno.
Aunque poco probable, por la experiencia de abril y la falta
de líderes claros de la oposición, es un baño
de sangre encabezada por una junta cívico-militar
que instaure una dictadura semifascista y se asiente aplicando
métodos de guerra civil contra los sectores populares.
De no mediar una respuesta contundente de los trabajadores
y el pueblo para aplastar a la subversión todas estas
variantes van en contra de los más elementales intereses
de las masas populares. Una vez más es preciso acudir
a la experiencia histórica de Allende y Perón
para demostrar los límites del nacionalismo burgués
y las capitulaciones que prepara.
¿Cómo
enfrentar al golpismo?
Chávez
ha dicho que con las FF.AA. restablecerá el orden
y garantizará la producción, pero en un principio
tuvo que dar marcha atrás en su intento de abordar
el barco Pilín León que bloqueaba
el puerto de Maracaibo porque la justicia dictaminó
que los marinos de guerra no estaban capacitados para poner
en funcionamiento un barco cisterna. No se puede confiar
ni en las FF.AA.leales ni en las instituciones
burguesas.
Es precisa la lucha consecuente contra la contrarrevolución:
esto es la movilización amplia de los trabajadores
y el pueblo pobre por la defensa de lo que consideran sus
conquistas y contra el golpismo patronal-imperialista que
pretende recolonizar el país.
Para ello es preciso luchar por la expropiación de
los conspiradores de FEDECAMARAS, de todas las cámaras
patronales y terratenientes, dueños de los principales
resortes de la economía, y la expulsión del
país del imperialismo. Un punto clave de este programa
es la nacionalización genuina de toda la industria
de los hidrocarburos en sus tramos de producción,
refinación y comercialización como primer
paso para la administración obrera y desplazar a
la meritocracia gerencial que hace negociados con la renta
petrolera. No pago de la deuda externa y ruptura de todos
los pactos que subordinan a Venezuela al imperialismo. Las
empresas, bancos e industrias que cierren deben ser nacionalizadas,
abiertas y puestas a funcionar bajo control de los trabajadores
y los sectores populares. Lo mismo los grandes medios de
comunicación, que son verdaderos agitadores contrarrevolucionarios.
Para ganar para estas acciones a los sectores pobres del
campo es preciso alentar la ocupación de los predios
de los latifundistas golpistas en el camino de una verdadera
reforma agraria.
Contra el desabastecimiento, el mercado negro y la especulación
es necesario que los sectores populares tomen en sus manos
la distribución de alimentos y bienes básicos
que están en los almacenes de los acaparadores, intermediarios
y grandes comerciantes.
Los conspiradores tanto civiles como militares deben terminar
con sus huesos en la cárcel. Para enfrentar las provocaciones,
los actos terroristas y el sabotaje de los gorilas hay que
desarrollar, generalizar y centralizar comités de
autodefensa armados de los trabajadores y el pueblo. No
se puede confiar en el Alto Mando ni en los oficiales medios
ya que están unidos por múltiples lazos a
la burguesía y los sectores medios que responden
a la reacción. Los soldados y suboficiales tienen
que tener derecho a desobedecer las órdenes de los
oficiales golpistas y denunciar todo intento de conspiración.
Sólo la presión revolucionaria de los trabajadores
y el pueblo en armas decidirá a los elementos más
firmes de la base del ejército a plegarse contra
la reacción y neutralizará a los timoratos.
De nada valen las amenazas contra la oligarquía
y el fascismo del presidente Chávez. Ni siquiera
las respuestas de contragolpe como los grandes actos multitudinarios
si no existen consignas concretas y objetivos precisos.
Estas son meras vacilaciones que no hacen más que
envalentonar a la burocracia sindical y a la gran burguesía.
La reacción patronal imperialista sabe donde
golpear. Las masas que restituyeron a Chávez en abril
saben bien quienes son sus enemigos y ya han dado sobradas
muestras de sacrificio y heroísmo para acabar con
la contrarrevolución. |