“Es
un deber mío evitar, mediante la independencia de
Cuba, que los Estados Unidos se extiendan (...) sobre otras
tierras de nuestra América. Todo lo que he hecho
hasta ahora y todo lo haga de ahora en adelante tiene esa
finalidad (…) Conozco al monstruo porque he vivido
en sus entrañas.”
José Martí
“El
movimiento insurreccional de Cuba ha de despertar la codicia
de los egoístas extranjeros que buscan nuevos pueblos
que esclavizar (...) Si les fuese dable Cuba dejaría
de ser colonia de España para pasar a ser feudo de
algunos extranjeros y el pueblo de Cuba habría derramado
la más generosa de su sangre para cambiar de amos.”
Carlos Baliño
“(…) en su lucha contra el imperialismo –el
ladrón extranjero- las burguesías -los ladrones
nacionales- se unen al proletariado, buena carne de cañón.
Pero acaban por comprender que es mejor hacer alianza con
el imperialismo que al fin y al cabo persigue un interés
semejante. De progresistas se convierten en reaccionarios.
Las concesiones que hacían al proletariado para tenerlo
a su lado, las traicionan cuando éste, en su avance,
se convierte en un peligro tanto para el ladrón extranjero
como para el nacional.”
Julio Antonio Mella
1868-1878
La
historia de la Cuba moderna se remonta a mediados del siglo
XIX, donde se comienza a gestar la estructura económica
y a moldear las características sus clases dominantes.
Cuba llegó a ser a mediados de ese siglo el principal
productor de azúcar del mundo y EEUU su gran comprador.
El desarrollo capitalista cubano del siglo XIX estaba signado
por la particularidad de darse en torno a la combinación
del trabajo libre asalariado y la mano de obra esclava.
“Como sociedad esclavista colonial sometida al yugo
español, Cuba experimentó ya, durante la primera
mitad del siglo XIX, en el marco de la esclavitud, un notorio
desarrollo de sus fuerzas productivas bajo el flujo financiero
y tecnológico del capitalismo mundial. En esa etapa,
que prolonga el siglo XVIII cubano, el impacto del capitalismo
actuó de manera paradójica, porque en lugar
de provocar la crisis del régimen esclavista vigente,
lo que hizo fue impulsar este modo de producción
hasta límites sin precedentes, en lo que respecta
tanto a números de esclavos introducidos como a intensificación
de la explotación. Esto a partir de la actividad
azucarera (...) A mediados de este siglo esta base esclavista
entró en contradicción con el proceso de transformación
técnica que había cobrado un ritmo sorprendente
(...) el rápido desarrollo del capitalismo en otros
sectores de la economía (sobre todo en el tabaco)
la intensiva incorporación de la isla al capitalismo
mundial, las mismas necesidades de la división del
trabajo especializado en la industria azucarera, llevaron
al ocaso del régimen existente. Mientras que la organización
del trabajo se hacía según patrones esclavistas,
el financiamiento, la tecnología productiva y la
comercialización obedecían a los impulsos
y necesidades del sistema capitalista en plena expansión.”1
Es esta contradicción la disparadora de la Primera
Guerra de la Independencia entre 1868 y 1878. El hecho de
que en Cuba haya iniciado tardíamente la lucha por
la autonomía nacional se explica por el temor de
la esclavista oligarquía cubana, que en el periodo
de las luchas independentistas de principios del siglo XIX,
optó por quedar bajo la tutela del imperio español
frente al recuerdo que había despertado en ella la
revolución negra haitiana de finales de siglo XVIII.
La desigualdad inherente a la formación económica
se reflejaba en el plano interno en el desequilibrio regional:
un Occidente (La Habana, Matanzas, etc) desarrollado con
producción intensiva, en base al trabajo esclavo
y en un alto nivel de vinculación con el capitalismo
comercial era partidario del imperio español, porque
su relación con la metrópoli les aseguraba
el acceso al mercado mundial. Por otra parte los hacendados
del retrasado Oriente (Camagüey, Las Villas) que: “obligados
a responder al reto de la mecanización (...) No contaban
hacerlo con éxito a partir del capital, insuficiente
para reinvertir a ritmo rápido en importaciones de
maquinaria. Ni tampoco podían recurrir a la mano
de obra esclava, ya en declinación. No quedaba otra
alternativa, fueron a las armas. De ellas esperaban no sólo
deshacerse de la metrópoli, sino hacerse del estado
y desde él manejar una política de importaciones
que anulara la desventaja sufrida en la carrera por la tecnificación.”2
Este sector de la oligarquía terrateniente (cafetaleros,
medianos azucareros y ganaderos) es el que encabeza este
frustrado movimiento nacional, que en su curso destacó
una base plebeya de combatientes (conocidos como los “mambises”).
Este sector liberó a los esclavos para ganarse su
simpatía y engrosar las filas del ejército
patriota, se vio obligado a fundir a su manera, en un solo
programa el problema social del momento –la abolición
de la esclavitud– y la aspiración de independencia
nacional. Luego de diez años de lucha, y amén
de la superioridad del ejército realista, que, en
aquel entonces, contaba con el apoyo de EEUU, este movimiento
independentista tardío no pudo (no podía)
transformarse en un verdadero movimiento nacional que llevara
adelante la revolución democrático-burguesa.
La incipiente burguesía azucarera y los terratenientes
de Occidente, gracias a su desarrollo material y a la importante
posición de Cuba frente al mercado mundial y a pesar
de la crisis económica, eran reticentes a la independencia,
pues preferían continuar manteniendo el estatus de
colonia española que le garantizara la continuidad
de sus jugosos negocios, antes que perder sus privilegios
frente al temor que despertaba en la oligarquía el
movimiento popular que expresaban las fuerzas independentistas.
Por su parte los hacendados de Oriente prefirieron firmar
la paz sin independencia a cambio de migajas de la metrópoli3,
dejando librados a su suerte a los campesinos y esclavos
liberados, base de este movimiento. La primera guerra contra
el dominio español, desnudó tempranamente
la naturaleza conservadora y cobarde de sus clases dominantes.
1895-1898: de Martí a la enmienda Platt
La
estructura económica cubana terminará de ser
modificada en la segunda mitad del siglo XIX. Es el momento
en que el proletariado empieza a constituirse en una fuerza
social, concentrada en la zafra, las tabacaleras y las ciudades.4
La posta de la lucha nacional pasará a manos de la
pequeñoburguesía liberal, a sus más
lúcidos intelectuales quienes recurren a métodos
jacobinos para encarar la gesta emancipadora. Estos empalmarán
con algunos de los viejos líderes independentistas,
como el mulato Antonio Maceo, que junto al poeta José
Martí fundaran el Partido Revolucionario Cubano y
encabezaran la Segunda guerra de la independencia en 1895.
Esta constituye un auténtico movimiento popular,
donde confluyen las masas trabajadoras –influenciadas
por los anarquistas– que apoyan abiertamente al ejército
libertador y el PRC, los afrocubanos, peones y pequeños
propietarios, campesinos tabacaleros y la pequeñoburguesía
urbana. En el programa de este movimiento se sintetizan
la lucha independentista con las demandas sociales de estos
sectores. Esta lucha comienza cuando ya en el mundo se empieza
a configurar el dominio de los monopolios y EEUU emerge
como potencia imperialista.
Le cabe el mérito a José Martí sobre
la comprensión de este problema clave para los pueblos
de América latina. Su visión lo llevó
a plantear que la lucha tenía un carácter
eminentemente antiimperialista. Para el poeta y líder
cubano “Los pueblos de América son más
libres y prósperos a medida que se apartan de EEUU.
Jamás hubo en América de la independencia
acá, asunto que requiera más sensatez, ni
obligue más vigilancia, ni pida examen más
claro y minucioso, que el convite que los EEUU potentes,
repleto de productos invendibles, y determinados a extender
sus dominios en América, hacen a las naciones americanas
de menor poder (...) De la tiranía de España
supo salvarse América española y ahora, después
de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores
del convite, urge decir, que ha llegado para la América
española la hora de declarar su segunda independencia.”5
Es indudable el aspecto progresista de esta visión,
así como apoyarse y comprender la importancia del
rol que pudieran jugar las clases populares en el proceso
independentista (lo cual lo asemeja al jacobinismo). Sin
embargo, Martí, ”no era partidario de una ‘revolución
de clases’, ni de un gobierno de los trabajadores
sino de un Estado que asegurara ‘más justicia
en el reparto social (...) una parte más equitativa
en los productos del trabajo’.” 6 Su política
era conformar un frente anticolonialista de carácter
policlasista y ganarse a los hacendados para consolidar
“la unidad de la nación entera contra el ocupante
español”.7
Luego de la temprana muerte en combate de Martí,
la dirección del PRC cambiará de orientación
y subordinará al movimiento popular a la burguesía
y los terratenientes, quienes a su vez piden al imperialismo
yanqui su intervención militar en la guerra. Por
su parte el proletariado, que como dijimos era influenciado
por los anarquistas, carece de una política independiente
y de la madurez necesaria para imponerla, en las condiciones
del desarrollo de la lucha independentista en Cuba. A pesar
de sus limitaciones de clase, la lúcida visión
política de Martí, su antiimperialismo y su
apelación a las masas para lograr la independencia
calará profundo en el pensamiento social cubano,
sobre todo en sus clases medias.
Luego de la “independencia”, en 1901, Cuba comienza
a vivir su estatus semicolonial, en realidad “neocolonial”,
bajo la tutela estadounidense. La “enmienda Platt”8,
las intervenciones militares yanquis en la isla, la fragilidad
del estado cubano surgido de la “independencia”
de España, y la dependencia económica de las
exportaciones del azúcar al mercado americano configuraran
las primeras décadas de la joven república
1933: El fantasma del proletariado
Crisis
de Wall Street mediante y caída de los precios del
azúcar, la isla es sacudida por el marasmo económico
y en agosto de 1933 se inicia una de las revoluciones más
importantes del continente en la década del ’30.
Esta revolución fue el punto más alto de un
proceso de luchas antiimperialistas y revolucionarias que
se dio en este periodo en Centroamérica (como por
ejemplo, el movimiento de Augusto Sandino en Nicaragua contra
el invasor yanqui, o la colosal revolución salvadoreña,
que destacara la figura del militante comunista Farabundo
Martí).
La huelga general indefinida decretada por el Congreso Nacional
de Obreros Cubanos y la Federación Obrera de La Habana,
influenciada por los trotskystas, derriba a la dictadura
del asesino Gerardo Machado, apodado “el asno con
garras” o el “carnicero”. La revolución
da origen al gobierno nacionalista de Grau San Martín
y Antonio Guiteras9, que deroga la “enmienda Platt”,
otorga libertades democráticas y de organización
al movimiento obrero, suspende la deuda externa, otorga
la autonomía universitaria y la jornada de 8 horas.
Dicho gobierno cae en manos de la reacción organizada
por el entonces sargento Fulgencio Batista –que fuera
uno de los protagonistas de la sublevación de las
tropas contra Machado– enfrentando la resistencia
de las masas obreras, campesinas y pequeñoburguesas
que será la característica de la lucha de
clases cubana hasta los ’40. Esta revolución
contó con la oposición abierta de la burguesía
y el imperialismo yanqui impulsores del golpe.
El movimiento obrero, por su parte, es dividido por la criminal
política de los stalinistas que en medio de su orientación
del “tercer periodo”10 se negaron a tener una
política de defensa del gobierno nacionalista frente
a la contrarrevolución, y los sectores que se disolvieron
detrás del guiterismo y su movimiento Joven Cuba,
entre ellos la mayoría de los dirigentes del trotskysmo
cubano. La clase obrera, que en el transcurso de esta revolución
llegó a poner en pie soviets, careció de una
política independiente que le permitiera hegemonizar
al movimiento, siendo éste dirigido por sectores
radicales de la pequeñoburguesía.
Estos acontecimientos constituyen los antecedentes revolucionarios
del ’59, que irán moldeando al país
y a las clases sociales que serán sus protagonistas.
La lucha contra la dictadura de Batista
El
proceso que lleva a la caída de la dictadura del
ex sargento del ejército Fulgencio Batista, comienza
a gestarse a los pocos años de haber consumado su
golpe palaciego. En él confluyeron diversas formas
de lucha, tanto del campesinado de la Sierra Maestra, como
de la pequeñoburguesía urbana y la clase obrera.
También se manifestó en forma temprana el
pase a la oposición de sectores de la burguesía
no azucarera. Esta confluencia de intereses de las distintas
clases sociales fue erosionando aceleradamente la base social
del régimen. Mientras tanto, en EEUU, sectores influyentes
de la prensa liberal, “horrorizados” con el
accionar represivo de la dictadura, empezaron a observar
con simpatía el accionar de los “barbudos”
de Fidel Castro. Finalmente el Departamento de Estado ante
el enorme ascenso de masas le soltará la mano a Batista,
lo que precipitará su caída. El 10 de marzo
de 1952, Batista encabeza un golpe de estado preventivo
que lo lleva al poder alentado por el imperialismo yanqui.
El “hombre fuerte” de Cuba realiza el llamado
“madrugazo” para impedir el seguro triunfo en
las elecciones de ese año de Roberto Agramonte candidato
del Partido del Pueblo (Ortodoxo)11.
El objetivo del golpe era, por un lado, poner un poco de
orden ante la imagen de ingobernabilidad que existía
en la política nacional, producto del enfrentamiento
de las camarillas capitalistas y del alto grado de corrupción
en la entonces “democrática” Cuba. Y
por el otro, el temor que le causaba a las clases dominantes
y al imperialismo, no tanto las propuestas políticas
y económicas de los Ortodoxos, como el descontento
creciente de la juventud y la pequeñoburguesía
cubana, que veían en este partido la continuidad
del “guiterismo” y su retórica nacionalista.
Aunque esta no era su perspectiva, y no pasaba de ser más
que una oposición democrática, cuyo fantasma
preocupaba al imperialismo y las clases dominantes cubanas.12
Batista contaba con el apoyo firme del ejército y
la complicidad de la burguesía que, sin embargo,
no se alinea con el nuevo gobierno, expresándose
esta ubicación en la oposición de los partidos
hegemónicos de la burguesía, aunque no hicieran
nada –al igual que el PSP– para enfrentarlo.13
La base del descontento popular radicaba en la particular
situación económica del país. En la
segunda postguerra la demanda de azúcar cubano en
el mercado externo comenzó a decrecer. Esto trajo
la reducción de los tiempos en la zafra y el desempleo
masivo en el campo y en la industria, a su vez imposibilitó
al país la adquisición de artículos
básicos de consumo principalmente en el mercado yanqui.
La crisis económica será el telón de
fondo de todo el periodo de la dictadura de Batista.
Quien encabeza inmediatamente la oposición a la dictadura
es el movimiento estudiantil, siendo violentamente reprimido.
“Fue en el movimiento estudiantil vinculado a la Ortodoxia
donde comenzó a configurarse una tendencia política
basada en tres premisas: la primera planteaba la necesidad
de restaurar las antiguas libertades democráticas,
la segunda era una diferenciación tajante con el
Partido Auténtico, a fin de impedir que éste
monopolizara la legitimación de la lucha antidictatorial;
la tercera, de acuerdo con las tradiciones heredadas de
los años treinta en la lucha contra Machado, planteaba
la urgencia de recurrir a las armas a fín de secundar
un eventual movimiento de masas.”14
Por su parte el movimiento obrero dirigido por la burocracia
de Eusebio Mujal, que venía de apoyar al gobierno
anterior, es subordinado al gobierno de Batista, quien recrudece
sus métodos gansteriles contra toda oposición.15
Sin embargo, la clase obrera, a partir de 1955 azuzada por
la crisis azucarera será uno de los protagonistas
centrales en la lucha contra la dictadura.
El fracaso del asalto al cuartel de Moncada, el 26 de Julio
de 1953, con el cual Fidel pretendía forzar una insurrección
popular, es un hito que marca el inicio de una oposición
violenta y armada a la dictadura por parte de los estudiantes
y la configuración de nuevos sectores políticos.
La acción sobre el cuartel militar y su defensa en
el juicio –cuyo alegato fue popularmente conocido
como “La historia me absolverá”–
hacen de Fidel Castro una figura popular. No está
demás decir que los stalinistas cubanos en este caso
se alinearon junto a Batista, condenando a los atacantes
del cuartel como “aventureros y provocadores pequeñoburgueses”.
En 1955 los trabajadores del azúcar en la ciudad
de Santiago, Camagüey y Las Villas llevan adelante
una violenta huelga iniciando la lucha proletaria y de los
obreros agrícolas contra la dictadura. En efecto
lo que había comenzado como una huelga por una demanda
salarial, pronto se convirtió en un movimiento radicalizado
que aglutinó a los trabajadores industriales de los
ingenios con los desocupados de la zafra y los estudiantes
en las ciudades. En medio de una de las tantas crisis azucareras,
Batista no podía permitir la paralización
de la rama industrial ya que atentaba contra los negocios
de la gran burguesía y el imperialismo. De ahí,
la respuesta del régimen: la represión. Por
tanto, los trabajadores en breve tiempo pasaron de exigir
salarios a gritar a viva voz ¡abajo el gobierno criminal!
Esta experiencia cala hondo en sectores de trabajadores
y sienta las bases para la superación de la burocracia
sindical. Otro hito que demuestra el papel de la clase obrera,
se expresó en la huelga general de 1957 cuyo epicentro
fue la ciudad de Santiago, tras el asesinato de Frank Pais,
popular dirigente urbano del M 26.16 El alto grado de espontaneísmo
y combatividad de las masas fue respondido con la militarización
de la ciudad y una brutal represión. Estos hechos
levantaron la queja de la embajada norteamericana y el repudio
de sectores empresariales del Oriente, y constituye el inicio
de una ruptura abierta de un sector importante de la burguesía
con la dictadura.
Mientras en la Sierra Maestra, Fidel y sus compañeros
iban conformando una base social en el movimiento campesino
y por otra parte formalizaba una política de alianzas
con el resto de las fuerzas opositoras, el más importante
es el llamado Pacto de Caracas.17
A fines de 1958, las columnas del Ejército Rebelde
dirigidas por el Che Guevara y Camilo Cienfuegos propinan
una fuerte derrota al ejército batistiano en el combate
de Santa Clara, lo que acelera su descomposición.
Un sector del generalato que intentaba buscar un acuerdo
con los rebeldes intenta una última maniobra desesperada:
dar una salida a la crisis por medio de una junta militar.
Esta maniobra es desarmada por la huelga general de cinco
días que posibilitó la entrada del Ejército
Rebelde a La Habana y la posterior instauración del
gobierno provisional de Manuel Urrutia. Fidel Castro, a
los pocos meses, tuvo que reconocer el papel clave jugado
por la clase obrera en ese momento: “Afirmarlo con
toda la autoridad que nos da el haber sido actores en aquellas
horas decisivas: fue la huelga general la que destruyó
la última maniobra de los enemigos del pueblo; fue
la huelga general la que nos entregó las fortalezas
de la capital de la república; y fue la huelga general
la que dio todo el poder a la revolución.”18
1 Gérard Pierre-Charles, Génesis
de la Revolución Cubana, Siglo XXI, México,
1991.
2 Marcos Winocur, Las clases olvidadas de la revolución
cubana, Contrapunto, Buenos Aires, 1987.
3 En la guerra de la independencia la oligarquía
terrateniente obtendrá cierta autonomía con
respecto a España y la libertad de formar sus propios
partidos políticos.
4 Hacia 1860 “(...) una nueva rama de la industria
había nacido y cobrado cuerpo: la del tabaco (...)
se contaban más de 15.000 trabajadores armadores
de cigarros, con cerca de 500 establecimientos en La Habana”.
Entre sus primeras luchas se destaca “la huelga de
1866 en el establecimiento ‘La Cabaña’
de La Habana, producida por el mal trato dado al personal
y que terminará con la satisfacción de sus
demandas”. Marcos Winocur, Los orígenes del
movimiento obrero en Cuba, CEAL, Bs. As., 1974.
5 José Martí, Nuestra América.
6 Luis Vitale, De Martí a Chiapas. Balance de un
siglo, Síntesis, Santiago, 1995.
7 Marcos Winocur, Las clases olvidadas de la revolución
cubana. Contrapunto, Bs. As., 1987.
8 La enmienda Platt, propuesta por el senador americano
del mismo nombre y redactada por el Departamento de Estado,
fue insertada como apéndice en la Constitución
política del estado cubano en 1899. Verdadero estatuto
del vasallaje, en sus primeros artículos señalaba
que: “1. Cuba reconoce el derecho de EEUU a intervenir
en sus asuntos internos; siempre que este último
país lo estime necesario para la conservación
de la independencia cubana, y para el mantenimiento de un
gobierno adecuado para la protección de la vida,
propiedad y libertad individual (...) 2. Para poner en condiciones
a los EEUU de mantener la independencia de Cuba y proteger
al pueblo de la misma, así como de su propia defensa,
Cuba arrendará o venderá tierras a los EEUU;
destinadas al establecimiento de bases carboneras y navales.”.
9 Antonio Guiteras formaba parte del Directorio Estudiantil
Universitario y se integra desde la clandestinidad a la
lucha contra el dictador Machado. Al caer éste, ocupa
en el gobierno de Grau San Martín la cartera de ministro
de gobierno. Fue fundador de la corriente Joven Cuba opositora
a la oligarquía entreguista y con un perfil nacionalista
de izquierda.
10 Periodo de política “ultraizquierdista”
de la Internacional Comunista, dirigida por Stalin, que
negaba el frente único con las direcciones reformistas
contra el fascismo, calificándolas de “socialfascistas”.
11 Este partido había surgido como una escisión
del gobernante Partido Revolucionario Cubano (Auténtico)
del presidente Prío Socarrás, cuestionando
la corrupción imperante en el seno del mismo. Cabe
recordar que el joven abogado Fidel Castro era militante
“ortodoxo”, y se presentaba a esas elecciones
como candidato a diputado.
12 La experiencia del nacionalismo de izquierda de Guiteras
“golpeó a los políticos tradicionales
y buena parte de ellos fueron aceptando las reglas de un
cierto juego para alternarse en el poder”. Marcos
Winocur, Todo el poder al Ejército Rebelde, CEAL,
Bs. As., 1974.
13 “(...) muerto el líder cívico Eduardo
Chibás, la vertiente opositora burguesa acaba por
enredarse en el juego del golpe de estado, y es así
como se explica la pasividad de los partidos políticos
tradicionales cuando Fulgencio Batista se hace del poder”,
Idem.
14 Fernando Mires, “Cuba entre Martí y las
Montañas”, La Rebelión Permanente. Las
revoluciones sociales en América latina, Siglo XXI,
México, 1998.
15 “(...) el mujalismo dueño de la CTC, la
vertiente opositora proletaria se halla prácticamente
neutralizada. Por cierto, el movimiento obrero cubano acabará
por rehacer sus filas. Pero en 1952 el golpe de estado de
Fulgencio Batista lo encuentra desarmado, descabezado, diezmado
por el gansterismo y la corrupción, imposibilitado,
en una palabra, de manifestar una resistencia significativa,
como hubiera podido ser una huelga general antigolpista”.
Marcos Winocur, op. cit.
16 Recordando la huelga de Santiago, el Che Guevara llegó
a la siguiente conclusión: “Este fenómeno
popular sirvió para que nos diésemos cuenta
que era necesario incorporar a la lucha por la liberación
de Cuba al factor social de los trabajadores e inmediatamente
comenzaron las labores clandestinas en los centros obreros
para preparar una huelga general que ayudara al Ejército
Rebelde a conquistar el poder”. Ernesto Che Guevara,
Proyecciones sociales del Ejército Rebelde.
17 “El primer punto de este acuerdo se refería
a la concertación de una ‘estrategia común
para derrocar a la tiranía mediante la insurrección
armada’ (...) El segundo punto del acuerdo se refería
a la constitución de un gobierno provisional después
de la caída de Batista, cuyo objetivo debería
ser conducir al país ‘a la normalidad, encauzándolo
por el procedimiento constitucional y democrático’.
El tercer punto proponía un programa mínimo
de gobierno ‘que garantice el castigo de los culpables,
los derechos de los trabajadores, el orden, la paz, el cumplimiento
de los compromisos internacionales y el proceso económico
institucional del pueblo cubano’”. Con respecto
a las FFAA se refería de este modo: “esta no
es una guerra contra los institutos armados de la república
sino contra Batista, único obstáculo de la
paz”. Fernando Mires, La Rebelión Permanente.
Las revoluciones sociales en América latina, Siglo
XXI, México, 1998.
18 Citado por Marcos Winocur en Todo el poder al ejército
rebelde, CEAL, Buenos Aires, 1974.
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