A
lo largo de todo su recorrido en la política internacional
la orientación de Fidel Castro ha sido la de librar
la defensa de la revolución al amparo diplomático
y político de alguna facción de la burocracia,
durante Yalta, y de la burguesía en el nuevo escenario
mundial. La perspectiva de la revolución en América
Latina fue bloqueada en pos de preservar su situación
privilegiada como burocracia dirigente y de amoldarse al statu
quo de la política internacional.
"La política exterior siempre ha sido continuación
de la política interior, pues la dirige la misma clase
dominante y persigue los mismos fines" sentenciaba León
Trotsky. Esta aseveración se confirma plenamente en
Cuba, tomando en cuenta que en el caso del Estado obrero -deformado-
cubano no es una clase estrictamente la que detenta el dominio
sino un grupo social o casta que ha impedido a la clase obrera
el ejercicio directo de su poder. Esta revolución es
la primera de carácter socialista en América
Latina y se desarrolla en el contexto de los acuerdos de Yalta
y Potsdam. Estos acuerdos sellaron la voluntad de Estados
Unidos y la Unión Soviética -Inglaterra y Francia
como potencias menores- de constituir un nuevo orden mundial
que instauró un statu quo político internacional
desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída
del Muro de Berlín en 1989.
La burocracia stalinista que había salido fortalecida
de la segunda guerra mundial -por su papel en la derrota del
fascismo- ejerce en el periodo de Yalta una colaboración
contrarrevolucionaria con la burguesía imperialista.
Para ello practica sin escrúpulos su influencia sobre
los PC del Occidente y los movimientos de liberación
del llamado Tercer Mundo, imponiéndoles una orientación
que subsume dentro del orden social y del statu quo diplomático
los cuestionamientos revolucionarios y la luchas antiimperialistas.
Yalta, sin embargo, no implicó el fin de las tensiones
y la competencia entre los EEUU y la URSS. Como parte de estas
fricciones el Ejército Rojo protagonizará, a
la salida de la segunda guerra mundial, procesos de expropiación
de la burguesía en el este de Europa, inaugurando un
corto periodo que, desde nuestra corriente, hemos denominado
como de revoluciones pasivas proletarias. Una serie de revoluciones
preventivas es decir, revoluciones sin revolución,
procesos controlados desde arriba por el stalinismo en un
momento de fuertes roces con el imperialismo y que buscaron
evitar una arremetida de éste contra el Kremlin. Son
revoluciones-restauración que si bien nacionalizan
la propiedad privada reconstruyen un nuevo orden que instaura
un régimen represivo contra los trabajadores.
Esta política preventiva buscaba, en el plano internacional,
establecer una zona de influencia y de amortiguación
frente a la presión imperialista;1 y en el orden interno
de los países del este impedir la imposición
de una hegemonía de las masas obreras y campesinas
que amenazara la estabilidad de la nomenklatura soviética.
Como resultado de estos procesos la autoridad del stalinismo
se multiplica. Las conquistas de las masas como subproducto
de la expropiación, contradictoriamente, debilitan
en el plano estratégico al proletariado profundizando
su crisis de dirección revolucionaria.
El orden de Yalta se impuso al precio del desvío de
la revolución en Europa a la salida de la Segunda Guerra
Mundial, es decir del retroceso de la revolución mundial.
En estas condiciones el proceso revolucionario se trasladó
a la periferia (revolución anticolonial en Africa,
la revolución China, etc). El avance de la revolución
colonial y semicolonial en la década del '50 es el
marco contemporáneo del proceso en Cuba.2 La revolución
cubana, al igual que anteriormente la china y la yugoslava,
rompen la dinámica en el plano de su desarrollo interno
de las revoluciones pasivas.
La
intervención de la URSS en la revolución cubana,
implicó un giro decisivo en los destinos de la misma.
El "thermidor" cubano se desarrolló como
institucionalización del proceso de la revolución,
es decir la instauración de un "orden revolucionario"
conservador que activó el bloqueo interno y externo
de la dinámica permanentista de la revolución
cubana y consolidó el poder de una burocracia gobernante.
Primero con la implantación del partido único
como representante de la "voluntad general" de
la revolución, con la regimentación de los
CDR3 y p or último con el silenciamiento de toda
oposición, particularmente la proveniente de las
masas, y el desplazamiento del ala izquierda del viejo M
26. En el orden de la política exterior, la influencia
soviética dio sustento a las maniobras de Fidel Castro
frente a los EEUU, y la versión cubana del "socialismo
en un solo país" se transformó en doctrina
de estado para su diplomacia en oposición a la revolución
socialista.
Durante
los primeros años de la década del '60, los
años más tormentosos de la revolución,
los pasos iniciales de la política exterior fueron
zigzagueantes. Estos vaivenes expresaban las relaciones
entre las distintas fuerzas que actuaban sobre y en el interior
del nuevo núcleo dirigente cubano. El primer intento
de una política internacional se manifestó
en la retórica radical en la Tricontinental y la
OLAS. En esos tiempos Ernesto Guevara desafiaba a los soviéticos
y a la coexistencia pacífica llamando a impulsar
la lucha antiimperialista y hacer: Dos, tres muchos Viet
Nam.4 Por su parte a Fidel Castro le permitía poner
un límite a las exigencias del Kremlin y de los stalinistas
cubanos y latinoamericanos, hostiles a la orientación
pregonada por el Che y partidarios del sostenimiento del
régimen burgués en el continente. En este
periodo de la diplomacia estalla la crisis de los misiles
en 1962 donde se puede observar las diferentes tesituras
entre cubanos y soviéticos.
Pasado
el impulso revolucionario, asentado Fidel Castro en el mando
de la revolución y consolidada la alianza con los
soviéticos, la revolución cubana va a dar
paso a una nueva fase de su política exterior que
denominamos de diplomatización de la revolución.
Este concepto es utilizado por el marxista italiano Antonio
Gramsci para definir los lineamientos políticos que
guiaron la diplomacia del Conde de Cavour durante el Risorgimento.
Según las reflexiones de Gramsci este concepto explica
cómo la política exterior de ese periodo carecía
de "autonomía internacional" y el porqué
"de muchas victorias diplomáticas italianas
a pesar de la relativa debilidad político-militar;
no es la diplomacia italiana como tal la que vence, sino
que se trata de saber obtener beneficio del equilibrio de
las fuerzas internacionales".5 Como antaño el
Conde de Cavour, en otras latitudes y otra época
el comandante Fidel Castro actúa aprovechando las
contradicciones del statu quo mundial para apoyarse sobre
uno de los contendientes hegemónicos del orden (la
URSS) que lo contiene para reforzar ese mismo orden internacional.
En 1968 Fidel Castro justifica la invasión soviética
para aplastar la revuelta checoslovaca conocida como la
"Primavera de Praga". A partir de 1971, luego
del fracaso de la llamada "zafra de los diez millones",
Cuba ingresa al COMECON y ata su supervivencia económica
al intercambio comercial con la URSS y el este europeo.
El alineamiento diplomático con el Kremlin y con
su política de la colaboración con la burguesía,
se hace más activo y es el que explica, por ejemplo,
el papel jugado en apoyo a la "vía pacifica"
al socialismo en Chile durante el gobierno de la Unidad
Popular.
En
América Latina el punto más alto de la influencia
política del Estado cubano fue en la revolución
nicaragüense que voltea a Anastasio Somoza en julio
de 1979 y en el colosal ascenso de masas que en paralelo
transcurría en El Salvador. La participación
activa de Fidel Castro en pos de establecer acuerdos de
paz y democracia, resultaron en sustento de la política
imperialista que tenía como fin desactivar la revolución
centroamericana. Estos acuerdos terminaron desarmando a
la guerrilla salvadoreña e integrándola al
aparato de Estado y entregando la revolución sandinista
que se había ganado en el campo de batalla, con la
derrota de la contra, en la mesa de negociaciones que establecerán
elecciones donde resulta ganadora una de las representantes
de la contra, Violeta Chamorro, a fines de los años
ochenta.
A
partir de 1992, con el fin de los subsidios de la ahora
ex URSS, Cuba queda aislada y vive uno de sus momentos de
mayor zozobra, el llamado "periodo especial",
que obliga a Castro a reformular su política exterior
para adaptarse a la nueva situación de hegemonía
norteamericana post Muro de Berlín. A partir de entonces
Fidel Castro brega por un nuevo orden de Estados que le
dé cabida a Cuba en su seno frente al peligro que
representa para el Estado cubano el enorme poderío
y presión ejercida por su vecino.
En medio del bloqueo y las leyes anticubanas del imperialismo
yanqui, Fidel adopta un curso de negociación con
las burguesías latinoamericanas y los imperialismos
europeos para garantizar la subsistencia de su régimen,
tentándolos con inversiones directas en turismo,
busca así presionar a una negociación para
levantar el bloqueo y darle aire a su régimen.
El gobierno cubano abandona el discurso marxista y asume
una ideología martiana, de corte nacionalista radical,
acorde a su objetivo de presentarse más moderadamente
frente a sus potenciales aliados. La visita del Papa Karol
Wojtila en 1998 es el máximo hito de este periodo
de la diplomacia castrista.
En
las actuales condiciones creadas en el plano internacional
por el unilateralismo guerrerista de los halcones norteamericanos,
el régimen de Castro se encuentra frente a una nueva
amenaza a su supervivencia. Esto obliga al líder
cubano a actuar reafirmando su postura de garante de la
independencia de Cuba frente a las masas, tensando la cuerda
con los EEUU y azuzando diversas situaciones de conflicto,
para esperar nuevamente que algún sector de la burguesía
y el imperialismo se ofrezca como interlocutor sobre el
cual apoyarse.
Aunque en los últimos meses se han deteriorado las
relaciones con la Unión Europea, el giro en la política
de los regímenes continentales frente a la administración
republicana ofrece un apoyo, bastante frágil podríamos
decir, a este intento de reacomodamiento de la burocracia.
La
defensa de la revolución no puede quedar en manos
ni de la burocracia ni de la burguesía como ha sido
la constante del castrismo. Esta dirección tomada,
debilita la revolución pues no apela a la iniciativa
de los únicos interesados en la supervivencia del
proceso cubano: los obreros y campesinos de América
Latina y el proletariado internacional. En esta etapa donde
EEUU ha decidido imponer a sangre y fuego sus condiciones
a los pueblos oprimidos y al mundo, la perspectiva de la
revolución socialista se hace necesaria no sólo
para defender las conquistas del pueblo cubano sino para
poner fin a un capitalismo que sólo tiene para ofrecer
destrucción, degradación y barbarie.
NOTAS
1
Como resultado de la instauración del llamado Bloque
del Este bautizado por los stalinistas como "socialismo
real", donde la URSS ejerció el peor de su chauvinismo.
2 Un elemento particular de la Revolución Cubana,
de su excepcionalidad, radica en la profunda debilidad del
elemento contrarrevolucionario interno, tanto de la burguesía
y sus partidos como del stalinismo criollo que subordinado
a las órdenes de Moscú, habiendo apoyado a
Batista en los '40 y a la oposición burguesa en los
'50, que fuera apologista de la corriente proimperialista
de Earl Browder (secretario general del Partido Comunista
de los EEUU), -que predicaba su disposición a "cooperar
para que el capitalismo trabajara eficazmente" y que
sostenía que "desde Marx nunca hubo en el programa
del movimiento comunista la idea de destruir el capitalismo"-
había perdido toda autoridad para jugar su papel
de freno del movimiento de masas.
3 Comité de Defensa de la Revolución, creados
a partir de 1961 para canalizar las milicias populares.
4 Esta concepción del Che tenía dos grandes
limitaciones. Por un lado que su estrategia continental
consistía en la creación de distintos focos
guerrilleros aislados de las masas. Por el otro, que sus
llamados en la Tricontinental tenían como destinatarios
a los líderes burgueses y pequeñoburgueses
del llamado tercer mundo.
5 Antonio Gramsci, "Política y Diplomacia",
en Antologia II, Siglo XXI, p. 293.
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