“Una
teoría es realmente ‘revolucionaria’ en la medida en que
es un elemento de separación y de distinción conciente entre
dos campos, en cuanto es un vértice inaccesible al campo
adversario”
(Antonio Gramsci, Notas críticas sobre una tentativa de
‘Ensayo popular de sociología”)
Se puede insistir en que ha habido y hay muchos marxismos.
El marxismo de conjunto es blanco de ataques de los intelectuales
de la burguesía desde siempre. También, los distintos marxismos,
se combaten entre sí. El marxismo de Lenin y Trotsky está
fuertemente cuestionado por una vertiente de marxistas,
en el mismo esfuerzo de miles de intelectuales y militantes
marxistas por reconstruir el marxismo de conjunto ante su
debilitamiento (que pretendía ser liquidación) bajo el fuego
cruzado de los intelectuales burgueses. El cuestionamiento
al marxismo de Lenin y Trotsky, no es sólo sobre su teoría
de la revolución proletaria y del partido revolucionario
marxista proletario. También es sobre la teoría marxista
en sus fundamentos metodológicos.
Dentro de este último terreno, se está avanzando de a pasos
cautelosos. Si en décadas pasadas se opuso el marxismo humanista
al marxismo estructuralista, el marxismo dialéctico al marxismo
materialista mecanicista, hoy estos cuestionamientos y enfrentamientos
vuelven por sus fueros, historiando estas viejas- y actuales-
disputas y posicionándose, o concentrándose en algunas categorías
que las concentran. Entre estas, la llamada “teoría del
reflejo”.
En este cuestionamiento, se construye una nueva tradición.
Contra el aplastante peso de la divulgación (vulgarización)
teórica del marxismo por parte del stalinismo, como un materialismo
mecanicista y vulgar, se rescatan las elaboraciones y los
combates teóricos y políticos de una vertiente del marxismo
en la que se incluye principalmente a Gramsci, y también
a Lukacs, Labriola, y varios otros intelectuales y dirigentes
marxistas, que, tomando el nombre utilizado por Gramsci,
ubican en una corriente del marxismo que llaman “filosofía
de la praxis”.
El objetivo es que, contra la aplastante lápida que impuso
el stalinismo, “fundamentado” en su concepción materialista
mecanicista del marxismo, de “lo objetivo” para detener,
impedir o liquidar directamente la acción revolucionaria,
el marxismo se recree como una teoría fundamentada en la
acción de un sujeto. En este esfuerzo, se afirma que no
se pretende caer en la vulgarización contraria y desconocer
(en un acto de pedantería intelectual) la realidad objetiva,
recayendo en el subjetivismo idealista. Sin embargo, al
atacar la llamada “teoría del reflejo”, creemos, se recae
precisamente en esta concepción idealista sujetiva. Este
es el primer punto que se pretende plantear en forma de
primeros apuntes en este artículo.
El segundo punto, es cuestionar la identificación entre
la versión materialista mecanicista del marxismo stalinista,
con la llamada “teoría del reflejo” y con Lenin.
El
marxismo materialista mecanicista y la crítica de Gramsci
Todas las elaboraciones teóricas del marxismo, como aproximaciones
polémicas a la realidad para su transformación revolucionaria,
y como en toda elaboración teórica marxista o no marxista,
se realizan en relación a determinados problemas de la realidad
concreta de un momento concreto.
En los años ’30 del siglo XX, Gramsci constataba la asimilación
de aspectos del marxismo por parte de la teoría social burguesa
(para hacer del marxismo una teoría social más entre tantas,
quitándole su contenido revolucionario), así como su vulgarización
entre algunas corrientes del marxismo. Claramente era así
en el caso de Bujarin con su “Ensayo popular de sociología”.
O sea, del stalinismo, aunque así no lo planteara Gramsci.
Polemizando con ambas corrientes, identificaba a la primera
con el idealismo, y a la segunda con el materialismo mecanicista:
“la filosofía de la praxis ha sufrido realmente una doble
revisión, esto es, ha sido integrada en una doble combinación
filosófica. Por una parte, algunos de sus elementos, de
manera explícita o implícita, fueron absorbidos o incorporados
en algunas corrientes idealistas (basta citar a Croce, Gentile,
Sorel, al propio Bergson, y el pragmatismo); por otra parte,
los llamados ortodoxos, preocupados por hallar una filosofía
que, según su estrechísimo punto de vista, fuese más adecuada
para una ‘simple’ interpretación de la historia, han creído
mostrarse ortodoxos identificándola con el materialismo
tradicional” .
Estas dos unilateralizaciones, el idealismo y el materialismo,
necesitaban una síntesis dialéctica, no una mera fusión
ecléctica, que ya Marx había realizado, y que ahora el marxismo,
ante la constatación de estos hechos, debía volver a realizar:
“En la historia de la cultura, que es mucho más amplia que
la historia de la filosofía, cada vez que afloró la cultura
popular porque se atravesaba una fase de transformación
y de la ganga popular se seleccionaba el metal de una nueva
clase, se produjo un florecimiento del ‘materialismo’ y
viceversa. Al mismo tiempo, las clases tradicionales se
agrupaban alrededor del espiritualismo. Hegel, a caballo
de la Revolución Francesa y de la Restauración, dialectizó
ambos momentos de la vida del pensamiento, materialismo
y espiritualismo, pero la síntesis fue ‘un hombre que camina
con la cabeza’. Los continuadores de Hegel han destruido
esta unidad y se ha retornado a los sistemas materialistas,
de una parte, y a los espiritualistas de la otra. La filosofía
de la praxis, en su fundador, ha revisado esta experiencia,
de hegelianismo, de feuerbachismo, materialismo francés,
para reconstruir la síntesis de la unidad dialéctica: ‘el
hombre que camina con los pies’. El laceramiento ocurrido
con el hegelianismo se ha repetido en la filosofía de la
praxis, esto es, que de la unidad dialéctica se ha retornado,
de una parte al materialismo filosófico, mientras que la
alta cultura moderna ha buscado incorporar lo que de la
filosofía de la praxis era indispensable para hallar un
nuevo elixir”.
El objetivo central de la crítica de Gramsci en este escrito,
es el materialismo mecanicista de Bujarin, a él dirige estas
críticas. Aquí se enlazan los actuales intentos de algunos
marxistas de refundar al marxismo con base en la acción
del sujeto, en oposición a la categoría de reflejo. Gramsci
polemiza con la determinación mecanicista del marxismo vulgar
de lo objetivo sobre lo subjetivo, restableciendo el lugar
de la acción de un sujeto (de la política). Este es el aspecto
que rescatan centralmente de Gramsci, y este es uno de los
elementos que Gramsci planteó: “La pretensión (presentada
como postulado esencial del materialismo histórico) de presentar
y exponer cada fluctuación de la política y de la ideología
como una expresión inmediata de la estructura, debe ser
combatida teóricamente como un infantilismo primitivo, y
prácticamente con el testimonio auténtico de Marx, escritor
de obras políticas e históricas concretas. En ese aspecto,
son importantes especialmente el 18 Brumario y los escritos
sobre la Cuestión Oriental, pero también otros (revolución
y contrarrevolución en Alemania, la Guerra Civil en Francia
y trabajos menores)”.
Gramsci comenzaba a asestar un golpe al marxismo materialista
mecanicista. Esta concepción del marxismo tuvo trágicas
consecuencias políticas. Sobre estas bases, se “establecía”
si una revolución “podía” hacerse o no. Este marxismo materialista
mecanicista en América Latina, al caracterizar la realidad
objetiva como feudal (a principios de siglo y durante casi
todo el siglo XX), determinaba que la lucha sólo podía ser
por una democracia (burguesa, carácter de clase que se omitía
decir) real o profundizada, pues no había (supuestamente)
condiciones objetivas para una lucha revolucionaria por
el socialismo (en el caso de los Partidos Comunistas). Así
se liquidaron decenas de luchas de la clase trabajadora
y las masas. Contra esto, el énfasis en la acción de un
sujeto, se opuso como estrategia en la práctica de muchas
otras organizaciones políticas (en el caso de guerrillas
marxistas, guevaristas). Como hoy no es la hora de la acción
aún, estas viejas discusiones retornan casi puramente en
forma de discusiones teóricas, en este caso, planteando
un marxismo de la acción de un sujeto, en oposición a la
categoría de reflejo. Gramsci, nuevamente de moda, es recuperado
por muchos de quienes luchan por reconstruir el marxismo
en este sentido.
Sin embargo, Gramsci no se detuvo en la impugnación del
marxismo materialista mecanicista a lo Bujarin oponiéndole
sin más la acción de un sujeto, donde “cada fluctuación
de la política y de la ideología (no sería) una expresión
inmediata de la estructura”. Gramsci intentó mantener la
relación dialéctica materialista entre la acción de un sujeto
y la estructura: “La dificultad de identificar en cada ocasión,
estéticamente (como una imagen fotográficamente instantánea),
la estructura; la política es, de hecho, en cada ocasión,
el reflejo de las tendencias de desarrollo de la estructura,
tendencias que no tienen por qué realizarse necesariamente”.
Habla de reflejo. Retengámoslo. Reflejo de tendencias, sí.
Ya volveremos sobre esto al referirnos a Lenin.
Pareciera ser que aún, de todos modos, el problema sigue
siendo el de la acción, el de la práctica, opuesta a la
estructura. Pero veamos cuál es, para Gramsci, el problema
fundamental del marxismo (desde el punto de vista que estamos
tratando): “No está tratado (en el “Ensayo...”) este punto
fundamental: cómo nace el movimiento histórico sobre la
base de la estructura (...) Este es, en definitiva, el punto
crucial de todos los problemas en torno a la filosofía de
la praxis”.
Como vimos, este escrito de Gramsci busca polemizar con
el marxismo mecanicista vulgar, y es por esto que este punto
no lo desarrolla, volviendo a la carga contra aquél. Y se
pregunta irónicamente el por qué Bujarin polemiza contra
la concepción subjetivista y el “ ‘terrible’
problema de la ‘realidad del mundo exterior’ ”. Porque para
Gramsci, desde un punto de vista, este problema no tendría
mayor sentido: “El público popular no cree siquiera que
pueda plantearse tal problema, el problema de si el mundo
existe objetivamente. Basta enunciar así el problema para
oír un irrefrenable y gargantuesco estallido de hilaridad.
El público ‘cree’ que el mundo externo es objetivamente
real”.
Así que, desde un punto de vista (porque desde otro Gramsci
se pregunta sobre el origen de esta creencia, que ubica
en los religioso), afirmar aquello no tendría sentido, sino
que el problema a plantear y resolver es otro, y sorprende
que no se haya hecho: “Asombra que no se haya afirmado y
desarrollado jamás convenientemente el nexo entre la afirmación
idealista de que la realidad del mundo es una creación del
espíritu humano y la afirmación de la historicidad y la
caducidad de todas las ideologías por parte de la filosofía
de la praxis, porque las ideologías son expresión de la
estructura y se modifican al modificarse ésta”.
Gramsci plantea una solución a este problema, y que podría
simplificarse en un hombre puesto por el mundo, al que crea
en su historia con su acción. “Pero analizando esta concepción
no resulta fácil luego justificar un punto de vista de objetividad
externa entendida tan mecánicamente. ¿Es posible que exista
una objetividad extrahistórica y extrahumana? Pero, ¿quién
juzgará de tal objetividad? ¿Quién podrá colocarse en esa
suerte de punto de vista que es el ‘cosmos en sí’? ¿Qué
significará tal punto de vista? Puede muy bien sostenerse
que se trata de un residuo del concepto de Dios y, más justamente,
en su concepción mística de un Dios ignoto. La formulación
de Engels de que la ‘unidad del mundo consiste en su materialidad
demostrada por el largo y laborioso desarrollo de la filosofía
y de las ciencias naturales’ contiene realmente el germen
de la concepción justa, porque se recurre a la historia
y al hombre para demostrar la realidad objetiva. Objetivo
quiere decir siempre ‘humanamente objetivo’, lo que puede
corresponder en forma exacta a ‘históricamente subjetivo’.
O sea: que objetivo significaría ‘universalmente subjetivo’.”
Creemos que la llamada teoría del reflejo en el marxismo
de Lenin y Trotsky responde de igual modo al problema del
nexo que plantea Gramsci. Que los intentos por asociar a
Lenin con el marxismo mecanicista no responde
a la realidad de su pensamiento teórico, sino que a otros
intereses que al final de este artículo podremos plantear.
Elementos de la categoría de reflejo en Hegel
Quienes intentan esta reconstrucción de un marxismo de la
acción de un sujeto, en oposición a la categoría de reflejo,
que de a ratos, como Gramsci, vuelven a llamar filosofía
de la praxis, marcan a fuego, correctamente, el materialismo
mecanicista del stalinismo buscando su crítica, pero van
más allá y lo asocian al marxismo de Lenin y Trotsky. Incorrectamente
a nuestro modo de ver.
Podemos señalar muy brevemente que la categoría de reflejo
figura en Hegel. Y no se trata precisamente de un materialista
mecanicista o vulgar.
En la Lógica, que no pretendemos aquí exponerla sino resaltar
sólo sus elementos referidos al problema de la categoría
del reflejo, Hegel desarrolla metodológicamente, el desenvolvimiento
del Ser hacia la Idea. El ser, según la definición de Hegel,
“es la noción puramente en sí” .
La Idea, es “lo verdadero”, “lo absoluto”, “la unidad absoluta
de la noción y de la objetividad”. Para culminar este proceso
de una categoría en otra, el ser debe devenir en la esencia,
que es la “verdad del ser”, “el ser que aparece en sí mismo”.
Este desenvolvimiento de una categoría hacia otra se da
a través de distintas figuras dialécticas. Lo que nos interesa,
es cómo es este proceso en lo fundamental: dialéctico, que
según una definición de Hegel, es “el principio de todo
movimiento, vida y actividad y el alma de todo verdadero
conocimiento científico”. Este movimiento encuentra su motor
en la contradicción, en la negación: “La dialéctica es el
transito inmanente de un término a otro, tránsito en que
lo exclusivo y limitado de las determinaciones del entendimiento
muestra lo que son, es decir, que contienen su propia negación.
Lo propio de toda cosa finita es suprimirse ella misma”.
Este movimiento de una categoría a otra mediante distintas
figuras dialécticas por medio de la contradicción, es inherente
a cada categoría. Como cada categoría se ve negada, conservada
y superada en la otra (determinada), y no simplemente suprimida,
cada categoría se refleja (por medio de las diferentes figuras
dialécticas) en la otra, desde la categoría del ser a la
de la idea y a través de las distintas figuras dialécticas,
desde lo más abstracto a lo más concreto (determinado),
proceso en que se va realizando la verdad de cada categoría.
“El paso de un término a otro es el processus dialéctico
que se verifica en la esfera del ser y la reflexión de un
término sobre otro, es el que tiene lugar en la esfera de
la esencia”.
Según Hegel, el objetivo de la ciencia es el conocimiento
de la Verdad: “Pero la filosofía no es, en modo alguno,
una enumeración, un relato de hechos, sino el conocimiento
de la verdad que en ellos está contenida. Y apoyándose en
la verdad es como debe entender lo que, en el relato, aparece
como un simple hecho”.
¿Pero puede conocerse la verdad? El kantismo pensaba que
no, que lo “que está contenido” en los hechos, el “en sí”,
no puede ser conocido. Precisamente mediante la categoría
del reflejo, como forma en que se va realizando el desenvolvimiento
dialéctico de las categorías haciéndose más concretas, Hegel
resuelve este problema: “La esencia debe producirse como
fenómeno. Su aparecer es en ella la supresión de ella misma,
por la cual llega a ese estado inmediato en que, en cuanto
reflexión sobre sí, subsiste (la materia), y en cuanto reflexión
sobre lo otro es la forma, la materia que se suprime ella
misma. La esencia no se distingue del ser y no es la esencia
si no porque aparece y esta determinación desarrollada es
lo que constituye el fenómeno. Por consiguiente, la esencia
no está ni antes ni después del fenómeno, pero en cuanto
es la esencia que existe, la existencia es fenómeno (...)
Pero Kant se ha detenido a medio camino cuando no ha visto
en el fenómeno sino un elemento subjetivo, y ha colocado
fuera de él una esencia abstracta en cuanto cosa en sí inaccesible
a nuestro conocimiento. No ser sino fenómeno es la naturaleza
especial del mundo objeto inmediato, y conociéndole como
tal, conocemos así la esencia que no queda detrás o más
allá del fenómeno, sino que se manifiesta como esencia precisamente
descendiendo al fenómeno (...) El fenómeno constituye la
verdad del ser y una más alta determinación que el último,
en cuanto contiene el doble momento de la reflexión, la
reflexión sobre sí y la sobre otro, mientras que el ser
o la inmediatividad es el momento exclusivo sin relación
y que (en apariencia) no se apoya sino sobre sí mismo”.
Así resulta que la verdad está contenida en los hechos mismos,
en lo objetivo, es inherente, inmanente a él, debiendo desenvolverse
dialécticamente y la categoría desplegada, y esta totalidad
del desenvolvimiento dialéctico y de la categoría desplegada,
constituiría la verdad: “la lógica muestra más bien lo contrario,
a saber: que lo subjetivo que no es sino lo subjetivo, que
lo finito que no es sino lo finito, que lo infinito que
no es sino lo infinito, etc., no poseen verdad, que se contradicen
y pasan a su contrario y que esta transición y su unidad
en que los extremos se absorben como una apariencia o como
momentos, son lo que constituyen su verdad”.
De esta forma, Hegel fundó lo que se conoce como el idealismo
objetivo, por oposición al idealismo subjetivo, como vimos
en la cita referente a Kant. De esta forma, por ejemplo,
“no es solamente en nuestro cerebro donde residen la noción
y el juicio y que estas no son simples operaciones o invenciones
de nuestra inteligencia. La noción es inherente a las cosas
mismas y éstas no son lo que son sino por ella y, por consiguiente,
conocer los objetos quiere decir adquirir la conciencia
de su noción”.
Pero este “objetivismo” de Hegel no niega la intervención
del sujeto, para volver al tema que estamos intentando plantear
en este artículo, la acción del sujeto no es algo opuesto
fijamente al objeto: “La tarea de la ciencia consiste en
hacer que este mundo objetivo no nos sea extraño o, como
se dice, que nos volvamos a hallar en él, lo cual significa
también que consiste en referir el mundo objetivo a la noción,
es decir, a lo más íntimo que hay en nosotros. Estas consideraciones
muestran lo que hay de erróneo en este modo de considerar
el sujeto y el objeto como en oposición inconciliable. Ambos
se invocan y se niegan mutuamente”. Esto se reafirma en
la categoría de la práctica que Hegel también desarrolla
.
Lo que en este apartado se quiere plantear es que ese “referir”,
el desenvolvimiento dialéctico, se realiza a través de la
reflexión, del reflejo de una categoría en otra a través
de las distintas figuras dialécticas. La categoría del reflejo
es planteada por Hegel en su exposición metodológica de
la dialéctica, por lo que lejos se halla
de representar necesariamente una categoría de un materialismo
mecanicista. Y tampoco, del marxismo de Lenin y Trotsky.
La llamada teoría del reflejo en el marxismo de Lenin
y Trotsky
Se identifica a Lenin y su llamada teoría del reflejo con
el marxismo materialista mecanicista y determinista. Para
esto, se toman ciertas afirmaciones suyas, muy polémicas
y brutales: “Nuestros machistas, que quisieran ser marxistas,
se han confabulado así con singular entusiasmo contra los
‘jeroglíficos’ de Plejanov, es decir, contra la teoría según
la cual las sensaciones y las ideas del hombre representan
no una copia de las cosas reales y de los procesos naturales,
no sus imágenes, sino signos convencionales, símbolos, jeroglíficos,
etc. (...) Engels no habla de símbolos, ni de jeroglíficos,
sino de copias, de fotografías, de imágenes, de reflejos
de las cosas, etc.” .
Sin embargo, habría que evitar generalizar y extender esta
afirmación, reduciéndola a los objetivos que se planteó
Lenin en este libro: mostrar lo reaccionario de Mach, que
se trataba de una corriente idealista que pretendía llamarse
marxista, y oponer al idealismo el materialismo. “Discípulos
de Fuerbach y curtidos en la lucha contra los ‘remendones’,
Marx y Engels pusieron naturalmente su atención en la terminación
de la filosofía materialista, es decir, en la concepción
materialista de la historia y no en la gnoseología materialista.
Por consiguiente, en sus obras sobre el materialismo dialéctico,
subrayaron más la ‘dialéctica’ que el ‘materialismo’ y,
al tratar del materialismo histórico, más insistieron en
el aspecto ‘histórico’ que en el ‘materialista’. Nuestros
machistas, deseosos de ser marxistas, han abordado el marxismo
en un período de la historia diferente por completo, en
el que la filosofía burguesa se ha especializado sobre todo
en la gnoseología y, habiéndose asimilado bajo una forma
unilateral y deformada ciertas partes constitutivas de la
dialéctica (el relativismo, por ejemplo), lleva lo mejor
de su atención sobre la defensa o la reconstitución del
idealismo en bajo y no del idealismo en alto. El positivismo
en general y la doctrina de Mach en particular, se han preocupado
sobre todo de falsificar sutilmente la gnoseología, simulando
en ella el materialismo, ocultando su idealismo bajo una
terminología presuntamente materialista, y sólo han consagrado
muy poca atención a la filosofía de la historia. Nuestros
machistas no han comprendido el marxismo por haberlo abordado
en cierto modo al revés. Se han asimilado- sería a lo mejor
más exacto decir que han aprendido de memoria- la teoría
económica e histórica de Marx, sin haber comprendido sus
fundamentos, el materialismo filosófico (...) ‘experiencia
socialmente organizada’, ‘proceso colectivo del trabajo’...,
esas son palabras marxistas, pero no son más que unas palabras
disimuladoras de la filosofía idealista para la cual los
objetos son complejos de ‘elementos’ de sensaciones, para
la cual el universo exterior es una ‘experiencia’ o un ‘empiriosimbolismo’
de la humanidad, y la naturaleza física una ‘derivación’
de lo ‘psíquico’, etc, etc. Una falsificación cada vez más
sutil del marxismo y la simulación cada vez más sutil del
marxismo. Por las doctrinas antimaterialistas, es todo lo
que caracteriza el revisionismo contemporáneo, tanto en
economía política, como en las cuestiones de táctica, tanto
en filosofía general como en gnoseología y en sociología”.
Y en términos puramente teóricos, limitado al problema fundamental
de la filosofía: “ciertamente, la oposición entre la materia
y la conciencia no tiene significado absoluto más que dentro
de unos límites muy restringidos, únicamente casi en los
de la cuestión gnoseológica fundamental: ¿qué es lo primordial
y qué es lo secundario? Más allá de estos límites la relatividad
de tal oposición no suscita duda alguna”.
Esta es la tarea que se plantea Lenin, el combate al idealismo,
al igual que lo hicieron Marx y Engels, quienes, según Lenin,
se ocuparon de desarrollar el materialismo sin volver a
estudiar las cuestiones ya resueltas y demostrando cómo
se aplica ese materialismo a las ciencias sociales.
Sin embargo, esta defensa polémica del materialismo contra
el idealismo, no olvidaría ni la dialéctica, repetidas veces
desarrollada en este trabajo, ni la acción de un sujeto:
“plantear fuera de la práctica la cuestión de la ‘correspondencia
entre la verdad objetiva y el pensamiento humano’ es entregarse
a la escolástica, dice Marx en su 2ª tesis sobre Feuerbach”.
Sin embargo, Lenin no desarrollaría estas cuestiones en
este trabajo. Será recién años después, y en forma de anotaciones
y apuntes en un trabajo no destinado a su publicación, donde
las desarrollaría, en un momento más alto de su desarrollo
teórico. Estos marxistas que pretenden reconstruir un marxismo
fundamentado en la acción de un sujeto en oposición a la
categoría de reflejo y que critican el materialismo mecanicista
de Lenin en “Materialismo y empiriocriticismo”, dan cuenta
de este desarrollo del pensamiento teórico de Lenin. Igualmente,
seguirán rechazando la categoría de reflejo.
Lenin dirá, comentando la Lógica de Hegel, y esto es del
gusto de nuestros críticos: “la conciencia del hombre no
sólo refleja el mundo objetivo, sino que lo crea. El concepto
(= el hombre), como subjetivo, presupone otra vez el ser-
otro que es en sí mismo (=la naturaleza independiente del
hombre). Este concepto (=el hombre) es el impulso de realizarse,
de darse objetividad en el mundo objetivo a través de sí
mismo y de realizarse (cumplirse). En la idea teórica (en
la esfera de la teoría), el concepto subjetivo (¿conocimiento?),
como lo universal indeterminado en y para sí, se opone al
mundo objetivo, del cual obtiene su contenido determinado
y su medio de cumplirse. En la idea práctica (en la esfera
de la práctica) este concepto, como lo real (¿lo actuante?),
se opone a lo real. La certidumbre de sí que el sujeto tiene
en su ser en y para sí, como sujeto determinado, es una
certidumbre de su propia realidad y de la irrealidad del
mundo. Es decir, que el mundo no satisface al hombre y éste
decide cambiarlo por medio de su actividad”
. Y reafirma en el mismo sentido: “el resultado de
la actividad es la prueba del conocimiento subjetivo y el
criterio de la objetividad verdaderamente existente”.
Lenin, en su lectura de Hegel, resalta esencialmente su
método dialéctico: “La transición del silogismo de analogía
al silogismo de necesidad, del silogismo de inducción al
silogismo de analogía, del silogismo de lo universal a lo
individual, el silogismo de lo individual a lo universal;
la exposición de la conexión y la transición (la conexión
es transición): tal es la tarea de Hegel”.
Nuestros críticos de la llamada teoría del reflejo en Lenin
pueden quedar contentos. Pero esto no es todo Lenin. La
afirmación recién transcripta, la completa de esta manera:
“Hegel demostró realmente que las formas y leyes lógicas
no son una cáscara vacía, sino el reflejo del mundo objetivo.
Dicho en forma correcta, no demostró sino que hizo una brillante
conjetura”.
Y afirma más categóricamente: “(...) la identidad de los
contrarios: en eso reside la esencia del asunto. Esa elasticidad,
subjetivamente aplicada = eclecticismo y sofistería. Si
se aplica objetivamente, es decir, si refleja la multilateralidad
del proceso material y su unidad, tenemos la dialéctica,
el reflejo correcto del eterno desarrollo del mundo”.
Lenin podrá integrar sus anteriores avances teóricos en
sentido materialista (tal vez un poco unilateralmente materialista),
en el nuevo desarrollo de su pensamiento teórico en un sentido
dialéctico, y la categoría del reflejo es despojada de su
unilateralización materialista mecanicista (así como de
su unilateralización idealista). Así, resaltará el significado
y el papel de la Lógica, al menos desde el punto de vista
que estamos tratando: “La formación de nociones (abstractas)
y las operaciones con ellas incluye ya la idea, la convicción,
la conciencia de la necesidad de las leyes en la conexión
universal objetiva. Es estúpido distinguir la causalidad
de esa conexión. Es imposible negar la objetividad de las
nociones, la objetividad de lo universal en lo particular.
Por consiguiente, Hegel es mucho más profundo que Kant y
otros en lo referente a la búsqueda del reflejo del movimiento
del mundo objetivo en el movimiento de los conceptos. Así
como la forma simple del valor, el acto individual de intercambio
de una mercancía por otra, incluye ya, en forma no desarrollada,
todas las contradicciones principales del capitalismo, así
la generalización más simple, la primera y más sencilla
formación de conceptos (juicios, silogismos, etc.) denota
ya el conocimiento cada vez más profundo del hombre en cuanto
a la conexión objetiva del mundo. Aquí es preciso buscar
el verdadero sentido, la significación y el papel de la
Lógica de Hegel”.
Como vemos, el Lenin de los Cuadernos Filosóficos, que incluso
es reivindicado parcialmente por nuestros críticos de la
llamada teoría del reflejo en oposición al Lenin de “Materialismo
y empiriocriticismo”, incorpora la categoría de reflejo
en su estudio de la dialéctica, en la evolución de su pensamiento
teórico marxista. En este punto, se articulan sus estudios
con las afirmaciones de Gramsci sobre la filosofía de la
praxis desde el punto de vista que estamos tratando. Y también
como vimos, la categoría del reflejo se encuentra en la
máxima expresión de la dialéctica idealista, Hegel, lejos
de un materialismo mecanicista. Sin embargo, una de las
categorías que someten a crítica quienes quieren reconstruir
un marxismo de la acción de un sujeto, es la del reflejo,
asociándola únicamente a su versión materialista mecanicista
del stalinismo, y que utilizando como puente esa categoría
asocian el stalinismo al leninismo (a quien de todas maneras
citan como autoridad en ciertas materias, no así a Stalin,
lo que de todas maneras no cambia el fondo del asunto).
Lo que significa la crítica a la teoría del reflejo.
¿Qué marxismo para que política?
Reducir la llamada teoría del reflejo a un determinismo
de un marxismo materialista mecanicista, es en primer lugar,
como intentamos mostrar, falsear la categoría del reflejo.
Creemos que esta categoría del reflejo permite comprender
la realidad objetiva en su movimiento dialéctico, tendencialmente
como dijera Gramsci, donde en la realización de sus tendencias
interviene la práctica humana cuyo resultado, como planteara
Lenin, es “la prueba del conocimiento subjetivo y el criterio
de la objetividad verdaderamente existente”. La negación
de la categoría de reflejo en algunos marxistas, plantearía
que el conocimiento es una “cáscara vacía” al decir de Lenin,
significaría una recaída en el idealismo subjetivo a lo
Kant, quedando a mitad de camino al decir de Hegel, abstractizando
al sujeto al no comprenderlo como reflejo de la realidad
objetiva . Este resultado, un sujeto
abstracto, muestra inmediatamente el contenido político
de esta concepción teórica de un marxismo opuesto al de
Lenin y Trotsky, y como vimos, también al de Gramsci: abre
las compuertas para un sujeto cualquiera de la revolución,
liquidando al proletariado como el sujeto de la revolución
socialista. Así es que el intento no es tan simple como
negar la objetividad, pues como dijera Gramsci, provocaría
“un irrefrenable y gargantuesco estallido de hilaridad”
(salvo en muchos sofisticados intelectuales). De lo que
se trata, siguiendo a Gramsci, es que “existe una lucha
por la objetividad (por liberarse de las ideologías parciales
y falaces)”: si la objetividad es simplemente la constatación
del sentido común, o se trata de establecer el nexo, mediante
la categoría del reflejo, entre el sujeto y el objeto.
Al oponer un marxismo de la acción de un sujeto a la categoría
del reflejo, se trata de una exaltación de la acción subjetiva
unilateralizada, fijada, transformada en algo inerte, donde
lo objetivo se transforma (aparentemente) en algo maleable.
Y digo aparentemente, pues el énfasis en la acción de un
sujeto unilateralizada, abandonando el intentar establecer
el “nexo” como planteaba Gramsci, mediante la categoría
del reflejo, dialécticamente y no en forma determinista
mecanicista, como planteaba Lenin, pareciera ser en realidad,
la abdicación de la empresa humana del conocimiento, y por
lo tanto, para los revolucionarios al menos, de su transformación.
Y por esta vía, tratándose de un sujeto sin objeto, de la
liquidación del sujeto, o más bien, de una sutil vuelta
al estadio contemplativo del conocer y el hacer humanos,
tratándose de una exaltación aparente que se consume en
sí misma, un fuego fatuo.
Esta es, en forma abierta, la tendencia en la teoría social
burguesa actual: “(...) el discurso- y no la mera explicación-
se convierte en una característica esencial de la ciencia
social” . Y refiriéndose a una
de las corrientes del pensamiento social burgués, otro autor
señala: “(...) las que siguen pueden considerarse características
distintivas y persistentes del estructuralismo y del post-
estructuralismo: la tesis de que la lingüística- o más exactamente,
ciertos aspectos de determinadas versiones de la lingüística-
tiene una importancia clave para la filosofía y la ciencia
social en su conjunto; su insistencia en la naturaleza relacional
de las totalidades, ligada a la tesis del carácter arbitrario
del signo, y relacionada con su énfasis en la primacía de
los significantes sobre lo significado; el descentramiento
del sujeto; una peculiar preocupación por la naturaleza
de la escritura, y por consiguiente por los materiales textuales;
y su interés en el carácter de la temporalidad como componente
constitutivo de la naturaleza de objetos y sucesos” .
Esta sofisticación del pensamiento social burgués es el
fin lógico llevado al extremo de quienes niegan la categoría
del reflejo, en el sentido que lo estamos planteando. No
llegan a este extremo quienes desde el marxismo la critican.
Su intención es otra: el cuestionamiento al leninismo, al
asociar, incorrectamente como tratamos de mostrar, su categoría
del reflejo a la deformación materialista mecanicista del
stalinismo. Aquí debemos mencionar al menos la política
que esta concepción del marxismo pretende sostener, pues
es claro que para los marxistas las polémicas y elaboraciones
teóricas son al servicio de la transformación revolucionaria
de la realidad, no un mero ejercicio académico, algo que
podemos plantear explícitamente, al contrario de la inevitable
opacidad de la teoría burguesa.
La teoría leninista de la revolución proletaria, que planteara
prácticamente, para la acción, en sus Tesis de Abril, y
que Trotsky elaborara teóricamente en su Teoría de la Revolución
Permanente, la teoría leninista del partido, como un partido
revolucionario marxista proletario, está en el fondo del
cuestionamiento a la categoría del reflejo en Lenin, en
un tiro por elevación.
La exaltación de una filosofía de la praxis, que, como intentamos
mostrar no es la de Gramsci que busca mantener la categoría
de reflejo, enfatizando en forma unilateralizada la acción
de un sujeto, busca ser el sostén teórico (que antes no
tuvo) de una concepción de la revolución como lucha guerrillera
(aunque sea de masas, no foquista y considerando la realidad
objetiva), contra la concepción de un partido revolucionario
marxista proletario. Nuevamente “la voluntad”, vuelve a
ser la categoría central, aunque no en una forma tan rudimentaria
como en décadas anteriores. De hecho puede observarse en
que, en la defensa de las experiencias guerrilleras de las
décadas pasadas, se cuestiona la vulgarización de una supuesta
concepción foquista, ya que actuaron “inmersas” en las masas.
Así, las masas resultan un elemento de la objetividad en
la que una organización necesariamente actúa, pero como
“coloca(n)do fuera de (ella) una esencia abstracta” al decir
de Hegel criticando a Kant, exaltando la concepción de la
acción de un sujeto “inmerso” en unas masas abstractas,
indeterminadas, no como reflejo de una realidad objetiva
determinada. Por el contrario, para la concepción de un
partido revolucionario marxista proletario, se trata de
combatir por la autoorganización independiente de la clase
obrera y las masas para la insurrección armada de todo el
pueblo trabajador; desde el punto de vista que estamos tratando,
restableciendo una ontología de las clases, donde la clase
obrera es el sujeto de la revolución, la clase que refleja
la negación inherente del capitalismo, y que mediante su
práctica, su acción conciente, el partido revolucionario
(que debe ser construido) debe realizar prácticamente, realizando
el socialismo mundial.
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