La
nuestra es la época de decadencia imperialista, de
crisis, guerras y revoluciones, y es también el comienzo
de la época de la transición al socialismo.
Que después de 1917 la revolución fuera derrotada
en países centrales como Alemania o Italia, mientras
triunfaba en algunos países atrasados como la propia
Rusia o China, determinó la dramática historia
del siglo XX y permitió la aparición de la
burocracia en los Estados obreros como un nuevo factor histórico
de enormes consecuencias, tanto para el desarrollo de la
revolución obrera mundial como para la dinámica
misma de los procesos de transición. En aquellos
países donde el capitalismo había sido expropiado,
la burocracia introdujo monstruosas deformaciones, bloqueando
estructuralmente la transición y finalmente, llevándolos
a la ruina, la descomposición y a los procesos de
restauración capitalista que hemos visto en los últimos
años.
Cuba no es socialista (como tampoco lo fueron la URSS y
el resto de los países así mal llamados).
Es el ABC del marxismo, que una sociedad socialista, o mejor
dicho comunista, significa un amplio desarrollo de las fuerzas
productivas, una profunda transformación de todas
las relaciones sociales y un alto nivel cultural, superiores
a los alcanzados por el capitalismo maduro, donde los productores
asociados dirigen sus asuntos sin necesidad de un Estado
colocado por encima de la sociedad. Un estadío así,
sólo puede alcanzarse sobre una base internacional
y tras un periodo histórico de transición,
en el cual es necesario el Estado obrero, instrumento de
la dictadura del proletariado (es decir, de la clase obrera
organizada como Estado). Aun después de haber triunfado
la revolución, el destino histórico de esa
transición no está asegurado, como lo mostraron
dramáticamente la evolución de la Unión
Soviética o de China.
La contradicción fundamental de las sociedades en
transición ya había sido señalada por
Marx1 y brota de que aunque el capitalismo y la propiedad
privada de los medios de producción han sido abolidos,
durante un periodo las normas de distribución siguen
siendo burguesas (retribución salarial del trabajo,
papel de los estímulos materiales, desigualdades
en el acceso a los bienes de consumo, etc). Sólo
el más amplio desarrollo de las fuerzas productivas
y del nivel de vida material y cultural de la sociedad permitirá
la superación de las normas de distribución
heredadas y su reemplazo por normas socialistas en el marco
de una sociedad basada en la abundancia y la cooperación
entre los productores.
A esta contradicción fundamental se unen otras: la
inevitable supervivencia de elementos de mercado mientras
se avanza progresivamente hacia su extinción; de
ciertas divisiones sociales de clase, la necesidad de un
Estado de dictadura del proletariado, la existencia temporal
de sociedades en transición aisladas en un mundo
todavía capitalista y por lo tanto mortalmente hostil,
el atraso cultural de las clases explotadas que toman el
poder, etc.
De estas contradicciones transitorias se desprende que,
como señala Trotsky: “Las leyes que gobiernan
la sociedad transicional son muy diferentes de las que gobiernan
el capitalismo. Pero no en menor medida se diferencian de
las futuras leyes del socialismo.” 2
La complejidad de los problemas de la transición
deriva de que mientras “La economía socialista
avanzada será armónica, internamente proporcionada
y en consecuencia estará libre de crisis; por el
contrario, la economía transicional del capitalismo
al socialismo es una encrucijada de contradicciones.”
3 Desde el punto de vista económico, para dirigir
la construcción socialista, es preciso dominar el
“arte de la planificación” pues, “Sólo
se puede imprimir una dirección correcta a la economía
de la etapa de transición por medio de la interrelación
de estos tres elementos: la planificación estatal,
el mercado y la democracia soviética. Sólo
de esta manera se podrá garantizar, no la superación
total de las contradicciones y desproporciones en unos pocos
años (¡esto es utópico!) sino su mitigación,
y en consecuencia, el fortalecimiento de las bases materiales
de la dictadura del proletariado hasta el momento en que
una revolución nueva y triunfante amplíe la
perspectiva de la planificación socialista y reconstruya
el sistema.” 4
De hecho, en las primeras etapas de la transición
al socialismo es prácticamente inevitable recurrir
a cierto grado de mercado, ceder márgenes a la actividad
privada doméstica o hacer ciertos acuerdos bien delimitados
con el capital extranjero, particularmente en los países
económicamente atrasados, donde las graves dificultades
de la edificación socialista hacen necesaria una
primera fase que Preobrajensky, Trotsky y otros marxistas
rusos denominaban “acumulación primitiva socialista”
para alcanzar el nivel del capitalismo desarrollado. Por
supuesto, tampoco pueden evitarse retrocesos temporales:
es el ejemplo histórico de Lenin, Trotsky y los bolcheviques
en Rusia después de 1922, aplicando con la NEP (Nueva
Política Económica) que incluía acuerdos
comerciales y de inversiones con el mundo capitalista y
la restauración de amplios márgenes para el
mercado y para la actividad como recursos obligados para
poder reconstruir la economía tras la guerra civil.
Naturalmente la combinación entre mercado y planificación
es contradictoria, conflictiva. Las concesiones al mercado
entrañan siempre inmensos riesgos: el fortalecimiento
de las fuerzas internas hostiles al socialismo y la exposición
a las presiones del mercado mundial capitalista. Las principales
armas contrarrestantes a este peligro son el carácter
proletario revolucionario del poder político y la
más amplia participación de las masas trabajadoras
en la toma de decisiones y en el control de las concesiones,
sus objetivos y alcances, mediante la más amplia
democracia obrera; el desarrollo de los mecanismos de la
economía nacionalizada (propiedad de los principales
medios de producción y de la tierra, monopolio del
comercio exterior, papel de la industria y la banca estatal)
y que la clase obrera sea la principal beneficiaria (mediante
la elevación sistemática de su situación
material y cultural). Por otra parte, el problema decisivo
es la dirección del desarrollo: ¿Los “efectos
saludables” (para usar una expresión de Trotsky5)
de las concesiones fortalecen al sector estatal de la economía
y ayudan al desarrollo de la clase obrera como clase social
dirigente, o minan las bases de la economía nacionalizada
y fortalecen a las capas hostiles al socialismo?
Uno de los efectos decisivos del aislamiento de la revolución
rusa y el retraso de la revolución mundial durante
el siglo XX fue el monstruoso desarrollo del fenómeno
burocrático, introduciendo un nuevo obstáculo
histórico contrarrevolucionario en la dinámica
de la transición al socialismo. La consolidación
de la burocracia en los estados obreros, como una casta
parasitaria y privilegiada, fue posible expropiando políticamente
a las masas trabajadoras e imponiendo un régimen
totalitario para consolidar sus propias posiciones. Desde
el punto de vista de la dirección económica,
esto significa: a) que las necesidades materiales y políticas
de la burocracia pasan a ser un factor determinante en la
política económica y en la planificación;
y b) que se liquida la planificación democráticamente
centralizada (articulando dialécticamente los tres
términos de mercado, plan y democracia obrera), para
degenerar en planificación burocrática.
La burocracia es orgánicamente enemiga de la democracia
obrera y se considera omnipotente: “por eso prescinde
tan fácilmente del control del mercado y de la democracia
soviética”.6 Los planes burocráticamente
centralizados, guiados no por los intereses de las masas
trabajadoras en la transición al socialismo, sino
por los intereses de la burocracia, provocan enormes costos
económicos y sociales, conducen al estancamiento
y finalmente abona el terreno para la descomposición:
“las ventajas productivas del socialismo, de la centralización,
de la concentración, de la administración
unificada son incalculables. Pero la aplicación errónea,
particularmente del abuso burocrático, las puede
convertir en sus opuestos.” 7
Es cierto que en una primera etapa y pese a la burocracia,
Rusia, China y otros estados obreros lograron extraordinarios
avances: “El papel progresista de la burocracia soviética
coincide con el periodo dedicado a introducir en la Unión
Soviética los elementos más importantes de
la técnica capitalista (...) Ahora bien, cuanto más
lejos se vaya, más se tropezará con el problema
de la calidad, que escapa a la burocracia como una sombra.
Parece que la producción está marcada con
el sello gris de la indiferencia. En la economía
nacionalizada, la calidad supone la democracia de los productores
y de los consumidores, la libertad de crítica y de
iniciativa, cosas incompatibles con el régimen totalitario
del miedo, de la mentira y de la adulación.”
8 El dominio burocrático significa el bloqueo de
la transición y la imposibilidad de alcanzar los
altos niveles de productividad, desarrollo tecnológico
y bienestar material y cultural necesario para el desarrollo
socialista. Desesperada por el fracaso de sus desastrosos
“planes”, la burocracia “redescubre”
las bondades del mercado y por medio del mismo, se reconcilia
con el capital, pasándose finalmente del parasitismo
de la economía de transición a su destrucción
abierta y a la restauración del capitalismo. Este
es el camino que siguieron las burocracias stalinianas y
maoísta después de los acontecimientos de
1989-1991 en los mal llamados “países socialistas”
–ante el aborto de los incipientes procesos de revolución
política– se pasaron abiertamente a la restauración
buscando “reciclarse” como nuevas burguesías.
A pesar de sus peculiaridades, el proceso cubano encuadra
en líneas generales dentro de esta dinámica
histórica. La prolongación del dominio del
castrismo, defendiendo con sus métodos burocráticos
la revolución que parasita (es decir, hundiéndola
al mismo tiempo) demostró que sólo podía
conducir a la ruina.
1
Karl Marx, Crítica al Programa de Gotha.
2 León Trotsky, Naturaleza y dinámica del
capitalismo y la economía de transición (compilación
de escritos de León Trotsky), CEIP, Buenos Aires,
2001, pág. 553.
3 León Trotsky, “Problemas del desarrollo de
la URSS”, en op. cit., Pág. 502.
4 León Trotsky, “La economía soviética
en peligro”, en op. cit., pág. 550.
5 León Trotsky, “Tesis sobre la industria”
(abril de 1923), en op. cit., pág. 268.
6 León Trotsky, op. cit., pág. 549.
7 León Trotsky, op. cit., pág. 553.
8 León Trotsky, La Revolución Traicionada. |