Christopher
Hill era especialmente consciente de la interacción
entre el pasado y el presente. "Las actitudes hacia
el pasado y las interpretaciones de la historia cambian
como resultado de los cambios en la sociedad contemporánea."1
Para Hill los ejemplos más dramáticos -y de
más largo alcance- que dan cuenta de la revolución
del estudio de la historia a raíz de la política
de nuestros días fueron "la historia de la mujer"
y "la historia desde abajo".
"El
estudio de la historia de la mujer, eso creo yo, es el mejor
ejemplo de los beneficios que significa el repreguntarse
acerca del pasado con las preocupaciones del presente (...)
Una de las cosas de las cuales estoy más avergonzado
es que por décadas (...) de alguna manera asumí
que" las demandas políticas estaban hechas solamente
en nombre de los hombres "tenían que ser dadas
por sentadas en la Inglaterra del siglo XVII. Pero si queremos
entender la sociedad de esa época tenemos que preguntarnos
por qué se ha dado por sentado (...) Una vez que
nos hacemos la pregunta, surgen nuevas preguntas" y
entonces tiene que haber un enorme repensar del pasado.2
"El
cambio más fructífero en las actitudes históricas
ocurrido en mis tiempos" -escribió Hill- "creo
que ha sido la emergencia de 'la historia desde abajo' -el
darse cuenta que la gente común tiene una historia,
que quizá haya jugado un rol más importante
en la determinación de la forma de los procesos históricos
de lo que hemos creído, ya sea generando cambios
o manteniendo la continuidad." 3 La atención,
concentrada en los nobles, los gentiles, los mercaderes
y el clérigo, tuvo que ser dirigida hacia los campesinos,
los artesanos y "los pobres", y el importante
rol que jugaron en la revolución inglesa. Esto fue
producto de la idea, que ha ido aumentando en el presente,
que "la gente ordinaria" (no me gusta ese término)
puede cambiar el mundo, y puede encontrar inspiración
en la historia de los movimientos populares.
Christopher
Hill se oponía a la idea de "compartimentar
la historia" y de segmentarla y ponerle etiquetas con
el nombre de "historia constitucional", "historia
política", "historia económica",
"historia de la religión", "historia
literaria", "historia de la mujer", e "historia
de los pueblos".4
"El
historiador no debe estar en la superficie de los hechos;
su interés no debe limitarse a los documentos del
estado, las Actas y las Declaraciones, decisiones de jurados
y magistrados locales (...) Él o ella deben escuchar
-de manera cuidadosa y crítica- las baladas, las
obras de la época, los panfletos, los periódicos,
las polémicas religiosas (...) los rasgos de cada
fuente que puedan ayudarle a tener una idea e impresiones
de cómo vivía la gente y de qué manera
su sensibilidad difería de la nuestra (...) El historiador
debe escuchar y darle tanta importancia a los alquimistas
y a los astrólogos como a los obispos, las demandas
de las multitudes en Londres, y él o ella debe tratar
de entender la motivación de los saqueadores, ya
sea que los clasifiquen de saqueadores anticatólicos
o anticlericales o simplemente de saqueadores de comida."5
Cualquiera
sea su punto de partida, el énfasis de Hill estuvo
siempre puesto en la interrelación de los diferentes
aspectos de la historia, ya sea religión y sociedad,
o literatura y política.6 Esto debe ser considerado
como el objetivo principal de la interpretación marxista
de la historia. En su historia económica de la temprana
Inglaterra moderna, Hill dice: "Mi objetivo ha sido
todo el tiempo enfatizar la interacción entre la
política y la economía, no viendo a ninguna
de ellas como una causa suficiente en sí misma."
La revolución política tiene causas económicas,
y la revolución política transforma la vida
social y económica.7
En
las décadas de los '30 y de los '40, Hill creía
que el péndulo de los estudios históricos
se había inclinado demasiado hacia las interpretaciones
económicas y se propuso la tarea de revivir "el
interés en las ideas que motivaron a los revolucionarios
del siglo XVII".8 Reconoció que la Revolución
Inglesa tuvo lugar en un mundo muy diferente al nuestro
-un mundo dominado por la religión y las expresiones
religiosos. Buscó disociar la historia marxista del
determinismo económico, y condenó la "cruda"
creencia que dice que "los conflictos materiales son
los únicos que merecen un análisis serio."
9 "El mismo Marx no cayó en el error de pensar
que las ideas de los hombres son solamente un pálido
reflejo de las necesidades económicas (...)"
10 "Cualquier interpretación adecuada de la
Revolución Inglesa debe dar un lugar completo a las
cuestiones de la religión y el gobierno de la iglesia,
debe ayudar a entender a fondo las implicaciones políticas
y sociales de la herejía teológica."
11
Hill
dedicó una gran parte de su trabajo histórico
a la historia de las ideas. En su opinión esto era
esencial para el estudio de la revolución: "Los
hombres (...) no rompen fácilmente con el pasado:
si van a desafiar las ideas aceptadas convencionalmente
deben tener un cuerpo de ideas alternativo que los sostenga
(...) Casi por definición, una gran revolución
no puede tener lugar sin ideas" 12 "Los cambios
en las ideas son por lo tanto necesarios si es que una revolución
va a tener lugar." 13 Esto es tan relevante en el presente
como en la política del pasado.
"Lo
importante de la Revolución Inglesa" -escribió
Hill- "fue que la clase gobernante estaba profundamente
dividida en un momento en el cual había mucho material
muy combustible entre las clases bajas que usualmente estaban
excluidas de la política." 14 La clase gobernante
estaba dividida alrededor de temas constitucionales y eclesiásticos,
pero algunos artesanos, aprendices y mujeres demandaban
tener voz en cuestiones de la iglesia y el estado. Hill
sugirió que en la mitad del siglo XVII hubo dos revoluciones
en Inglaterra: "una fue una lucha por el poder entre
dos secciones de la clase gobernante, y la otra fue una
lucha por una parte del poder por parte de elementos plebeyos,
con frecuencia ligados con demandas por reformas al sistema
legal y por la abolición de los tithes (Impuestos
para el pago del clérigo), y muchas veces expresaban
hostilidad hacia la clase gobernante. Esta última
atemorizaba a la clase de los propietarios con reunificarse
para poder reasegurar su dominación y establecer
el resultado final de las revoluciones." 15
La
interpretación previa de la Revolución Inglesa
que hiciera Hill fue presentada en el año 194016,
y elaborada en un volumen de documentos, editado con Edmundo
Dell (que luego sería Ministro de Trabajo) en el
año 1949, en cuya introducción se declara:
"Nuestro
tema aquí es la historia de cómo una clase
social fue arrancada del poder por otra, y de cómo
la forma del poder del estado adecuada a las necesidades
de la primera fue reemplazada por otra que era adecuada
a las necesidades de la segunda. La primer clase, la clase
gobernante en Inglaterra y en las primeras décadas
del siglo XVII, fue una aristocracia terrateniente semifeudal
(...) La nueva clase que creció dentro de la sociedad
inglesa feudal (...) fue la burguesía -los mercaderes,
industrialistas, y los terratenientes- que consideraban
a sus estancias primordialmente como una fuente de ganancia
de dinero más que como una forma de mantener a los
fieles feudales."17
Una
intensiva investigación de las partes que intervinieron
en la guerra civil hizo insostenible esta interpretación,
y no se pudo demostrar que hubo una lucha entre una "burguesía"
y una "aristocracia semi-feudal terrateniente".
En las décadas de los '60 y de los '70 Hill abandonó
la burguesía.
"La
concepción marxista de revolución burguesa,
que yo encuentro como el modelo más útil para
entender la Revolución Inglesa" -escribió
Hill- "no significa una revolución hecha por
la burguesía." 18 No hubo una burguesía
con conciencia propia que planificó y quiso la revolución.
Pero la Revolución Inglesa fue una revolución
burguesa por su resultado, aunque avizorada por pocos de
sus participantes, "fue el establecimiento de las condiciones
de lejos más favorables para el desarrollo del capitalismo
que aquellas que prevalecían antes de 1640."
19
En
la coyuntura de los levantamientos de la década de
1640 y 1650 las fuerzas sociales y las ideas se yuxtapusieron
las unas a las otras, algunas veces sin relación
con el desarrollo del capitalismo, otras veces asimilando
el desarrollo del capitalismo. Esta conjunción incluía
"no sólo el individualismo de aquellos que deseaban
hacer dinero haciendo lo que ellos querían hacer
con su propio dinero, sino también el individualismo
de aquellos que deseaban adorar a dios siguiendo su propia
conciencia, y aquellos cuyas conciencias los llevaron a
desafiar las instituciones de la sociedad jerárquicamente
estratificada." 20 Entre los resultados que Hill recalcó
se encuentran el derrocamiento por la resistencia popular
del monopolio que tenía la iglesia sobre el estado
-al cual todos los sujetos estaban obligados por ley a pertenecer-
y la creación de un espacio para que el pueblo tenga
alternativas y opciones en la religión, lo que ha
sido descrito como el "libre comercio de la cristiandad".
La resistencia popular no pudo evitar la expropiación
de los campesinos pobres durante la revolución, y
el proceso continuó de manera tal que más
y más gente se quedó sin tierras y tuvieron
que depender de su trabajo como trabajadores asalariados.
Durante la revolución el trabajo de los esclavos
negros fue impuesto en las colonias británicas, se
estableció el comercio de esclavos, y se aseguró
la supremacía blanca. Esto fue confirmado y extendido
luego de 1660. Hill argumentó enérgicamente
que el resultado de la revolución facilitó
el desarrollo del capitalismo. Este no fue el objetivo de
la revolución sino el resultado de las fuerzas sociales
arrastradas al calor de la revolución.21
NOTAS
*
Publicado en International Socialism Nº 99, verano
boreal 2003.
1 C. Hill, Change and continuity in 17 th Century England,
Londres, pag. 284.
2 C. Hill, History and the Present (Historia y Presente),
en A Nation of Change and Novelty, Londres, 1990, pag. 245-246.
3 Ibid, p. 245.
4 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution,
Oxford, 1965, pag. 300.
5 C. Hill, The English Bible and the Seventeenth Century
Revolution, London, 1993, pag. 436-437.
6 C. Hill, Milton and the English Revolution, London, 1977.
7 C. Hill, Reformation to Industrial Revolution, 1530-1780,
Londres, 1969, pag. 14.
8 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution,
op cit, pag.6.
9 C. Hill, Economic Problems of the Church, Oxford, 1956,
pag.xiii-xiv.
10 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution,
op cit, pag.3.
11 C. Hill, Puritanism and Revolution, London, 1958, pag.
29.
12 C. Hill, Intellectual Origins of the English Revolution,
Oxford, 1965, pag. 5-6.
13 C. Hill, Change and continuity in 17th Century England,
Londres, pag. 282.
14 C. Hill, 'A Bourgeois Revolution?', in J.G. A. Pocock,
(ed), Three British Revolutions: 1641, 1688, 1776, Princeton,
1980, p. 124.
15 C. Hill, The Century of Revolution 1603-1714, Edinburgh,
1961, pag. 188; C. Hill, The World Turned Upside Down, London,
1972, pag. 12.
16 C. Hill, The English Revolution, 1640, London, 1940.
17 C. Hill and E. Dell (editores), The Good Old Cause: The
English Revolution of 1640-60, London, 1949, pag. 20-21.
18 C. Hill, Change and continuity in 17th Century England,
Londres, pag. 279-280.
19 C. Hill, 'A Bourgeois Revolution?', op cit. pag. 110,
111, 115, 134.
20 Ibid, pag. 112.
21 Ibid; C. Hill, The Place of the 17th Century Revolution
in English History', in A Nation of Change and Novelty,
op cit.
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