Por
Juan Chingo con la colaboración de Lucía Gálvez
Luego
de pasar los últimos años en problemas, la
economía mundial parecería encaminarse a una
recuperación cíclica empujada nuevamente por
el crecimiento de la economía norteamericana. Al
menos a esto apuestan los mercados financieros alentados
por la fuertes medidas monetarias y fiscales llevadas adelante
por los gobiernos y los bancos centrales. Contra este renovado
optimismo, en esta nota demostramos la baja calidad de la
recuperación en curso, y sostenemos que la misma
difícilmente sea sustentable debido a que las fuerzas
estructurales que llevaron al fin del boom de los '90 no
sólo no han aminorado, sino que pueden agravarse
en el mediano y largo plazo. A pesar de la coyuntura, y
a riesgo de equivocarnos, seguimos sosteniendo que los inicios
del siglo XXI pueden ser una "década perdida
para el capitalismo global".
Analizando
la recesión generalizada de 1973-1974, que marcó
el fin del boom de la post guerra, Ernest Mandel sostenía
que: "En la historia del capitalismo, cada crisis de
sobreproducción combina características generales,
que dependen de las contradicciones fundamentales del modo
de producción capitalista, con características
particulares que se deben al momento histórico preciso
en que se produce durante el desarrollo de este modo de
producción".1 Tomando este método la
crisis actual es producto de la siguiente combinación.
Por un lado, es una crisis clásica de sobreproducción.
Esta última es el resultado del descenso de la tasa
de ganancia desde 1997 de la economía que venía
actuando como locomotora de la economía mundial capitalista,
la economía norteamericana. Por otro lado las particularidades
de esta crisis están dadas por la sobreacumulación,
el sobreendeudamiento y la sobreespeculación, a diferencia
de las crisis que se dieron posteriormente a la Segunda
Guerra Mundial. Esta forma particular se deriva del hecho
de que en los últimos años la ofensiva capitalista
ha venido aniquilando muchos de los controles que le fueron
impuestos al capital desde el crack de los '30 en adelante,
tanto en el terreno de la producción como en el sistema
financiero. Este proceso ha acentuado los rasgos básicos
del modo de producción capitalista, esto es la tendencia
a una mayor homogeneización, eliminando o integrando
antiguas formas de producción; un mayor despliegue
interno, mediante una diferenciación de funciones,
en particular la financiera, y por último la tendencia
a la interconexión que puede observarse en el salto
que ha pegado la integración de la economía
capitalista mundial. Por eso la actual crisis puede resumirse
en la crisis de la mundialización y del modelo anglosajón
que se volvió su forma predominante.
Las transformaciones financieras y corporativas como
acicate para restaurar el beneficio
Antes
de analizar la crisis del "modelo anglosajón"
vamos a detenernos brevemente en las transformaciones financieras
y corporativas que, originadas en los Estados Unidos e Inglaterra
y luego difundidas en gran medida al resto de los países
imperialistas, fueron impulsadas desde comienzo del '80
y durante los noventa como forma de restaurar la rentabilidad
del capital después de la caída de la tasa
de ganancia en la década del '70.
La liberalización financiera implicó la desintegración
de las barreras entre los bancos de inversión, los
bancos comerciales y las compañías aseguradoras
establecidas por el New Deal como respuesta al sobreendeudamiento
y a la sobreespeculación de la década del
'20 que terminó en el crack del '29 y en la gran
depresión. El punto más alto de este proceso
fue en abril de 1998 cuando el Travelers Insurance, propietario
del banco de inversión Salomon Smith Barney, se fusionó
con el banco comercial Citicorp para formar el Citigroup,
desde ese momento la institución financiera más
grande de los Estados Unidos. Fueron estos grandes mastodontes
bancarios que surgieron como producto de la desregulación
financiera los que se beneficiaron enormemente con los honorarios
de la suscripción de la emisión de acciones,
del lanzamiento de bonos empresariales y de la organización
de la oleada de fusiones y adquisiciones.
Estas modificaciones en el terreno de la banca fueron acompañadas
por el desarrollo del "modelo anglosajón"
o capitalismo accionario que buscaba otorgarle el poder
dentro de la empresa a los accionistas con el objetivo de
reestructurar las mismas de forma tal de imponer lo que
se llamó "la dictadura de la rentabilidad".
El mismo buscaba disciplinar a los managers o gerentes,
buscando que cada decisión fuera tomada teniendo
en cuenta su efecto previsible sobre la cotización
en bolsa. Cada una de ellas debe "crear valor"
(en el sentido de valor bursátil, no en el sentido
marxista de valor creado por la explotación de la
fuerza de trabajo). Esto, ya sea mediante la suba de la
cotización de las acciones o el aumento de los dividendos,
pasa a ser el único objetivo de las empresas. Como
parte de atar a los managers a los objetivos de los accionistas
se les garantizó sus ingresos a través de
bonos atados a la ganancia o al valor total de la empresa,
entregándole un porcentaje de las acciones o una
parte correspondiente de sus ingresos en opciones accionarias
(stock options). Este modelo corporativo fue la forma que
adquirió la ofensiva burguesa contra el trabajo,
destruyendo el viejo modelo fordista donde el aumento de
la ganancia y de la productividad iba de la mano con el
aumento del salario real, lo que creaba una relación
de cooperación entre el management de las empresas
y los trabajadores, representados en los sindicatos. La
exigencia de altos beneficios llevó a los grupos,
en nombre de la "satisfacción del accionariado"
y del buen "gobierno de empresa" ("corporate
governance"), a fusionarse para reducir empleos, salarios
y suprimir todo lo que obstaculizara las ganancias empresarias.
En ese período la moda era el "downsizing",
literalmente reducción de tamaño, que era
la forma de implementar despidos masivos.
Estas transformaciones permitieron una recuperación
de la tasa de ganancia la cual creció continuamente
durante más de quince años. El punto de inflexión
debemos ubicarlo en los años '81-'82, aunque durante
los '80 y principios de los '90 esta recuperación
de la rentabilidad2 no estuvo acompañada por un relanzamiento
de la tasa de inversión. A diferencia de estos años
del "neoliberalismo", lo excepcional del ciclo
1996-2000 fue que combinó una fuerte financierización
de la economía junto con un acelerado proceso de
acumulación ampliada del capital, lo que refuta las
tesis que ligan financierización a estancamiento
y parasitismo, negando toda posibilidad de acumulación
de capital. Este último se desarrolló a un
ritmo tal que no ha podido mantener en el tiempo la tasa
de ganancia que los inversores esperaban obtener y que es
la base de la actual crisis de sobreacumulación,
sobreendeudamiento y especulación, al menos en una
magnitud no vista desde las crisis anteriores a la Segunda
Guerra Mundial.
Ascenso y decadencia del "modelo anglosajón"
Nuestra
tesis es que el más flexible y dinámico comportamiento
del sistema financiero y corporativo del "modelo anglosajón",
junto a la posición privilegiada que Estados Unidos
aún conserva en el sistema financiero internacional,
que le permitió durante todos estos años atraer
a bajo costo la plusvalía no acumulada como capital
del resto del mundo, en especial después de la crisis
asiática y en otros países de la periferia
en 1997-1998, explica todo el brillo del boom de crecimiento
norteamericano de 1996-2000, así como hoy día
permite comprender las debilidades y desequilibrios de su
economía.
En el capítulo de "El Capital" sobre "El
papel del crédito en la producción capitalista",
Marx sostiene la siguiente afirmación: "Si el
sistema crediticio aparece como palanca principal de la
sobreproducción y de la superespeculación
en el comercio, ello sólo ocurre porque en este caso
se fuerza hasta su límite extremo el proceso de la
reproducción, elástico por su naturaleza,
y porque se lo fuerza a causa de que una gran parte del
capital social resulta empleado por los no propietarios
del mismo, quienes en consecuencia ponen manos a la obra
de una manera totalmente diferente a como lo hace el propietario
que evalúa temerosamente los límites de su
capital privado, en la medida en que actúa personalmente.
De esto sólo se desprende que la valorización
del capital fundada en el carácter antagónico
de la producción capitalista no permite el libre
y real desarrollo más que hasta cierto punto, es
decir que de hecho configura una traba y una barrera inmanentes
de la producción, constantemente quebrantadas por
el sistema crediticio."3
El boom crediticio y accionario que se desarrolló
en los Estados Unidos a fines de la década del '90
llevó hasta límites impensables estas características
que Marx otorga en general al sistema crediticio y a las
sociedades por acciones.
Mientras la tasa de ganancia comenzó a declinar en
los Estados Unidos desde 1997-1998, la tasa de acumulación
creció y se mantuvo a un nivel elevado hasta el año
2000. La fuente de este salto espectacular de la acumulación
capitalista durante estos años está en el
abundante financiamiento, en particular el fenomenal incremento
del financiamiento externo después de 1997. Esto
es lo que prueba un reciente estudio de Dumenil y Levy quienes
afirman: "La inversión comenzó a recuperarse
de una forma usual, desde la recesión de 1991-1992
hasta 1995, pero esta expansión fue mantenida a pesar
de la nueva declinación de la tasa de ganancia acumulada.
La inversión fue realmente financiada por otras fuentes
de financiamiento además de las ganancias acumuladas"
(...) "Después de diez años de estancamiento
alrededor del 1,3%, el radio de la inversión neta
sobre el stock neto de capital fijo alcanzó un pico
de 4,4% en el 2000, un nivel similar al mantenido entre
1963-1981 (...) Entre 1990 y 1997, la forma del financiamiento
fue más bien estándar proviniendo mayormente
de recursos internos (...) Esta situación cambió
dramáticamente después de 1997, mientras los
fondos internos alcanzaban un pico en este año y
luego declinaban. Después de 1997 la contribución
de dos componentes se incrementó: 1) nuevos préstamos;
2) la inversión extranjera directa (...) De esta
forma, la continuación del boom más allá
de los límites usualmente establecidos por la tasa
de ganancia puede ser explicado por la voluntad de endeudarse
y por la contribución de los inversores extranjeros.
Esta es la primer importante característica del boom
en su fase final, esto es desde 1997".4 [Subrayado
nuestro]
Esta dinámica de la acumulación capitalista
en estos años puede apreciarse en forma significativa
en el sector de alta tecnología, la rama de la economía
más dinámica. La interrelación entre
las finanzas y la innovación tecnológica estimularon
la expansión productiva a niveles gigantescos, más
allá de la capacidad de rentabilizarlos al nivel
de expectativas de ganancias esperados por los numerosos
inversores que hacían subir las valuaciones accionarias
de las empresas de este sector más y más (la
burbuja del Nasdaq), dando por resultado al fin del ciclo
una fenomenal crisis de sobreacumulación, sobreendeudamiento
y especulación.
Así, en el sector de telecomunicaciones luego de
la aprobación del acta de 1996, que desreguló
el mercado telefónico, el Citigroup ayudó
a 81 compañías telefónicas a recaudar
190.000 millones de dólares en deuda y en acciones,
mucho más de lo que podían invertir sensiblemente
forzando el ritmo de la expansión y asegurando la
sobrecapacidad. Para la primavera del 2000, en el clímax
del mercado accionario ascendente, la capitalización
de mercado de las compañías telefónicas
había alcanzado la friolera de 2,7 billones de dólares,
cercano al 15% del total del conjunto de las corporaciones
no financieras norteamericanas, a pesar del hecho de que
producen menos del 3% del PBN. Con tal magnitud de activos
en garantías, o como colaterales, las firmas telefónicas
podían endeudarse sin límites. Según
Robert Brenner "Entre 1996 y 2000 contrajeron 800.000
millones de dólares en deuda bancaria y lanzaron
un adicional de 450.000 millones de dólares en bonos.
Sobre esta base, fueron capaces de incrementar la inversión
durante este periodo en términos reales a una tasa
anual de más del 15% y crear 331.000 puestos de trabajo".5
El resultado de todo esto llevó a una brutal sobrecapacidad
productiva. Como dice el mismo autor: "En el año
2000 no menos de seis compañías norteamericanas
estaban construyendo nuevos, mutuamente competitivos, sistemas
nacionales de fibras ópticas. Cientos más
estaban tendiendo líneas locales y varias estaban
también compitiendo en los lazos suboceánicos.
Sumado todo, 39 millones de millas de fibra óptica
cruzan ahora los Estados Unidos, lo suficiente para dar
1566 vueltas alrededor del globo. El inevitable subproducto
ha sido un exceso gigantesco: la tasa de utilización
de las redes telefónicas se mantiene hoy al desastrosamente
bajo 2,5-3%, y el cable bajo mar a sólo el 13% (...)
La consecuencia es una sorprendente magnitud de capital
desperdiciado, que no puede ser valorizado a una tasa de
retorno en el futuro previsible". Debido a que las
telecomunicaciones daban cuenta de un desproporcionado porcentaje
de la acumulación de capital en ese periodo, su declinación
afectó con los mismos problemas a sus proveedores
de otras ramas del circuito de alta tecnología que
sufren la misma tendencia a la sobreacumulación.
En otras palabras, la existencia de capacidad instalada
ociosa es una crisis más general que afecta sobre
todo al sector de alta tecnología, especialmente
en la computación, los semiconductores y las firmas
telefónicas. Así, en agosto del 2001, la tasa
de utilización de la capacidad de producción
alcanzaba un 76,2%, su punto más bajo después
de la recesión de 1982. Esta es más aguda
en las industrias de alta tecnología, donde la tasa
de utilización de la capacidad pasó de un
88% en 1995 a un 63,4% en el año 2001.
En conclusión, esta realidad muestra que durante
la década de los '90 y particularmente al final de
ésta, los Estados Unidos pudieron atenuar las contradicciones
del periodo abierto con la crisis del boom de la posguerra
a inicios de los '70, lanzando una fenomenal expansión,
pero cuyo carácter exacerbó al mismo tiempo
sus contradicciones a largo plazo como demuestran los elementos
planteados más arriba.
La enorme imbricación del sistema financiero norteamericano
y su abundante liquidez en el corazón del sistema
productivo -alentado como ya hemos dicho por la abundante
provisión de capital extranjero a bajo costo- llevó
al límite la tendencia a la superabundancia de mercancías
que no representan trabajo socialmente necesario inherente
al sistema crediticio. Como dice Ernest Mandel: "En
los primeros tiempos del capitalismo industrial, cada capitalista
podía darse cuenta enseguida de si el tiempo de trabajo
invertido para producir las mercancías era o no tiempo
de trabajo socialmente necesario. Le bastaba para ello dirigirse
al mercado, y buscar en él compradores para esas
mercancías a su precio de producción. Cuando
el comercio y el crédito se interponen entre el industrial
y el consumidor, el industrial comienza por realizar de
manera automática el valor de sus mercancías.
Pero, desde ese momento, ignora ya si éstas encontrarán
o no una salida real, si encontrarán un 'último
consumidor'. Mucho tiempo después de que él
haya gastado el dinero, contravalor de las mercancías
producidas, puede ocurrir que éstas no sean vendibles,
que no representen tiempo de trabajo socialmente necesario.
La depresión es entonces inevitable. El crédito
tiende a alejar esa depresión, haciéndola
más violenta cuando acaba por producirse".6
En otras palabras, el "modelo anglosajón"
lleva hasta el final la tendencia al despilfarro de las
fuerzas productivas, profundizando la característica
predominante del modo capitalista de producción en
la época imperialista.7
La sobreacumulación de capital, la liberalización
financiera y el "modelo anglosajón" dieron
a su vez como resultado un fenómeno novedoso: esto
es el enriquecimiento de los managers de las empresas en
contra de los intereses no sólo de los trabajadores,
sino de los mismos accionistas, los cuales mediante el capitalismo
accionario buscaban disciplinar a sus intereses. Así
según The Economist: "Muchos de los escándalos
corporativos que los Estados Unidos, especialmente, ha sobrellevado
en los recientes años reflejan una abierta criminalidad.
(...) El otro gran escándalo en curso no es una cuestión
de una ruptura de la ley, es el hecho de que los jefes se
han venido acostumbrando a gratificarse a sí mismos
como propietarios, no obstante de asumir pocos de los riesgos
de la propiedad, mientras los reales propietarios, los accionistas
en las compañías concernientes, les han permitido
hacerse de esto."8
Los managers se han quedado con las "zanahorias de
oro" como permiten apreciar las siguientes cifras.
De acuerdo a la revista Fortune, en 1970 la compensación
real anual promedio rondaba 1.3 millones de dólares
(en dinero actual) para los top 100 jefes ejecutivos, alrededor
de 39 veces el pago de un trabajador promedio. Para el final
de los '90, sin embargo, el promedio para los top 100 de
Fortune era 37.5 millones de dólares, o 1000 veces
el nivel salarial de un trabajador común.
Esta extraordinaria "expropiación de los expropiadores"
ha sido el particular producto de un contubernio entre las
firmas de contabilidad, los bancos de inversión,
los proyectistas de la nueva ingeniería financiera
y los top managers de las empresas, los responsables de
la "transparencia" que el capitalismo anglosajón
y sus balances trimestrales promulgaban. Esta forma de capitalismo
reproduce a un nivel superior las características
que Marx atribuía a la sociedad por acciones de su
época: "Esto constituye la abolición
del modo capitalista de producción dentro del propio
modo de producción capitalista y por consiguiente
una contradicción que se anula a sí misma,
que prima facie se presenta como mero punto de transición
hacia una nueva forma de producción. Se presenta
luego en la manifestación, también, como tal
contradicción. En determinadas esferas establece
el monopolio, por lo cual provoca la intromisión
estatal. Reproduce una nueva aristocracia financiera, un
nuevo tipo de parásitos en la forma de proyectistas,
fundadores y managers meramente nominales; todo un sistema
de fraude y engaño con relación a fundaciones,
emisión de acciones y negociación de éstas.
Es una producción privada sin el control de la propiedad
privada".9 [Subrayado nuestro]
La misma contradicción lleva a The Economist hoy
día a plantear que "estamos frente a un capitalismo
accionario que sufre un vacío de propiedad",
o a sostener que "estamos frente a un extendido y abierto
abuso del capitalismo, por los capitalistas", o en
el mismo sentido a afirmar que "el principal peligro
para el éxito del capitalismo son las mismas personas
que uno podría considerar asimismo como sus más
ardientes promotores: los jefes de las compañías,
los propietarios de las compañías y los políticos
que incansablemente insisten que ellos son pro-business".
La mundialización del proceso productivo de mano
de las trasnacionales
Durante
las décadas pasadas se desarrolló un importante
avance cualitativo y distinto en la internacionalización
de la economía comparado con otros periodos de expansión
u homogeneización capitalista, característicos
de este modo de producción desde sus orígenes.
El mismo puede observarse en la creciente centralización
internacional del capital motorizada por la oleada de fusiones
y adquisiciones, el crecimiento del comercio mundial en
forma más rápida que la producción,
en especial el comercio intra-firma y por el creciente peso
de la inversión extranjera directa en los países
centrales y en los países de la periferia, como expresión
del agudizamiento de la lucha competitiva entre las grandes
corporaciones, así como de los procesos de relocalización
del capital.
Lo específico y el centro de esta nueva oleada de
internacionalización de la economía es la
mundialización del proceso productivo de mano de
las trasnacionales. Este proceso, que se aceleró
a partir de los '70, como forma de contrarrestar la tendencia
a la caída de la tasa de ganancia, fue adquiriendo
una importancia cada vez mayor en el funcionamiento de la
economía mundial. Esto último puede apreciarse
en el aumento de la inversión extranjera directa
(IED). Según el último informe de la Conferencia
de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el stock
global de inversión extranjera directa creció
más de 10 veces entre 1980 y el 2002, alcanzando
los 7.100 billones de dólares.10
La nueva división del trabajo que la estrategia productiva
de las grandes corporaciones fue imponiendo, ha implicado
una creciente gravitación de la ley del valor a nivel
mundial. La mayor influencia de las trasnacionales, sobre
todo en el campo de la producción de bienes transables,
pero cada vez más en otras áreas de valorización
del capital, como los servicios, tiende a la formación
de precios mundiales en cada vez más ramas de la
economía.
Esto es distinto del "imperialismo clásico"
donde los países de la periferia capitalista eran
integrados a la economía mundial como abastecedores
y productores de materias primas para los centros metropolitanos.
También es diferente del despliegue en los años
del boom de las multinacionales y su instalación
de filiales en mercados protegidos. Lo nuevo es que la "especialización"
primaria como productores de materia prima, se combina con
la integración de un importante número de
países de la periferia a los circuitos de la producción
manufacturera internacional administrados por las trasnacionales,
proceso permitido por el abaratamiento significativo del
transporte y de las comunicaciones.
Es importante resaltar que, a diferencia de lo que sostienen
las tesis "globalizadoras", que suponen que la
mayor internacionalización del proceso de producción
a nivel de la gran industria aparentemente dejaría
atrás las fronteras nacionales y las diferencias
de productividad y de salarios entre los diferentes países,
en realidad éstas se profundizan como base para abaratar
la fuerza de trabajo y como base de la obtención
de las ganancias extraordinarias de las grandes trasnacionales.
La despiadada competencia de los países de la periferia
con el fin de atraer a los capitales mediante el bajo nivel
de los salarios, un descenso de las cargas fiscales al capital,
la casi nula protección social o de la legislación
sobre el medio ambiente, son una muestra de esto.
El resultado es la formación de una nueva división
del trabajo, en donde ciertos países (los países
centrales) tienden a concentrar los trabajos complejos y
la ciencia básica, otro número de países
(determinadas zonas de la periferia) la explotación
intensiva de la fuerza de trabajo y un tercer sector de
países funcionan esencialmente como reservorios de
población obrera privados de toda posibilidad de
integrarse en el proceso de producción como es el
caso de gran parte del continente africano. En otras palabras,
la acumulación capitalista en las ultimas décadas
ha llevado a una internacionalización de la producción
de plusvalía en la industria manufacturera, seguida
en forma inevitable por la internacionalización de
la compra de la mercancía fuerza de trabajo.11 Esta
nueva estructuración de la economía mundial
les permite obtener ganancias extraordinarias, garantizar
nuevos mercados para sus productos, presionar sobre los
precios de las materias primas y preservar su monopolio
tecnológico.
El salto registrado en la mundialización fue incentivado
en la ultima década por una enorme expansión
geográfica y sectorial de la acumulación capitalista.
Geográficamente, este proceso se logró a expensas
de la desaparición o retroceso de las antiguas formas
de producción de la mayoría de los países
de la periferia, el llamado "modelo de sustitución
de importaciones" y la liquidación de las economías
planificadas burocráticamente de los países
llamados "socialistas", que frente al agudizamiento
de la competencia quedaron rezagados en su productividad.
Pero esta ampliación geográfica fue acompañada
por una extensión a nuevos ámbitos de valorización
del capital como lo prueba la oleada de privatizaciones
en casi todos los países del orbe, como parte de
un proceso de mercantilización general que abarca
también la educación, la cultura, las jubilaciones
y la medicina, por nombrar sólo algunas de las aéreas
significativas.
Estos procesos han permitido la recuperación de la
tasa de ganancia y la extensión del capital. Pero
junto con estos efectos benéficos para la acumulación
capitalista, han tendido a reforzar la sobreabundancia de
mercancías y capitales y la estrechez del mercado.
Lo primero es un subproducto, por un lado, de las transformaciones
del sistema financiero que permite a los grandes grupos
corporativos lanzar sus propios bonos u obligaciones negociables
dejando atrás los límites de la intermediación
bancaria y por otro lado, de la más rápida
difusión de productos, procesos e innovaciones. Desde
el punto de vista de la realización, la desaparición
de viejas formas de producción lo han privado de
regiones que absorban el excedente de mercancías
de la sobreacumulación y sobreproducción existente
en los países metropolitanos en los momentos de crisis.
Esto se manifiesta en el vuelco exportador de los países
dependientes que ha sido la regla de la actual acumulación
capitalista global en las últimas décadas,
graficado en forma patente por el caso chino donde las exportaciones
dieron cuenta del 75% del crecimiento de conjunto en el
año 2002. A su vez, al imponer una norma de ganancia
en todos los países han reforzado las contradicciones
clásicas del capitalismo al debilitar los mecanismos
anticíclicos que operan tradicionalmente a nivel
nacional o regional, como prueba la existencia del pacto
de estabilidad europeo que restringe el manejo monetario
y fiscal de los gobiernos europeos en momentos de recesión.
Estos elementos tanto de la oferta como de la demanda son
un factor estructural que agrava la actual crisis económica
mundial. Junto a la sobreacumulación en los Estados
Unidos son estas fuerzas las que empujan las tendencias
deflacionarias a nivel internacional.
Por último, el principal obstáculo a la marcha
de la mundialización es que ésta ha aumentado
las brechas entre las naciones ricas y pobres, entre la
burguesía y el proletariado, y entre las regiones
prósperas y en decadencia en forma significativa
en un corto periodo. Esta realidad otorga total actualidad
a las tesis clásicas del imperialismo, analizadas
entre otros por Trotsky, cuando planteaba: "Pero al
aproximar económicamente los países y al igualar
el nivel de su desarrollo, el capitalismo obra con sus métodos,
es decir, con métodos anárquicos, que zapan
continuamente su propio trabajo, oponiendo un país
y un ramo de la producción a otro, favoreciendo ciertas
partes de la economía mundial, frenando o paralizando
el de otras. Sólo la combinación de estas
dos tendencias fundamentales, centrípeta y centrífuga,
nivelación y desigualdad, consecuencias ambas de
la naturaleza del capitalismo, nos explica el vivo entrelazamiento
del proceso histórico. A causa de la universalidad,
de la movilidad, de la dispersión del capital financiero,
que penetra en todas partes, de esta fuerza animadora del
imperialismo, éste acentúa aún esas
dos tendencias. El imperialismo une con mucha más
rapidez y profundidad en uno sólo los diversos grupos
nacionales y continentales; crea entre ellos una dependencia
vital de las más íntimas; aproxima sus métodos
económicos, sus formas sociales y sus niveles de
evolución. Al mismo tiempo, persigue ese 'fin', que
es suyo, por procedimientos tan antagónicos, dando
tales saltos, efectuando tales razzias en los países
y regiones atrasados que él mismo perturba la unificación
y nivelación de la economía mundial, con violencias
y convulsiones que las épocas precedentes no conocieron".12
La mundialización comandada por la sed de ganancia
de las trasnacionales, no ha anulado sino que ha reforzado
el desarrollo desigual de países, regiones y ramas
de la economía, que caracteriza al movimiento del
capital durante la época imperialista.
Recuperación cíclica al costo de hipotecar
y exacerbar los desequilibrios de la economía mundial
Hemos explicado las fuerzas estructurales que han llevado
a la ruptura del equilibrio inestable de los '90 y que crean
las bases potenciales, de pegar un salto, de una crisis
sistémica del capitalismo mundial. El círculo
virtuoso de la economía norteamericana de 1996-2000
es cosa del pasado y la posibilidad de revivirlo con el
brillo y las alturas del pasado son inexistentes como demuestra
la pérdida de ímpetu del "modelo anglosajón"
y de la mundialización.13 En este marco, la persistencia
de una economía mundial ultradependiente de los Estados
Unidos para su crecimiento, ó "Estados Unidos-céntrica",
es fuente de crecientes tensiones y desequilibrios como
demuestra la realidad actual.
Frente a la perspectiva de achicamiento de la economía
mundial capitalista en el próximo periodo, la pregunta
a responder es cómo se distribuirá la carga
de la crisis entre los tres polos de la tríada imperialista
y entre éstos y los países de la periferia
capitalista en los años flacos por venir.
En lo inmediato, podemos observar los siguientes movimientos
y medidas que afectan al centro del sistema imperialista
mundial y al factor más dinámico de crecimiento
de la economía en los últimos años,
Estados Unidos, y entre la economía norteamericana
y las otras regiones del planeta.
Por un lado, en los Estados Unidos estamos en presencia
de una intervención gubernamental y de la Reserva
Federal en gran escala sobre la economía con el objetivo
de mitigar la crisis, graficada en una política fiscal
y monetaria expansiva. Ejemplo de lo primero es que, en
los últimos tres años el balance presupuestario
ha pasado de un superávit del 1% del PBN en el año
2000 a un déficit estimado del 4% en este año.
Por su parte, las tasas de interés han caído
en el mismo periodo 5,5 puntos porcentuales, estando hoy
en su nivel más bajo desde 1958. Con la posibilidad
de tomar préstamos en dólares a sólo
un 1% de tasa, estamos entrando en lo que algunos analistas
llaman "una era de dinero barato". La existencia
de estas bajas tasas de intereses para la industria juega
el rol de evitar el saneamiento de la crisis sobre un cuerpo
económico que sufre de una aguda sobreacumulación.
Como plantea Richard Bernstein, el estratega jefe de Estados
Unidos de Merrill Lynch citado en un artículo en
el Financial Times: "La facilidad de capacidad de las
compañías para refinanciar sus balances podría
prolongar el vital ajuste en la economía sosteniendo
a las compañías débiles y la sobrecapacidad
deflacionaria. Señala a la rama fabricante de chips
como una donde el exceso de capacidad ha sido sostenido
por el retorno del financiamiento barato. Pero argumentos
similares pueden ser hechos sobre las industrias automotrices
y aeroespacial. Si está en lo correcto, sin las dolorosas
bancarrotas y los recortes del empleo que corrijan la mala
distribución de capital en el boom de fin de los
90´, los precios y las ganancias continuarán
cayendo".14
En otras palabras, el mantenimiento en forma artificial
de la "burbuja crediticia", provoca que permanezcan
los desequilibrios en la economía15 y crezca cada
vez más el riesgo y la exposición del sistema
financiero al que se pretende salvar, aumentando cada vez
más los niveles de liquidez que se traducen en nuevas
alturas de endeudamiento. Una muestra de esto es lo que
se plantea en el último número de la revista
"The Pulse of Capitalism". Allí se compara
la crisis japonesa del '90 con la actual situación
de los Estados Unidos. Entre los puntos en común
se plantea que: "Una gran similitud es el rol que la
deuda jugó, primero en desatar el boom y luego en
socavar cualquier recuperación", señalando
que en el caso del Japón, una gran preocupación
de los funcionarios era la salud del sistema bancario y
el tamaño de sus malos préstamos, que alcanzaban
los 362.000 millones de dólares, el equivalente al
8% del PBN. Y agregan: "Los Estados Unidos no han experimentado
tal masivo colapso financiero, pero los ingredientes están
allí. Durante los pasados cinco años, la deuda
crediticia total ha crecido a un impresionante 10,452 billones
de dólares ó un 49% mientras el producto bruto
se ha incrementado 2,1272 billones ó un 26%. Esta
disparidad entre las tasas de crecimiento no puede continuar,
la economía no puede prosperar sin el continuo crecimiento
de la deuda. Eventualmente, nosotros podríamos afrontar
problemas de default de deuda tan severos como los de Japón".16
En otras palabras, las medidas fiscales y monetarias señaladas
más arriba, sólo pueden posponer la crisis
en el corto plazo. Tomando en cuenta que en el año
2004 se juegan las chances de reelección de Bush
esto es una posibilidad altamente probable. Los analistas
más optimistas pronostican un crecimiento de la economía
norteamericana que empuje nuevamente a la economía
mundial. Pero este "boom post-boom", como algunos
economistas denominan a la recuperación frágil
de la economía después de la debacle del boom
económico del 1996-2000, sólo es posible al
costo de desorganizar aún más el aparato económico
y financiero de los Estados Unidos, es decir socavando cada
vez más los cimientos de la economía. Es esto
lo que demuestra la más baja tasa de ahorro nacional
en su historia, el record de endeudamiento de los consumidores
y el déficit de cuenta corriente más grande
que jamás haya experimentado.
A nivel internacional, clausurado por decisiones políticas
y económicas la restauración del equilibrio
interno, la caída del dólar que se vino sucediendo
en los últimos meses, habría estado mostrando
que los Estados Unidos habían elegido una salida
externa a su crisis en contra de sus competidores imperialistas.
Sin embargo, la negativa de Japón y últimamente
de Europa, de permitir una apreciación exagerada
de sus monedas17 por sus duros costos económicos
y sociales, que redundaría en un aumento de la competitividad
norteamericana, parecen poner fin por el momento al necesario
reequilibrio de la economía mundial.
La resistencia a ajustarse a las nuevas realidades de la
economía se manifiesta en el aumento de la brecha
entre la producción actual y la producción
potencial (una indicación de la capacidad instalada
ociosa), en los países de la OCDE ha pasado de 0,4
en el año 2001; creciendo al 1,2 en el año
2002 y 1,8 en el año 2003. Esto se traduce en el
siguiente panorama de los polos de la tríada imperialista.
Por quinta vez en sus doce años de estancamiento,
la economía japonesa se encamina hacia una recuperación
coyuntural. Sin embargo, nada pronostica que ésta
deje atrás las fuerzas estructurales que han hundido
a su economía en una depresión económica
a ritmo lento. Por su parte, el 2003 ha sido el año
en donde la economía europea entró en recesión.
Mientras, la economía norteamericana, desde el comienzo
del hundimiento de la bolsa de valores a principios del
2000, ha venido creciendo un anémico 1,7% anualizado.
Esto incluye una recesión suave en los tres primeros
trimestres del año 2001 y una inusualmente débil
recuperación en los subsiguientes siete trimestres.
La baja calidad de la recuperación actual se manifiesta
en que ésta es la más débil con respecto
al promedio de los anteriores ocho períodos post
recesivos de la economía norteamericana en los últimos
cincuenta años, a pesar de que la actual experiencia
está ocurriendo en el medio de las más grandes
políticas de estímulos fiscales y monetarios.
El más cercano paralelismo es la recuperación
que siguió a la recesión de inicios de los
´90. Peor aún, comparada con la famosa "jobless
recovery" (recuperación sin creación
de empleos) de la década pasada, en lo que respecta
a la mejora del empleo y la recuperación de la inversión
de las corporaciones la actual es mucho peor, siendo la
única en donde el consumo ha seguido creciendo incluso
durante la breve recesión del año 2001. Esta
contradicción entre el empleo y la inversión
y el crecimiento del consumo más allá de lo
previsible es difícil que pueda ser sustentable en
el tiempo.
El choque entre la necesidad económica y los obstáculos
políticos, en los principales países imperialistas,
está postergando la solución a la crisis de
la economía internacional y aumentando las probabilidades
de una salida no traumática a la misma.
Esto significa la continuidad, a grados extremos, de los
desequilibrios fundamentales de la economía internacional,
una economía mundial "Estados Unidos-céntrica".
La magnitud de esta dependencia puede observarse en las
fuentes de crecimiento de la economía mundial durante
los siete años que van desde 1995 al 2002. Según
datos recientemente revisados, los Estados Unidos dieron
cuenta de un 96% del crecimiento acumulado en el producto
bruto mundial (a tasas de intercambio de mercado), esto
es casi tres veces más la porción del 33%
que le corresponde a la economía norteamericana en
la economía global. Hoy, que Estados Unidos pueda
seguir jugando este rol está fuertemente cuestionado
por los crecientes desequilibrios internos que hemos planteado.
Por su parte, el débil crecimiento de la demanda
interna en Europa y Japón les impide a éstos
actuar como motor de reemplazo de los Estados Unidos en
el crecimiento de la economía mundial. Esta línea
de falla de la actual economía internacional se manifiesta
en el peligroso déficit de cuenta corriente de la
economía norteamericana que ya ha alcanzado la friolera
del 7% del PBN. ¡Nunca el mundo tuvo que solventar
semejante carga financiera!
Semejante déficit de cuenta corriente puede empeorarse
de fracasar las actuales medidas, monetarias y fiscales,
destinadas a estimular la economía, lo cual es altamente
probable debido a la sobreacumulación y sobrecapacidad
existente en la economía. De no ser este el caso,
y las autoridades económicas y políticas tienen
éxito en revivir el ciclo económico, la necesidad
de financiar este brutal endeudamiento (que puede saltar
a 3 mil millones de dólares por día), obligará
a otorgar concesiones al capital extranjero ya sea mediante
un aumento del retorno de los bonos del Tesoro norteamericano
o un abaratamiento del precio de las acciones. Como dice
el analista en jefe de Morgan Stanley, Stephen Roach: "No
veo una salida fácil de los imperativos del rebalanceo
global. Este sucede o a través de un realineamiento
fundamental de las monedas o por una crisis de financiamiento
internacional (...) Cuanto más el mundo evita los
imperativos del ajuste del déficit norteamericano,
más grande la posibilidad de una fuga de conjunto
de todos los activos denominados en dólares".18
Este último escenario, un colapso del dólar
y de los activos denominados en esa moneda (como vimos,
una probabilidad creciente en el mediano y largo plazo)
alteraría todo el panorama político y geopolítico
internacional. Para algunos analistas, como André
Gunder Frank, el dólar "es literalmente un tigre
de papel, está impreso en papel cuyo valor se basa
únicamente en la aceptación y confianza mundial,
que puede declinar o ser retirada por completo de un día
para otro y hacer que pierda la mitad o más de su
valor. Además de reducir el consumo y la inversión
norteamericanos, así como la riqueza expresada en
esa moneda, cualquier declinación del dólar
comprometería la capacidad de los Estados Unidos
para mantener y desplegar su aparato militar. Por otra parte,
un desastre militar debilitaría la confianza en el
dólar y con ello su valor".19 De ahí
la importancia para los EEUU de mantener la iniciativa frente
al desafío a su ofensiva que significan las actuales
operaciones guerrilleras en Irak. Para otros, el punto de
inflexión podría ser la entrada del ahorro
doméstico en territorio abiertamente negativo, lo
cual significaría que Estados Unidos dependería
en forma absoluta para sus inversiones del resto del mundo.
En el marco de las fuertes tensiones políticas y
geopolíticas que el curso unilateralista de los Estados
Unidos está generando entre la burguesía de
los países imperialistas y los países semicoloniales
y en las masas del mundo entero, este panorama económico
negativo puede aumentar más la presión. Los
peligros para el capitalismo de conjunto de los actuales
descalabros económicos están latentes. Como
dice The Economist: "Cuando dichos excesos han ocurrido
en el pasado, hubo una reacción política que
explota la bronca popular, como bajo las presidencias de
Teddy Roosevelt y Woodrow Wilson en el 1900. [Esto permanece
como una fuerte posibilidad hoy], aún a pesar de
que la popularidad del famosamente pro-negocios presidente
George Bush está corriendo alto, gracias a la guerra
contra el terrorismo y Saddam Hussein. El peligro es a menudo
expresado como una sobrereacción a los excesos, de
un excesivo periodo de regulación sobre el capital.
Ese peligro existe; pero la peor posibilidad es que la bronca
frente a los abusos capitalistas vaya a inclinar la balanza
en la política doméstica hacia el proteccionismo,
como una equivocada forma de ayudar a los débiles
y los vulnerables, y consentir las sospechas de los mercados
y los negocios".20
Una forma débil de proteccionismo viene creciendo
en el último tiempo en forma acelerada, los acuerdos
bilaterales de libre comercio (FTAs en sus siglas en inglés).
Como plantean dos profesores de la Universidad de Columbia:
"Nosotros estamos observando posiblemente la más
grande división de los economistas y los políticos
del periodo de posguerra. Desafortunadamente los economistas
tienen razón. La firma desmedida de acuerdos bilaterales
plantea una amenaza mortal al sistema de comercio multilateral.
Y señalan como una de las razones de esto que los
acuerdos bilaterales de comercio están socavando
el principio esencial de la Organización Mundial
del Comercio(OMC): que la tarifa más baja aplicada
a un miembro debe ser extendida a todos los miembros (la
regla de la nación más favorecida, MFN en
sus siglas en inglés). Mientras que es cierto, que
los arquitectos de la OMC/Acuerdo General de Tarifas y Comercio
(GATT) hicieron la excepción con las áreas
de libre comercio con respecto a la regla MFN, ellos seguramente
no previeron que la proliferación de acuerdos fragmentaría
el sistema comercial. Para el fin del año pasado,
250 FTAs han sido notificados a la OMC. Si aquellos actualmente
bajo negociación son concluidos, el número
se aproximará a los 300. El resultado es "spaghetti
bowl" [mescolanza] de reglas, definiciones arbitrarias
de procedencia del producto y una multiplicidad de tarifas,
dependiendo la fuente. Y los mismos autores señalan
que mientras los europeos comenzaron este camino, los norteamericanos
están ahora persiguiéndolos con celo, explotando
su poder hegemónico y el privilegio del acceso preferencial
a su mercado multibillonario".21
Más gravemente aún, durante la reciente crisis
en Irak, el emponzoñamiento de las relaciones imperialistas,
en particular entre Francia, Alemania y los Estados Unidos,
llevó a proferirse amenazas económicas a uno
y otro lado del Atlántico y muchos sostienen, que
la reciente caída del dólar que ahogó
a la economía europea, fundamentalmente a la Alemana,
fue una represalia de Estados Unidos contra ésta
y el país galo por su vehemente oposición
a la guerra. A su vez, el avance de China en el comercio
mundial es utilizado como excusa de las dificultades en
los países centrales y es visto cada vez más
como chivo expiatorio de los problemas de crecimiento de
estos. Este es el caso de Japón, principal abanderado
de las campañas contra China en el sistema internacional
que exige una urgente reevaluación de su moneda,
aunque también de crecientes grupos de poder en los
Estados Unidos. Los recientes duros comentarios del Secretario
del Tesoro Norteamericano, John Snow, antes de su visita
oficial a Pekín, urgiendo a las autoridades chinas
a permitir la libre flotación de su moneda de manera
tal "que las firmas norteamericanas no estuvieran en
desventajas", han subido el tono de la disputa.
¿Serán estos los primeros escarceos de una
guerra comercial y política abierta que provoque
una nueva fragmentación del sistema de comercio internacional,
como fue el caso de la creación de bloques comerciales
cerrados y hostiles que transformó el crack del '29
en la gran depresión de los '30?
No lo sabemos. El salto en la integración de la economía
mundial durante las últimas décadas y las
lecciones que la burguesía mundial sacó de
esa catástrofe económica -la más importante
del capitalismo en su historia- actúan como importantes
factores contrarrestantes; a pesar del empeoramiento de
las relaciones políticas y geopolíticas ente
las grandes potencias en el último tiempo que han
afectado la efectividad de las políticas de coordinación
internacional, que fueron un componente importante para
el restablecimiento de un equilibrio capitalista temporal
luego de la crisis de los '70. En este marco, la creciente
politización de las relaciones económicas
entre los distintos países frente a los problemas
de la economía mundial es una muestra de los peligros
que acechan a la actual economía política
del sistema internacional.
Una renovada ofensiva sobre el trabajo
Más
allá de cómo se reparta la crisis económica
entre los principales países del sistema mundial,
lo que está claro es que la misma es utilizada por
las distintas burguesías imperialistas para relanzar
una renovada ofensiva sobre el trabajo. El crecimiento del
desempleo es un fenómeno que se repite en cada uno
de los países centrales. Este aumento de la desocupación
es acompañado a su vez por un ataque al salario directo
e indirecto de los trabajadores, como muestra la ofensiva
generalizada sobre las jubilaciones.
En los Estados Unidos la tasa de desempleo ha subido por
encima del 6% en los últimos meses, después
de promediar el 4% durante todo el 2000. Los duros tiempos
económicos han frenado virtualmente el crecimiento
real de los salarios que experimentó la economía
norteamericana en las etapas finales del boom de la década
pasada, el primer periodo sostenido de aumento de éstos
por encima de la inflación desde los ´60. Como
dice la revista In These Times: "En los últimos
dos años y medio ha habido un cambio cualitativo
en el mercado de trabajo. El país ha dejado atrás
el tiempo cuando los trabajos eran relativamente abundantes
y los sueldos subían para la mayoría de los
trabajadores, a un tiempo en el que los trabajadores deben
luchar por encontrar hasta los trabajos de sueldos más
bajos. Para la mayoría de los trabajadores, los sueldos
ahora apenas le siguen el paso a la inflación, y
con empleadores reduciendo o eliminando la cobertura de
salud, aún los trabajadores ocupados a menudo se
encuentran mucho peor de lo que estaban hace dos años".22
En Europa, el eje de la ofensiva patronal ha sido un ataque
coordinado de los gobiernos de los distintos países
sobre el sistema de pensiones por reparto, cuya "reforma"
busca aumentar la edad jubilatoria al tiempo que intentan
crear las condiciones para el desarrollo de los fondos de
pensión. Esto último aumentaría los
negocios para la banca y los sectores financieros que ansían
quedarse con el salario diferido de millones de asalariados,
lo que hincharía nuevamente la bolsa suscitando una
demanda suplementaria de títulos. En los Estados
Unidos donde este sistema ya esta más desarrollado,
las bajas tasas de interés están afectando
los fondos de pensiones de renta fija de las empresas y
otros ahorros personales. Las empresas están renunciando
a estos compromisos diseñados durante el mercado
alcista de las pasadas décadas, que en las actuales
circunstancias económicas significan fuertes cargas
adicionales a sus beneficios, poniendo en la incertidumbre
el monto que los trabajadores van a recibir cuando se jubilen.
A su vez muchas compañías están despidiendo
a los trabajadores justo antes de que adquieran plenos derechos
sobre sus pensiones (o realizan una fusión a tal
fin). Este ataque se complementa con el hecho que como consecuencia
de las caídas bursátiles de los últimos
años que ha disminuido los fondos de pensión,
muchos trabajadores se ven obligados a retrasar la edad
de jubilación o aceptar una caída de los fondos
a los cuales han aportado durante toda su vida. Como señala
correctamente Michel Husson: "Las 'reformas' burguesas
de jubilaciones ganan pues de todas las formas. Si los asalariados
quieren, y pueden, trabajar más tiempo, esto mantiene
la presión ejercida por el paro, principalmente sobre
los jóvenes; si se jubilan a la misma edad que antes
de la 'reforma', deben contentarse con una pensión
disminuida, y el valor de la fuerza de trabajo baja otro
tanto por ello. En total, las 'reformas' de las jubilaciones,
bajo pretexto de ajuste técnico a evoluciones demográficas
ineluctables, representan de hecho una ofensiva sin precedente
contra el estatuto del asalariado".23
Esta ofensiva sobre las jubilaciones, podría complementarse
en los Estados Unidos con un intento de privatización
de la seguridad social y el Medicare que permita al estado
desprenderse de sus obligaciones de pago, otorgando esta
fuente lucrativa de negocios al capital privado. Si la burguesía
logra "convencer" a los trabajadores de la ventaja
de esta medida, la magnitud de la suma involucrada podría
recrear, al menos para la banca y otros agentes del sistema
financiero, una fuente de negocios dorados como en los mejores
momentos de la década del ´90.
Frente a esta ofensiva de la burguesía, hasta el
momento la respuesta del proletariado ha sido negativa,
otorgando concesiones significativas frente al temor y la
amenaza de pérdidas mayores, aconsejado a seguir
este camino de resignación por las direcciones de
los sindicatos o no pudiendo superar los límites
impuestos por la burocracia sindical en los casos en los
que ha salido a la lucha, como Francia, Austria o Alemania
recientemente.
El agravamiento de la crisis capitalista puede cambiar y
radicalizar las respuestas de la clase trabajadora frente
a la ofensiva burguesa. Sin embargo, contra todo objetivismo
su reacción no depende de ningún determinismo
económico. Como decía Trotsky "(...)
los efectos de una crisis sobre el curso del movimiento
obrero no son todo lo unilaterales que algunos simplistas
imaginan. Los efectos políticos de una crisis (no
sólo la extensión de su influencia sino también
su dirección) están determinados por el conjunto
de la situación política existente y por aquellos
acontecimientos que preceden y acompañan la crisis,
especialmente las batallas, los éxitos o fracasos
de la propia clase trabajadora, anteriores a la crisis.
Bajo un conjunto de condiciones la crisis puede dar un poderoso
impulso a la actividad revolucionaria de las masas trabajadoras;
bajo un conjunto distintos de circunstancias puede paralizar
completamente la ofensiva del proletariado y, en caso que
la crisis dure demasiado y los trabajadores sufran demasiadas
pérdidas, podría debilitar extremadamente,
no sólo el potencial ofensivo sino también
el defensivo de la clase".24 Esta última variante,
fue lo que sucedió en los últimos veinte años
de ofensiva neoliberal, la que se asentó luego del
desvío-derrota del ascenso general del movimiento
obrero y de masas del '68-'76 y el posterior retroceso y
fragmentación de la clase obrera. Por lo tanto, superar
la actual división de las filas obreras, sacarse
el lastre de la burocracia sindical y construir una dirección
revolucionaria que sepa procesar las actuales lecciones
de los combates en curso apoyándose en la experiencia
histórica del proletariado mundial, son las tareas
esenciales para que la nueva clase obrera surgida al calor
de las derrotas de las décadas pasadas pueda aprovechar
la crisis del capital para pasar a la ofensiva.
NOTAS
1
Ernest Mandel, La Crisis 1974-1975, Serie popular Era, 1977.
2 En 1985, los Acuerdos del Plaza concluidos entre las cinco
principales potencias llevaron a una devaluación
del dólar de facto, impuesta a los otros países
en nombre de la coordinación monetaria internacional.
Durante los tres años que van de 1985 a 1988, el
yen se apreció un 46% (esta es la base de la "burbuja"
accionaria e inmobiliaria de la economía japonesa
de fines de los 80´), el marco un 40%, el franco un
37% y la libra un 28%. Como resultado de esto la competitividad
de los productos norteamericanos fue impulsada enormemente.
Este punto ilustra cómo la distribución del
crecimiento a nivel mundial es afectado sensiblemente por
las relaciones monetarias entre las grandes potencias. Este
elemento está bien tratado, aunque de forma unilateral,
en la evolución de la tasa de ganancia por Robert
Brenner en sus libros: The Economics of Global Turbulence
y The Boom and the Bubble.
3 Karl Marx, El Capital. Crítica de la Economía
Política, Tomo III, Volumen VII, Edición Siglo
XXI, Pág. 568.
4 Gérard Duménil y Dominique Lévy,
Neoliberal Dynamics- Imperial Dynamics, Paper del 4-7-2003.
5 Robert Brenner, "Towards the Precipicie", London
Review of Books, Vol. 25 N 3, 6-2-2003.
6 Ernest Mandel, Tratado de Economía Marxista, Ediciones
Serie popular Era, 1969.
7 Contradiciendo parcialmente la tesis planteada en este
artículo, un número reciente de la revista
The Economist plantea que "La creencia común
de que los Estados Unidos experimentaron una mayor burbuja
que el área del euro es también falsa, al
menos en lo que respecta al sector corporativo. Un reciente
estudio de HSBC encuentra que, durante finales de los '90,
las compañías europeas alcanzaron un mayor
endeudamiento y una mayor inversión que lo que hizo
la Norteamérica corporativa. Los precios de las acciones
europeas crecieron tanto como aquellos de Wall Street (y
han desde entones caído más). Desde mediados
de los '90 hasta el 2000 las inversiones de capital de las
compañías, medidas en términos nominales,
crecieron más agudamente como porcentaje del PBN
en el área del euro que en los Estados Unidos (en
términos reales, la inversión de capital norteamericana
creció mas rápido porque el equipamiento de
alta tecnología dio cuenta de una porción
mayor del total, y los precios de las computadoras cayeron
fuertemente). Las inversiones corporativas financieras también
crecieron más agudamente en Europa, en gran medida
debido al boom de fusiones y adquisiciones. Como resultado,
la inversión corporativa total (capital y financiera)
en el área euro creció de un 14% del PBN en
1997 a un 24% en 2000, eclipsando el boom de inversión
norteamericano. La brecha de financiamiento de las firmas
corporativas europeas (la inversión menos los fondos
internos) creció de un 4% del PBN en 1997 a un record
del 14% en 2000, y la mayoría de esto fue llenada
con deuda más que con las finanzas accionarias. La
deuda corporativa ha crecido mucho más dramáticamente
que en los Estados Unidos, de un 60% de un PBN en 1997 a
un 76% en 2002. Este legado de sobreendeudamiento y sobreinversión
está actualmente impidiendo el crecimiento en la
zona del euro". The Economist, 14-8-2003. Aunque tomando
el mayor endeudamiento de los consumidores, el endeudamiento
total se torna ampliamente superior en los Estados Unidos,
estos datos aportados por The Economist demuestran que más
allá de las diferencias en los sistemas corporativos
norteamericanos y europeos y sus formas de financiamiento,
la tendencia de ambos sistemas económicos, en el
marco deflacionario de la economía internacional
y de la creciente competencia entre las grandes corporaciones
capitalistas, es la preeminencia del fuerte endeudamiento
como base de las decisiones de inversión o de centralización
del capital (que implica el proceso de fusiones y adquisiciones)
con la subsiguiente sobreacumulación que el mismo
entraña.
8 "Capitalism and Democracy", The Economist, 26/6/2003.
9 Karl, Marx, El Capital. Crítica de la Economía
Política, Tomo III, Pág. 565.
10 El mismo informe señala la creciente importancia
de la inversión extranjera en los países en
desarrollo. El stock de IED en los países en desarrollo
representaba alrededor de un tercio de su producto bruto
interno en el 2002, comparado con sólo un 13% en
1980. Para los países industrializados, que albergan
dos tercios de los flujos de IED globales, el stock de IED
ahora da cuenta de un quinto del PBN como promedio un 5%
en 1980.
11 Basado en el hecho objetivo de que la mayoría
de la inversión extranjera directa se dirige hoy
día a los mismos países imperialistas, a diferencia
del pasado donde se dirigía mayormente de los centros
imperialistas a la periferia, algunos autores opinan que
es en los países centrales donde están las
principales fuentes de obtención de ganancia para
las grandes corporaciones capitalistas. Sin disminuir la
importancia de este cambio en la actual reproducción
del sistema capitalista, la aseveración planteada
más arriba exagera el peso de los países centrales
como fuentes de ganancias extraordinarias de las corporaciones
capitalistas. Aunque buena parte de estas inversiones se
dirige a ganancias extraordinarias producto de la innovación
tecnológica, no se debe olvidar que en su mayor parte
la IED entre los países imperialistas se correspondió
en el último tiempo, casi en un 80%, a la oleada
de fusiones y adquisiciones. Esta actividad corporativa
de centralización del capital, aunque mejora la posición
monopólica o aumenta o preserva la porción
de mercado de una empresa eliminando a un potencial competidor
mediante su absorción, no crea una fuente de valor
adicional ya que la misma implica un estrechamiento de la
base de producción capitalista mediante la destrucción
de fuerzas productivas y la eliminación de puestos
de trabajo. A su vez tiende a disminuir la importancia de
los países de la periferia como fuentes de ganancias
extraordinarias para las trasnacionales en su búsqueda
incesante de fuentes de mano de obra barata para disminuir
el precio de las mercancías, motorizada por la intensa
competencia intercapitalista, que es lo que explica el creciente
peso de China en la economía mundial y que la misma
sea hoy día el principal destino de inversión
extranjera directa, superando a los Estados Unidos durante
el año 2002.
12 León Trotsky, Stalin, el gran organizador de derrotas.
La III Internacional después de Lenin, Editora Yunque,
pág. 95.
13 La pérdida de empuje del "modelo anglosajón"
y de la mundialización que acompañó
a las trasnacionales norteamericanas en la década
pasada, puede verse en la situación del Sudeste Asiático
posterior a la crisis de 1997-1998. Salvo una ganancia temporaria
de capitales que huyeron a los Estados Unidos (flight to
quality) y que hizo subir con creces los activos financieros
norteamericanos en ese periodo (la llamada burbuja), el
capital norteamericano no pudo utilizar a su favor la crisis
para imponer su modelo y quedarse con los principales activos
de estos países. A diferencia de la crisis de la
deuda de América Latina de 1982, que permitió
una oleada de negocios y privatizaciones a favor de los
Estados Unidos y de las potencias europeas, la crisis asiática,
a pesar de lo que se esperaba en ese momento y de las medidas
iniciales en función de los deseos del FMI, no produjo
este resultado. El caso de Corea es sintomático.
Lejos de promover un movimiento a un sistema neoliberal,
la fuertes medidas inducidas por el departamento del Tesoro
norteamericano, indujeron a una reversión por los
coreanos de las políticas altamente "dirigistas"
reminiscentes del régimen de Park de 1960-1970. Ninguna
gran empresa fue vendida al extranjero, a pesar de los intentos
denodados de Microsoft por quedarse con la compañía
coreana más grande de software y del intento de Ford
por quedarse con Kia Motors. Ambas compañías
fueron vendidas a compradores domésticos. Esta situación
se repite en Tailandia con el gobierno populista del primer
ministro Thaksin Shinawatra. Este recientemente celebró
-luego del repago anticipado de los préstamos otorgados
a ese país durante la crisis asiática de 1997,
los que estaban atados a durísimas condiciones de
ajuste- la "liberación del FMI" asegurando
que nunca más Tailandia "caería presa
del capitalismo mundial". Esto sin nombrar la retórica
más conocida de Mahathir en Malasia y la adopción
del control de cambio en los años de crisis en contra
de las recomendaciones de los organismos de crédito
de los países occidentales.
14 Dan Roberts, Era of cheap money takes its toll on business,
20-7-2003. Esta realidad no es privativa de los Estados
Unidos. Recientemente el gobierno francés ha intervenido
para salvar al gigante de ingeniería pesada Alstom,
(fabricante de generadores eléctricos, tanques almacenadores
de gas y de uranio y los famosos trenes de alta velocidad
TGV, etc.), de caer en un colapso financiero para evitar
lo que un funcionario llamó "una catástrofe
industrial".
15 La eliminación de la sobrecapacidad crónica
no sólo se ve afectada por decisiones monetarias,
sino también por disputas de tipo judicial, como
es el caso en la industria de telecomunicaciones del litigio
contra MCI (la heredera de WorldCom) llevado adelante por
sus principales competidores. Para el Financial Times: "Su
resultado va también a determinar cómo los
negocios tratan con la sobrecapacidad crónica -una
herencia de la burbuja de inversión de fines de los
'90. Mientras algunos operadores marginales han desaparecido
o han sido absorbidos, ha habido una pequeña consolidación
real. Mientras tanto, los operadores norteamericanos continúan
peleándose sobre una torta -que en términos
de ingresos- continúa cayendo, mientras los precios
son rebajados y los clientes corporativos cortan sus gastos
en telefonía".
16 The Pulse of Capitalism, Julio 2003. En el medio de las
bancarrotas de Enron, WorldCom y la crisis de la economía
mundial, la fortaleza de los grandes bancos norteamericanos
-que en el segundo cuatrimestre del 2003 obtuvieron importantes
ganancias-, ha sorprendido a muchos y constituye al día
de hoy una característica distintiva de la actual
crisis económica. Para muchos esto está ligado
a que los grandes bancos han sido capaces de hacer a un
lado su exposición crediticia vendiendo el riesgo
a otros como las compañías aseguradoras o
los fondos de inversión. La enorme cantidad de instrumentos
de transferencia del riesgo crediticio como los mercados
secundarios de deuda o el espectacular desarrollo del mercado
de derivativos (la compra de un seguro o protección
crediticia por una entidad prestamista que transfiere el
riesgo del default del préstamo a un tercero ya sea
un inversor o un banco con ninguna relación con el
prestador original) avalan esta visión y suponen
una transformación importante del sistema bancario
y de asignación de créditos. Pero más
allá de estas transformaciones que afectan a la distribución
del riesgo crediticio, el riesgo y las pérdidas inevitables
que surgen del mismo no desaparecen. El carácter
opaco de este tipo de operaciones hace difícil e
impredecible saber sobre quién recaerán las
pérdidas y posiblemente las gravísimas consecuencias
una vez desatadas. Sobre todo cuando el riesgo podría
verse encaminado a lugares donde podría eventualmente
ser peligroso política y socialmente como los fondos
de pensión, los fondos mutuales o las pólizas
de seguro de vida. En otras palabras, podríamos estar
presenciado una forma de sostenimiento de los grandes bancos,
más sutil que en el pasado, a costa de los ahorros
de los pequeños ahorristas que son los principales
consumidores de estos instrumentos de inversión.
17 La devaluación del dólar se vino dando
en forma desigual con respecto al euro que con respecto
a las monedas asiáticas. Estas se han negado a ceder
su creciente competitividad (Japón ha intervenido
en forma violenta comprando nada menos que 75 mil millones
de dólares en los primeros ocho meses del año
en el mercado cambiario), lo que agravó los problemas
de Europa. Como resultado de esto, una gran parte de la
deflación mundial ha sido exportada en forma desproporcionada
a la eurozona. Esto puede verse en la cotización
del euro. Este tuvo su punto más bajo en octubre
del año 2000. Desde entonces se ha venido apreciando
un 24% con respecto a la libra, un 39% con respecto al dólar
y el yuan y un 51% con respecto al yen. Esta situación
llevó al canciller alemán Gerhard Schroeder
a urgir al Banco Central Europeo para que diera su debida
consideración al valor de intercambio del euro en
promover la competitividad de las exportaciones europeas.
A su vez, esta devaluación selectiva del dólar
responde a la necesidad de Estados Unidos como principal
nación deudora del mundo de no perjudicar los intereses
de los países del Sudeste Asiático, Japón
y China, cuyos bancos centrales utilizan sus abultadas reservas
en dólares para comprar bonos del tesoro norteamericano,
convirtiéndose de esta manera en los principales
sostenedores del déficit de cuenta corriente de los
Estados Unidos.
18 Stephen Roach, "Rebalancing delayed", Morgan
Stanley, 22-7-2003
19 André Gunder Frank, Los zarpazos del tigre de
papel, abril del 2003.
20 "Liberty´s great advance", The Economist,
26/6/2003
21 Jagdish Bhagwati and Arvind Panagariya, "Bilateral
trade treaties are a sham", Financial Times, 13-7-2003.
22 In These Times, 25-8-2003.
23 Michel Husson, Jubilaciones. A la burguesía europea
no le gusta el reparto. Viento Sur N° 69, 27-8-2003.
24 León Trotsky, "Flujos y reflujos, la coyuntura
económica y el movimiento obrero mundial", 25
de diciembre de 1921, Naturaleza y Dinámica del capitalismo,
CEIP, Buenos Aires, 1999.
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