Por
Andrea D'Atri
Las
traducciones son traiciones, más aún cuando
los balances contables de la industria editorial imponen
a las producciones teóricas de la metrópoli
hasta varios años de latencia antes de su publicación
en países de la periferia.
Cuando El género en disputa de Judith Butler apareció
en las librerías de Buenos Aires, mucha agua había
corrido bajo el puente de su teoría de la performatividad
de género.
Mientras en los confines del Río de la Plata enunciábamos
críticamente que para Butler "El orden simbólico
es presupuesto como el ámbito de la existencia social
que se reproduce en los gestos reiterados una y otra vez,
ritualizados, desde los cuales los sujetos asumen su lugar
en este orden, entonces, queda abierta la posibilidad de
modificar los contornos simbólicos de la existencia
a través de la performatividad de actuaciones desplazadas
paródicamente" 1, el mercado editorial decidía
comercializar en español (¡siete años
más tarde!) un libro que Judith Butler había
escrito en 1993 en el que, desde el otro hemisferio, intentaba
responder a lo que ella suponía un malentendido sobre
su teoría de la performatividad. "Aunque muchos
lectores interpretaron que en El género en disputa
yo defendía la proliferación de las representaciones
travestidas como un modo de subvertir las normas dominantes
de género, quiero destacar que no hay una relación
necesaria entre el travesti y la subversión, y que
el travestismo bien puede utilizarse tanto al servicio de
la desnaturalización como de la reidealización
de las normas heterosexuales hiperbólicas de género."
2
Vanidosa
e inmerecidamente interpelada por sus aclaraciones, continuamos
con el debate alrededor de uno de los nudos que consideramos
fundamentales por lo reiterado.
Mientras Cuerpos que importan se inscribe en una línea
de continuidad con El género en disputa, intentando
constituirse en una obra que problematiza el heterosexismo
como discurso normativo que modela los cuerpos, su última
colaboración junto a Ernesto Laclau y Slavoj Zizek
en Contingencia, hegemonía, universalidad se inclina
más a la reflexión política misma desde
"los márgenes teóricos de un proyecto
político de izquierda" .3
Si Butler teoriza sobre sexo / género es por su interés
en pensar las condiciones de posibilidad de una democracia
radical. Y, viceversa: su elaboración sobre la democracia
se basa en un intento de pensar el "espacio" político
radical donde puedan ser incluidos también los cuerpos
que hoy "no" importan.
Es
este horizonte político -que tanto Butler como los
otros co-autores denominan "democracia radical y pluralista"-,
trazado como un ideal deseable en tanto imposibilitado de
completitud y clausura, lo que nos invita a continuar con
este diálogo crítico, aún cuando nuestra
interlocutora nunca lo sea fehacientemente e incluso, cuando
ya esté respondiendo sincrónicamente -y por
eso mismo, anticipadamente- a nuestros argumentos, sin que
podamos saberlo en este hemisferio, donde la teoría,
como la moda, siempre llegan una temporada más tarde.4
Cuerpos abyectos y cuerpos explotados
"¿Existe otro punto de partida normativo
para la teoría feminista que no requiera la reconstrucción
o la puesta bajo la luz de un sujeto femenino que no puede
representar, y mucho menos emancipar, el conjunto de seres
corpóreos que se encuentran en la posición
cultural de mujeres?"
Judith Butler, 1992
En
el conocido debate entre Judith Butler y Nancy Fraser mantenido
en la New Left Review y que luego fuera traducido por diferentes
publicaciones, la primera se pregunta: "¿Por
qué un movimiento interesado en criticar y transformar
los modos en los que la sexualidad es regulada socialmente
no puede ser entendido como central para el funcionamiento
de la economía política?" 5
Para Butler, las luchas que intentan transformar el campo
social de la sexualidad son centrales para la economía.
Según su conceptualización, la reproducción
social de las personas forma parte de la esfera económica
misma y de allí que pueda vincularse de manera directa
la sexualidad con la cuestión de la explotación
y la extracción de plusvalía.
Varones y mujeres son los sexos opuestos que, como efecto
de la normatividad heterosexual obligatoria, se constituyen
en la base de la institución familiar, entendida
ésta como el ámbito en el cual se reproduce
la fuerza de trabajo. De la imposibilidad de separar la
esfera de lo estructural-económico de la esfera de
lo simbólico-cultural, extrae la conclusión
de que las luchas de gays, lesbianas, travestis, transexuales
por su reconocimiento e inclusión no deberían
ser desestimadas como luchas por la transformación
de la sociedad capitalista.
Fraser
responde desde dos planos diferentes: en primer lugar, cuestiona
la deshistorización que Butler produce de la misma
noción de estructura económica, ejemplificando
la pretendida corrección de su crítica con
el modo de producción capitalista, donde la esfera
de la normatividad y regulación sexual aparecería
en cierto modo diferenciada de la esfera de las relaciones
económicas propiamente dichas. En segundo lugar,
sostiene que desde un punto de vista funcional, el capitalismo
no necesita de la heterosexualidad obligatoria para la extracción
de plusvalía como lo demuestra la gran cantidad de
empresas que adoptaron políticas friendlies en relación
a los homosexuales.
Pero
la posición de Butler no es equivalente al determinismo
económico de un supuesto marxismo estructuralista
anquilosado: en su operación de teñir con
la economía la esfera de la reproducción,
lo que realmente hace es transformar a las relaciones sociales
de producción en materialidad cultural. La respuesta
de Fraser no puede acudir al punto. La autora de Iustitia
Interrupta, anclándose en el concepto de posiciones
sociales o status de Weber, tampoco da cuenta de una realidad
en la que siguen existiendo los cuerpos que no importan,
lo abyecto que es excluido por el capital aún cuando
en algunos lugares minoritarios la política inclusiva
de gays y lesbianas sea un hecho comprobable. Inversamente
que para Butler, para Fraser, sexualidad y economía
son dos esferas absolutamente diferenciadas. En una amalgama
particular de Marx y Weber, la autora deja a la clase del
lado de lo económico y a la posición social
del lado de las sexualidades discriminadas, traduciéndose
esto en un programa político en el que redistribución
y reconocimiento son los reclamos que corresponden a uno
y otro lado del extenso arco de reivindicaciones.
Ambas
proponen modelos de inteligibilidad aparentemente opuestos;
sin embargo, en el intento de responder políticamente
a las situaciones planteadas de no-reconocimiento (misrecognition),
ambas imaginan operar en los marcos nunca explicitados del
sistema capitalista, donde la explotación es lo indecible
y la producción es meramente simbólica. Ese
capitalismo imposible de pronunciar es el límite
incuestionable de la imaginación política,
lo no dicho y por tanto, incapaz de ser deconstruido.
Mientras para Fraser el modelo de una sociedad más
justa y democrática consistiría en la combinación
del Estado de Bienestar más un mayor reconocimiento
de las diversas identidades (del que nunca se puede explicar
cómo se alcanzaría); para Butler, la democracia
radical y pluralista consistiría en un sistema abierto,
irrealizable o, mejor dicho, un sistema político
cuya realización se efectúa, paradójicamente,
en su imposibilidad.
Su imposibilidad está dada por la autoperpetuación
del poder que adquiere nuevas formas. Los discursos regulatorios
se reproducen aún en los mismos intentos de oposición
al poder. La sexualidad funciona como un ideal regulatorio,
en el estricto sentido foucaultiano. "El sexo no sólo
funciona como norma, sino que además es parte de
una práctica reguladora que produce los cuerpos que
gobierna, es decir, cuya fuerza reguladora se manifiesta
como una especie de poder productivo, el poder de producir
-demarcar, circunscribir, diferenciar- los cuerpos que controla."
6 Este poder productivo, de profunda filiación nietzscheana,
se reproduce aún en la misma oposición a él.
No habrá definición del sujeto que no sea,
en su mismo acto, excluyente (productora de lo abyecto).
En
el libro de reciente aparición escrito en colaboración
con Laclau y Zizek, Butler sostiene algo similiar cuando
dice: "(...) esto sucede cuando pensamos que hemos
encontrado un punto de oposición a la dominación
y luego nos damos cuenta de que ese punto mismo de oposición
es el instrumento a través del cual opera la dominación,
y que sin querer hemos fortalecido los poderes de dominación
a través de nuestra participación en la tarea
de oponernos. La dominación aparece con mayor eficacia
precisamente como su 'Otro'. El colapso de la dialéctica
nos da una nueva perspectiva porque nos muestra que el esquema
mismo por el cual se distinguen dominación y oposición
disimula el uso instrumental que la primera hace de la última."
7
Cualquier intento de oposición se verá limitado
a una mera rearticulación del horizonte de lo incluido,
pero en el mismo acto, se verá constreñido
a actuar como un nuevo discurso regulador.
Para
Butler, esto es evidente en las actuales luchas de gays
y lesbianas por la igualdad de derechos en relación
al matrimonio heterosexual.
Lo que, en apariencia, puede considerarse como la extensión
de derechos civiles a los no heterosexuales (unión
civil, matrimonio, derecho a la adopción, etc), produciría,
esencialmente, un ensanchamiento en la brecha existente
entre formas legítimas e ilegítimas de intercambio
sexual. La hegemonía universalizante es falsa, o
en verdad, se transforma en una apariencia que vela el profundo
contenido regulatorio que esta nueva norma introduce, "pues
la estatización de estos derechos y obligaciones,
cuestionables para algunos gays y lesbianas, establece normas
de legitimación que actúan remarginalizando
a otros y excluyen las posibilidades de libertad sexual
que han sido los eternos objetivos del movimiento."
8
Su crítica apunta a que la transformación
de gays y lesbianas en "humanos" se da en un movimiento
en el que, simultáneamente, la definición
dada de "humano" no sólo aparece incuestionable,
sino que se reafirma en ese mismo acto. La asimilación
e incluso la cooptación política operan en
el mismo acto en que parecen alcanzarse los objetivos de
la lucha. Es entonces que la autora se pregunta: "¿cómo
es posible mantener vivo un conflicto de interpretaciones
abierto y políticamente eficaz?" 9
Su
interrogante es teórico y práctico. Así
como en Cuerpos que importan señala que su propósito
es comprender de qué manera lo que fue excluido de
la esfera del sexo, por medio de la operación imperativa
de la heterosexualidad obligatoria, puede retornar y producir
un efecto perturbador que modifique radicalmente la configuración
de cuerpos que importan más que otros; en Contingencia,
hegemonía, universalidad intenta trazar el mapa político
de la democracia radical donde esta operación perturbadora
fuera posible y donde lo abyecto -aunque siempre necesario
por la imposibilidad de la inclusión absoluta- no
cristalizara en locus determinados a priori sino que se
reactualizara permanentemente, adquiriendo nuevos significados.
Los capítulos de la autoría de Judith Butler
en Contingencia, hegemonía, universalidad son el
programa político que corresponde a las elaboraciones
teóricas sobre la normatividad sexual y los límites
materiales y discursivos del sexo de El género en
disputa y Cuerpos que importan.
El autocomplaciente optimismo de la semiosis infinita
"Lo
que yo entiendo como hegemonía es que su momento
normativo y optimista consiste, precisamente, en las posibilidades
de expandir las posibilidades democráticas, para
los términos claves del liberalismo, tornándolos
más inclusivos, más dinámicos y más
concretos."
Judith Butler, 2003
Más
inclusivos, más dinámicos, más concretos.
Para Judith Butler, los límites democráticos
del liberalismo, son una cuestión del orden de lo
cuantitativo. La práctica política de los
movimientos sociales -en la única acepción
que entiende la autora, es decir, como movimientos sociales
identitarios- debería trazarse como objetivo la expansión
de los términos de "lo ciudadano" y "lo
humano" en un sistema que entiende a los derechos humanos
y ciudadanos como pilares fundamentales del funcionamiento
democrático, pero que al definir sus contenidos,
normativiza y por lo tanto excluye produciendo lo abyecto.
Esta expansión sólo podría garantizarse
vaciando el significante político de cualquier significado
prefijado porque toda significación pretendidamente
universal, será irremisiblemente particular y por
lo tanto represiva en el acto performativo de definir su
identidad. Para ello, es necesario aceptar la semiotización
de la política, una operación que los autores
de Contingencia, hegemonía, universalidad dan por
sentada. Pero su punto de partida, no por obliterado es
menos construido que otros, como por ejemplo el de suponer
la política como la acción de ciudadanos abstractamente
iguales en un Estado también despojado de su carácter
de clase.
En
una lectura que analoga los procesos sociales antes descriptos
con la metonimia lingüística, Butler sostiene
que "el campo de las relaciones diferenciales de las
cuales emergen todas y cada una de las identidades particulares
debe ser ilimitado. Más aun, la 'incompletitud' de
todas y cada una de las identidades es el resultado directo
de su emergencia diferencial: ninguna identidad particular
puede emerger sin suponer y proclamar la exclusión
de otras, y esta exclusión constitutiva o antagonismo
es la misma condición compartida de toda constitución
de identidad." 10
La incompletitud de la posición del sujeto, entendida
como "el fracaso de cualquier articulación en
particular para describir a la población que representa"
y, por otro lado, también como el hecho de que "cada
sujeto está constituido sobre diferencias y lo que
es producido como el 'exterior constitutivo' del sujeto
nunca puede pasar a ser totalmente interno o inmanente"
11 es la base discursiva que anida en el ideal político
de la semiosis nunca cancelada de la democracia radical
y pluralista.
El antagonismo no es binario. La emergencia diferencial
transcurre en la cadena significante sin cierre que produce
la concatenación de las identidades particulares,
cuya universalidad radica en que todas comparten "ser
lo que las demás no son". Pero, si las diferencias
no lo son en relación a términos positivos
entre los cuales establecerse, son sólo pura diferencia.
Para Butler, "cuando la cadena de equivalencias es
manejada como una categoría política, se requiere
que las identidades particulares reconozcan que comparten
con otras identidades la situación de una determinación
necesariamente incompleta. Ellas son fundamentalmente el
conjunto de diferencias por las cuales emergen, y este conjunto
de diferencias constituye los rasgos estructurales del dominio
de sociabilidad política. (...) No es una condición
supuesta o una condición a priori que debe ser descubierta
y articulada, y no es el ideal de lograr una lista completa
de todos y cada uno de los particularismos que serían
unificados por un contenido compartido. Paradójicamente,
es la ausencia de ese contenido compartido lo que constituye
la promesa de universalidad." 12
La
diferencia cumple el papel, en las elaboraciones butlerianas,
precisamente de un "fetiche teórico que repudia
las condiciones de su propia emergencia", para utilizar
una expresión de la autora.13
Porque siempre que hay diferencia es diferencia para algún
otro al que le resulta significativa. La significación
de un factum como "diferencia" sólo puede
ocurrir si hay una norma, es decir, un ámbito del
orden de la validez. No hay posibilidad de nombrar a la
diferencia sino es por referencia a un sistema de normas
que operan sobre la mera facticidad otorgándole significancia.
La "ideologización" de la diferencia como
"diferencia" es la consecuencia de un proceso
histórico - constructivo cuya estructura alcanzada
actuará de manera regulatoria a posteriori, invisibilizando
las huellas de su génesis.
Como un "fetiche teórico que repudia las condiciones
de su propia emergencia", las formas no heterosexuales
de la sexualidad serán lo abyecto, las marcas identificatorias
pertinentes de los cuerpos que no importan, mientras la
heterosexualidad obligatoria aparecerá en escena
presentándose a sí misma como norma ahistórica,
natural e inmutable.
En su presencia indivisible e incuestionable desdibuja el
proceso histórico transcurrido a través de
aberraciones crueles y sanguinarias por el cual el deseo
fue normativizado, reprimido y ordenado según una
racionalidad que entiende a la sexualidad como reproducción
y a la reproducción como mera reproducción
de fuerza de trabajo. Porque "el poseedor de la fuerza
de trabajo es un ser mortal. Por tanto, para que su presencia
en el mercado sea continua, como lo requiere la transformación
continua de dinero en capital, es necesario que el vendedor
de la fuerza de trabajo se perpetúe, 'como se perpetúa
todo ser viviente por la procreación.' " 14
La
semiosis infinita que Butler postula como ideal a alcanzar
con la democracia radical y plural ya está presente.
No es otra que la imagen fetichista que ofrece la sociedad
civil, el mercado, aquella forma "suciamente judaica
de manifestarse" 15 que tiene la práctica eminentemente
humana. Un libre mercado, donde hombres libres intercambian
las mercancías que circulan de manera ininterrumpida
(¿infinita?). Allí es donde lo "suciamente
judaico" obtura la inteligibilidad de los mecanismos
de la extracción de plusvalía. "El juego
político construido sobre la base del modelo contractual
importado de la economía se cumple a condición
de excluir la economía de la incumbencia de lo político."
16
¿"Cosa juzgada" o el sueño de
alas de la crisálida?
"Puedo
ver la brillante franja de césped verde que se extiende
tras el muro, arriba el cielo claro y azul, y el sol brilla
en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones
la libren de todo mal, opresión y violencia y la
disfruten plenamente."
León Trotsky, 1940
Esta
relación entre plusvalor y democracia liberal es
genética. Ampliar el horizonte de los cuerpos que
importan sólo es una tarea realizable si la lucha
por la emancipación se anuda, necesariamente, con
el cuestionamiento profundo a los pilares fundamentales
del Estado capitalista. Parafraseando a mi primer profesor
de dialéctica podría exclamar: ¡A la
semiosis infinita la cancelan el juez y el policía!17
La circulación libre e infinita de mercancías
es la contracara de la explotación. La democracia
de los ciudadanos libres, fraternos e iguales, tiene necesariamente
que incluir como contrapartida para su realización
la existencia de una clase que ha expropiado históricamente
a la humanidad de los medios de producción. El contrato
de trabajo entre hombres libres e iguales oculta la explotación
al mismo tiempo que es la forma necesaria que adquiere en
el modo de producción capitalista, en los Estados
"modernos" burgueses. Pero el juez y el policía
cancelan la semiosis infinita de la igualdad ciudadana,
cuando la propiedad privada y la libertad del contrato de
trabajo se ven amenazadas por la acción de las clases
subalternas.
"La igualdad política ha de cumplirse bajo rigurosas
condiciones de abstracción de las desigualdades reales".18
De la misma manera que la propiedad privada y la necesaria
reproducción de la fuerza de trabajo (esos otros
cuerpos abyectos) permanecen ocultos bajo la cadena metonímica
de la circulación de mercancías. La apariencia
voluntaria del contrato encubre la violencia de la expropiación
originaria; la democracia, mientras tanto, bajo la aparentemente
libre elección de los representantes, disfraza la
dominación con el traje de la aceptación también
voluntaria.
¿Acaso
no es la misma Butler la que plantea los peligros de inclusión
del movimiento lésbico-gay?
Si admite que "la tarea será no asimilar lo
indecible al dominio de lo decible para albergarlo allí,
dentro de las normas de dominación existentes, sino
destruir la confianza de la dominación, demostrar
qué equívocas son sus pretensiones de universalidad"
19, ¿cómo hacerlo negándose a entablar
la lucha abierta contra el Estado y la clase dominante?
Judith
Butler eleva a modelo ideal (universal) precisamente la
"universalidad irrealizada" que es la condición
estructural del estado democrático burgués,
basado en la explotación capitalista.
Jamás podría ser "más inclusión"
el objetivo práctico de una política emancipatoria
que reconociera el juego de espejos del capital y el Estado,
es decir, que admitiera que la expropiación y la
explotación son "el lado oscuro" intrínsecamente
fusionado con la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre y el Ciudadano.
A Butler, sus escasas aspiraciones libertarias le hacen
postular que "el compromiso con una concepción
de democracia que tenga futuro, que se mantenga no restringida
por la teleología y que no sea equivalente a ninguna
de sus realizaciones exige una demanda diferente, una demanda
que postergue permanentemente la realización."
20
Los
abyectos, por el contrario, inconformes con la postergación
infinita, soñamos con las alas de mariposas que sabemos
encerradas en nuestros mismos vientres de crisálidas.
NOTAS
*
Agradezco la cálida e inteligente lectura que hizo
de este artículo la filósofa Alejandra Ciriza.
A sus apreciaciones críticas y reflexivas de experimentada
teórica no puedo más que considerarlas como
otra forma de la lucha que compartimos contra toda opresión,
esperando juntas y con un compromiso activo ese "salto
bajo el cielo libre de la historia que estas gentes obnubiladas
por los deslizamientos infinitos de un puro mundo de discurso-mercancía
no pueden ni imaginar".
1 Andrea D'Atri, "Igualdad y Diferencia: El feminismo
y la democracia radical... mente liberal"; Revista
Lucha de Clases Nº 1, Bs.As., noviembre 2002.
2 Judith Butler, Cuerpos que importan. Sobre los límites
materiales y discursivos del "sexo"; Paidós,
Bs.As., 2002, p. 184.
3 Judith Butler, "Reescinificación de lo universal:
hegemonía y límites del formalismo" en
Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos
contemporáneos en la izquierda de Butler, Laclau,
Zizek; FCE, Bs. As., 2003.
4 Judith Butler cierra el prefacio de su libro Cuerpos que
importan con estas palabras: "De modo que presento
este texto, en parte como una reconsideración de
algunas declaraciones de El género en disputa que
provocaron cierta confusión, pero también
como un intento de continuar reflexionando sobre las maneras
en que opera la hegemonía heterosexual para modelar
cuestiones sexuales y políticas. Como una rearticulación
crítica de diversas prácticas teoréticas,
incluso estudios feministas y estudios queer, este texto
no pretende ser programático. Y, sin embargo, como
un intento de aclarar mis 'intenciones', parece destinado
a producir una nueva serie de interpretaciones erradas.
Espero que, al menos, resulten productivas." (op.cit.,
p. 14).
5 Judith Butler, "El marxismo y lo meramente cultural";
New Left Review Nº 2, 2000.
6 Judith Butler, Cuerpos que importan; Paidós, Bs.As.,
2002, p. 18.
7 Butler, Laclau y Zizek, Contingencia, hegemonía,
universalidad; FCE, Bs.As., 2003, p. 34.
8 op.cit., p. 166.
9 Idem, p. 167.
10 Idem, p. 38.
11 Idem, p. 18.
12 Idem, p. 38.
13 Idem, p. 33.
14 Karl Marx, El Capital. Crítica de la Economía
Política, Tomo I, FCE, México, p. 125.
15 Dice Marx en referencia a Feuerbach: "Por eso en
'La esencia del cristianismo' sólo considera la actitud
teórica como la auténticamente humana, mientras
que concibe y plasma la práctica sólo en su
forma suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no
comprende la importancia de la actuación 'revolucionaria',
práctico-crítica." (Tesis I sobre Feuerbach,
1845).
16 Alejandra Ciriza, "Democracia y ciudadanía
de mujeres: encrucijadas teóricas y políticas",
en Atilio Borón (comp.), Teoría y filosofía
política, la tradición clásica y las
nuevas fronteras, Clacso, Bs. As., 2000.
17 "(...) pareciera que este proceso semiótico
en la vida de las sociedades humanas como comunidades éticas,
se detiene en la sentencia del Juez y el ulterior accionar
de la policía bajo sus órdenes. Es decir,
que todo sistema social concreto necesita (a modo de un
postulado mismo de la acción judicial) cerrar el
flujo de la semiosis infinita.", en J. Samaja, Semiótica
y Dialéctica, JVE Ediciones, Bs.As., 2000.
18 Alejandra Ciriza, op. cit.
19 Butler, Laclau y Zizek, Contingencia, hegemonía,
universalidad; FCE, Bs.As., 2003, p. 184.
20 Idem, p. 268.
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