El
MAS boliviano y su líder, el dirigente cocalero Evo Morales,
han ganado amplio peso electoral y político, se preparan
para disputar el gobierno en 2007 y son vistos con considerable
simpatía en el exterior por su imagen de movimiento campesino
e indígena.
Su
ascenso fue presentado como ejemplo del surgimiento de una
“nueva izquierda” basada en los “movimientos sociales”,
ajena al “dogmatismo” y el “aparatismo” –límites y defectos
de la “izquierda tradicional”–. Muchos en la izquierda latinoamericana
se impresionaron con su éxito electoral de 2002 y consideraban
a Evo como el líder de las masas bolivianas que encabezaría
la revolución o poco menos.
Sin
embargo, bastó la prueba de los primeros pasos de un nuevo
proceso revolucionario en Bolivia, para que se desnuden
abiertamente sus estrechos límites como fuerza reformista.
Hoy,
Evo Morales y el MAS sostienen con todas su fuerzas la “gobernabilidad”
y brindan un apoyo “crítico” al gobierno burgués proimperialista
de Carlos Mesa sin el cual éste difícilmente podría aplicar
sus planes económicos y políticos completamente reaccionarios.
En
nombre de este alineamiento con el Gobierno, el MAS se opuso
duramente a los llamados a la huelga de la COB durante mayo
y junio y apoyó el referéndum sobre el gas organizado por
Carlos Mesa y avalado por las transnacionales del petróleo
del 18 de julio. El MAS actúa como “pata izquierda” de la
estrategia de “reacción democrática” para desmontar el proceso
abierto en Octubre.
El
MAS no es el instrumento que los obreros, los campesinos,
los indígenas y el pueblo pobre de Bolivia necesitan para
marchar hacia la victoria.
Es
preciso extraer todas las lecciones de esta experiencia
política. Desde el punto de vista de las ideas, las fuerzas
sociales, la actitud hacia el Estado, en fin, los problemas
claves de la lucha de masas, la polémica en torno a la trayectoria,
programa y política del MAS actualiza el clásico debate
entre las posiciones del populismo y las del marxismo, al
calor del proceso revolucionario abierto por el levantamiento
de Octubre, uno de los procesos políticos y de lucha de
masas más intensos y ricos que ha dado el ascenso latinoamericano
de estos primeros años del Siglo XXI.
Resistencia
campesina e indígena y mediaciones políticas
Desde
fines de la década de los ochenta, el movimiento campesino
e indígena boliviano viene protagonizando muy importantes
procesos de movilización que reconocen dos vertientes principales
estrechamente interrelacionadas: la lucha campesina como
tal, y un nuevo despertar del sentimiento nacional en los
pueblos indígenas.
En
el movimiento campesino cobraron desde los años ’80 un papel
muy importante los cocaleros, particularmente del Chapare,
enfrentando la política de erradicación de los cultivos
de hoja de coca en la región (impuesta bajo la estrategia
norteamericana de “combate al narcotráfico”). Sin embargo,
el ascenso campesino es de alcance nacional y abarca una
problemática muy compleja: la crisis de la pequeña economía
campesina del Altiplano y los Valles ante el agotamiento
de la reforma agraria de 1953; la lucha del movimiento campesino
del Oriente contra el latifundio y la penetración de las
empresas agroindustriales, forestales, petroleras, etc.;
la lucha de los colonizadores (y cocaleros) en las zonas
de Yungas de La Paz y Cochabamba y áreas de Santa Cruz.
El
despertar nacional aymara, quechua y guaraní es más amplio
que el proceso campesino, pues si bien tiene en las masas
indígenas del agro a sus principales componentes, incorpora
a amplios sectores de la población urbana, capas de la pequeñaburguesía
e incluso estratos de una burguesía comercial de origen
plebeyo, que chocan con el racismo y opresión del Estado
burgués.
A
mediados de los ‘90 la experiencia acumulada en las luchas
contra la represión estatal y por las diversas demandas
campesinas así como el debate sobre los derechos de los
pueblos originarios, hacen sentir cada vez más la necesidad
de actuar en la política nacional. En las discusiones en
el movimiento campesino e indígena se abre paso la idea
de conformar un “instrumento político”.
La
debacle de la izquierda reformista después de 1985, arrastrada
por sus traiciones como parte de la UDP y por la forma en
que la debacle del stalinismo desprestigió la idea misma
de socialismo y de revolución, el paso de muchos viejos
izquierdistas al bando no ya de la democracia burguesa sino
directamente del neoliberalismo, abonó el descrédito de
la “forma partido”. Esto, junto con la gran tradición sindicalista
de las masas bolivianas, llevó a la discusión de la necesidad
de contar con un “instrumento político” entendido en cierto
sentido como una “emanación de los sindicatos” o al menos
como una estructura para la acción política estrechamente
vinculada a éstos.
Esta
discusión se da en el marco de una serie de reformas en
el régimen político, impulsadas por el primer gobierno de
Gonzalo Sánchez de Losada: Ley de Participación Popular,
municipalización, reforma educativa, Ley INRA. El objetivo
de las mismas es ampliar las bases de sustentación de la
democracia burguesa fortaleciendo los mecanismos de cooptación
a nivel municipal, particularmente en el área rural.
Estas
reformas, presentadas como una “ampliación de la democracia”,
impactan a la “intelligentsia” progresista de las ONG que
viene trabajando sobre el campesinado y los pueblos originarios
y que ve en esos debates políticos la ocasión para conformar
un movimiento desde el cual impulsar un proyecto reformista.
El
“instrumento político”
En
este cuadro de situación es que avanza la discusión a través
de varios encuentros y congresos, con el intento de conformar
la ASP (Asamblea por la Soberanía de los Pueblos) y finalmente,
la constitución del IPSP (Instrumento Político por la Soberanía
de los Pueblos) –origen del actual MAS.
El
MAS (y en menor medida el MIP) fue presentado como ejemplo
y expresión de una “nueva izquierda” campesina e indígena
surgida de los “movimientos sociales” más combativos de
los años ‘90, sin embargo, se trata más bien de la “mediatización”
de los mismos para quitarle el filo más subversivo a las
demandas campesinas e indígenas.
En
síntesis, la fuerza y los aspectos más progresivos de los
movimientos sociales más activos del período –fundamentalmente
cocaleros, campesinos e indígenas–, que venían enfrentando
las políticas de los gobiernos de turno y cuestionando la
estructura del Estado, con su negación de los derechos de
los pueblos originarios, pasa a ser puesta al servicio de
un proyecto político reformista, dirigido por la alianza
entre la burocracia campesina y cocalera, la intelectualidad
de las ONG y los restos de la vieja izquierda reformista
de origen stalinista, a través de la constitución del “instrumento
político” bajo un programa de reformas graduales en el régimen.
En
realidad, la relación entre el MAS como organización política
y su base social siempre fue contradictoria, incluso con
el movimiento cocalero del Chapare que es su principal punto
de apoyo organizado.
El
“Instrumento Político” es considerado por los campesinos
avanzados como una extensión del sindicato para intervenir
políticamente. Esperan así poder defenderse frente a los
ataques del gobierno de turno, negociar en mejores condiciones
y lograr mediar ante el Estado para luchar por sus demandas
más sentidas, como coca, tierra, territorio. La propia burguesía
ha expresado en más de una ocasión su recelo ante esta “mezcla
explosiva de sindicato y partido”1.
No
se trata de cualquier sindicato, sino uno de los que por
más de una década se han forjado en lucha contra los planes
imperialistas de erradicación de coca, y que en este combatir,
donde las masacres, los encarcelamientos e incluso la tortura
eran cosa de todos los días, han logrado forjar una vanguardia
campesina templada y altamente politizada, que pone algunos
límites a la estrategia de concertación y diálogo de los
dirigentes del MAS.
Sin
embargo, hay una separación tajante entre el sindicato “que
lucha por las reivindicaciones” y el aparato político, que
es el que hace efectivamente política y goza de una autonomía
prácticamente completa para todas las cuestiones decisivas.
Por
otra parte, los lazos estructurales están prácticamente
limitados al sindicalismo cocalero del Chapare y en menor
medida, Yungas y a algunas Federaciones campesinas departamentales.
Fuera de estos bastiones del MAS, su influencia política
es predominantemente electoral, no orgánica, sino más bien
a través de dirigentes y militantes, y es en este sentido
mucho más débil en los sindicatos obreros y las organizaciones
populares urbanas. Según un reciente informe2,
el MAS dirigiría la Confederación de Maestros Rurales de
Bolivia, la Federación de Maestros Rurales de La Paz, la
Central Obrera Regional de El Alto, la Confederación de
Colonizadores de Bolivia, las 6 Federaciones del Trópico
de Cochabamba, la Federación de Cocaleros de los Yungas
y las federaciones departamentales de campesinos de Oruro,
Cochabamba, Chuquisaca, Tarija, Potosí, Pando y varias centrales
y subcentrales, conformando una Confederación de Campesinos
“paralela” a la de Felipe Quispe y dirigida por Román Loayza.
Hace pocas semanas perdió la Federación de Juntas Vecinales
de El Alto (dirigida hasta el XIII Congreso de la misma
por el masista Mauricio Cori).
El
aparato político tiene una estructura de movimiento o partido
laxo más bien tradicional, electoralista. En el mismo se
expresa la alianza entre la burocracia campesina, la intelectualidad
pequeñoburguesa y remanentes de la izquierda reformista.
Naturalmente, la heterogeneidad interna es grande, desde
el progresismo socialdemócrata de moda en las ONG al nacionalismo
popular de Morales Dávila (ex maoísta), el populismo radical
de Filemón Escobar (ex trotskista) o un guevarismo difuso
como el de Antonio Peredo (de la Fundación Che Guevara).
Allí Evo Morales, juega el rol de árbitro y aglutinante
entre las varias tendencias internas y de caudillo reconocido
en la relación con la base. Todo ello, bajo una vaga ideología
populista-indigenista que pretende recoger “el marxismo,
la Cosmovisión andinoamazónica y la teología de la liberación”.
El
programa del MAS es un programa típicamente reformista,
donde las frases generales escamotean el filo progresivo
de las demandas campesinas, democráticas o nacionales, dándoles
la formulación lo más anodina posible, bajo el principio
de “pasar de la protesta a la propuesta”, privilegiar la
lucha parlamentaria, y en todo caso, “si ésta no funciona
volvemos a las calles” en una estrecha lógica de presión
sobre el régimen y el gobierno de turno, bajo la estrategia
de “recuperar la democracia que ha sido secuestrada por
el neoliberalismo”.
Ascenso
electoral e integración al régimen
La
necesidad de sortear las restrictivas trabas de la legislación
para participar electoralmente, llevó al naciente “Instrumento
Político por la Soberanía de los Pueblos” a utilizar la
personería jurídica del MAS. Este era hasta entonces un
pequeño desprendimiento de izquierda de la antigua FSB3.
Pronto el MAS-IPSP cosechará los primeros éxitos electorales,
ganando en varios municipios del Chapare gracias al masivo
voto de las bases sindicalizadas de la región.
A
partir del año 2000, la “guerra del agua” en Cochabamba,
y los masivos bloqueos en el Altiplano de septiembre y del
año siguiente muestran un giro en el proceso político, con
un vuelco en la relación de fuerzas favorable a las masas,
la apertura de una situación prerrevolucionaria y un salto
en el deterioro del régimen político y en los partidos burgueses
que coadministran el Estado desde 1985. El ánimo combativo
y el giro a izquierda en importantes sectores de masas comienzan
a buscar una alternativa política. El posicionamiento que
ha logrado el MAS y la persecución política contra Evo Morales
(que es escandalósamente separado del Parlamento y luego
“demonizado” por la propia Embajada yanqui) permiten que
éste logre un gran éxito político en las elecciones presidenciales
de 2002, donde emerge como gran fuerza política nacional,
conquistando unos 35 senadores y diputados, mientras que
él mismo se ve proyectado como figura política nacional
de primera línea (el MIP de Felipe Quispe hace una buena
elección en La Paz y logra también varios parlamentarios).
Sin
embargo, el ascenso electoral del MAS sella también un salto
adelante en su integración al régimen. De hecho toda la
campaña electoral estuvo signada no por la denuncia al régimen
ni fue puesta al servicio de la movilización de masas, sino
por la idea de “pasar de la protesta a la propuesta”, como
gustaban decir Evo Morales y Filemón Escobar. De esta manera,
si bien el ascenso electoral del MAS refleja el giro a izquierda
en la situación política y el descontento entre las masas,
lo hace ubicándose como ala izquierda del desvío electoral
organizado por la burguesía como salida para impedir que
se profundice el curso de movilizaciones iniciado en 2000.
De
hecho, si el carácter reformista del MAS es innegable desde
su misma conformación, la incursión en el terreno electoral
va de la mano de una creciente integración al régimen burgués,
“suavizando” su discurso para mostrarse como una “fuerza
seria y responsable” ante la burguesía y buscando aliados
que puedan hacerlo más “potable” entre la clase media urbana.
En
el Parlamento, la brigada masista (igual que la del MIP)
pese a sus componentes indígenas y campesinos no cuestiona
las instituciones del régimen y se integra con notoria facilidad
al funcionamiento parlamentario “normal”.
Ante
el estallido de las Jornadas del 12 y 13 de febrero de 2003,
que conmovieron profundamente al país, reabriendo la situación
prerrevolucionaria y dejando tambaleante al gobierno de
Goni, el MAS se mantuvo en el terreno del régimen en nombre
de la “defensa de la democracia” y en la búsqueda del “diálogo”
con el Gobierno, pese a los intentos de éste de continuar
la ofensiva contra los cocaleros del Chapare. El giro cada
vez más autoritario del gobierno (es decir, bonapartizante),
especialmente después de los primeros días de agosto, cuando
NFR se incorpora a la coalición, resta márgenes a esta política
conciliadora.
Entonces
el MAS prepara un calendario de demostraciones y marchas
pacíficas para presionar contra la política de venta del
gas en manos de las transnacionales que impulsa el gobierno
de Sánchez de Losada, siendo la primera la del 19 de septiembre.
El MAS no esperaba ni se había preparado para el estallido
que sobrevendría ante la brutal represión oficial en Warisata
al día siguiente y se vio sorprendido por la dinámica de
los acontecimientos.
El
MAS en Octubre: apagando los fuegos de la insurrección
El
levantamiento insurreccional fue un durísimo golpe a esta
podrida “democracia para ricos” y abrió una nueva etapa
política en el país, de carácter revolucionario, poniendo
en juego la cuestión del poder. Fue naturalmente una prueba
de fuego para todas las corrientes políticas que actúan
en Bolivia y en esta medida, obligó al MAS a dejar de lado
toda ambigüedad en su alineamiento con la defensa del orden
político de la “democracia para ricos”. Evo Morales, con
su viaje al exterior (Ginebra) en las jornadas más candentes,
mientras se luchaba y moría en el Altiplano y El Alto, trató
de demostrar que no tenía nada que ver con los sucesos que
el gobierno le achacaba. En todo momento la cúpula del MAS
se ubicó clara y conscientemente contra el desarrollo en
sentido revolucionario del levantamiento. De hecho, esto
influyó para que la mayoría de los sectores que dirige,
particularmente en Cochabamba, se incorporaran lentamente
al proceso y nunca alcanzaran al nivel de la vanguardia
alteña. A lo largo de un mes de lucha fue permanente la
negativa de los dirigentes principales del MAS a coordinar
la movilización y darle una perspectiva unificada e independiente,
compartiendo de esta forma la responsabilidad con Felipe
Quispe y la dirección de la COB en que el movimiento insurreccional
no pudiera avanzar más allá. Recién luego del 13 de octubre,
cuando la masacre en El Alto no deja otra alternativa, el
MAS levanta el reclamo de que se vaya el Presidente, pero
lo hace para sumarse a la discusión de una “salida constitucional”
que la propia clase dominante está iniciando en esos momentos
con la participación de los gobiernos vecinos (Brasil y
Argentina) y del imperialismo. Evo Morales y el MAS jugaron
un papel político fundamental, dentro y fuera del Parlamento
para viabilizar el recambio por Carlos Mesa como forma de
poner punto final a la insurrección en marcha y evitar un
derrumbe mayor del régimen político.
El
“guardián de palacio”
Después
del 17 de octubre, la dirección del MAS estableció estrechos
lazos con el nuevo gobierno, convirtiéndose en un socio
político insustituible para Carlos Mesa, alentando entre
las masas las ilusiones en éste y garantizándole por varios
meses una tregua social y política (en lo que lamentablemente
no estuvo solo pues también sostuvieron la tregua Felipe
Quispe y la COB, aunque ésta pasó a la oposición en las
semanas anteriores a Carnavales). Sin el “apoyo crítico”
del MAS al nuevo gobierno se le hubiera hecho muy difícil
sostenerse e irse afirmando en sus planes.
El
MAS “avaló” la integración al gobierno de Carlos Mesa de
figuras muy cercanas o pertenecientes a sus filas, como
el ahora ex ministro de Educación, Donato Ayma Rojas (caído
recientemente a raíz de la huelga del magisterio que se
prolongó durante cuatro semanas), el ex ministro sin cartera
Responsable de Asuntos Indígenas y Pueblos Originarios,
Justo Seoane P., que fue candidato a concejal por el MAS.
El Prefecto paceño, Nicolás Quenta, fue nombrado con el
aval del MAS y del MIP, y se podrían enumerar otros casos:
“También se conoce que varios viceministros y directores
de algunas prefecturas fueron ‘avalados’ por las organizaciones
sociales que controla este partido” 4.
Pero
estos hombres son sólo un aspecto parcial de la amplia colaboración
del MAS con el gobierno de Mesa. En el Parlamento, el rol
de los diputados y senadores del MAS es esencial para viabilizar
las iniciativas de un gobierno que carece de representación
parlamentaria propia.
En
realidad, después de Octubre ha cambiado la ubicación política
del MAS. Al profundizar su integración al Estado y su capitulación
al régimen político existente, se convirtió en una “pata
izquierda” esencial para la estrategia de reacción democrática
con la que el gobierno, la burguesía y el imperialismo esperan
desmontar el proceso revolucionario iniciado en Octubre.
El
plan político de Carlos Mesa se basa en tres promesas: referéndum,
reforma de la Ley de Hidrocarburos y Asamblea Constituyente,
presentándolas como la respuesta a las demandas del levantamiento.
En realidad, es una “agenda” contra Octubre y cada una de
estas propuestas está planeada para convertir las demandas
democráticas y nacionales de las masas en su contrario,
a través de los mecanismos de engaño y las trampas de la
democracia burguesa. Se trata de “cambiar algo para que
nada cambie” introduciendo pequeñas reformas políticas como
un “maquillaje” para hacer creer que “se perfecciona la
democracia” y “se respeta la voluntad popular”. Y por esta
vía, paso a paso, recomponer un régimen político más fuerte
que pueda enfrentar –incluso con la represión– a las luchas
de las masas, evitando el riesgo de nuevas erupciones revolucionarias.
No
se trata de “errores”. Toda la concepción política y estratégica
del MAS lo empuja a colaborar con el Gobierno y sus planes
en nombre de la “recuperación de la democracia”. Esto ha
sido ampliamente demostrado en los 9 meses transcurridos,
como lo demuestra la política del MAS ante los procesos
de lucha que comienzan a enfrentar al Gobierno, y de manera
escandalosa, su apoyo al referéndum del 18 de julio.
El
MAS contra la COB y la huelga general
Evo
Morales y los dirigentes del MAS se opusieron frontalmente
al llamado a la huelga general de la COB resuelto en el
Ampliado del 7 de abril. Algunos de ellos recurrieron a
los mismos argumentos utilizados por la burguesía en la
campaña de desprestigio contra Solares y la dirección cobista,
y contribuyeron en alto grado a impedir la unificación de
las luchas sectoriales que se sucedieron desde inicios de
mayo, contribuyendo en alto grado al fracaso del llamado
a la huelga general. Es cierto que la dirección de Solares,
con sus métodos burocráticos y aventureros y su política
de presión “in extremis” sobre Carlos Mesa eran un grave
obstáculo para que las movilizaciones se generalizaran y
unificaran efectivamente bajo una huelga general efectiva.
Sin embargo, el gobierno se hubiera visto en dificultades
mucho mayores para enfrentar la oleada de decenas de movilizaciones
que se extendieron durante mayo y junio de no haber sido
por el papel del MAS que hizo cuanto pudo para frenar, boicoteó
el llamado de la COB y se jugó a dividir la movilización.
Al respecto, la agencia Econoticias tituló una nota
crítica sobre el curso político de Evo Morales y el MAS
como “el guardián de palacio”...
El
apoyo a la trampa del referéndum
Es
sabido que asesores y dirigentes del MAS jugaron un rol
esencial en la formulación de las preguntas del referéndum,
atribuyéndose incluso la paternidad de las tres primeras5.
El
propio Evo Morales le dio su respaldo al tramposo Referéndum
de Mesa, afirmando que “casi todos los movimientos sociales
apoyan al Referéndum, porque se trata históricamente de
la primera vez que el pueblo decidirá sobre sus recursos
naturales. Más del 70 por ciento de las fuerzas sociales,
está de acuerdo para llevar adelante el Referéndum. Quienes
se oponen al Referéndum Vinculante son las trasnacionales
petroleras, la Cámara petrolera de Bolivia y los partidos
que impulsaron leyes para subastar nuestras riquezas”6.
Y Evo afirmaba esto cuando es un hecho que Repsol avaló
el referéndum y la campaña de propaganda oficial fue financiada
por la “cooperación internacional” ... es decir, las agencias
imperialistas7.
Este
aval al referéndum (presentándolo como una “conquista de
Octubre”) fue crucial para que el Gobierno pudiera apoyare
en las ilusiones democráticas de muchos trabajadores y campesinos
que aspiran a recuperar efectivamente el gas y desconfían
del gobierno, pero quisieron hacer pesar su voluntad a través
de las urnas. Apoyándose en este sentimiento, el gobierno
logró convencer a importantes sectores de que el Referéndum
era una conquista democrática y que el “Sí” significaría
un cambio en el camino de la recuperación del gas. Lo cierto
es que el “Sí” significó una burla a las aspiraciones populares,
mantener la vigencia de los contratos petroleros y un aval
a la política de exportación en manos de Repsol, Petrobras,
etc..
El
MAS hizo campaña activa por el voto en las organizaciones
sindicales y populares que dirige por el “Sí” a las tres
primeras y atacó violentamente a quienes promovían el boicot
o la abstención. Los resultados reflejaron el apoyo masista.
Carlos Mesa, que salió fortalecido con los resultados, no
ha perdido el tiempo en concertar acuerdos para avanzar
en el negocio del gas –que manejan Repsol-YPF, Petrobras
y un puñado de transnacionales, con nuevas ventas a Brasil,
Argentina y acuerdos en marcha con Perú para exportar a
México por el puerto de Ilo. Aunque ahora el MAS pretende
“interpretar” las preguntas del MAS para proponer una “nacionalización
de derecho” e impulsa su propio proyecto de Ley de Hidrocarburos,
e incluso ha amenazado con impulsar protestas a partir del
30 de agosto, lo cierto es que no puede ocultar la gravísima
responsabilidad política que le cabe al haber viabilizado
la trampa tendida por Carlos Mesa.
La
estrategia de “lulización”
El
compromiso político del MAS con la “gobernabilidad” y su
asociación al Gobierno no son ingenuidad política. Responden
a su estrategia reformista de “defensa de la democracia”
y a la decisión política consciente y coherentemente sostenida
de convertirse en una opción de gobierno “seria y responsable”
para la burguesía y el imperialismo, para hacer viable la
llegada al gobierno del MAS por vía electoral. El MAS ha
puesto todo su esfuerzo en alejarse de la imagen de “partido
cocalero” para lograr esto.
Evo
Morales y el MAS están tratando de seguir el ejemplo de
Lula y del PT brasilero, multiplicando las muestras de adhesión
al orden existente, de respeto a la propiedad privada, de
subordinación a las condiciones fijadas por las transnacionales
y la empresa privada en las dos últimas décadas de ofensiva
burguesa e imperialista bajo el manto del neoliberalismo.
En
este camino, las diferencias internas, como la reciente
ruptura entre el senador Filemón Escobar y Evo Morales,
no han obedecido a cuestiones de “principio” sino a cómo
irse acomodando a las exigencias del régimen, ya que ambos
defendían el mismo curso político general8.
Ya
en su Congreso Nacional de enero de este año en Oruro, el
MAS se fijó como meta ganar las próximas municipales, para
pasar a dirigir al menos 200 de los municipios del país,
y para ello, determinó buscar alianzas con sectores “progresistas”.
El propio Evo anunció el acuerdo para llevar como candidato
a Alcalde en Cochabamba a Gonzalo Lema, ex vocal de la Corte
Nacional Electoral, escritor y con un pasado político ligado
al MNR, pero a fin de cuenta, típico representante de los
figurones de clase media “respetables” con los que el MAS
busca aliarse de cara a las municipales.
Para
los “estrategas” del MAS, las municipales deben ser un trampolín
hacia la Asamblea Constituyente de 2005 y luego, hacia las
presidenciales de 2007.
Para
justificar su línea de “apoyo crítico” a Carlos Mesa como
“mal menor”, los dirigentes del MAS denuncian un supuesto
golpe de Estado en preparación al que le “harían el juego”
los llamados a movilizarse (como fue el llamado de la COB
a la huelga general), poniendo en “peligro a la democracia”
y favorecer los planes de la derecha burguesa y el imperialismo.
Este
argumento siempre ha sido utilizado por los reformistas
para frenar la movilización de masas, paralizándolas para
enfrentar a la reacción... hoy es evidente que no hay planes
serios de golpe, y que el imperialismo apoya a Mesa. Sin
embargo es utilizado por el MAS para justificar su profundo
giro a la derecha. Está por verse si éste le servirá para
“proyectarse al poder”.
Por
un lado, subsiste la desconfianza de la burguesía y del
imperialismo a un eventual acceso del MAS al gobierno. Cuanto
más éxito tenga el MAS en mostrarse como un “partido de
Estado”, cuanto más ayude a la clase dominante a desmontar
el proceso abierto en Octubre y a recomponer el régimen
político, recreando las ilusiones en la democracia y en
el voto, menos necesidad tendrá la burguesía de apelar a
un gobierno de Evo Morales y más fácil le será montar un
recambio político más confiable, con “hombres propios”,
para suceder a Mesa.
Esto
no descarta que la clase dominante se pueda ver obligada
a aceptar un gobierno del MAS si se ve ante el riesgo de
nuevos estallidos revolucionarios y su actual plan de reacción
democrática fracasa en contener el desarrollo del proceso.
El proyecto de colaboración de clases que encarna el MAS
será visto entonces como recurso para ganar tiempo, desacreditar
a la izquierda, desmoralizar a las masas y recuperar fuerzas
para la reacción.
Los
límites del reformismo electoral del MAS
Naturalmente,
cuanto más esfuerzo hace el MAS para convertirse en “aceptable”
para la clase dominante, más se aleja de la voluntad y aspiraciones
de la base popular. La estrategia “posibilista”, negociadora
y conciliadora del MAS, buscando la alianza con la “izquierda
de la sociedad burguesa” (abogados, militares, curas, ONG)
en los marcos de la democracia no sirve para obtener respuesta
a las demandas agrarias, indígenas, democráticas y nacionales
de la base.
Hemos
visto también cómo ayudó a burlar, con su apoyo al referéndum,
la demanda popular, de claro contenido antiimperialista,
de recuperación del gas y el petróleo.
El
MAS ha abandonado de hecho su consigna de “Asamblea Popular
Constituyente” con participación de los movimientos sociales
y pueblos originarios, para avenirse a la convocatoria a
una Asamblea Constituyente pactada, que no ponga en riesgo
lo que han acordado convocar para el año que viene Carlos
Mesa y el parlamento.
En
lugar de luchar por la derogación de la nefasta Ley 1008,
impuesta por el imperialismo, que legaliza la persecución
a los cocaleros y la estrategia de erradicación de la hoja
de coca, el MAS pide la modificación de su Art.19.
Frente
a la acuciante cuestión de la tierra, el MAS plantea la
reversión de los “latifundios improductivos”, pero no la
liquidación del latifundio como base de una verdadera revolución
agraria sin la cual no hay salida a la situación campesina.
Ha
convertido la lucha por la autodeterminación de los pueblos
originarios en una lucha por la “inclusión” en los marcos
del “pluri-multismo” que no cuestiona las bases materiales
de la opresión.
Pero
por esta vía no se pueden resolver las demandas más sentidas:
ni la recuperación del gas, ni la defensa de la coca, la
tierra y el territorio, ni la resolución de los problemas
de trabajo, salario, salud, educación o seguridad social.
Todas estas cuestiones vitales exigen afectar los intereses
y la propiedad de las transnacionales, los terratenientes
y los grandes empresarios por lo que plantean una lucha
de masas revolucionaria por el poder para ser resueltas.
No
hay posibilidad de “poner al servicio del pueblo” al actual
aparato estatal, instrumento de la gran propiedad privada,
de los terratenientes y enfeudado a los intereses de las
transnacionales. El MAS comparte la ilusión de todos los
populistas y reformistas, de que el Estado puede ser un
“árbitro” entre el capital extranjero y la nación oprimida,
entre los latifundistas y explotadores nativos y las masas
pobres...
El
papel y las posiciones del MAS desnudan los estrechos límites
de esa supuesta “nueva izquierda”, que en realidad defiende
las mismas viejas recetas reformistas que han fracasado
en Bolivia y en el mundo una y otra vez.
Hace
falta poner en pie una alternativa de dirección obrera,
socialista y revolucionaria
Al
verse obligado a defender al gobierno de Mesa y sus principales
medidas y a oponerse a toda tendencia a que las luchas se
unifiquen y se conviertan en un enfrentamiento político
con el gobierno, el MAS está provocando descontento entre
los sectores avanzados y comienza a desilusionar a sectores
de vanguardia. Las posiciones del MAS han sido duramente
cuestionadas en Ampliados, asambleas, seminarios y otros
eventos de discusión sindical y política. Sin embargo, y
pese al desgaste sufrido en estos meses entre la vanguardia
que rechaza este curso de freno a las luchas y apoyo al
gobierno, el MAS conserva la simpatía de amplios sectores
de masas y pretende seguir presentándose como el representante
del pueblo indígena y trabajador. Por otra parte, la dirección
de Solares en la COB no ofrece ninguna alternativa, ya que
defiende también la colaboración de clases con los sectores
“democráticos” o “patrióticos” de la burguesía y se opone
a levantar una alternativa política propia de los trabajadores.
Es
preciso poner en pie una verdadera herramienta para la liberación
de la clase obrera, que luche por poner a ésta al frente
de la nación oprimida en la lucha contra el imperialismo,
los grandes propietarios y la reacción interna.
La
discusión sobre la necesidad de una organización política
propia ha comenzado en algunos medios sindicales. No se
trata de hacer un “instrumento político” cualquiera, es
decir, “un nuevo MAS” ni de buscar la alianza con representantes
de izquierda de la burguesía, como el Mayor Vargas o el
ex juez Costa Obregón, como opina la dirección cobista.
Hace falta poner en pie una alternativa obrera y socialista,
que encarne lo mejor del levantamiento de Octubre y plantee
claramente la lucha revolucionaria por un gobierno obrero
y campesino.
Los
trotskistas de la LOR-CI luchamos por un partido revolucionario
de los trabajadores, socialista e internacionalista. Consideramos
que una forma de avanzar podría ser un “instrumento político
revolucionario de los trabajadores”: basado en los sindicatos
y en sus asambleas de base, que defienda la independencia
política de los trabajadores, con un programa para imponer
una salida obrera y campesina a la crisis nacional y organizado
según los métodos de la más amplia democracia obrera, con
dirigentes responsables ante la base y libertad de tendencias.
Poner en marcha el proceso de discusión y organización permitiría
aprovechar los resquicios electorales para dar la batalla
por la independencia de clase en todos los terrenos, denunciar
el régimen y sus trampas y preparar el terreno para futuros
combates.
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Notas:
1 “Los Tiempos” de Cochabamba, del 2-07-2003.
2 Econoticias, Radiografía del movimiento sindical boliviano.
3 Falange Socialista Boliviana, corriente de origen
fascista surgida en los años 40, inspirada en el franquismo.
4 Econoticias, Radiografía del Movimiento sindical boliviano.
5 Así lo reconoce explícitamente Manuel Morales Olivera,
en Pulso Nº 252, 18 al 24/06/2004.
6 www.rebelión.org. Entrevista con Evo Morales,
La lucha por la nacionalización de los hidrocarburos,
Ricardo Martínez Martínez - Al Filo.
7 La Prensa, 16/05/2004.
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A mediados de mayo estalló públicamente el enfrentamiento
entre Evo Morales, apoyado por la amplia mayoría de la dirección
y los parlamentarios del MAS, y Filemón Escobar (conocido
como “Filipo”), prácticamente su principal mentor ideológico
y uno de los referentes y voceros principales. El motivo
inmediato fue el comportamiento de los senadores del MAS
en la sesión en que se trataba el acuerdo entre Bolivia
y Estados Unidos para garantizar la inmunidad de las tropas
yanquis ante la Corte Penal Internacional. El gobierno de
Bush venía presionando para que este acuerdo fuera aprobado,
amenazando con retirar la ayuda militar norteamericana si
no era así. Ahora, a consecuencia del escándalo de las torturas
a prisioneros iraquíes por las tropas de ocupación norteamericanas
y sus aliados, Washington parece haber desistido de este
empeño. Pero en Bolivia aspiraba a lograr una primera victoria
en toda América Latina, pues hasta ahora ningún país de
la región había aceptado estas imposiciones.
Según Evo Morales, “La bancada (de senadores)
del MAS está implicada en la aprobación del convenio, porque
al retirarse de la sesión permitió eso. Además el compañero
(Escobar) se comprometió con el gobierno a retirarse
de la sesión para facilitar la aprobación”.
Filemón se defendió argumentando que la “media sanción”
del acuerdo en Senadores había sido una maniobra del MNR,
MIR y NFR e intentó vanamente “apelar a las bases”. Pero
la ruptura estaba consumada y la respuesta de Evo fue terminante:
“Pido disculpas al pueblo boliviano por la traición del
compañero y los errores de otros senadores por seguir instrucciones
de Filemón Escobar, quien sabía ya en diciembre que se aprobaría
la inmunidad.”
Mientras el resto de los senadores parecen dispuestos a
disciplinarse al MAS, el desplazamiento de Filemón es un
hecho. |