Introducción
En
julio del año 2000, el PRI perdía las elecciones
presidenciales frente a Vicente Fox, candidato del derechista
PAN (Partido Acción Nacional). Llegaba a su fin el
régimen de partido estado -el priato- que gobernó
México durante más de 70 años, y culminaba
exitosamente el plan de la transición pactada, mediante
el cual el imperialismo y la burguesía se jugaron
a desviar una posible caída revolucionaria del priato
a partir del levantamiento zapatista de enero del '94. Hoy,
a poco más de 3 años de la asunción
de Vicente Fox, México está cruzado por un
proceso de movilización iniciado el año pasado
y profundizado por la actual lucha de los trabajadores del
Seguro Social, el cual se da en un contexto de creciente
descrédito del gobierno, desgaste del nuevo régimen
de la alternancia y la desilusión de millones de
mexicanos con el "cambio" foxista que sólo
ha traído más hambre, miseria y explotación
para el pueblo explotado y oprimido.
Las próximas elecciones presidenciales de 2006 serán,
para la burguesía y el imperialismo, un hecho importante
por tratarse de la primera sucesión después
del fin del priato. Pero los últimos meses estuvieron
cruzados por numerosos escándalos políticos
en los partidos representantes de la clase dominante y por
las primeras peleas preelectorales que cimbraron la estabilidad
del régimen de la alternancia.
Primero fueron los llamados video-escándalos, en
donde Carlos Ahumada, empresario de la construcción
vinculado al centroizquierdista PRD (Partido de la Revolución
Democrática), aparecía entregando grandes
sumas de dinero a altos funcionarios de este partido, como
René Bejarano y Carlos Imaz, ex dirigente del movimiento
estudiantil de 1986. Estos escándalos golpearon fuertemente
al partido del sol azteca, provocando que Rosario Robles,
figura emblemática del ala izquierda del PRD renunciara
a dicho partido, y arrastrando a la baja la popularidad
de Andrés Manuel López Obrador, jefe de gobierno
de la ciudad de México y principal presidenciable
del PRD. En el oficialista PAN, Felipe Calderón Hinojosa,
secretario de Energía y precandidato presidencial,
renunció a su puesto en el gabinete dando un portazo,
en tanto que Martha Sahagun de Fox se retiró de la
carrera electoral en medio de fuertes críticas del
PRI y el PRD a Fox por apoyar desde la presidencia la candidatura
de su esposa. En ese marco se desató la pelea entre
el gobierno de Fox y la administración perredista
de México DF, cuando el primero, en un claro intento
por mermar las posibilidades electorales de López
Obrador, amenazó con buscar su desafuero y su juicio
político, lo que de darse sería un desestabilizante
terremoto político, y que ha sido respondido por
el PRD mediante la organización de manifestaciones
de apoyo al jefe de gobierno.
El anticipado arranque de la carrera electoral y las disputas
entre los partidos responde tanto al debilitamiento de la
figura presidencial (que ha sido criticada por sectores
del imperialismo) como al anticipado desgaste de la alternancia,
cuestiones que sin duda son potenciadas por estas mismas
peleas interpartidarias, como explicaremos más abajo.
Por
otra parte, como planteamos más arriba, en las últimas
semanas se ha desarrollado un fuerte proceso de lucha y
movilización de los trabajadores de los hospitales
y clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS), que con cortes viales, mítines y paros escalonados,
enfrentan la reforma de la Ley de Seguridad Social impulsada
por el PRI y el PAN, reforma que ha polarizado a la sociedad.
La movilización avanzó nacionalmente y el
4 de agosto, ante la inminente votación, sectores
de trabajadores bloquearon el Senado, una medida inédita
en México (previamente habían cercado el Congreso
de la Unión). Las direcciones sindicales de la Unión
Nacional de Trabajadores (central que junto al Congreso
del Trabajo agrupa a la mayoría de los sindicalizados)
y del Sindicato Mexicano de Electricistas (uno de los sindicatos
con mayor tradición combativa en el país)
anunciaron la realización de un paro nacional para
el 1° de septiembre. Como desarrollamos abajo, esta
coyuntura de movilización y lucha de los trabajadores
del Seguro Social es la punta de lanza del descontento obrero
y popular, marcando una tendencia a más inestabilidad
política y mayor protagonismo de la lucha de clases
del movimiento obrero y sus aliados.
Ante ello, es necesario analizar la realidad con un método
marxista, huyendo de los relatos unilaterales y las exageraciones.
Para ello debemos partir de explicar la instauración
del régimen de la alternancia en 2000 y su actual
crisis, producto de los profundos movimientos que cruzaron
la sociedad en los últimos años.
El
ascenso de Fox y la caída electoral del PRI: un triunfo
de la burguesía y el imperialismo
La
transición pactada y su coronación, la instauración
de un nuevo régimen democrático burgués
basado en la alternancia de los partidos y el rol del Congreso,
combinado con rasgos bonapartistas heredados del viejo priato,
fue la forma que asumió una contrarrevolución
democrática (es decir una política reaccionaria
con métodos pacíficos) basada en el pacto
entre los partidos, que desvió hacia las elecciones
el cuestionamiento al priato. Este nuevo régimen
de dominio se caracterizó por una mayor subordinación
al imperialismo, y tiene en su base la transformación
"neoliberal" del viejo estado semicolonial, con
el fortalecimiento de las posiciones de la gran burguesía
y las transnacionales en todas las áreas de la economía
(finanzas, industria, servicios) de las cuales está
pendiente la privatización del sector energético,
aunque en la Compañía Federal de Electricidad
y Petróleos Mexicanos (PEMEX) la inversión
extranjera avanzó un 138% desde 20001.
Con esta contrarrevolución democrática se
buscó contener la descomposición política
del régimen de dominio iniciada con las movilizaciones
contra el fraude de 1988 y potenciado en 1994 a partir del
levantamiento zapatista. Debido a que no se dio en México
una revolución proletaria -ni siquiera un ascenso
obrero y popular de cierta importancia- a la burguesía
le bastó, para lograr este objetivo, con una fuerza
política conservadora (el PAN) y un candidato (Fox)
que supo apropiarse oportunístamente de las banderas
del cambio democrático. El nuevo régimen sacó
su fortaleza inicial tanto de la falta de acción
de la clase obrera, como del fuerte respaldo del imperialismo
manifestado con varios blindajes financieros (como el de
1995) y una relación económica y política
privilegiada.
Una nueva situación en México
La
burguesía esperaba que el cambio de régimen
garantizara un largo periodo de estabilidad. Pero las cosas
han sido más complejas.
Como decíamos arriba, Fox llegó a Los Pinos
capitalizando las aspiraciones de cambio y democracia de
millones, hartos del PRI. Pero ya a pocas semanas de esos
sucesos, decíamos "el que surge es un régimen
que profundizará la aplicación de los planes
imperialistas que el PRI, debilitado y en crisis, no podía
imponer sin profundizar las contradicciones y la polarización
social en el campo y la ciudad, ya que podría ser
rebasado, abriéndose situaciones donde las masas
trabajadoras se movilizaran contra el régimen con
sus propios métodos de lucha y lo derribaran en forma
revolucionaria"2.
Pero desde el comienzo enarboló un programa de recolonización
del país (privatización del sector energético,
contrarreforma laboral, fiscal y del sector salud) y atacó
las conquistas y el nivel de vida de las grandes mayorías.
Ésta fue la principal contradicción del gobierno:
incapaz de resolver las aspiraciones democráticas
y de mejor calidad de vida de las masas, perdió base
de apoyo entre las clases medias y pasaron a la oposición
amplios sectores de los trabajadores y el pueblo. Esto tuvo
su expresión (pasiva pero no menos significativa)
en las elecciones de medio término en julio de 2003,
cuando salió derrotado el PAN, acelerándose
el desgaste del gobierno federal3.
A
fines de 2003, el intento de imponer la reforma fiscal (imposición
del IVA a alimentos y medicinas) y avanzar en la privatización
y apertura completa del sector energético al capital
imperialista, generó una importante respuesta de
los trabajadores, cuando el 27 de noviembre de 2003 se movilizaron
alrededor de 150.000 personas. Esta manifestación
fue convocada por el SME y la central opositora UNT y se
convirtió en la acción más importante
en años por su masividad, por su carácter
político y por los sectores sociales que entraron
en juego. La participación obrera, expresada en los
contingentes del SME, del Sindicato del Seguro Social, trabajadores
telefónicos (que incluyó a cientos de jóvenes
trabajadores que nutrieron los contingentes electricistas
y otros sindicatos), junto a sectores populares, juveniles
y estudiantiles, convirtió la marcha en un frente
único, obrero y popular contra el gobierno y sus
planes. A la vez, el peso obrero dificultó que la
burguesía "opositora" pudiera montarse,
y por ello los diputados del PRD y del PRI tuvieron menos
protagonismo que en otras movilizaciones.
Esta movilización fue la expresión más
alta del descontento; si en los meses y años previos
la resistencia fue dispersa y parcial, el 27/11 marcó
un salto cualitativo con su tendencia a la unidad de los
sectores en lucha y logró frenar los planes de Fox
y el imperialismo. Con esta importante acción, México
comenzaba a ponerse a tono con la situación de la
mayor parte de América Latina.
Esta
situación de la lucha de clases se combinó
con las diferencias entre la mayoría del PRI y el
PRD con Fox y el PAN, donde los primeros rechazaron la propuesta
de reforma fiscal del gobierno. Estas disputas cruzaron
transversalmente a los partidos, especialmente al PRI. En
este partido, el ala pro gubernamental de su secretaria
general, Elba Esther Gordillo, apoyó la propuesta
presidencial y luego de un agrio enfrentamiento fue derrotada
por Roberto Madrazo, presidente del PRI.
La movilización del 27 de noviembre y el retroceso
del gobierno en la aplicación de la reforma fiscal,
marcan un punto de inflexión y la apertura de una
nueva situación en la cual se desarrollará
una creciente crisis política en el régimen
de la alternancia.
La crisis del régimen de la alternancia
¿Cuáles
son las causas profundas por las que el nuevo régimen,
"mimado" por el imperialismo, comenzó tan
rápidamente su desgaste?
En primer lugar, porque impactaron en México los
cambios en la situación internacional, como las tendencias
a la recesión y el cuestionamiento de la hegemonía
norteamericana. Si la transición pactada basó
su fuerza en el apoyo imperialista, Fox asume simultáneamente
al comienzo de la crisis del patrón de acumulación
capitalista basado en la industria maquiladora de exportación
y las ramas dinámicas de la producción (como
la automotriz y la electrónica) en un "modelo"
de integración subordinada a los EEUU. Las tendencias
a la desaceleración de la economía norteamericana
y la competencia arrolladora de las exportaciones chinas
al mercado norteamericano, aunado a un claro retroceso de
la inversión de capitales foráneos (el ingreso
en concepto de remesas de mexicanos en el extranjero es
mayor que la inversión extranjera), impulsaron el
desaceleramiento de la economía nacional desde 2000,
la que aún no recupera el terreno perdido por el
PIB, y que en este 2004 crecerá menos que el promedio
del continente4. Estas tendencias de largo plazo existen
más allá de recuperaciones coyunturales (como
las que experimentaron recientemente sectores de la producción)
y de la renta suplementaria proveniente del alza de los
precios del petróleo. Como consecuencia de la falta
de "éxitos" económicos, el régimen
perdió capacidad para generar consenso entre las
capas medias e incluso en sectores de la clase obrera, como
logró el priato en los años de los ex presidentes
Salinas y Zedillo.
En segundo término, la contradicción de haber
ascendido al régimen montándose en las aspiraciones
de cambio de las masas, se potenció por las consecuencias
del desaceleramiento económico y el aumento del desempleo
(112% en lo que va del sexenio) y el estancamiento salarial.
Esto aumenta el descontento, le quita margen político
a Fox y obliga a los partidos "opositores" a reposicionarse.
Aunado a lo anterior, ante el odio al priato, principal
motor del "ni un voto al PRI" de julio de 2000,
aparece claramente el carácter degradado de esta
democracia para ricos. Recientemente el PAN y el PRI pactaron
a todas luces y evitaron la consignación del genocida
ex presidente priísta Luis Echeverría, responsable
de las masacres de 1968 y 1971. A la vez, continúan
gran parte de las odiadas estructuras características
del priato, como el poder de los caciques en el campo y
la ciudad, las mafias vinculadas al poder político
y la descomposición de las fuerzas represivas, con
su secuela de secuestros, violaciones y asesinatos (como
el feminicidio de Ciudad Juárez, donde cientos de
mujeres han sido asesinadas). Se vuelve evidente que este
régimen y el gobierno panista no pueden resolver
las demandas más elementales, y se potencia el desprestigio
de instituciones características del viejo régimen,
como la burocracia charra.
Este
desgaste del régimen de la alternancia ha llevado
a algunos en la izquierda a opinar, incorrectamente, que
no hubo cambio de régimen en México. Coinciden
con quienes sostienen que en 2000 se dio una "revolución
democrática" en negarse a ver el triunfo que
significó, para la burguesía, consumar la
transición, alejando la posibilidad de la caída
traumática del régimen y logrando que México
fuera, durante varios años, un polo de estabilidad
continental y un punto de apoyo para la política
de EE.UU. No se comprende así la dialéctica
de una contrarrevolución democrática cuyo
corto alcance fue condicionado por las contradicciones que
acabamos de plantear y por su incapacidad para resolver
las aspiraciones democráticas que no pudo resolver
un régimen con más de 70 años de existencia.
Entender este proceso es fundamental tanto para el análisis
como para desarrollar una estrategia alternativa a la política
de la burguesía y sus representantes.
Desestabilización y brechas en las alturas de
la alternancia
Entonces,
el descontento y la desilusión crecientes son la
base de las brechas en las alturas y de la crisis política
en el régimen.
Esta crisis se expresa en que, frente a la caída
del gobierno en su popularidad, las instituciones y los
partidos de oposición no se fortalecieron. Esto fue
evidente el 6 de julio de 2003: por una parte, ni el PRI
ni el PRD crecieron en su cosecha electoral (aunque por
las características del sistema electoral el PRD
acrecentó su bancada). Por la otra, si Fox ganó
en 2000 con una alta participación electoral, en
2003 se expresó una sólida tendencia al abstencionismo,
lo que de continuarse, pone en cuestión la legitimidad
de un recambio en 2006. En ese contexto, la credibilidad
del Instituto Federal Electoral, institución encargada
de garantizar la "transparencia" de las elecciones,
también viene en picada.
Esta deslegitimación se acrecienta porque ante las
próximas elecciones, las relaciones entre partidos
se polarizan, con mayores enfrentamientos. Por ejemplo,
la judicialización de la contienda electoral es una
posibilidad latente tras las amenazas de desafuero a López
Obrador. Y también porque los pactos existentes son
acuerdos a todas luces pragmáticos para la contienda
electoral (como la alianza PRD-PAN-Partido Verde en el estado
de Oaxaca tras la candidatura de un ex priísta vinculado
al nefasto ex secretario de gobernación Diodoro Carrasco,
para enfrentar al candidato del gobernador priísta
José Murat) o acuerdos evidentemente reaccionarios
como el suscrito por el PAN y el PRI en torno a la contrarreforma
al régimen de jubilaciones y pensiones de los trabajadores
del IMSS.
Esta crisis política (junto a varios escándalos)
está afectando la credibilidad del congreso, principal
palestra de acción de los partidos. ¿Cuáles
serán las consecuencias de ello? Por tratarse de
la institución pilar de la transición pactada
y del actual régimen, muy profundas, sin duda. Sectores
de las masas podrían comenzar a ver el verdadero
carácter de esta reaccionaria institución,
dificultándose así las operaciones de contención
por parte de la oposición burguesa parlamentaria.
Hacia
2006, aparece el problema del recambio gubernamental. El
PRD, que podría fungir como una alternativa de recambio
y cuenta con un precandidato con alto índice de popularidad,
tiene poca proyección nacional (centrado esencialmente
en México D.F. y el Estado de México) y escasa
inserción en las estructuras caciquiles del campo
y la ciudad. A la vez, su contradicción clave está
en su relación con el movimiento de masas. El PRD
está tensionado entre su ubicación como opositor
y su evolución a derecha de los últimos años
para postularse como una alternativa capaz de garantizar
la estabilidad a la burguesía. Esta evolución
se hizo patente en las estrechas relaciones entre el jefe
de gobierno del DF y distintos empresarios, entre los que
está Carlos Slim, dueño de un holding de empresas
de telecomunicaciones, bursátiles y de comercio.
Esta contradicción se agravará ante luchas
obreras como la del IMSS, que le exigirán un giro
a izquierda, lo que podría generar mayores enfrentamientos
entre los sectores del PRD, dividido entre el ala izquierda
de Cuauhtémoc Cárdenas, el sector que responde
a López Obrador, y las alas más derechistas
de Amalia García (ahora gobernadora del estado de
Zacatecas), y el senador Jesús Ortega.
El PRI es el partido más importante del régimen,
por la cantidad de estados que gobierna y su bancada parlamentaria.
Sin embargo, arrastra explosivas contradicciones estructurales.
En primer lugar, porque si el presidente de turno arbitraba
entre los distintos grupos, la pérdida de este poder
central abre la puerta para la feudalización en torno
al poder que concentran los gobernadores de este partido.
Esto se potencia por la heterogeneidad interna y la lucha
entre los grupos "nacionalistas" y "neoliberales",
que en el futuro pueden afectar la estabilidad burguesa.
En otro sentido, la identificación que sectores de
las masas hacen entre el PRI y el viejo régimen,
complica la credibilidad de un recambio basado en el PRI,
el cual anuncia medidas propias del viejo régimen
para retornar a la presidencia, como las alianzas tejidas
con Hank, alcalde electo de Tijuana, y miembro de una familia
emblemática y característica del viejo régimen.
El creciente desgaste y la apertura de una crisis en el
régimen han alentado la emergencia de la acción
de sectores de la clase obrera y las masas, que desarrollamos
a continuación.
Las nuevas luchas de la clase obrera mexicana
Desde
el levantamiento indígena y campesino de Chiapas,
en 1994, fueron escasos y localizados los fenómenos
de lucha protagonizados por la clase trabajadora. La resistencia
quedó en manos del campesinado, el movimiento indígena
y los estudiantes. Desde la asunción de Fox, se dieron
distintas luchas protagonizadas por sectores parciales de
la clase trabajadora, que en su mayor parte fueron aisladas
y/o derrotadas, como el caso de los trabajadores de la Universidad
Autónoma Metropolitana, de la llantera Euzkadi, los
siderúrgicos de la ciudad de Lázaro Cárdenas
y en la Volkswagen, la mayor fábrica de México
(11.000 trabajadores en 2000), donde pasaron los retiros
voluntarios y la reducción salarial.
Muy distinta a la situación de fortaleza de la alternancia
en los años 2000-2003, el debilitamiento del gobierno
y las disputas interburguesas abrieron brechas que fueron
aprovechadas por sectores de la clase obrera para iniciar
con la acción del 27 de noviembre una nueva fase
de resistencia obrera y popular. Esto continuó con
nuevas luchas de los trabajadores.
Desde fines del año pasado, el gobierno anunció
una reforma que aumentaba la edad jubilatoria y los aportes
obreros al sistema de jubilaciones, atacando el Contrato
Colectivo de Trabajo de un sindicato de 360.000 afiliados.
Como ha reconocido la misma burocracia del Congreso del
Trabajo, que apoya la reforma, ésta es la punta de
lanza de un ataque contra el conjunto del sistema de pensiones.
Y es parte de una ofensiva contra el sistema de seguridad
social, una de las conquistas más importantes para
el movimiento de masas arrancada al estado posrevolucionario
(y dicho sea de paso, el sistema de seguridad social más
grande de América Latina). Ofensiva que por sus consecuencias
económicas y políticas, podría ser
la base para luchas generalizadas de los trabajadores y
el pueblo.
Frente a ello, en el Seguro Social se inició, desde
fines de 2003, un importante proceso de movilizaciones y
acciones callejeras que en los meses previos fueron la expresión
más alta del estado de ánimo y la disposición
a la lucha de la clase obrera. En el mes de marzo, en el
XXIII Congreso extraordinario del SNTSS (Sindicato Nacional
de Trabajadores del Seguro Social), la presión de
las bases impulsó a la mayoría de los delegados
a oponerse a las modificaciones al Contrato Colectivo de
Trabajo, en contra del secretario general del sindicato,
Roberto Vega Galina (uno de los presidentes colegiados de
la UNT) quien las defendía en acuerdo con la Secretaría
de Salud y el gobierno de Fox.
Si, como decíamos antes, su prematuro desgaste afectó
a instituciones claves del régimen de dominio, en
el conflicto del IMSS esto se mostró desde principios
de año cuando surgió una importante vanguardia
que se opuso a la burocracia sindical priísta (Vega
es diputado federal por el PRI). Parte de este fenómeno
antiburocrático es el Frente de Trabajadores y Trabajadoras
Activos y Jubilados del Seguro Social, que aglutina a corrientes
sindicales y activistas independientes (del cual forma parte
Hoja Obrera, corriente de opinión de trabajadores
de la salud en la cual participa la Liga de Trabajadores
por el Socialismo), el cual surgió en los meses previos
con una política opuesta a la burocracia sindical,
e impulsó un Encuentro de Trabajadores a través
de una convocatoria que tendencialmente iba hacia la independencia
de clase.
Así,
México comienza a ponerse a tono con una característica
que recorre la lucha de clases en distintos países
de América Latina, esto es, la mayor participación
de sectores concentrados de la clase trabajadora. Si la
clase obrera mexicana arrastra gran atraso en su subjetividad,
consecuencia de décadas de dominio priísta
así como de la influencia del stalinismo (integrado
desde 1988 al PRD), este fenómeno antiburocrático
expresa, en México, las tendencias a la recomposición
de la subjetividad proletaria, tendencia que se expresa
en la acción de la clase obrera en Bolivia (los mineros
de Huanuni), en Argentina (las fábricas ocupadas
y bajo control de los trabajadores) y en las huelgas "salvajes"
de varios países de Europa.
Estas tendencias antiburocráticas nos remiten a gloriosas
páginas de la historia del proletariado mexicano,
cuando aprendió que para luchar seriamente había
que enfrentarse al charrismo, como en el caso de los ferroviarios
a fines de los ´50, en la época de la "insurgencia
obrera" de los ´70 o en los mismos años
´80 en las luchas del magisterio democrático.
Pero a diferencia de entonces, asistimos a una creciente
deslegitimación de un régimen político
que no cuenta con la fortaleza económica de las décadas
previas, cuando el priato tuvo una política "desarrollista"
y pudo conceder conquistas como la seguridad social. Esas
son las bases estructurales para pensar que la acción
de sectores de la clase obrera desde fines de 2003 puede
estar abriendo lo que no se pudo abrir en los ´90:
el inicio de una crisis de la dominación burguesa
sobre el movimiento obrero, basada en el rol de la burocracia
sindical y en la cooptación al PRI, para subordinar
y pasivizar al proletariado5.
Como
expresión del desprestigio de las instituciones,
están surgiendo otros fenómenos sociales.
El 27 de junio, sectores de las clases medias y medias altas
dirigidos en gran medida por sectores conservadores y ultraderechistas,
como la Confederación Patronal de México,
la clerical Provida y asociaciones "vecinales",
fueron los protagonistas principales de una multitudinaria
movilización. En los años previos, algunas
de estas organizaciones fueron alentadas por el gobierno
de Fox, como la antiabortista Provida, que dirige los centros
oficiales de "apoyo a la mujer". De signo claramente
reaccionario por su reclamo mayoritario (más seguridad)
la movilización expresó distorsionadamente
un complejo fenómeno con raíz en la descomposición
del estado y en la acción de bandas policiales y
parapoliciales en la "industria" del narco y el
secuestro. Eso explica que el 27/6 participaron desde las
familias de los barrios exclusivos de Cuajimalpa y Huixquilucan,
hasta los familiares de las mujeres asesinadas de Juárez
que luchan contra un feminicidio cometido con la complicidad
del régimen.
Frente a estos fenómenos surgen alternativas políticas
claramente reaccionarias, como la candidatura del camaleónico
y ex centroizquierdista Jorge Castañeda, e indican
que podemos asistir al surgimiento de un "partido del
orden" dirigido a las clases medias y medias altas.
Lo
que está planteado es la posibilidad de que la clase
obrera aproveche el debilitamiento del régimen para
realizar nuevas y más elevadas acciones, incorporando
a los sectores concentrados en las grandes industrias y
el conjunto de los servicios y disputando la hegemonía
política sobre las clases medias y los sectores populares
a las distintas variantes del régimen. Frente a esa
posibilidad es que surge un nuevo capítulo de la
ofensiva burguesa.
Una coyuntura de mayor tensión entre las clases
Desde
mediados de julio, con el acuerdo PRI-PAN para reformar
la ley del seguro social, la situación política
transita un momento de polarización política
y de tensión entre las clases. La propuesta PRI-PAN
(apoyada por el rabiosamente propatronal Congreso del Trabajo
y sus diputados y senadores) es una solución claramente
reaccionaria al hecho de que en el Congreso sindical no
habían pasado las reformas exigidas por el gobierno6.
Aprovechando la mayoría parlamentaria priísta,
la clase dominante unificó las fuerzas de sus dos
principales partidos y resolvió la situación
con un clásico albazo.
Este ataque es el más frontal desde 2000, y muestra
una unidad mucho mayor que la existente en el intento de
reforma fiscal y un fortalecimiento coyuntural basado en
los pactos reaccionarios, en el peso institucional del PRI
y el PAN (gobernaturas, parlamentarios, etc.) y en el control
priísta sobre el aparato sindical. Prueba de ello
es la votación fast track en el congreso, desoyendo
los "ruegos" de la dirección del SNTSS.
Si en los primeros años del foxismo los pactos fueron
centrales para lograr estabilidad, hoy es un maridaje forzoso
para sostener la alternancia, contrarrestar la crisis política
y fortalecer el ataque contra los trabajadores.
Con el pacto, el gobierno de Fox no absorbe solo el descontento
popular y sus consecuencias electorales, en tanto que el
PRI recobra poder de decisión en la situación
nacional, aprovechando a su favor la debilidad de un gobierno
que no tiene la fuerza para actuar solo.
Si
estamos en un momento de tensión entre las clases
es porque esta ofensiva provocó un salto en la movilización
de los trabajadores del IMSS.
El viernes 23 de julio, precedido por bloqueos de avenidas
y mítines, se realizó una multitudinaria manifestación,
continuada por plantones, bloqueos de avenidas y múltiples
manifestaciones. El 4 de agosto, ante la votación
inminente, se bloquearon los ingresos a la Cámara
de Senadores, que sólo pudieron ser "liberados"
con la acción represiva de la policía. Mientras
la dirección del sindicato se negaba a convocar a
una huelga nacional, en varios estados de la república
se realizaban paros escalonados y tomas de oficinas, y en
distintas dependencias del DF y otros lugares del país,
surgieron comités de base. Como retrataron los medios
de comunicación, sectores de vanguardia han coreado
una y otra vez "Si hay traición, habrá
destitución", y está madurando un proceso
de enfrentamiento de los sectores más avanzados con
la burocracia sindical que no cejará en apelar a
métodos gangsteriles para cuidar sus puestos. La
importancia de ello es retratada por el diario La Jornada,
que en su edición del domingo 8/8 publicó
"Integrantes del frente, corriente política
al interior del SNTSS, señalaron que no es conveniente
esperar a que la cúpula del gremio emprenda marchas
y paros (programados para el 31 de agosto y 1º de septiembre
próximos). 'Hay que actuar ya en contra de la reforma
a la Ley del IMSS (...) Tomar la calle cuantas veces sea
necesario y acudir a los paros escalonados, bloqueos y faltas
colectivas de inmediato ... Nuestra lucha no es para quitar
a un grupo y poner a otro sino en defensa de la seguridad
social, el contrato colectivo de trabajo y, en particular,
para que se respeten los resolutivos de nuestro congreso
nacional de marzo pasado. Si los líderes seccionales
y nacionales quieren asumir estos principios caminaremos
en el mismo sentido. Esperamos que reivindiquen su papel
y la lucha de clase', señalaron."
Por otra parte, esta lucha puede incorporar a otros sectores
de la población, contrarrestando la maniobra de enfrentar
trabajadores y derechohabientes. Sin ser más que
síntoma, hubo acciones de colonos (como en la delegación
Azcapozalco en el DF) bloqueando calles en oposición
al cierre del Hospital Infantil.
Los
trabajadores del Seguro Social que hace años miraban
las movilizaciones de la CNTE como algo ajeno, se están
acostumbrando a tomar el camino de la movilización.
En su acción se muestran tendencias muy importantes,
como
- una gran disposición a la lucha y una creciente
politización que se expresa en el sentimiento antiburocrático
y en la receptividad que tienen las corrientes combativas
y de izquierda, así como en la existencia de organismos
como el Frente de Trabajadores Activos y Jubilados,
- el surgimiento de una vanguardia cada vez más amplia
que desarrolla una fuerte espontaneidad en las acciones
callejeras,
- el desarrollo de métodos de acción radicales
e, incipientemente, la recuperación de formas de
organización de base.
Estos inicios de recomposición del movimiento obrero
mexicano se ven también en que la palabra "huelga"
vuelve al vocabulario de sectores obreros, pero también
de los actores del régimen (obviamente, para evitarla).
Las luchas de las últimas semanas se dieron contra
la política de la dirección sindical y gracias
a la determinación de la base obrera. Vega Galina
permitió que la reforma se votase sin llamar al paro,
en tanto llama a concentrar todas las esperanzas en la vía
legal. Su contrapropuesta de carácter pro-patronal
(rechazada por el PRI y el PAN) aumentaba la edad jubilatoria
y los aportes obreros del 1 al 10%. Por su parte, la dirección
de la UNT no realizó tampoco una sola medida en solidaridad
y anunció tardíamente un paro nacional para
el 1° de septiembre, cuya realización efectiva
dependerá exclusivamente de los trabajadores.
Hacia dónde va la situación en México
La
suerte de esta lucha es de extrema importancia para las
perspectivas de la situación política.
La alianza PRI-PAN indica que, lejos de ser un "tigre
de papel", el régimen apelará a pactos
y alianzas para garantizar la ofensiva y mantener la gobernabilidad.
Ante la crisis política, surgirán salidas
para encauzar los distintos fenómenos sociales. Nos
referimos a las alternativas que se preparan desde la derecha
conservadora, pero fundamentalmente al reposicionamiento
del PRD y sectores del PRI de corte nacionalista. Ante la
crisis del gobierno y el rol "oficialista" de
la dirección del PRI, el PRD, que en la coyuntura
de la lucha del IMSS ha posado como "opositor",
apuesta a favorecerse del "ni un voto al PRI; ni un
voto al PAN" que demandan los trabajadores. El PRD
y sectores del PRI, como los senadores liderados por el
"nacionalista" Manuel Bartlett, opuestos a la
reforma, pueden fortalecerse y montarse en las luchas obreras
y populares.
Sintetizando,
los mecanismos y políticas del régimen estarán
dictados por el temor de una oleada de luchas obreras y
populares que comprometan al sistema de dominación
capitalista. Y es que las perspectivas están lejos
de una transición aterciopelada y de tener garantizado
per se un cambio de administración estable en 2006.
Sin duda, la votación de la reforma envalentonará
a la burguesía para avanzar con otros puntos de su
"agenda" de "reformas estructurales",
como la privatización de la industria eléctrica
o las reformas a la Ley Federal del Trabajo. Pero es poco
probable que se desactive la situación abierta a
fines de 2003, ya que ésta tiene bases profundas.
Contra cualquier visión escéptica, al calor
de una renovada ofensiva burguesa, pueden darse luchas de
sectores de la clase obrera y el pueblo que sientan peligrar
sus conquistas, como en el Instituto de Seguro Social de
los trabajadores del Estado (ISSTE) o en PEMEX; sectores
de la burocracia, como la UNT, buscarán aparecer
como "opositores" y ponerse al frente de los reclamos.
Esto puede combinarse con nuevos fenómenos de organización
y lucha, o con el desarrollo de los ya existentes, como
en el IMSS, que puede afectar a los sindicatos dirigidos
por la burocracia del CT-CTM, que ha dado un salto en su
colaboración contrarrevolucionaria con el gobierno.
Las posibilidades de que se desarrolle una nueva fase de
descontento obrero y popular y se profundice la crisis del
régimen están planteadas.
Ante
ello, es fundamental impulsar el ingreso en escena del conjunto
de la clase obrera, incorporando a la lucha al proletariado
industrial y a la clase obrera de las maquiladoras, que
junto con los trabajadores de los servicios pueden paralizar
los centros neurálgicos de la economía. La
LTS participa y apoya activamente los actuales conflictos
de la clase obrera, como la lucha del Seguro Social, peleando
por poner en pie un movimiento obrero clasista y combativo,
desarrollando la tendencia antiburocrática expresada
en el Seguro Social, impulsando la lucha por sacarse de
encima a las direcciones sindicales burocráticas
y conciliadoras con el gobierno y la patronal (tanto del
CT-CTM como de la UNT). El objetivo debe ser poner en pie
organismos de democracia directa basados en delegados revocables
y con mandato, así como en transformar las viejas
organizaciones sindicales en herramientas para la lucha.
La burguesía intentará repetir lo que logró
en 2000, cuando el descontento con el priato fue desviado
hacia la trampa de las elecciones. Ante la trampa que se
prepara para 2006, los trotskistas de la LTS luchamos para
que el movimiento obrero avance en la ruptura con los partidos
(como el PRD y el PRI) e instituciones del régimen
de la alternancia, adoptando una perspectiva de independencia
de clase y confiando solamente en sus fuerzas y en sus métodos
de lucha, como la huelga y la movilización. En ese
sentido, la convocatoria a un paro nacional para principios
de septiembre puede ser un gran paso, no sólo para
derrotar la contrarreforma del PRI y el PAN, sino para preparar
una verdadera huelga general política hasta derrotar
la ofensiva impulsada por el imperialismo e instaurar un
gobierno de los trabajadores y el pueblo.
Este régimen proimperialista y propatronal de "democracia
para ricos" ya demostró que, al igual que el
priato, sólo puede traer más miseria, explotación
y opresión. Sólo una perspectiva socialista
y revolucionaria garantizará la resolución
de las demandas más elementales que este régimen
de la alternancia no puede resolver, como son la ruptura
con el imperialismo, la reforma agraria radical y la autonomía
para los pueblos indígenas, para lo cual es indispensable
partir de la expropiación de los expropiadores, los
capitalistas y los terratenientes.
En esta nueva situación, en sectores de trabajadores
y de algunos sindicatos se comienza a plantear, desde distintas
posiciones políticas, la necesidad de un partido
de trabajadores; los trotskistas de la LTS creemos que para
impulsar la perspectiva planteada en los párrafos
previos, hay que construir un partido de trabajadores, internacionalista,
socialista y revolucionario, que luche por transformar radicalmente
el orden establecido y edificar una sociedad sin explotadores
ni explotados.
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Notas:
1
Después de la revolución de 1910, el moderno
Estado que levantó el constitucionalismo (una tarea
de la nueva burguesía y la pequeña burguesía
que se enriqueció y fue la base social del estado
capitalista mexicano), necesitaba cierto margen de maniobra
frente al imperialismo (principalmente el norteamericano),
lo cual no impidió que se impusiera el tratado de
Guadalupe negociado entre Obregón y los EE.UU. Después
del periodo del cardenismo, el "milagro mexicano",
que durará hasta 1970, en las condiciones internacionales
de posguerra, tuvo cierto margen basado en una dependencia
económica y en una subordinación política
a los EE.UU. y los organismos internacionales bajo la égida
norteamericana. Será a partir de 1982 que comenzará
un nuevo proceso de recolonización y el periodo "neoliberal".
2 Estrategia Internacional 16, agosto de 2000, "Cayó
el PRI, avanzó la "transición pactada".
3 En cierto modo, la burguesía esperaba reproducir
la transición del porfiriato al priato. Pero si los
constitucionalistas llegaron al poder cuando recién
terminaba la época de ascenso capitalista, el foxismo
lo hizo en su etapa decadente.
4 Según La Jornada del 8/8, la CEPAL informó
que "en la primera mitad del sexenio foxista creció
la tasa de desempleo abierto y se redujo el número
de trabajadores afiliados al IMSS. En el mismo lapso la
industria maquiladora despidió al 30 por ciento de
sus trabajadores y la recuperación de plazas en el
sector durante 2004 ha sido 'pausada'."
5 En los '90 este proceso podría haberse iniciado
en el año '95, con el surgimiento de la Coordinadora
Intersindical 1 de mayo. Durante toda la década,
la combinación de terror económico, mayor
solidez del "modelo" de acumulación y el
control férreo de la burocracia sindical evitó
esta perspectiva, que hubiera podido combinarse con la acción
de otros sectores, como los indígenas y campesinos
pobres de Chiapas.
6 La propuesta PRI-PAN establece que los aportes obreros
se utilizarán exclusivamente para el sistema de salud,
con lo cual no se garantizan las jubilaciones actuales y
se abre el juego para una rápida reforma del CCT
del SNTSS.
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