El
movimiento piquetero es el fenómeno de mayor repercusión
pública y está en el centro del debate de la Argentina actual, donde una monumental campaña
“antipiquetera” se ha motorizado desde los medios de comunicación,
el gobierno, el establishment y los políticos de la burguesía,
demonizando la organización de los trabajadores desocupados
y llamando a “restaurar” el orden en las calles1.
Este
movimiento se inscribe dentro de un cambio en la subjetividad
de un sector de la clase trabajadora junto al movimiento
de ocupación de empresas, que tuvo su punto más alto a lo
largo del 2002 y cuyos símbolos fueron la textil Brukman
y la cerámica neuquina Zanon. Este último fenómeno -al poner
en el centro el cuestionamiento a la propiedad privada y
a la legalidad burguesa, prefigurando una respuesta obrera
autónoma a la destrucción de fuerzas productivas y la bancarrota
capitalista- constituye el proceso social más profundo de
la lucha de clases.
El
movimiento piquetero, por su parte, es una representación
política y social de los sectores desempleados que se pusieron
en marcha ante la gravedad de la crisis capitalista. Su
origen se remonta a la segunda mitad de los ’90 y fue la
respuesta, que en el terreno de la lucha de clases y de
la organización social, dio un sector de la clase trabajadora
–expulsada de la fuerza de trabajo- ante el enorme crecimiento
de la pobreza y del desempleo masivo que tiñó el mapa social
de la Argentina al ritmo de las políticas neoliberales y la entrega de
los recursos nacionales del gobierno peronista de Carlos
Menem. Este movimiento es una creación –en cierto sentido
inédita- que reconoce pocos antecedentes en la historia
de lucha de los explotados a escala internacional. Tanto
el fenómeno de las fábricas ocupadas, como el de los trabajadores
desocupados y el de las asambleas populares, han sido seguidos
y estudiados por analistas, intelectuales y militantes de
diversos lugares del mundo.
Para
comprender la situación actual de la Argentina y la persistencia del movimiento
piquetero, hay que tener presente el hecho de que las demandas
del movimiento de diciembre 2001 –pan, trabajo, que se vayan
todos- no han sido satisfechas, ni podrán serlo bajo los
marcos del actual régimen político y mientras subsista el
capitalismo semicolonial argentino. La rebelión de 2001
dejó sus tareas pendientes. En aquel entonces, la inmovilidad
de la clase obrera ocupada -atenazada entre el terror a
la desocupación y la política de la burocracia sindical-
conspiró para que la naciente alianza del “piquete y cacerola”
diera lugar a una poderosa fuerza social, que hegemonizada
por la clase obrera, fuera capaz de avanzar en un camino
que llevara a la derrota de la burguesía y la victoria de
las clases explotadas.
El
movimiento piquetero logró mantener relativamente su incidencia
como expresión política y reivindicativa de una fracción
minoritaria de los trabajadores desocupados, en un cuadro
donde las viejas lealtades peronistas entre los pobres y
la clase trabajadora entraron en cuestión. Los sectores
llamados “duros” –orientados por agrupaciones de izquierda-
constituyen una fuerza de oposición al gobierno, con proyección
pública, como consecuencia de la persistencia de la crisis
de representación política y de hegemonía, porque la mayoría
de los viejos partidos del régimen democrático burgués están
hechos trizas, a excepción del peronismo, que subsistió
al costo de enormes tensiones en su seno. De esta debilidad
del régimen señalada viene la sobredimensión del movimiento
piquetero como oposición política, y no –como creen partidos
como el PO- porque los piqueteros sean una fuerza hegemónica
llamada a superar al peronismo. Si no es como parte de un
proceso del conjunto del proletariado que ponga en movimiento
a la base social histórica del peronismo, sobre todo en
el estratégico centro de los cordones del Gran Buenos Aires
que rodean a la Capital Federal, el fracaso de esta
perspectiva es altamente probable, por no decir seguro.
La
situación política abierta durante el gobierno de Kirchner,
significó para los movimientos de lucha, una crisis y un
retroceso que se expresó en la cooptación e integración
por el gobierno de un sector de los dirigentes de los movimientos
sociales, entre ellos del piquetero, la fragmentación de
las organizaciones combativas que quedaron en la oposición
y la ruptura de la alianza social del “piquete y cacerola”
forjada luego de la rebelión popular y bajo el gobierno
de Duhalde. El kirchnerismo actuó como una fuerza legitimante
del orden burgués dirigiendo sus esfuerzos a lograr la pasivización
del proceso social y la restauración de la autoridad estatal
con el objetivo de recomponer a las instituciones del viejo
régimen. El llamado estilo K y el proyecto de la transversalidad
con el que Kirchner –como fracción pequeñoburguesa conservadora
de un partido burgués- intentó presentarse como representante
de la renovación de la vieja política, tomó impulso y generó
simpatías en la población. No es el objetivo de este artículo
hacer un análisis de este fenómeno, pero no está de más
decir que la retórica que le ha dado popularidad al presidente
no tiene asidero en la realidad: su política viene siendo
sostenida por la gran patronal y el imperialismo ya que
a unos les garantiza “buenos negocios” y a otros el “honrar
la deuda externa”, saliendo del default o –junto a Lula-
el envío de tropas a Haití y el sostenimiento de la estabilidad
“democrática” del Cono Sur latinoamericano, como en el caso
de Bolivia apoyando, al gobierno de Mesa. Por último, recientemente
asistimos al abandono de la “transversalidad” a favor de
fortalecer la alianza con el viejo PJ.
En
este marco, la organización de los trabajadores desocupados
se encuentra en una encerrona. El movimiento piquetero está
aislado y acosado por la política de desgaste –y el creciente
tono represivo- del gobierno, y con una creciente pérdida
de su “legitimidad” pública debido al giro a la derecha
general de la “opinión pública” de las clases medias al
calor del llamado “efecto Blumberg”2.
La
política de las direcciones del movimiento piquetero colabora
para el debilitamiento del mismo. El ala derecha del movimiento
se ha pasado directamente al oficialismo (Federación de
Tierra y Vivienda-CTA y Movimiento Barrios de Pie). El ala
izquierda sufre diversos fraccionamientos en la mayoría
de sus agrupamientos y se encuentra sometida a la presión
de las redes asistenciales del clientelismo estatal. Sin
embargo, existe una tendencia incipiente a la reaparición
de la clase obrera ocupada en la lucha de clases, así como
signos de vitalidad de los trabajadores desocupados, en
los “márgenes” del país: la valiente toma de la planta petrolera
Termap en Caleta Olivia donde los desocupados conquistaron
puestos de trabajo por $800 es un ejemplo de la potencia
que mantiene este movimiento cuando rompe los límites que
se le han impuesto y toma medidas radicales de enfrentamiento
a la propiedad y de reivindicación de la lucha por el trabajo.
Desde
el punto de vista del movimiento obrero ocupado, alentado
por una relativa reactivación en la producción y una leve
caída del desempleo, tiende a salir a la lucha por recuperar
parte de los niveles salariales perdidos. En este sentido
se vienen sucediendo una serie de conflictos como el de
los estatales y los docentes en las provincias, así como
es de destacar el peso que ha cobrado en el escenario político
la reunificación de la
CGT, la discusión sobre el Consejo del Salario convocado
por el gobierno que expresan los movimientos preparatorios
del poder político y la burocracia sindical ante la posibilidad
de un incremento aún mayor de la lucha obrera. A modo de
ejemplo, queremos destacar la lucha de los obreros de Aceros
Zapla en Jujuy, que acaba de conquistar la mayoría de sus
reivindicaciones. A su vez, sectores del movimiento obrero
comienzan a fisonomizar una nueva vanguardia y direcciones
más combativas. Para señalar cuatro casos emblemáticos tomemos,
en primer lugar, el ejemplo de los trabajadores del subterráneo
que con su cuerpo de delegados a la cabeza impusieron a
la patronal y a la burocracia sindical moyanista, la jornada
de 6 horas e impulsan una campaña para nacionalizar esta
conquista; los mineros de Río Turbio que después de ser
víctimas de una tragedia que se cobró la vida de 14 compañeros,
expulsaron en una asamblea a la directiva de ATE y conformaron
una Comisión Provisoria encabezada por dirigentes y activistas
más combativos; los obreros del Astillero Río Santiago,
una de las fábricas más grandes del país, que acaban de
ganar la junta interna en una lista formada por los delegados
de sección votados en asamblea3.
Por último en el Sindicato de la
Alimentación se ha conformado una lista antiburocrática
que agrupa a más de un centenar de delegados y activistas
de las principales fábricas alimenticias –Terrabusi, Pepsico,
Stani, Bagley y Felfort-. La recuperación de la clase obrera
ocupada abre la posibilidad para el movimiento piquetero
de revitalizarse orientándose hacia las luchas de los trabajadores.
Desde
el PTS venimos planteando que el movimiento piquetero opositor
debe superar la fragmentación actual que sólo favorece al
gobierno. Esto no significa suprimir las diferencias en
una unidad formal sino más bien alentar la democracia obrera
en el seno de una organización común, con libertad de tendencias
y debates públicos. Articulado en un movimiento único independiente
del gobierno, con un programa que constituya un pliego de
reivindicaciones de los desocupados, exija un subsidio de
desempleo sin contraprestación laboral, impulse la lucha
efectiva por trabajo para todos y busque el camino de la
confluencia con los trabajadores ocupados, el movimiento
piquetero podrá presentarse como una fuerza que lejos de
buscar el amparo clientelar –tal como lo acusa la burguesía-
pretende abrirse paso en la lucha por sus reivindicaciones
y por la unidad de la clase obrera en la lucha contra la
patronal y el gobierno.
Los
trabajadores desocupados destacaron políticamente a diversas
organizaciones reformistas, autonomistas y de la izquierda
que se reclama trotskista y populista4,
que se han transformado en sus referentes gestionando los
planes de empleo, la ayuda alimentaria y los créditos para
microemprendimientos del estado, movilizando a los desempleados
en su demanda y por diversas reivindicaciones sociales y
políticas, que los han colocado en diversas oportunidades
en el centro de la escena. En general, la política de los
agrupamientos que actúan en el movimiento ha privilegiado
su propio control sobre los distintos sectores de base que
representan y su papel de mediadores necesarios al momento
de conseguir los planes y la ayuda asistencial, para conformar
colaterales de sus corrientes, por sobre una política unitaria
forjada en base a la democracia obrera, la lucha por un
programa común y la conquista de la unidad de clase.
En
este artículo, nos interesa señalar las tareas que los revolucionarios
y los luchadores tienen planteadas para avanzar en la lucha
de clases contra el capital, el gobierno y el imperialismo.
Somos una corriente militante de la clase obrera que es
parte de los procesos más profundos que han destacado los
trabajadores, como en Zanon y en Brukman. Luchamos codo
a codo enfrentando la represión con nuestros hermanos de
clase, los piqueteros. Así lo hicimos en el Puente Pueyrredon,
el 26 de junio de 2002, cuando cayeron asesinados los compañeros
Darío Santillán y Maximiliano Kostequi. Desde la Coordinadora del Alto Valle en Neuquén
–con los compañeros ceramistas- luchando junto al Movimiento
de Trabajadores Desocupados de esa provincia contra los
carneros que intentaban quebrar la lucha de los obreros
de Zanon; o cuando en noviembre de 2003 enfrentamos la salvaje
represión al MTD. Lo mismo hicimos en Brukman, donde intentamos
recuperar la fábrica de las manos de la policía. Pero no
sólo hemos puesto el cuerpo. Fuimos la organización que
más consecuentemente impulsó la coordinación entre trabajadores
ocupados y desocupados. No solamente la Coordinadora del Alto Valle, que al día
de hoy es la única organización unitaria permanente que
se reúne en forma cotidiana5,
sino también actualmente junto a la FTC Mesa Nacional, impulsando acciones comunes
sobre los ferrocarriles en apoyo al activismo perseguido
y reclamando puestos de trabajo para los desocupados, así
como lo hicimos en el Astillero Río Santiago exigiendo la
implementación de una escuela de oficios para los compañeros
desocupados, así como puestos de trabajo genuinos; o durante
el conflicto de Brukman tratando de conformar una coordinación
de las asambleas populares, el activismo obrero y los movimientos
piqueteros. Con la FTC-Mesa Nacional coincidimos además
en la necesidad de impulsar un movimiento único de desocupados
con libertad de tendencias.
Como
parte de nuestros principios de clase, hemos defendido frente
al estado burgués al compañero Horacio Panario dirigente
de los desocupados neuquinos en 1996 realizando una enorme
campaña nacional e internacional y nuestros compañeros abogados
en el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH)
fueron los defensores legales de Raúl Castells cuando estuvo
preso. La lucha por la unidad de la clase obrera y la constitución
de organizaciones comunes autodeterminadas es nuestro norte
estratégico. Hemos planteado, a lo largo de toda la historia
del movimiento piquetero, diversas políticas para que su
lucha trascendiera, y actualmente para reorganizar sus fuerzas.
En
este artículo, intentaremos expresar las definiciones más
generales de la lucha de los trabajadores desocupados y
el movimiento piquetero6,
señalar sus distintas etapas, sus potencialidades y sus
límites, así como polemizar con una forma de interpretar
al movimiento piquetero desde la concepción de los “movimientos
sociales” característicos del pensamiento “progresista”,
y con corrientes que –como el Partido Obrero- han hecho
del “piqueterismo” una especie de ideología que justifica
su forma de acción política y su relación con el estado
burgués, demostrando escepticismo en la posibilidad de conquistar
para una política revolucionaria a los batallones centrales
de la clase obrera ocupada.
El
trabajo y la pobreza en el centro
El
movimiento piquetero puso en el centro de la atención política
el problema del trabajo y la pobreza. Los levantamientos
provinciales de Cutral Có, Jujuy y General Mosconi enarbolaron
la consigna de trabajo para todos apuntando de esa
manera contra una de las consecuencias derivadas del proceso
de acumulación capitalista que acompañaron la liquidación
de las conquistas obreras y la relativa estabilidad laboral
que caracterizaba la fuerza de trabajo en la Argentina. Desde el punto de vista
estructural, el desempleo y la pobreza masivos son un fenómeno
relativamente nuevo, producto del entreguismo de las clases
dominantes nativas y sus partidos frente a la penetración
imperialista, del desguace y privatización de las empresas
públicas, de la flexibilización del empleo y la apertura
indiscriminada de los mercados que llevó a la destrucción
de gran parte de las fuerzas productivas nacionales y al
encumbramiento de las camarillas capitalistas más ligadas
al capital financiero internacional y a las transnacionales.
El
capitalismo semicolonial argentino de los ’90 configuró
una nueva realidad de pobreza y desempleo para la clase
trabajadora y los sectores populares mientras que la burguesía,
sus representantes políticos y los sectores acomodados de
las clases medias disfrutaron de lo que se dio en llamar
la “fiesta menemista”, al calor de la convertibilidad de
la moneda. Como indicaba el economista Claudio Lozano de
la CTA en un estudio fechado en 2001 “la magnitud de la crisis provocada
por los efectos del ciclo largo de vigencia neoliberal en
la Argentina, baste con señalar que este país
tenía en 1975 unos 22 millones de habitantes y 2 millones
de pobres, mientras que hoy con 37 millones de habitantes
se cuentan 14 millones de pobres. Es decir, que de los 15
millones que explican el incremento poblacional del último
cuarto de siglo, 12 millones cayeron bajo la línea de la
pobreza, dato que permite mensurar el carácter de la involución
y regresividad social vigente”7.
El origen del movimiento piquetero y posteriormente su extensión
nacional, es paralelo a esta situación descripta.
Los
cambios ocurridos tras la devaluación del 2002 transfiguraron
el reparto de la renta en beneficio del capital agroexportador
e industrial, que desplazó en cierta medida de su posición
predominante al establishment financiero, particularmente
a las empresas de los servicios públicos privatizados (aunque
no estructuró una nueva hegemonía burguesa). Pero esta novedad
no hizo más que agravar el panorama de pobreza extendido,
que abarca a más de la mitad de la población.
Para
tener una idea de esta situación, el estatal Instituto Nacional
de Estadística y Censos reconoce el enorme crecimiento de
la pobreza y la desigualdad del ingreso. A mediados de julio
dio a conocer los datos sobre los ingresos de los asalariados
y la situación del empleo. Cerca del 50% de los que tienen
trabajo están en negro. En la década del ’80 era del 25%
y a fines de los ’90 trepó a un cercano 40%. Otro dato aclara
que el ingreso promedio de los trabajadores -$ 603 (U$S
200)- es un 18% inferior al costo de la canasta básica valuada
en $ 723 (U$S 241). Esto es lo que explica la pobreza de
más de la mitad de la población, con o sin empleo. Peor
aún es el panorama si se hila más fino. Los que están en
negro ganan $ 408 (U$S 136) promedio, un 54% menos que el
que está en blanco. El 40% de los ocupados gana menos de
$ 350 (U$S 116); otro 30%, entre $ 351 y $ 640 (U$S 213);
otro 20%, entre $ 641 y $ 1.200 (U$S 400) y el 10% restante,
entre $ 1.200 y $ 27.500 (U$S 9166), está por encima de
esa cifra. En consecuencia, en un polo, el 10% más rico
de la población se lleva casi el 40% de la renta nacional.
Mientras que por su parte 5,7 millones de personas subsisten
con $ 1,50 (0,50 ctvs. de dólar) al día.
En
los marcos de los cambios sucedidos desde la década anterior
en el país burgués, los levantamientos provinciales que
protagonizaron los primeros destacamentos piqueteros por
trabajo para todos señalaron una dinámica objetivamente
revolucionaria por su enfrentamiento violento a las fuerzas
de represión del estado constituyendo actos de guerra civil8
en los “márgenes” del país, y porque dicha demanda apuntaba
a impugnar la política implementada desde el estado burgués
en beneficio de la penetración imperialista y la rapacidad
capitalista, la destrucción de fuerzas productivas por parte
del capital, las privatizaciones que habían dejado un tendal
de desocupados y a plantear una causa común de la clase
obrera argentina.
Clientelismo
El
clientelismo político que predomina hoy en la Argentina no tiene que ver sólo con las
formas clásicas de asistencia social y de intercambio de
favores por lealtades políticas sino que se identifica esencialmente
con la distribución masiva de ayuda alimentaria y los llamados
planes de empleo. Estos últimos fueron la respuesta que
desde el peronismo en el poder se articuló en la segunda
mitad de los ’90 ante el desarrollo creciente de la pobreza
y el temor de que se repita un estallido social como el
que en 1989 obligó a la renuncia del gobierno de Raúl Alfonsín.
Según Maristella Svampa, estos planes se desarrollaron “En
ausencia de estrategias de creación masiva de ocupación
formal y bajo el eufemismo de ‘políticas activas de empleo’,
los gobiernos argentinos de la segunda mitad de los ‘90
lanzaron una serie de programas de emergencia ocupacional
–que contemplaban la entrega de subsidios monetarios a cambio
de trabajo en proyectos de interés público o social- destinados
a contener, al menos parcialmente, a aquellos que quedaban
excluidos del mercado de trabajo. Los sucesivos Planes Trabajar
(I, II y III, del estado nacional) y Barrios Bonaerenses
(de la provincia de Buenos Aires), como los actuales Planes
Jefas y Jefes de Hogar han sido instrumentos característicos
de estas estrategias”9.
Previamente a que los planes de empleo se transformaran
en uno de los puntales de la política social del estado
burgués, el reparto de alimentos ya era la forma más corriente
de asistencialismo junto al empleo estatal masivo en algunas
provincias del interior. El duhaldismo cimentó –en parte-
su aparato con la extensión de un sistema de reparto de
ayuda por manzanas que era llevado a cabo por las llamadas
“manzaneras”10.
De esta manera el peronismo garantizaba una especie de “paz
social” en una zona que de ser ganada por la lucha de clases
puede aunar en un movimiento único –la pobreza como fermento
revolucionario y la fuerza social de la clase obrera- a
todos los explotados.
Los
distintos planes asistenciales fueron -y son- mecanismos
de contención de los desocupados y los pobres y origen de
una nueva configuración de la estructura interna del PJ,
que daba un peso cada vez mayor a los caciques territoriales,
por sobre sus “formas históricas” de integración de la clase
trabajadora al estado burgués. Esta se realizaba a través
del control de los sindicatos y de una burocracia sindical,
que actuaba como correa de transmisión de la ideología peronista
de conciliación de clases y de identificación del interés
popular y la causa de la nación con el estado capitalista.
El
peronismo se transformó cada vez más en un partido que complementaba
las formas clásicas de relación con las masas obreras con
la clientelización política para mantener cautivos no sólo
a los trabajadores ocupados sino también a los desocupados
y a los pobres urbanos. Como señala Javier Auyero “el
clientelismo es construido desde el peronismo, se sobreimpone
a él, y éste es imbuido por una nueva táctica de poder.
Las unidades básicas son los sitios donde esta convergencia
entre peronismo y ‘política clientelar’ toma forma; son
el soporte organizacional de este proceso”11.
La
política estatal tuvo distintos vaivenes frente a los planes
de empleo y la asistencia alimentaria, hasta que las jornadas
revolucionarias de diciembre de 2001 y la masacre del Puente
Pueyrredon obligaron al gobierno de Duhalde a montar un
plan social inédito en América Latina, fogoneado por el
FMI y financiado por el Banco Mundial. El plan Jefas y Jefes
de Hogar fue distribuido a casi 2.000.000 de beneficiarios12.
A partir de este momento, las prácticas clientelares pegaron
un salto cualitativo como política de estado. Al “centralizarse”,
de cierta manera, el reparto de la ayuda social, los punteros13
políticos encontraron una nueva fuente de recursos en el
erario público y por otra parte acrecentaron una sorda puja
por el manejo de los planes para reforzar su poder territorial.
Por su parte, los movimientos piqueteros centraron cada
vez más su intervención concreta en la presión por obtener
la asistencia gubernamental en cuatro puntos concretos:
asignación de planes de empleo, bolsones de comida, abastecimiento
de comedores populares y, últimamente, ayuda económica para
los microemprendimientos productivos.
A
modo de conclusión, el fenómeno del clientelismo político,
característico de la búsqueda del intercambio de favores
por “lealtades”, se ha transformado en la Argentina en una institución más para ejercer el control social y
legitimar al estado en crisis y evitar de esa forma que
el quiebre entre un país burgués -que cada vez concentra
más el círculo de sus clases privilegiadas- y un país sumergido
en la pobreza y la superexplotación, dé lugar a nuevas subversiones
de las clases oprimidas que cuestionen la existencia del
actual orden burgués. Como describe con certeza un autor,
podemos decir que “El clientelismo pone en evidencia
que el estado no sólo debe velar por la acumulación sino
también por un mínimo de cohesión social. Es tanto reflejo
de la debilidad de los trabajadores como de la hegemonía
burguesa”14.
El
discurso oficial acusa a los piqueteros de clientelares.
Una gran hipocresía de quienes han creado las redes, han
buscado que los movimientos piqueteros reproduzcan su lógica
y ahora los defenestran sobre la base de su “exitoso” resultado.
Sin embargo, a pesar de que los movimientos de desocupados
no lograron sortear la trampa del asistencialismo, no se
puede confundir a la organización de los trabajadores más
pobres con la búsqueda de su completa atomización que implica
la tarea del puntero.
Clase
obrera con o sin trabajo
Antes
de avanzar en las definiciones sobre el movimiento piquetero
nos interesa señalar una consideración de clase con respecto
a los desocupados. Durante los ’90 y mucho más luego de
los primeros levantamientos provinciales que alumbraron
las primeras experiencias piqueteras, desde distintos medios
académicos y progresistas se reemplazó la definición de
clase de los sin trabajo por la noción de “excluidos”,
funcional a una política cuyo eje era la “inclusión”
(CTA) a través de iniciativas asistenciales por parte del
estado burgués. Así se define al desocupado como un “desaparecido
social”. Una de las intelectuales que hacen este tipo de
planteos lo describe de la siguiente manera: “La novedosa
arma del terrorismo de estado fue la desaparición física,
utilizada para liberar al capital del peso y costo de las
utopías revolucionarias latinoamericanas de los años ’70.
Esta forma directa de “desmaterializar” al oponente, facilitó
la transformación del capital también en las formas más
abstractas de todos los tiempos (…) Dicho proceso de intensificación
de los aspectos abstractos del capital fue sustentado por
procesos concretos de explotación, regresión en la distribución
del ingreso, traspaso de recursos económico-sociales a nuevos
grupos económicos transnacionalizados, la consecuente generación
de niveles de pobreza, precariedad y desempleo inusitados
en Argentina. (…) Como se sabe, los planes de ajuste y estabilización
generaron irónicamente formas de inestabilidad, inseguridad
e incertidumbre individual y social antes inimaginables
en Argentina. El Menemismo legalizó dichas formas, endiosó
al capital y celebró las ideas del fin de la política para
dedicarse a administrar la miseria social inherente a su
consolidación. La desaparición física de las personas fue
reemplazada por procesos conducentes a su desaparición virtual”.15
Absolutizando
los cambios ocurridos en el capital, por el llamado “modelo
neoliberal”, la producción social del desocupado por parte
de las clases dominantes ha creado la figura del “desaparecido
virtual”, cuya característica es la marginación y su definición
de clase no reconoce identidad, es decir se transforma en
un “excluido”. De esta manera se borra la pertenencia
de los desocupados a la clase trabajadora, se cortan los
vínculos históricos, se liquida la noción clásica de lucha
de clases –y por ende las acciones más radicales de los
piqueteros como parte de la misma- a favor de un antagonismo
cuyos protagonistas serían movimientos sociales de una dimensión
meramente reivindicativa y de composición policlasista.
Se alimenta así la tendencia inherente a la atomización
que implica la privatización (corporativismo) de los grupos
sociales, es decir, que se transforma a la fragmentación
característica del período de retroceso del movimiento obrero,
en una condición absoluta de los nuevos movimientos sociales.
Así, se liquida la posibilidad de un sujeto y un proyecto
político que pueda hacerse hegemónico entre las clases explotadas.
Esta concepción va en detrimento de una visión que tienda
a ver en la organización de los desocupados alguna forma
de recomposición de las fuerzas obreras, de reconstitución
de los lazos, de la historia y de pertenencia al proletariado.
Desde
una posición marxista revolucionaria sostenemos otra concepción
de la clase obrera y la lucha de clases actual. El proletariado
es una clase social que se caracteriza por verse obligado
a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir. Ni la
concreción efectiva de esa venta, ni el marco bajo el que
se realice, quitan el carácter de clase a los trabajadores
que deben subsistir en estas condiciones. En general, el
desempleo es inherente a la necesidad de la acumulación
capitalista -el aumento del capital constante (máquinas
y materias primas) en detrimento del capital variable (fuerza
de trabajo)- haciendo que “Cuanto mayor es la riqueza
social, y mayor es la masa de sobrepoblación consolidada
[...] tanto mayor es el ejército industrial de reserva,
tanto mayor es la pauperización oficial. Esta es la ley
general absoluta de la acumulación capitalista”, fomentando
de esta manera a “un sector de la clase obrera condenado
a ociosidad forzosa por el exceso de trabajo impuesto a
la otra parte, (lo que) se convierte en fuente de
riqueza del capitalista individual”16. Fuente de riqueza del capitalista individual por
un lado, mayor miseria y pauperización, y sobretrabajo del
sector proletario que conserva su empleo, por el otro. De
esta manera la masa de desempleados actúa presionando hacia
el abaratamiento del precio de la fuerza de trabajo y el
aumento de la jornada laboral. Esta es la característica
esencial de la clase obrera moderna aunque se expresa en
forma tendencial y no constante. La precarización, la flexibilidad
y la dualidad creciente entre un sector altamente calificado
y bien remunerado y una gran masa de trabajo de baja calificación
y en condiciones precarias, que oscila permanentemente entre
el empleo y el desempleo, son las formas que ha tomado la
explotación de la fuerza de trabajo en la actual fase de
la acumulación capitalista.
En
particular, en Argentina, el desempleo masivo es un fenómeno
estructural que se corresponde con “la crisis social
del sistema capitalista en su conjunto, (que) infringe
a las masas privaciones y sufrimientos cada vez mayores”17.
Es la confesión, en los hechos, de la incapacidad de
la burguesía argentina para encarnar un interés nacional
y un futuro para las masas explotadas.
Los
movimientos de desocupados constituyen en cierto sentido
una contratendencia relativa a la descomposición social
y un límite acotado a su utilización como una fuerza hostil
que presione a favor de imponer peores condiciones favorables
al capital. El carneraje clásico de la lumpenización es
una carta que la burguesía argentina no puede aún hacer
jugar plenamente. Contrariamente a lo que sostienen Dinerstein
y la CTA, que ven en la lucha de los desocupados la
simple emergencia de una nueva figura social que demanda
“inclusión”, valoramos la lucha por trabajo como
un fermento revolucionario que puede involucrar al conjunto
de la clase obrera, transformándose en uno de los motores
del proceso de la lucha de clases en nuestro país.
Otra
visión, desde una posición militante, la del movimiento
de Raúl Castells (MIJD), le da un valor absoluto a la tendencia
de la clase obrera a la pauperización. Este ángulo lo complementan
negando el poder social de la clase obrera ocupada y su
rol central en la tarea de recomponer la unidad de la fuerza
de clase en la lucha contra el capital. Para ellos, es la
pobreza de una amplia franja de los trabajadores la quintaesencia
de su condición revolucionaria. Así, afirman que para Marx
“lo que hacía apta a la clase obrera para la lucha por
el cambio revolucionario, era su pobreza” y no su ubicación
estratégica en las relaciones sociales de producción. Su
conclusión es que la “capacidad de paralizar la producción”
es “relativa”18
y que las huelgas van cediendo su lugar en la lucha
de clases.
Como
ya dijimos en el punto anterior, la desocupación en masa
y su consecuente carga de pobreza es un producto estructural
del proceso de acumulación capitalista y del sometimiento
del país al imperialismo que llevó a un proceso de concentración
industrial más trasnacionalizado y tecnificado, y al desarrollo
de las ramas de los servicios. Esta situación ha modificado
sustancialmente la estructura de la clase obrera argentina,
que debe plantearse el desafío de recomponer la unidad de
clase y recuperar el poder y la fuerza social que le permitan
postularse como clase hegemónica. Si bien en nuestro país,
ha crecido notablemente el sector del proletariado desempleado,
también dentro de la clase obrera ocupada han proliferado
los sectores de los nuevos asalariados con respecto al proletariado
industrial, que aunque más débil numéricamente se encuentra
estratégicamente más concentrado. Sin embargo, en la fase
actual pos devaluación ya estamos presenciando un fortalecimiento
relativo del proletariado fabril, aunque en condiciones
generales de precarización y flexibilidad laboral.
La
realidad del proletariado actual es la siguiente. Se calcula
que existen –en los centros urbanos- un total de 8.753.138
asalariados, de los cuales 3.947.665 están en negro. Registrados
en ART hay: en la industria 770.708 trabajadores; 688.678
en el comercio; 351.644 en el transporte; 254.000 trabajadores
agrícolas, etc. Más de 3 millones están desocupados, el
60%, ya dijimos, bajo la línea de pobreza. La clase obrera
-asalariada y desempleada- es evidentemente la principal
fuerza social del país. Su unidad en acciones e instituciones
comunes puede crear un potencial movimiento de clase que
prepare una perspectiva revolucionaria y anticapitalista.
Retomando,
para los reformistas tipo CTA y los representantes académicos
que le aportan sus argumentos, esta composición actual del
proletariado -signada por la flexibilización, la fragmentación
y la pauperización- es presentada como prueba fehaciente
de la pérdida de centralidad de los trabajadores en el universo
social, configurando una realidad que no tiene vuelta atrás
y que por lo tanto hay que adecuarse a ella, siendo entonces
el soporte empírico de donde extraen la noción de “excluido”.
Los compañeros del MIJD llegan a una conclusión similar,
sólo que en vez de “excluidos” hablan de “pobres”
19.
Para
los marxistas se trata de una comprobación de cuál es la
situación de nuestra clase y cuáles son los desafíos de
cara a recomponer sus fuerzas. Es la burguesía la que está
interesada en perpetuar la idea de la fragmentación de los
trabajadores y la ineficacia (o nocividad) de cualquier
forma de lucha obrera. En general, los movimientos piqueteros
cuando separan la lucha propia de la necesidad de unirse
a los asalariados son subsidiarios de este tipo de lógica.
De esta forma, legitiman la prédica de la CTA quien ya hace tiempo postula la ineficacia
de la huelga, mientras la FTV-CTA fue la primera organización en condenar
los cortes de ruta. Una ideología de este tipo es justificatoria
de la convivencia y ausencia de enfrentamiento a la burocracia
de los grandes sindicatos industriales y de servicios, que
aún conservan su influencia sobre una gran porción de la
clase trabajadora. Sin acción obrera independiente, sin
huelga, sin ocupación de fábricas y establecimientos, sin
corte de ruta, sin acciones comunes del conjunto de la clase
trabajadora, sin recuperar los sindicatos y crear instituciones
nuevas que expresen su democracia y su confluencia, no hay
posibilidad de autonomía frente al capital y su estado,
ni de un movimiento ofensivo de carácter revolucionario
del conjunto de las clases oprimidas que pueda resultar
victori oso.
Movimiento
social urbano de un sector de la clase obrera desocupada
El
movimiento piquetero –tomado en todas sus variantes- constituye
una especie de movimiento social urbano de un
sector de la clase obrera desocupada20,
que se nutre esencialmente de trabajadoras del servicio
doméstico y amas de casa de las barriadas populares, viejos
trabajadores fabriles, ex obreros de la construcción, además
de una generación de jóvenes que nunca accedió al mercado
de trabajo y una pequeña franja de las poblaciones marginales
de pobres urbanos21.
Su organización es esencialmente barrial y sus demandas
van del empleo y los subsidios hasta reivindicaciones de
índole comunal. En este sentido, los movimientos piqueteros
se asemejan a los movimientos sociales reivindicativos de
Latinoamérica.
Es
ilustrativa la siguiente descripción “cada movimiento
tiene una clara implantación territorial agrupando trabajadores
desocupados de un mismo barrio y a sus familias; de este
modo, despliegan un conjunto de acciones sociales que combinan
desde variadas formas de ayuda mutua y autogestión hasta
la negociación con instancias estatales para obtener e incluso
administrar subsidios oficiales de desempleo”22.
Sin embargo, esta visión no explica la diferencia entre
organizaciones con fuerte implantación y peso territorial,
como la
UTD Mosconi, de otras cuyo peso barrial no constituye un
poder territorial como por ejemplo la FTV, la CCC, o algunos sectores de la Aníbal Verón y por último de las que
su inserción en los barrios es menor y responde más que
nada a su capacidad para gestionar los planes de empleo,
como el Polo Obrero23
o el Movimiento Sin Trabajo-Teresa Vive.
Por
otra parte, como señala Maristella Svampa, el movimiento
piquetero “reconoce dos afluentes fundamentales (…) los
piquetes y puebladas del interior (…) la acción territorial
y organizativa gestada en el conurbano bonaerense”24.
En la primera vertiente, el movimiento piquetero reúne
entre sus componentes a ex trabajadores de YPF y jóvenes
sin experiencia laboral (caso Cutral Có y General Mosconi)
que participaron activamente de los levantamientos comunales
como su ala más radicalizada. La segunda vertiente es la
que prevalece en lo que se denomina actualmente como el
movimiento piquetero y tiene su raíz esencialmente en la
iniciativa de distintos grupos sociales y de la izquierda
que agruparon a trabajadores desocupados, y a un sector
de las “manzaneras” para presionar por la obtención de planes.
En general los movimientos piqueteros actuales están integrados
por los beneficiarios de los distintos planes de empleo
que desde los estados nacional y provinciales están en vigencia.
Pero no está de más señalar que Svampa establece una continuidad
(más allá de que señala ciertos límites) entre las dos vertientes,
sin acertar en distinguir que los levantamientos provinciales
llegaron a constituir formas de doble poder comunal mientras
que el trabajo piquetero en el Gran Buenos Aires, más allá
de la fortaleza en los barrios de alguna de las corrientes,
jamás encarnaron formas de poder territorial que desafiaran
seriamente al poder del aparato del peronismo entre los
más pobres en el conurbano bonaerense.
A
diferencia del movimiento piquetero de los orígenes que
surgió planteando el problema del trabajo para todos,
poniendo en el centro los cortes de ruta como forma de impedir
el tráfico de las mercancías o de bloquear las plantas petroleras
y protagonizando violentos enfrentamientos con las fuerzas
de represión, la mayoría de las organizaciones de desocupados
que prevalecieron, fueron tomando su impulso luego de que
la generalización de la crisis social llevara a la masificación
del asistencialismo estatal a mediados del 2002. De esta
forma esta vertiente creció y se desarrolló con “una
relación más pragmática con los poderes públicos”25
y una relación subsidiaria del clientelismo estatal.
Actualmente,
esta segunda vertiente se divide en dos grandes bloques.
Su ala derecha, FTV y Barrios de Pie, que responde al gobierno
de Kirchner, es una burocracia que condena los cortes de
ruta y a la izquierda por “insurreccionalista”. Los llamados
piqueteros “duros”, más allá de sus divisiones, constituyen
una especie de frente único de tendencias, cuya práctica
habitual son las marchas callejeras a los Ministerios y
oficinas públicas en demanda de planes de empleo y ayuda
alimentaria y que en la esfera de la representación política
se postulan como oposición al gobierno. Oscilando se encuentran
la CCC y el
MTD Aníbal Verón de Juan Cruz Daffunchio. Casi todas comparten,
en mayor o menor medida, un método burocrático de control
sobre el reparto de los planes y la ayuda asistencial.
En
síntesis, el movimiento piquetero actual es un movimiento
social político-reivindicativo de raigambre urbana de un
sector de la clase obrera desocupada, dirigidos por corrientes
burocráticas, autonomistas o de la izquierda. Al movimiento
se lo reivindica desde diferentes ópticas: la apologética
de la lógica reivindicativa –como única dimensión de la
acción política- de los “movimientos sociales” (como hace
la CTA), e incluso desde una visión autogestionaria
(como la citada Maristella Svampa). Por el lado de la izquierda
que se reclama clasista, que actúa en el movimiento piquetero
como el PO, se eliminan las contradicciones de su ubicación
social más general, para presentarlo desmedidamente como
la clase obrera ya reorganizada, a partir de los postulados
programáticos que asume, subestimando su práctica política
concreta y la debilidad que ha demostrado para conquistar
la unidad de la clase obrera y constituir una fuerza social
hegemónica contra el peronismo, el capital y el estado.
Los
momentos del movimiento piquetero
El
movimiento piquetero lleva ya ocho años de existencia y
ha pasado por distintos estadios en su desarrollo. Distinguimos
los siguientes períodos con sus características particulares:
1)
Las “puebladas” provinciales y el surgimiento del movimiento
piquetero como una diferenciación radical en el seno de
esos levantamientos.
2)
El desembarco en el Gran Buenos Aires y su extensión a escala
nacional durante el 2001 cuyos hitos fueron el corte de
ruta en La
Matanza y las dos primeras Asambleas nacionales.
3)
El auge de 2002 como parte de la alianza “piquete y cacerola”
y la institucionalización del mecanismo de contención social
vía la generalización de los planes de empleo.
4)
La fase defensiva actual y la encerrona del movimiento piquetero
(tema que desarrollamos al principio de este artículo)
Diferenciación
en el seno de las puebladas
La
figura del piquetero tuvo su origen en el levantamiento
provincial neuquino, en las pequeñas localidades petroleras
de Cutral Có y Plaza Huincul, en 1996. Sus protagonistas
fueron jóvenes desempleados y viejos trabajadores calificados
despedidos tras la privatización de la empresa YPF (Yacimientos
Petrolíferos Fiscales). El segundo Cutralcazo en 1997 destacó
a los fogoneros, ya que los piqueteros de la primera
rebelión fueron cooptados por el régimen provincial. Sin
embargo, este último nombre no logró la perdurabilidad y
la representación que la definición de piquetero cobra
hasta el día de hoy.
La
aparición de los piqueteros vino a plantear una veta novedosa
en cuanto a los actores sociales de la lucha de clases.
En Argentina a lo largo de todo el siglo XX, fue la clase
obrera industrial la protagonista del conflicto social.
Esto explica en gran medida que nuestro país se caracterizara
por contar con poderosas organizaciones sindicales y una
gran experiencia en las diversas formas de lucha obrera.
El
piquete es puesto en el centro de atención por su novedad,
dando la apariencia, de ser el nuevo método de lucha que
ha desplazado a las formas clásicas de protesta proletaria,
cuestión “teorizada” por muchos sociólogos y dirigentes
interesados, para mantener a la clase obrera fuera de escena.
Todo un desatino o mejor dicho un operativo ideológico para
negarle a los trabajadores su vitalidad y su poder social
y para borrar el hecho de que el piquete y la asamblea son
formas clásicas de la intervención obrera adoptadas desde
entonces por los desocupados –como una fracción de la clase
trabajadora- que comienzan a pesar como un actor propio
en la lucha de clases donde el movimiento obrero de conjunto
se estaba pasando a la oposición al menemismo. Para ser
precisos, hay que decir que “En el marco de los niveles
inéditos alcanzados por la desocupación abierta y la subocupación,
el rasgo novedoso del período que se inicia es la incorporación
de aquí en más de otro protagonista, los desocupados, utilizando
centralmente el corte de ruta como forma de lucha. Ciertamente
el corte de ruta no ha sido de uso exclusivo de los desocupados,
pero la particularidad en este caso es que se trata de la
única medida de fuerza a su disposición, y del instrumento
de lucha que les permite instalarse en la escena nacional.”26
Además de que a lo largo de 2001, en la experiencia de los
ceramistas neuquinos y en el mismo levantamiento de General
Mosconi, huelga general, ocupación fabril y piquetes, han
venido a mostrar la vigencia de los métodos tradicionales
de la clase obrera así como fecundas formas de unidad de
clase.
Posteriormente,
el movimiento iniciado en Cutral Có –que dicho sea de paso
en 1997 tuvo como uno de sus detonantes una fenomenal huelga
docente- se extenderá en las puebladas de Libertador General
San Martín, provincia de Jujuy (1997); y más tarde en los
levantamientos de Tartagal y General Mosconi en la provincia
de Salta (1997,1999, 2000 y 2001). Es durante el gobierno
de la Alianza
que el movimiento piquetero alcanzará su punto más alto,
llegando al nivel de elaborar un programa reivindicativo
y de acción directa contra las fuerzas represivas del estado,
buscando la unidad de clase con los trabajadores ocupa dos.
Lo
común de la emergencia piquetera en estos levantamientos
es que se trata de zonas muy ricas en petróleo y gas, con
una enorme pobreza y desocupación entre sus habitantes.
En estos movimientos los piqueteros surgieron como el sector
que cortaba las rutas y los accesos a las plantas petroleras
exigiendo la creación de fuentes de trabajo. Eran el componente
combatiente de la pueblada que unía a los distintos sectores
de las comunidades afectados por el desempleo generalizado
y la creciente crisis social. Políticamente, en estos levantamientos
sobresalieron las Asambleas Populares que eran la forma
política del doble poder comunal, asambleas en los cortes
y un tipo de liderazgo caracterizado por el caudillismo.
Las puebladas destacaron elementos de guerra civil en los
“márgenes” del país, entendido esto como “una etapa determinada
de la lucha de clases cuando ésta, al romper los márgenes
de la legalidad, llega a situarse en el plano del enfrentamiento
público y, en cierta medida físico de las fuerzas en oposición”27.
En estos levantamientos provinciales, los desocupados retoman
el corte de ruta y el piquete dándole un nuevo contenido
y utilidad. Se trataba de defender el corte –que impedía
el traslado de las mercancías- con los piquetes. En Cutral
Có caerá producto de la represión la primera mártir mujer
de la clase obrera tras la dictadura militar, Teresa Rodríguez.
Frente
a cada uno de estos acontecimientos, la burguesía y el gobierno
intentaron montar distintas formas que combinaban represión
con intentos de contención, desvío y cooptación.
Desde las multisectoriales, que integraban a los piqueteros
junto a la oposición burguesa y las llamadas fuerzas vivas,
la intervención directa de la
Iglesia para aplacar a los desocupados (caso Jujuy) y la
formación de los Consejos de Emergencia, para integrar a
los movimientos de desocupados al estado, impulsados activamente
por la CTA y la CCC junto a la Iglesia católica.
Luego
de los levantamientos de Cutral Có y Jujuy y las primeras
puebladas salteñas, la clase dominante argentina puso en
marcha ante la decadencia del menemismo, el recambio de
la Alianza que actuó neutralizando y desviando
la lucha de clases, postulando con el aval de la centroizquierda
(Frepaso) a la decadente UCR, como una salida “progresista”
para la mayoría popular.
De
todas estas puebladas, la más radicalizada y la que tuvo
una clara hegemonía de los piqueteros fueron las sucedidas
en General Mosconi en 2000/2001 ya directamente bajo el
gobierno de la Alianza (que desde sus primeros días mostró
su rostro antiobrero debutando con el asesinato –a manos
de la gendarmería- de dos manifestantes que cortaban un
puente en la provincia de Corrientes). En la primer pueblada
cae Aníbal Verón, un trabajador de la UTA (transportes) asesinado por la policía provincial.
La respuesta al crimen de Verón fue el asalto a las comisarías,
el armamento de los piquetes. Ambas puebladas fueron semiinsurrecciones
locales donde el movimiento piquetero logra imponer la huelga
general en las petroleras y la alianza con los trabajadores
de la construcción de las refinerías. El movimiento piquetero
es el vocero de estos últimos y levanta un pliego único
de demandas exigiendo trabajo para todos, mejoras salariales
para los obreros de las petroleras y el planteamiento de
que sean estas empresas las que se hagan cargo del costo
de la crisis social. De hecho, en Mosconi los piqueteros
constituyeron una especie de doble poder comunal, de lo
que hoy perdura como una organización (la UTD) de fuerte implantación, aunque cooptada al gobierno municipal.
Estos
levantamientos mostraron también un cierto límite del movimiento
piquetero para generar hegemonía y formas de autoorganización,
que apuntaran a un doble poder social. Lo máximo que constituyeron
fue una especie de “comuna” autodeterminada que agrupaba
al conjunto de los sectores sociales en la asamblea popular,
rigiéndose por la lógica de la democracia directa ciudadana,
es decir “un hombre, un voto”. Desde el punto de vista histórico
estas son formas clásicas de las revoluciones burguesas
y pueden constituir una fase inmadura o en el mejor de los
casos complementaria de la emergencia revolucionaria del
proletariado. Las revoluciones proletarias del siglo XX
destacaron otra constitución de la autodeterminación de
las masas, los consejos o soviets, organizados alrededor
de las unidades de producción, que agrupaban territorialmente
a representantes del pueblo oprimido. Las puebladas del
interior no podían dar este tipo de organización aunque,
por el fuerte peso que tenían los ex obreros de las petroleras,
se orientaron instintivamente –sobre todo en Mosconi- a
copar el centro económico local y ganar a sus trabajadores.
El
tipo de liderazgo que dio la pueblada fue el caudillismo,
que es contradictoriamente una negación de la democracia
directa que caracterizó a la
Asamblea Popular. El ejemplo de Mosconi es indicativo de
esto. La UTD
está organizada alrededor de la figura de José “Pepino”
Fernández.
Las
puebladas sólo tuvieron un carácter local sin lograr trascender
más allá de las comunidades implicadas. Carecieron de coordinación
y proyección nacional, no lograron extenderse a las grandes
ciudades, centralmente por responsabilidad de la burocracia
sindical que dividió al movimiento obrero ocupado de los
trabajadores desocupados, pero también por la debilidad
de los estallidos espontáneos en los márgenes del país.
En el caso de Gral. Mosconi o Cutral Có, los levantamientos
ni siquiera pudieron ganar las capitales provinciales.
A
pesar de su radicalidad, estos movimientos lograron ser
subsumidos, luego de intentar ser quebrados mediante la
represión, con la entrega de planes Trabajar y créditos
para los microemprendimientos, así como ya dijimos, políticamente
por el desvío de la Alianza.
El
corte de ruta en La Matanza y las dos primeras Asambleas nacionales
La
segunda vertiente del movimiento piquetero tiene su epicentro
en el conurbano bonaerense y representa dos tendencias contradictorias
y hasta antagónicas. Para analizar el peso y la orientación
que las corrientes surgidas de esta vertiente impusieron
al movimiento hay que tener en cuenta que los años 2000
y 2001 son puntos de gran conflictividad obrera, de importantes
huelgas generales, y de una ubicación opositora por parte
de la CGT (Moyano)
y la CTA, al
gobierno radical. Como punto máximo de convergencia entre
la clase obrera ocupada y los trabajadores desocupados,
en este período hay que señalar el paro general de 36 horas
de noviembre de 2000 que movilizó a nivel nacional a más
de 100.000 trabajadores ocupados y desocupados, que conjuntamente
cortaron rutas, vías férreas y autopistas y cuyo emblema
fue el corte común de la ruta Panamericana en las afueras
de la ciudad de Buenos Aires, protagonizado por trabajadores
de las grandes plantas automotrices y de la alimentación
(Ford, VolksWagen y Terrabusi) junto a distintos grupos
piqueteros. La burocracia sindical se encargará de negociar
con el gobierno de la Alianza, descomprimiendo el camino.
Esta
vertiente del movimiento piquetero toma estado público y
carácter político como intento de direcciones de carácter
reformista (FTV-CTA y CCC) de capitalizar a su favor, en
este punto estratégico del país y del aparato del peronismo,
la enorme crisis del aparato de las “manzaneras” que se
desgajó en la fase final del gobierno de Menem y bajo la
política de la Alianza que intentaba restarle peso a los
punteros justicialistas. Sus máximos hitos son los cortes
de la ruta 3 (2000/2001) en el partido de La Matanza –el más populoso del Gran Buenos Aires y uno de los bastiones
históricos del peronismo- poniendo en el centro de las demandas
de los movimientos piqueteros el reclamo de planes de empleo
y de bolsones de comida en detrimento de la lucha por trabajo
para todos y la demanda de un subsidio de d esempleo.
El
desarrollo de otras organizaciones, como las que hoy integran
el arco iris de los piqueteros tanto dialoguistas como de
los “duros”, (salvo en el caso del movimiento de Raúl Castells
que tiene un fuerte trabajo barrial y que peticionaba alimentos
frente a los supermercados ya bajo el menemismo) tienen
su auge con relación al camino marcado por la FTV y la CCC, más allá de las diferencias en torno a la
oposición del gobierno de turno e incluso de las declaraciones
contra los pedidos asistencialistas. La realidad es que
la casi totalidad de las organizaciones asume como propia
la nueva agenda de peticionar planes, aunque se mantenga
en el papel la lucha por trabajo para todos.
Para
diferenciar, podemos decir que la FTV es una corriente más ligada a la experiencia
de las organizaciones sociales que se desarrollan a partir
de los ’80 con ocupaciones de tierra, asentamientos, es
decir, como movimientos de reivindicaciones barriales y
comunitarias. Su consolidación como FTV se hizo al influjo
de la Alianza, de la cual su dirigente D’Elía era
concejal. En el caso de la CCC, es una consecuencia de la orientación del PCR, que en la segunda
mitad de los ’90 planteó como uno de sus ejes la lucha de
los desempleados contra el hambre, lo que fue en contra
de la influencia que la
CCC había adquirido como corriente sindical de izquierda
años antes. Entre ambas corrientes se establecerá una alianza,
sobre la base del acuerdo estratégico de circunscribir el
movimiento de desocupados a la tarea de presionar por planes
sociales y de no cuestionar la relación ni la subordinación
a los partidos patronales.
Las
dos primeras asambleas nacionales piqueteras que reunieron
a la FTV, la
CCC, el Polo Obrero, el MTL y MTR, le dan dimensión nacional
al movimiento piquetero, lo masifican pero también le imprimen
un curso más reformista en cuanto a su práctica concreta
y sus métodos de lucha. Las ANP –a instancias de la FTV y la CCC- inauguraron los cortes de ruta con caminos
alternativos.
El
último acto público de la ANP fue la entrevista que tuvieron todos sus dirigentes
-D’Elía (FTV), Alderete (CCC), Martino (MTR) y Pitrola (Polo
Obrero)- con el flamante presidente Rodríguez Saá, quien
fuera entronado por el PJ para garantizar la continuidad
institucional tras la caída del gobierno de la
Alianza, y apoyado públicamente por D’Elía y Alderete.
Del
“piquete y cacerola” a la institucionalización de la contención
social
Las
jornadas revolucionarias de diciembre de 2001 tuvieron dos
detonantes: la confiscación de los ahorros de la clase media
en el llamado “corralito” y la desesperación de millones
de desocupados y de los sectores marginales del pueblo pobre
que protagonizaron una auténtica rebelión del hambre. En
general, las lecturas sobre el levantamiento de diciembre
apuntan a resaltar el papel excepcional que jugó el cacerolazo
porteño contra el estado de sitio dictado por De la
Rúa y cuyo actor central fue la pequeño burguesía y un sector
de los asalariados urbanos. Esta veta fue muy importante,
dando lugar más tarde a la proliferación de las asambleas
populares. Pero esto no niega que también es necesario destacar
al componente plebeyo de la rebelión. Para tener una idea:
“Los “saqueos” de diciembre se produjeron en los municipios
del conurbano de Buenos Aires y aún en algunos barrios populares
de la ciudad pero también sacudieron a casi todas las capitales
de provincia; se desplegaron en muchas de las ciudades más
importantes del país como Rosario, Mar del Plata, Bahía
Blanca, Comodoro Rivadavia, Trelew, Bariloche, Cippoletti
o General Roca pero también a localidades menores y tradicionalmente
“calmas”. Sólo en unas muy pocas provincias (Catamarca,
Misiones, La Rioja, San Luis, La Pampa, Santa Cruz y Tierra del Fuego) la crónica
periodística no registró “saqueos” en aquellos días. Fueron
entonces un fenómeno urbano de alcance nacional y simultáneo
en los que intervinieron decenas de miles de personas”28. Según informaban los medios en dos días hubo más de 4500
detenidos y decenas de muertos.29
Al margen: mucho se discute hoy de que la clave de estas
acciones fue producto de una conspiración peronista contra
De la Rúa.
En toda crisis revolucionaria hay elementos de conspiración
burguesa, pero esa caracterización es funcional a negar
el componente plebeyo en el levantamiento popular y con
él a la legitimidad de sus demandas. El movimiento piquetero
no jugó ningún papel en esta situación, sin poder darle
una dirección política y organización que superara el estadío
de los saqueos y le diera el objetivo de ser parte de un
movimiento más general de lucha contra el gobierno. Tampoco
tuvo protagonismo en la batalla de Plaza de Mayo ya que
la FTV, la
CTA y la CCC decidieron abstenerse de participar de los
acontecimientos.
Sin
embargo, el movimiento piquetero va a cobrar –al influjo
del ascenso posterior- una gran importancia, dentro del
movimiento popular contra el viejo régimen. En el verano
de 2002, una gran marcha de la FTV y la CCC, acompañada por el resto de las organizaciones
piqueteras, fue recibida a su paso por el aplauso de la
clase media, las columnas de las asambleas populares y el
grito “piquete y cacerola la lucha es una sola”.
Van
a ser tres los movimientos sociales que ganaron las calles
en ese entonces: las asambleas populares, que al calor del
“cacerolazo” agruparon a sectores de la pequeñoburguesía
y los asalariados urbanos destacando formas de democracia
directa de tipo territorial; los movimientos piqueteros
y las fábricas ocupadas por sus trabajadores, cuyos máximos
símbolos, como ya dijimos, fueron la ceramista neuquina
Zanon y su combativo sindicato, y la textil porteña Brukman.
El movimiento piquetero, desde ese entonces se encontraba
fraccionado en dos grandes bloques: el de la burocracia
piquetera, la
FTV y la CCC,
más conciliadores e integrados a los nacientes Consejos
Consultivos30
y los diversos movimientos autónomos y de la izquierda,
encabezados por el Bloque Piquetero Nacional y el MIJD,
opuesto a los Consejos y con una línea de mayor oposición
al viejo régimen. De este segundo sector surgirán las diferentes
Asambleas Nacionales de Trabajadores (ANT). Este segundo
sector reemplazó la democracia directa que emanaba de los
movimientos de lucha por el consenso y acuerdo entre las
distintas tendencias.
En
los primeros meses, antes de la generalización de los planes
de empleo estaba planteada la posibilidad de una ofensiva
general contra el peronismo en el gobierno para lo cual
era necesario sumar a la progresiva alianza social del “piquete
y cacerola” la fuerza de la clase obrera ocupada. Pero lamentablemente,
las asambleas populares eran organizaciones inmaduras que
no pudieron ni se propusieron darse ese norte; las fábricas
ocupadas eran una expresión minoritaria dentro de los trabajadores
ocupados; los movimientos piqueteros mayoritarios buscaban
evitar la confrontación con el gobierno, mientras que los
combativos se negaron a constituir una coordinación de los
movimientos de lucha para avanzar en disputar el corazón
central de la clase trabajadora (ni siquiera a la mayoría
de los desocupados), pues en ese entonces se había impuesto
una orientación de tipo populista –a instancias del PC y
el MIJD- que se negaba a plantear la perspectiva de la huelga
general y la lucha por ganar los sindicatos. Ya estas direcciones
percibían la posibilidad de engordar sus filas organizando
la petición de planes de trabajo y bolsones de alimentos31.
En la primera reunión de la
ANT fueron los ceramistas neuquinos, Brukman y el PTS, el
sector que planteó más fuertemente el problema de la democracia
obrera, el funcionamiento en base a mandatos, la necesidad
de crear organismos de coordinación efectiva por regiones
para incorporar a la clase obrera ocupada y la perspectiva
de la huelga general.
El
movimiento piquetero intentó en este período ser quebrado
mediante la represión directa. El 26 de junio de 2002 en
la masacre de Puente Pueyrredon fueron salvajemente asesinados
los compañeros del MTD Aníbal Verón, Maximiliano Kostequi
y Darío Santillán. Una enorme respuesta popular obligó a
Duhalde a retroceder, a anunciar su salida anticipada del
gobierno adelantando las elecciones y a poner en marcha
lo que sería más tarde su principal logro político en beneficio
de la burguesía: la implantación del Plan Jefas y Jefes
de Hogar con el cual comenzó a desmontar e integrar a las
organizaciones de desocupados.
Casi
2.000.000 de planes comenzaron a repartirse indiscriminadamente.
No sólo entre los punteros peronistas sino también a los
distintos movimientos piqueteros a los que se intentó de
esta manera integrar a un mecanismo institucional de control
estatal. Se calcula que en junio de 2003 los beneficiarios
del Plan Jefas y Jefes de Hogar (principal plan asistencial)
eran 1.978.14932
33. De
estos planes, el 80% son repartidos de manera clientelar
por el peronismo y sus punteros mientras que alrededor de
128.000, se encuentran en manos de los distintos movimientos
piqueteros. La
FTV y la CCC
concentran 45.000 planes cada una. Le sigue el Bloque Piquetero
con unos 20.000 planes, el MIJD con 9000 planes, y los distintos
grupos de la ex Coordinadora Aníbal Verón, otros 9000 planes34.
Muchos de estos movimientos agrupan además alrededor de
comedores comunitarios y diversos microemprendimientos productivos.
Así los movimientos piqueteros fueron llevados, cada vez
más, a la lógica de la petición sobre los ministerios públicos
y los municipios, como única política concreta, mientras
proclamaban un avanzado programa –que más allá de los actos
y marchas de agitación política- nunca guió su accionar
práctico. Al margen, es interesante señalar que en este
punto, los movimientos combativos lograron un acuerdo programático
pero ni siquiera en ese entonces lograron constituir una
organización única basada en la democracia obrera de la
base, lo cual habla o de la formalidad del programa, o del
gran interés de las distintas corrientes de mantener sus
propias “colaterales”35.
En
el balance de este período hay que destacar las tendencias
embrionarias a la democracia directa que vivieron las asambleas
populares y las fábricas ocupadas. Así como los ejemplos
de unidad de clase que hubo entre estas últimas y los movimientos
de desocupados, como el MTD-Neuquén que aún hoy constituye
un frente común junto a los ceramistas de Zanon y la Coordinadora del Alto Valle, defendiendo
la fábrica ante cada provocación de los carneros, el estado
y la patronal. Sobre el final del período, el intento conjunto
de las obreras, organizaciones de izquierda y piqueteros
por recuperar de manos de la policía a la textil Brukman.
Es necesario además, como parte del balance, dejar claro
que desde el estado logró imponerse una orientación que
llevó a la institucionalización de una relación clientelar,
cuya legitimidad fue otorgada por el uso que de la misma
hicieron los movimientos piqueteros. Resulta inteligente
la siguiente aseveración: “La integración en el caso
del movimiento piquetero puede ser un terreno del cual no
se sale. Un movimiento de esta naturaleza, a diferencia
del sindical, puede convertirse en “nodo” de una red asistencial
subordinada a la lógica reproductiva del estado. Las posibilidades
de cooptación son mayores.”36
A
modo de conclusión
Para
sintetizar: el movimiento piquetero es un movimiento social
urbano de un sector de la clase obrera desocupada que ha
protagonizado en sus orígenes fuertes levantamientos exigiendo
trabajo para todos y ha organizado en su segunda
vertiente a los desempleados del conurbano bonaerense y
algunas ciudades del interior del país. De la primer vertiente
surge no sólo la figura del piquetero sino también la identidad
original que legitima al conjunto del movimiento, la recurrencia
del imaginario piquetero a la idea de las puebladas, los
rostros cubiertos, la seguridad con palos, el nombre “piquetero”
como definición que evocan el momento más radical de este
movimiento social.
De
la segunda vertiente, –organizada más desde arriba- el movimiento
piquetero toma su dinámica actual y su práctica orientada
alrededor del pedido de planes de empleo, ayuda asistencial
y microemprendimientos productivos. Como una primera conclusión,
el movimiento ganó en extensión y masividad, pero perdió
en combatividad e independencia con respecto al estado,
e incluso subordinó su consigna fundante de trabajo para
todos.
En
este sentido, disentimos con las afirmaciones de Maristella
Svampa que intentan establecer una continuidad lineal entre
el corte de ruta y la organización territorial actual: “Los
elementos de recomposición social y política que han aportado
las organizaciones piqueteras señalan una importante continuidad
entre lo realizado en las rutas y la tarea efectivamente
llevada a cabo en los barrios.” Nuestra percepción es
que las tendencias más progresivas que prefiguraban los
cortes de ruta y más aún la experiencia de Mosconi, no han
tenido su correlato en el actual estadío del movimiento
piquetero donde las organizaciones más reformistas (también
llamadas “blandas”), tipo FTV-CTA, CCC y Barrios de Pie,
concientemente buscaron desdibujar la identidad del movimiento
piquetero y subordinarlo al clientelismo estatal y a un
liderazgo burgués, mientras que las organizaciones de izquierda
y autonomistas, si bien se referencian en este pasado del
movimiento, lo han mitificado y poca relación tiene con
un contenido que tienda a la organización masiva de los
desocupados por sus reivindicaciones, a la lucha por el
trabajo para todos y la constitución de una fuerza común
de la clase obrera, que busque enfrentar de forma revolucionaria
las trampas del estado.
No
consideramos que una política centrada en la petición de
los planes, como práctica habitual de los movimientos, como
enarbola la mayoría de la izquierda del sector, o la reivindicación
de la ayuda asistencial para financiar iniciativas autogestionarias,
constituyan una continuidad con respecto a las puebladas
del interior o una actitud tendiente a construir una fuerza
independiente del estado y los gobiernos de turno. Aunque
en el último tiempo, se han volcado en el discurso a la
reivindicación de conseguir puestos de trabajo genuinos,
la política señalada anteriormente es la que ha primado
y marcado las características de las organizaciones piqueteras.
Se equivoca Maristella Svampa, cuando tributaria de las
políticas autonomistas como la que sostienen algunos MTD
Aníbal Verón, dice que “El alcance transformador que
puede adquirir la autogestión es, sin embargo, limitado.
Pero aun así, su fortalecimiento –sobre todo, a través de
la cesión o toma y puesta en producción de tierras ociosas
e improductivas y de la recuperación de fábricas abandonadas,
permitiría sortear exitosamente uno de los peligros mayores
en los cuales puede quedar atrapada la acción de las organizaciones
piqueteras. Nos referimos a la ambigua y fuerte relación
de dependencia que existe con el estado, a partir de la
institucionalización de los planes sociales”. Los planes,
los bolsones de alimentos y los microemprendimientos no
son formas de construcción de una nueva comunidad ni el
remedio para evitar caer en el burocratismo inherente al
manejo de las organizaciones que controlan férreamente la
distribución de los planes, a lo sumo son sólo un paliativo
para la subsistencia de los compañeros desocupados. Pero
en el caso de los movimientos autonomistas, han resultado
una forma de abandono de la lucha y convivencia con el estado,
e incluso el gobierno, en nombre de la construcción de una
nueva sociabilidad. Es también una pobre respuesta a un
capital que subsume a los movimientos de lucha, cuando éstos
asumen en su discurso que la asistencia estatal es un mecanismo
plausible de ser utilizado para la emancipación de los trabajadores.
Lo mismo hacen aquellos como el PO, que sólo valoran en
el plan de empleo una conquista de la lucha, menospreciando
-en nombre de su papel como supuesta vanguardia revolucionaria-
que en realidad son la principal herramienta –utilizada
desde el poder burgués- para fragmentar a las organizaciones
de desocupados, corromper a sus dirigentes, desprestigiarlos
frente a la sociedad, cooptarlos políticamente, es decir
un mecanismo de recomposición de la “cohesión social” tras
la hegemonía burguesa.
Movimiento
único de desocupados, coordinación e independencia de clase
El
debate no debe estar centrado sobre si planes sí o planes
no. Los planes son hoy el único medio de subsistencia de
casi de 2.000.000 de compañeros. Defendemos y luchamos por
que cada desempleado cobre un subsidio universal de $600
sin contraprestación laboral. Sostenemos que para evitar
la caída de los actuales planes de empleo y luchar por las
demandas señaladas anteriormente, el movimiento piquetero
opositor necesita poner en pie un movimiento único de los
trabajadores desocupados que elabore su pliego de reivindicaciones
y defina mediante el debate democrático cómo luchar por
ellas y por la unidad con los trabajadores ocupados. Una
organización de estas características servirá para superar
el divisionismo alentado desde el gobierno y alimentado
por la burocracia piquetera. Para los movimientos piqueteros
combativos se trata de romper con la lógica que han llevado
hasta ahora adelante donde han priorizado la construcción
de “colaterales” del “movimiento social” de los agrupamientos
políticos, para luchar por una organización de masas de
los trabajadores desocupados, que promueva la lucha política
al interior de un movimiento democrático, con libertad de
tendencias, dirigentes elegidos por la base, revocables
y mandatados, y donde todo lo concerniente al reparto de
la asistencia estatal, esté controlado y sea decidido por
la base.
Por
otra parte, un movimiento de estas características permitiría
tender un lazo ofensivo hacia las luchas obreras que ya
se están gestando y ante un probable futuro ascenso de los
trabajadores, fortaleciendo el combate de los sectores antiburocráticos,
y la posibilidad de crear nuevas instituciones locales,
regionales y nacionales, que agrupen a los distintos sectores
de la clase trabajadora. Hoy está planteado coordinar a
nivel local, regional y nacionalmente a las distintas organizaciones
combativas de trabajadores desocupados y ocupados, para
hacer efectiva una lucha unificada por el trabajo para todos
y por las reivindicaciones salariales y laborales de los
trabajadores. Un paso en este sentido fortalecería a los
sectores antiburocráticos dentro de los sindicatos y al
ala combativa del movimiento piquetero que intenta ser aislada
hoy por el gobierno y la derecha.
Por
último, una organización así sería una buena base para que
junto a los sindicatos combativos, el activismo antiburocrático
y la izquierda clasista levante con fuerza una alternativa
política de clase, un frente político de los trabajadores,
que intente conquistar a las grandes masas obreras y populares
aún cautivos de la burocracia sindical y del peronismo.
El
debate es sobre cómo poner en marcha un auténtico movimiento
de la clase obrera y el pueblo oprimido con independencia
frente al estado y poder social real para terminar de una
buena vez con un régimen social y político que ha condenado
a nuestra clase y a la mayoría popular a la degradación
y la barbarie en beneficio del lucro burgués.
--------------------------------------------
Anexo
I: corrientes piqueteras
Actualmente
las corrientes más importantes que inciden en el movimiento
piquetero son las siguientes:
Federación de Tierra y Vivienda (FTV)
vinculada a la
CTA cuyo dirigente es Luis D’Elía de orientación socialcristiana.
Surge en 1998 sobre la base de un conglomerado de organizaciones
sociales y es la organización piquetera más grande. D’Elía
dirigió ocupaciones de tierras en la década del ‘80. De
ahí surge su bastión, el barrio “El Tambo”. Hoy son abiertamente
kirchneristas, enemigos acérrimos de los cortes de ruta.
Barrios de Pie: orientada por la Corriente Patria Libre -organización
política que se reivindica del nacionalismo revolucionario-
hoy integrantes del gobierno kirchnerista. Se funda en el
cruce de los años 2001-2002. En sus comienzos integra la
FTV, primero como “CTA de los Barrios” y luego como agrupación
Primero de Mayo. Su dirigente es el abogado Jorge Ceballos,
actualmente funcionario del Ministerio de Acción Social
dirigido por Alicia Kirchner.
Corriente Clasista y Combativa (CCC)
vinculada al Partido Comunista Revolucionario de orientación
maoista (PCR), sus principales dirigentes son Juan Carlos
Alderete y Amancay Ardura. La CCC desocupados surge en 1998. La figura histórica
de esta corriente es Carlos “Perro” Santillán, ex dirigente
de los municipales jujeños. Actualmente están en oposición
al gobierno y oscilan entre los “duros” y el kirchnerismo.
Su bastión es el barrio María Elena en el corazón de La
Matanza.
Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), sus líderes son Raúl Castells y su mujer Nina Pelozo, de orientación populista.
Son sindicados por la campaña “antipiquetera” como su blanco
predilecto. Surge como una ruptura con la CCC en 2001. Es opositor al gobierno de Kirchner,
cercano a Hugo Moyano, uno de los secretarios generales
de la CGT. Es otro de los movimientos masivos y
de composición más plebeya. Su bastión está en la zona sur
del Gran Buenos Aires.
Polo Obrero vinculado al Partido Obrero (PO) que se reivindica trotskista,
su máximo referente es Néstor Pitrola. Se funda en 1999
y se orienta hacia los desocupados en el 2001. Tiene peso
en Salta Capital y Tartagal y trabajo barrial en el Gran
Buenos Aires.
Movimiento Territorial de Liberación:
se funda a mediados de 2001, mediante la reunión de diversas
organizaciones pequeñas con asiento de determinados territorios
del país, a instancias del Partido Comunista. Su referente
principal era Alberto “Beto” Ibarra, importante dirigente
barrial del PC. Fraccionados en el 2004, el MTL PC es representado
por Carlos Chile mientras que la fracción de Beto Ibarra
se encuentra en un proceso de discusión y acción común con
CUBa, MTR Berrozpe y Bitto.
Movimiento Teresa Rodríguez: surge en 1998 tras la ruptura del MTD Teresa Rodríguez,
de orientación guevarista. Su dirigente histórico es Roberto
Martino quien encabeza hoy una de sus fracciones. Su base
territorial es Florencio Varela. La otra fracción la encabezan
Chacho Berrozpe y Bitto. Su base es Mar del Plata y Capital.
Otra fracción fue la Unión de Trabajadores Piqueteros, hoy integrante
del Bloque Obrero y Popular.
Coordinadora de Unidad Barrial CUBa:
Nace a mediados de 1995. Es la colateral piquetera del Partido
Revolucionario de la
Liberación. Organización populista semiguevarista, semiestalinista.
Su principal referente es Oscar Kuperman. Actúa en común
con Ibarra y el MTL.
MTDs Aníbal Verón: MTD Solano, MTD Lanús, MTD Almirante Brown, MTD Florencio
Varela, MTD Guernica, MTD Quilmes, MTD Esteban Echeverría,
MTD José C. Paz, MTD Lugano (Capital Federal), MTD 22 de
Julio (localidad de Allen en Río Negro), MTD Darío Santillán
(localidad de Cipolleti en Río Negro), CTD de La
Plata, CTD de Lanús y CTD de Quilmes. Hoy se encuentran
fraccionados entre el MTD Solano de orientación autonomista,
el MTD Florencio Varela encabezado por Juan Cruz Daffunchio
y los MTD Lanús y Alte. Brown, más populistas. Lograron
gran repercusión por la masacre de Puente Pueyrredon donde
cayeron los compañeros Kostequi y Santillán.
Frente de Trabajadores Combativos-Mesa Nacional:
agrupación que surge de una ruptura del FTC. Orientada por
el Partido de la
Revolución Socialista y el Frente Obrero y Socialista (FOS)
de tendencia trotskysta. Plantean un movimiento único de
trabajadores desocupados.
FTC Nacional: fracción de la FTC encabezada por el Movimiento Al Socialismo
(MAS).
UTD Gral. Mosconi: fundada en 1997. Su dirigente es José “Pepino” Fernández,
ex obrero de YPF. Una organización de fuerte implantación
territorial e influencia entre los obreros de la construcción
de las petroleras. Son parte del gobierno comunal y tiene
una orientación reformista.
Bloque Piquetero Nacional:
Agrupación
de organizaciones piqueteras constituida los días 16 y 17
de febrero de 2002, tomando distancia de otros sectores
particularmente la CCC y FTV, después de la rebelión de diciembre
de 2001 y en oposición al gobierno de Duhalde. Actualmente
está raleado por el abandono del MTL PC y el alejamiento
de Raúl Castells de la
ANT
Asamblea Nacional de Trabajadores ANT:
acuerdo entre el Bloque Piquetero Nacional, el MIJD de Raúl
Castells y la
CTD Aníbal Verón.
------------------------------------------
Anexo
II: cuadro de la composición de clase de los beneficiarios
de Planes Jefas y Jefes
Ocupaciones
Total
Trab. del servicio doméstico
23,70
Trab. de la construcción edilicia, obras de infraestr.
y redes de distrib.
energía, agua potable, gas y telefonía
15,89
Trab. de la producción industrial y artesanal
10,83
Vendedores y trab. de comercialización de bienes y servicios
9,30
Trab. de servicios de limpieza no domésticos
5,98
Trab. de la producción agrícola, ganadera y forestal
4,77
Otras ocupaciones
4,36
Vendedores ambulantes
3,73
Trab. de reparación de bienes de consumo
3,05
Trab. de la gestión administrativa, jurídico-legal y
de planificación 2,80
Trab. de la educación
2,80
Conductores y operadores de maquinaria del transporte
y el almacenaje 2,78
Trab. de otros servicios
2,76
Trab. de salud, sanidad y ecología
2,19
Trab. de servicios de alimentación
2,13
Trab. de servicios de alojamiento y turismo
1,32
Trab. de vigilancia y prevención
1,16
Trab. del transporte y el almacenaje
1,03
Trab. del cuidado y la atención de personas
0,90
Operadores de maquinaria y equipos de la producción industrial
0,64
Comerciantes independientes
0,43
Trab. del deporte, el desarrollo corporal, el arte y
la recreación 0,32
Prestadores independientes de servicios de transporte,
almacenaje y
telecomunicaciones
0,18
Operadores de maquinaria y equipos de servicios varios
0,17
Trab. de investigación científica, asesoría y consultoría
0,16
Trab. de los medios de comunicación
0,13
Trab. de pesca y caza
0,11
Jefes de la comercialización de bienes y servicios
0,10
Trab. de las telecomunicaciones
0,09
Prestadores independientes de servicios varios
0,08
Jefes de servicios sociales básicos
0,08
Reparadores independientes de bienes de consumo
0,07
Jefes de servicios varios
0,06
Trab. de la instalación y el mantenimiento de maquinaria
y equipos de la
producción de bienes
0,05
Trab. de servicios sociales, comunales, políticos, gremiales
y religiosos 0,05
Operadores de equipos y sistemas de telecomunicaciones
0,05
Jefes de pesca y caza
0,05
Trab. de gestión presupuestaria, contable y financiera
0,05
Prestadores independientes de servicios de gestión administrativa,
jurídico-legal,
de planificación, y de informática
0,02
Trab. de la producción extractiva
0,01
TOTAL
100,00
Fuente: Ministerio de Trabajo. Agosto 2002
Evaluación
Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupadas/os
Distribución de la última ocupación de lo/as beneficiario/as
BsAs, Cordoba, Santa Fe y Mendoza
------------------------
Notas:
1
Al cierre de la edición de esta revista, era detenido el
principal dirigente del MIJD Raúl Castells a quien se intenta
acusar del delito de “extorsión”. No está clara aún cómo
va a proseguir esta causa. Llamamos a exigir su inmediata
libertad así como la de todos los compañeros detenidos por
luchar y el desprocesamiento de todos los luchadores obreros
y populares.
2
Juan Carlos Blumberg es un ingeniero e industrial textil
cuyo hijo Axel fue secuestrado y asesinado por una banda
que exigía un rescate. Producto de esto, puso en movimiento
la “Cruzada Axel” que realizó tres masivas marchas en Capital
Federal por el endurecimiento de las penas y un mayor poder
represivo para las fuerzas policiales. Blumberg expresa
una derecha ideológica y social que no tiene aún su correlato
en el campo de los partidos políticos.
3
Entre los delegados electos a la nueva Junta Interna figura
José Montes, dirigente nacional del PTS junto a otros reconocidos
luchadores y militantes de nuestro partido
4
Ver recuadro de referencia al final del artículo.
5
Lamentablemente, más allá de acciones puntuales, no conocemos
ni ha sido público, que allí donde influencie otra organización
de izquierda haya ocurrido algo similar. No es el caso del
SOIP (Sindicato Obrero de la
Industria del Pescado de Mar del Plata), donde influencia
el PO, ni de la Unión Ferroviaria de Haedo dirigida
por el MST o la
Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negro donde su Secretario
General actual, Aurelio Vázquez, es militante del MAS.
6
Para consultar nuestras elaboraciones con respecto al movimiento
piquetero se puede ver Revista Lucha de Clases Nº1 (1997),
folleto “Piqueteros y fogoneros marcan el camino para el
poder obrero” (1998), así como múltiples artículos en la Revista Estrategia Internacional
y en La
Verdad Obrera.
7
Contexto económico y político en la protesta social. Claudio
Lozano/Septiembre 2001. Director del Instituto de Estudios
y Formación de la
Central deTrabajadores Argentinos (CTA). Secretario de Estudios
y Formación de la CTA.
8
Para una definición desarrollada de este concepto ver Revista
Lucha de Clases Nº1 “Del Cordobazo al jujeñazo”.
9
Maristella Svampa-Sebastián Pereya. Entre la ruta y el
barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras.
Pág. 86. Editorial Biblos.
10
Las “manzaneras” constituyeron el aparato clientelar por
excelencia del duhaldismo en los ’90 que financiado por
los 600 millones de dólares anuales del llamado Fondo de
Reparación Histórica del Conurbano Bonaerense, estaba compuesto
por miles de mujeres que repartían diversos planes de ayuda
social, movilizaban a los actos del PJ y ejercían una suerte
de control social sobre las barriadas más pobres.
11
Javier Auyero. La política de los pobres, las prácticas
clientelistas del peronismo. Pág. 230. Edición Cuadernos
Argentinos Manantial.
12
Actualmente se estarían repartiendo 1.700.000 planes, de
los cuales 200.000 corresponderían a las organizaciones
piqueteras. Clarín 8/8/04.
13
Punteros: se les llama a los representantes de un partido
político, intendente, gobernador o grupo determinado, puestos
a dedo en virtud de amistad o afinidad política. En general,
su tarea consiste en cuadricular el barrio, y tener bases
de apoyo en cada cuadra, a cuyos miembros brinda favores,
apoyo, recursos, etc. -y luego los cobra-. Es la forma clásica
de hacer política barrial por parte de los partidos políticos
tradicionales, para mantener el control sobre los
distintos barrios a la vez que alimentar su política
clientelar.
14
Miguel Mazzeo, Piqueteros. Notas para una tipología.
Pág. 31. Manuel Suárez Editor.
15
Ana C. Dinerstein. El poder de lo irrealizado. El conflicto
social en Argentina y el potencial subversivo de la mundialización.
16
Carlos Marx. El Capital Tomo I. Proceso de acumulación
capitalista. pág. 538. Edición Fondo de Cultura Económica.
17
León Trotsky. El Programa de transición. Pág. 29.
Editorial Crux.
18
Carta de los compañeros del MIJD al PTS. 3/3/2004. Antonio
Gomez, José Muñoz y Ovidio Pepe. La Verdad Obrera 134.
19
Una interesante respuesta a este tipo de posiciones puede
leerse en el trabajo Una aproximación al movimiento de
desocupados en el marco de las transformaciones de la clase
obrera en Argentina de Verónica Maceira y Ricardo Spaltenberg,
donde definen que: “Esta representación plana de la “exclusión”
es alimentada no sólo en los medios sino también en parte
de la producción académica local, especialmente en aquella
que se ha centrado en el estudio focalizado de la pobreza,
dejando de lado el carácter social de quienes la padecen
y de quienes la producen. Nuestra hipótesis es que esta
presentación de “la pobreza” deja en penumbras a las líneas
de continuidad entre las experiencias de clase de quienes
actualmente son presentados como marginales y el conjunto
de los trabajadores del país, contribuyendo en esa dirección,
a fortalecer una imagen de fragmentación creciente al interior
de las clases subalternas”.
20
Maristella Svampa y Sebastián Pereyra en su estudio Entre
la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones
piqueteras. Editorial Biblos, pág. 46, definen al movimiento
piquetero como un movimiento social urbano abstrayéndolo
de su contenido de clase y otorgándole la dimensión político
reivindicativa de los movimientos sociales típicos de Latinoamérica,
de un amplio carácter popular.
21
Al respecto es interesante el siguiente comentario de Julio
Godio sobre el movimiento piquetero: “sus miembros son
hijos de la ruptura de la antigua “sociedad salarial” con
pleno empleo, que comenzó a desarticularse desde los años
’70 del siglo pasado. Los piqueteros son pobres. Pero no
pertenecen al mundo tradicional de la marginalidad estructural
(como ocurre en Brasil, Venezuela o Perú), sino al mundo
de una sociedad salarial desarticulada. Por eso los movimientos
piqueteros son tan persistentes y organizados. Tienen vínculos
históricos con los sindicatos y con las organizaciones sociales
barriales. La mayoría de los desocupados son personas alfabetizadas.
Todo ello compensa el hecho cierto de que entre los movimientos
de desocupados crecen también fenómenos de apatía social
(…)” Los movimientos piqueteros ante una seria disyuntiva
política. Julio Godio: Director del Instituto del Mundo
del Trabajo (IMT).
22
Raúl O. Fradkin. Universidad Nacional de Luján/Universidad
de Buenos Aires-Argentina.
23
Es interesante la visión que tiene el PO del surgimiento
de su colateral piquetera ajeno a todo trabajo real del
movimiento de masas. Dice Jorge Altamira “el Polo Obrero
es una genuina creación del PO. La prueba está en que fue
discutido en un Congreso del PO el surgimiento, el impulso,
el desarrollo, el apoyo y la formación del Polo Obrero”.
Una Nueva Etapa Histórica. Informe Central al XIII Congreso
del Partido Obrero. 29/11/02
24
Maristella Svampa-Sebastián Pereyra. Idem. Pág. 17.
25
Maristella Svampa-Sebastián Pereyra. Idem. Pág. 22.
26
Verónica Maceira y Ricardo Spaltenberg Una aproximación
al movimiento de desocupados en el marco de las transformaciones
de la clase obrera en Argentina.
27
León Trotsky. Los problemas de la insurrección y de la
guerra civil. 1924.
28
Raúl O. Fradkin. Universidad Nacional de Luján/Universidad
de Buenos Aires-Argentina.
29
Clarín, 19/05/2002, p. 17
30
Organizaciones multisectoriales que funcionaban en las intendencias
del Conurbano bonaerense para discutir la problemática social
y la distribución de los planes de empleo.
31
Además existía una sobrevaloración de la situación, la cual
era caracterizada como una revolución triunfante (MST),
o en curso (PO), un “Argentinazo” (casi toda la izquierda)
dándole un valor extraordinario a la fuerza del movimiento
social actuante y en particular al papel y significado de
las propias organizaciones piqueteras.
32
Ultimo dato disponible del Ministerio de Trabajo. www.trabajo.gov.ar
33
Respecto a la composición social de los beneficiarios
de los planes se puede consultar a Verónica Maceira y Ricardo
Spaltenberg. op. cit. “(…) podemos concluir que una parte
importante de los varones participantes y beneficiarios
de planes de empleo, en particular los mayores de treinta
años, son trabajadores que han sido asalariados, y si bien
no han estado ocupados en los sectores más dinámicos ni
en puestos de altas calificaciones, no pueden ser considerados
marginales. Por el contrario, muestran trayectorias laborales
anteriores estables, con rasgos compartidos ampliamente
por la clase obrera de la región. Asimismo, el conjunto
presentaba, cuando ocupados, una alta tasa de sindicalización
como tendencia firme a lo largo de sus vidas laborales,
aunque mayormente sin participación gremial activa. Estos
elementos, que también caracterizan la cultura sindical
dominante, revelan en principio una experiencia previa que
los predispondría a encuadrarse en organizaciones que representen
sus intereses económicos inmediatos. Junto a ellos se encuentran
jóvenes con escasa inserción estable anterior, mayormente
sin experiencias significativas como trabajadores
fabriles y sin tradición de encuadre sindical. Entre los
desocupados jefes de hogar encontramos predominantemente
ex-obreros fabriles, y se hacen presentes, complementariamente,
trabajadores de la limpieza no doméstica y algunos empleados
del comercio de alimentos. No forman parte de este universo
los trabajadores de cuello blanco. Los desocupados fabriles
han estado empleados en mayor medida en las ramas consideradas
típicamente de la “primera sustitución” (intensivas en mano
de obra y productoras de bienes “salario”, con preeminencia
de alimentos y textiles) y ocuparon, en menor medida, puestos
en la industria metalúrgica, del papel, del cuero y las
telecomunicaciones, ramas que tuvieron su momento de expansión
en períodos relativamente posteriores a las ya mencionadas.
34
Según otros medios como el diario Clarín, la totalidad de
los planes que reciben los movimientos piqueteros rondarían
los 200.000. Los datos correspondientes a cada una de las
organizaciones se basan en información de la prensa ya que
los distintos movimientos no lo han hecho público.
35
Incluso los movimientos llamados “duros” se organizan en
un mismo barrio en diferentes organizaciones depende quien
empadrone.
36
Miguel Mazzeo,
Idem. Pág. 139 |