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Estrategia Internacional N° 21
Septiembre 2004

El partido obrero y el movimiento de los desocupados

Mitos y Justificaciones sobre el "piqueterismo"

Por Ruth Werner y Facundo Aguirre

 

El Partido Obrero ha creado mitos y justificaciones –que son acompañados con una caracterización catastrofista de las perspectivas del capitalismo, afiebrada de la situación nacional y de su propio papel en la lucha de clases- para encubrir su orientación política que no enfrenta seriamente las contradicciones que la política clientelar del estado le plantea a los movimientos piqueteros, como lo debería hacer una organización que se reclama obrera y socialista y cuyo fin es la lucha contra el estado burgués.

El PO es subsidiario y cultor de una especie de apologismo del movimiento piquetero que llamaremos “piqueterismo” y que se refiere al ensalzamiento del movimiento de los desocupados como la refundación de una dirección política de la clase obrera. Esta “ideología” es justificada en nombre de la lucha por un programa que para el PO es la única garantía de superar los límites del movimiento piquetero.

 

Piquetes y clase obrera. Hegemonía y revolución

 

El PO identifica el “piqueterismo” con la organización de los sectores “más explotados” de la sociedad, es decir, en palabras de Altamira con haber “puesto en movimiento al sector menos politizado”1 de la clase trabajadora, el que esta llamado a ser la “vanguardia política2. Incluso, para el PO son “una guía histórica para la clase obrera de todo el mundo (...) una prueba de que en medio de la barbarie del capital el proletariado se planta como la alternativa socialista a la barbarie capitalista (...)3. De esta manera, estaría garantizado el destino histórico elegido por el Partido Obrero, que como ya dijimos en otro artículo de esta misma revista, se volcó a la organización de su propia colateral piquetera.

De esta manera el PO se desliza a una concepción semipopulista –al estilo Raúl Castells- que confunde e iguala las duras condiciones impuestas por la necesidad con la constitución de un sujeto social revolucionario. Las terribles condiciones de la subsistencia en un sistema que degrada a millones a condiciones de barbarie es un fermento de la lucha de clases, que empuja a la rebelión. Esto es una ley general de la historia, incluso para grupos sociales no proletarios como el campesinado, protagonista de innumerables levantamientos y revoluciones. En el caso de los desocupados y las capas pobres del proletariado, en una situación de crisis aguda como la que vivió recientemente la Argentina, esto explica que hayan sido –y potencialmente puedan serlo- un factor explosivo que despierta el temor de las clases dominantes y amenace al orden constituido. Pero confundir el significado revolucionario de esta potencialidad con la reorganización de las fuerzas sociales de la clase trabajadora y el surgimiento de una dirección política que la encarne, lleva a un peligroso salto lógico. En primer lugar, porque se liquida a la clase obrera como unidad y se diluye la fuerza social efectiva de cada uno de sus sectores, abstrayendo –como si fuera posible- el piquete como fuerza territorial, del poder social que emana de la producción y los servicios, o peor aún en el caso del populismo oponiendo el territorialismo a la centralidad del proletariado. En segundo lugar porque en nombre de la esencia revolucionaria de la pobreza se abandona la lucha por conquistar a la mayoría de la clase obrera y sobre todo sus batallones centrales concentrados y que son el nervio de las relaciones de producción capitalistas4. Esta es una forma de cederle a la prédica según la cual la fragmentación actual de la clase obrera es una nueva realidad que no puede ser superada política y socialmente.

El PO para llegar a concluir que el movimiento de los desocupados es la “dirección política” tiene el siguiente razonamiento: los piqueteros hacen piquetes, este es un método de lucha de la clase obrera, ergo los piqueteros serían la reconstitución histórica del proletariado. Y en su lógica, el PO continúa: todos en la Argentina para protestar recurren a los métodos piqueteros, por lo tanto éstos últimos generan hegemonía (tanto es así que hasta llegaron a calificar al actor de teatro de revistas, frustrado candidato de la UCR y líder de los ahorristas, Nito Artaza como “piquetero”). Aún más, en su intento de apología del “piqueterismo” Jorge Altamira identifica al movimiento piquetero como la encarnación de la consigna de la milicia obrera que figuraba en la Circular de la Liga Comunista en tiempos de Marx y con el planteamiento del piquete del Programa de Transición de la IV Internacional5. El PO presenta los actuales piquetes recurriendo a su contenido histórico aunque poco tengan que ver con ello. En la Argentina los movimientos piqueteros expresaron el momento de la escisión en diversas puebladas y la tendencia a la autoorganización para la defensa. Hoy, la organización de los desocupados no es una continuidad lineal de este método. Por el contrario, está cada vez más en desuso, y la mayoría de las acciones son marchas, mítines o actos. No negamos el valor político de este tipo de manifestaciones y su importancia para la lucha de los trabajadores pero para que los piquetes puedan encarnar el embrión de la milicia obrera, del programa forjado por el socialismo revolucionario, que expresa la tendencia a la autoorganización de los obreros como una fuerza independiente enfrentada al capital, es necesario señalar claramente su actual degradación y marcar una perspectiva distinta de unidad de clase y de lucha revolucionaria.

Por otro lado, la definición del PO que une pobreza y condición subversiva del proletariado separa clase y composición de clase, subestimando el papel objetivo que cumple cada sector en el proceso de producción y reproducción del capital. Elimina así la centralidad del proletariado de la industria y los servicios en su capacidad de encarnar –a través de su lucha, su organización independiente y su programa- un poder social que englobe las reivindicaciones del conjunto del pueblo oprimido y constituir una fuerza dinámica que restaure la unidad de la clase, postule su hegemonía y acaudille al pueblo oprimido, condiciones necesarias para constituir una “alternativa socialista”. Para el PO, la dimensión estratégica de la lucha de la clase obrera y la necesidad de nuevas organizaciones de autodeterminación que le permitan transformarse en un doble poder llamado a imponer su propio gobierno son secundarias o no tienen ningún valor.

El PO con el “piqueterismo” se ha fabricado una idea de la clase obrera y de su dirección política a la altura de sus necesidades. Claro está que no se puede sostener seriamente esta “ideología” sin intentar matizarla. El mismo Altamira debe reconocer que el proceso más profundo que se dio en la Argentina a lo largo de 2002 fue el de la ocupación de fábricas y la gestión obrera, pues mostraba una respuesta independiente a la crisis capitalista6. Pero esto es una formalidad, ya que la política y la prédica del PO orientada a imponer la unidad de medida del movimiento piquetero –influenciado por el Polo Obrero- como la única vía de recomposición de la clase obrera y de todas las luchas populares, llevó a esta organización a estar por fuera del proceso de ocupación de fábricas durante el 2002 y a no darle ninguna importancia al combate por ganar influencia entre los obreros ocupados y los sindicatos. La necesidad de unir las filas obreras está ausente en toda la política del PO que ha mermado considerablemente su actividad en las fábricas y los establecimientos laborales7. Pretender así disputar la hegemonía del peronismo a favor de una política de clase, como pretende el PO, no sólo es el camino más largo para hacerlo sino además de dudosa eficacia.

 

Práctica y discurso: programa mínimo y programa máximo

 

El PO justifica el “piqueterismo” porque los desocupados militantes –además de hacer piquetes- levantan un programa que llega a plantear el “gobierno de los trabajadores”. Pero como ya dijimos, la orientación de la mayoría de los movimientos viene estando determinada por la demanda de planes para sus movimientos particulares y la presión hacia el estado para obtenerlas.  En este sentido, el PO tiene una doble vara de medida. Cuando los planes de empleo, la ayuda alimentaria y los microemprendimientos son pedidos por otras corrientes, como por ejemplo la CCC, se le critica que “el horizonte estratégico de la política del PTP-PCR –los ‘planes’ y la comida y el rechazo al subsidio y a la escala móvil de horas de trabajo– convirtió obligadamente a la CCC en una intermediaria entre el gobierno y los desocupados8. Cuando se trata de exactamente la misma forma de acción política, pero esta vez, bajo su propia conducción, nos encontramos con que la misma se corresponde a la organización de “las barriadas más explotadas y oprimidas de la clase obrera para arrancar del Estado la instalación de comedores populares en cada barriada9. El PO, como el Rey Midas, todo lo que toca lo transforma en oro, o para decirlo en el lenguaje habitual de esta organización cualquier tarea que ellos encaren sufre un sorprendente “cambio de contenido”.

Para el PO no hay límites políticos en el estadio actual del movimiento piquetero influenciado por el Polo Obrero, sencillamente porque han logrado imprimirle un programa que toma algunos de los planteamientos más generales de la izquierda obrera y socialista. Pero el PO separa el mismo de los métodos de lucha que miden la disposición y radicalizan al movimiento real. El programa para el PO no tiene relación con la práctica y es por lo tanto sólo agitado en actos y programas de televisión para postular a sus dirigentes como figuras públicas. De esta forma, a pesar de manifestarse trotskista, este partido se desliza hacia la lógica de la II Internacional según la cual no importa que una fracción social esté atrapada en las trampas de las redes tendidas por el poder burgués para postularse como “alternativa socialista”. El PO concibe esta “alternativa” en términos de representaciones y espacios en la esfera de la política del régimen y en consecuencia la delimitación con respecto al estado sólo en términos ideológicos o programáticos, y no como lucha contra la influencia material del estado burgués.

En esta línea argumental, el PO se vanagloria de haber impreso su programa a la ANT, que no es más que un reducido frente de tendencias compuesto por corrientes partidarias de la conciliación de clases como el MIJD o el MTL (PC) que de esta forma obtienen una “credencial” roja para su política más bien amarilla10. El PO se inventa así la ilusión de dirigir a un sector de los desocupados.

 

Movimiento único o colaterales partidarias

 

El Partido Obrero en nombre del papel del programa desdeña como algo menor la autoorganización (más aún el PO siempre niega cualquier elemento de espontaneidad a los movimientos de lucha). Sin embargo, el programa de la ANT no impidió la institucionalización del movimiento piquetero (incluido el combativo) ni el paso del PC-MTL al campo del centroizquierdismo semikirchnerista ni el de Castells al de la burocracia sindical moyanista. Ni tampoco garantizó la construcción de una organización unificada de los desocupados para pelear la base al ala burocrática y atraer un sector mayor de los beneficiarios de los planes de empleo. Sobre esto último, el PO está en contra pues no conciben al movimiento piquetero como una organización de masas. Para ellos, la ANT juega el papel de lo que en el movimiento obrero clásico se conoció –salvando las distancias ya que no son un sindicato y tienen una base minoritaria- como “sindicato rojo”, es decir una organización guiada por criterios “ultrarrevolucionarios” separada de las grandes masas de trabajadores –en este caso los desocupados- dirigidas por las burocracias sindicales y encuadradas en los sindicatos tradicionales. Con este tipo de organización no se combate a los dirigentes traidores.

La preeminencia que da el PO al programa es funcional a presentar como necesaria y obligada este tipo de organización sectaria del movimiento piquetero opositor reducida a constituir colaterales partidarias, lo que es justificatorio además de la división existente. Pero a no confundirse, no es –como vimos- que se defiende la independencia frente al estado y la pureza del programa. Lo que está en juego es el poder de movilización de cada una de las tendencias, que depende precisamente del monopolio de la mediación en la negociación por el reparto de los planes, de los bolsones de comida y de la ayuda a los comedores. Esta concepción del PO es para dar la sensación de “partido grande”11 con vistosas columnas de sus colaterales.

Así no se combate la reproducción de las formas clientelares del peronismo que predican la burocracia piquetera y hoy los burócratas de la CGT, además de restarle vitalidad a las demandas reivindicativas porque su potencialidad sólo puede devenir de la acción y el debate conciente de los trabajadores desocupados que decidan por sí mismos cada paso a dar, cómo gestionar lo obtenido, se delimite del punterismo y del arribismo y avance en concreto programáticamente.

Un programa por más rojo que sea no puede educar a las masas en confiar en sus propias fuerzas si esta posibilidad les es negada en sus propias organizaciones y a su vez no se confronta con la base de los desocupados que no responde a su movimiento. La democracia obrera permitiría la unidad de los piqueteros combativos en un movimiento común donde todo se decida por asamblea, donde se elijan dirigentes revocables, donde se funcione con libertad de tendencias, en base a mandatos, y no como ahora donde los distintos agrupamientos están divididos en función de los intereses particulares de cada corriente.  Un movimiento de este tipo, daría fuerza al movimiento piquetero para reorientarse hacia la lucha efectiva por el trabajo para todos y hacia la unidad con los trabajadores ocupados que hoy comienzan a moverse por el salario y las condiciones de trabajo, apoyando sus luchas y a sus agrupamientos antiburocráticos.  Permitiría luchar por hacer una organización democrática de masas de los desocupados, que es el verdadero sentido de la política de frente único y no como lo que entiende el PO y practica en la ANT, que no es otra cosa que la identificación de esta táctica con el acuerdo de tendencias y el consenso sin democracia.

La división actual del sector opositor del movimiento piquetero es un handicap a favor de la política del gobierno. La política de hacer una colateral que impulsa el Polo Obrero lejos de fortalecer una perspectiva programática de clase contribuye a la debilidad y el retroceso de este movimiento de lucha. Como decía el viejo Marx, un paso adelante del movimiento real vale más que media docena de programas. Y agregamos nosotros, permite luchar por éste más efectivamente.

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Notas:

 

1   Jorge Altamira. Entrevista realizada en revista “El mango del hacha” (Marzo 2004) www.elmangodelhachawebcindario.com

2   Luis Oviedo. Una historia del movimiento piquetero. Pag. 6

3   Prensa Obrera Nº 766, Discurso de Jorge Altamira en el Acto del microestadio de Ferro (8/8/2002).

4   León Trotsky planteaba en sus discusiones contra el estalinismo en Alemania que “la crisis prolongada del capitalismo traza en el interior del proletariado la línea de división más dolorosa y peligrosa, entre los que tienen trabajo y los parados (...) los que tienen trabajo pueden esperar durante más tiempo. Los parados son más impacientes. Hoy en día, su impaciencia tiene un carácter revolucionario. Pero si el Partido Comunista no logra encontrar las formas y las consignas de lucha que, uniendo a los parados y los que trabajan, abran la perspectiva de una salida revolucionaria, la impaciencia de los parados se volverá ineluctablemente contra el Partido Comunista”. La lucha contra el fascismo en Alemania. Editorial Fontamara. Pág. 164. El Partido Obrero ha olvidado este consejo al abandonar la necesidad de una política de unidad de clase.

5 “Desde la Circular de la Liga Comunista de Alemania, de 1850, el movimiento obrero y el socialismo internacionales han inscripto al piquete en sus programas, al que han caracterizado como el embrión de la milicia obrera. El programa de transición de la IV Internacional lo desarrolló ampliamente, como lo había hecho antes la Internacional Comunista hasta, por lo menos, finales de los años ‘20. Es claro que no se puede hablar de un gobierno de trabajadores sin una fuerza armada que lo defienda y que actúe como un instrumento seguro para combatir al capital, y también es claro que esa fuerza no puede surgir sino en el proceso de lucha que lleva al gobierno de los trabajadores. Es cierto que ni la izquierda ni a veces los simples demócratas rehúsan a valerse de los piquetes como medio de lucha; pero está claro que se trata de una concesión circunstancial a las condiciones que impone la lucha; después de todo, quien más apeló a los piquetes, más allá del anarquismo de las primeras décadas del siglo pasado, fue el movimiento obrero peronista”. PO858 - 08/07/2004. El “problema piquetero” de la izquierda.

6   El mango del hacha. op. cit.

7   Recientemente, en las elecciones del Astillero Río Santiago, una empresa de más de 2500 trabajadores y tradición combativa, una lista encabezada por delegados elegidos en asambleas de sección (entre ellos, dirigentes y militantes del PTS) ganó la Junta Interna. El PO ni siquiera llamó públicamente a votarla. En el sindicato de la Alimentación donde acaba de presentarse una lista antiburocrática contra Daer, con alrededor de 250 candidatos, que el mismo PO valora en su prensa como un gran paso adelante, este partido no pudo proponer un solo candidato.

8         Luis Oviedo, op. cit.

9   Prensa Obrera Nº 777.

10  Al margen, Jorge Altamira, dirigente de este partido, ha recreado esa ilusión típica del pablismo dentro del movimiento trotskista de que a los partidos u organizaciones reformistas se los puede convencer de una política revolucionaria. Así sostiene –a modo de ejemplo- que “El bloque piquetero (frente con el MTL-PC y otras organizaciones NdeR) es la prueba del grado de sectarismo nuestro, por ejemplo ha habido asambleas de la ANT en la que nosotros éramos mayoría contra todos, éramos el 51% contra los otros 24, y podíamos haber hecho votar por ejemplo la asamblea constituyente. Todo el mundo lo mencionaba en las comisiones, los nuestros, buscando persuadir, pero la orden es que jamás la pusieran en votación, porque nosotros no queremos derrotar en la votación a nuestros aliados con una consigna nuestra, queremos que nuestros aliados se convenzan de que está bien. Si no se convencen no votamos nada y seguimos hasta que se convenzan.” Entrevista a Jorge Altamira en la revista “El mango del hacha” “El que no lucha por la hegemonía, no lucha”.

11 En el terreno de la construcción de partido, el PO “olvida” el consejo de Trotsky al Partido Comunista alemán cuya base central eran los desocupados: “Dada la debilidad del Partido Comunista en las empresas y los sindicatos, su crecimiento numérico no resuelve nada. En una nación conmovida por la crisis, minada por sus contradicciones, un partido de extrema izquierda puede encontrar decenas de millares de nuevos partidarios, especialmente si todo el aparato del partido, metido en una carrera competitiva está exclusivamente vuelto hacia el reclutamiento individual. Lo decisivo son las relaciones entre el partido y la clase. Un obrero comunista elegido para un comité de fábrica, o la dirección de su sindicato, tiene más importancia que millares de nuevos miembros, reclutados aquí y allá, que entran hoy en el partido para dejarlo mañana.” La lucha contra el fascismo en Alemania. Editorial Fontamara, pág. 165.

 

 

   

 

   
  La Fracción Trotskista está conformada por el PTS (Partido de Trabajadores por el Socialismo) de Argentina, la LTS (Liga de Trabajadores por el Socialismo) de México, la LOR-CI (Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional) de Bolivia, ER (Estrategia Revolucionaria) de Brasil, Clase contra Clase de Chile y FT Europa. Para contactarse con nosotros, hágalo al siguiente e-mail: ft@ft.org.ar