El
Partido Obrero ha creado mitos y justificaciones –que son
acompañados con una caracterización catastrofista de las
perspectivas del capitalismo, afiebrada de la situación
nacional y de su propio papel en la lucha de clases- para
encubrir su orientación política que no enfrenta seriamente
las contradicciones que la política clientelar del estado
le plantea a los movimientos piqueteros, como lo debería
hacer una organización que se reclama obrera y socialista
y cuyo fin es la lucha contra el estado burgués.
El
PO es subsidiario y cultor de una especie de apologismo del movimiento piquetero que llamaremos “piqueterismo” y que se refiere al ensalzamiento del movimiento
de los desocupados como la refundación de una dirección
política de la clase obrera. Esta “ideología” es justificada
en nombre de la lucha por un programa que para el PO es
la única garantía de superar los límites del movimiento
piquetero.
Piquetes
y clase obrera. Hegemonía y revolución
El
PO identifica el “piqueterismo”
con la organización de los sectores “más explotados”
de la sociedad, es decir, en palabras de Altamira con haber
“puesto en movimiento al sector menos politizado”1
de la clase trabajadora, el que esta llamado a ser la
“vanguardia política”2.
Incluso, para el PO son “una guía histórica para la clase
obrera de todo el mundo (...) una prueba de que en medio
de la barbarie del capital el proletariado se planta como
la alternativa socialista a la barbarie capitalista (...)”3.
De esta manera, estaría garantizado el destino histórico
elegido por el Partido Obrero, que como ya dijimos en otro
artículo de esta misma revista, se volcó a la organización
de su propia colateral piquetera.
De
esta manera el PO se desliza a una concepción semipopulista –al estilo Raúl Castells- que confunde e iguala
las duras condiciones impuestas por la necesidad con la
constitución de un sujeto social revolucionario. Las terribles
condiciones de la subsistencia en un sistema que degrada
a millones a condiciones de barbarie es un fermento de la
lucha de clases, que empuja a la rebelión. Esto es una ley
general de la historia, incluso para grupos sociales no
proletarios como el campesinado, protagonista de innumerables
levantamientos y revoluciones. En el caso de los desocupados
y las capas pobres del proletariado, en una situación de
crisis aguda como la que vivió recientemente la Argentina,
esto explica que hayan sido –y potencialmente puedan serlo-
un factor explosivo que despierta el temor de las clases
dominantes y amenace al orden constituido. Pero confundir
el significado revolucionario de esta potencialidad con
la reorganización de las fuerzas sociales de la clase trabajadora
y el surgimiento de una dirección política que la encarne,
lleva a un peligroso salto lógico. En primer lugar, porque
se liquida a la clase obrera como unidad y se diluye la
fuerza social efectiva de cada uno de sus sectores, abstrayendo
–como si fuera posible- el piquete como fuerza territorial,
del poder social que emana de la producción y los servicios,
o peor aún en el caso del populismo oponiendo el territorialismo
a la centralidad del proletariado. En segundo lugar porque
en nombre de la esencia revolucionaria de la pobreza se
abandona la lucha por conquistar a la mayoría de la clase
obrera y sobre todo sus batallones centrales concentrados
y que son el nervio de las relaciones de producción capitalistas4.
Esta es una forma de cederle a la prédica según la cual
la fragmentación actual de la clase obrera es una nueva
realidad que no puede ser superada política y socialmente.
El
PO para llegar a concluir que el movimiento de los desocupados
es la “dirección política” tiene el siguiente razonamiento:
los piqueteros hacen piquetes, este es un método de lucha
de la clase obrera, ergo los piqueteros serían la reconstitución
histórica del proletariado. Y en su lógica, el PO continúa:
todos en la Argentina para protestar recurren a los métodos
piqueteros, por lo tanto éstos últimos generan hegemonía
(tanto es así que hasta llegaron a calificar al actor de
teatro de revistas, frustrado candidato de la UCR y líder
de los ahorristas, Nito Artaza como “piquetero”). Aún más,
en su intento de apología del “piqueterismo”
Jorge Altamira identifica al movimiento piquetero como la
encarnación de la consigna de la milicia obrera que figuraba
en la Circular de la Liga Comunista en tiempos de Marx y
con el planteamiento del piquete del Programa de Transición
de la IV Internacional5.
El PO presenta los actuales piquetes recurriendo a su contenido
histórico aunque poco tengan que ver con ello. En la Argentina
los movimientos piqueteros expresaron el momento de la escisión
en diversas puebladas y la tendencia a la autoorganización
para la defensa. Hoy, la organización de los desocupados
no es una continuidad lineal de este método. Por el contrario,
está cada vez más en desuso, y la mayoría de las acciones
son marchas, mítines o actos. No negamos el valor político
de este tipo de manifestaciones y su importancia para la
lucha de los trabajadores pero para que los piquetes puedan
encarnar el embrión de la milicia obrera, del programa forjado
por el socialismo revolucionario, que expresa la tendencia
a la autoorganización de los obreros como una fuerza independiente
enfrentada al capital, es necesario señalar claramente su
actual degradación y marcar una perspectiva distinta de
unidad de clase y de lucha revolucionaria.
Por
otro lado, la definición del PO que une pobreza y condición
subversiva del proletariado separa clase y composición de
clase, subestimando el papel objetivo que cumple cada sector
en el proceso de producción y reproducción del capital.
Elimina así la centralidad del proletariado de la industria
y los servicios en su capacidad de encarnar –a través de
su lucha, su organización independiente y su programa- un
poder social que englobe las reivindicaciones del conjunto
del pueblo oprimido y constituir una fuerza dinámica que
restaure la unidad de la clase, postule su hegemonía y acaudille
al pueblo oprimido, condiciones necesarias para constituir
una “alternativa socialista”. Para el PO, la dimensión
estratégica de la lucha de la clase obrera y la necesidad
de nuevas organizaciones de autodeterminación que le permitan
transformarse en un doble poder llamado a imponer su propio
gobierno son secundarias o no tienen ningún valor.
El
PO con el “piqueterismo” se ha
fabricado una idea de la clase obrera y de su dirección
política a la altura de sus necesidades. Claro está que
no se puede sostener seriamente esta “ideología” sin intentar
matizarla. El mismo Altamira debe reconocer que el proceso
más profundo que se dio en la Argentina a lo largo de 2002
fue el de la ocupación de fábricas y la gestión obrera,
pues mostraba una respuesta independiente a la crisis capitalista6.
Pero esto es una formalidad, ya que la política y la prédica
del PO orientada a imponer la unidad de medida del movimiento
piquetero –influenciado por el Polo Obrero- como la única
vía de recomposición de la clase obrera y de todas las luchas
populares, llevó a esta organización a estar por fuera del
proceso de ocupación de fábricas durante el 2002 y a no
darle ninguna importancia al combate por ganar influencia
entre los obreros ocupados y los sindicatos. La necesidad
de unir las filas obreras está ausente en toda la política
del PO que ha mermado considerablemente su actividad en
las fábricas y los establecimientos laborales7.
Pretender así disputar la hegemonía del peronismo a favor
de una política de clase, como pretende el PO, no sólo es
el camino más largo para hacerlo sino además de dudosa eficacia.
Práctica
y discurso: programa mínimo y programa máximo
El
PO justifica el “piqueterismo”
porque los desocupados militantes –además de hacer piquetes-
levantan un programa que llega a plantear el “gobierno
de los trabajadores”. Pero como ya dijimos, la orientación
de la mayoría de los movimientos viene estando determinada
por la demanda de planes para sus movimientos particulares
y la presión hacia el estado para obtenerlas. En este sentido,
el PO tiene una doble vara de medida. Cuando los planes
de empleo, la ayuda alimentaria y los microemprendimientos
son pedidos por otras corrientes, como por ejemplo la CCC,
se le critica que “el horizonte estratégico de la política
del PTP-PCR –los ‘planes’ y la comida y el rechazo al subsidio
y a la escala móvil de horas de trabajo– convirtió obligadamente
a la CCC en una intermediaria entre el gobierno y los desocupados”8.
Cuando se trata de exactamente la misma forma de acción
política, pero esta vez, bajo su propia conducción, nos
encontramos con que la misma se corresponde a la organización
de “las barriadas más explotadas y oprimidas de la clase
obrera para arrancar del Estado la instalación de comedores
populares en cada barriada”9.
El PO, como el Rey Midas, todo lo que toca lo transforma
en oro, o para decirlo en el lenguaje habitual de esta organización
cualquier tarea que ellos encaren sufre un sorprendente
“cambio de contenido”.
Para
el PO no hay límites políticos en el estadio actual del
movimiento piquetero influenciado por el Polo Obrero, sencillamente
porque han logrado imprimirle un programa que toma algunos
de los planteamientos más generales de la izquierda obrera
y socialista. Pero el PO separa el mismo de los métodos
de lucha que miden la disposición y radicalizan al movimiento
real. El programa para el PO no tiene relación con la práctica
y es por lo tanto sólo agitado en actos y programas de televisión
para postular a sus dirigentes como figuras públicas. De
esta forma, a pesar de manifestarse trotskista, este partido
se desliza hacia la lógica de la II Internacional según
la cual no importa que una fracción social esté atrapada
en las trampas de las redes tendidas por el poder burgués
para postularse como “alternativa socialista”. El
PO concibe esta “alternativa” en términos de representaciones
y espacios en la esfera de la política del régimen y en
consecuencia la delimitación con respecto al estado sólo
en términos ideológicos o programáticos, y no como lucha
contra la influencia material del estado burgués.
En
esta línea argumental, el PO se vanagloria de haber impreso
su programa a la ANT, que no es más que un reducido frente
de tendencias compuesto por corrientes partidarias de la
conciliación de clases como el MIJD o el MTL (PC) que de
esta forma obtienen una “credencial” roja para su política
más bien amarilla10.
El PO se inventa así la ilusión de dirigir a un sector de
los desocupados.
Movimiento
único o colaterales partidarias
El
Partido Obrero en nombre del papel del programa desdeña
como algo menor la autoorganización (más aún el PO siempre
niega cualquier elemento de espontaneidad a los movimientos
de lucha). Sin embargo, el programa de la ANT no impidió
la institucionalización del movimiento piquetero (incluido
el combativo) ni el paso del PC-MTL al campo del centroizquierdismo semikirchnerista
ni el de Castells al de la burocracia sindical moyanista.
Ni tampoco garantizó la construcción de una organización
unificada de los desocupados para pelear la base al ala
burocrática y atraer un sector mayor de los beneficiarios
de los planes de empleo. Sobre esto último, el PO está en
contra pues no conciben al movimiento piquetero como una
organización de masas. Para ellos, la ANT juega el papel
de lo que en el movimiento obrero clásico se conoció –salvando
las distancias ya que no son un sindicato y tienen una base
minoritaria- como “sindicato rojo”, es decir una organización
guiada por criterios “ultrarrevolucionarios”
separada de las grandes masas de trabajadores –en este caso
los desocupados- dirigidas por las burocracias sindicales
y encuadradas en los sindicatos tradicionales. Con este
tipo de organización no se combate a los dirigentes traidores.
La
preeminencia que da el PO al programa es funcional a presentar
como necesaria y obligada este tipo de organización sectaria
del movimiento piquetero opositor reducida a constituir
colaterales partidarias, lo que es justificatorio
además de la división existente. Pero a no confundirse,
no es –como vimos- que se defiende la independencia frente
al estado y la pureza del programa. Lo que está en juego
es el poder de movilización de cada una de las tendencias,
que depende precisamente del monopolio de la mediación en
la negociación por el reparto de los planes, de los bolsones
de comida y de la ayuda a los comedores. Esta concepción
del PO es para dar la sensación de “partido grande”11
con vistosas columnas de sus colaterales.
Así
no se combate la reproducción de las formas clientelares
del peronismo que predican la burocracia piquetera
y hoy los burócratas de la CGT, además de restarle vitalidad
a las demandas reivindicativas porque su potencialidad sólo
puede devenir de la acción y el debate conciente de los
trabajadores desocupados que decidan por sí mismos cada
paso a dar, cómo gestionar lo obtenido, se delimite del
punterismo y del arribismo y avance
en concreto programáticamente.
Un
programa por más rojo que sea no puede educar a las masas
en confiar en sus propias fuerzas si esta posibilidad les
es negada en sus propias organizaciones y a su vez no se
confronta con la base de los desocupados que no responde
a su movimiento. La democracia obrera permitiría la unidad
de los piqueteros combativos en un movimiento común donde
todo se decida por asamblea, donde se elijan dirigentes
revocables, donde se funcione con libertad de tendencias,
en base a mandatos, y no como ahora donde los distintos
agrupamientos están divididos en función de los intereses
particulares de cada corriente. Un movimiento de este tipo,
daría fuerza al movimiento piquetero para reorientarse hacia
la lucha efectiva por el trabajo para todos y hacia la unidad
con los trabajadores ocupados que hoy comienzan a moverse
por el salario y las condiciones de trabajo, apoyando sus
luchas y a sus agrupamientos antiburocráticos.
Permitiría luchar por hacer una organización democrática
de masas de los desocupados, que es el verdadero sentido
de la política de frente único y no como lo que entiende
el PO y practica en la ANT, que no es otra cosa que la identificación
de esta táctica con el acuerdo de tendencias y el consenso
sin democracia.
La
división actual del sector opositor del movimiento piquetero
es un handicap a favor de la política del gobierno. La política
de hacer una colateral que impulsa el Polo Obrero lejos
de fortalecer una perspectiva programática de clase contribuye
a la debilidad y el retroceso de este movimiento de lucha.
Como decía el viejo Marx, un paso adelante del movimiento
real vale más que media docena de programas. Y agregamos
nosotros, permite luchar por éste más efectivamente.
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Notas:
1
Jorge Altamira. Entrevista realizada en revista “El mango
del hacha” (Marzo 2004) www.elmangodelhachawebcindario.com
2
Luis Oviedo. Una historia del movimiento piquetero. Pag.
6
3
Prensa Obrera Nº 766, Discurso de Jorge Altamira en el Acto
del microestadio de Ferro (8/8/2002).
4
León Trotsky planteaba en sus discusiones contra el estalinismo
en Alemania que “la crisis prolongada del capitalismo
traza en el interior del proletariado la línea de división
más dolorosa y peligrosa, entre los que tienen trabajo y
los parados (...) los que tienen trabajo pueden esperar
durante más tiempo. Los parados son más impacientes. Hoy
en día, su impaciencia tiene un carácter revolucionario.
Pero si el Partido Comunista no logra encontrar las formas
y las consignas de lucha que, uniendo a los parados y los
que trabajan, abran la perspectiva de una salida revolucionaria,
la impaciencia de los parados se volverá ineluctablemente
contra el Partido Comunista”. La lucha contra el
fascismo en Alemania. Editorial Fontamara. Pág. 164. El Partido Obrero ha olvidado este consejo
al abandonar la necesidad de una política de unidad de clase.
5
“Desde la Circular de la Liga Comunista de Alemania,
de 1850, el movimiento obrero y el socialismo internacionales
han inscripto al piquete en sus programas, al que han caracterizado
como el embrión de la milicia obrera. El programa de transición
de la IV Internacional lo desarrolló ampliamente, como lo
había hecho antes la Internacional Comunista hasta, por
lo menos, finales de los años ‘20. Es claro que no se puede
hablar de un gobierno de trabajadores sin una fuerza armada
que lo defienda y que actúe como un instrumento seguro para
combatir al capital, y también es claro que esa fuerza no
puede surgir sino en el proceso de lucha que lleva al gobierno
de los trabajadores. Es cierto que ni la izquierda ni a
veces los simples demócratas rehúsan a valerse de los piquetes
como medio de lucha; pero está claro que se trata de una
concesión circunstancial a las condiciones que impone la
lucha; después de todo, quien más apeló a los piquetes,
más allá del anarquismo de las primeras décadas del siglo
pasado, fue el movimiento obrero peronista”. PO858 -
08/07/2004. El “problema piquetero” de la izquierda.
6
El mango del hacha. op. cit.
7
Recientemente, en las elecciones del Astillero Río Santiago,
una empresa de más de 2500 trabajadores y tradición combativa,
una lista encabezada por delegados elegidos en asambleas
de sección (entre ellos, dirigentes y militantes del PTS)
ganó la Junta Interna. El PO ni siquiera llamó públicamente
a votarla. En el sindicato de la Alimentación donde acaba
de presentarse una lista antiburocrática
contra Daer, con alrededor de 250 candidatos, que el mismo
PO valora en su prensa como un gran paso adelante, este
partido no pudo proponer un solo candidato.
8
Luis Oviedo, op. cit.
9
Prensa Obrera Nº 777.
10
Al margen, Jorge Altamira, dirigente de este partido, ha
recreado esa ilusión típica del pablismo dentro del movimiento trotskista de que a los partidos
u organizaciones reformistas se los puede convencer de una
política revolucionaria. Así sostiene –a modo de ejemplo-
que “El bloque piquetero (frente con el MTL-PC y otras organizaciones
NdeR) es la prueba del grado de
sectarismo nuestro, por ejemplo ha habido asambleas de la
ANT en la que nosotros éramos mayoría contra todos, éramos
el 51% contra los otros 24, y podíamos haber hecho votar
por ejemplo la asamblea constituyente. Todo el mundo lo
mencionaba en las comisiones, los nuestros, buscando persuadir,
pero la orden es que jamás la pusieran en votación, porque
nosotros no queremos derrotar en la votación a nuestros
aliados con una consigna nuestra, queremos que nuestros
aliados se convenzan de que está bien. Si no se convencen
no votamos nada y seguimos hasta que se convenzan.” Entrevista
a Jorge Altamira en la revista “El mango del hacha” “El
que no lucha por la hegemonía, no lucha”.
11
En el terreno de la
construcción de partido, el PO “olvida” el consejo de Trotsky
al Partido Comunista alemán cuya base central eran los desocupados:
“Dada la debilidad del Partido Comunista en las empresas
y los sindicatos, su crecimiento numérico no resuelve nada.
En una nación conmovida por la crisis, minada por sus contradicciones,
un partido de extrema izquierda puede encontrar decenas
de millares de nuevos partidarios, especialmente si todo
el aparato del partido, metido en una carrera competitiva
está exclusivamente vuelto hacia el reclutamiento individual.
Lo decisivo son las relaciones entre el partido y la clase.
Un obrero comunista elegido para un comité de fábrica, o
la dirección de su sindicato, tiene más importancia que
millares de nuevos miembros, reclutados aquí y allá, que
entran hoy en el partido para dejarlo mañana.” La lucha
contra el fascismo en Alemania. Editorial Fontamara,
pág. 165. |