Presentación
La
revolución cubana vuelve a ocupar un sitio importante
en la política latinoamericana e internacional a
partir de su inclusión por la administración
Bush en el llamado “eje del mal” y por el giro
operado en los regímenes políticos de las
clases dominantes esencialmente en el sur de América.
Fidel Castro ha oficiado de invitado de honor a la asunción
de Lucio Gutiérrez en Ecuador, Néstor Kirchner
en Argentina y Lula da Silva en Brasil. Por otro lado los
recientes fusilamientos de tres secuestradores de barcos
y la condena sobre dicho suceso de intelectuales que hasta
no hace mucho profesaban su adhesión al castrismo
volvió a poner la discusión sobre el carácter
del régimen cubano en un primer plano. A su vez los
reordenamientos dentro de la disidencia cubana donde se
destaca un sector no ligado a los gusanos de Miami muestran
la importancia política que está cobrando
lo que dentro de la isla se llama la sucesión de
Fidel Castro y en los medios imperialistas y de la oposición
al régimen castrista la transición.
Este Dossier pretende ser un aporte a la necesaria reflexión
política y programática sobre Cuba y los peligros
que acechan a la revolución, así como señalar
una explicación teórica –desde el prisma
de la revolución permanente– sobre la génesis,
la dinámica y desarrollo del proceso social cubano
que tantas pasiones y querellas ha despertado en las filas
de la izquierda y la intelectualidad a lo largo de su historia.
El mismo consta de los siguientes artículos:
-Cuba en la
encrucijada: donde se analiza la situación
concreta de la isla en este periodo y se destaca un programa
para la intervención independiente de obreros y campesinos
para la defensa de las conquistas de la revolución.
-Cuba
y la revolución permanente: donde se
analiza el proceso histórico que llevó a la
formación del Estado obrero cubano desde el arsenal
teórico político del trotskismo contra las
visiones apologéticas y voluntaristas de la revolución.
Por último, Guerra y revolución, un breve
apéndice histórico donde se da cuenta de la
Cuba anterior a 1959 y los antecedentes políticos,
económicos y sociales de la clase obrera y la revolución
cubana.
Cuba
en la encrucijada
Cuba
está en el “ojo del huracán” una
vez más. La creciente presión imperialista,
la crisis de la economía cubana tras una década
de reformas “de mercado” y concesiones al capital
extranjero en nombre del “periodo especial”,
el debate sobre el futuro rumbo político después
de Fidel, mientras arrecia la presión externa para
forzar una “transición” que despeje el
camino a la recolonización capitalista, son las claves
de esta encrucijada.
Naturalmente, el futuro de Cuba despierta crecientes discusiones
en los medios de izquierda a nivel mundial, particularmente
en América latina. Dejando de lado el “alineamiento
automático” de la izquierda stalinista con
el discurso oficial de Castro: “la construcción
del socialismo es irreversible y la garantía es Fidel
y el PCC”, y la “crítica” de los
socialdemócratas paladines de la democracia burguesa:
“ha triunfado el mercado, es necesaria una transición
a la democracia”; una legítima inquietud recorre
a amplios sectores. ¿Qué significan los cambios
económicos en Cuba? ¿Se sostendrá así
la revolución cubana o es inevitable el retorno al
capitalismo? ¿Cómo defender a la revolución?
La discusión entre marxistas (particularmente en
el seno del movimiento trotskista) muestra dos polos: el
de quienes con mayores o menores críticas dan apoyo
político a la dirección cubana (o depositan
sus esperanzas en algún sector de ésta), adaptándose
a la burocracia castrista; y el de quienes niegan desde
diversas posiciones teóricas la existencia de un
estado obrero aunque profundamente burocratizado en Cuba,
y en su crítica a la dirección se deslizan
a posiciones semisocialdemócratas (como la LIT, el
MAS argentino, el SWP británico). No nos detendremos
en la crítica a ambas vertientes sino para señalar
que fracasan en dar cuenta de manera marxista, científica,
del proceso que sufre Cuba y de las tareas del proletariado
cubano.
Una vez más, la “cuestión cubana”
demuestra ser una “piedra de toque” para la
política marxista revolucionaria, especialmente en
Estados Unidos y América latina. Creemos que el punto
de partida imprescindible para encarar esta cuestión
es el amplio arsenal teórico, metodológico
y programático elaborado por Trotsky al estudiar
los problemas de la Rusia postrevolucionaria y de su degeneración
burocrática, enriquecido por el balance del desastre
al que llevó el stalinismo a la Unión Soviética
y los países del Este. El método refinado
por Trotsky en brillantes análisis, como en La Revolución
Traicionada, permite superar el determinismo de un enfoque
puramente económico (que hace a algunos considerar
ya realizada o inevitable la restauración capitalista)
o el subjetivismo de un enfoque esencialmente político
(que considera garantía contra esto a la dirección
fidelista) y, centralmente, articular el análisis
marxista (totalizador y dinámico) con la estrategia
de la revolución política como una expresión
particular de la teoría-programa de la revolución
permanente, permite trazar una política obrera revolucionaria
e independiente para la defensa consecuente de la revolución
de sus enemigos exteriores e interiores.
La revolución cubana significó a principios
de los ’60, con la expulsión del imperialismo
y la expropiación de los capitalistas y terratenientes
locales y extranjeros, la edificación del primer
Estado obrero de América y la mayor conquista de
las masas latinoamericanas en su lucha contra la explotación
capitalista e imperialista. Hoy, cuando la clase obrera
de Cuba enfrenta los problemas y tareas probablemente más
difíciles de su historia, necesitan más que
nunca un programa y una estrategia de clase, marxista e
internacionalista, que se puede sintetizar en el programa
de la democracia obrera y la revolución política
y el impulso a la revolución socialista internacional.
La defensa de Cuba exige revolucionar la revolución.
Determinar
la situación de la economía cubana, el grado
de avance de las tendencias restauracionistas y los cambios
en la estructura social, en la dinámica del poder
político y en la situación de la clase obrera,
es fundamental para elaborar una respuesta política
y programática a las tareas estratégicas del
proletariado cubano. Esta es la orientación que necesitan
los elementos de vanguardia en Cuba que buscan un camino
independiente tanto del fidelismo y sus amigos, como de
la “disidencia” proburguesa y proimperialista.
Esta nota busca ser un modesto aporte en esa dirección.
Valga la aclaración de que se ha recurrido preferentemente
a datos oficiales y a publicaciones y artículos de
instituciones estatales y universitarias de Cuba.
LA ECONOMIA DEL “PERIODO ESPECIAL”
I.
¿“Defensa del socialismo” o hacia el
retorno al capitalismo?
La
visión oficialmente “optimista” del Gobierno
cubano sostiene que lo peor de la crisis de los ‘90
ya quedó atrás. Las políticas del llamado
“periodo especial en tiempos de paz”, basadas
en la “apertura” económica, el libre
curso del dólar, las reformas de mercado y las concesiones
al capital extranjero, son presentadas como concesiones
necesarias pero temporales, afirmándose al mismo
tiempo que la “construcción del socialismo
es irrevocable”. La recuperación que siguió
a los críticos años de 1992-94 es ofrecida
como prueba del éxito y corrección de esta
política y garantía de la supervivencia del
“contramodelo cubano”. Un admirador de la actual
orientación dice: “El pragmático socialismo
plural practicado a lo largo de los ’90 a impulsos
de circunstancias dramáticas no es para nada un paraíso,
sino más bien una alternativa razonable que permite
a los cubanos sobrevivir dignamente en un contexto del caribe
y latinoamericano que cada día se parece más
al infierno.” 1
No negamos que un pequeño país, débil
y sometido al asedio imperialista, se verá obligado
a hacer concesiones y maniobrar aprovechando las contradicciones
del mercado mundial para sobrevivir. Sin embargo, lejos
de ser una “alternativa razonable”, la orientación
adoptada por Fidel y los dirigentes cubanos como respuesta
a la crisis de los ‘90 está socavando gravemente
las bases fundamentales de la economía nacionalizada,
alentando la formación de poderosas fuerzas procapitalistas
en el interior de la isla y preparando nuevas crisis.
Los “amigos de Fidel” afirman que “No
es posible hablar actualmente de transición al capitalismo
en Cuba.” 2 Partiendo de un ángulo opuesto,
muchos “cubanólogos” cubano-americanos
y los representantes de la “disidencia” llegan
a conclusiones similares: “En Cuba se lleva a cabo
una transición social que en los últimos 3
ó 4 años ha acelerado su ritmo de manera notable,
después de tener un comienzo muy lento a inicios
de la década del ‘90. Pero aún así
no es suficiente para que permita, en un breve plazo, abrir
el camino a la democracia.” 3 Hay un grano de verdad:
Cuba no ha dejado de ser todavía un Estado obrero.
Pero el hecho es que la política de reformas de los
dirigentes cubanos lleva a la descomposición de la
economía nacionalizada y alimenta a poderosas tendencias
procapitalistas que amenazan con volverse incontrolables
y llevar a la ruina a la revolución cubana. Lo que
está en juego precisamente es si se preservarán
las conquistas fundamentales de la revolución, las
que proporcionan la base elemental en la transición
al socialismo; o si Cuba correrá la misma suerte
que la antigua Unión Soviética, los países
de Europa Oriental o China, es decir, si será conducida
al despeñadero de la descomposición y la restauración
capitalista.
El carácter de la formación social cubana
El
Estado surgido de la revolución era un Estado
obrero deformado desde su mismo nacimiento por
la inexistencia de un régimen de democracia obrera
y la pronta cristalización de una burocracia privilegiada,
cuerpo parasitario en el naciente organismo de la Cuba obrera
y campesina, al amparo de la dirección fidelista,
proceso facilitado por la pronta integración de la
isla en el llamado “campo socialista” bajo la
égida de la Unión Soviética.
Desde el punto de vista del desarrollo de la transición
al socialismo, este fenómeno fue determinante para
las contradicciones y rasgos específicos de la formación
social postrevolucionaria y su dinámica.
La expropiación de la burguesía cubana, la
nacionalización de la mayor parte de la tierra y
la expulsión del imperialismo sentaron las bases
imprescindibles para iniciar la transición al socialismo:
la nacionalización de los principales medios de producción,
el establecimiento del monopolio del comercio exterior,
la prohibición de la explotación del trabajo
asalariado, la planificación de la economía,
etc. Pero estos cambios de importancia histórica
sólo proporcionaban la base para iniciar la transición.
La construcción de una sociedad socialista es una
tarea de alcance histórico que sólo puede
resolverse a escala mundial, con la derrota definitiva del
imperialismo y sobre la base del más amplio desarrollo
de las fuerzas productivas y de la cultura. Naturalmente,
un país pequeño atrasado y semicolonial, con
un nivel muy bajo de industrialización, escasos recursos
y poca población, aislado y a apenas 90 millas del
imperialismo hegemónico, no puede completar solo
el camino al socialismo.
Pero la cuestión decisiva es que la burocracia fidelista
significó una seria reacción social y política
dentro de la revolución. Al mismo tiempo que defendía
a la isla del imperialismo y consolidaba en un primer periodo
las conquistas revolucionarias (aunque con métodos
desastrosos), provocó gravísimas distorsiones
y deformaciones en el joven Estado obrero. A pesar de los
avances iniciales, que mostraban la enorme superioridad
de la economía nacionalizada sobre el capitalismo
semicolonial, el parasitismo burocrático y su desastrosa
dirección (bajo la utópica pretensión
de “construir el socialismo en una sola isla”
) llevaron inevitablemente a reiterados fracasos, a enormes
desproporciones en la economía, la creciente insatisfacción
de las necesidades de las masas y al atraso tecnológico,
bloqueando la posibilidad de dar pasos superiores en la
transición al socialismo. La prolongación
de su dominio comenzó socavando las conquistas esenciales
de la revolución, para conducir a la grave crisis
actual y que amenaza finalmente con llevarla a la ruina.
Si trazáramos una curva del desarrollo económico
de Cuba postrevolucionaria, esquemáticamente podríamos
tener:
•
1959-65. El momento constitutivo (la fase
de la “revolución de contragolpe” que
analizamos en otro artículo de este Dossier) y de
consolidación de la economía nacionalizada
y la nueva estructura social, en que cristaliza la burocracia
y el sistema político adquiere sus contornos fundamentales,
iniciándose, pese al cerco imperialista y al atraso
heredados, un importante proceso de desarrollo de las fuerzas
productivas y de elevación de la situación
material y cultural del pueblo cubano que constituye un
salto adelante histórico.
•
1965-fines de los ‘70: signado por
el paso del fracasado intento de industrialización
y relativa autonomía (clausurado por la crisis de
la gran zafra de 1970) a la integración en el CAME,
el alineamiento pleno con la Unión Soviética.
Después de la crisis del ‘70 la vía
escogida por Fidel fue estrechar lazos con el “campo
socialista” aumentando la “especialización”
en azúcar y otros pocos productos como parte de la
supuesta “división socialista del trabajo”
en los marcos del CAME. Esto, sumado a la masiva ayuda soviética
(en préstamos, suministro de petróleo, etc.),
tuvo efectos por algunos años, permitiendo aliviar
el estrangulamiento de la economía cubana y volcar
recursos a la mejora de los servicios sociales y el nivel
cultural. Sin embargo, los resultados estructurales fueron
desastrosos. No sólo porque se bloqueó la
posibilidad de un mayor desarrollo industrial y tecnológico,
sino porque los términos del “intercambio socialista”
se volvieron dramáticamente contra Cuba y se acentuó
la deformación burocrática imitando al extremo
el “modelo soviético”.
•
Inicios de los ‘80-1989: La tendencia
al estancamiento no pudo ser revertida y los esfuerzos del
régimen fracasaron sistemáticamente a pesar
de los zigzags: del ensayo de algunas tempranas reformas
de mercado, como la apertura de los mercados campesinos
y espacios para el trabajo independiente a fines de los
‘70, se pasó en 1986 al “periodo de rectificación
de errores y tendencias negativas” que clausuró
esos márgenes, sin mayores éxitos. Si hasta
1985 la economía cubana había crecido a un
promedio del 3,1% anual, desde ese año prima la “desaceleración”
y la inestabilidad, hasta la apertura de la crisis decisiva
en 1990.
Ya
en los años ‘80 era evidente que Cuba padecía
las contradicciones típicas de toda planificación
burocrática. Ernest Mandel las resumía así:“La
contradicción entre el carácter planificado
de la economía soviética y el interés
privado de los burócratas, considerado como el motor
principal para la realización del plan (...) sus
efectos se combinan con otras dos contradicciones que resultan
de esta gestión burocrática: la contradicción
entre el alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas
y la penuria de bienes de consumo, por una parte; y la contradicción
entre las necesidades de la planificación integral
y las nefastas consecuencias de la hipercentralización
burocrática, por otra.” 4 En el caso de Cuba
estas contradicciones se veían agravadas por su situación
específica: el carácter agroexportador y atrasado
de la economía heredada, el pequeño tamaño
de la población y la pobreza de recursos materiales
propios, el aislamiento debido al cerco imperialista y la
política soviética de forzar una especialización
subordinada de Cuba (que perpetuaba las deformaciones históricas
de la economía azucarera y creaba otras nuevas) en
los marcos del CAME como contraparte de su ayuda masiva.
Los males derivados de la gestión burocrática
eran un fenómeno innegable: “Las empresas constructoras
ganaban más cuando movían tierra, cuando empezaban
la obra, cuando hacían los cimientos, cuando montaban
la estructura; ganaban mucho más y tenían
primas, premios, etc., pero cuando tenían que terminar
ya la productividad era mucho más baja, no generaba
interés en terminar, (...) empezaron a eternizarse
las obras, no se terminaban (...)’. Según un
análisis del CEE ‘(...)el retardo promedio
de las inversiones en el tiempo se ha ido incrementando
rápidamente, al finalizar el periodo analizado [1980
- 1988] prácticamente se ha triplicado el tiempo
de duración de la ejecución (...) Esta misma
fuente plantea otros problemas relacionados con el proceso
inversionista, como el incremento de los costos de inversión,
que superaban ampliamente el valor total de la inversión,
así como los cambios sobre la marcha de la ejecución
de proyectos, en ocasiones a pie de obra, llegándose
incluso a ejecutar inversiones sin contar con la documentación
preparatoria.”5 Otro estudio reciente hace el siguiente
balance del viejo “patrón de crecimiento industrial”:
“las capacidades industriales desarrolladas se sustentaron
en la utilización de tecnologías que se caracterizaban
por su sensible retraso con relación a los estándares
mundiales, elevados niveles de consumo de energía,
combustible y materias primas, esquemas técnicos
productivos inflexibles, bajos niveles de integración,
cooperación y complementación productiva interna.”
6
Con estos métodos era imposible superar el estancamiento
económico, el retraso en la innovación tecnológica,
la baja productividad del trabajo, los problemas de escasez,
mala calidad de los bienes de consumo, etc. Después
de 1989, la explosiva combinación del impacto externo
(el colapso de la Unión Soviética y la brusca
ruptura de los lazos de que dependía Cuba) y la crisis
endógena derivada de la gestión burocrática
no podía menos que tener resultados catastróficos.
II. El “horno de los ‘90”
“En
nuestra historia, el decenio que ahora termina sólo
tiene parangón con lo que vivimos entre 1959 y 1965.
Aquel septenio figura como un parteaguas en la vida espiritual
de nuestra nación. Fueron los años de la Revolución.
(...) Y en el horno de los ‘90 se empezó a
cocinar ese complejo caldo de los empresarios y los contingentistas,
de los shopping molls y los McDonalds travestidos en Burguis,
de los trabajos voluntarios y la recuperación del
pensamiento del Che, de los “camellos” y los
Turistaxis, de los hoteles cinco estrellas y la reparación
de las cuarterías.” 7
Efectivamente, el parteaguas de los ‘90 significa
un giro decisivo, pero su sentido es opuesto al de los años
heroicos de la revolución. Ahora se marcha hacia
“la reestructuración radical de la economía
política, de los modos de regulación social
y de la producción ideológico-cultural prevaleciente
en los decenios anteriores. Aquí se advierte un signo
de transformación cualitativa de gran trascendencia:
la paulatina colonización mercantil de los ámbitos
de acción social con el consiguiente planteamiento
de retos multidimensionales que atañen al tema central
de la política: la distribución del poder.
Si partimos de la verdad axiomática de que la combinación
de antiimperialismo militante con servicios sociales gratuitos
no es igual a socialismo, entonces cabe la pregunta acerca
de la magnitud de estos cambios sistémicos, en una
primera instancia en el plano social (y más específicamente
socioclasista), y luego en la rearticulación total
de la política.”8
El momento crítico de este proceso son los años
de 1992 a 1994, tras el colapso de la Unión Soviética
y Europa Oriental, y la abrupta ruptura de los lazos y la
asistencia económicos, financieros, tecnológicos
y políticos esenciales para Cuba.9
El intercambio se derrumbó en un 75%. No sólo
desapareció la ayuda financiera soviética,
sino que se interrumpió el suministro de los bienes
más elementales, petróleo, repuestos, materias
primas, etc., imprescindibles para mantener en marcha el
aparato productivo, y se cerraron los mercados para el azúcar,
el níquel y otros productos cubanos. El imperialismo
norteamericano aprovechó para reforzar el bloqueo
con las leyes Torricelli (1992) y Helms-Burton (1996) y
aumentar la presión buscando acelerar el colapso.
Entre 1989 y 1993 el Producto Bruto Interno de Cuba se derrumbó
en una tercera parte. En 1993 el consumo de la población
era casi un 30% menor que en 1989. “En 1989 las exportaciones
de Cuba llegaban a 5.400 millones de dólares y las
importaciones a 13.500 millones, pero en 1994 las primeras
habían descendido a 1.300 millones y las segundas
a 3.600 millones. El déficit comercial un mal crónico
seguía, pero ahora alimentando a un sistema productivo
notablemente reducido. Durante el periodo 1989 93 el PBI
y la productividad del trabajo cayeron a un ritmo anual
real promedio del 12% y el impacto sobre la población
fue devastador: el consumo per cápita de carne cayó
de 39 Kg. en 1989 a 21 en 1994; el de pescados de 18 a 8
Kg.; el de productos lácteos de 144 a 53 Kg.; el
de hortalizas de 59 a 27 Kg. La penuria energética,
provocada por la desaparición de los suministros
soviéticos de petróleo, aparecía como
el hecho más espectacular de un panorama de desastre.
La economía estaba al borde del derrumbe, la revolución
parecía haber entrado en su hora final, la mayor
utopía latinoamericana del siglo XX agonizaba.”
10
Los dirigentes de La Habana asistieron prácticamente
atónitos al derrumbe de sus socios en el Este, sosteniendo
hasta el fin a los más desacreditados líderes
stalinistas y esperando que “algo” evitara el
desastre. La crisis política golpeó al PCC
en cuyo IVº Congreso, realizado en octubre de 1991,
se expresaron un “ala dura” dirigida por el
Gral. Ochoa y un “ala reformista” encabezada
por Carlos Aldana. Fidel descabezó a ambas tendencias
(Aldana perdió su cargo y Ochoa fue juzgado y fusilado
poco después) para reafirmar un curso intermedio,
de reformas graduales, en el marco del llamado “periodo
especial en tiempos de paz”, adaptando el concepto
de “periodo especial en tiempo de guerra” (hipótesis
de conflicto que manejaba la defensa cubana para el caso
de un bloqueo total por parte de Estados Unidos ante la
situación en que “abruptamente, de la noche
a la mañana, desapareció todo el comercio
con el campo socialista y la URSS”.
Se acostumbra justificar la política adoptada por
Fidel bajo el argumento de que, o se cambiaba el rumbo económico
de las décadas anteriores o Cuba perecía.
En realidad, había tres vías estratégicas
posibles:
a)
La adopción de un plan democráticamente centralizado,
con el objetivo primordial de preservar las fuerzas de la
clase trabajadora y proteger las conquistas esenciales de
la revolución que, aunque debiera incluir concesiones
al capital extranjero y cierto grado de “mercado”
como retrocesos inevitables, tuviera el contrapeso de un
papel dirigente activo del proletariado (a través
de sus sindicatos, consejos o comités obreros y sus
partidos y tendencias revolucionarias) y de una amplia democracia
obrera lo cual, además, requería una política
internacionalista de apoyo a los procesos de lucha de clases.
Pero apelar a la movilización revolucionaria de las
masas para enfrentar la crisis significaba iniciar un proceso
de “revolución en la revolución”
que amenazaba no sólo al control político
absoluto de Fidel y el PCC, sino con la liquidación
misma de la burocracia parasitaria. Naturalmente, la posibilidad
de una “autoreforma” económica, social
y política del castrismo en un sentido revolucionario
era imposible. Ante la imposibilidad de mantener el “inmovilismo”,
a la burocracia sólo le quedaban opciones que la
ponían objetivamente en el camino de la restauración
capitalista.
b)
Un viraje a la restauración abierta, con dos variantes:
• La estrategia de “apertura” económica
y “liberalización” política, introduciendo
reformas de mercado y cediendo paulatinamente el monopolio
político del PCC, en una versión cubana de
la glasnost y la perestroika de Gorbachov, pero esta política
había fracasado estrepitosamente en Rusia y además,
era impracticable en Cuba, pues la hostilidad del imperialismo
norteamericano y la existencia de una poderosa burguesía
exiliada no dejaban lugar a un acuerdo que preservara las
posiciones de la burocracia castrista.
• La “vía china” (reformas procapitalistas
manteniendo un rígido control bonapartista por el
PC como el practicado por la burocracia maoísta desde
fines de los ‘80). Este camino plantearía en
primer lugar una derrota de las masas cubanas y un acuerdo
con el imperialismo. Sin embargo, Cuba no es China, no sólo
por la escala del país y por los escasos atractivos
que puede ofrecer a la inversión extranjera (mientras
que China pudo convertirse en un “pulmón”
del mercado mundial), sino por la distinta relación
con el imperialismo, y sobre todo porque las masas cubanas
no han sufrido ninguna derrota comparable a la contrarrevolución
política staliniana en la URSS de los años
‘30 o a la sufrida por los estudiantes y trabajadores
chinos después de Tian-an-Men en 1989.
En
el cuadro de condiciones estratégicas nacionales
e internacionales en que debe moverse la burocracia de La
Habana, determinadas por el hecho fundamental de la vitalidad
de la revolución cubana, la extrema hostilidad imperialista,
en un continente en ebullición como es América
latina –obstáculo de consideración para
las pretensiones imperialistas–, así como por
los lazos que el equipo dirigente conserva con las masas,
quedaba planteada una “tercera vía”:
c)
La política de concesiones económicas crecientes,
recurriendo a la colaboración con el capital extranjero
y la introducción de mecanismos de mercado en escala
cada vez mayor, aunque reteniendo el monopolio del poder
político, sin atacar frontalmente a las masas y más
bien apoyándose en ellas para contrapesar la hostilidad
imperialista. Es similar en algunos aspectos a las primeras
reformas en la URSS y China y objetivamente prepara las
condiciones para un salto hacia la restauración.
El camino adoptado por Fidel –que no excluye zigzags
a izquierda y derecha– es un callejón sin salida
que reconduce inevitablemente a las variantes de restauración
abierta (“rusa” o “china”) o revolución
política.
Es
cierto que en los años siguientes se logró
una recuperación importante, volviendo a índices
del PBI comparables a 1989. Esto “ha logrado detener
la catastrófica caída de la economía
y obtener desde 1995 algunos niveles de crecimiento cuya
acumulación es estimada en algo más del 12%.
Hay que reconocer que con ello se cerró el camino
a una aspiración de la ultraderecha americana y sus
asociados de Miami: una marcha ‘versallesca’
sobre una revolución colapsada económicamente.”
11 Ciertamente, sólo la enorme potencialidad y capacidad
de resistencia de la economía nacionalizada y el
heroísmo y espíritu de sacrificio del pueblo
cubano permitieron evitar el colapso. Pero el curso económico
adoptado por Fidel, al mismo tiempo que tenía inicialmente
algunos “efectos saludables” sobre la deprimida
economía cubana, abrió las puertas a la “colonización
mercantil de todos los ámbitos” creando nuevas
y enormes contradicciones, derivadas fundamentalmente de
la apertura al mercado mundial capitalista, la expansión
de los mecanismos de mercado y el fortalecimiento de las
tendencias procapitalistas, fenómeno mucho más
peligroso ante la inexistencia del contrapeso de una genuina
democracia obrera de masas. Esta política económica
debilita las bases mismas de la economía nacionalizada
y amenaza con desatar las fuerzas que abiertamente buscan
la restauración capitalista.
III. Las reformas
La
política económica del periodo especial se
justificó en la necesidad de “lograr la reinserción
internacional de la economía cubana y evitar el colapso
externo del sistema productivo local” y se expresó
en un amplio conjunto de leyes y medidas que afectan casi
todos los aspectos de la vida económica del país,
caracterizándose tanto por la asociación en
múltiples planos con el capital extranjero y la cesión
de espacios cada vez más amplios a los “mecanismos
de mercado” y la actividad privada, así como
por la reforma del aparato estatal, bajo el principio de
“descentralización de la economía, que
transforma al Estado de administrador de casi todo en propietario
– beneficiario de renta de todo lo posible.”
12 Una estudiosa cubana sintetiza así esas medidas:
“En 1992 se realizaron cambios en la Constitución
del país para tomar en cuenta las nuevas formas de
propiedad; se eliminó el monopolio estatal del comercio
exterior y se consideró un papel más flexible
a la planificación. En el año 1994, al agudizarse
los desequilibrios monetarios, también se adoptan
medidas para rectificar dichos desbalances, que incluían
un elevado déficit del presupuesto. Desde el año
1992 se adoptan también importantes medidas en el
orden institucional y organizativo destinadas a lograr modificaciones
permanentes en la forma de funcionamiento de la economía;
en especial, elevar la efectividad en el uso de los recursos.
Paralelo con lo anterior, también se fueron adoptando
disposiciones para una mayor descentralización de
la gestión empresarial.” 13 Entre estas disposiciones
merece destacarse la Ley 77 (de 1993) que abre las puertas
a las inversiones de capital extranjero con extraordinarias
facilidades en casi todos los campos. El efecto de este
conjunto de medidas fue alterar radicalmente la dirección
del desarrollo económico y las relaciones internas
de la “economía política de Cuba”.
La “apertura”, el papel asignado al capital
extranjero y la amplia circulación del dólar
determinaron un profundo proceso de reorientación
del esfuerzo económico, de los bienes de consumo
interno hacia la producción exportable y los servicios
como el turismo, con el fin de obtener divisas con las que
comprar en el mercado internacional el petróleo y
la vasta gama de insumos esenciales que ya no llegaban desde
el Este. Este es el mecanismo fundamental del proceso de
reinserción en el mercado mundial en condiciones
gravosas y desfavorables para Cuba.
El paso de una gestión económica basada en
la asignación centralizada de recursos a una gestión
concediendo un amplio campo al mercado como regulador y
la rentabilidad como objetivo de las empresas, tiene como
uno de sus pivotes fundamentales la descentralización
de la administración económica estatal, mediante
dos políticas centrales: un proceso de reestructuración
de las distintas ramas productivas, y la política
llamada de “perfeccionamiento empresarial” que
otorga un amplio grado de autonomía a las empresas
estatales introduciendo nuevos criterios de productividad,
rentabilidad y “competencia”. Así, “El
‘nuevo patrón’ de desarrollo industrial
se distingue por no sustentarse en una política industrial
activa y explícita (es decir, el “plan”),
sino que la dinámica de transformación y crecimiento
de la industria manufacturera van estar relacionadas con
los efectos colaterales o inducidos por el desarrollo de
otros sectores o actividades no industriales, las cuales
se caracterizan por propiciar la recuperación más
rápida de las inversiones realizadas y poseen una
elevada capacidad de aportar divisas, lo que contribuye
de forma directa a aminorar el déficit de la balanza
de pago.” 14
El efecto de esta política ha sido la formación
de un dinámico “sector emergente” (término
que incluye tanto a las empresas estatales como a los joint-
venture con capital extranjero, actividades privadas, y
en general, toda la actividad económica guiada por
estos nuevos principios y ligada al dólar y al mercado
externo), con la consiguiente “dualización”
de la economía, en detrimento de sector estatal tradicional.
Esta política, así concebida, obliga a restringir
el consumo popular para financiar el esfuerzo exportador
y la reorientación de la economía sin tocar
los privilegios de la burocracia ni la rentabilidad del
“sector emergente” ni la prosperidad creciente
de los “nuevos cubanos” ligados al mismo. Son
las masas trabajadoras las que sufrieron con más
crudeza la virtual “economía de guerra”
con el racionamiento de los bienes de consumo esenciales,
la escasez, la caída del poder adquisitivo de los
salarios, la crisis del transporte y la energía,
etc.
El papel del capital extranjero
En
la nueva política económica se asignó
un rol clave a la promoción de las inversiones directas
de capital extranjero a través de los joint-ventures
y otras formas de asociación entre las empresas estatales
y el capital extranjero para proyectos en la producción,
el turismo, en el comercio exterior, etc. El caso del turismo
es el más conocido y más dinámico hasta
fines de los ‘90. “El capital extranjero en
las empresas turísticas supera los 1.000 millones
de dólares, existiendo 94 asociaciones en operación
en el turismo, y 30 clasificaban como hoteleras.”
15
Pero los acuerdos se han extendido a múltiples campos:
la minería (producción de níquel),
la industria (producción de cemento, pinturas, etc.)
los servicios (telecomunicaciones), el comercio exterior
(comercialización mundial del tabaco cubano), etc.,
canalizándose capitales de transnacionales españolas,
canadienses y europeas en general, así como de algunos
grandes grupos latinoamericanos (México y Brasil).
Según CEPAL, en 2001: “En materia de inversión
extranjera directa, el número de empresas mixtas
y contratos de asociación aumentó a 405 frente
a los 395 registrados al cierre del año anterior.
En total, existe un capital comprometido por alrededor de
5.400 millones de dólares, la mitad ya desembolsado.
España, Canadá e Italia ocuparon los primeros
lugares en el número de negocios conjuntos. Para
facilitar los trámites de los inversionistas extranjeros
se consolidó el Sistema de Ventanilla Única.”
16. Otro estudio señala: “En 1989 se encontraban
registradas en la isla 155 firmas extranjeras, mientras
que al cierre del 2001 totalizaron 784. Sin embargo, lo
más significativo no es el aumento del número
de las firmas, sino su creciente participación en
el intercambio comercial total del país, la cual
ascendió a un 40% en el año 2000. Además,
las referidas firmas realizaron operaciones de exportación
e importación por un valor de 2.536 millones de pesos.”
17
“A partir de 1998, se observan asociaciones económicas
dirigidas a nuevas actividades, entre ellas a los servicios
públicos, por ejemplo se constituyó en 1999
la empresa ENERGAS (cubana-canadiense) para producir electricidad
empleando como combustible el gas acompañante de
los pozos petroleros de la zona norte de La Habana. Junto
a ello apareció la primera empresa de capital totalmente
extranjero de Panamá para construir y operar una
planta de generación de electricidad en la Isla de
la Juventud. Se crearon empresas financieras con Bancos
cubanos, como la empresa mixta entre el Banco Popular de
Ahorro y Caja Madrid de España. En 1999 se crearon
58 asociaciones económicas internacionales, siendo
las más representativas por las características
de las mismas, la realizada por la empresa Habanos SA, que
dio lugar a la entidad Altadis para la comercialización
del tabaco cubano; la empresa Aguas del Oeste para la gestión
de servicio de agua de algunos municipios del oeste de la
ciudad. En la rama de la industria del papel, se crearon
3 asociaciones para rehabilitar fábricas existentes,
como la de Cárdenas, Santa Cruz del Norte y Jatíbonico.
Como se infiere en las empresas mixtas, el mayor porcentaje
esta vinculado al sector industrial, después al turismo,
y en menor medida están los acuerdos en la esfera
de los servicios.” 18
Como parte de este proceso, desde 1996 se autorizaron “zonas
francas” para atraer la inversión extranjera
directa. “En 1997 inician operaciones las tres primeras:
Zona Franca WAJAY (...) con 21 hectáreas, 13.000
m2 de naves techadas, y 1.000 m2 de oficinas, Zona Franca
de la Habana (Berroa) con 244 hectáreas, 41.616 m2
de naves techadas y 4.200 m2 de oficinas y Mariel, con 553
hectáreas, 7.000 m2 de naves techadas y 540 m2 de
oficinas siendo las concesionarias la corporación
CIMEX y Almacenes Universales. Antes de inaugurar las Zonas
Francas (ZF) ya existían 80 operadores comerciales
en Havana in Bond y Almacenes Universales en Wajay, que
una vez inauguradas éstas se cambió su licencia
y tomaron el status de operadores, en 1999 existían
294 operadores de ZF de las cuales el 65% son comerciales
o sea 170 operadores. Según cifras del MINVEC hasta
1999 el capital invertido por parte de los operadores extranjeros
asciende a unos 11 millones de dólares.” 19
Para desarrollar la producción y exportación
de níquel “fue reorganizado el aparato comercial,
lo cual se expresó en la creación de la Commercial
Caribbean Nickel SA que radica en Bahamas y atiende integralmente
las posibilidades de ampliar los acuerdos con compañías
foráneas y otras variantes para incrementar las exportaciones.
También fue creada una empresa importadora y se incorporó
al sector niquelífero la empresa Cubaníquel,
que históricamente había realizado la comercialización
externa de los productos de esta industria desde el Ministerio
de Comercio Exterior. Otro aspecto importante fue impulsar
la formalización de acuerdos o negocios conjuntos
con entidades extranjeras.” 20 A través de
acuerdos de inversión con la multinacional canadiense
Sherritt convertida en el principal productor de níquel
y petróleo cubanos y con intereses en la hotelería21
se desarrolla la producción de cobalto.
Otro ejemplo es la rama del tabaco: “En 1999 la entidad
de comercialización internacional principal del tabaco
cubano, Habanos SA, vendió el 50% de sus acciones
al consorcio hispano-francés Altadis (Alliance Tabac
Distribution) por un valor cercano a los 500 millones de
dólares norteamericanos. Se trataba de una venta
que daba término a una ardua negociación y
también a un recurrente conflicto, de larga data,
por el uso de marcas cubanas en la comercialización
internacional del tabaco.” Además, se formaron
Brascuba SA, joint-venture entre Cubatabaco y Sousa Cruz,
compañía brasileña subsidiaria del
grupo BAT; Internacional Cubana del Tabaco S.A. (ICT) joint-venture
entre Altadis y el grupo TABACUBA; COTAIS S.A. joint-venture
entre el grupo TABACUBA y CITA, una compañía
de origen canario; TECA PUROS S.A. joint-venture ubicada
en Turquía y formada por acuerdo entre el grupo TABACUBA
y Tekel, Premium Publicity SA, publicitaria formada por
capital cubano y español.22
IV. El debilitamiento de la economía nacionalizada
La
consecuencia estructural inmediata de las reformas, tal
como han sido concebidas, es el debilitamiento de las bases
mismas de la economía nacionalizada y el desarrollo
de peligrosos elementos procapitalistas y capitalistas en
la economía:
Contrarreformas en el régimen de propiedad y surgimiento
de un importante sector privado
Surgió
un importante sector privado junto a –y a expensas
de– la propiedad estatal, aunque ésta es todavía
claramente predominante: “El periodo especial ha significado
el desarrollo de las relaciones de mercado entre las empresas
socialistas, la disminución de la carga regulativa
para un grupo importante de ellas, el desarrollo de la propiedad
cooperativa y de la pequeña y mediana empresa privada
(bajo el manto del trabajo por cuenta propia, el sector
privado de la agricultura y el arrendamiento de tierras),
así como de la inversión del capital extranjero.”
23 Un especialista cubano define así el abanico de
“diferentes formas de propiedad en la etapa actual
del socialismo:
-
Empresa estatal
- Empresa estatal (Perfeccionamiento Empresarial)
- Empresa mercantil de propiedad estatal
- Cooperativa agropecuaria
- Cooperativa agropecuaria, con tierra en usufructo
- Campesinos privados
- Campesinos usufructuarios
- Trabajadores por cuenta propia
- Empresas mixtas
- Asociaciones económicas”
El
autor deduce, lógicamente, que “al existir
diversas formas de propiedad se hace necesario que las relaciones
económicas se desarrollen sobre una base legal y
mercantil.” Y por supuesto, justifica la necesidad
de “Personalidad jurídica de las entidades
económicas y facultades para su desempeño
mercantil; fortalecimiento de los contratos y mecanismos
de pagos. Formas de propiedad estatal, compatibles con su
operación mercantil.” 24 Este giro resulta
más espectacular porque Cuba fue uno de los estados
obreros donde mayor era el grado de estatización
de la economía, suprimiéndose incluso los
más pequeños establecimientos particulares
hasta extremos contraproducentes para el desarrollo de la
economía nacionalizada.
En el campo, la nueva política se expresa en las
UBPC y en las “granjas de nuevo tipo”: “En
1992, antes de la actual reforma, el 75% de la tierra agrícola
estaba en manos del Estado y el 24,8% de las cooperativas
y de los pequeños campesinos individuales. La actual
[1997] distribución es la siguiente: 42,4% las UBPC
(Unidades Básicas de Producción Cooperativa);
32,6% los establecimientos estatales en transformación
al “nuevo tipo”; 10,0% las Cooperativas de Producción
Agrícola; el 11,6% las Cooperativas de Créditos
y Servicios y el 3,4% los pequeños propietarios.”
25
“Con las UBPC el Estado continúa siendo propietario
de la tierra, mas no de los instrumentos de trabajo ni del
producto final, del cual sin embargo sigue siendo el principal
comprador, fijando precios y prioridad de cultivos. El sobrante
de la producción puede ser vendida en el mercado
libre, creado en 1994. (...) En los establecimientos de
nuevo tipo el Estado continúa siendo propietario
de la tierra y de los instrumentos de labranza, pero no
paga salarios fijos. Sus utilidades provienen de la mitad
de los ingresos de la empresa.” 26 La “médula
espinal” de este nuevo sistema es la eliminación
del salario fijo de los trabajadores agrícolas y
del personal administrativo, que pasan a ser pagados sobre
la base de las utilidades y sólo si éstas
existen, con lo que el acicate de la competencia en el mercado
pasa a ser el “disciplinador” de la fuerza de
trabajo y motor decisivo de la productividad.
Es cierto que la legislación no permite aún
el establecimiento de empresas privadas de capital cubano,
y que la propiedad estatal es aún abrumadoramente
mayoritaria, pero los cambios en el status jurídico
de los establecimientos estatales son alarmantes y develan
claramente la dirección del proceso.
El monopolio del comercio exterior ha sido prácticamente
desmantelado
No
sólo por la autorización al sector capitalista
de importar y exportar, y de manejar y repatriar incluso
sus ganancias, sino por la liberalización sobre los
controles de las empresas y entes estatales, que operan
prácticamente bajo su propia responsabilidad en las
importaciones y exportaciones. En un proceso íntimamente
ligado a la liberalización del cambio en divisas,
el comercio exterior se descentralizó entre cientos
de instituciones y empresas, permitiéndose un amplio
campo de operaciones para las de capital privado o mixto.
A fines del 2001 estos operadores se clasificaban en:
“-
el sistema empresarial subordinado al MINCEX, que realiza
operaciones como entidades estatales y sociedades mercantiles;
- los esquemas empresariales en el exterior, destinados
a la comercialización de los productos del mar, níquel,
tabaco y otros rubros;
- el sistema de sociedades anónimas vinculadas directamente
a la gestión del MINCEX, que efectúan operaciones
comerciales en el exterior y, a su vez, funcionan como representantes
de firmas comerciales extranjeras;
- las sociedades mercantiles cubanas, que funcionan de forma
autónoma o insertadas en organismos productivos concretos;
- los esquemas empresariales vinculados específicamente
a centros de investigación y producción en
el sector de productos farmacéuticos;
- las corporaciones y grupos empresariales relacionados
con el funcionamiento del sector turístico.”27
Actualmente
son más de 1.700 las empresas e instituciones estatales,
mixtas o privadas que intervienen en el comercio exterior
El monopolio del comercio exterior es esencial como salvaguarda
frente a las presiones del mercado mundial capitalista sobre
la débil economía de transición. Su
desmantelamiento introduce enormes presiones para la reestructuración
del conjunto de la economía sobre la base de criterios
capitalistas de “competitividad” y “rentabilidad”,
hacia una inserción cada vez más dependiente
y subordinada a la dinámica del sistema capitalista
imperialista.
Intimamente
ligado a la destrucción del monopolio estatal, se
promovió un alto grado de dolarización, instituyéndose
de hecho un sistema monetario dual con el dólar y
el peso cubano (más el peso convertible, en realidad
una unidad de cuenta). Esto, si bien le permitió
al Estado cubano contar con un importante flujo de divisas
y evitar una devaluación masiva, tuvo graves consecuencias
en la formación de “mercados paralelos”,
en el aumento de las desigualdades sociales y en el acceso
discriminado al consumo entre la mayoría de los cubanos
(que recibe sus ingresos en pesos) y la minoría que
accede al dólar, sea por su participación
en el turismo y otras actividades abiertas al capital extranjero,
sea por recibir divisas de familiares en la emigración,
sea por sus conexiones en el mercado negro.
Así, según un estudio “En los últimos
años el índice de dolarización se ha
incrementado de 45% en 1996, a 49% en 1997 y 53% en 1998,
lo cual es indicativo de un deterioro en las funciones de
la moneda nacional, con la sustitución relativa en
los ingresos y en el consumo de la moneda nacional por el
dólar. Algunos especialistas estiman que este índice
se ha continuado incrementando y que al cierre del año
2000 pudiera estar alrededor entre el 58-60%.” 28
La dolarización se ha ido extendiendo, no sólo
en el “sector emergente”, sino incluso al sector
productivo estatal, donde las empresas deben asumir en proporción
creciente el pago del combustible, repuestos, materias primas
fundamentales, en moneda convertible. “Esta forma
de operar ha resultado en la creación de un mercado
empresarial en divisas para la venta de bienes intermedios
y de equipos. Por otra parte, también se han ido
abriendo posibilidades de venta a los productores nacionales
en la red de establecimientos que operan en divisas con
la población y en la actualidad ya abastecen un 47%
de las necesidades de los mismos”.29 Esto afecta gravemente
la vida cotidiana de los cubanos. Por ejemplo, el servicio
de los lavatines (lavanderías) populares sufre porque
las empresas del Estado no entregan detergente si no se
paga en divisas: “La mayoría de las entidades
que producen detergente, por ejemplo Suchel, lo comercializan
en divisas y nosotros debemos buscar una oferta en pesos,
y eso a veces resulta casi imposible.” 30 Oficialmente
la extendida dolarización es considerada una “medida
transitoria” con el objetivo de dinamizar el conjunto
de la economía nacional, pero las presiones enormes
de todo tipo que causa la dependencia del dólar están
tornándose intolerables y obligan a medidas como
la reciente restricción a las empresas estatales
en el uso de dólares para las operaciones domésticas.
La planificación centralizada de la economía
se está desintegrando
La
planificación cubana respondía al modelo soviético,
llamado por algunos “de comando”, es decir,
se trataba de un típico plan burocrático,
llevado adelante bajo el Sistema de Dirección Planificada
de la Economía (SDPE). El fracaso de este sistema
y la necesidad de “una mayor descentralización
y una modificación de las formas tradicionales de
planificación para reconocer los vínculos
entre plan y mercado” 31 llevaron a un cambio radical
en los métodos de dirección:
Anteriormente, los recursos se asignaban centralizadamente
al productor, básicamente en forma material, y posteriormente
la producción se distribuía también
centralizadamente a los consumidores, todo ello conforme
a un Plan, a precios fijos. Los problemas de calidad, costo
y competitividad no estaban en un primer plano, ni constituían
un imperativo económico.
“En la actualidad, la planificación a nivel
nacional establece los aportes en divisas que deben realizar
las entidades que generan ingresos en esa moneda; a su vez,
los aportes captados centralmente, son utilizados para financiar
las necesidades de la población y de aquellas actividades
que no tienen ingresos en divisas con los cuales financiarse.
De esta manera, la capacidad de compra en divisas la tiene
hoy el demandante final de los productos, bien sea porque
las genera directamente o porque las obtuvo por asignación
centralizada, lo cual implica que este demandante puede
adquirir el producto de un productor nacional o importarlo
directamente, en función de dónde le sea más
eficiente y dónde obtenga la mayor calidad y precio
competitivo. Es decir, está presente un proceso de
concurrencia en que los agentes económicos funcionan
con arreglo a las reglas de los mercados y están
en estrecho contacto con las condiciones de la competencia
internacional”. 32
En sí mismos, un cierto grado de autonomía
de las empresas y de exposición al mercado y la competencia
como correctivos necesarios pueden ser incluso una “etapa
inevitable en el desarrollo de la industria estatal durante
la transición de la economía capitalista a
la socialista” .33 Pero en Cuba, no se trata de los
primeros años de la revolución, sino de la
reintroducción en gran escala de mecanismos de mercado
tras más de cuatro décadas. Además,
el problema fundamental es que la autonomía empresarial
está ligada a la ausencia de control de los trabajadores
y a la ruptura del monopolio del comercio exterior. En estas
condiciones, la descentralización permitiendo que
el mercado sea cada vez más directamente el regulador
de la inversión, de la producción y de los
precios, introduce elementos de anarquía económica
incontrolables y crea enormes presiones para la generalización
y profundización de las reformas procapitalistas.
Como
parte de esta política, se lanzó una profunda
reestructuración del “sector estatal”,
con políticas de reformas administrativas y de diversos
tipos en la economía estatal dirigidas a incorporar
métodos y criterios de rentabilidad capitalista,
dándoles amplia autonomía a las empresas dentro
de cada ministerio. Esto incluye planes de “reestructuración”
de ramas enteras de la industria, “racionalizar”
las plantillas laborales reubicando trabajadores, etc.
Por ejemplo: “El proceso de reestructuración
de la agroindustria comprende como aspectos principales:
la reducción del personal del Ministerio y las delegaciones
provinciales en un 50%, el redimensionamiento del sistema
empresarial de apoyo a la industria mediante la creación
de siete grupos corporativos, reorganización de las
instituciones de investigación y proyectos, transformar
los complejos agroindustriales en 1.017 unidades de negocios,
crear condiciones para la introducción de las normas
ISO y lograr la potenciación al máximo del
proceso de diversificación azucarera.” 34
Como parte de esta reestructuración: “A mediados
de junio/02 el ministro del azúcar cubano, Ulises
Rosales del Toro, confirmó la decisión del
gobierno de cerrar el 50 por ciento de los centrales azucareros
del país, la mayoría de los cuales fueron
construidos hace más de medio siglo —y algunos
mucho antes— y son ineficientes. Asimismo, se reducirá
en un 60 por ciento la tierra dedicada al cultivo de caña.”
35 Un estudio comenta: “La reestructuración
del sector azucarero (...) de hecho es la medida más
trascendental que se haya tomado después de las reformas
de 1993-94.” “Aunque aparentemente sorpresivo,
el anuncio del cierre definitivo de 71 fábricas de
azúcar (...)El redimensionamiento debe permitir mejoras
sustanciales asociadas a: la disminución de gastos,
la concentración del esfuerzo productivo en las fábricas
de mejores resultados, la concentración de los escasos
recursos con los que cuenta el sector en los productores
más eficientes y mejoras sustanciales para los trabajadores
que permanezcan vinculados a la producción del dulce.”
36 Lo que el estudio no dice es que la reestructuración
fue “sorpresiva” sólo para los obreros
del sector, que evidentemente no han tenido participación
en estas decisiones que significarían la “reubicación
del 25% de la fuerza de trabajo en otras actividades productivas”.37
En la industria del tabaco, el plan de reestructuración
prevé el cierre de 4 de las 5 plantas que actualmente
emplean a unos 2.200 trabajadores. En prácticamente
todas las ramas de la economía se registran o se
preparan procesos de reestructuración semejantes,
guiados por criterios de “eficiencia”, “competitividad”
y “rentabilidad” tomados de la “ciencia
económica” burguesa.
Además, se está desarrollando “el proceso
de descentralización y modernización del sistema
financiero, bancario y no bancario, lo cual facilitó
un mayor acceso de las empresas a los recursos financieros
temporalmente inmovilizados, la consolidación de
la convertibilidad interna para la población y el
otorgamiento de créditos en moneda nacional y divisas
mediante análisis de riesgos. También los
seguros siguieron extendiéndose a todas las actividades
productivas.” 38
Un aspecto decisivo de esta política es el llamado
“perfeccionamiento empresarial”.
V. El perfeccionamiento empresarial “socialista”
Sobre
la reforma en la gestión del sector estatal de la
economía, un grupo de investigadores cubanos explica
que “apunta al desarrollo de la empresa estatal con
una personalidad propia más definida, dándole
a la empresa la posibilidad de concentrarse en la gestión
económica en un ambiente de mercado y poniendo al
Estado en su lugar como propietario y no como administrador
directo. Es este un paso decisivo, dada la concentración
de los medios fundamentales de producción en manos
del Estado, pues la recuperación plena de la economía
depende ante todo del logro de la eficiencia de este segmento
del sistema empresarial. (...) uno de cuyos principios filosóficos
fundamentales radica en la separación de las funciones
del Estado como propietario de la función de administración
delegada a la dirección de las empresas. Este proceso
fue aprobado en el V Congreso del Partido Comunista, que
dio luz verde a la generalización de una experiencia
empresarial desarrollada por las empresas militares desde
finales de la década de los ‘80.” 39
Esto significa el “Paso de la administración
económica por mandato vertical, a la descentralización,
la especialización y la regulación indirecta.”
En condiciones de “Introducción del capital
y de la competencia externa en la economía”
y de “ Separación de las funciones políticas,
estatales y de administración económica”.
Como métodos se propone “incorporar la competencia
para dinamizar la propiedad estatal y sustentar la formación
de precios” y “el autodesarrollo, transformación
o cesación de las estructuras empresariales.”
40
El avance de la reforma es lento. A 4 años de iniciada
“410 empresas cubanas ya están aprobadas y
con el proceso de perfeccionamiento implantado, aproximadamente
el 13,6% del total del país, y en las cuales laboran
235 mil 808 trabajadores. Estas entidades generan más
del 23% de las utilidades de la nación y organismos
como el Ministerio de la Industria Básica, tienen
ya uniones de empresas completas incorporadas al proceso.”
41 Es decir que aún no ha logrado extenderse al más
del 80% de las empresas. La estructura tradicional y sus
mecanismos pesan aún demasiado y la conservadora
“cultura empresarial” de los burócratas
se resiste al cambio. Además, es posible que entre
los trabajadores haya resistencia a medidas que van muchas
veces contra sus intereses más inmediatos o en las
que no tienen ningún poder de decisión. Es
en las ramas más dinámicas, como las de exportación,
donde las políticas de “perfeccionamiento empresarial”
se han extendido y profundizado más.
Este camino es similar a las primeras reformas iniciadas
por las burocracias del Este antes del ‘89 y está
entre las políticas mejor vistas por los “especialistas”
de la economía burguesa y las agencias imperialistas.
Consiste en esencia en buscar la “Máxima eficiencia
y competitividad, significa que la empresa se autofinancie,
que cubra todos sus gastos con sus ingresos y genere margen
de utilidad”. El peligro que entraña este proceso
es enorme. Por esta vía, los directores ganan un
enorme grado de autonomía: “Se le entregará
a cada uno de los directores de empresa la iniciativa y
responsabilidad de que se vuelvan empresas autónomas”
, explica Granma.42 De esta forma “los directores
de las empresas se tornan cada vez más privilegiados
y tienden a convertirse en cuasi-dueños de dichas
empresas, lo mismo que sucedió en la URSS y lo mismo
que actualmente sucede en China”.
El “perfeccionamiento” y los trabajadores
El
“perfeccionamiento” va directamente dirigido
contra los obreros, que son excluidos de todas las decisiones
claves, mientras se les exige mayor productividad, subordina
el salario a la “productividad, eficiencia y competitividad”
e incluso una política de racionalización
de las plantillas y reubicación de trabajadores.
Sin embargo, la CTC43 asume como propia “La batalla
por la eficiencia económica” en los siguientes
términos:“El perfeccionamiento empresarial
es uno de nuestros objetivos estratégicos más
importantes, pues se trata de conducir a la empresa estatal
a una eficiencia económica creciente, al mismo tiempo
que se propician las condiciones objetivas y subjetivas
para el mejor desarrollo de la conciencia socialista en
los colectivos laborales. (...) La implantación exitosa
de este nuevo sistema de gestión y dirección
empresarial exige de cada colectivo laboral y de cada trabajador
en particular, una nueva mentalidad, por lo que será
decisiva la preparación de los trabajadores y sus
dirigentes para lograr el mejoramiento ininterrumpido de
la eficiencia y la competitividad.” Es decir, los
sindicatos, como correa de transmisión de la política
oficial, asumen la tarea de convencer a los trabajadores
de aceptarla sin proponerse siquiera contrapesar el poder
creciente de los directivos ni mencionar un mecanismo de
control colectivo y democrático de los trabajadores
sobre una política que afectará decisivamente
la vida de las fábricas.
“Como en los experimentos de finales de los ‘80
y principios de los ‘90, las empresas perfeccionadas
tienen facultades para decidir de manera autónoma
sus estructuras y plantillas, así como para diseñar
sus cargos propios y los sistemas de estimulación
que estimen necesarios. En el campo de la política
salarial, se mantiene la escala centralizada como mecanismo
regulador, pero la misma cambia, tanto por el monto absoluto
de los salarios, como por la diferenciación entre
los niveles salariales, la cual crece hacia los grupos de
mayor complejidad de la escala. (...) La aplicación
de la nueva escala y otros aumentos salariales tienen que
ser financiados por la empresa a partir de la reducción
de sus gastos o el incremento del nivel de actividad, de
manera que se obtenga un crecimiento de las utilidades suficiente
como para financiar dichos incrementos salariales. Lo anterior
implica una probable racionalización de la fuerza
de trabajo en las empresas que aplican el perfeccionamiento,
la que los expertos estiman de hasta un 10% de la fuerza
de trabajo ocupada actualmente, ello puede crear en perspectiva,
en la medida que avance la aplicación del sistema
serias tensiones en el mercado de trabajo, si no aumenta
a su vez la demanda como consecuencia de nuevas inversiones
o la ampliación de las existentes.” (...) “Si
bien para los pagos por normas no se establecen límites,
ellos sí existen para el personal administrativo,
técnico, de servicios u obreros no directamente vinculados
al destajo, en este caso se supone que el salario puede
variar hacia arriba hasta un 30% del salario escala, en
el caso del cumplimiento del plan de utilidades y en dirección
contraria hasta un 20%. Como se observa el criterio para
la regulación de esta parte del fondo de salario
es estrictamente económico, no así las magnitudes
de variación que conservan topes administrativos.
En el caso de los dirigentes la estimulación estará
en dependencia del cumplimiento de los indicadores directivos,
no se establece su límite máximo pero sí
el mínimo de hasta un 30%.” 44
Es decir que sobre la base de los estímulos materiales
ligados a la productividad y el trabajo a destajo, la nueva
política de salarios y premios privilegia a los directivos
y cuadros, promueve una “élite obrera”
y amplía gravemente las desigualdades del “diapasón
salarial”. Naturalmente “El trabajador de filas
no tiene ningún poder de decisión, no interviene
ni en las finanzas ni en ningún aspecto esencial
de las empresas. El trabajador tiene ahora que asumir el
lema y apretarse los pantalones –más de lo
que están–, en realidad lo que le significa
es congelamiento de sueldos, más carga horaria y
mayor control de la materia prima e insumos. (...) Los trabajadores
no reciben ningún beneficio ya que quienes realmente
harán buenos negocios son los llamados ‘dirigentes
empresariales’ ya que una de las claves del engaño
a los trabajadores es decir que ‘el pago será
de acuerdo a los resultados del trabajo’”, buscando
introducir una mayor diferenciación salarial entre
los trabajadores con el cínico argumento de que así
se cumplirá el lema socialista “de cada cual
según su capacidad a cada cual según su trabajo”.
VI. Situación actual: ¿una “hermosa
paradoja”?
El
diputado Osvaldo Martínez M. habló en un discurso
ante la Asamblea Nacional ampliamente difundido de la “hermosa
paradoja de la economía cubana en el 2002: un año
de bajo crecimiento y alto desarrollo (...) en términos
de establecer bases esenciales para un desarrollo humano
integral.” 45 Esta pintura tranquilizadora no puede
disimular la acumulación de problemas cruciales que
enfrenta Cuba.
Por supuesto no hay tal “alto desarrollo humano integral”,
en principio porque el “periodo especial” y
sus penurias continúan golpeando duramente al pueblo
cubano. El propio diputado Martínez reconoce que
“fue imposible evitar que algunos precios subieran
en los mercados agropecuarios, que el transporte público
disminuyera, que escaseara más el combustible doméstico,
que empeorara el estado de las vías y que el estratégico
esfuerzo por generar toda la electricidad con crudo nacional,
provocara apagones durante este año.” Las políticas
sociales no pueden ocultar el deterioro de la situación
para amplios sectores de la población. La llamada
“Batalla de Ideas” y la reforma de algunos programas
sociales, de salud y educación, etc., son en el mejor
de los casos un paliativo para las secuelas regresivas de
la política económica aplicada en los últimos
años, jugando un papel “en la minoración
del impacto de procesos de ajuste económico y reformas”
46 en un esfuerzo por limitar las secuelas sociales y el
deterioro del “consenso político”. ¿Puede
hablarse de desarrollo humano integral cuando cientos de
miles de cubanos se ven obligados a recurrir al mercado
negro, la pequeña corrupción cotidiana, el
“jineterismo” (prostitución), y otros
fenómenos extendidos al amparo de las reformas, para
“resolver” los problemas de la subsistencia
cotidiana? Y todo esto, en medio de la acentuación
insultante de las desigualdades.
En
segundo lugar el bajo crecimiento por tercer año
consecutivo muestra el agotamiento de la recuperación
de 1995-1999 y de los “efectos saludables” de
las reformas de mercado. Según CEPAL: “La economía
cubana desaceleró su crecimiento por tercer año
consecutivo en 2002 (el producto aumentó 1.4% frente
a 2.5% en 2001), a causa de adversidades externas y climáticas.
El entorno externo siguió desfavorable luego que
el turismo internacional declinara después de los
ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados
Unidos. Producto de la débil economía mundial,
las inversiones extranjeras directas prácticamente
se paralizaron por segundo año. En general, la formación
de capital se estancó.” 47El impacto de la
crisis internacional es mayor en sectores claves como el
turismo y los productos de exportación: “Los
ingresos brutos del turismo internacional, principal fuente
de divisas, se expandieron durante el periodo enero-agosto,
pero declinaron en el último cuatrimestre y al terminar
el año se registró un sensible decrecimiento
(-10%)”. Los precios internacionales de los tres principales
productos de exportación, azúcar, níquel
y tabaco que proveen “más de dos terceras partes
del valor total de las exportaciones de bienes” también
se desplomaron48 mientras que el precio del petróleo
de cuya importación depende Cuba aumentaron. A ello
hay que agregar las consecuencias de los estragos causados
por el huracán Michelle en el 2001, con daños
directos e indirectos estimados en 1.866 millones de dólares
(6% del producto), cuyos efectos se reflejaron plenamente
en 2002.
El virtual estancamiento crea serios “cuellos de botella”
para la economía cubana, especialmente en su vulnerable
“flanco externo”. Según CEPAL: “Como
resultado de las adversidades se acentuaron los desequilibrios
macroeconómicos. En el ámbito de las finanzas
públicas la brecha fiscal aumentó a 2.9% del
producto, desde 2.5% el año anterior, aunque todavía
se mantuvo dentro de los márgenes contemplados por
la política económica (3% del PIB). La liquidez
monetaria en manos de la población (M1A) aumentó
sensiblemente para alcanzar el 45% del PIB (38.6% en 2001)
y el índice de precios al consumidor observó
incrementos, tanto en moneda nacional (5%) como en divisas,
después de haber declinado durante el trienio anterior.
Al acentuarse la escasez de divisas, el tipo de cambio en
el mercado extraoficial se incrementó 8%. Asimismo,
la cuenta corriente de la balanza de pagos empeoró
su saldo negativo.” Por ello, “la escasez de
divisas obligó a restringir las importaciones para
evitar un aumento del déficit de cuenta corriente
de la balanza de pagos y el tipo de cambio comercial se
depreció un 24%”.49
Finalmente, desnuda la mayor vulnerabilidad ante las oscilaciones
de una economía mundial en crisis. La “apertura”,
que alimentó la recuperación de los años
anteriores se está volviendo contra Cuba ante el
cambio desfavorable en el escenario mundial. La baja productividad
de la agricultura y la industria cubanas obliga a importar
un 50% de los alimentos e impide superar el déficit
comercial. Las tendencias recesivas en la economía
internacional impactan con mayor severidad dado el desmantelamiento
del monopolio del comercio exterior, el avance de la “dolarización”,
el endeudamiento externo y la dependencia de las inversiones
de capital extranjero. En estas condiciones los “desequilibrios
macroeconómicos” presionan por una nueva “adecuación”
a las exigencias del mercado mundial y mayor “austeridad
interna” y proyectan sombrías perspectivas
para la marcha de la economía cubana.
El impasse de la política de reformas y concesiones
El
contenido profundo de los actuales problemas de la economía
cubana es el agotamiento de los “efectos saludables”
iniciales de las reformas de mercado y las concesiones al
capital extranjero, conduciendo a un cuadro de impasse en
medio de agudas contradicciones entre las necesidades del
“sector emergente” y las de la economía
nacionalizada.
Las salidas estratégicas a este impasse son o un
nuevo salto a la derecha, profundizando de manera decisiva
los cambios en el sistema de propiedad y en el mercado,
para liberar las restricciones al desarrollo de las tendencias
restauracionistas y completar la “reinserción”
en la economía mundial, lo que implica remover ciertas
barreras legales hoy existentes, como la prohibición
de contratar asalariados o de constituir empresas privadas
cubanas, plena autonomía a las empresas estatales,
etc.; o bien poner bajo control al “sector emergente”
y subordinarlo a las necesidades de fortalecimiento del
sector estatal (lo que entre otras medidas, implicaría
el restablecimiento del monopolio del comercio exterior).
El primer camino, después de una década de
reformas que ya han erosionado seriamente a la economía
nacionalizada, equivaldría prácticamente a
entregar el comando de la economía a las tendencias
abiertamente procapitalistas y dar un viraje decisivo hacia
la restauración y la recolonización imperialista.
Es evidente que importantes sectores de la burocracia, particularmente
los más ligados a las reformas, presionan en esta
dirección. Por otra parte, los compromisos que ha
tomado la dirección cubana con la apertura, las reformas
y las concesiones restringen completamente sus márgenes
de maniobra.
Sin embargo, no se pueden considerar aisladamente el “automatismo”
de las fuerzas económicas ni las decisiones de la
burocracia. En todo el análisis del proceso cubano
hay que tener en cuenta el hecho decisivo de que la revolución
vive. Cuba sigue siendo un Estado obrero, aunque profundamente
deformado y debilitado. Las conquistas fundamentales de
la revolución están siendo erosionadas, pero
aún no han sido destruidas. El núcleo fundamental
de la economía sigue estando en manos del Estado.
Hay enormes obstáculos para el proceso de restauración
en las bases de propiedad heredadas de la revolución,
en las relaciones de fuerza entre las clases, en la conciencia
“igualitaria” y antiimperialista de las masas.
En la densa trama de relaciones sociales y regulaciones
institucionales construidas en cuatro décadas y que
condicionan los movimientos de la burocracia.
En síntesis, no hay posibilidad en Cuba de una “absorción
pacífica” en el capitalismo a través
de reformas económicas graduales. Además,
la recesión internacional y las dificultades latinoamericanas,
limitan las posibilidades de una colonización más
acelerada por el capital extranjero y disminuyen los “atractivos”
de la restauración, y no es menos importante la experiencia
hecha ante las desastrosas consecuencias de la restauración
en la ex URSS y otros países del Este y ante la situación
de la América latina y el Caribe semicoloniales.
LA REGRESION EN LA ESTRUCTURA SOCIAL
VII.
El desarrollo de los antagonismos sociales
Las
transformaciones de la revolución permitieron una
mejoría cualitativa de las condiciones de vida de
las masas respecto a la Cuba semicolonial y a la realidad
cotidiana de toda la América latina capitalista.
La expropiación de las empresas de capital local
y extranjero, la reforma agraria y la reforma urbana y la
política de empleo, ingresos y servicios sociales
permitieron en las primeras fases una sustancial mejora
de la calidad de vida de las masas. Sobre esta base, un
esfuerzo sistemático en la educación (comenzando
por la liquidación del analfabetismo), los servicios
sociales, etc., impulsaron la elevación del nivel
cultural.
Según H. Dilla, “la dinámica de la sociedad
cubana entre 1959 y 1989 estuvo dominada por dos tendencias
contradictorias: la nivelación y la movilidad sociales.
La primera tendencia fue dominante en los primeros años
y tuvo su punto de partida en el radicalismo del hecho revolucionario,
que condujo a la virtual liquidación de los sectores
burgueses y de buena parte de la clase media, los cuales
emigraron o experimentaron un proceso de proletarización.
La sociedad fue paulatinamente organizándose en torno
al predominio de formas sociales y estatales de propiedad
de los medios de producción. Al mismo tiempo, esta
nivelación social fue acompañada de un proceso
de movilidad ascendente de las mayorías (particularmente
fuerte desde mediados de los setenta), apoyado en programas
estatales de provisión de empleos y de servicios
sociales.” 50 Es preciso remarcar: a) la subsistencia
de diferencias de clase y sociales de distinto género,
entre el campo y la ciudad, entre el trabajo manual y el
intelectual, entre hombres y mujeres, etc., aunque algunas
de ellas parcialmente inevitables al inicio del proceso
de transición, sobre todo en un pequeño país
atrasado como era Cuba, y b) una nueva diferenciación
social fundamental, la más funesta y grave, subproducto
indeseado de la revolución: la rápida constitución
de una casta burocrática privilegiada y parasitaria,
cristalizada en torno a los propios dirigentes de la revolución,
que acaparó todas las palancas del poder. Es cierto
que la burocracia cubana no acumuló en las primeras
décadas las muestras de lujo insolente de sus pares
de Rusia o Europa oriental, pero no por eso dejó
de ser la capa social que mejor supo “resolver su
existencia social” y asegurarse mediante un régimen
político forjado a su imagen y semejanza sus posiciones
y privilegios. Este, además, es el “secreto
social” de la asimilación sin grandes contradicciones
del castrismo al aparato mundial de la burocracia stalinista.
Los
‘90 significaron un cambio de la dinámica social
hacia un salto en el desarrollo de la diferenciación
social: “El nuevo tipo de estructura que emerge impulsada
por el reordenamiento económico, supone la aparición
de procesos de ruptura con relación a su antecesor
y el predominio del cambio sobre la continuidad. Comparando
la actual composición socioclasista de la sociedad
cubana con la situación anterior a los años
noventa, es posible distinguir algunos de los rasgos fundamentales
que caracterizan a este nuevo tipo socioestructural:
“
1. Diversificación acelerada de las formas de propiedad.
2. Heterogeneización y complejidad crecientes. Fuerte
diferenciación socioeconómica general y fragmentación
de las estructuras internas de las clases y de las capas
sociales.
3. Altos grados de desigualdad social que se expresa fundamentalmente
en:
- Aumento progresivo de la distancia cualitativa entre los
grupos extremos. En este sentido, aparición de “élites”
y “vulnerables”.
- Acceso selectivo y restringido a los más altos
niveles de consumo y el bienestar material.
4. Presencia de fuertes desigualdades no asociadas al trabajo
y al rol de cada grupo en la estrategia socioeconómica.
5. Fortalecimiento de los vínculos entre formación
y crecimiento de grupos sociales y la eficacia productiva
de éstos.
6. Elevada movilidad social que tiene entre sus direcciones
más fuertes el paso de la propiedad estatal a la
no estatal y del sector tradicional de la economía
al emergente.” 51
Esto
significa un proceso de reconfiguración regresiva
de la sociedad cubana con una creciente polarización
entre las capas superiores privilegiadas (tradicionales
y nuevas) y la mayoría de la población empobrecida
y la aparición de nuevas estratificaciones.
El proceso de reformas “ha implicado un cambio en
la estructura de los empleados según sectores, a
favor de la disminución del número de ocupados
en el estatal que se ha ido desplazando hacia los sectores
de la economía con mejor remuneración, como
el privado, el cooperativo y el mixto.” 52 Una estudiosa
cubana acota: “También en la apertura desciende
la contribución de la actividad estatal a la proporción
de población ocupada y crece la presencia de trabajadores
cooperativistas, asalariados de empresas privadas o mixtas,
cuentapropias e informales. Junto a ello, continúa
el incremento de los ocupados calificados de nivel medio
superior y superior, lo cual es consistente con las políticas
de formación educacional y protección laboral
al personal calificado aplicadas.” 53
Así, el peso de la clase obrera ocupada en el sector
estatal ha caído del 61,0% de la PEA en 1988 a sólo
el 42,1% en 1994, mientras en el mismo lapso los trabajadores
por cuenta propia pasaron del 1,0% al 19,0% y los sectores
intermedios (campesinos, cooperativistas, etc.) saltaron
del 6,0% al 30,2%. Datos más actualizados de CEPAL,
aunque basados en categorías de empleo más
difusas, establecen que en el 2001 los sectores “no
estatales” abarcaban al 25% de la fuerza laboral.
La situación de los trabajadores
Otro
estudio advierte: “Tanto la crisis como el conjunto
de decisiones tomadas para aliviarla, han tenido una repercusión
en el nivel de vida de la población que ha experimentado
un deterioro, aunque menos traumático que el de otros
países, por el compromiso social de la política
económica, pero no por ello menos urgente como problema
a solucionar por cuanto ha producido: a) el empobrecimiento
de vastos sectores de la fuerza laboral, b) la aparición
de una élite trabajadora, c) el surgimiento de niveles
de vida divorciados de los resultados del trabajo, d) la
exclusión de importantes segmentos de la población
del consumo en ciertos mercados o al menos de la reducción
del acceso a un grupo muy limitado de productos, e) la reestratificación
social.” 54
Del
empobrecimiento de vastos sectores de trabajadores dan cuenta
la caída de los ingresos y el deterioro del salario.
Así, “el gasto para cubrir los requerimientos
mínimos alimentarios (189,86 pesos) y el ingreso
per cápita mensual, que para 1995 fue de 113,63 pesos,
muestra que el ingreso se hace insuficiente para cubrir
sólo necesidades alimentarias básicas”.55
El salario real promedio cayó de 130,98 pesos en
1989 a 52,32 pesos en 1992 y a 27,97 pesos en 1993. Posteriormente
se fue recuperando lentamente, pero en 1998 apenas alcanzaba
a 72,75, es decir, la mitad que una década atrás.
Hay que recordar que entre tanto el PBI volvió a
recuperar prácticamente su nivel de entonces. Un
análisis sobre la situación en La Habana reconoce
que: “El salario medio mensual en los centros con
producción del sector estatal civil es de 254,1 pesos;
el cual crece un 5,3 % (24,5 pesos más) comparado
con el correspondiente al año anterior. Aquí
sucede algo similar a lo que analizábamos en relación
con la productividad; es decir, los salarios de los trabajadores
en el año 2000 son superiores a los de 1989, pero
sólo en términos nominales, ya que el nivel
adquisitivo de este salario está muy por debajo del
de precrisis, pues los precios en los diferentes mercados
que hoy existen superan en varias veces a los de 1989, con
la excepción de los productos alimenticios normados
que mantienen sus precios bajos.” 56
Como consecuencia, pese a la recuperación de los
últimos años, la participación de los
salarios en la renta nacional ha seguido perdiendo terreno.
En 1994 la “Remuneración de los trabajadores”
ascendió a 9.614,5 millones de pesos mientras que
el “Ingreso Nacional Bruto disponible” era de
19.167,8 millones. En el 2000, la “Remuneración
de los trabajadores” sumó 11.965,8 millones
mientras que el “Ingreso Nacional Bruto disponible”
creció a 27.784,1 millones de pesos.57 Es decir que
el coeficiente de participación de los salarios bajó
de 0,51 a apenas el 0,43.
Además, el promedio esconde un “diapasón”
(abanico) de diferencias salariales mucho mayor que antes.
La diferenciación creciente en los salarios obedece
a una política consciente del régimen para
formar una “élite trabajadora” que reciba
algunas migajas de la rentabilidad del “sector emergente”
y en que encuentren base social “obrera” sus
políticas. Para ello, además de los beneficios
que implica trabajar en el “sector emergente”
o los “joint- venture” se están introduciendo
diversos estímulos materiales, como en la industria
del tabaco y otras. Cerca de un 20% de los trabajadores
recibiría ingresos monetarios o en especie adicionales
al salario.
Junto con el grave deterioro del salario “uno de los
elementos más destacables es el incremento notable
de las desigualdades. La relación entre el salario
más alto y el más bajo pasó de 4 a
1, a 25 a 1. Hoy un médico cirujano o un ingeniero
ganan 550 veces menos que el dueño de un “paladar”,
30 veces menos que una prostituta y 10 veces menos que el
conductor de un coche de caballos. El área dólar
está estableciendo un nuevo marco de segregación
social.” 58 Al mismo tiempo “existe estancamiento
en los salarios de la esfera estatal, a la que pertenece
la mayoría de los trabajadores y la población
dependiente de los ingresos de ellos. En el sector cuentapropista,
sin embargo, los ingresos han tendido al incremento, al
igual que el de los vinculados al sector emergente. Cabe
señalar además el cambio que se ha producido
en cuanto a la importancia y el peso de los ingresos no
laborales, entre ellos los provenientes de las remesas familiares
y los producidos por las inflexibilidades de los mercados
de precios libres, fundamentalmente producto de las situaciones
oligopólicas de éstos por la concertación
previa de precios y barreras a la entrada.” 59
Los promedios estadísticos ocultan la verdadera situación
de la mayoría de las familias obreras y campesinas,
así como el estatus de la minoría privilegiada
en la que confluyen los altos estratos de la burocracia
estatal y del PCC, una parte de los empleados en el sector
privado, una parte de quienes medran en el mercado negro
o tienen acceso a dólares, sea por remesas familiares,
sea por diversos “negocios”. ¿Cuál
es la parte del ingreso nacional de que se apropia la burocracia?
La verdadera distribución del ingreso, el nivel alcanzado
por la estratificación social y por el enriquecimiento
de la burocracia y de los “nuevos cubanos” es
casi un “secreto de Estado”, pero sobran los
indicadores de este fenómeno, muy bien conocido,
por otra parte, por los sufridos cubanos del común.
Por ejemplo, la alta concentración de los depósitos
en las cuentas corrientes bancarias, donde está depositado
un 60% de la liquidez pública, y de las cuales el
12% de las cuentas atesora el 80% de los depósitos
en divisas. 60 Otro dato indirecto es el dinamismo de las
ventas de las TRD, a las que sólo tiene acceso la
población que maneja dólares, contrastando
con la escasez crónica y el consumo restringido que
siguen afectando a la mayoría del pueblo trabajador.
VIII. La burocracia y la formación de
un bloque restauracionista
Indudablemente,
la burocracia no sólo ha sabido mantener o mejorar
sus posiciones materiales en el “periodo especial”
sino que está diversificando las fuentes de su “prosperidad”.
La burocracia no se nutre sólo de mejores índices
salariales, sino ante todo de una serie de prebendas y retribuciones
que no figuran en los salarios, tales como el acceso a mejores
servicios médicos y sociales, comercios especiales,
vivienda, vacaciones, viajes al exterior, etc., que contrastan
violentamente con el deterioro de las condiciones de vida
del pueblo cubano y que la burocracia oculta cuanto puede
de la mirada de las masas.
Además, y particularmente los sectores ligados al
“sector emergente”, como los directores de empresas,
que se benefician directamente de las reformas, se fortalece
la tendencia a ligarse cada vez más estrechamente
al mercado y a los socios extranjeros y, naturalmente, a
depositar sus expectativas de enriquecimiento en la restauración
capitalista.
En términos de H. Dilla: “el reciclado de las
élites” alimentado por las reformas económicas
está llevando “al fortalecimiento de un bloque
tecnocrático empresarial vinculado ventajosamente
al mercado y con posibilidades de erigirse en bloque social
hegemónico. (...) Un primer componente de este bloque
emergente está ubicado en el ámbito de la
inversión extranjera. (...) El segundo componente
estaría formado por los directivos de las empresas
estatales que han logrado posiciones ventajosas en el mercado
mundial y, por consiguiente, cuotas superiores de autonomía.
(...) Un tercer componente (potencial) de este bloque está
representado por aquellas personas (campesinos acomodados,
intermediarios comerciales, proveedores de servicios, etcétera),
que han atesorado fuertes sumas monetarias y otros bienes
mediante la especulación en el mercado negro, frecuentemente
a expensas de los recursos estatales.” 61
Concluye Dilla: “estos grupos, y particularmente los
dos primeros, provienen de la propia burocracia tradicional
–sea civil o militar– y sus familias, y pertenecen
a ellos jóvenes tecnócratas aupados por estas
políticas en curso. Incluso en el tercer grupo es
posible hallar una fuerte conexión entre los negocios
privados más prósperos –restaurantes
y arriendos de habitaciones para turistas– y altos
burócratas retirados o sus familiares, pues en última
instancia estos negocios requieren viviendas confortables
y ubicadas en lugares céntricos que habían
sido adjudicadas por el Estado a este tipo de personas en
tiempos anteriores.”
Los nuevos “empresarios cubanos”
Este
fenómeno es visto con sumo interés en Estados
Unidos: “la emergencia de un nuevo tipo de empresario
que surge (...) en empresas cuya actividad está vinculada
más directamente o al menos se rigen por las reglas
de juego del mercado mundial, que cuentan con el beneficio
de la inversión extranjera o siendo totalmente estatales
su fuente y destino productivo lo constituye el mercado
exterior.” 62 Según el mismo análisis,
la formación de esta capa de gerentes y tecnócratas
que comienzan a sentirse “empresarios” tiene
por escenario privilegiado dos sectores: “las empresas
subordinadas a organismos de la administración central
del Estado cuya actividad principal puede ser externa o
no. Estas empresas –que pueden ser comercializadoras
o productivas o vincular ambas actividades– funcionan
bajo un régimen de autonomía en su gestión
que se ha ido otorgando y ampliando paulatinamente en los
últimos años como parte de un proceso de descentralización
empresarial, que en los inicios se había verificado
como un proceso experimental desarrollado por algunos ministerios,
pero que en los últimos 3 años se ha desarrollado
bajo la guía y monitoreo del Consejo de Ministros.
(...) El otro subsistema empresarial está constituido
por empresas que funcionan con status de institución
privada. Son básicamente corporaciones vinculadas
al comercio exterior y a la actividad turística que
actúan con absoluta independencia con respecto al
Ministerio de Comercio Exterior y a otros organismos estatales,
muchas de ellas inscriptas en el extranjero como empresas
no cubanas. Uno de los rasgos más significativos
de esta independencia es el control autónomo de los
recursos financieros que ellas poseen, ubicados mayormente
en cuentas bancarias en el exterior y cuya movilización
se realiza bajo la firma del gerente de la empresa. La mayor
parte de estas empresas están nucleadas en dos grandes
holdings: CIMEX y Cubanacán, SA” 63 Naturalmente
a gerentes, jefes y directivos, se les hace cada vez más
atractiva la idea de que “No basta ser director de
trust, hay que ser accionista” y buscarán los
medios de lograrlo. Por otra parte, su “éxito”
amplía su influencia social y política y los
convierte en sujeto de las presiones procapitalistas al
interior de la burocracia.
Una alianza social restauracionista en formación
El
contenido social de este proceso es la rápida formación
de los elementos para un bloque abiertamente procapitalista
en torno a sectores de la alta burocracia del Partido, del
Estado y de las FAR, el “bloque tecnocrático
empresarial” surgido de la propia burocracia, y los
nuevos ricos que prosperan en el mercado negro, con la economía
del dólar, etc. Las voces de alarma en los propios
medios cubanos señalan: “los gérmenes
para la formación de una pequeña burguesía
alta y media en nuestra sociedad y el rol político
de esta posible nueva clase social junto al del capital
extranjero, señalan procesos aún no desplegados
en toda su real dimensión que es imposible ignorar
en su relación con el socialismo posible y su futuro.”
64 Estos sectores ligados a las reformas económicas
se convierten cada vez más en agentes directos de
los inversores extranjeros y de los socios capitalistas
del comercio cubano, y entran en contradicción con
las restricciones económicas, legales y políticas
del Estado obrero. Buscarán cada vez con mayor insistencia
la reestructuración del poder político y sus
formas para poder estabilizarse y prosperar, convergiendo
con la presión imperialista para una “transición”.
Buscarán acuerdos con la poderosa burguesía
emigrada de Miami, al menos con sus sectores más
“moderados”. Ante la ausencia de un polo obrero
alternativo al castrismo, el bloque restauracionista en
formación –candidatos a una nueva clase explotadora–
puede arrastrar no sólo a las capas medias ligadas
al “sector emergente” y al mercado o que dependen
para su subsistencia de los espacios no estatales, sino
a sectores de la población trabajadora que no vean
otra salida, constituyéndose en una poderosa palanca
de presión interna agente de las políticas
imperialistas.
LA DINAMICA DEL PODER POLITICO
IX-
De la “coexistencia” a la “colaboración”
En
defensa de la política de Castro se argumenta que
“no se puede afirmar que en Cuba haya resurgido una
clase burguesa: el Estado sigue bloqueando firmemente las
posibilidades de acumulación nacional de capital
privado –y sus altos dirigentes no se han enriquecido
ni corrompido–”. 65 Aunque no hay una burguesía
interior en Cuba y se mantienen importantes obstáculos
legales, económicos, sociales y políticos
a su formación, hemos visto cómo el resultado
social de la política del “periodo especial”
ha sido el desarrollo de sectores restauracionistas cada
vez más poderosos que se nutren de la propia burocracia.
De hecho, esa política marca un punto de inflexión:
de la política histórica de colaboración
de clases a escala internacional en nombre de la “coexistencia
pacífica” se pasa a la “colaboración”
con el capital extranjero y el “mercado” dentro
de la misma Cuba. Aunque este viraje se combine con una
política de resistencia a las pretensiones más
agresivas del imperialismo y con un discurso de “defensa
del socialismo”, su contenido es, objetivamente, la
preparación de un vuelco decisivo del balance de
fuerzas a favor de las tendencias abiertamente procapitalistas.
A lo largo de una década de aplicación de
la política de reformas económicas, de grandes
concesiones al capital extranjero, de la creación
de empresas mixtas, Castro y los dirigentes cubanos han
sostenido una y otra vez: “No nos apartamos de la
doctrina, ni de los principios del socialismo y con un sentido
práctico, aunque con profundas convicciones revolucionarias,
aceptamos la imprescindible colaboración en estas
condiciones de los capitalistas extranjeros.” 66 En
palabras de Carlos Lage: “Cuba ha seguido un largo
camino de transformación económica sin cambiar
su esencia socialista (...) A veces se la critica porque
parece insuficiente y lento, el hecho es que las transformaciones
dependen de nuestra realidad interna, de los objetivos socialistas
que defendemos, de la necesidad de no poner en riesgo nuestra
existencia como nación ante la amenaza de un poderoso
vecino que no esconde su intención de colonizarla.
Hemos puesto en marcha una reforma económica dentro
del socialismo, reforma que es expresión de la voluntad
cierta de estar presentes activamente en la economía
mundial según las reglas que hoy la gobiernan.”
67
Esta política de “imprescindible colaboración
con los capitalistas” para “construir el socialismo”
adaptándose a “las reglas que gobiernan la
economía mundial” no casualmente suena muy
similar a la defendida por Bujarin (salvando todas las diferencias
entre el dirigente del ala derecha de los bolcheviques y
la burocracia fidelista) para “mantener y profundizar”
la NEP a fines de los años ‘20, cuando ya era
evidente que los elementos capitalistas surgidos al calor
de la misma amenzaban con hundir al Estado obrero ruso.
Para Bujarin “la actitud del proletariado y de su
poder estatal es diferente frente a la nueva burguesía,
la cual está situada dentro de cierta relación
de fuerzas sociales. Constituye un momento socialmente necesario
que cumple –en cierta medida, dentro de ciertos límites
y por cierto tiempo– un papel socialmente útil
(...) En ese caso, existe colaboración del proletariado
y lucha de clases dentro de esa colaboración (...)”
68 Se trataba de “colaborar” con el nepman,
el kulak y el burócrata y dejar que los elementos
capitalistas fueran el motor de la economía soviética
en la “construcción del socialismo a paso de
tortuga”, lo que al fortalecer desmesuradamente los
elementos capitalistas de la economía soviética,
amenazaba con desatar incontrolables fuerzas restauracionistas.
Para Castro y Lage el contrapeso de la“imprescindible
colaboración con los capitalistas extranjeros”
es el papel del Estado y la voluntad de la dirección,
sin embargo, lo político no es una magnitud independiente
de la correlación de fuerzas económicas y
sociales. ¿por qué aceptaría “colaborar”
el capital extranjero sino es para recolonizar Cuba? Las
poderosas tendencias proburguesas incubadas al calor de
la política del “periodo especial” presionan
para adaptar la esfera de lo político a sus necesidades
y se convierten en el creciente peligro político
de la restauración.
X. El agotamiento del bonapartismo fidelista
Desde
el punto de vista político general o “estatal”,
el cambio en la relación de fuerzas nacionales e
internacionales significa que se están agotando los
márgenes de maniobra del bonapartismo cubano para
mediar entre el proletariado y la presión imperialista,
entre los elementos socialistas de la economía cubana
y los elementos procapitalistas que expresan la presión
del mercado mundial.
Internacionalmente, la profunda ofensiva burguesa e imperialista
de las últimas décadas y el renovado intento
norteamericano de reafirmar su supremacía mundial
–expresados en el proceso de recolonización
que sufre América latina, acota cada vez más
los márgenes de Cuba, que ya no cuenta con el “campo
socialista” como punto de apoyo.
Internamente, tras una década de “periodo especial”
está obligado a mediar y a acomodarse en condiciones
cada vez más difíciles ante las presiones
que surgen de: a) el peso alcanzado por el “sector
emergente” y la aparición de importantes elementos
capitalistas y semicapitalistas; b) el surgimiento de nuevos
estratos sociales; c) la diferenciación interna de
la burocracia; d) la erosión de la relación
con las masas, particularmente con la clase obrera; y e)
la presión imperialista (tanto las presiones políticas
de EEUU como la presencia activa del capital extranjero).
De arbitrar entre la presión imperialista y las masas
cubanas en beneficio de la burocracia, el régimen
fidelista se ve obligado a arbitrar entre la economía
nacionalizada y el “sector emergente”; entre
los nuevos estratos sociales privilegiados y las clases
trabajadoras; entre las distintas alas “políticas”
y económicas” de la burocracia; con el capital
extranjero convertido en un factor actuante de la realidad
de Cuba, y finalmente bajo la presión del imperialismo
que cuestiona a Castro como interlocutor y se halla a la
ofensiva. Esta nueva situación supone una crisis
estructural del régimen como resultado de las enormes
contradicciones sociales y políticas que se están
acumulando bajo la superficie. Es así que “la
política en Cuba cambia a un ritmo vertiginoso aun
cuando no se exprese en el ámbito formal, y de que
la gobernabilidad que se pretende garantizar se remite crecientemente
a una fuerte alteración de las relaciones de poder
orgánica al nuevo modelo de acumulación.”
69 Esta es la base de la creciente “disfuncionalidad”
del régimen fidelista respecto a los cambios en la
sociedad cubana que él mismo ha promovido activamente
durante la última década.
Esto entraña un salto en la decadencia histórica
del bonapartismo fidelista. El régimen impuesto tras
la revolución de 1959 es una forma peculiar del bonapartismo
burocrático típico de los estados obreros
degenerados o deformados. En otro artículo de este
Dossier se explica su génesis política como
reacción interna en los inicios de la revolución.
Sus rasgos específicos nacen de que en Cuba no hubo
una contrarrevolución política comparable
a la de Stalin en Rusia, de su necesidad de apoyarse en
las masas cubanas para enfrentar al imperialismo, y del
peso que conserva el propio Fidel, como dirigente histórico
de la revolución y árbitro inapelable.
Fidel encarna este rol al frente del Consejo de Ministros
como institución clave, apoyándose por un
lado en el PCC (“partido de Estado”, con su
medio millón de miembros y su papel dirigente en
todas las esferas de la vida cubana), y en las FAR (dirigidas
por su hermano Raúl); y por el otro en las organizaciones
de masas como “correas de transmisión”
de las políticas y decisiones oficiales y encuadrando
un apoyo de masas cuidadosamente controlado y graduado.
La Asamblea Nacional y sus instancias juegan el papel de
órgano de legitimación plebiscitaria de las
decisiones y las políticas elaboradas en la cúpula.
El rígido control autoritario y represivo de cualquier
manifestación crítica sobre las masas se combina
con una cautelosa movilización controlada de éstas
contra las presiones imperialistas.
En las décadas postrevolucionarias el desarrollo
de las fuerzas productivas y la elevación del nivel
cultural de la población cubana fueron ampliando
las contradicciones con el régimen de la burocracia:
“Sus propios logros han tejido su obsolescencia, particularmente
cuando la movilidad y alta calificación del sujeto
social comenzó a chocar con la rigidez de los mecanismos
de control sociopolítico, lo que tendía a
producir disfuncionalidades tales como la apatía
y la anomia políticas”.70
El llamado “proceso de institucionalización”,
cuyos hitos son la creación de los “órganos
de poder popular” en 1976, el “periodo de rectificación
de errores y tendencias negativas” de mediados de
los ‘80 y la reforma constitucional de 1992, constituyó
un intento de adaptación del régimen para
contener este desgaste, introduciendo mecanismos e instituciones
plebiscitarias. Como expresión de esta adaptación,
la ideología cubana ha evolucionado de un “marxismo
leninismo” a la soviética, hacia un eclecticismo
socialista-nacionalista que mezcla el pensamiento de Martí
con las apelaciones a Marx y la recuperación mítica
del Che en un tono cada vez marcadamente nacionalista pequeñoburgués.
Baste decir que según el art. 5º de la Constitución
de 1992 el PCC se define como “martiano y marxista-leninista,
vanguardia organizada de la nación cubana”.
La política del “periodo especial”, al
mismo tiempo que profundizó la erosión de
los lazos del régimen con su base social histórica,
le permitió elevarse aun más sobre la sociedad,
apoyándose, por derecha, en los nuevos estratos “emergentes”
privilegiados, y por izquierda, en las masas trabajadoras
y en el sentimiento antiimperialista, aunque sin poder evitar
sin embargo que se extendieran la apatía, el descontento
ante las penurias materiales y el hartazgo ante la falta
de libertades políticas. La necesidad de apoyarse
más directamente en el aparato estatal se expresó
en el papel asignado a las FAR en las reformas económicas,
haciéndose cargo de diversas áreas y siendo
presentadas como ejemplo de gestión para el perfeccionamiento
empresarial “socialista”.
En este marco, el desarrollo de las contradicciones económicas
y sociales tras una década de reformas está
agotando los márgenes del régimen para contener
y mediar en base a este juego político. Los mecanismos
del “proceso de institucionalización”
y políticas como la “Batalla de ideas”
para reafirmar el control político-ideológico
del régimen no han podido revertir la erosión
de los lazos orgánicos con la base social histórica
del fidelismo.
La erosión de la relación con las masas
Aunque
es cierto que la dirección cubana mantiene amplios
apoyos sociales y un importante grado de “consenso”,
expresión todavía de la alianza con el liderazgo
que “hizo la revolución”, probablemente
el fenómeno más extendido sea la apatía,
el cansancio y la desilusión política. Esto,
en ausencia de libertades políticas para las masas
y de una alternativa obrera no burocrática, crea
un caldo de cultivo para las corrientes de oposición
proimperialista, aunque las mismas no parecen haber ganado
todavía peso de masas.
Es cierto que las organizaciones surgidas de la revolución
(CDR, la CTC, FMC, etc.) a pesar del alto grado de burocratización
y al desgaste, mantienen todavía una importante fuerza
social. Pero el deterioro es inocultable: “la imagen
de algunas de estas organizaciones ha envejecido (sobre
todo a los ojos de los jóvenes, quienes no predominan
en sus estructuras de dirección) y se aprecia una
pérdida de efectividad de su discurso movilizativo.
Aún cuando su membresía no decrece significativamente
y se hacen intentos por adaptarse a las nuevas condiciones
(sociedad más heterogénea, nuevas formas de
delito y fenómenos sociales antes desconocidos u
olvidados) la pertenencia y asistencia formal a sus actividades
(limitada muchas veces al pago de la cuota de miembro) son
problemas que dan la luz de alerta.” 71 También
se registra en el PC “el fenómeno de la negativa
a ingresar en sus filas por miembros de la UJC que arriban
a su edad de baja natural” 72
Un marxista de origen cubano que visitó la isla en
1999 constata: “Los CDR han declinado sustancialmente
debido a que sus activistas están, como todos aquí,
todo el tiempo “resolviendo” (“resolver”
es probablemente el más importante verbo en el castellano
cubano) los problemas de la supervivencia diaria para ellos
y sus familias tanto individual como colectivamente).”
73 Los síntomas de debilitamiento de las estructuras
organizativas en su relación con la base social pueden
estar anticipando brechas en la relación entre el
régimen y la sociedad cubana que ya no puedan ser
contenidas duraderamente bajo el actual esquema político.
Un impasse político
Bajo
la acumulación de tensiones económicas, sociales
y políticas que ya no pueden ser contenidas duraderamente
bajo las formas políticas actuales, el Gobierno de
La Habana se halla prácticamente en un callejón
sin salida. La introducción de cambios políticos
de importancia puede desatar las presiones ya mal contenidas
con resultados imprevisibles. Pero no introducir cambios
sólo contribuye a acumular presión en una
caldera explosiva. Entre tanto, el paso del tiempo sólo
aumenta su debilitamiento estructural, es decir, su “disfuncionalidad”.
En este marco deben ubicarse ciertas medidas políticas
duras adoptadas en los últimos meses como respuesta
a la escalada de presiones imperialistas, como un limitado
“zigzag” a izquierda recurriendo a sus típicos
métodos bonapartistas. De hecho, la ejecución
de tres secuestradores de una embarcación y el juicio
a unos 75 “disidentes” de grupos financiados
por EEUU y la emigración de Miami, la dureza de la
respuesta a las presiones de la Unión Europea, etc.,
en particular el golpe a los grupos de oposición,
inscribiéndose de hecho en este zigzag defensivo,
es una medida burocrática para reafirmar el control
de la situación política, golpear a quienes
abogan por una “transición”, “disuadir”
a los descontentos (hubo varios intentos de escape a Florida)
y “advertir” en general a los elementos críticos
y “opositores” sean de derecha o de izquierda.
Pero estas oscilaciones no modifican la política
central del régimen, ni resuelven la situación
de impasse político que es la clave de los problemas
cubanos, en particular de la cuestión que condensará
los problemas cruciales de Cuba en el próximo periodo:
la “sucesión” o “transición”
del liderazgo de Fidel.
XI. Entre la “sucesión” y
la “transición”
No
es un problema menor para la casta dirigente que Fidel se
acerque a los 80 años de vida, es decir, que esté
en el límite de la vida activa de cualquier ser humano.
El futuro después de Fidel concentra el problema
de la dinámica y las alternativas del régimen.
Más allá de Fidel mismo –aunque su rol
como árbitro y “líder” indiscutido
es irremplazable–, lo que está en juego es
la salida de escena del equipo dirigente histórico
que gobernó Cuba por cuatro décadas, en medio
de una situación crítica de impasse económico
y político.
Esto pone a la burocracia en una encrucijada. En términos
periodísticos, se discute entre la “sucesión”
(que es la política de la cúpula dirigente)
o la “transición democrática”
reclamada por el imperialismo.
La “sucesión”
La
sucesión ordenada de Fidel implica la continuidad
del juego político actual, admitiendo cambios graduales
y controlados. Formalmente, quien lo reemplazaría
es el propio Raúl, quien está al frente de
la defensa y las FAR, las que evidentemente pasarían
a jugar un rol aún más importante que el actual.
No pueden descartarse variantes intermedias para “amortiguar”
el cambio, como que Fidel ceda alguno de sus cargos actuales
o pase a un segundo plano, como “garantía de
continuidad” mientras un nuevo equipo toma las riendas
del Gobierno.
El propio Fidel ha venido preparando activamente su sucesión.
El Consejo de Ministros se ha renovado en años precedentes,
con más de la mitad de sus figuras provistas por
las nuevas camadas de dirigentes “salidos de la Unión
de Jóvenes Comunistas o de la Federación de
Estudiantes Universitarios (FEU)”.74 Figuras centrales
como Alarcón (presidente de la asamblea Nacional),
Carlos Lage (vicepresidente y dirigente de la política
económica) Felipe Pérez Roque (canciller)
y otros, tienen menos de 50 años.
Más allá de las variantes (que en última
instancia reflejarán las disputas y acuerdos entre
distintas alas de la burocracia; la sucesión sería
un “fidelismo sin Fidel”, para continuar en
lo esencial la actual política de reformas económicas
manteniendo el poder político en manos del PC, sin
ceder espacio a un juego parlamentario multipartidario de
tipo burgués, ni mayores márgenes de autonomía
al movimiento de masas (aunque podría incluir mayores
elementos de “glasnost” a la cubana, o como
sugieren algunos sectores, de una “renovación
socialista”).
Esta solución implicaría un régimen
mucho más débil que el actual, tanto frente
al imperialismo, como en su relación con las propias
masas trabajadoras cubanas. Primero, por la salida de escena
del propio Fidel, cuyo prestigio y autoridad no pueden ser
reemplazados por ninguna de las figuras actuales; segundo,
porque sería muy probablemente la señal de
una disputa abierta entre las distintas fracciones burocráticas
por el poder y por la redefinición del rumbo económico
y político, y finalmente, porque el imperialismo
no acepta –al menos por ahora– esta salida política.
Por ello, probablemente sería el inicio de una crisis
política inédita para Cuba.
La “transición”
Forzar
la “transición democrática” es
el objetivo declarado del imperialismo y promovido por la
“disidencia” interna de derecha para garantizar
el paso lo más ordenado posible hacia la restauración
capitalista. Para llevar hasta el fin las “reformas
económicas de mercado” se requiere abrir los
espacios del poder político, incluso a las corrientes
de la emigración de Miami. De ahí la estrecha
relación que establece la propaganda imperialista
entre “libertad económica” y “libertad
política” bajo la forma de una democracia burguesa
del tipo de las impuestas en Europa oriental. Sin embargo,
este discurso ideológico oculta que la transición
al capitalismo debería incluir un “poder fuerte”
como reconocen sin ambages los medios más lúcidos
del imperialismo. Esto, para evitar la “anarquía”
y la “guerra civil”, es decir, el peligro de
una irrupción de masas. Ese es el proyecto de contrarrevolución
democrática acariciado desde hace tiempo por el imperialismo
como la “opción preferida” y al que los
“cubanólogos” dedican cientos de páginas,
aprovechando las “lecciones” de los procesos
en el Este.
Por la debilidad de la oposición, la falta de un
plan unificado o aún de acuerdos entre las distintas
facciones, la falta de inserción y base social, comparado
con los procesos en el Este de Europa –donde pudo
surgir un Vaclav Havel en Checoeslovaquia, por ejemplo–
nadie espera en Cuba una “transición de terciopelo”.
Esto hace prácticamente imprescindible el acuerdo
con el régimen en su conjunto o al menos con sectores
decisivos de la burocracia, y por otra parte, que la transición
deba ser visto más como un proceso que como un cambio
brusco, tal como quisieran los sectores duros de la emigración
y la ultraderecha yanqui: “A pesar de las similitudes,
el caso cubano puede apartarse del caso típico de
los países ex-socialistas por varias razones, la
primera de las cuales es la políticamente débil
y paupérrima situación de la oposición
al gobierno, tanto en la isla como fuera de ella (...) Esto
significa que, a menos que existan fuerzas ocultas en la
sociedad cubana actual que puedan tomar las riendas del
poder a tiempo, la anarquía y no la corrupción
predominarán. Si aceptamos estos principios como
válidos, se desprende que después de Castro
la única manera de establecer los bienes públicos
“economía de mercado” y “democracia”
es mediante la acción coercitiva que se derivaría
de uno de los siguientes escenarios: a) el propio equipo
castrista decide acometer las reformas deseadas, b) el equipo
castrista es reemplazado mediante un golpe de estado interno,
o c) el equipo castrista es reemplazado por una fuerza externa
de naturaleza reformista. Descartamos como inverosímil
el tercer escenario.” 75
En este sentido no dejan de ser llamativos los elogios y
expectativas que diversos “cubanólogos”
y voceros de la emigración dedican al papel que las
FAR puedan llegar a jugar tras el retiro de Fidel.
Por otra parte, el imperialismo, pese a su política
de dureza hacia Castro, teme un estallido en Cuba, a ‘90
millas de sus costas y en el marco de un continente profundamente
desestabilizado. Este elemento y el fracaso de las ilusiones
de principios de los ‘90, cuando los medios imperialistas
y de la emigración esperaban un pronto colapso en
Cuba (acelerado por el bloqueo) parecen inducir un terreno
común: evitar que el enfrentamiento derive en una
crisis de imprevisibles consecuencias. “Los proyectos
de la cúpula del poder como los que vienen de la
oposición y la sociedad civil, aunque de naturaleza
opuesta, tienen puntos en común en cuanto a los ‘medios’.
El gobierno aspira a una sucesión ‘dinástica’
ordenada. La oposición en general, en la isla y el
exilio, a una transición democrática también
ordenada, pacífica. Por eso ambos apelan a reformas
de la constitución vigente.” 76 avalando al
Proyecto Varela de Oswaldo Payá como “el intento
de introducir una dinámica de transición democrática
en el seno de la sucesión”. Este tipo de visiones
“realistas” está cobrando peso en la
emigración cubana en detrimento de las alas de ultraderecha.
El líder del grupo “moderado” Cambio
Cubano retornó a vivir a Cuba declarando que “Si
quiebra este país perdemos el país, los cubanos,
el gobierno y los opositores”, por eso “existe
la posibilidad de que las cabezas pensantes decidan sentarse
a negociar y buscar soluciones”. Y poniendo expectativas
incluso en Fidel: “Sería formidable que el
propio Fidel pudiera decir vamos a facilitar los cambios
y vamos a apoyar los cambios. Quizá todavía
no tiene [Castro] plena conciencia de que está obligado
a negociar, pero puede llegar un momento que sí,
y no quiero perder la fe en eso.” 77
¿Son estos indicios, datos de lo que sería
un nuevo escenario político? Es posible que por debajo
de la escalada de presiones, de las declaraciones agresivas
y las medidas hostiles de EEUU y la UE se estén abriendo
paso los elementos de una suerte de “negociación
armada” donde el imperialismo persigue o bien la capitulación
de la dirección castrista a sus exigencias, o bien
forzar un acuerdo para el decisivo periodo “post Fidel”
que permita el avance de la contrarrevolución democrática.
EL IMPERIALISMO BUSCA IMPONER LA “TRANSICION”
XI.
Un giro en la política norteamericana
Desde
los atentados del 11 de septiembre, tras los cuales Bush
lanzó su ofensiva “antiterrorista” mundial
centrada en los Estados considerados parte del “eje
del mal” (una corta lista que junto a Afganistán,
Irak, Sudán, Corea del Norte, incluye a Cuba), el
imperialismo norteamericano ha incrementado su presión
sobre La Habana, incluyendo denuncias sobre supuestas “armas
biológicas” y provocacions como la conversión
de Guantánamo en campo de concentración “antiterrorista”
tras la invasión a Afganistán. Para sectores
de la administración norteamericana “la invasión
a Iraq era el comienzo de una ‘cruzada libertadora
que abarcaría a todos los países del mundo,
incluido Cuba’”, como dijo el embajador de EEUU
en República Dominicana, Hans Hertell.78 Bush ha
reafirmado una y otra vez su política de bloqueo
económico y de recalcitrante hostilidad hacia Fidel,
declarando que la normalización de relaciones, “el
reconocimiento diplomático y el comercio abierto
y un robusto programa de ayuda serán posibles únicamente
cuando Cuba tenga un nuevo gobierno que sea plenamente democrático”.79
La influencia de los cubano-americanos como Otto Reich,
Mel Martínez o Noriega en Washington y su alianza
con la extrema derecha republicana, imprime su acendrado
anticastrismo en la política norteamericana hacia
Cuba. Algunos de estos sectores acarician la idea de que
“liberar Cuba” sea uno de los objetivos centrales
en una esperada segunda presidencia de Bush. Como parte
de esta orientación, el encargado de negocios norteamericanos
en la isla, James Casson, ha pasado a promover abiertamente
la actividad de los grupos de oposición proburgueses
y se han sucedido las amenazas y provocaciones de altos
funcionarios yanquis, coincidiendo con un giro de la política
europea, que ha pasado a atacar más duramente a Castro
y a comprometer su apoyo activo a los “disidentes”.
La mayoría del establishment norteamericano parece
coincidir en ejercer mayor presión sobre Cuba –desde
las alas más dispuestas a negociar con La Habana
hasta la ultraderecha que acariciaría la idea de
una intervención más directa, incluso militar–.
Pero la misma no parece inscribirse en una escalada preparatoria
de una agresión militar. Por el contrario, parece
estarse asistiendo a un “sensible giro de los EEUU
en su política contra Fidel (...) en un evidente
cambio de política, Estados Unidos descartó
endurecer las sanciones contra Cuba. El objetivo de Washington
ahora es impulsar una transición democrática
por medio del apoyo a los disidentes cubanos y de una mayor
presión internacional.” 80 Este cambio coincide
con el nombramiento de Roger Noriega, como subsecretario
para Asuntos Hemisféricos, con el apoyo de un bloque
congresal que considera contraproducente la política
de bloqueo. En el mismo tenor, Colin Powell declaró
que “no tenemos planes para una acción preventiva
en lo que concierne a Cuba” al tiempo que reclamó
a los gobiernos latinoamericanos un compromiso a través
de “la OEA para encontrar formas de apurar la inevitable
transición democrática en Cuba”.81 Este
giro significaría una mayor definición de
las políticas de Washington en términos de
una estrategia de contrarrevolución democrática
como medio para obtener la derrota decisiva de Cuba (lo
cual no excluye presiones y agresiones, ni, por supuesto
destierra el riesgo de una intervención militar a
más largo plazo).
La estrategia norteamericana de subordinar más estrechamente
al mundo semicolonial mediante una política de fuerza
basada en el poderío militar y en la imposición
de una dominación política más directa
–lo que significa un salto en el proceso de recolonización
de América latina– choca directamente contra
la existencia misma de un Estado obrero en Cuba, considerada
por los medios dirigentes norteamericanos como un obstáculo
a sus planes regionales. En este sentido, estrangular a
la revolución cubana es una prioridad estratégica
para EEUU.
Convergen las “dos políticas” hacia Cuba
El
clima reaccionario generado por la victoria imperialista
sobre Irak favorece la convergencia de las políticas
cubanas de EEUU y Europa. La Unión Europea pasó
a impulsar abiertamente la “transición”
y a financiar y promover a los “disidentes”.
La ministra de asuntos exteriores de España, país
socio de Bush en la invasión a Irak y con importantes
intereses en Cuba, declaró que “el régimen
de Fidel Castro está ‘agotado’ y que
no sobrevivirá a su fundador debido a su carácter
‘caudillista’ (...) que ‘la transición
cubana ya ha comenzado’, que ‘el Suárez
cubano ya está en la isla’ y que Cuba será
‘en pocos años’ una democracia integrada
en Occidente” 82
Este es un giro importante en la política de Europa.
Desde hace años, España y otras potencias
europeas, en el marco de las rivalidades comerciales interimperialistas
que hacían atractivo al mercado cubano, se han diferenciado
de la política yanqui de bloqueo y no sólo
practican un amplio intercambio comercial con Cuba, sino
que han alentado inversiones de sus monopolios en la isla.
En todo este tiempo reclamaban la “apertura democrática”
que permita la libre organización interna de las
fuerzas restauracionistas pero manteniendo buenas relaciones
diplomáticas con Castro y sin asumir una línea
de apoyo activo a la oposición como ahora.
Sectores del establishment yanqui mantuvieron una línea
similar. Hace menos de un año, el ex presidente Carter
visitó Cuba invitado por el gobierno cubano y se
pronunció porque EEUU abandone la política
de bloqueo, mientras reclamó a Castro “abrirse
al pluralismo y a la economía de mercado” (es
decir a la democracia capitalista). Un fuerte bloque presiona
en el Congreso norteamericano por el abandono de la política
de bloqueo.
En estos términos, tanto Europa como Estados Unidos
parecen estar acordando en una estrategia de contrarrevolución
democrática mediante mayor presión sobre el
régimen y apoyo activo a la disidencia, para condicionar
e influir decisivamente en la sucesión de Castro
e imponer la línea política de “transición”.
El intento imperialista de “cerrar las tenazas”
sobre la garganta de Cuba es un peligro mortal para la revolución
y las masas cubanas, pues busca apoyarse en los cambios
regresivos que la propia política castrista del “periodo
especial” ha inducido en la economía y la sociedad
cubana, apostando a capitalizar para esta política
el descontento y cansancio entre las masas cubanas.
LAS PERSPECTIVAS Y LAS TAREAS DEL PROLETARIADO CUBANO
XIII.
¿Hacia la restauración capitalista o hacia
la revolución política?
Cuba
está en una encrucijada, posiblemente la más
difícil desde los años de la revolución.
La continuidad de la política del “periodo
especial” adoptada por Castro no hace sino fortalecer
las tendencias procapitalistas y debilitar las reservas
de la economía nacionalizada y la energía
y disposición de las masas para resistir el asedio
imperialista. El imperialismo saca partido del aislamiento
y las concesiones de Castro para aumentar la presión
para forzar el vuelco político hacia la “transición”,
necesario para abrir de par en par las puertas a la recolonización
capitalista de Cuba.
Un intento de despejar el impasse económico actual
profundizando las medidas económicas puede terminar
rompiendo las barreras que subsisten al “mercado”
y abriendo las puertas a un salto en la descomposición
de la economía cubana. El impasse político
en que se halla el régimen puede desembocar en una
crisis política inédita y conducir a la “transición”,
es decir a la contrarrevolución “democrática”.
En este marco, no puede descartarse que ante un agravamiento
de la crisis, pugnas internas o amenazas más agresivas
del imperialismo, la dirección cubana dé nuevos
“zigzags”, esta vez a izquierda (como de hecho
insinuó en estos meses). Pero la resistencia y los
zigzags del fidelismo pueden retrasar o alterar el curso
de los acontecimientos –al mismo tiempo que debilita
aún más al Estado obrero, pero no cambiar
la alternativa de hierro ante la que se encuentra Cuba:
¿restauración capitalista o revolución
política?
Sin embargo, lejos de ser inevitable la recolonización
de Cuba, el hecho decisivo es que la revolución está
aún viva. Todavía no han podido agotar sus
fuerzas ni el asedio imperialista ni la desastrosa conducción
burocrática. Los trabajadores y el pueblo cubano
han demostrado a lo largo de cuatro décadas su heroísmo
y extraordinaria capacidad de resistencia. Indudablemente,
no hay en Cuba una “vía pacífica al
capitalismo”. En este sentido, la estrategia imperialista
chocará con enormes obstáculos para imponerse
definitivamente.
Despejar definitivamente el camino de la restauración
no será una tarea fácil ni pacífica.
Probablemente en ningún lugar como Cuba sea tan válidas
las previsiones históricas de Trotsky: “La
contrarrevolución, en marcha hacia el capitalismo,
tendrá que romper la resistencia de los obreros;
los obreros, al marchar hacia el socialismo, tendrán
que derrocar a la burocracia. El problema será resuelto
definitivamente por la lucha de dos fuerzas vivas en el
terreno nacional y el internacional.” 83
Estratégicamente, el paso a la restauración
abierta debería combinarse o bien con un acuerdo
de la burocracia con el imperialismo, o bien con una intervención
abierta de éste, lo cual incluiría previsiblemente
un salto en la disgregación política de la
propia burocracia y su paso con armas y bagajes al campo
de la contrarrevolución imperialista. En ambos casos,
la poderosa burguesía emigrada en Miami se convertiría
en un factor actuante “por derecha” mientras
que “por izquierda” las masas cubanas se verían
impulsadas a movilizarse en defensa de sus conquistas históricas
(a menos que la desmoralización provocada por las
penurias y la política de la burocracia hubiera agotado
sus fuerzas previamente). Cuba entraría en convulsión
–el estallido o guerra civil que temen los “cubanólogos”–
y los efectos de ésta se extenderían a América
latina. En suma, un intento de forzar un salto en la recolonización
de Cuba puede terminar detonando el estallido de un proceso
de revolución política contra la contrarrevolución
imperialista.
El proletariado cubano, la fuerza social decisiva de la
isla, el verdadero “hijo de la revolución”,
necesita prepararse en esta perspectiva estratégica,
es decir, prepararse para irrumpir revolucionariamente y
tomar en sus propias manos los destinos de Cuba, derrocando
a la burocracia que capitula ante el imperialismo y, cada
día que mantiene su dominación, hunde más
profundamente las conquistas de la revolución.
XIV. Un programa de salvación de la revolución
cubana
Ante
el asedio imperialista –contra el bloqueo y toda otra
forma de agresión– el punto de partida del
marxismo revolucionario, vale decir del trotskismo, es la
defensa incondicional del Estado obrero pese a sus graves
deformaciones burocráticas y su dirección.
En caso de agresión militar estaríamos incondicionalmente
en el campo de Cuba por la derrota del imperialismo. Pero
en ningún caso significaría darle apoyo político
a la dirección castrista, que está llevando
a la ruina las conquistas de la revolución, desmoralizando
a las masas y abriendo el camino a la restauración
del capitalismo. No es posible separar la lucha contra el
imperialismo de las tareas de la revolución política
dejando ésta para una “segunda etapa”.
La defensa de la revolución pone en primer plano
y tiene por condición la lucha intransigente contra
la dominación de la burocracia y por un régimen
de democracia obrera.
En la medida en que las conquistas fundamentales de la revolución,
aunque debilitadas, subsisten, el programa de una nueva
revolución será esencialmente político,
combinando con aquellas tareas de carácter social
que surjan de la necesidad de combatir a los elementos semicapitalistas
y capitalistas que se han desarrollado. Los elementos esenciales
de este programa apuntarán, naturalmente, a limitar
los elementos de mercado y las concesiones a lo compatible
con los intereses de la revolución, la defensa y
ampliación de las bases de la economía nacionalizada,
el fortalecimiento del proletariado como clase social y
políticamente dominante. Sólo así podrá
despejarse el camino para avanzar en la construcción
del socialismo.
Es
necesaria una revisión radical de la política
económica. Los trabajadores tienen derecho
a exigir la revisión de las concesiones al capital
extranjero, de acuerdo a los intereses de la revolución.
Debe reimplantarse el monopolio del comercio exterior. ¡No
a las políticas de “perfeccionamiento empresarial”!
Los trabajadores, a los que se reclama todo el sacrificio
y esfuerzo en nombre de la “batalla por la producción”
deben tener el derecho a controlar y decidir sobre todas
las cuestiones vitales de la producción y el abastecimiento,
en la fábrica y nacionalmente. Debe elevarse el salario
de los trabajadores y disminuir las desigualdades al mínimo
estrictamente compatible con las necesidades de la transición
al socialismo, esto sería posible a expensas de los
ingresos de los altos funcionarios estatales y de los “nuevos
ricos”, y de los altos gastos improductivos que provoca
la gestión burocrática. ¡Abajo los privilegios
de la burocracia! La política de reformas debe ser
reemplazada por una nueva política económica
en interés de los trabajadores del campo y la ciudad
y el fortalecimiento de la economía nacionalizada,
según el principio de la planificación democráticamente
centralizada.
¡Plenas
libertades políticas y de organización a las
masas! ¡Legalidad a las corrientes que defienden la
revolución! El saneamiento de la economía
cubana exige, en primer lugar, la más amplia libertad
de organización para los trabajadores, comenzando
por la abolición de toda la legislación y
los estatutos que consagran el “papel dirigente”
del PCC en los sindicatos y demás organizaciones
de masas. Los obreros deben recuperar pleno derecho a la
huelga, la autonomía de sus sindicatos y el derecho
a crear nuevos sindicatos, comités de fábrica
u otras formas que deseen. ¡Plena libertad de discusión,
reunión y prensa para los trabajadores cubanos! Incluyendo
el elemental derecho democrático de los militantes
de filas del PCC y la UJC que honestamente se consideran
comunistas a organizarse en tendencias o fracciones y a
debatir las políticas de la alta dirección.
La juventud, tan sensible a la atmósfera de opresión
política, debe tener las más amplias libertades
políticas, culturales y de organización.
El monopolio político del Partido Comunista y su
rol de “partido de Estado” deben terminarse
ya. No habrá verdadera democracia para las masas
trabajadoras sin derecho a organizarse independientemente
del PCC. Combatir la opresión política del
régimen castrista no significa aceptar la demagogia
de la democracia “pura”, es decir burguesa,
ariete del imperialismo para imponer sus planes de “transición”
es decir, de contrarrevolución con maquillaje democrático.
¡No a la trampa de la “transición”!
¡Democracia obrera! El bonapartismo burocrático
con sus instituciones, como la Asamblea Nacional, debe ser
reemplazado por una genuina democracia obrera y revolucionaria,
basada en órganos de poder de los trabajadores, democráticamente
organizados de abajo hacia arriba, integrados por representantes
electos directamente y con mandato de la base, que puedan
ser revocados en cualquier momento y que no ganen más
que lo que percibe un obrero calificado.
La
política exterior de Cuba debe inspirarse en un genuino
internacionalismo obrero y no en la “coexistencia”
con el imperialismo y el apoyo a las burguesías “amigas”
del tercer mundo. Hoy más que nunca el destino de
la revolución cubana está ligado al desarrollo
de la lucha de clases en América latina y el mundo.
Los trabajadores y la juventud cubana necesitan estrechar
lazos con los de América latina y Estados Unidos
en la lucha común contra el imperialismo. El mayor
obstáculo en este camino son el castrismo y sus aliados
stalinistas y reformistas del continente, que al servicio
de su estrategia de colaboración con la burguesía
han prostituido la bandera del internacionalismo proletario.
En los primeros años, cuando la revolución
cubana despertó una gran oleada de entusiasmo internacionalmente,
el Che era perfectamente consciente de la necesidad de extender
la revolución. Hoy, la defensa de Cuba exige que
sea un puntal de la revolución continental. La unidad
económica y política con otros países
de la región sería el punto de partida para
poner fin al aislamiento, pero esto sólo puede realizarse
bajo una política de clase: ¡los trabajadores
tienen que tomar en sus manos la lucha continental por la
expulsión del imperialismo bajo la consigna de una
Confederación de Repúblicas Socialistas de
América latina y el Caribe.
Los
trabajadores de Cuba necesitan una nueva dirección.
El PCC y el régimen no pueden “autoreformarse”.
Es posible que ante la catástrofe económica,
la agresión imperialista o la presión de las
masas algunos sectores del PCC, de la UJC o de la burocracia
militar y estatal giren a la izquierda, pero la única
garantía de ganar a los mejores elementos está
en el papel político independiente de la clase obrera.
Los sectores proburgueses y proimperialistas de oposición
y la Iglesia utilizan las reivindicaciones democráticas
para tratar de capitalizar el hartazgo ante la asfixiante
opresión política del castrismo y la dura
situación económica. Para combatir estos intentos
y ayudar al proletariado cubano a tomar en sus manos los
destinos de la revolución hace falta una poner en
pie una oposición obrera, marxista e internacionalista,
es decir, construir un verdadero partido obrero y revolucionario,
armado con el programa de la revolución política
para arrancar el poder a la burocracia e imponer un régimen
de democracia obrera revolucionaria, en el camino de la
construcción del socialismo. Este partido encontrará
su norte estratégico en lucha por la reconstrucción
de la Cuarta Internacional, como el nuevo partido mundial
de la revolución socialista que los trabajadores
de Cuba y el mundo entero necesitan poner en pie para derrotar
definitivamente al capitalismo imperialista.
1 Jorge Beinstein, “El contramodelo
cubano: un muerto que goza de buena salud”, Tomado
de http://www.espaimarx.org, Artículo incorporado
el 12 Noviembre de 2000.
2 Remy Herrera, “Cuba: la resistencia socialista en
América latina” en www.rebelion.org.
3 Martha Beatriz Roque, La transición a la democracia
en Cuba. Algunas consideraciones económicas, Instituto
Cubano de Economistas Independientes, La Habana, 20 de abril
de 2001.
4 Ernest Mandel, Tratado de Economía marxista, Tomo
III, pág. 78, México, Ediciones Era, 1975.
5 José A. Massip, Ernesto Hernández García,
Boris Nerey Obregón, “La empresa estatal cubana
y el Proceso de Perfeccionamiento Empresarial”, Cuba
XXI.
6 Hiram Marquetti Nodarse, “El nuevo patrón
de crecimiento industrial: principales restricciones”,
Cuba XXI, Nº 15, febrero de 2003.
7 Jorge Luis Acanda, “Recapitular la Cuba de los ’90”,
Revista La Gaceta de Cuba, N° 3, mayo-junio del 2000,
p. 60, (Entregado a filosofi@.cu por el autor).
8 Haroldo A. Dilla, Cuba: el curso de una transición
incierta. Dilla fue director del Centro de Estudios de América,
adjunto al CC del PCC hasta 1996, en el que junto a otros
intelectuales del PCC que trabajaban en el Centro fueron
defenestrados por plantear ciertas diferencias políticas.
Hoy Dilla trabaja en el exterior.
9 Si los levantamientos de masas del ’89-’91
en los países del Este se hubieran desarrollado hasta
triunfar como revoluciones políticas que comenzaran
a regenerar a esos estados obreros monstruosamente burocratizados
(de lo cual Castro, que sostuvo hasta último momento
a los viejos jerarcas estalinistas, era enemigo frontal),
la suerte de Cuba hubiera sido otra. Pero el aborto de estos
procesos y el ascenso de gobiernos declaradamente restauracionistas
dispuestos a todo para ganar apoyo imperialista significaron
para Cuba un golpe brutal.
10 Jorge Beisntein, op. cit.
11 Haroldo Dilla, op. cit.
12 Idem.
13 Angela Ferriol M., “Apertura externa, mercado laboral
y política social”, en Cuba XXI.
14 Hiram Marquetti, op. cit.
15 Idem.
16 “Situación y perspectivas 2002”, Estudio
Económico de América Latina y el Caribe 2001-2002,
CEPAL.
17 Hiram Marquetti, “Cuba: importancia actual del
incremento de las exportaciones”, CEEC, U.H., Cuba
XXI, junio de 2003.
18 Omar Pérez Villanueva, “Estabilidad macroeconómica
y financiamiento externo: la inversión extranjera
directa en Cuba”. Cuba XXI, N°17, octubre de 2002.
19 Idem.
20 Hiram Marquetti, “Cuba: importancia actual del
incremento de las exportaciones”, op. cit.
21 Claude Morin, L’insertion internationale d’une
économie socialiste et ses défis, Mayo 2000.
22 Lázaro Peña Castellanos, La agroindustria
tabacalera cubana en la década del noventa y su inserción
internacional, CIEI, U. H.
23 José A. Massip, Ernesto Hernández García,
Boris Nerey Obregón, op. cit.
24 Alfredo G. González, “Aspectos estratégicos
en el perfeccionamiento del modelo de planificación”,
40° Aniversario de la Planificación en Cuba,
6 y 7 de julio de 2000.
25 Azzoziazione di Solidaritá con Cuba, “Cuba:
Riforme economiche nel socialismo” tomado de asicuba/index.htm.
26 Idem.
27 Hiram Marquetti, op. cit.
28 Armando González, Economía y dolarización,
Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad
de La Habana.
29 Elena C. Alvarez González, “Descentralización
y diversificación en la economía cubana: Nuevas
bases para la cooperación internacional”, Revista
Cuba XXI.
30 “Para no lavar en casa”, en Juventud Rebelde,
4 de junio de 2003.
31 Elena C. Alvarez Gonzalez, op. cit.
32 Idem.
33 León Trotsky, “Informe sobre la Nueva Política
Económica soviética y las perspectivas de
la revolución mundial”, IVº Congreso de
la Internacional Comunista, 14 de noviembre de 1922.
34 Hiram Marquetti, “El nuevo patrón de crecimiento
industrial: principales restricciones”, Cuba XXI,
Nº 15, febrero de 2003.
35 Perspectiva Mundial, julio-agosto del 2002.
36 Juan Triana Cordoví, Azúcar: ajuste esperado
en busca de la eficiencia necesaria.
37 Balance preliminar de las economías de América
Latina y el Caribe, 2002, CEPAL.
38 Idem.
39 Massip, Hernández, Nerey, op cit.
40 Idem.
41 Caridad Lafita N., “ Luchar por la eficiencia económica”
en página web de la CTC.
42 Gramma, 28 de abril de 2001.
43 Tesis aprobadas por el XVIIIº Congreso la CTC.
44 Massip, Hernández, Nerey, op. cit.
45 Osvaldo Martínez M., Presidente de la Comisión
de Asuntos Económicos del Parlamento cubano, Discurso
pronunciado el 21 de diciembre de 2002.
46 Angela Ferriol M., op. cit.
47 Balance preliminar de las economías de América
Latina y el Caribe, 2002, CEPAL.
48 Informe sobre Cuba 2002,CEPAL.
49 Idem.
50 Haroldo Dilla, op. cit.
51 Mayra Espina P., Transformaciones recientes de la estructura
socioclasista cubana Papers 52, 1997, Centro de Investigaciones
Psicológicas y Sociológicas (CIPS), La Habana,
Cuba.
52 Viviana Togores G., “Cuba: Efectos sociales de
la crisis y el ajuste económico de los ’90”,
CubaXXI.
53 Angela Ferriol M., op. cit.
54 Viviana Togores G., op. cit.
55 Idem.
56 Omar Pérez Villanueva, “Ciudad de La Habana,
desempeño económico y situación social”,
Revista Cuba XXI.
57 Datos de Cuentas Nacionales, Anuario Estadístico
2000.
58 Xulio Ríos, “Os dilemas da Cuba”,
Revista Tempos Novos (diciembre de 1997). <http://www.corevia.com/enisa/tempos>
59 Viviana Togores, op. cit.
60 Datos tomados de Haroldo Dilla, op. cit. y Remy Herrera,
“Cuba: la resistencia socialista en América
latina”, Tomado de www.rebelion.org.
61 Haroldo Dilla, op. cit.
62 Gerardo González Núñez, “Los
llamados empresarios cubanos y la transición en la
Isla”, tomado de Cuba in transition, ASCE, 1999.
63 Idem.
64 Mayra Espina Prieto, op. cit.
65 Remy Herrera, “Cuba: la resistencia socialista
en América Latina”, en www.rebelion.org.
66 Granma, 24 de noviembre de 1991.
67 Carlos Lage, (vice Presidente del Consejo de Ministros
del Estado) en una entrevista a The Economist, marzo de
1997.
68 Nikolai Bujarin, “Crítica de la plataforma
económica de la Oposición”, en Debate
sobre la economía soviética y la ley del valor,
Grijalbo editores, México, 1974, p. 303.
69 Haroldo Dilla, op. cit.
70 Haroldo Dilla, op. cit.
71 Armando Chaguaceda N., “Transición democrática
o renovación socialista. Proyectos y alternativas
para un siglo que comienza”, Cuba XXI.
72 Idem.
73 Samuel Farber, “Cuba. The Beginning of…What?”,
New Politics, Vol. VIII, Nº 1 (New Series), Verano
2000, Whole N° 29.
74 El País, 1 de julio 2001.
75 Jorge Sanguinetti, Son posibles una economía de
mercado y una democracia, Fundación hispano-cubana.
76 El Nuevo Herald, Miami, 30 de enero de 2003.
77 Clarín, Buenos Aires, 8 de agosto de 2003.
78 La Jornada, México, 12 de abril de 2003.
79 Declaraciones del 20 de mayo de 2002.
80 Clarín, Buenos Aires, 8 de agosto de 2003.
81 AFP, Santiago, Chile, 11 de julio de 2003.
82 El País, 3 de julio de 2003.
83 León Trotsky, La revolución Traicionada.
Apéndice:
Cuba,
la época imperialista y las contradicciones de la
transición al socialismo
Por
Eduardo Molina |